miércoles, 29 de abril de 2009

La ciencia en minúsculas, por favor

Seguimos con lecturas de segunda mano de Carl Sagan, esta vez vía Los monos también curan:

En la ciencia suele suceder que los científicos dicen: "¿Sabes qué? Ése es un buen argumento; mi posición está equivocada", y luego realmente cambian de idea y nunca se les vuelve a escuchar hablando de su antigua postura. Realmente lo hacen. No sucede con tanta frecuencia como debería, porque los científicos son humanos y el cambio a veces es doloroso. Pero sucede todos los días. No puedo recordar cuándo fue la última vez que algo parecido sucedió en política o religión.

Esta me parece una simplificación maniquea en donde no se considera ya que todo pensamiento extracientífico es falso sino que toda actividad intelectual extramuros de la ciencia es incluso superstición, superchería y sectarismo. En definitiva, los malos de la película nunca son científicos.

Esta afirmación es asimismo aún más impactante si tenemos en cuenta que es trivialmente demostrable su falsedad bastando para ello dar un par de ejemplos.

Sin ser exhaustivos: En política tenemos el caso reciente de César Vidal, Jimenez Losantos y todos los popes de la derecha mediática escribiendo precisamente un libro en donde explicaban cómo siendo de izquierdas se dieron cuenta de que era en la derecha donde habitaba la razón. También habido casos contrarios. Existen, por tanto, las conversiones políticas y están documentadas y visibles para todos aquellos que no miran con anteojeras.

En religión, habido tantos y tantos casos a lo largo de la historia que podía dar unos cuantos pero el caso de Darwin me parece paradigmático porque, no lo olvidemos, iba para cura. También habido casos contrarios. San Pablo de Tarso, sin ir más lejos. Existen, por tanto, las conversiones religiosas y están documentadas y visibles para todos aquellos que no miran con anteojeras.

Además, si la idea -como sospecho- es realmente expresar que una verdad religiosa será eternamente aceptada como tal entonces basta mirar a la edad media, tan plagada de (mayormente estériles) disputas teológicas, para ponernos en guardias y es que, viendo el pasado, lo justo no sería asegurar que la religión tiene dogmas que no serán cambiados pues todos ellos, como por ejemplo el de la Santa Trinidad, han nacido/muerto a lo largo de la historia como fruto de argumentaciones teológicas/imposiciones eclesiásticas no como ideas a aceptar por ser inherentes a la religión misma.

En suma, esta cambia sólo que, en el caso singular de la católica, lo hace siempre bajo la tutela del papa y este punto es importante ya que algo que olvidamos es que no todas las religiones aceptan verdades dogmáticas sobrevenidas de una institución, no todas las religiones han de tener, siquiera, creencias, y si ponemos la vista en Oriente entonces el asunto es diametralmente opuesto porque no sólo los dogmas sino que incluso los conceptos filosóficos están completamente vedados en el taoísmo, budismo o hinduismo. ¿Cómo van a ser dogmáticas tales religiones si ni siquiera creen en el dogma de que existe una verdad absoluta, dogma en el que creen, incluso, los cientificistas?

Otro item interesante más que hay en el texto citado de Sagan es la creencia en que la Ciencia (con mayúsculas) no es ni fundamentalista, ni dogmática que a lo más habrá algunos herejes, algunos científicos descarriados fundamentalistas y dogmáticos a razón de no haber entendido qué es la Ciencia.

Esta idea también ha sido expresada varias veces por Sagan redivivo, Richard Dawkins, y me parece que es puro platonismo (del malo) porque ¿qué es la Ciencia con mayúsculas?, quiero decir, ¿existe ésta como una idea platónica o bien no puede haberla sin el concurso de los (falibles) científicos?

Una vez más, de fondo está la idea de una ciencia como garante cuasirreligioso del conocimiento verdadero, no como una compleja y eficaz, sí, eficaz empresa humana, ¡humana!, de adquisición de conocimientos cuasiverdaderos.

A decir verdad, no existe la Ciencia sino como corpus de proposiciones o conocimientos hallados por el método científico y validados por una comunidad científica. El método surge como convención social para básicamente evitar dogmatismos en el desarrollo de la ciencia, cierto, y su eficacia a todas luces es evidente pero todo -transitorio también- dogmatismo científico no surge exclusivamente de la malcomprensión de dicho método, de que los hombres somos humanos (disonancias cognitivas, instintos grupales, etc.) por lo que tendemos a boicotearlo, que también; sino que además no siempre es posible dictaminar si su ejecución es perfecta porque su uso no es trivial, porque su naturaleza no está perfectamente detallada de forma que, sin llegar a ridículos espantosos como los habidos en, pongamos, la filosofía posmoderna -y brillantemente denunciados por Sokal-; en la ciencia también se cuelan fraudes, incluso en ciencias formales y a priori precisas como las matemáticas y esto se debe, insisto, a que el método científico -la Ciencia, si se quiere- no está ahí a la vista objetiva de todo el mundo sino que tenemos una noción aproximada, útil pero en absoluto precisa hasta el último detalle de cómo es.

Aún si cabe más importante está el hecho de que el método científico en principio actúa como una policía encargada de exiliar toda idea falsa de la ciencia pero preocupándose sólo de la teoría científica en su conjunto no sea falsa, no que alguna de las ideas incrustadas en ellas no lo sea.

Tal vez una analogía resulte más esclarecedora: Yo no veo a una Ciencia -con mayúsculas- seleccionando teorías verdaderas como un ganadero selecciona al instante a los animales valiosos criados por él sino que veo a la ciencia como un método gradualista de criba de las ideas/teorías fallidas semejante al actuar de la selección natural con las especies de forma que podemos decir que a la larga sobrevivirán las especies más adaptadas al medio, las teorías más acopladas a lo real pero no que sólo estarán en un momento dada las especies con todas las mutaciones aptas, las teorías con todas las ideas reales.

Por el contrario, quien busque en la ciencia humana un cámino fácil a la Verdad -esta sí con mayúsculas- se ha equivacado de institución. Yo diría, incluso, que de especie.

lunes, 27 de abril de 2009

Panfleto antirothbardiano

En su momento ya hice una tímida crítica a la ética de Rothbard.

Sería bueno agriarla un poco más al punto de volverla ¿por qué no? panfletaria ya que desgraciadamente cada vez existen más convertidos a esta lamentable ética llegando incluso a querer entroncarla con las corrientes evolutivas de la moral cuando la primera es un caso de ética trascendentalista o axiológica que, por definición, no tiene cabida en el grupo de las morales evolutivas afines no a formalizaciones sistemáticas sino a informarse a través de tanto las ciencias naturales empíricas –valga la redundancia-, como de las tradiciones culturales de probada eficiencia evolutiva.

Aclarémoslo cuanto antes. La ética evolutiva es eminentemente empírica. Mientras que la rothbardiana no; por lo que, como ya dije en su día, surge un problema y el problema es que las criaturas morales axiológicas, tal que Rothbard, olvidan que,

como decía Borges, pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer y dado que, añado yo, para crear una máxima kantiana [o axioma moral] se necesita dar cuenta de ciertos conceptos abstractos que, por su propia naturaleza olvidadiza, no registran todos los detalles que sí pueden ser relevantes en un contexto determinado entonces se necesita algo más que una razón pura para saber cuándo tales detalles sí son relevantes y cuándo no.

Sabemos, al menos desde Popper, que para que una teoría sea científica debe necesariamente señalar qué hechos la podrían refutar.

Esta ética se pretende ciencia pero no señala hecho alguno que pueda refutarla. Le falta esa parte para poder considerarse científica pero mientras los rothbardianos los buscan, mientras buscan hechos tan amorales que ninguna teoría moral podría considerar como legítimos, sería bueno anotar aquellos que no pueden escoger porque la axiología rothbardiana bochornosamente sí los considera legítimos:
- Posibilidad de abandonar un bebé.

- Posibilidad de poner una central nuclear al lado de un colegio de niños. Basta que sea de tu propiedad.

- Posibilidad de un piloto de abandonar un avión en marcha (no deliro: comentario 15). Lo mismo vale para vigilantes de la playa, etc...

- Posibilidad de acosar a una tía sin tocarla.

- Posibilidad de hacer mobbing o maltrato sicológico ya que no hay agresión física en ello.

- Posibilidad de hacer fotos a cualquier persona desde cualquier lugar siempre y cuando no invadas su propiedad (si tu teleobjetivo llega hasta a su casa ¡pues aprovecha!).

- Posibilidad de hacer fotos a tus hijos desnudos y publicarlas.

- Posibilidad de hacer prostituir a un niño de cuatro años. Basta convencerle de que quiera.

- Posibilidad de comerme alguien, esté enferma la persona o sea retrasado mental. Basta convencerle de que quiera.

- Posibilidad de perseguir y acosar a una persona que he maltratado, siempre y cuando no la vuelva a agredir. No puede imponérseme una distancia de seguridad con nadie, sería invadir mi libertad.

- Posibilidad de esclavizar a gente si esta lo quiere.

- Posibilidad de maltratar y torturar todos los animales que yo quiera. Siempre y cuando sean míos.

- Posibilidad de denegar ayuda a una persona que agoniza (véase el lamentable caso de Kitty en donde no se trataba de ser un héroe, sino de simplemente llamar a la policía)

- Posibilidad de casarme con mi hermana aun si mis hijos salen, como posiblemente saldrán, tullidos.

- Posibilidad de tener cualquier arma, no sólo un táser o una pistola, sino incluso una o bazoca y, claro, poder salir con ella a la calle. (Aún está en discusión si se puede tener bombas de racimo o nucleares. Todo dependerá de lo que diga el axioma.).

- Posibilidad de plagiar cualquier texto o libro y poder adjudicármelo como mío ya que no puede haber derechos de autor ya que estos son una agresión intolerable a mi libre persona.

- Posibilidad de realizar ablaciones de clítoris a una mujer si quiere (como de hecho suelen querer bien sea por presiones culturales o por lo que sea pero la cuestión es que lo eligen voluntariamente).

- Posibilidad de...etc.
Si estos hechos no bastan para refutar una moral entonces cómo se puede refutar ¿es que todo vale? ¿Cuándo alguien considera que ya basta, que lo que se permite en este sistema de valores no es tolerable? ¿Sólo se puede refutar una moral por su consistencia lógica? ¡Vaya criterio de entrada más miserable e inane al panteón de las éticas!

Pero es que aún concediendo que una teoría científica no pueda ser refutada con hechos sino sólo evaluando su consistencia ni siquiera se salvaría el esperpento rothbardiano de ser una teoría errónea y amoral porque su concepto de autopropiedad -axioma central del que se derivan el resto de los teoremas morales- es rotundamente falaz.

Pero es que aún concediendo que fuera cierto su axioma central ni siquiera se salvaría el esperpento rothbardiano de ser una teoría errónea y amoral porque de dicha autopropiedad no se deduce que tenga derecho a apropiarme también de las tierras y es que una pregunta que jamás me han respondido los rothbardianos es:
¿Cómo demuestro de forma argumentada a un nómada que yo tengo derechos sobre unas tierras y por tanto derecho a vetarles el paso?
No es posible hacerlo salvo dando saltos lógicos y jalonando en consecuencia de inconsistencias la ética de la libertad pues si existen teoremas no deducibles de su axiomática entonces, por definición, tal moral no se circunscribe exclusivamente a un axioma autoevidente.

Pero es que aún concediendo que fuera consistente la susodicha ética ni siquiera se salvaría el esperpento rothbardiano de ser una teoría errónea y amoral porque también el principio de No Matarás es racional y coherente pero -nos damos cuenta todos- es insuficiente como legislación para una sociedad.

¿Cuándo nos daremos cuenta que pasa lo mismo con el simplista principio de no agresión de la ética de la libertad?

¿Cuándo nos daremos cuenta que esa dichosa axiología permite atrocidades que ninguna persona con un mínimo de sentido común moral permitiría? ¿Hay que pagar tan alto precio nomás que para demonizar al estado?

viernes, 24 de abril de 2009

Una tímida y breve defensa de la metafísica, con aclaración epistemológica previa

Tal vez sea Maturana, desde Kant, quien más ha hecho por destrozar todo posibilidad de crear una metafísica en tanto en cuanto y, al contrario de otras, no cuela de rondón una ontología en su epistemología; y es que su conceptuación del multiverso en donde hay que parentizar toda objetividad niega de raíz toda epistemología representacionista por ende toda ontología a la par que habilita una teoría de la cognición de corte biologicista.

Siendo ambos dos pensadores de cabecera para mi (aunque hay muchas diferencias entre ellos, aunque tengo muchas diferencias con ellos) puede resultar chocante el hecho de que me sienta no ya cómodo en, sino incluso favorable a hacer metafísica pero es que tal hacer lo entiendo como una empresa intelectual más riesgosa y en absoluto epistemológicamente equivalente en su categoría al quehacer científico lo cuál no obsta a que sea una empresa ineludible, psicológicamente ineludible frente a la posición frentista que podríamos describirla con la frase, en paráfrasis de un famoso dicho: siempre que escucho a alguien hablar de metafísica empiezo a sacar mi pistola.

En una entrevista que le hacen a Maturana que a continuación paso a citar se señala también esta crucial diferencia epistemológica (en corchetes mis minicomentarios):

Cristián Warnken [el entrevistador]: A propósito de la ciencia, me pareció entender en su libro, que la ciencia tendría su origen o su germen en una cultura matrística, en cambio la filosofía tendría su origen en la cultura patriarcal

Humberto Maturana: Eso es lo que yo digo allí, porque la ciencia, el criterio de validación del explicar científico, la ciencia como actitud, está abierta continuamente a la reflexión y por lo tanto, está abierta continuamente a la liberación de los dogmatismos, a escaparse de los dogmatismos.
(...)
Cristián Warnken: Lo que me llama la antención a mí, es la filosófia, ahí lo entiendo quizá menos. Pudiera uno creer que en cierta filosofía o toda la filosofía, se da un pensamiento libre, un pensamiento alejado del dogma. Tenemos el ejemplo de Nietzsche, del Existencialismo...

Humberto Maturana: No. Lo que pasa es lo siguiente. Uno hace filosofía cuando reflexiona sobre los fundamentos de su quehacer, cuando reflexiona sobre los fundamentos de su pensar, en ese momento hace filosofía. Pero uno puede generar teorías cientifícas y teorías filosóficas y hay una diferencia fundamental. No todo filosofar es hacer teoría filosófica. Yo diría que Nietzsche no hace teoría filosófica la mayor parte del tiempo, él hace reflexión filosófica, es una continua invitación a la reflexión. Ahora, yo pienso que la diferencia entre las teorías filosóficas y las teorías científicas está en lo que quiere conservar el que hace la teoría. Pero el científico quiere epxlicar conservando coherencias con la experiencia, ya sea científico o filósofo. El que hace teorías filosóficas quiere conservar coherencias con principios o nociones fundamentales o trascendentes, ya sea científico o filósofo. De la conservación de coherencia con la experiencia resulta una teoría abierta a la reflexión, del conservar cohrencias con principios o nociones trascendentales resulta una teoría negada a la reflexión porque está centrada de verdades no cuestionables [y aunque, como suele ser siempre el caso, se prestase a la validación verbal, al palabreo, seguiría siendo insfuciente porque sabemos que el lenguaje verbal no es lo suficientemente potente para evitar antinomias que en realidad no son tales]. Entonces, las teorías filosóficas en ese sentido son restrictoras, limitan la reflexión, se hacen dogmáticas. Las teorías científicas están abiertas a la reflexión, no son dogmáticas. Sin embargo, los científicos pueden ser dogmáticos y en ese sentido el negarle a la teoría científica su carácter no-dogmático y hacerla dogmática, porque eso tiene que ver con la emoción, que es lo que yo quiero conservar. Entonces, un científico puede empezar haciendo una teoría científica y terminar haciendo una teoría filosófica.

Cristián Warnken: De alguna manera hay filósofos, que a lo mejor en este siglo han prefigurado esto que Ud. está diganosticando en su libro. De esto estamos hablando de Nietzsche, pienso en Kierkergaard, pienso en los existencialistas que centren de alguna manera la reflexión en la experiencia, en lo humano. ¿Se podría decir que son ellos una especie de profetas o que están ahí tocando la campana de alerta frente a la cultura patriarcal?

Humberto Maturana: En algunos sí y en otros no, pero se han encontrado sin darse cuenta con esta problemática de la cultura patriarcal. Yo creo que hay muchos pensadores que han ido en esa dirección, pero el carácter de su pensar y desarrollo en último término ha estado determinado por su aferrarse o no aferrarse a principios. Del momento en que uno se aferra a principios, cualquiera que estos sean, se acabó la libertad reflexiva, y esto uno puede ser un científico, por ejemplo Einstein. Einstein genera la Teoría de la Relatividad como una teoría científica. En este proceso cambia la noción de espacio, cambia la noción de tiempo, cambia la noción de gravitación, cambia todo un conjunto de cosas que eran tratadas en la física clásica como principios, como verdades a priori, inobjetables, no había que pensar en ellas, eran así. Muy bien, hace una teoría científica, pero en sus discusiones con Niels Bohr en relación al indeterminismo de Heisenberg, hay un momento en que Einstein no acepta eso y dice: Dios no juega a los dados. En ese momento Einstein hace teoría filosófica, porque ha aceptado el determinismo como un principio y el resto de su vida está destinado a buscar una explicación cósmica que conserve el determinismo, está atrapado en eso, hace muchas cosas bonitas pero está atrapado en eso. Se atrapa en un principio, es decir, en algo que restringe la reflexión.

Hasta aquí la cita a la entrevista a Maturana. Ahora un breve comentario:

Es muy interesante, por drámatico, el caso de Einstein pero sobre todo, diría yo, porque muestra los límites de llevar demasiado lejos no el aceptar un principio sino...el negarse a aceptar uno como propone Maturana. Efectivamente, la creencia de Einstein, en tanto en cuanto la aceptase como creencia y siguiese aceptando a su vez las reglas de juego de la ciencia, resultaría válida y legítima; y es que esto me recuerda a la hipocresía arrogante de ciertos escépticos que en su momento ya critiqué.

Quiero explicarme y explicar esta defensa de la creencia de Einstein pero primeramente aclaremos que, en lo principal, lo que dice el biólogo chileno es cierto; esto es, que la ciencia opera de abajo a arriba, poco a poco, de lo concreto a lo general y siempre verificando experimentalmente la concordancia de lo dicho con lo real siendo este y no otro el modo de teorizar científico.

El problema surge en el hecho de que este operar implica aceptar sólo como válido aquello que sea abordable desde la experiencia por lo que este operar tan antimetafísico, en tanto en cuanto no propone ninguna noción que descienda de arriba a abajo vertebrando el sistema, resulta lento y gradual; además, no es fácil poner, digamos, en observación todas las nociones implicadas en una teorización científica con la consecuencia de tener vedada cualquier visión de conjunto pues aunque podamos creer que de la ciencia se sigue, por ejemplo, una realidad determinista en puridad dicho principio determinista no se ha demostrado o comprobado como real, el aceptarlo como verdadero cuando puede la ciencia en cualquier momento, como sucedió, negarlo entonces implicaría e implica hacer teoría filosófica, lo que yo llamo metafísica.

Mas dicha visión de conjunto es necesaria e inherente a nuestra vivencia humana (vía), esto es, nadie es en puridad antimetafísico, todo el mundo tiene su teoría filosófica, su pensar, por seguir con el ejemplo, si el determinismo existe o no, si tal o cual; siendo lo difícil, lo imposible, tal vez, que dichos principios filosóficamente teorizados sean meramente creídos, no acríticamente aceptados pero en cuanto a los agnósticos absolutos, a los escépticos, a los que descreen de toda teorización filosófica, de toda metafísica, permítaseme ser escéptico respecto a su existencia real.

jueves, 23 de abril de 2009

Everything and nothing

Recogo un microrrelato de Borges, acaso el mejor escrito nunca por alguien, titulado Everything and nothing, y aparecido por primera vez en el libro El Hacedor:

Nadie hubo en él; detrás de su rostro (que aun a través de las malas pinturas de la época no se parece a ningún otro) y de sus palabras, que eran copiosas, fantásticas y agitadas, no había más que un poco de frío, un sueño no soñado por alguien. Al principio creyó que todas las personas eran como él, pero la extrañeza de un compañero, con el que había empezado a comentar esa vacuidad, le reveló su error y le dejó sentir para siempre, que un individuo no debe diferir de su especie. Alguna vez pensó que en los libros hallaría remedio para su mal y así aprendió el poco latín y menos griego de que hablaría un contemporáneo; después consideró que en el ejercicio de un rito elemental de la humanidad, bien podía estar lo que buscaba y se dejó iniciar por Anne Hathaway, durante una larga siesta de junio. A los veintitantos años fue a Londres. Instintivamente, ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien, para que no se descubriera su condición de nadie; en Londres encontró la profesión a la que estaba predestinado, la del actor, que en un escenario, juega a ser otro, ante un concurso de personas que juegan a tomarlo por aquel otro. Las tareas histriónicas le enseñaron una felicidad singular, acaso la primera que conoció; pero aclamado el último verso y retirado de la escena el último muerto, el odiado sabor de la irrealidad recaía sobre él. Dejaba de ser Ferrex o Tamerlán y volvía a ser nadie. Acosado, dio en imaginar otros héroes y otras fábulas trágicas. Así, mientras el cuerpo cumplía su destino de cuerpo, en lupanares y tabernas de Londres, el alma que lo habitaba era César, que desoye la admonición del augur, y Julieta, que aborrece a la alondra, y Macbeth, que conversa en el páramo con las brujas que también son las parcas. Nadie fue tantos hombres como aquel hombre, que a semejanza del egipcio Proteo pudo agotar todas las apariencias del ser. A veces, dejó en algún recodo de la obra una confesión, seguro de que no la descifrarían; Ricardo afirma que en su sola persona, hace el papel de muchos, y Yago dice con curiosas palabras "no soy lo que soy". La identidad fundamental del existir, soñar y representar le inspiró pasajes famosos.

Veinte años persistió en esa alucinación dirigida, pero una mañana le sobrecogieron el hastío y el horror de ser tantos reyes que mueren por la espada y tantos desdichados amantes que convergen, divergen y melodiosamente agonizan. Aquel mismo día resolvió la venta de su teatro. Antes de una semana había regresado al pueblo natal, donde recuperó los árboles y el río de la niñez y no los vinculó a aquellos otros que había celebrado su musa, ilustres de alusión mitológica y de voces latinas. Tenia que ser alguien; fue un empresario retirado que ha hecho fortuna y a quién le interesan los préstamos, los litigios y la pequeña usura. En ese carácter dictó el árido testamento que conocemos, del que deliberadamente excluyó todo rasgo patético o literario. Solían visitar su retiro amigos de Londres, y él retomaba para ellos el papel de poeta.

La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: "Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo" La voz de Dios le contestó desde un torbellino: "Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estabas tú, que como yo eres muchos y nadie".

martes, 21 de abril de 2009

Más allá de Turing (Reloaded)

Roger Penrose clasificó en su libro Las Sombras de la Mente cuatro los diferentes enfoques científicos que se le pueden dar a la consciencia:
A) Cualquier acción física del cerebro es computacional, incluidas las sensaciones.

B) Cualquier acción física del cerebro puede ser simulada computacionalmente; si bien la simulación por sí misma no puede provocar consciencia.

C) Cualquier acción física del cerebro no puede ser simulada computacionalmente pero sí explicada desde un punto de vista físico.

D) Cualquier acción física del cerebro no puede ser simulada, ni explicada desde un punto de vista físico.
Me gustaría analizar cada una de ellas.

El punto de vista D niega cualquier explicación científica de la consciencia. Para refutarla basta con que A, B o C sean verdaderas. Si todas son falsas entonces D será verdadera. Así que no hace falta explorar la verdad o falsedad de D, vendrá sola la respuesta.

El punto de vista A es el de la mayoría de los científicos que creen que la mente humana es una máquina Turing. Es lo que se considera el paradigma de la IA fuerte. De esta neurofilosofía aceptada casi como dogma y de la que tímidamente se empieza a recular han surgido especulaciones que han acabado poblando la ciencia-ficción de experimentos mentales poco creíbles. Especulaciones que han sido llevadas al paroxismo por algunas personas que incluso han hablado de inmortalidad.

No obstante y a pesar de tanto creer que no, incluso, imponer que no; A es falso. Lo es cada vez más, lo es a luz de las teorías cognitivas biológicamente informadas de Maturana y Varela o de Edelman de las que se infiere que la idea de la mente como un sistema computacional es totalmente errónea.

En cualquier caso hay que conceder que no sólo los estudios naturalistas son relevantes en la investigación de la consciencia porque en última instancia la teoría subyacente de esos modelos (neurofisiológicos, biológicos, ...) habrá de ser una teoría física y ahí entrarán las matemáticas y es que lo honesto sería aclarar que ciertamente, lo dicho por Edelman, Maturana, Varela no demuestra de forma concluyente que el fenómeno mental no sea computable sino que no es una computadora.

Dicho más científicamente no se ha demostrado que la mente no sea equivalente a una máquina Turing que es, no lo olvidemos, un metamodelo o metaestructura matemática; sino que se ha intentado demostrar que el cerebro no tiene una arquitectura von Neumann, que es el paradigma arquitectónico de las computadoras actuales (A decir verdad, la arquitectura seguramente de tu PC y del la mayoría es la arquitectura Harvard en donde hay un almacenamiento diferente tanto para instrucciones como para datos).

De este modo pudiera ser que el fenómeno mental fuera computable pero no una computadora así como el fenómeno gravitatorio es computable (el modelo de Einstein lo es, se quiere decir) pero no una computadora.

En consecuencia, todavía nada nos impide afirmar que el fenómeno físico que da lugar a la conciencia no sea, tal vez, simulable computacionalmente. Estaríamos en el enfoque B.

Curiosamente Turing, al poner la piedra angular de la IA e introducir el concepto de test de Turing en su artículo señero (Computing machinery and intelligence), lo que hizo fue borrar tramposamente las líneas de demarcación entre B y A.

En efecto, desde la óptica del test de Turing no se trata de averiguar si el ordenador piensa realmente (punto de vista A) sino que basta con que no se le distinga de una mente humana (punto de vista B).

No obstante, el enfoque B da lugar a una intrigante duda metafísica que se podría formular así: ¿en qué momento una simulación del funcionamiento de algo (pongamos: un ser vivo) cada vez más precisa pasa a ser ese algo (pongamos: un ser vivo)?

Cuando el enfoque A era cierto entonces la consciencia era algo que emergía de un fenómeno físico concreto, a saber, la ejecución de un algoritmo en un sistema computacional pero si B es cierto, la consciencia emergería cuando el modelo matemático subyacente al modelo matemático subyacente al fenómeno físico fuera una máquina de Turing.

A mi juicio este enrevesado nudo se debe a que el fenómeno de la consciencia nos insta a, más bien nos exige primeramente, dilucidar una ontología que determine qué es realmente lo real de lo real y por qué no la nada, para a continuación poder explicar cuál es el fenómeno latente en toda consciencia.

Escojamos una determinada ontología, el platonismo matemático de Tegmark (o de Tipler) y pensemos que si lo real sólo son las estructuras matemáticas, en otras palabras, si el fenómeno mental surge nomás que cuando un metamodelo matemático concreto se materializa -y creo que ese es el único modo de pensar consistente para una visión monista de la realidad-, más concretamente, si, según la respuesta B, la cognición se da siempre y cuando se compute entonces todo fenómeno computable sería además un evento mental.

Estaríamos en un completo pansiquismo pues todo estructura computacional, toda máquina de Turing existente en el universo sería consciente y si nos encontramos con que todo el universo es computable entonces no encontraremos que todas las consciencias son unas estructuras con ramificaciones fractales autosimilares a la estructura madre, a la estructura total del universo por lo que incluso el propio universo tendría cognición.

Siendo difícil negar que un metamodelo matemático concreto no subyace a un fenómeno físico cuyo mecanismo es aún ignorado, es posible, sin embargo, articular críticas que muestren los obstáculos habidos y cómo determinados metamodelos o paradigmas difícilmente lo resolverán.

A este respecto, la mejor que he leído contra el punto de vista B viene de E.O Wilson, articulada en un magnífico libro Consilience, atacándolo magníficamente por dos flancos al mostrarle dos obstáculos: el obstáculo funcional y el obstáculo evolutivo.

Cito (pág.182):
El obstáculo Funcional es la abrumadora complejidad de las entradas de información que penetran en la mente humana y la atraviesan. El pensamiento racional surge de los intercambios continuos entre el cuerpo y el cerebro a través de la descarga de nervios y del flujo de las hormonas que transporta la sangre, influidos a su vez por controles emocionales que regulan el juego mental, la atención y la selección de objetivos. Para conseguir duplicar la mente en una máquina, no habrá suficiente con perfeccionar las ciencias del cerebro y la tecnología de la IA, porque los pioneros de la simulación tendrán que que inventar e instalar una forma completamente nueva de computación: la emoción artificial, o EA.
(...)
El segundo obstáculo a la creación de una mente humanoide, el evolutivo, es la historia genética única de la especie humana. La naturaleza humana genérica (la unidad psíquica de la humanidad) es el producto de millones de años de evolución en ambientes que ahora se han olvidado en su mayoría. Sin la atención detallada del mapa hereditario de la naturaleza humana, la mente simulada podría ser de un poder pasmoso pero se parecería más a la de un visitante extraterrestre, no a la de un ser humano.

E incluso si se conociera el mapa, e incluso si pudiera seguirse, sólo serviría como un inicio. Para ser humano, la mente artifical ha de imitar la de una persona individual, con sus bancos de memoria llenos por la experiencia de toda una vida, visual, auditiva, quimiorreceptora, táctil y quinestésica, toda ella ponderada con matices de emoción.

Y social: ha de existir la exposición intelectual y emocional a incontables contactos humanos. Y con estas memorias, tiene que haber significado, las conexiones expansivas realizadas con todas y cada una de las palabras y de los fragmentos de información sensorial teniendo en cuenta los programas.

Sin todas tareas completadas, el sino de la mente artificial es fallar en el test de Turing. Cualquier jurado humano podría echar por tierra en cuestión de minutos la pretensión de la máquina. O eso, o entregarla a una institución siquiátrica para su tratamiento.
Ahora bien, aunque tuviéramos descartados tanto (A) como (B), quedaría en pie la pregunta de cuál es el modelo físico-matemático real subyacente al fenómeno mental. Si este no es físico entonces estaríamos en (D) pero si este sí lo es, independientemente de que fuéramos capaces de simularlo podríamos entender su mecanismo mediante modelos matemáticos como podemos entender un agujero aunque, gracias a Dios, no simularlo.

Penrose se inclina por (C), por un fenómeno mental como científicamente estudiable, distinguiendo dos posibles soluciones:

1- (Versión Fuerte) Sólo podría ser explicada desde una física más avanzada de la que habla, más bien sueña, en sus libros Las Nueva Mente del Emperador y Las Sombras de la Mente.

2- (Versión Débil) Estaría asociada al desarrollo matemático de una suerte de máquina de Turing analógica.

Yo me inclino por esta segunda hipótesis por las razones argüidas por Wilson sobre la EA.

Para concluir, me veo en la obligación de lamentar que tal vez el enfoque D sea realmente cierto y que existe un problema irresuelto, tal vez irresoluble, en todas las teorías habidas, tal vez, por haber, sobre la consciencia ya que son, en puridad, sobre la cognición no quedando claro qué es realmente el proceso de sentir el mundo, de vivirlo en carne y hueso, teniendo uno la sensación de que dicha resolución sólo se puede dar desde una imposible visión global o sistémica de la realidad, de lo que es la realidad y es que si decía el gran Borges que el problema metafísico por excelencia era el tiempo, yo creo más bien que es la consciencia porque como él mismamente dijo en un cuento, El jardín de los senderos que se bifurcan, qué misterio más gran existe que el hecho de que:
Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire; la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí.

lunes, 20 de abril de 2009

El cerebro y el ordenador

A petición popular cuelgo estos dos textos.

Gerald M. Edelman y Giulio Tononi en El universo de la consciencia (pág.61):

Nuestra somera revisión de la neuroanatomía y la dinámica neuronal indica que el cerebro posee características especiales de organización y funcionamiento que no parecen ser coherentes con la idea de que siga una serie de instrucciones(...). Sabemos que el cerebor está interconectado de una manera ningún ingenio puede igualar. Para empezar, los billones de conexiones del cerebro no son exactos: Si nos preguntamos si las conexiones de dos cerebros del mismo tamaño son idénticas, como lo son las conexiones de dos procesadores del mismo tipo y fabricante, la respuesta es no.
(...)
Otro de los principio organizativos que emergen de la imagen que estamos construyendo es que en cada cerebro, las consecuencias del historial de desarrollo y del historial experiencial quedan marcados de forma única. (...). La variabilidad individual que se sigue no es simplemente ruido o error, sino que puede afectar al modo en que recordamos cosas y eventos.(...)
(...)
Si comparamos las señales que recibe un cerebro con las que recibe una computador, descubriremos (...). [que] En primer lugar, es obvio que el mundo no se presenta ante el cerebro como una cinta magnética (...) La capacidad del sistema nervioso para realizar la categorización perceptual (...) creemos que surge de la selección de ciertos patrones distribuidos de actividad neuronal durante la interacción del cerebro con el cuerpo y el entorno.
(...) el cerebro contiene un conjunto especial de (...) valores que informan a todo el sistema nervioso del acaecimiento de un evento destacado y que influyen en la fuerza de las conexiones sinápticas. (...)
Por último, si consideramos la dinámica neuronal (el modo en que los patrones de actividad del cerebro cambian con el tiempo), la caracerística es especial más sorprendente (...) es el proceso que llamamos reentrada, (...). La reentrada (...). Es el intercambio recursivo y continuo de señales paralelas entre áreas del cerebro con conexiones recíprocas, (...). A diferencia de la reacción o realimentación, en este intercambio participan numerosas vías paralelas y no dispone de instrucciones específicas de corrección de error, sino que altera eventos selectivos y correlaciones de señales entre áreas y es esencial para la sincronización y coordinación de las funciones mutuas de las áreas.
(...) la reentrada permite una unidad de percepción y comportamiento que de otro modo sería imposible, puesto que el cerebro ni posee un procesador central único, al estilo de las computadoras, con instrucciones detalladas, ni dispone de algoritmos de cálculo para la coordinación de áreas funcionalmente segregadas.
Si nos pidiera que fuéramos más allá de lo que es simplemente especialdel cerebro y nombráramos una característica única de los cerebros superiores, elegiríamos la reentrada. No existe en el universo ningún otro objetamente completamente distinguido por sus circuitos de reentrada como el cerebro humano. Aunque el cerebro se asemeja algo a una gran entidad ecológica, como una una jungla, en ningún ecosistema, por complejo que sea, se presenta nada ni remotamente parecido(...)
(...)no es fácil encontrar una metáfora (...) Probemos esta: Imagina un peculiar (...) cuarteto de cuerda en el que cada intérprete responde con improvisaciones a las ideas e inspiraciones propias, así como a todo tipo de señales sensoriales procedentes de su entorno. Como no hay partitura, cada intérprete tocará su propia melodía, (...). Imaginemos ahora que los cuerpos de los intérpretes están conectados entre sí por medio de multitud de fibras finísimas de tal modo que sus acciones y movimientos son transmitidos rápidamente en todas direcciones por mediación de señales (...) que sincronizan simultáneamente las acciones de todos los intérpretes. Unas señales que conectaran instantáneamente a los cuatro intérpretes tendrían como resultado una correlación de sus sonidos, de manera que de la actuación independiente de cada uno (...) emergería una serie de sonidos más cohesiva e integrada. Este proceso correlativo alteraría asimismo la siguiente acción de cada uno de los intérpretes, y el proceso se volvería a repetir pero con el resultado de una melodía todavía más integrada. Aunque ningún director estuviera dirigiendo o coordinando el cuarteto (...), la producción global de los intérpretes tendería a ser más integrada y coordinada, y esta integración conduciría a una forma de música mutuamente coherente que ninguno de los intérpretes lograría producir por separado.

Maturana y Varela en El arbol del conocimiento (aquí reseñado) (pág.112):

Interesante, la clausura operacional del sistema nervioso nos dice que su operar no cae en ninguno de los dos extremos: ni representacional, ni solipsista.

En efecto, no es solipsista porque, como parte del organismo, el sistema nervioso participa en las interacciones de éste en su medio, las que continuamente gatillan en él cambios estructurales que modulan su dinámica de estados.

De hecho, ésta es la base de por qué, como observadores, nos parece que las conductas animales en general son adecuadas a sus circunstancias, y por qué estos no se comportan como si estuviesen siguiendo su propio guión con independencia del medio.

Esto es así a pesar de que, para el operar del sistema nervioso, no hay afuera ni adentro, sino sólo manutención de correlaciones propias que están en continuo cambio, como ocurriría con los instrumentos indicadores en el submarino de nuestro ejemplo.

No es tampoco representacional porque, en cada interacción, es el estado estructural del sistema nervioso el que especifica cuáles perturbaciones son posibles y qué cambios gatillan en ellas en su dinámica de estados.

Sería un error, por lo tanto, definir el sistema nervioso como teniendo entradas o salidas en el sentido tradicional. Esto significa que tales entradas o salidas forman parte de la definición del sistema, como ocurre con un computador y otras máquinas de origen ingenieril.

Hacer esto es enteramente razonable cuando uno ha diseñado una máquina, en la cual lo central es cómo se quiere interactuar con ella. Pero el sistema nervioso (o el organismo) no ha sido diseñado por nadie, es el resultado de una deriva filogenéica de unidades centradas en su propia dinámica de estados.

Lo adecuado, por lo tanto, es reconocer el sistema nervioso como una unidad definida por sus relaciones internas en las que las interacciones sólo actúan modulando su dinámica estructural, esto es, como una unidad con clausura operacional.

Dicho de otra manera, el sistema nervioso no "capta información" del medio como a menudo se escucha, sino que al revés, trae un mundo a la mano al especificar qué configuraciones del medio son perturbaciones y qué cambios gatillan éstas en el organismo.

La metáfora tan en boga del cerebro como computador no es sólo ambigua sino francamente equivocada.

viernes, 17 de abril de 2009

El árbol del Conocimiento

Quisiera comentar en esta anotación la que considero la mejor teoría de la cognición habida hasta la fecha: la teoría de Santiago, ideada por Maturana y Varela y plasmada en su libro El árbol del conocimiento cuyo elocuente subtítulo es: Las bases biológicas del entendimiento.

La teoría parte de la tesis de que lo que hace que un sistema esté vivo es que sea autopoiético siendo tales sistemas aquellos que presentan una red de procesos de producción de componentes en la que la función de cada uno de ello es participar en la creación -o modificación- a su vez de otros componentes de la red.

En dicha economía autárquica se pueden crear o destruir elementos del mismo sistema como respuesta a las perturbaciones del medio y aunque el sistema cambie estructuralmente, dicha red permanecerá invariante en tanto en cuanto dure su existencia pues es la que mantiene la identidad de esta.

Y si lo común a todo ser vivo es un patrón general de organización entonces la estructura es la encarnación material de dicho patrón pudiéndose, por lo tanto, ser implementado por diferentes estructuras.

Además, toda estructura autopoiética, como la del sistema nervioso de un organismo, opera bajo lo que se considera determinismo estructural lo cual implica que la estructura del medio no puede especificar sus cambios, sino sólo gatillarlos.

Un caso ilustrativo lo tenemos en el polen que puede provocar alergia aunque esta no provenga del propio polen dado que a alguna gente le afecta y a otra no, sino que es la particular fisiología de algunos individuos la que desencadena la reacción alérgica ante la presencia del polen.

Lo que, en puridad, afirma el determinismo estructural es que nada de lo que le acontece en un organismo es de origen externo sino que todos los eventos de un sistema están determinados por su propia estructura siendo sólo esta la que determina el espacio posible de estados y si el sistema no es capaz de procesar la modificación del entorno, desaparece como tal; en los sistemas biológicos es la muerte.

Es importante recalcar que en dicha teoría se evita transitar los caminos sin salida tanto del solipsismo como del representacionismo porque los eventos de cualquier sistema autopoiético, como el sistema nervioso, quedan perfectamente subsumidos dentro del, y en consecuencia están previamente determinados por la estructura del, propio sistema.

En efecto, no debemos suponer que el sistema nervioso funciona completamente en el vacío -solipsismo-, como no debemos suponer que el sistema nervioso sale a la caza de representaciones de la realidad -representacionismo- sino que, como se ve en la alegoría del submarino, en su intento de mantener su naturaleza autopoiética debe segregar una red de procesos que den consistencia a las perturbaciones exteriores transmitidas por los sentidos de modo que el proceso cognitivo tiene un acoplamiento estructural con el entorno que es lo que posibilita que la conducta sea adecuada a él.

Esto niega de raíz la validez de cualquier epistemología representacionista o cualquier neurofilosofía que identifique al sistema nervioso como un sistema que trate con información.

Se deduce de ello que el paradigma computacional es erróneo porque el sistema nervioso no tiene ni entradas ni salidas y aunque esto tenga sentido para una máquina diseñada, el proceso teleonómico que ha dado lugar a nuestros organismos nos invita a reconocer a nuestro sistema nervioso nomás que como una unidad autodefinida por sus relaciones internas en las que las interacciones son las que modulan la dinámica estructural o, dicho en las propias palabras de los autores aquí reseñados (pág. 112):

El sistema nervioso no "capta información" del medio como a menudo se escucha, sino que al revés, trae un mundo a la mano al especificar qué configuraciones del medio son perturbaciones y qué cambios gatillan éstas en el organismo.

La metáfora tan en boga del cerebro como computador no es sólo ambigua sino francamente equivocada.

Finalmente queda la cuestión de averiguar por qué la consciencia es autorreferencial posibilitándose así la autoconsciencia.

Pues bien, se ha encontrado un culpable: el lenguaje.

Hay que reentender lo lingüístico como (pág.138) aquella conducta que se da en un acoplamiento estructural ontogénico entre organismos, y que un observador puede describir en términos semánticos, es decir, como si lo determinante de la coordinación conductual fuera el significado que un hipotético observador cree ver en la conducta resultando el dominio de lo lingüístico el dominio de todas las conductas lingüísticas.

Así es posible ver la conducta de otros animales como si significasen algo aunque sepamos que el sistema nervioso no opera con representaciones del mundo.

Lo fundamental e idiosincrático en el caso humano radicaría en que (pág.139) el observador ve [que] las descripciones pueden ser hechas tratando a otras descripciones como si fueran objetos o elementos del dominio de interacciones.

Ahora el propio dominio lingüístico pasa a formar parte del propio dominio lingüístico siendo esta reflexión lingüística el lenguaje, el cual es el que habilita un dominio semántico.

Y es que si en los insectos sociales lo que permite el dominio lingüístico es una interacción química, la trofolaxis, entonces en los humanos la "trofolaxis" que permite el acoplamiento social mediante las interacciones lingüísticas es el lenguaje y dado que su dominio lingüístico es recurrente no existe límite al número de acoplamientos estructurales que podemos realizar.

Será, además, su operar recursivo la condición ineludible para la experiencia mental ya que con él formamos una red de interacciones lingüísticas en la cual nos movemos, nos (pág.153) mantenemos [en] una continua recursión descriptiva que llamamos "yo", que nos permite conservar nuestra coherencia operacional lingüística y nuestra adaptación en el dominio del lenguaje.

De modo que si entendemos que cada ser vivo debe conservar su unidad a pesar de las perturbaciones del medio y a pesar de su propio operar y si entendemos que nuestra dinámica conductual aparece a razón de las relaciones originadas por nuestra interna actividad neuronal en su clausura operacional entonces es fácil concluir que el sistema vivo, a todo nivel, está organizado de manera que genera regularidades internas por lo que (pág.153)

en el dominio del acoplamiento social y la comunicación, en esta "trofolaxis" lingüística, se produce el mismo fenómeno [de la cognición hasta aquí descrita], sólo que la coherencia y la estabilización de la sociedad como unidad se producirán esta vez mediante los mecanismos hechos posibles por el operar lingüístico y su ampliación en el lenguaje.

Esta nueva dimensión de coherencia operacional es lo que experimentamos como conciencia y como "nuestra" mente

En consecuencia, lo mental no es un fluido del cerebro, tampoco un fantasma enjaulado en nuestro cráneo, sino que su dinámica se da para y sólo en nuestro acoplamiento social al permitirnos a nosotros mismos configurarnos como (pág.154) fuente de interacciones lingüísticas selectoras de nuestro devenir.

En suma, nuestra identidad mental proviene de nuestro continuo acoplamiento lingüístico no porque el lenguaje nos posibilita decir qué somos sino porque somos desde y en el lenguaje, en los mundos lingüísticos y semánticos que traemos a la mano con otros con lo que

nos encontramos a nosotros mismos en este acoplamiento, no como el origen de una referencia ni en referencia a un origen, sino como un modo de continua transformación en el devenir del mundo lingüístico que construimos con los otros seres humanos

Tal vez sería importante reseñar las que considero las conclusión más trascendentales que se derivan de esta epistemológica netamente biologicista.

La primera será netamente de corte epistemológico. La segunda apunta a la metafísica.

En primer lugar, de lo aquí escrito se deduce que lo que nosotros denominamos proposiciones sobre -o incluso evidencias de- la realidad tienen un carácter exclusivamente intersubjetivo, en otras palabras: común a todos aquellos seres que comparten la misma estructura neurobiológica por lo que este es el único alcance legítimo, legítimo en cuanto a su certidumbre, que existe en lo relativo a nuestros conocimientos.

En suma: Ni relativismo epistémico, ni objetivismo absoluto.

La segunda conclusión proviene de darnos cuenta de que la cognición así entendida no es una cosa sino un proceso: el proceso mismo de la vida.

En concreto toda actividad organizadora o autopoiética de los sistemas vivos es ya una actividad mental de forma que las interacciones de un organismo vivo con su entorno son ya interacciones cognitivas o mentales.

Mente y materia quedarán así indisolublemente unidas en un gordiano y precioso bucle.

jueves, 16 de abril de 2009

En busca del Mozart redivivo

Me pasma que haya gente que tenga jucios como el siguiente:

Si Mozart viviese hoy sería, quizás, un compositor de pop.

Memo meme que a veces tiene otras mutaciones en donde Mozart es Beethoven o el pop es rock pero que en esencia a lo que apunta es a una malcomprensión de la magnitud artística de un Mozart (o un Beethoven o un etc.) pues me parece imposible que la torrencial creatividad que despliega un Mozart en su obra fuera desplegable a su vez en una corriente musical tan pequeña como el rock, el pop o el chachachá.

Aclaro antes de nada que hablo de Mozart como podría hablar de -casi- cualquier otro compositor por lo tanto no es que quiera resaltar tanto su inaudita, tal vez irrepetible, creatividad como que si ésta se materializó en la música clásica fue porque ofrecía un abanico de caminos creativos a seguir -cuartetos, quintetos, orquesta-, así como una posibilidad de coherencia estructural -forma sonata, contrapunto, polifonía- que no ofrecían, ni ofrecen materializar otras ramas musicales.

Lo que quiero decir es que no existe la esencia de una obra, o mejor dicho, no existe una esencia independiente de su materialización y es por eso que escuchamos a los barrocos con sus claves no temperados y es por eso que imaginarse a Mozart con una guitarra es tan especulativo como imaginárselo con una pluma escribiendo teatro. ¿Acaso es imaginable la compleja textura sonora de Debussy transcrita en una guitarra? ¿Y los polirritmos de Stravinsky en un politono?

Claro que se puede traducir, maltraducir incluso, a ciertos compositores su obra a estilos rockeros o poperos pero esto me recuerda a una anécdota de Borges el cuál vió representar en cierta ocasión un Macbeth pésimamente traducido, pésimamente interpretado pero en donde al final el genio de Shakespeare se abrió paso de modo que si, qué se yo, el contrapunto de Bach suena bien en, qué sé yo, una guitarra es porque al final siempre el genio acaba abriéndose paso y que conste que no hay duda que se puede hacer arte en términos ultraminimalistas, con un sólo instrumento: las suites para violonchelo y violín de Bach, las Sequenzas de Berio dan fe de ello pero la cuestión es que es más complejo y por tanto un auténtico reto hacer una buena catedral en vez de una excelente casa de veraneo y lo primero sólo se da cuando se maneja una orquesta o al menos varios instrumentos así como cuando se tiene ante sí una bagaje cultural de siglos que manejar, que reflejar sin copiar, que recoger sin perder autenticidad.

Todo ello no impide obviamente que un auténtico artista quiera pasear a su creatividad por todas las vías posibles, por tanto también quiera hacer rock o hacer pop Al fin y al cabo muchos compositores contemporáneos han bebido del jazz, pop o incluso de las bocinas de los coches.

Hay una razón última por la que me irrita esta postura de creer que Mozart sería hoy rockero o popero: es el hecho de señalar tácitamente que el heredero del genio salzburgués, de su música, del valor artístico de su obra estará recogido hoy día en un grupo de rock o de jazz no en la música contemporánea, no en la magnífica obra de un Berio (I,II,III) de un Messiaen (I,II,III), de un Ligeti (I,II,III, IV). A esta gente sólo le puedo decir que abra los oídos, que escuche.

martes, 14 de abril de 2009

Diálogo acerca del libre albedrío (2/2)

******(Continuamos el diálogo empezado aquí)*******

Horacio: Pareciera que para ti todo está determinado y negarlo es poco más que una herejía. ¿Qué pasa con los procesos cuánticos?

Martin: Bueno yo no apuntaría a tanto como que todo está determinado, de hecho, lo que yo afirmo es que tanto una opción como la otra no posibilitan el libre albedrío. Ni determinismo, ni indeterminismo, vamos. Y en cuanto apostar por la cuántica pues es peligroso y equivocado. Peligroso porque que los procesos sean indeterministas es una interpretación más de las múltiples existentes y equivocado porque lo que vendría a decir la cuántica no es que estemos determinados para ir al cine o a la playa en cada ocasión, vale, pero sí que en un sesenta por ciento de las veces iremos al cine y en el restante porcentaje a la playa. Vamos, que seguimos igual de determinados porque en el fondo la cuántica no es indeterminista en un sentido filosóficamente estricto sino que simplemente necesita de una perspectiva más distanciada para predecir de forma exacta los resultados pero, ¡joder!, los predice porque, al final, cualquier micropartícula está sujeta a la ecuación de Schrödinger y dime tío, ¿dónde le queda la libertad a algo que obedece a una determinística ecuación matemática? Es que además apelar a la cuántica para defender el albedrío es increíblemente estúpido porque ¡no hay ciencia sin causalidad! Luego es una ingenuidad esperar que la ciencia dé pábulo algún día a fantasías animistas como la del libre albedrío.

Horacio: Insistes en convertir en una proposición ontológica un enfoque epistémico. Volvamos al caso de la moneda, más sencillo e igual de predecible ecuaciones matemáticas mediante: Yo no puedo predecir si saldrá cara o cruz. Correcto pero cada acto es espontáneo y aunque sí podrás decir, empero, que a la larga saldrán un cincuenta por ciento de veces cara, esa proposición no es una ley exacta, natural y por tanto inherente a la constitución del sistema sino una aproximación y prueba de ello es el hecho de que aunque haya tirado 99 veces la moneda y en todas ellas haya salido cara, en la centésima vez que tire la moneda no habrá ninguna ley que me determine que vaya a salir cruz. Si pensara que no, que tiene que salir cruz para que se cumpla la ley de probabilidades entonces estaría cometiendo la falacia del jugador. Así que tal vez la cuántica diga que voy a ir al cine un 60 % de las ocasiones pero cada decisión es única e indeterminada, en definitiva, soy libre de elegir so pena de caer sino en la falacia del jugador.

Martin: ¡Buff! ¿Ahora vamos a discutir la filosofía matemática de la estadística? ¡Qué es domingo por la tarde, por favor! Vamos a ver, la cuestión final que apunta todo esto es naturalismo sí, naturalismo no, ¿verdad? Podríamos formularlo algo así como ¿puede haber entidades proactivas cuyo comportamiento no esté reglado por ninguna ley natural? Lo que trato de demostrarte es que la respuesta es, al menos por el momento, e incluso desde la indeterminista física cuántica: Rotundamente no. Fíjate que no puedo predecir jamás un acto de elección concreto porque cada suceso aleatorio es un suceso independiente. Tienes toda la puta razón en ese sentido pero, ¡ah! siempre hay un pero, pero SÍ que puedo predecir que en un tiempo infinito TODOS los sucesos obedecerán la ley de probabilidades. Puede parecerte contraintuitivo. Bien, anótale otro ítem contraintuitivo más a la cuántica pero no tires de ella para deducir lo que precisamente la contradeciría, ¡por favor!, y con esto me estoy refiriendo a la creencia de que existen fenómenos no causados en la naturaleza que permiten el libre albedrío porque entonces has de responder cómo dicha libertad obedece a un patrón matemático. En el caso de la moneda es fácil. ¿Coincidiremos verdad?: Es un proceso determinista pero en el cuál se dan tan cantidad de microprocesos participantes en el fenómeno que en la práctica se hace imposible predecir el resultado. ¿Correcto? Lo que tú no acabas de entender es que si a la larga son predecibles los resultados de la tirada usando la estadística es porque es un proceso que se deja matematizar, reglar, naturalizar o como quieras llamarlo pero no es algo en lo que puede pasar cualquier cosa como SÍ significaría si la moneda decidiera de motu propio caerse de cara, de canto o de culo. Otro tanto pasa con la cuántica. Si las partículas obedecen a una probabilidad exacta es porque es un proceso naturalizable independientemente de que no se puede naturalizar más. Esa es la cuestión. Otra cosa es que en la cuántica, por decirlo de algún modo, la infinidad de detalles ya no es tal vez un problema meramente práctico sino teórico pero eso no viene el caso; la cuestión es que, insisto, si las partículas fueran azar puro, si dijeran los electrones hago lo que me da la santa puta gana con mi jodido espín entonces, por definición, no habría modo de predecir qué coño harán ni en una tirada ni en cien mil ni en infinitas como no puedes cazar los decimales de un puto número irracional por mucha jodida estadística que le pongas de cebo.

Horacio: Pero es que olvidas que lo que tu llamas concordancia no es más que hacer consistentes, estructurar, la multiplicidad de nuestras percepciones empíricas con nuestras descripciones lingüísticas, nuestras estructuras lingüísticas; olvidas, por lo tanto, que nuestro proceso de aprehensión del mundo exterior, nuestro alumbrar el mundo, es un proceso de naturalización de lo percibido siendo el producto de nuestro pensar lingüístico -sede del yo- nomás que una estructura acoplada a, nomás que un traje hilado en torno a, los informes provenientes de los sentidos pero que este actuar no es más que una estrategia epistémica inherente a nuestra cognición que nos impone dicho esquema para poder sumergirnos en la realidad pero, como la suciedad en unas gafas, no tenemos por qué pensar que forma parte de lo que vemos lo que es simplemente algo inherente a la visión por lo que...

Martin: ¿Así? ¿Y por qué la ciencia es tan obediente ella al principio de causalidad? ¿Eh? ¿Por qué es tan efectiva en su descripción del mundo? Fíjate que yo no diría que es una falla de mi visión el creer en la gravedad y seguro que tú cuando estás en un balcón de un quinto piso piensas lo mismo, colega.

Horacio Déjame terminar y te lo diré.

Martin: Vale, perdona tío.

Horacio: No pasa nada. Bien, como te iba diciendo, efectivamente, nuestra cognición no descansa en el vacío sino que, sin ver o representar de ella nada, es capaz de acoplarse estructuralmente al exterior por lo que se generan los mismos, mejor dichos, parecidos resultados en nuestro pensar y actuar que si fuéramos capaces de ver realmente EL mundo objetivo. Esto lo ilustra perfectamente la metáfora, que tú ya conoces, del submarino de Maturana en donde el ciego operar de poleas y palancas dentro del submarino, que es a lo que nosotros llamamos representar o estructurar el mundo, genera COMO EFECTO COLATERAL un actuar acoplado al exterior pero, insisto, que nuestro operar dentro del submarino, nuestra visión es parecida, no idéntica a la real, en otras palabras, que nuestra inmersión en lo real no es completa, se demuestra en el hecho de que inevitablemente en nuestro pensar sobre el mundo dejamos elementos sin explicación, como si tuviéramos siempre puntos ciegos en nuestra visión que variasen su posición según variase la nuestra pero que apareciesen siempre, como si cada vez que pensáramos sucediera lo mismo que cuando apuntamos con una linterna a una zona semioscura apareciéndosenos parcialmente figuras y contornos de forma prístina en la zona iluminada que no podemos imaginar en su totalidad porque hemos oscurecido el resto de las zonas. Por ejemplo, no puedes explicarme de dónde salen las inviolables y trascendentales leyes naturales; bueno, ni tú ni nadie porque tal ceguera es inherente a nuestro modo de pensar, a nuestro hilar lingüístico, pero todo el mundo se escandaliza cuando a nuestro proceso cognoscente le adjudicamos voliciones igualmente incausadas pero entonces en vez de pensar que esos huecos en las respuestas surgen de las limitaciones inherentes a nuestro pensar se prefiere la sencillez de considerar que la pregunta por la causa de las leyes es una mala pregunta y pensar en la no-causa de nuestras voliciones como metafísica, en el sentido peyorativo del término.

Martin: Vamos a ver, tú mismo al hablar de acoplamientos estructurales presupones la existencia de estructuras tanto en el observador como en el observado.

Horacio: No necesariamente..

Martin: ¡Hey! Ahora soy yo el que no puede terminar..

Horacio: Vale, perdona

Martin: Pues bien, las estructuras no son sino el objeto de estudio de las matemáticas que precisamente necesitan de la causalidad para su existencia.

Horacio: Bien. Como te quería decir antes: no necesariamente. Nuestra cognición está obligada por su propia naturaleza a pensar en términos naturales, en describir toda interacción con el exterior en términos estructurales, en lenguaje matematizable, luego en creer que la causalidad es real pero el hecho es que nada exterior a nuestras inclinaciones cognitivas nos demuestra que el principio de causalidad es real, nada nos demuestra que el mundo es racional, en el débil o particular sentido humano, salvo el hecho de que no podemos sino pensarlo así y salvo el hecho, aún más importante sí cabe, de que el pensarlo así nos es útil pero el ver que el comportamiento de la materia es, en su estado más profundo, indeterminable, el ver que la materia está misteriosamente viva, el ver sobre todo que nuestra cognición no es capaz de aprehender in totum toda la realidad nos da una pista de que no todo es racional, o si se prefiere, humanamente cognoscible, aunque lo parezca y que por tanto lo meramente natural o causal, el determinismo, en suma, no vertebra todo lo real aunque tal enfoque, como toda esquematización, nos sea útil e impuesto, claro, e impuesto.

Martin: Bueno, nos estamos metiendo en berenjenales metafísicos sin salida. Que no todo sea cognoscible no implica que cualquier cosa sea posible porque, tío, tal y como lo planteas, tanto más da afirmar que mi yo o un titiritero maneja mi voluntad pues al rechazar el racionalismo rechazas de plano cualquier conducción sensata de una argumentación. Por otro lado, que las leyes naturales no sean explicables sólo implicaría en todo caso que nuestra cognición tiene límites no que esté totalmente paralela a la realidad. El problema es que simplemente por definición no podemos explicar las leyes naturales y es que parece que no sabes que se explica algo cuando se describe cómo funciona en el sentido de identificar la cadena de causas que conforman ese algo. En consecuencia, explicar una ley natural consiste en deducirla a partir de otra ley así que, por definición, siempre tendremos al menos una ley que no podremos explicar. Ahora bien que una ley no sea explicable no se deduce que no esté realmente causada o que haya sido puesta por un dios, simplemente se deduce que no podemos saber qué pasa con esa ley ¡pero sólo con esa ley! no con el resto de entidades del universo. No entiendo el salto lógico de que porque no podamos explicar las leyes debamos pensar que todo está incausado.

Horacio: No, lo que yo digo es que como siempre surgen puntos ciegos en nuestro uso de la causalidad entonces...

Martin: Macho, vuelvo y te repito si existen puntos ciegos es porque es algo inherente al concepto de explicación pero el hecho de que algunas entidades, casi todas de hecho, sean explicables causalmente implica ¡por fuerza! que existen tales entidades determinadas sino, vuelvo y te repito, TODAS nuestras explicaciones serían estériles y no lo son, ¿verdad?

Horacio: Claro pero porque tal y como defines el concepto de explicación presupones una vez más un mundo objetivo que captas involuntariamente cuando de lo que se deduce de una teoría de la cognición biologicista es que debemos proponer una explicación de los fenómenos del conocimiento acorde con la idea de que es un fenómeno que nos involucra en nuestro ser un ser vivo porque si alteramos nuestra biología, se altera nuestro conocer de modo que ello nos lleva a rechazar lo que se podría denominar la objetividad sin paréntesis que se cifra en creer que existe un mundo ahí fuera que somos capaces de representar, y que es lo que implícitamente asume tu teoría de lo que es una explicación, para postular una objetividad entre paréntesis que considera que lo percibido del mundo exterior correspondería a una construcción hecha por el observador a partir de su estructura interna teniendo que ver más que con el agente que perturba sus sistemas sensoriales, con su historia de cambios estructurales de modo que por explicación consideraríamos una reformulación de la experiencia por transmitir o explicar en una forma que resulte aceptable para el observador. Así, en el momento en que una reformulación de la experiencia es aceptada como reformulación de la experiencia ipso facto esa reformulación de la experiencia se constituye en explicación para el que la acepta. Lo que tú no acabas de entender es que si la causalidad está intrínsenca en una explicación es porque forma parte de nuestra cognición verbal y por tanto cualquier reformulación de la experiencia en términos causales es una reformulación aceptable, es decir, es una explicación válida pero válida porque/para el criterio de nuestras mentes no porque el universo realmente sea exactamente así.

Martin: ¡Buff! Macho, no sé si te he seguido con tus juegos de palabras. A ver, tal y como defines el concepto de explicar caes en un especie de relativismo epistémico.

Horacio: No. Mira, es cierto que la validez de las explicaciones que aceptamos depende de nuestra aceptación y no proviene de manera independiente de ella pero olvidas que nuestra común estructura neurobiológica nos obliga a todas a aceptar ciertas verdades.

Martin: Vale, espera, que me pierdo ¿qué tiene que ver todo esto con el libre albedrío?

Horacio: Pues que al negar la objetividad de una realidad exterior se da un cambio radical de perspectiva: el paso de un Universo, es decir, de una determinista realidad objetiva unívocamente igual para todos, a un Multiverso, en que cada mundo es construido por el observador y es igualmente válido y único respecto de otros siendo en el operar lingüístico el único medio en donde y el único modo de confrontarlos o unirlos. Además, en dicho Universo con su operar explicativo cabía la exclusión entre determinismo y libre albedrío. En el Multiverso, por el hecho de ser un multiverso se deduce que no podemos hacer proposiciones ontológicas de la realidad, del Universo, no podemos describir cómo objetivamente es, pero sí que podemos crear dominios explicativos de entre los mundos, de la única forma posible que nos habilita nuestra pensamiento verbal -único medio de interacción social-: causalmente; pero un hecho esencial a nuestra neurobiológica cognición es la famosa máxima de Maturana, a saber: Todo lo que es dicho, es dicho por un observador, y es que cualquier acto de consciencia, que es el que alumbra nuestro mundo, implica un observador que ve que la conducta de un organismo (con su sistema nervioso incluido) está determinada en cada instante por SU estructura de forma que cada acto cognitivo, cada explicación, cada alumbrar un mundo es siempre un acto causado por la propia estructura que alumbra el mundo, nuestro yo. Sin causas externas que lo afecten.

Martin: Está muy chulo lo del multiverso pero al sacártelo de la manga te has cargado de un plumazo el universo, o sea macho, te has cargado la existencia de algo que nos sostiene a todos y lo que me pregunto yo ahora ¿qué es lo que estudian entonces los físicos? ¿Y cómo es que estos no encuentran elementos incausados?

Horacio: Sí, que los encuentran, a saber: las partículas atómicas. Lo que yo te he querido mostrar es que el azar cuántico no es más que un límite cognoscente a razón de que la dualidad determinismo/indeterminismo no es un enfoque que pueda aprehender toda la realidad por ser un enfoque estructuralmente disímil aunque, que duda cabe, acoplable con esta. De hecho lo que encuentran los físicos actuales con la física es una objetividad ENTRE paréntesis, encuentran que la "realidad" es lo que percibo, es MI realidad y es que, como bien se deduce de la cuántica, la realidad es lo que cada observador mide. Hay muchas otras interpretaciones de la mecánica cuántica pero todas ellas tienen en común que el observador es una parte esencial del sistema, y no se puede simplemente decir que algo "se mide". ¡Esa es la máxima de Maturana!Siempre necesitamos un observador, un observador, recordemos, determinado SÓLO por su propia estructura y lo que dice la cuática es que nada sucederá sino es a la luz de un observador que mida ese suceso por lo que el acto observacional es por definición algo incausado a no ser, a no ser que sea observado por un Dios omnisciente, claro.

Martin: No me tomes el pelo...

Horacio: E insisto: yo no niego la existencia de un universo ahí fuera sino la posibilidad de decir algo de él. De hacer ontologías.

Martin: ¿Ni siquiera que es racional y por tanto causal?

Horacio: Objetivamente no. Ya te he dicho antes que no. Eso es lo que te he intentado mostrar que, digamos, desde el Multivero no se puede llegar al Universo porque este no resulta aprehendido de forma estructural ergo sólo es parcialemente simulado mediante nuestras herramientas cognitivas. Y es que mira, pudiera ser que nuestro mundo coincidiera con EL mundo si este fuera estructuralmente idéntico a nuestra cognición entonces no tendría sentido hacer distingos pues nada habría de misterioso, no existirían los puntos ciegos que te nombré antes pero realmente no es así el universo, no es plenamente aprehensible por lo que nuestras dicotomías del tipo determinismo/indeterminismo o racionalismo/irracionalismo son estériles, no le afectan, son etiquetas inventadas para salir adelante, no son más que linternas que utilizamos para caminar por un mundo oscuro. Digamos que no sabemos verdaderamente qué es eso que está ahí fuera sólo que es un Misterio pero sí que sabemos aquello que constituye nuestro mundo, nuestra consciencia y al tratar de explicarla nos damos cuenta que esta surge, como todas nuestras acciones e identidades, de nuestra propia estructura, una estructura, además, que será ajena a perturbaciones exteriores.

Martin: Total, que necesitas postular que la naturaleza es un misterio, vamos, que no es racional para defender la posibilidad del libre albedrío. Bien, entonces me planto. Míralo como un puto dogma de fe pero yo prefiero la certidumbre de un universo ordenado y estructurado, por tanto causal. Además, no olvides que es domingo a la tarde, dame un poco de tregua que estoy resacoso. Otro día discutiremos si la naturaleza es por fuerza racional o no. Que me parece que esto tiene mucho jugo, al menos para reírme de ti un rato.

(Hay risas mientras el telón cae y apuran el último trago de la bebida)

lunes, 13 de abril de 2009

Diálogo dominguer sobre el libre albedrío (1/2)

A continuación un diálogo sobre el libre albedrío, en parte como homenaje a aquel otro de Pseudópodo sobre lo sobrenatural.

(Escenario: Un domingo a la tarde en una terraza. Dos amigos: Horacio y Martin.)

Martin: (Está leyendo el periódico y de repente levanta la vista asombrado): ¡Increíble, tío! Escucha lo que dice el periódico: viola y mata a su novia pero como sólo tiene 17 años el muy capullo ni siquiera va entrar en la cárcel. ¡La ostia!, ¿es que acaso hay que tener dieciocho años para ser responsable de tus actos? ¡Joder! Si lo hubiera sabido antes no hubiera sido tan pazguato en mi adolescencia con los profes que me suspendieron.

Horacio: Pero si tú estabas hecho un empollón. En cualquier caso tú no crees en el libre albedrío y por tanto no creo que puedas afirmar que en puridad alguien tenga responsabilidad moral alguna en sus actos, ¿no?

Martin: ¿Einnnn? Esa es una gilipollez oída sienes de veces y que nunca he entendido a cuento de qué viene. A ver, no necesitamos para nada del libre albedrío como axioma a la hora de postular una moral porque lo que trata ésta y más claramente la ley, es de crear una estructura de incentivos que permita a los criminales ser disuadidos de sus fines. Punto. Es más, dicha estructura no existiría si asumiéramos que el hombre es libre, vamos, que elige sin coacción alguna, sea esta ambiental, biológica o maternal.

Horacio: La ley debe ser sólo disuasoria, bien, te lo concedo por mor del argumento, pero me cuesta mucho creer que tenga cabida en este mundo una responsabilidad moral, en el sentido de que exista un sujeto causante y no causado de actos morales, tal y como entiendes tú la naturaleza humana porque lo que vienes a decir es que la ley debe aplicarse como instancia correctiva mas si niegas la existencia de un sujeto plenamente libre en su actuar entonces cuando aplicas la ley, lo debes hacer con la conciencia de que dicha ley no sanciona ningún acto moral real, no señala ninguna falta auténtica de responsabilidad moral, sino que simplemente postula una responsabilidad a la víctima de la ley en aras de que el orden social sea sostenible. Definitivamente entiendes la responsabilidad como una ficción socialmente útil pero una ficción, al fin y al cabo.

Martin: ¡Joder! ¡Claro que hay responsabilidad! De hecho así como sin determinismo no tiene sentido la ley porque responde ¿qué sentido tiene una ley que se pretende disuasoria en un mundo lleno de seres con libre albedrío? ¿Eh? Bueno, te repito, así como sin determinismo no tiene sentido la ley, sin determinismo precisamente no tiene sentido la responsabilidad moral. Esa es la postura de los compatibilistas quienes creemos que si el determinismo es falso, entonces cualquier acto moral no tendría causa por lo que, amigo, ¿quién cojones es su responsable? Estaríamos hablando de crímenes sin criminales, o sea, que en la vida tanto te puede tocar la lotería como ponerte a robar a la vuelta de la esquina y eso sólo lo puedes evitar con, como mucho, una pata de conejo pero no con una conciencia moral o una ley disuasoria.

Horacio: Es que nadie discute que un acto moral está determinado. Lo que se discute es si el sujeto moral causante del acto moral estaba o no determinado en su actuar de forma que hay que determinar si la causa del acto moral se circunscribe únicamente a su persona o no, o si se desbordan siempre los dominios del causante por concurrir infinitos participantes al punto que no tiene sentido fijar un límite, que no tiene sentido cercar de algún modo al responsable del acto moral porque éste es una conjunción impersonal de átomos, genes, cultura siendo cualquier frontera una convención.

Martin: ¡Tío! Que está claro que la causa de un acto moral está limitada a un sujeto moral, vamos, al que ha realizado la acción. Eso nadie lo discute. Lo que se discute es si en su elección tal sujeto no está determinado por nada ni por nadie porque entonces lo que estás postulando es que el proceso de decisión es un proceso indeterminista. O sea, sin causa. Claro que entonces no has cambiado nada, es más, lo has empeorado porque, mira, si hubiera una máquina conectada a mi mano que me forzara a levantarla según una moneda saliera cara o cruz entonces los movimientos de mi mano no serían libres, por más que fueran aleatorios. Por cierto, no cambia mucho el caso si la máquina está conectada a mi cerebro para forzarme desde allí a subir la mano porque entonces sería el indeterminista resultado de la moneda y no yo mismo quien decidiera. Así que yo te pregunto ¿qué sentido tiene, colega, un concepto de responsabilidad moral cuando las decisiones son aleatorias? Precisamente para hablar de responsabilidad moral necesitamos partir del hecho de que es el propio sujeto racional quien causa las decisiones no que le vienen impuestas por una puta ruleta. Además así perdería su carácter de justo tanto el cielo como el infierno, ¿no?, porque estarían llenos de gentes tan merecedoras de estar en ellos como un tío al que le ha tocado la lotería ser merecedor del boleto ganador.

Horacio: ¿Quién hablado del infierno, Martin? No te emparanoies. El hecho principal es que estás haciendo mala metafísica al extraer conclusiones ontológicas de premisas autoimpuestas en aras de incrementar la eficacia epistémica de una indagación. El azar no es algo que se me imponga porque el azar no es algo, un ente o elemento del sistema a estudiar sino que es, insisto, un truco epistémico, un añadido ficticio para lidiar con nuestra ignorancia, es, en suma, el modo en que introducimos nuestra ignorancia en un sistema. Si el hombre-máquina, el que levanta el brazo cuando sale cara, y un hombre libre tienen unos idénticos resultados sólo aprehensibles con la introducción de azar en el sistema que los calcula entonces no puedes sentenciar que en un caso le venga impuesto las decisiones por algo fuera del sistema y que eso sea bien el azar o bien algún elemento del sistema, el propio sujeto decisor, el que determine los estados del sistema porque el azar, por definición, esconde la causación, corre un tupido velo sobre las causas que justifican el cambio de un estado del sistema a otro y tanto da afirmar que ha sido causado por X que por Y pero en ningún caso puedes afirmar categóricamente que sea uno u otro el causante ya que de hacerlo entonces no necesitarías introducir el azar en tu sistema.

Martin: Pero el azar no es algo mágico que nos llena huecos de forma milagrosa sino que es un modo de mesurar el error de nuestras teorías en su adecuación a la naturaleza. La cuestión es que si ésta no fuera mesurable entonces ¡no habría posibilidad de tal truco!. Mira, si yo afirmo que las posibilidades de que me salgan cara o cruz en un sistema son de cincuenta por ciento lo hago porque no soy capaz de calcular con un altísimo nivel de detalle los procesos físicos involucrados en el tirado de la moneda. Pero, de hecho, el proceso físico es determinista ya que no concurre ningún elemento cuyo comportamiento individual no lo sea luego por fuerza el resultado del tirar la moneda estará determinado. Si decimos que saldrá un cincuenta por ciento cara es porque con ese enfoque matemático, te lo concedo, logramos predecir el resultado a la larga, bien, pero no porque esté indeterminado o incausado el resultado de cada lanzamiento. Lo que digo yo es que otro tanto pasa con el indeterminismo inherente de nuestros procesos decisorios ya que estamos formados por elementos individuales de comportamiento determinista.

******************(CONTINUARÁ)***********************

domingo, 12 de abril de 2009

Libertad vs Determinismo revisitado

Recientemente se ha escrito un post que pretende criticar tanto uno mío como uno de Pascual.

Si nosotros afirmamos que la moral no necesita del libre albedrío la contraargumentación se cifra en afirmar que:

El problema (...) con este argumento es que siempre se plantea como si de hecho pudiéramos elegir, en sentido profundo, entre una sociedad con normas y una sociedad sin ellas, cuando desde un punto de vista determinista éstas no son más que el producto último de la interacción de micro-partículas. Es decir, el argumento pretende persuadirnos de que es mejor que nos decantemos por una sociedad que trata a los hombres como si fueran responsables de sus actos, pero ese intento de persuasión es absurdo y fútil, porque si finalmente tratamos (o no) a los hombres como si fueran responsables será porque está determinado que los tratemos de ese modo, no porque nos "hayamos decantado" o "decidido en favor de" ese modelo de sociedad después de sopesar el argumento. Por tanto, desde un punto de vista determinista, carece de sentido plantear el argumento, sobre todo si es con la pretensión de persuadirnos.

Dos réplicas por lo menos.

En primer lugar, enfatizar el hecho de que mi argumentación no buscaba chocar con el libre albedrío sino no hacer uso de él por lo que la argumentación citada no ataca el núcleo de mi anotación.

En efecto, no pretendía ninguna persuasión moral sino reducir al máximo el número de premisas que necesitamos aceptar como verdaderas para instaurar una ley o diseñar una moral. Se trata de descubrir si necesitamos la libertad o no para el gobierno efectivo de la ley -por extensión de la moral.

Un símil válido sería el tratar de averiguar si el axioma quinto de la geometría de Euclides es necesario o no siendo la respuesta algo que sólo cambia la formulación de, no la geometría misma, no sus proposiciones geométricas por lo que no se pretende con la especulación sobre otra axiomática una argumentación geométrica, por lo que no se pretende con la especulación sobre otras premisas de partida una persuasión moral.

En segundo lugar, el pretender que porque estamos determinados no es posible argumentación alguna me parece que lisa y llanamente es no comprender lo que implica el determinismo, es parodiarlo, es decir, incluso, que nuestro cerebro como órgano razonador no es un producto adaptativo.

Cuando se habla de determinismo frente al libre albedrío se quiere decir que nuestros procesos cognitivos son como un programa que con los mismos datos de entrada generan la misma salida.

Evidentemente con diferentes datos de entrada no se tiene por qué generar la misma salida y evidentemente una argumentación blandida hacia alguien puede ser considerada un dato de entrada diferente para ese alguien al punto que le cambie su actitud. ¿Acaso no existen deterministas programas que aprenden, que, por tanto, pueden ser persuadidos? ¿No basta esta trivial prueba empírica para tumbar toda "argumentación" verbal que apunte a lo contrario?

Lo que un determinista sí podría decir es que nosotros estamos coaccionados a aceptar como válido, v.gr, el modus ponens de modo que, efectivamente, carece sentido persuadir a alguien de su validez -otro hecho es que por nuestra común estructura neurobiológica lo acepte- pero sí que tiene sentido mostrar cómo está malusando dicha herramienta cognitiva en el sentido de que no está viendo -por una mezcla de sus características capacidades cognitivas (no toda determinística computación es igual de eficaz) y nuestras propias argumentaciones- la solidez y coherencia de una argumentación.

Además debo insistir en que una paradoja verbal no demuestra sino que verbalmente no es formulable el problema pero no que no sea resoluble mediante lenguajes más potentes como el de las matemáticas. Matemáticas, por cierto, que al dar fundamento a la física dan buena muestra de lo poco sostenibles o cuando menos osadas que son las creencias en procesos incausados.

Finalmente diré que para que personalmente me tome en serio cualquier defensa del libre albedrío debe olvidarse de apelar a falibles conclusiones emanadas de experiencias subjetivas o de congestionables juegos de palabras y tener la osadía de postular una metafísica a la altura intelectual del naturalismo. Realmente me parece posible, ¿por qué no?, pero sobre todo me parece honesto porque no obvia la profundidad de lo expuesto en la otra parte.

sábado, 11 de abril de 2009

Antinomias

El monarca decidió que él podía hacer –y haría- que la gente dijese la verdad. El podía obligarlos a practicar la veracidad.

Se entraba a su ciudad por un puente. Sobre éste hizo construir un patíbulo. Cuando al amanecer del día siguiente fueron abiertas las puertas, el Capitán de la Guardia se encontraba apostado allí con un escuadrón de tropas, para examinar a todo el que entraba.

Fue hecho este anuncio: "Todos serán interrogados. Si dicen la verdad, se les permitirá entrar. Si mienten serán colgados."

Nasrudín se adelantó

-¿A dónde va usted?

-Yo -dijo Nasrudin lentamente- voy camino de ser colgado.

- ¡No le creemos! - le contestaron

- Muy bien, si he mentido, ¡cuélguenme!

- Pero si lo colgamos por haber mentido, habremos hecho que usted dijo sea cierto

- Así es: ahora saben lo que es la verdad...¡SU verdad!


Cómo Nasrudín creó la verdad, en Las hazañas del incomparable mulá Nasrudin

Uno de los grandes hallazgos de Kant es su idea de las antinomias que demostraba, con consecuencias letales para la metafísica, que cuando la razón rebasa la experiencia posible, a menudo cae en (...) perspectivas igualmente racionales pero contradictorias

Por lo tanto, en realidad, al llegar a una paradoja en una argumentación verbal -si dicha argumentación no es falaz- no demostramos nada salvo que el lenguaje es insuficientemente efable como para manejar los conceptos inmersos en la susodicha argumentación.

Esto se ve aún más claramente en la jerarquía de lenguajes realizadas por Chomsky en donde una lenguaje es inferior a otro cuando el primero puede llegar a contradicciones con ciertas gramáticas que expresadas en el segundo lenguaje no se dan.

Es evidente que, como demostró Gödel, la lógica simple de Aristóteles es un lenguaje menos potente que las matemáticas por lo que es más que posible que una argumentación retórica cuando se aviene a cumplir meramente la lógica bivalente se encontrará con contradicciones que no son tales para las matemáticas.

Una muestra de ello lo encontramos en las paradojas de Zenón que vienen a demostrar que es imposible recorrer distancias infinitas en tiempo finito, paradojas que Newton borró de un plumazo con su cálculo matemático que demostró que, por contraintuitivo que parezca, dicho hecho sí es posible.

¿Conclusiones? Te las dejo como deberes pero a bote pronto se me ocurren dos:

1) Tal vez parte de la metafísica -de la que ya he hecho una revindicación- no esté acabada sino emigrada. Del reino de Humpty Dumpty (Cuando yo uso una palabra -insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos) al de Pitágoras, de hecho, no es una hipótesis, es un realidad en cuestiones cosmológicas -tal como previó Kant- ya que hoy día poco se puede averiguar sobre el origen del universo sin hacer uso de abstrusas geometrías tetradimensionales.

2) Tal vez el mero palabreo no es suficientemente válido para la argumentación científica pues puede atascarse fácilmente, puede alcanzar paradojas o contradicciones que no lo serían a la luz de un lenguaje más potente, se necesita algo más como medida de apoyo: bien la formalización matemática, bien la evidencia empírica.