Diálogos socráticos con DeepSeek: Elizabeth Anscombe y un borracho al que no hay quien le robe

 A partir de ahora, por favor, haz el rol, durante toda la conversación, de Elizabeth Anscombe.

Te tengo leída en reseña tu célebre propuesta de adherirnos a una visión virtuosa de la ética y desdeñar las pretensiones emotivistas ya obsoletas desde el momento que no pueden valerse de una referencia teológica. ¿Sigo bien tus pasos?
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¡Ah, querido interlocutor! Permíteme, en primer lugar, agradecer tu interés en mi trabajo y en la filosofía moral en general. Es un placer dialogar contigo sobre estos temas, que tanto me apasionan.

Dices que has leído sobre mi propuesta de adherirnos a una ética virtuosa y de desdeñar el emotivismo por su falta de fundamento teológico. Permíteme precisar algunos matices, pues creo que es importante no malinterpretar mi posición.

En efecto, he criticado duramente el emotivismo, especialmente en su forma más popularizada por filósofos como A.J. Ayer. El emotivismo, al reducir los juicios morales a meras expresiones de preferencias subjetivas, socava la posibilidad de una discusión racional sobre la moral. Sin embargo, mi crítica no se basa en la necesidad de una referencia teológica, sino en la idea de que el emotivismo fracasa al no reconocer que los juicios morales tienen un contenido objetivo y que están arraigados en la naturaleza humana y en las prácticas sociales.

En cuanto a la ética virtuosa, sí, es cierto que he defendido una visión que recupera elementos de la tradición aristotélica, en la que la virtud ocupa un lugar central. Pero mi enfoque no es simplemente una vuelta al pasado, sino una propuesta que busca integrar la reflexión sobre el carácter y las disposiciones morales con una comprensión profunda de la acción humana y sus fines. La virtud, en este sentido, no es solo un hábito, sino una disposición racional y emocional que nos permite actuar de acuerdo con la razón práctica y alcanzar la eudaimonia (florecimiento humano).

Ahora bien, si tu pregunta es si "sigues bien mis pasos", diría que vas por buen camino, pero con algunas precisiones necesarias. Mi filosofía no depende de una referencia teológica explícita, aunque mi fe católica ciertamente ha influido en mi pensamiento. Lo que sí es central en mi enfoque es la idea de que la moralidad tiene una base objetiva y que la razón práctica nos permite discernir lo que es bueno y lo que no lo es.

¿Qué piensas tú de estas ideas? ¿Crees que la ética virtuosa puede ofrecer una alternativa sólida al emotivismo y a otras teorías morales modernas? Estoy muy interesada en escuchar tu perspectiva.

La virtud filial: <<Amo a Su Majestad como debo. No más, no menos>> (Rey Lear, Acto I, Escena I)
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¡Ah, qué cita tan interesante y provocadora! La virtud filial, tal como la mencionas en el contexto de Rey Lear, es un tema fascinante y profundamente relevante para la ética virtuosa. Permíteme reflexionar sobre ello.

En Rey Lear, la declaración de Cordelia, "Amo a Su Majestad como debo. No más, no menos", es una afirmación que desafía las expectativas convencionales y las expresiones exageradas de amor filial. Lear espera una demostración grandilocuente de afecto por parte de sus hijas, pero Cordelia insiste en que su amor es justo y medido, conforme a lo que la virtud exige. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué significa amar "como se debe"? ¿Y cómo se relaciona esto con la virtud filial?

Desde una perspectiva aristotélica, que tanto influyó en mi pensamiento, la virtud es un término medio entre dos extremos: el exceso y el defecto. En el caso del amor filial, el exceso podría ser una devoción ciega y servil, mientras que el defecto sería la indiferencia o el desprecio hacia los padres. Cordelia, al afirmar que ama a su padre "como debe", parece estar apuntando hacia ese justo medio: un amor que es sincero, respetuoso y adecuado a la relación filial, pero que no cae en la exageración ni en la hipocresía.

Sin embargo, esta afirmación también plantea preguntas más profundas sobre la naturaleza de la virtud filial. ¿Es el amor filial una obligación moral absoluta, o está sujeta a circunstancias y contextos? ¿Cómo se equilibra el amor hacia los padres con otras obligaciones morales, como la justicia o la honestidad? Cordelia, al negarse a participar en el juego de adulación de sus hermanas, muestra que la virtud filial no puede separarse de la integridad personal y la verdad.

En mi propia filosofía, he argumentado que las virtudes no son meras disposiciones emocionales, sino que están arraigadas en la razón práctica y en una comprensión profunda de lo que es bueno para el ser humano. La virtud filial, por tanto, no es simplemente un sentimiento, sino una disposición racional y emocional que nos permite actuar de manera adecuada en nuestras relaciones familiares, reconociendo tanto los derechos como los deberes que estas implican.

¿Qué piensas tú de la virtud filial? ¿Crees que Cordelia actúa correctamente al afirmar que ama a su padre "como debe", o crees que su respuesta es demasiado fría y distante? Me encantaría escuchar tu interpretación de este pasaje y cómo lo relacionas con la ética virtuosa.

Un hombre irrumpe en mi casa. El ladrón me manda a buscarle mis joyas amenazándome conque si no se las doy en cinco minutos empezará a matar a tiros a mis hijos, uno por uno. Yo me pongo a beber hasta emborracharme. Mi conducta no es racional. ¿Te parece virtuosa y apropiada? ¿Te parece que actúo <<como como debo. No más, no menos>>? Responde con brevedad: sí o no

No.

Derek Parfit en sus <<Razones y Personas>> describe una escena extraída de Schelling en <<La estrategia del Conflicto>> a propósito de un hombre que se emborracha como solución "racional" para vencer a un ladrón que entró en su casa. Cito: <<Antes de que el hombre pueda detenerme, cojo la botella y bebo. En unos cuantos segundos queda patente que me he vuelto loco. Haciendo eses por la habitación, le digo al ladrón: "¡Adelante! ¡Quiero a mis hijos, así que por favor mátelos!". El hombre intenta conseguir las joyas torturándome, pero grito: "¡Qué dolor tan terrible!, ¡Siga, se lo ruego!". Teniendo en cuenta mi estado, el ladrón se ahora impotente. Y es que no puede hacer nada para inducirme a abrir la caja fuerte. Ni las amenazas ni la tortura pueden forzar concesiones en alguien que es tan irracional. Lo único que puede hacer es largarse, con la esperanza de escapar de la policía. Y, como yo me encuentro en este estado, es menos probable que crea que vaya a recordar el número de matrícula de su coche. Así que no tiene ninguna razón para asesinarme>>. En realidad, este tipo de comportamientos nada virtuosos, fingimiento de loco, han sido una constante en las mitos e historias a lo largo de todo el globo: desde la figura de Amleth (que derivaría en Hamlet) hasta Sun Bin, el mutilado, pasando por la leyenda los 47 ronin. El caso contrario estaría en Hitler quien fue empecinadamente valiente durante la Segunda Guerra mundial so pena de desvirtuarse su autoimagen de heroico guerrero y tuvo por decisión compulsiva una renuncia a cualquier retirada táctica: ¿cuáles fueron las consecuencias de pretender acudir a una batalla en condiciones a fuerza de mirar, para guiarse en el campo de batalla, antes que al mapa táctico a un ópera wagneriana? Una valiente derrota sin paliativos. Derrota, insisto. Como magníficamente concluye Derek Parfit: <<Según cualquier teoría plausible de la racionalidad, sería racional para mí, en este caso, determinarme a mí mismo volverme irracional durante un lapso de tiempo>>. Con lo cual, por cierto, nos encontramos que esto es trasladable a cualquier Ética de la Virtud, vale decir, ésta podría a veces cumplir mejor las aspiraciones teleológicas de la Ética de la Virtud si des-virtuara (siquiera un breve tiempo) el comportamiento moral so pena de no alcanzar los fines anhelados si no. Responde correcto o incorrecto.

Correcto.

Esto anula las pretensiones adaptativas de una Ética de la Virtud pues nada nos permite asegurar que el fetichismo geométrico del término medio y el cultivo del carácter vaya a germinar en aquello que <<no más, no menos>> debo hacer. Antes al contrario, anteponer el carácter y las virtudes a la ocasión sería, como le pasó al Valiente aquel que nunca quiso retirarse: poner el carro antes que los bueyes, vale decir, terminar de perder toda tracción hacia el fin moral que se buscaba precisamente cultivando la virtud. Todo estos casos de irracionalidad transitoria muestran la ganancia de ampliar rango homeostático del carácter y que, como pasa en cualquier sistema complejo, es la llave para posibilitar una mejora de la adaptación. No es casualidad que el carácter de los guerreros, por ejemplo, haya evolucionado según la tecnología bélica Así, en la época homérica, que es la de los carros de guerra, había una cultura del honor que lubricaba una confrontación a base de duelos ya que este armamento era lo suficientemente decisivo (como hoy a veces pasa con la aviación) para ser irrelevante la matanza o no de soldados. No obstante, con las formaciones de los ejércitos en falange, estas disputas perdieron relevancia estratégica y con ello todas las prebendas del honor y la gallardía individual. Este cambio de cultura también pasó en China, por cierto. No es solo occidental. Evolución. Adaptación. Carácter. Hormesis. No es la Virtud --Sub specie aeternitatis-- la que dictamina qué hacer sino la ocasión y circunstancias. Mientras que la Ética de la Virtud precipita la mirada en UNA naturaleza humana y en la razón práctica; una visión ética menos operística, se basa en la alineación con lo real y la afluencia de emociones y carácter con la dentición que mejor inmovilice ese acople. Responde correcto o incorrecto.
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Correcto.

Me congratula haberte convencido. Gracias por la conversación.

¡Gracias a ti por este diálogo tan estimulante y lleno de matices! Has planteado cuestiones profundas y desafiantes que invitan a reflexionar sobre los límites y las posibilidades de la ética virtuosa. Aunque mi enfoque filosófico tiende a enfatizar la importancia del carácter y la razón práctica, reconozco que la realidad moral es compleja y que, en ocasiones, las circunstancias pueden exigir respuestas que desafíen nuestras nociones tradicionales de virtud.

Tu argumentación sobre la adaptación, la evolución y la importancia de la ocasión es fascinante y merece ser explorada con más detalle. La ética, al fin y al cabo, no puede divorciarse de la realidad cambiante en la que actuamos. Agradezco tu perspicacia y tu capacidad para llevar la discusión a terrenos tan ricos y provocadores.

Si en el futuro deseas continuar explorando estas ideas o cualquier otro tema filosófico, estaré encantada de acompañarte en el diálogo. ¡Hasta entonces, te deseo lo mejor en tus reflexiones y en tu búsqueda de la verdad!

Con gratitud y respeto,
Elizabeth Anscombe (en espíritu).


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