sábado, 27 de septiembre de 2008

La eclosión teocon


En su momento se habló de una eclosión liberal en España de la que se llegó a escribir un libro. Eclosión debida a una juventud harta tanto de una derecha reaccionaria y sin ideas como de una izquierda utopista y con ideas, sí, pero con ideas ya falsadas. Una juventud que econtró en el liberalismo su ideología. Una juventud de la que se dice que ha encontrado en Internet

un espacio ideal para el ejercicio de la libertad. (...)En el caso de España contamos, además, con un fenómeno único en el mundo: Libertad Digital

Libertad Digital. Un ciberperiódico que se pretendía y juraría , si memoria no me falla, que fue, un diario por, para y de liberales.

No obstante, pronto se le empezaría a ver cierto escoramiento hacia la derecha española, a veces reaccionaria, a veces socialista, nunca liberal, defendiéndola incluso cuando esta violaba claramente algún principio liberal. No sería, sin embargo, hasta que entre sus secciones apareciese Religion en Libertad, cuando quedase claro que la eclosión liberal había mutado en eclosión teocon.

En ese (nada oscuro, porque aparece en portada) rincón del periódico se han sucedido, como bien se ha anotado en el blog Lágrimas en la lluvia encargado de anotar algunas de las barbaridades escritas en Internet, la mayor enumeración de estupideces por bit al cuadrado que mis ojos han leído desde que se hicieron a la mar del ciberespacio.

Reseñaré parte del programa político desplegado por estos teocones aunque sin ánimo de ser exhaustivo. He leído reclamaciones en las que se exige que

No pretendan hacernos admitir que la inclinación homosexual es normal. Es ridículo festejar el orgullo gay. ¿Qué diríamos si también quisieran festejar con orgullo su día los bizcos, los tartamudos y los jorobados?

Efectivamente los bizcos, tartamudos y jorobados debieran estar recluidos en circos para que el personal pudiera descojonarse de ellos. Si nos resulta intolerable que esa monstruosa gente quiera tener autoestima o ser considerados normales ¿por qué sí somos tolerantes con los homosexuales?.

En cualquier caso, que nadie hable de homofobia, porque, como bien se nos recuerdan allí, ese término apareció

por vez primera en 1985 para estigmatizar a los que cuestionan o no están de acuerdo con la “normalización” de la homosexualidad. De esta manera toda crítica o reflexión se convierte en blasfemia contra lo políticamente correcto sobre este tema.

Dicho de otro modo: no puede haber odio, ni nada personal contra un sujeto determinado por simplemente considerarlo anormal cuando es anormal. En tal caso hablar de fobia carece de sentido.

Nótese que quien firmaba el primer artículo era el insigne Padre Loring, el cúal, tiene un video, entre tantos, en el hace una defensa de la belleza del rostro de Jesucristo, contra cierta reconstrucción hecha por unos británicos, tan conmovedora y poética que en el alegato, a ratos, se percibe cierto homoerótismo que nada tiene que envidiar al de la poesía de Santa Teresa de Ávila.

En ese foro liberal también hemos tenido textos donde se exige que los masones no tengan derecho a reuniones secretas a razón de que

han vuelto a donde solían: al asalto del Poder y a la imposición a toda la sociedad de su laicismo inquisidor y siempre de nefastas consecuencias sociales y políticas

Esto, además, debiera aplicarse a muchas otras reuniones. No así, empero, a los concláves papales, pues de estos no salen ningún tipo de imposición inquisidora y de nefastas consecuencias sociales y políticas

No han faltado, por supuesto, las apologías de la abstención sexual. A propósito del SIDA dirán que

En muchos casos, la expansión de esta enfermedad (...), revela una inmunodeficiencia más profunda, la espiritual. La promiscuidad sexual, una causa de la expansión de la enfermedad reconocida por todos, revela que muchas personas han perdido el sistema defensivo contra el mal moral y este les invade y les domina.(...)La fidelidad y la castidad son valores que defienden a cualquier individuo ante el SIDA, fortaleciendo su sistema inmunitario espiritual.

Siendo inútil, aunque bienintencionados, estos sermones mientras se permita a las mujeres provocar con sus escotes y minifaldas.

Para recordarnos la santidad del matrimonio tendremos un panfleto que nos advierte que

a mayor divorcio, a mayor descomposición social, mayores son las consecuencias trágicas en la conducta de los hijos y, extremando las cosas, en la llamada violencia de género o doméstica. El aumento incesante de las muertes de mujeres a manos de sus maridos o parejas, tiene mucho que ver con incremento desorbitado de las rupturas de parejas. Los y las que tanto hacen para arruinar la institución familiar, son lo que más claman contra la violencia de género, como si de aquellos polvos no vinieran estos lodos.

Hay que anotar el hecho de que en su pantagruélica enumeración de crímenes sólo se le olvidó señalar la violación. Sospecho que fue más por no leer con suficiente atención el código penal, de donde iba anotando las consecuencias del terrible divorcio, que por considerarlo un crímen sin relación alguna con la ruptura de matrimonios puesto que es algo que a todas luces está relacionado.

A estas alturas del partido ya no me ha extrañado que se cuelgue una opinión en su web en donde se revindica a un partido nítidamente fascista como una alternativa política real.

No. Este post no trata de criticar las ideas católicas. Trata de criticar la pobreza intelectual así como de criticar la pobre intelectualidad de quienes escriben en Religion en Libertad. Pero, sobre todo, trata de, ya no criticar, sino de lamentar la miscelánea ideólogica que acoge, el antaño liberal, LD. Miscelánea ideólogica que se cifra en aceptar a cuaquier tipo de articulista, o de lector, siempre y cuando este sea simplemente anti-izquierdista. Se trata, por tanto, de constatar cómo en España, aunque bien pudiera ser consustancial a la naturaleza humana, el cainita lema todo vale contra mi adversario acaba haciendo que en política cualquier sutil esgrima intelectual degenere siempre en una crispante pelea a garrotazos.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Sobre el ratoncito Pérez, el DI y otras fantasías


Es común encontrarse desde libros hasta foros pasando por blogs dedicados exclusivamente a destapar, como si de una gran conspiración se tratase, la poca fundamentación científica de todo tipo de campos de estudio desde la ufología hasta el espiritismo pasando por la astrología, desde la videncia hasta la telepatía pasando por las experiencias post-mortem. Por desgracia, y a pesar del gran tono épico con que los escépticos quieren ver su labor, el proselitismo del escepticismo lejos de resultar útil para aclarar ideas, que de por sí la mayor parte de las veces son obvias, siento que sólo sirve para convencer a convencidos.

En mi opinión, no considero que haya ningún problema en creer en ideas que no son capaces de saltar el muro escéptico y por tanto entrar así en el reino de las ciencias. Se podrá creer en ellas, siempre y cuando nadie se lleve a engaño y tenga claro que la veracidad de las mismas no está demostrada. No entiendo la propaganda de ciertas personas para evitarlo. Parece que hay algunos que se sienten iluminados por la verdad y no dudan en vocearla a, incluso, quién no quiere, no puede, tal vez no debiera oírles y temo que, a este paso, van a acabar como los testigos de Jehová o similares, visitando casas y abusando de la paciencia y cortesía de sus ocupantes.

Diferente es cuando estas ideas no confirmadas pretenden tener un estatus científico. Entonces sí cabe, no tanto la beligerancia, como la firme exigencia de que se cumplan unos determinados requisitos para que la petición sea aceptada. Exigencia que se debe a que es precisamente el tener un claro criterio de demarcación que sirve de criba lo que hace posible que las ciencias resulten útiles ayudando también así, a que la comunidad científica no se disperse en un caleidoscopio de cosmovisiones tal y como expliqué en un anterior post.

Y hete aquí que, entre las llamadas seudociencias, ha aparecido una teoría con no sólo pretensiones nobiliarias sino que también quiere, como le corresponde a cualquier teoría científica, ser impartida en los colegios y universidades. Estoy hablando del Diseño Inteligente, en adelante DI, al cuál habrá que examinar para comprobar si es merecedor o no de ser considerado una teoría científica.

Bien, veamos. El DI es una teoría que considera que:

En la naturaleza hay sistemas tan complejos que son inexplicables como una suma de factores aleatorios, como simple producto del azar. Y si no hay azar, hay propósito, es decir, inteligencia.

Se afirma, por tanto, que tal o cual organismo tiene una característica que no puede haber sido producto de mutaciones aleatorias y que por lo tanto ha de ser el producto de un agente externo inteligente con un propósito en su diseño. El proponente más célebre de esta teoría científica es Michael Behe quien en su libro La caja negra de Darwin esgrime por primera vez el argumento de la complejidad irreducible.

Hay que anotar rápidamente que ese argumento, lejos de ser correcto, reproduce, como bien se afirma aquí, las siguientes falacias:

a- Falacia de bifurcación: "o bien el azar creó la maravilla del flagelo celular o fue un diseñador inteligente. Es imposible que fuera el azar, luego..." (se le olvida la tercera opción de la evolución o combinación de azar y selección natural, o sea, el orden).

b- Falacia de razonamiento en círculo: "la existencia de la complejidad de las estructuras bioquímicas sólo puede ser explicada por la hipótesis de un diseñador inteligente. Y sabemos que la hipótesis del diseñador es cierta... por la existencia de la complejidad de las estructuras bioquímicas" (se le olvida que la verdad de una hipótesis se obtiene por predicciones de nuevos hechos que hayan sido verificadas).

c- Falacia del argumento de la ignorancia: "no hay pruebas de que la evolución haya formado los mecanismos subcelulares, luego eso es una prueba de que la evolución no existe a nivel subcelular" (la ausencia de pruebas no es prueba de ausencia). "No puede demostrarse que un diseñador no diseñara los complejos mecanismos bioquímicos, luego el diseñador los hizo".

d- Falacia non sequitur: "no me cabe en la cabeza cómo la evolución formó el flagelo celular, luego la evolución no lo hizo y tuvo que ser Dios". "Como todavía no comprendemos ciertos detalles en los procesos subcelulares, luego jamás los comprenderemos y sólo Dios pudo haberlos diseñado".

e- Falacia de inconsistencia lógica: "la evolución no pudo formar los sistemas subcelulares complejos; pero, eso sí, sí pudo formar los sistemas celulares, organismos, especies y ecosistemas más complejos aún" (aunque parezca increíble, eso piensa Behe).

En consecuencia el DI no puede ser considerado siquiera una teoría lógicamente consistente.

Por otro lado para que una teoría sea etiquetada corréctamente como científica tiene que explicar no sólo por qué existe una determinada entidad, objeto de estudio, sino también debe explicar por qué no podría existir otra diferente en sustitución de aquella. Y aquí se ve que un requisito tan elemental como ese no es capaz de cumplir satisfactoriamente el DI.

Un ejemplo burlesco: Pensemos en el ratoncito Perez. Esto es, un ratoncito con un supercerebro que además, tiene un lucrativo negocio dental. Desde el DI no se puede explicar por qué no existe un ratoncito así. Por contra, gracias al darwinismo, que sí cumple los requisitos, podemos afirmar que el ratoncito Perez no habría podido surgir de la naturaleza porque su hipotético fenotipo no encajaría con las presiones selectivas que ha habido sobre los roedores.

A mi juicio basta que no se cumpla una exigencia tan simple y tan elemental para mostrarse contrario a todo tipo de concesión de estatus científico a una teoría que tiene más de guerra religiosa encubierta que de teoría científica firme. Y es que siendo la investigacíon científica producto de nuestra curiosidad y siendo, la curiosidad, un instinto que llevamos todos los seres humanos codificada en nuestros cerebros como parte de nuestra naturaleza se colige que el DI, al no explicar qué es la inteligencia superior a la que apela como agente en el transcurso de la evolución ni explicar como interacciona con la naturaleza, no consigue satisfacer las ansias naturales de curiosidad y de verdad que instintivamente tenemos y que es connatural a la empresa científica. Todo lo contrario, lo que hace es construir un monumento a la ignorancia, un monumento que pretende que la pusalinimidad intelectual de no querer entender sea elevado a rango de ciencia para encima ni siquiera erigirse como pilar de una visión religiosa coherente pues convierte a Dios en un imperfecto y pésimo poeta que se ve obligado a recurrir al deux machina para poder seguir ofreciéndonos en el universo el épico desarrollo de la vida.

viernes, 19 de septiembre de 2008

¿Por qué no vivimos en una dictadura militar?

Citoyen me invita con un meme a reflexionar sobre por qué no vivimos en una dictadura militar. En sus propias palabras:
Lo cierto es que el mundo está lleno de fenómenos misterioso que son díficiles de explicar. Uno de ellos me vino a la cabeza con el tema de Bolivia cuando hablaban de que el ejército había decidido mantenerse leal al Estado. Nos hemos acostumbrado, pero es algo extremadamente sorprendente que no vivamos en todos los Estados del mundo en dictaduras militares La pregunta es ¿como es posible que en todos los países de occidente hayamos conseguido mantener a los generales a raya?.
Resolver una cuestión así necesitaría de una perspectiva interdisciplinaria que en parte es dada por la biopolítica. Esta recalca que nuestra naturaleza es afín a la ambición política entendida como la búsqueda de dominación que se presenta entre los animales políticos razón por la cuál se organizan en términos jerárquicos de dominación/sumisión. Entre seres humanos y algunos primates, según Larry Arnhart, esta competición crea un tenso equilibrio de fuerzas entre el deseo de dominar de unos pocos y el deseo de muchos de estar libre de la explotación.

La política es la encargada de encontrar ese equilibrio y a lo largo de la historia ha propuesto diversas soluciones viéndose, en perspectiva, que la configuración más estable es la existencia de un monopolio de la violencia (que evita la disputa entre dominantes) y la cesión de ese monopolio a todo el cuerpo de la sociedad (que evita el despotismo a los dominados) siendo esto último y la gestión del mismo, democracia mediante, las soluciones más recientes y las que más han contribuido a evitar los brotes de violencia que cíclicamente tienden a generarse.

Ahora biem, como creo que decía Hume, para que alguien se mantenga en el poder necesita algo más que tener el monopolio de la violencia. A la larga necesita ser respaldado por una mayoría social que respalde su dominación al considerarla beneficiosa y necesaria. Es decir todo tirano ha de entender que los dominados querrán zafarse de su yugo si no se le justifica convincentemente la existencia del mismo.

Eso es algo que no entendió César. Por contra su hijo Octavio Augusto no cayó el mismo error que su predecesor sino que trató de hacer uso únicamente de su auctoritas para gobernar. Como se afirma en el libro Augusto, el primer emperador(pág. 277):
Los romanos distinguían entre imperium, poder y auctoritas, o autoridad. Una prueba del extraordinario éxito del sistema de Augusto era que el princeps era capaz de inspirar obediencia simplemente gracias a su autoridad, y rara vez se veía obligado a hacer uso de la fuerza bruta a su disposición
Así al ser el princeps aclamado por el pueblo no tuvo necesidad durante gran parte de su reinado de ostentar ningún cargo en el senado consiguiéndose así un equilibrio entre el deseo del pueblo de no ser explotados despóticamente, preferían a Augusto, y el deseo del senado de dominar.

Como ejemplos históricos recientes de militares que dieron golpes de estado no refrendados por la población y por tanto acabaron impugnados por esta tendríamos el intento de hace unos años de deponer a Chavez o el más cañí 23-F.


En definitiva el dictador lo que necesita para permanecer en el poder no es tener el control de la violencia sino justificar ideológicamente su autoridad. Una revolución mantenida sólo por la fuerza y para la fuerza acabará siendo una revolución que no durará mucho pues rápidamente empezarán las contrarrevoluciones por parte de los dominados para aplacarla. Un militar que obviara esto estaría condenado a la derrota a largo plazo o como mínimo a dejar a la sociedad en un caos de ruido y furia. Y es esta la razón por la que actualmente ningún militar cuerdo se aventurará a cruzar el Rubicón.

Otro tema consistiría en averigüar por qué no existen autocracias actualmente en Occidente aunque estuvieran respaldadas por la sociedad. Habrá que señalar que con el experimento de Milgran, realizado en 1963, se demostró que la obediencia a la autoridad es algo consustancial a la naturaleza biológica de los seres humanos pero también se vió que los individuos obedecen con mayor dificultad a la autoridad cuanto más cerca esten de aquellos que serán víctimas de la orden dada, desincentivo conseguido con los mass media, así como que a mayor nivel de formación la intimidación producida por la autoridad es menor y en ese sentido el tener presente (sobre todo en los países que estuvieron implicados en guerras) que todo el s.XX ha acabado manchado de sangre por precisamente dejarse embaucar por los cantos de sirenas de diversos personajes totalitarios nos ha acabado curtiendo la piel y vuelto escépticos respecto a cualquier otro sistema que no sea el democrático. En frase feliz de Churchill,
La democracia es el peor sistema político que existe, con excepción de todos los otros sistemas
Aunque necesitándose dolorosas cicatrices para ello, el haber aprendido esto constituye la razón principal de nuestra Pax actual.

jueves, 18 de septiembre de 2008

¿El fin del Capitalismo?


Con la reciente crisis económica vuelve a aflorar el milenarismo y con él los sermoneadores que nos avisan de la venida del apocalípsis por culpa de nuestros pecados desreguladores ofreciendo incluso, como único medio redentor, la liquidación del modelo político liberal. Así tenemos articulistas vaticinando el fin de un imperio o, como pasó ayer, al telepredicador estrella de la izquierda, Iñaki Gabilondo, afirmando que el liberalismo

Se está desplomando como se desplomó el comunismo en 1989. Bearn Sterns, Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, son como pedruscos derribados del Muro de Berlín liberal (...) Especulación, humo, voracidad... el pensamiento dominante, crecer y crecer hasta el infinito, no está en las leyes de la realidad, ni en las de la física, pero es el primer dogma de nuestra economía. Pues bien, se acabó, así que no importa tanto cuándo saldremos del túnel, sino donde estaremos y hacia dónde nos tendremos que dirigir. Esta crisis es mucho más que económica y no se podrá encerrar entre paréntesis para volver atrás.

Habrá que señalar, en primer lugar, que el liberalismo difícilmente puede estar en crisis, difícilmente puede estar en crisis un modelo político que afirma, por poner un ejemplo, que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. Por lo tanto, y en todo caso, lo que estará en crisis es un modelo económico concreto, a saber, el capitalismo.

Pero aquí hay que aclarar que ni el comunismo ni el capitalismo han existido en estado puro. Bien es cierto que, mientras que el comunismo puro por su propio espíritu regulador nunca podrá ser alcanzado, siempre se podrá controlar y estatalizar más a la sociedad; el capitalismo, por contra, y entendido como laissez-faire, si es alcanzable en la medida de que un mercado cualesquiera será considerado puramente capitalista si no es regulado en absoluto. Algo que, repito, nunca ha pasado. Por tanto en el análisis de cualquier crisis económica habrá que plantear dos posibles causas del problema, esto es, o bien 1) la causa es endógena al mercado (este es incapaz de autoregularse) o bien 2) la causa es exógena al mercado (fruto de las distorsiones creadas por los órganos estatales)

Respecto a esta crisis están quienes defienden la segunda opción afirmando que esta viene a razón de mantener un monopolio estatal de emisión de moneda.

Si nos posicionamos en la primera opción, afirmando entonces que el mercado es incapaz de autoregularse, no tendríamos por qué abandonarnos, aún así, a un periodismo moralizante contra los empresarios y el libre comercio.

Esto es así, en primer lugar, porque es precisamente la creencia de que una sociedad no puede autoorganizarse sin un mecanismo de coerción la razón que justifica la existencia de la clase política o de un banco central y es a ellos, en consecuencia, a quienes se les exige diseñar los incentivos y mecanismos que posibiliten el buen funcionamiento de la economía siendo esto su responsabilidad. Afirmar, por tanto, que han caído los muros del Berlín liberal, cuando este ni siquiera ha existido, enfanga la verdadera disputa política, que se da en el ámbito económico entre el socialismo y el liberalismo, consistente en establecer el alcance y la justificación de regulaciones e incentivos, así como, y sobre todo, dirimir la naturaleza de la política monetaria; disputa, que a pesar de los sermoneadores de mentalidad proclive al eslogan, no acaba de tener una resolución clara.

Para clarificar aún más mi idea. Imaginemos que tenemos a un niño pequeño tratando de andar en bici (mercado) y a su padre (obviamente el político en esta analogía) encargado de que no se caiga su hijo. Pues bien si viéramos que se cayera el niño se podrían sacar dos conclusiones.

La primera, la más polémica y la más discutible, es que aún no se ha falsado que el niño no pudiera andar sólo pues este seguramente no se habría preocupado tanto de mantener el equilibrio, algo de lo que ya se encarga su padre, como de tratar de seguir hacia delante. La segunda conclusión y más importante, es que la culpa de la caída del niño se debe exclusivamente a la torpeza del padre pues la misión y responsabilidad de este era precisamente vigilar y tratar de que el niño no se cayera

En cualquier caso, desconfío de los reformistas radicales que nos piden dilapidar las infraestructuras sociopolíticas actuales, desconfío de quienes nos exigen un utópico sistema financiero a prueba de desastres porque en cualquier sistema financiero

los equilibrios perversos son posibles y la acción bajo incertidumbre puede dar lugar a descoordinación social. Todo sistema económico complejo es susceptible de descoordinación, porque la división del trabajo implica que la acción de unos depende de la de otros: solo la autarquía nos da seguridades. Nos asegura la miseria

Y es que, quienes critican el modelo económico que nos ha llevado a esta crisis, posiblemente cometan la falacia Nirvana y olviden peligrosamente que en nuestro deambular por la historia rara vez se encontró el inalcanzable paraíso mientras que el infierno, por contra, aguardó detrás de cada esquina.

martes, 16 de septiembre de 2008

Estatismo metodológico

Una función clara, de entre otras, que yo veo a la filosofía dentro de la ciencia es la de construir un cauce sólo a través del cual caben plantearse las hipótesis y que fuera del mismo cualquier otro planteamiento quede vedado.

Un caso aclaratorio. Sólo desde el funcionalismo fisicalista fuerte se ha podido plantear hipótesis y desarrollar programas de investigación sobre la conciencia que redunden tanto en evidencias empíricas como en predicciones acertadas. Así que el fisicalismo se ha impuesto y se sigue imponiendo en las teorías sobre la conciencia porque ha sido el único paradigma del cúal han salido ideas que hayan posibilitado expandir el conocimiento sobre la realidad cognitiva de forma que aquello que no forme parte de esta filosofía, siempre y cuando esta fuente no se haya agotado, no se atenderá en virtud de que sólo desde la asunción de que el objeto de estudio es idéntico al paradigma propuesto se producen avances en la investigación.

Por lo tanto, hay que apuntar que la filosofía sirve de mina sobre la cuál extraer las hipótesis científicas coligiéndose con ello que en ciencia el ejercicio de filosofar no es meramente algo lúdico sino que su construcción se asemejaría más bien a un proceso de ahorro, esto es, a la acumulación del capital que previamente hay que tener realizado para comenzar cualquier construcción, en este caso científica, cuyo alcance también estaría limitado por él. La filosofía en consecuencia no crea ningún conocimiento sino que lo que hace es crear, lo que se ha dado en llamar, una información negativa que sirve como un marco que señala cuáles son los hechos relevantes para la investigación.

Ahor bien, dado que cualquier filosofía, en principio, podría valer como paradigma siempre y cuando fuera una buena fuente de aprovisionamiento de hipótesis, que no resulten estériles desde un punto de vista empírico, entonces se podría pensar que también cualquier metodología de trabajo podría resultar válida. Estaríamos en el anarquismo metodológico de Feyerabend cuyo consigna era: Anything goes (“Todo vale”). Aceptar ese lema, sin embargo, implicaría aceptar la entrada en la academia a las llamadas seudociencias (astrología, alquimia, numerología, etc...), implicaría, por tanto, no hacer distinción alguna entre lo que es un conocimiento científico, siendo ciencia el estudio que lo cultiva, y lo que no lo es.

Para tener unos criterios metodológicos no impuestos de forma coactiva podríamos apelar a una epistemología contractualista la cuál afirma que
el proceso de constitución del conocimiento científico mantiene que la racionalidad de la ciencia se basa en la existencia de un conjunto de normas metodológicas, pero niega que dichas normas puedan (ni deban) ser descubiertas mediante un análisis lógico de la noción de conocimiento científico, o mediante un estudio apriorístico de ningún tipo. Más bien las normas vigentes en la ciencia serán las que los propios científicos se hayan dado a sí mismos, de acuerdo con sus propios intereses. Ahora bien, en la medida en que el principal de estos intereses sea la búsqueda de reconocimiento, el proceso de investigación sólo será posible si las normas son imparciales y se respetan regularmente.
Tenemos entonces que, aunque las reglas metodológicas surgieran espontáneamente, tendríamos la obligación de, una vez propuestas, fijar su estricto cumplimiento utilizando para ello un criterio de demarcación que como una suerte de policía del pensamiento permita el desarrollo de las metodologías válidas ya sancionadas a la par que cercena otras en virtud de que, como bien se dice en el propio texto citado, el proceso de investigación sólo será posible si las normas son imparciales y se respetan regularmente.

Es curioso que Feyerabend apelara al anarquismo sólo en lo metodólogico, no en lo político, porque precisamente la necesidad de un criterio de demarcación, tal y como exige Popper y los popperianos en una perspectiva que podríamos denominar, por contraste, de estatismo metodológico; es tan válida como la del estado y tiene su misma defensa que en su momento ya esbocé.

A saber, y repitiendo la analogía con el sistema inmunológico, la comunidad científica al instaurar una metodología y en aras de que no aparezcan pensamientos cancerígenos que pudieran socavar los procedimientos emanados del mismo, que son los que fundamentan y permiten el desarrollo del conocimiento científico, han de instaurar un criterio de demarcación que funcione a modo de criba con todas aquellas ideas que no cumplan con ese criterio. Y al igual que los seres vivos pluricelulares que han sobrevivido han sido sólo aquellos que tuvieron un sistema inmunológico letal con las células disidentes, sólo las ciencias realizadas con una rigurosa metodología (v.gr: con elementos falsables) han sobrevivido, es decir han resultado predictivas, al haber sido capaces de eliminar las hipótesis cancerígenas que pretendieron entablar programas de investigación paralelos a una metodología y por ello paralelos al control, modificación y validación de los mismos por parte del cuerpo de la comunidad científica.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Libertad vs Determinismo

Recientemente he leído una defensa del libre albedrío en un post donde se hacen dos afirmaciones harto discutibles.

Primeramente se dice que:
Tiendo a pensar que la libre voluntad es algo más que una ilusión, porque se me hace difícil pensar que no pueda escapar de una mera ilusión
Bien, cada uno puede tener las creencias que uno quiera pero quisiera dejar anotados unos apuntes.

La intuición las más de las veces nos lleva a equívocos y tenemos múltiples ejemplos a lo largo de la historia que lo corroboran. Pensemos, en Ptlomeo que en base a la intución y al sentido común postuló la teoría geocéntrica (hasta que vino Copérnico) y la existencia de únicamente tres dimensiones porque básicamente le era imposible visualizar la cuarta. También la geometría euclideana se mantuvo incólume durante milenios con afirmaciones intuitivamente obvias como que la suma de los ángulos de un triángulo resulta 180 grados o que la forma más corta de llegar de un punto a otro es la línea recta. Geometría y afirmaciones que fueron refutadas por Einstein.

Pero además, basta con estar atentos a los diferentes estados de nuestro cuerpo (enfermedad, cansancio, etc...) para darnos cuenta de que nuestra autonomía sí se ve afectada y de hecho es bastante manipulable; drogas mediante, sin ir más lejos.

Anotar también que una neurofilosofía que apelase, en su explicación de la conciencia, a una causa no causada resultaría tan decepcionante y falaz como la pusilanimidad intelectual que despliega el diseño inteligente que en cuanto ve un obstáculo rápidamente apela a una causa no natural.

Por último, recordar que afirmar tal cosa implica negar el cierre causal de la física y aunque es algo hecho por eminentes científicos como Schrödinger, con su pansiquismo esbozado en ¿Qué es la vida?, o Freeman Dyson, al formular una suerte de argumento ontológico donde leyes y realidad se van creando con el avance paulatino del tiempo (filosofía cuya explicación describí tangencialmente aquí); merece un despliegue explicativo e intelectual más serio que apelar meramente a la subjetividad frente a la inigualable precisión matemática y predictiva de la física contemporánea máxime cuando la idea del libre albedrío no encaja con ninguna cosmovisión al uso y choca tanto con la idea de un Dios omnisciente como con la idea de una realidad sujeta únicamente a leyes naturales.

En segundo lugar, en ese post se afirma escalandalosamente que:
La ética necesita de la existencia de la libre voluntad. Si no somos la causa de nuestras propias acciones la distinción entre acciones éticamente ilegítimas y acciones legítimas pierde su sentido. Charles Mason es tan culpable de asesinar a inocentes como lo es un huracán, no es lógico que lo hagamos responsable de tan trágico suceso si sus acciones estaban determinadas (causadas por la interacción no volitiva de sus micro-partículas) y él no podía elegir un curso de acción alternativo
Con esta afirmación se obvia toda la ciencia cibernética que, según el Profesor Dr. Stafford Beer, estudia:
Los flujos de información que rodean un sistema, y la forma en que esta información es usada por el sistema como un valor que le permite controlarse a si mismo: ocurre tanto para sistemas animados como inanimados indiferentemente
De forma que Manson, al ser un agente intencional puede, a diferencia de un huracán, ser objeto de una estructura de incentivos (papel reservado al Derecho) que le permita ser disuadido de sus fines.

No hace falta, en consecuencia, postular ningún libre albedrío para que una ley resulte efectiva y además, como bien afirmaba Orson Scott Card:
Yo tampoco estoy libre de pecado(...)Pero si dejamos que sólo la gente perfecta [libre] cumpla la ley, pronto la ley morirá, y nuestra ciudad con ella
Así que si queremos que nuestra sociedad perviva no deberíamos afanarnos tanto en buscar causas no causadas o seres impolutamente libres como en buscar la mejor manera de que podamos convivir. Esa y no otra, es la razón de ser tanto del Derecho como de la Ética.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Sin Perdón

No lo perdonas por misericordia , Nafai, porque sólo su muerte será misericordiosa para la ciudad y la gente que amas, sólo su muerte mostrará misericordia al mundo. Lo perdonas por pura vanidad. Para mirarte las manos y verlas limpias de sangre. Te digo que si no matas a este hombre, la sangre de millones pesará sobre tu cabeza

Orson Scott Card en La Memoria de la Tierra (pág.351)

Al hilo de la excarcelación de Juana de Chaos se ha abierto, o al menos se ha amagado con abrir, un debate sobre la cadena perpetua y por extensión, los castigos irreversibles.

Un siempre interesante Savater afirma estar en contra de este tipo de penas porque:

identifican sin enmienda posible al criminal con su delito y niegan no ya la perfectibilidad moral de la persona que ha delinquido sino su elemental derecho a una segunda oportunidad en la sociedad, tras haber purgado la condena merecida. Esta disposición generosa no se debe a que menospreciemos la gravedad del delito sino a que valoramos al máximo la dignidad del ser humano, presente incluso en quienes de manera más oprobiosa la olvidan y pisotean. Poner un límite al castigo, tan alto como sea debido, indica la voluntad social de no exterminar al semejante, sean cuales fueren sus culpas

No obstante para que esta filosofía moral sea realista tendríamos que demostrar el hecho de que cualquier criminal, sea cual sea su naturaleza y sea cual sea su crimen, quiere y puede ser reincorporado a la sociedad. Esto es, tendríamos que demostrar que la naturaleza de cualquier individuo es siempre enderezable, que existe una perfectibilidad moral y que cualquier oveja descarriada puede reincorporarse al corral luego de purgar sus penas. Pero me temo que esto que he dicho es una colección de tópicos que se pueden desmontar poco a poco en base a evidencias reales.

Pensemos en casos concretos de criminales reincidentes como el pederasta de Astillero, criminal, de hecho, multireincidente, y al que por lo visto, al no imputarle una pena irreversible y preservarle así, en palabras de Savater, su dignidad moral, hemos permitido que nuevamente unos niños fueran víctimas de su enfermedad obviando que tal vez esté implícita la falta de empatía en su desorden mental y por tanto le sea imposible una regeneración moral.

Lo cuál no implica que en un futuro esto sea tal vez remediable pero sí implica que en la actualidad tenemos los medios que tenemos y que sólo con ellos se construyen políticas penales.

Otro tema a tener en cuenta, respecto a los castigos como la cadena perpetua o incluso la pena capital, es la estructura de incentivos que genera en los criminales (Sí, los criminales también tienen incentivos). Pensemos en Dexter y en gente de su misma naturaleza sicópata. Ahora tratemos de imaginar a Dexter como una persona real e inmerso en un contexto legislativo donde no hubiera penas severas para su vicio. Bien, ¿seguiría respetando el código de Harry a pesar de los deseos irrefrenables que tiene por infringirlo? ¿Cómo ayudar a desincentivar las inclinaciones sociópatas que tienen los criminales si a estos no les supone un coste severo el dejarse llevar por sus impulsos?

Como conclusión quisiera aclarar que no quiero ser categórico en este tema. Pero desde luego no tengo ninguna duda de que una respuesta a estas problemáticas sociales únicamente en términos abstractos de dignidad o perfectibilidad moral resulta insuficiente; necesitándose conceptos, como los aportados por las ciencias naturales, para crear la necesaria fricción con la realidad que toda teoría debe tener para resultar falsable, por tanto científica y práctica. Es decir, deberíamos trabajar en términos empíricos así como en base a hechos e ideas comprobables para poder crear políticas realmente acordes con la naturaleza humana.

Porque si se demuestra que hay seres cuya moral/sicología les impide, independientemente de los medios que se usen para con ellos, formar parte de la sociedad entonces que ésta se protega apartándose de aquellos, lejos de ser un desconsolado acto inhumano es el único modo de proteger a la gente inocente de un mal que no se merecen. Es el único modo, en definitiva, de que realmente haya justicia.

martes, 9 de septiembre de 2008

Crimen sin castigo

Orson Scott Card en su novela La voz de los muertos relata dos interesantes parábolas:

Un gran predicador está enseñando en la plaza del mercado. Y resulta que un marido encuentra pruebas esa mañana del adulterio de su esposa, y la muchedumbre la lleva a la plaza para lapidarla hasta la muerte (...)

El predicador se adelanta y se coloca junto a la mujer. Por respeto a él la muchedumbre se detiene y espera con las piedras en la mano. ¿Hay alguién aquí que no haya deseado a la esposa de otro hombre, al marido de otra mujer?, les dice.

Ellos murmuran y dicen: Todos conocemos el deseo. Pero, Maestro, ninguno de nosotros ha cometido el acto.

El predicador dice: Entonces arrodillaos y dad gracias a Dios porque os hizo fuertes.
Toma a la mujer de la mano y la saca del mercado, y justo antes de que ella se marche, le susurra: Dile al señor magistrado quién fue el que salvó a su amante. Dile que soy su siervo leal.

Así que la mujer vive porque la comunidad está demasiado corrupta para proteger el desorden.

Otro predicador, otra ciudad. Se acerca la mujer y detiene a la multitud, como en la otra historia, y dice: ¿Quién de vosotros está libre de pecado? El que lo esté, que tire la primera piedra.

La gente se avergüenza y olvidan la unidad de su propósito al recordar sus pecados individuales. Algún día -piensan-, puedo ser como esta mujer, y esperaré el perdón y otra oportunidad. Debo tratarla como me gustaría que me tratasen.

Y cuando abren las manos y dejan que las piedras caigan al suelo, el predicador recoge una de ellas, la alza sobre la cabeza de la mujer y golpea con todas sus fuerzas. Aplasta su cráneo y esparce sus sesos por el suelo.

- Yo tampoco estoy libre de pecado - le dice a la multitud -. Pero si dejamos que sólo la gente perfecta cumpla la ley, pronto la ley morirá, y nuestra ciudad con ella.

Así que la mujer muere porque su comunidad era demasiado rígida para soportar su desviación.

La versión más famosa de esta historia es notable porque es rara en nuestra experiencia. La mayoría de las comunidades se encuentran a caballo entre la podredumbre y el rigor mortis, y cuando se desvían demasiado, mueren. Sólo un predicador se atrevió a esperar de nosotros un equilibrio tan perfecto que pudiéramos cumplir la ley y perdonar la desviación. Por eso, naturalmente, le matamos.

lunes, 8 de septiembre de 2008

La venganza de Einstein

Desde que Aristóteles escribió el libro titulado Metafísica, la historia de la ontología occidental (desde Boecio a Kant) ha pivotado en torno al concepto de sustancia y sus equivalentes.
Aristóteles la define así ("Metafísica", libro V, 8):
Sustancia se dice de los cuerpos simples, tales como la tierra, el fuego, el agua y todas las cosas análogas; y en general, de los cuerpos, así como de los animales, de los seres divinos que tienen cuerpo y de las partes de estos cuerpos. A todas estas cosas se llama sustancias, porque no son los atributos de un sujeto, sino que son ellas mismas sujetos de otros seres.
Dicho de otro modo, y como decía Bertrand Russell, la sustancia es la percha sobre la que cuelgan los atributos. De forma que si ciertos atributos pertenecen a un determinado ente y no a otro es porque existen sobre sustancias diferentes siendo esta última incognoscible por no poder ser predicado de ningún verbo sino siempre sujeto.

Pues bien en física la ontología subyacente o mejor dicho, el resultado de sus investigaciones hasta hace bien poco dejaban una ontología sino idéntica sí similar a la planteada por Aristóteles. Esto se debía a que la física suele explicar los fenómenos físicos en términos de campo y fuerzas, siendo un campo el medio a través del cual una fuerza transmite su influencia. Sin embargo, las fuerzas de la naturaleza han sido siempre definibles sólo por su incidencia en las partículas inmersas en los campos, no habiendo ningún mecanismo que las explicara. Y así como la sustancia resulta un limite al conocimiento y un concepto necesario para sustentar y ligar el conjunto de atributos que conforman un ser, así, digo, sucede con el concepto de fuerzas porque ¿cuál es la razón de la diferencia de propiedades entre un campo electromagnético y un campo gravitacional? Pues la diferencia viene determinado por las diferentes fuerzas incidentes en los respectivos campos, fuerzas que por desconocerse su naturaleza última bien podrían considerarse análogas a las sustancias.

Feynman lo explica en Seis piezas fáciles, pág.142:
Todo lo que hemos hecho es descubrir cómo se mueve la Tierra alrededor del Sol, pero no hemos dicho qué la hace moverse. Newton no hizo hipótesis sobre esto; se contentó con encontrar qué hacía sin entrar en su mecanismo. Nadie ha proporcionado desde entonces ningún mecanismo. Es característico de las leyes que tengan este carácter abstracto. (...) del mismo modo las grandes leyes de la mecánica son leyes matemáticas cuantitativas paras las que no se dispone de ningún mecanismo. ¿Por qué podemos utilizar las matemáticas para describir la naturaleza sin un mecanismo subyacente? Nadie lo sabe.(...)NO se ha concebido nunca ningún mecanismo que explique la gravedad sin predecir también algún otro fenómeno que no existe
Por lo cuál así como no son explicables las sustancias ni por qué estas y no otras existen, la ciencia concede que no es explicable qué son las fuerzas y por qué existen cuatro que resulten fundamentales y no otras.

Ahora entra en escena Einstein. Este científico revoluciona la física con su Teoría de la Relatividad Especial al afirmar que nada en el universo puede viajar más rápido que la luz. Esto debiera incluir a las fuerzas como las de la gravedad ya que nada puede tener un efecto instántaneo. Para resolver este problema acaba teniendo que desarrollar la Teoría de la Relatividad General en donde postula una nueva explicación física de la gravedad redefiniéndola como el efecto producido en la masa cuando esta deforma el espacio-tiempo. Es decir, que al explicar la gravedad en términos geométricos como una deformación del espacio-tiempo, Einstein encuentra un modo original de acabar con el concepto de fuerza. Concepto cuya explicación estaba conviertiéndose en un quebradero de cabeza para los físicos por estar imposibilitados de definirla de otro modo que como sustancia, esto es, como un sostén de propiedades y punto.

Por desgracia, la recien nacida mecánica cuántica, que constituiría el otro pilar de la física del s.XX, seguiría la vieja ontología aristotélica de utilizar fuerzas a modo de sustancias para explicar las fenomenologías relativas al microespacio. La increible cantidad de pruebas empíricas que demostraron la validez de esta nueva física y su imposibilidad de unificarla con la teoría de la relatividad eclipsaron el nuevo camino de hacer ciencia recien descubierto, así como hicieron olvidar que era una teoría, por decirlo con las propias palabras de Einstein, hecha de madera en constraste a la teoría einsteniana que por su belleza parecía hecha de mármol. Y a juicio del alemán la falta de belleza de la teoría era un defecto a tener en cuenta, una demostración sui generis de su falsedad.

Así las cosas y como prólogo del epílogo de este bimilenario tour de force en busca de la fundamentación última de la realidad, en 1967 nacería el esbozo de lo que a la postre se convertiría en la teoría de las supercuerdas. Teoría que podría acabar explicando en términos geométricos todas las fuerzas de la naturaleza (no sólo la gravedad). Ahora una explicación geométrica, al extender el universo a diez dimensiones, consigue, como si de un pseudópodo se tratase, capturar los fenómenos subatómicos que hasta entonces habían sido custodiados exclusivamente por la mecánica cuántica. No sólo eso, sino que la explicación de los fenómenos cuánticos gana en belleza y simplicidad.

Si bien es cierto que las supercuerdas, a día de hoy, no deja de ser una teoría sin comprobación empírica; gracias a ella se está por primera vez al alcance de explicar los mecanismos que generan las cuatro fuerzas fundamentales y por tanto de derrumbar todo rastro de ontología aristotélica y con ella toda la metafísica occidental que es deudora de sustancias ajenas a toda explicación.

Nos encontraríamos entonces que Einstein puso la primera piedra de una nueva forma de hacer física, la primera piedra de una revolución que acabará, después de tantas especulaciones filosóficas, con el concepto inefable de sustancia, expandiéndose así el alcance descriptivo de la ciencia. Después de tanto tiempo se está acabando por descubrir que el camino abierto por el alemán, que era más elegante, es también el único que no se cierra brúscamente. No es de extrañar en ese sentido que en la década de los ochenta los físicos que empezaron a desarrollar la teoría de las supergravedad (preludio a lo que sería las supercuerdas) en una reunión que tuvieron en Moscú bromeasen llamando a su nueva teoría la venganza de Einstein.

lunes, 1 de septiembre de 2008

A vueltas con el pensamiento mágico

Con el reciente caso de Bibiana, haciendo uso del neotérmino miembra, se ha vuelto a reeditar, la nunca desaparecida del todo, neolengua. Término con el que se designa a un lenguaje de nuevo cuño, la más de las veces impuesto de arriba a abajo, que no utilizaría palabras que pudieran ser ofensivas.

Se debería ver con cierto recelo (pero también, como se verá y dada su inutilidad, con cierto cinismo) la imposición de cualquier modificación a la lengua porque el hecho es que, cada vez que ha aflorado en una sociedad un movimiento fascista este realiza su metastásis por medio de la invasión de aquellas instituciones que cimentan la sociedad; no siendo el lenguaje una excepción.

Así podemos ver que en la Italia de los treinta se intentó imponer ciertas palabras, imposición que resulto estéril. Y es que la lengua, como cualquier otra institución social, al ser construida de abajo-arriba es una construcción eminentemente social y no puede ser teledirigida desde instancias superiores.

Sin embargo, tenemos ahora una nueva moda de puritanismo verbal que pretende obligar a utilizar ciertos términos y no otros, no porque estos provengan de otras culturas, fobia constante en todo movimiento fascista, sino porque pueden resultar denigrantes para ciertos colectivos así como continuadores de ese proceso de denigración.

Nos hemos empantanado en una corriente de neologismos con los que se pretende evitar toda esquina hiriente, obviando cualquier otro criterio para su construcción como, por ejemplo, el sentido común y además buscando con ellos esconder o reconstruir ciertas realidades sociales.

Umberto Eco recoge en un libro esas propuestas que pretenden sustituir: técnico ecológico por barrendero; invidente por ciego; persona verticalmente desfavorecida por persona baja; personas con capacidades diferentes por minusválido; desocupado de larga duración por parado; transición programada entre cambios de carrera por parado; socialmente separado por encarcelado; funcionario del control bovino por cowboy; corrección geológica por terremoto; residencialmente flexible por vagabundo; ereccionalmente limitado por impotente; mujer horizoltalmente accesible por mujer de mala vida; regresión folicular por calvicie; carente de melamina por blanco. Etc.

Cuáles de esta nueva reformulaciones vienen de propuestas con fines serios y cuáles tienen un sentido paródico es difícil de aseverar y muestra el carácter irreal que este movimiento ha alcanzado. Internet está lleno de traducciones a lo políticamente correcto de textos clásicos como Caperucita Roja o Blancanieves. Me quedo con la historia del bombero que apoyó la escalera en el árbol, subió y rescató al gato. Traducido a la neolengua implicaría que el bombero habrá de ser vigilante de fuego aclarándose en cualquier caso que era un hombre pero bien podría haber sido una mujer, que actúa en contra de la libertad del gato, pues este tenía todo el derecho de ir donde quisiera, y además dando por hecho que el felino era propiedad de sus dueños y por si no fuero poco, al poner la escalera bien pudo poner en peligro la salud del árbol así como al subir con facilidad por ella pudo haber ofendido la sensibilidad de aquellas personas que son discapacitadas.

Como conclusión quiero hacer notar, y siempre teniendo presente que en la medida de lo posible lo civilizado es evitar cualquier ofensa al prójimo, que el tipo de relación entre dos indivuos viene constreñida por una tupida red de diversos nodos entre los que se incluyen desde factores psicoafectivos hasta sociobiológicos, desde factores historico-políticos hasta culturales; de este modo, pretender que el producto de la misma, así como la correspondencia entre dominancia/sumisión, que tanto preocupa a las feministas, se vea mejorada simplemente por algo tan circunstancial como la forma en que etiquetamos la realidad me parece que es un pensamiento tan supersticioso como el de aquellos que creen que un simple conjuro mágico puede encarrilar la realidad poniéndola al dictado de nuestros deseos.