Es obvio que la metodología científica, apenas una policía, no implica ningún tipo de materialismo
per se.
En segundo lugar, la filosofía puede ser constructora de un paradigma determinado cuya función dentro de la ciencia sería la de construir un cauce sólo a través del cual caben plantearse las hipótesis y que fuera del mismo cualquier otro planteamiento quedase vedado. Entonces puse el ejemplo del funcionalismo fisicalista fuerte de
Dennett o
Churchland como ejemplo de filosofía eficaz, en este caso, en el área de la
neurociencia.
En dicho rol, sí aparece el reduccionismo pero lo importante es señalar que este no sería en sí un paradigma sino un metaparadigma, un paradigma de paradigmas, una filosofía que serviría de paradigma a otras filosofías paradigmáticas (v.gr: funcionalismo fisicalista fuerte). Dicho metaparadigma aparece siempre en el propio operar de la ciencia que cuando busca y encuentra regularidades en los fenómenos naturales lo que está haciendo, en definitiva, es lo que se ha dado en llamar una compresión algorítmica con lo que se deduce que no otra cosa es la empresa científica sino una actividad reduccionista que presupone que la complejidad de lo real es reducible a patrones más simples.
Basta la validez de lo que acabo de anotar para postular la presencia obligatoria del reduccionismo en cualquier paradigma científico, es más, voy más lejos, dicho metaparadigma me parece irrenunciable en cualquier ejercicio intelectual, me parece que no hay otro método de indagación -ni siquiera el holista-, me parece que todo acto de comprensión implica siempre una compresión algorítmica, me parece que, en suma, estamos condenados a ser reduccionistas en nuestro pensar a razón de nuestras singulares estructuras neurobiológicas.
Pensemos que incluso cuando decimos que
el todo es mayor que la suma de las partes –lema por antonomasia de la postura holista- nos encontramos que al tratar de dar paso con ello a una nueva forma de investigación –por ejemplo al notar que en las
estructuras autopoiéticas no importa sólo la colección de objetos que la configuran (la suma de las partes) sino ante todo la naturaleza de su organización- seguimos presuponiendo que el mundo es reducible, seguimos presuponiendo que la suma de las partes y ese algo más, que es la organización de las mismas, son comprimibles en, reducibles a, una estructura matemática. Definitivamente, incluso el holismo, en tanto sea utilizable en una teoría, debe hacer uso del reduccionismo por lo que el holismo nunca podría servir como metaparadigma.
Debemos tener en cuenta que este quehacer intelectual arriba descrito nos lleva inevitablemente a una concepción legalista del universo en donde unas leyes rigen toda su fenomenología mas dichas leyes no tendrían por qué aplicarse sólo a un tipo de, digamos, ente determinado pero curiosamente hemos verificado hasta ahora que basta con que dichas leyes se apliquen a una materia concreta, el átomo, para que de esta conjunción salga toda la fenomenología de la naturaleza. Esta postura se conoce como atomismo y aunque al átomo se le ha bautizado varias veces a lo largo de la historia -ahora se llama
supercuerda- sigue incólume como asunción científica, bueno, aunque no esté demostrado que existan las supercuerdas, la ciencia física asume que existen taitantas partículas que sirven de átomos a las cuáles al aplicárseles las llamadas leyes físicas describimos todos los fenómenos del universo. Ciertamente el materialismo fisicalista es ya un paradigma con todas las de la ley, sin ser igualmente irrenunciable que el reduccionismo pero por el momento con el beneplácito de la empiria.
Al final de lo que estamos hablando es de una estrategia epistémica que usa como paradigma ontológico el
atomismo por lo que, dado que la ciencia no diseña ontologías, quienes quisieran impugnarlo bien atacando su metaparadigma, el reduccionismo, bien sea, más modestamente, atacando su paradigma, el atomismo, debieran sólo mostrar la ineficacia de tal estrategia desde un punto de vista netamente epistémico de lo contrario sus vindicaciones no serán sino encubiertas formas de trasladar de rondón una ontología, una preocupación ajena al quehacer científico.
Dicho esto hay que entender que de dicho paradigma se infiere necesariamente una concepción de las ciencias como un edificio cartesiano. (
Aquí, un gracioso esquema de lo que digo). En dicho edificio, cada planta será una ciencia que fundamenta a la inmediatamente superior -caso de la química con la biología- de modo que, siguiendo con el ejemplo, para estudiar la biología necesitamos de la química.
No obstante, aunque esa metáfora cartesiana es teóricamente correcta, considero excesivo presuponer que en la práctica es viable y necesario seguirla al pie de la letra, partir de una planta más fundamental para entender una más superior puesto que no es descartable cierto holismo, que denominaría holismo epistémico, y que se cifraría en rechazar la eficiencia epistémica de operar teniendo en cuenta el edificio cartesiano al ser teóricamente factible encontrar un modelo matemático que modelizáse a dos plantas bastando con cambiar los parámetros de dicho modelo para situarnos en un planta u otra y por tanto no necesitando partir de verdades reveladas de una planta inferior para entender la superior.
Creo que no se entiende bien si no lo ilustro con un ejemplo: La postura reduccionista fuerte al uso postula que cualquier área a estudiar es similar al
juego Vida de
Conway donde unas reglas sencillas inviolables pueden generar comportamientos complejos. Dichos comportamientos pueden ser reducidos, algorítmicamente comprimidos, en reglas sencillas siendo tales reglas inviolables las que fundamentarán –e igualmente le resultarán inviolables- a otras áreas que hagan uso de ella.
Ahora podríamos imaginar –primeramente como hijo de la fantasía- un sistema autoalimentado donde los comportamientos, llegado cierto umbral de complejidad, son cualitativamente diferentes y por tanto no reducibles a las reglas de partida, ni deducibles desde las reglas de partida.
Aquí viene tal vez un susto y el ejemplo prometido, sí existen dichos sistema. Hablemos, v.gr, de una red compleja ideada por
Kauffman. (Permítaseme que, en aras de abreviar esta insufrible anotación, no explique del todo cómo son y simplemente anote que se dibujan como círculos concéntricos con puentes en algunos puntos que se conectan a los círculos bien interiores, bien exteriores). Dichas redes tiene un rango de comportamientos que pueden ser resumidos con dos parámetros: N, el número de nodos de la red y K, el número medio de vínculos en cada nodo. Pues bien, tales sistemas, tales redes complejas, sirven de modelo para estudiar redes químicas complejas siendo especialmente útiles para dilucidar el paso de lo inorgánico a lo orgánico porque estas redes tienen un comportamiento caótico para valores de K superiores a 2 pero, a medida que dicho valor se aproxima a 2, su comportamiento se cristaliza de modo que se ha demostrado que dichas redes crean
núcleos congelados y cuando aún se aproximan más a 2, dichos
núcleos congelados crean
muros de constancia que crecen a través de todo el sistema compartimentando la red en islas de separadas de elementos cambiantes. Si llega un momento en que K disminuye aún más las islas se congelan a su vez, lo que en terminología matemática de
dinámicas caóticas significa que
un atractor periódico se convierte en uno puntual.
Así que las redes binarias -que, recordemos, sirven de modelo matemático a ciertas redes químicas- tienen tres comportamientos: 1)un régimen ordenado con componentes congelados, 2)un régimen caótico sin componentes congelados y 3)un régimen limítrofe entre orden y caos donde los componentes empiezan a fundirse. En consecuencia, en dicho sistema hay tres comportamientos cualitativamente diferentes, esto es, hay un cambio cualitativo de patrones siendo cada uno de los patrones NO deducible del otro comportamiento; NO siendo, por tanto, las reglas de un comportamiento más fundamental -es más, no teniendo nada que ver- que el de otro. La metáfora cartesiana del edificio de la ciencia se derrumba, además, hay que recordar que esto no es meramente una especulación matemática abstracta sino que dichas redes explican por qué ciertas sustancias se cristalizan -quedando para ser estudiadas por la química- y por qué otros se
funden volviéndose orgánicas -quedando para ser estudiadas por la biología-.
Hay que precisar rápidamente que es verdad que el uso de las matemáticas caóticas no implica un holismo epistémico. Pensemos en el clima, tenemos aquí, efectivamente, dinámicas caóticas en donde un cambio de valor en una variable pude trastocar completa y enteramente los patrones habidos en el sistema -v.gr: un atractor periódico se convierte en uno extraño- de modo que estaríamos en que tendríamos, es un decir, unos jugadores -los atractores que marcan, p.ej, el valor de los parámetros del clima- que juegan al futbol y al incrementarse una variable más de lo debido -en el caso de las redes de Kauffman era K- las reglas del juego cambian completamente para convertirse en, digamos, baloncesto.
Si las reglas del futbol no valen para el baloncesto a pesar de que estemos hablando del mismo sistema con los mismos objetos, con loa mismos jugadores entonces no podemos deducir las segundas de las primeras y si bien en el caso del clima no pasa nada grave por ello -no hace falta obviar el edificio cartesiano porque los jugadores siempre producen fenómenos climáticos-, en el caso de las redes complejas estudiamos un sistema que pasa que, por seguir con la alegoría, cuando jugamos a futbol generamos materia inorgánica y cuando jugamos a baloncesto generamos vida por lo tanto al suceder que las reglas de la química inorgánica -el futbol- no tienen nada que decir ni aportar al baloncesto entonces la transición de un juego a otro solo es estudiable, abordable, desde un modelo matemático que nos pide ver al sistema como un todo, que nos pide un pensamiento sistémico, holista.
Esta nueva estrategia de indagación del ente a estudiar implica que en vez de ir de abajo
(cuáles son las reglas más sencillas del comportamiento más sencillo del sistema) a arriba
(cómo se pasa de tales reglas sencillas al comportamiento complejo), hay que estudiarlo de arriba
(cuál es el modelo matemático del sistema) a abajo
(cuál es el patrón de este comportamiento del sistema en concreto).
No obstante, insisto en que creer que este modelo epistémico valga para cualquier área científica y no puntualmente, es excesivo pues para ello habría que demostrar que, por ejemplo, el comportamiento cuántico de la materia orgánica es cualitativamente diferente al de la inorgánica a razón de que la compresión algorítmica del primero es cualitativamente diferente de la del segundo -caso de los cristales y células vivas estudiados por la redes complejas de Kauffmann.
Lo que yo quiero afirmar es que hasta cierto punto lo que desde una ciencia dada se le diga a ésta desde una ciencia más fundamental puede ser
casi totalmente obviado siendo en mi parecer que el valor de ese
casi no puede ser determinado -ni siquiera que su valor es nulo- de forma apriorista por una epistemología –independientemente del paradigma que usemos- sino que eso es algo que determinará un científico desde su área de trabajo en función de la eficacia de sus resultados.
Es más, ni siquiera de tener ese
casi valor nulo se acabaría por demostrar la invalidez del atomismo como paradigma científico por antonomasia, ni que decir tiene que el holismo epistémico -meramente contrario a la viabilidad práctica del edificio cartesiano del reduccionismo jerárquico-, es perfectamente encuadrable en una ciencia fisicalista siendo este falseado no cuando ciertos comportamientos complejos no sean reducibles a unas reglas de partida, ni deducibles desde unas reglas de partida sino cuando además pueden violarse las reglas de partida, es decir, se derrumbará el materialismo fisicalista cuando desde un ámbito científico cualquiera (pongamos la biología) veamos comportamientos que violen leyes que pertenecen a una ciencia más fundamental (pongamos la física) o cuando la sustancia subyacente a todo fenómeno natural no sea una; siendo lo primero imposible por nuestra propia cognición reduccionista (
Brevemente: todas las reglas encontradas las metemos en la física, si encontramos una violación de una regla entonces estamos ante una regularidad más compleja a encontrar y reducir. No hay otro modo de pensar), viniendo la imposibilidad de lo segundo de lo primero dado que podemos encontrar que existen varias, digamos, sustancias atomísticas pero en la medida en que sus devenires sean estudiables científicamente deberán ser reducidos a leyes idénticas que nos remitirán a una ignota sustancia sustentante de ambas, el átomo.
Definitivamente es muy difícil imaginar un paradigma científico que permita la creación de teorías predicctivas y que no sea
monista.
Finalmente, quiero criticar la otra postura, la que se deja emborrachar por los beneficios de la empresa científica al punto de considerar su paradigma director, el materialismo fisicalista, como una ontología verdadera pues, como dije en
este post, nos es imposible una comprensión total del universo, más concretamente, nos es imposible determinar la estructura matemática subyacente a todos los fenómenos de la naturaleza siendo la increíble predictibilidad de gran parte de los mismos fruto del uso estructuras matemáticas degeneradas con, que no
isomórficas de, la realidad.
Entendido esto, es fácil comprender que las críticas achacadas al materialismo fisicalista sobre
su incapacidad de definir qué es la materia carecen de relevancia científica porque tales obligaciones sólo le son necesarias a las filosofías ontológicas no a las estrategias epistémicas, ni por extensión, a las teorías científicas. Dicho en palabras de
Popper (
La sociedad abierta, pág.271:):