martes, 27 de noviembre de 2012

A propósito del solipsismo y las reglas y el lenguaje privado

Un rasgo esencial de la visión de [Merlin] Donald es su concepto de que la evolución humana pasó de la vida "episódica" de los simios a una cultura "mimética", (...). Donald propone que la mimesis -el poder de representar emociones, sucesos externos o relatos utilizando sólo el gesto y la postura, el movimiento y el sonido, pero no el lenguaje- sigue siendo la base de la cultura humana actual. 
(...)
Donald va más allá, y considera la habilidad rítmica esencial no sólo para toda la música, sino para todo tipo de actividad no verbal, desde los simples patrones rítmicos de toda la vida agrícola hasta los comportamientos sociales y rituales más complejos.

Los neurocientíficos a veces hablan de "el problema de la conjunción", el proceso mediante el cual diferentes percepciones o aspectos de la percepción concluyen y se unifican. ¿Qué nos permite, por ejemplo, unir la visión, el sonido, el olor y las emociones que nos despierta la visión de un jaguar? Esa conjunción en el sistema nervioso tiene lugar mediante la excitación rápida y sincronizada de células nerviosas en las diferentes partes del cerebro. Al igual que las rápidas oscilaciones neuronales unen diferentes partes funcionales del cerebro y del sistema nervioso, el ritmo une los sistemas nerviosos individuales de una comunidad humana.

[Oliver Sacks, Musicofilia]

Según resume (acertadamente a mi ver) Kripke, Wittgenstein rechaza, por un lado, que sea posible imaginar las sensaciones de los demás según el modelo propio, las de uno mismo; pero por otra parte, sigue insistiendo que no aprendemos nada siguiendo una regla luego no es posible manejar un protocolo que descifre las conductas de una persona para averiguar qué sensaciones le asaltan. ¿Cómo sabemos entonces que alguien tiene por ejemplo un dolor de muelas?

Wittgenstein escribe:
[..] supongamos que otra persona y yo tuviésemos en común una parte de nuestros cuerpos, digamos una mano. Imaginemos los nervios y tendones de mi brazo y los del brazo de A conectados a esta mano por una operación. Imaginemos ahora que una avispa pica el brazo. Los dos gritamos, hacemos un gesto de dolor y damos la misma descripción del dolor, etc. ¿Diremos ahora que tenemos el mismo dolor o dolores diferentes? Si en tal caso alguien dice: ‘Sentimos dolor en el mismo sitio, en el mismo cuerpo, nuestras descripciones coinciden, pero así y todo, mi dolor no puede ser el suyo’, yo supongo que se inclinará a decir como justificación: ‘porque mi dolor es mi dolor y su dolor es su dolor’. Y entonces se está haciendo un enunciado gramatical sobre la utilización de la expresión ‘el mismo dolor’. Se dice que no se quiere aplicar la expresión ‘tiene mi dolor’ o ‘ambos tenemos el mismo dolor’, y en su lugar se utilizará quizá una expresión como ‘su dolor es exactamente igual al mío’ (BB 54/ CAM 87).
Hacker comenta que este párrafo es confuso por varias razones, una de ellas, tal vez la principal, es que si se sostiene que la diferencia entre dos dolores, entre mi dolor y el dolor de otro, radica en que en un caso yo lo tengo mientras que en otro caso es él el que lo tiene, entonces, ser poseedor es una marca definitoria del dolor. No obstante, dirá Hacker, el poseedor del dolor no puede ser una propiedad del dolor, se quiere decir, tener un dolor es una propiedad de la persona que sufre pero dos sustancias, en este caso ambos dolores, se distinguen por sus propiedades particulares, ahora, el dolor que yo tengo no se diferencia del dolor del otro por el hecho que uno me pertenece a mí y no a él.

Falso. Sí se diferencia, después de todo, un dolor como cualquier otro concepto no es una entidad que mora en el reino de las Ideas esperando ser implementado por un lance concreto, todo lo contario, está enredado en una serie de circunstancias concomitantes que lo hacen único y por tanto su expresividad está sujeta a las mismas restricciones que cualquier otra idea:

 Imagina que eres un gemelo de esos místicos que siente dolor cuando tu hermano, aún estando distante, siente a la vez dolor; y supongamos para ello incluso acción fantasmal, conexión mística,  da igual; ahora, cuando él siente dolor en su brazo, tú sientes el dolor de su brazo, su dolor propio y característico pero sintiéndolo tú, insisto. Podríamos tal vez concebirlo, como tener un tercer brazo, de acuerdo, no obstante, si él siente dolor de cabeza, ¿cómo es posible que tú sientas su dolor de cabeza sin que a la vez sientas dolor en tu cabeza? ¿Cómo es posible que te duela a ti la cabeza de otro?

Cuando Wittgenstein dice que no nos hacemos con la sensaciones de otro por transferencia, significa que no sentimos el dolor de cabeza de otra persona como nuestro aunque en otra cabeza: eso es un absurdo. Y cuando Wittgenstein dice que no aplicamos una regla para identificar un dolor, significa que no discernimos una sensación por ingeniería inversa en función de sus síntomas conductuales y la hacemos visible en términos intelectuales, no, nuestra manera de notar el dolor en otras personas es similar a cuando miramos a un pobre jackass recibir una patada en la entrepierna y por acto reflejo nos llevamos a la nuestra la mano mientras musitamos asustados aquello de "¡dios! ¡qué dolor!": el dolor de otro es una onda expansiva que nos llega fruto de un reconocimiento gestáltico construido (evolución en parte, educación mayormente) para oír ese fenómeno, o sea, hace bien Wittgenstien en esquivar ambas opciones, esto es, no sentimos la patada en la entrepierna del otro: nos llega su dolor; y no inteligimos (reglas observadas mediante) la patada en la entrepierna del otro: nos llega reverberado un dolor (que no su exacto dolor). 

Ahora bien, sería erróneo asumir literalmente la espacialidad que trae consigo la colocación lingüística del verbo "llegar": cuando sentimos el dolor del brazo, en sentido estricto no nos llega un dolor: somos ese dolor -sistema nervioso mediante- solo que reverberado.

Mutatis mutandi, cuando sentimos el dolor testicular de un compañero luego de una patada ahí, en sentido estricto no nos llega un dolor: somos ese dolor "neurogamia" (o matrimonio de sistemas nerviosos) mediante, o sea, lo que nos permite saber de otras sensaciones no estrictamente localizadas en mi cuerpo físico es que, además de la red nerviosa, tenemos otra tecnología conectiva como son las mímesis injertas en nuestra psique a nivel gestáltico -o formas de vida tal y como las bautizaba Wittgenstein.

jueves, 15 de noviembre de 2012

La paradoja wittgensteiniana

Leo a Wittgenstein su páragrafo 201:
nuestra paradoja era ésta: ningún curso de acción podía estar determinado por una regla, porque todo curso de acción puede hacerse concordar con la regla.
y a propósito luego leo a Saul A.Kripke, A propósito de Reglas y Lenguaje Privado:
muchos puntos de contacto entre las discusiones de Quine y de Wittgenstein. Sin embargo, Quine asume con mucho gusto que sólo la evidencia conductual va a admitirse en su discusión. Wittgenstein, por el contrario, emprende una extensa investigación introspectiva, y los resultados de la investigación, como veremos, constituyen un rasgo crucial de su argumento. Además, en él, el modo de presentarse la duda escéptica no es conductista. Se presenta desde "dentro". Quine presenta el problema del significado en términos de un lingüista que trata de adivinar lo que otra persona quiere decir con sus palabras a partir de su conducta. En cambio, el reto de Wittgenstein puede serme presentado como una cuestión acerca de mí mismo: ¿Hubo algún hecho pasado acerca de mí (lo que quise decir mediante "más" que imponga lo que debo hacer ahora?
Pero volvamos con el escéptico. Éste arguye que, cuando respondí "125" al problema "68+57", mi respuesta fue un injustficado salto al vacío; mi historia mental es igualmente compatible con la hipótesis de que quise decir cuás y, por tanto, debería haber respondido "5".
Honestamente, no creo se ilustre bien el ejemplo recurriendo a la enésima versión del diablo cartesiano, del escéptico humeano, del adicto al LSD que perdió toda noción de tiempo y ser. Con tan añejo argumentario, evidentemente, no se hermanarán Quine y Wittgenstein, empero, sí creo lo haría entender el que, aun empezando uno desde adentro, otro desde afuera; ambos encuentran el mismo carácter conjetural y tentativo a nuestros modos de seguir una regla, cualquier regla, es decir, ambos -y tal vez sin saberlo explícitamente,- dan cuenta del carácter holístico de todo conocimiento puro, esto es, y como cuando nos encontramos a un chavalín preguntándonos por el significado de una palabra y cómo por toda respuesta nos encontramos remitiéndonos a otra entrada al diccionario de uno de los términos implicados en la definición y así ad infinitum si se quisiera; cualquier comprensión de lo que signigica la regla sumar tiene un ámbito de limitado alcance, quiero decir, salvo que sepamos derivar de una forma axiomática y autoconcluyente (como pretendieron en balde Russell y Whitehead a principios del s.XX) qué sea la suma, finalmente, tendremos que dar por (conjeturalmente) asumidas ciertas nociones para poder seguir adelante y hacer la suma, esto es y termino, ninguna de las reglas que manejamos sobre suma o lo que sea sean concluyentes en su definición de lo que hacemos, por el contrario, es una tentativa interpretación de las mismas lo que nos hace creer comprender lo que significa sumar o manejar cualquier otro término conceptual.