lunes, 28 de marzo de 2011

Biosfera 2

(Más anotaciones ya publicadas y ahora reproducidas otra vez)

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Si queréis creerme, bien. Ahora diré cómo es Octavia, ciudad telaraña. Hay un precipicio entre las dos montañas abruptas: la ciudad está en el vacío, atada por dos crestas por cuerdas y cadenas y pasarelas. Uno camina por los travesaños de madera, cuidando de no poner el pie en los instersticios, o se aferra a las mallas de una red de cáñamo. Abajo no hay nada en cientos y cientos de metros: pasa alguna nube; se entrevé más abajo el fondo del despeñadero.
Esta es la base de la cuidad: una red que sirve para pasar y para sostener. Todo lo demás, en vez de alzarse encima, cuelga hacia abajo: escalas de cuerda, hamacas, casas en forma de bolsa, percheros, terrazas como navecillas, odres de agua, piqueras de gas, asadores, cestos colgados de cordeles, montacargas, duchas, trapecios y anillas para juegos, teleféricos, lámparas, tiestos con plantas de follaje colgante.
Suspendida en el abismo, la vida de los habitantes de Octavia es menos incierta que en otras ciudades. Saben que la resistencia de la red tiene un límite

Las ciudades sutiles, número 5, extraído del libro Las ciudades invisibles de Italo Calvino

La naturaleza nos tiene inscritos en una carrera hacia a ninguna parte. Una carrera donde nadie tiene asegurado siquiera un mísero premio de consolación. Pero llevar demasiado lejos la metáfora atlética nos puede transmitir la ilusoria creencia de que, en nuestro transitar por la historia, nos bastaríamos a nosotros mismos para seguir sobreviviendo cuando, por el contrario, también importa -y cuánto importa- la trayectoria evolutiva de las restantes especies, dado que ellas, acaban siempre convirtiéndose en garantes de evitar, o responsables de causar, eventualidades en el medioambiente potencialmente letales para nuestra propia especie.

Se podría decir que la biosfera es un complejo teatro de marionetas donde, gracias a la acción de otras marionetas, cada hilo logra sujetarse y por tanto cada especie, incluida la humana, necesita para su supervivencia del salvífico concurso de otras especies que juntas -pero solo si juntas- forman ese complejo sistema holístico llamado ecosistema.

Ahora bien, el privilegio de una especie cualquiera de copertenecer a un determinado ecosistema viene concedido únicamente por el gradual e implacable proceder de la selección natural de quien podríamos decir -en un ejercicio de antropomorfización de la misma y tal y como hace Darwin en el Capítulo IV de El Origen de las Especies- que

está buscando cada día y cada hora por todo el mundo las más ligeras variaciones; rechazando las que son malas; conservando y sumando todas las que son buenas; trabajando silenciosa e insensiblemente, cuandoquiera y dondequiera que se ofrece la oportunidad, por el perfeccionamiento de cada ser orgánico en relación con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. Nada vemos de estos cambios lentos y progresivos hasta que la mano del tiempo ha marcado el transcurso de las edades; y entonces, tan imperfecta es nuestra visión de las remotas edades geológicas, que vemos sólo que las formas orgánicas son ahora diferentes de lo que fueron en otro tiempo.

Se hace evidente, pues, la necesidad de apoderarse del papel realizado por la selección natural y poder zafarnos así de ese continuo proceso de domesticación al que somos permanentemente expuestos. Sólo en tal caso podríamos asegurar nuestra supervivencia así como la de aquellas especies que la hacen posible.

Tales napeoleónicas ensoñaciones fueron ensayadas por primera vez de forma seria a principios de la década de los 90. El experimento sería llamado Biosfera 2. Edward Osborne Wilson relatará en el libro Consiliencia (pág. 407) la odisea que supuso aquel experimento.

Se trataba de un ecosistema cerrado que alcanzaba hasta los 12.800 metros cuadrados. Estaba construido en el terreno desértico de Oracle (Arizona) y constaba de una bóveda de cristal dotada de suelo, agua, plantas y finalmente animales. Todo ello con la misión de emular el funcionalismo ecológico de la Tierra. Se trataba, en definitiva, de construir, a la manera de Matrioskas, una Tierra dentro de la Tierra, siendo ambas independientes. Independencia que tuvo dos lógicas excepciones: la primera es que sí hubo una conexión con el mundo exterior, en concreto, se habilitó la comunicación para poder mantener así el contacto con quienes entrasen allí. La segunda excepción fue que desde el exterior se suministró también energía eléctrica.

Diseño y construcción costaron 200 millones de dólares. El éxito del experimento se cifraba en poder probar que la vida humana podía sobrevivir, metidos dentro de una burbuja hermética, en cualquier lugar del sistema solar con independencia del calor y/o radiación que hubiera.

Ocho biosferanos voluntarios entraron en el recinto el día 26 de septiembre de 1991. Al principio todo parecía ir bien pero pasados cinco meses la concentración de oxígeno había disminuido desde el 21% original hasta el 14%. Esta cantidad, solo se encontraría normalmente a altitudes de 5300 metros. Era demasiado baja para la salud. Durante el mismo periodo los niveles de de óxido nitroso habían aumentado hasta niveles peligrosos para el tejido cerebral así como las concentraciones dióxido de carbono, cuya importancia todos conocemos.

Las especies que acompañaban a los biosferanos se vieron drásticamente afectadas por los súbitos cambios. Algunas se extinguieron abruptamente: diecinueve de los veinticinco vertebrados y todos los animales polinizadores desaparecieron, por contra, unas cuantas especies de cucarachas, chicharras y hormigas se multiplicaron en número inaudito. En el caso de algunas especies vegetales, como las ipomeas, pasionarias y otras trepadoras que se habían plantado para que actuaran como sumideros de carbono, su crecimiento resultó tan exuberante que empezó a constituir una amenaza notoria para las otras especies de plantas incluidas las de los cultivos que, ni que decir tiene, eran estrategicamente vitales.

A pesar de todo, los biosferanos fueron capaces de superar estos obstáculos, es más, llegaron a permanecer dentro del recinto los dos años enteros originalmente planeados.

Dicho esto, hay que dejar claro que Biosfera 2, como ensayo al menos, no fue en absoluto un fracaso. Al contrario, nos legó un buen puñado de lecciones siendo tal vez la más importante, la de certificar que aquellos parámetros que configuran un determinado ecosistema sólo pueden pasearse por unos determinados valores a través de un delicado ejercicio de funanbulismo, o al menos, siempre que se pretenda conservar de éste el carácter hospitalario que tiene con la especie humana. Y ese milagroso ejercicio de equilibrismo, por cierto, solo será posible gracias a una división de trabajo ecológica cuya complejidad organizacional y funcional es fruto de una paulatina acumulación de ensayo/error realizada durante millones de años y que, a todas luces, resulta inalcanzable, al menos hasta día de hoy, para cualquier ingeniería humana.

A propósito de este experimento tanto Joel E.Cohen, de la Universidad Rockefeller, como de David Tilman, de la Universidad de Minnesota, afirmarán que:

Nadie sabe todavía cómo manipular sistemas que proporcionan a los seres humanos los servicios de soporte de vida que los ecosistemas naturales producen gratutitamente(...)[y]a pesar de sus misterios y peligros, la Tierra sigue siendo el único hogar conocido que puede sustentar la vida.

No se puede, por tanto, pretender trascender u obviar a la madre Naturaleza y si la humanidad persistiera en su menosprecio a la misma entonces ¿no se estaría comportando, en cierto modo, como un adolescente malcriado que tuviera ridículos e imposibles sueños de emancipación? En ese sentido considero que las conclusiones de E.O Wilson son lo suficientemente elocuentes como para cederle las últimas palabras de la anotación:

Avanzar como si el genio científico y empresarial haya de resolver todas y cada una de las crisis que vayan surgiendo, implica que la degradación de la biosfera global puede gestionarse de igual manera. Quizá esto sea posible en décadas futuras (siglos parece más probable), pero en la actualidad todavía no se atisban los medios necesarios para ello. El mundo vivo es demasiado complicado para que pueda ser mantenido como un jardín en un planeta que se ha convertido en una cápsula espacial artificial. No se conoce ningún homeostato biológico que pueda ser activado por la humanidad. Creer otras cosa es arriesgarse a reducir la Tierra a un yermo, y la humanidad a una especie amenazada.

domingo, 20 de marzo de 2011

La mano invisible

(Más anotaciones ya publicadas y ahora reproducidas otra vez)

En su libro EL quark y el jaguar, Murray Gell-Mann define un sistema adaptativo complejo como

Aquel sistema que adquiere información acerca tanto de su entorno como de la interacción entre el propio sistema y dicho entorno, identificando regularidades, condensándolas en una especie de esquema o modelo y actuando en el mundo real sobre la base de dicho esquema. En cada caso hay diversos esquemas en competencia y los resultados de la acción en el mundo real influyen de modo retroactivo en dicha competencia

No es difícil entender estos sistemas adaptativos -que a su vez, a modo de Matriushkas, pueden estar hechos de sistemas adaptativos- como sistemas seleccionales que es el modo que tiene Edelman de denominar a aquellos sistemas que evolucionan de una forma darwinista.

Cada vez se están encontrando más sistemas adaptativos complejos (CAS, a partir de ahora) en la naturaleza.

La más impactante tal vez sea la de Lee Smolin, llamada Teoría del Multiuniverso Evolutivo, puesto que equipara al universo con un CAS. La idea afirma que existen

universos hijo que han nacido de los universos padre, no en un Big Crunch protegido por completo, sino más localizadamente, en agujeros negros. Smolin añade una forma de herencia: las constantes fundamentales de un universo hijo son versiones ligeramente "mutadas" de las constantes de su padre. La herencia es el ingrediente fundamental de la selección natural darwiniana, y el resto de la teoría de Smolin fluye naturalmente. Esos universos que tienen lo que hace falta para "sobrevivir" y "reproducirse" llegan a predominar en el Multiuniverso

Dado que las gramáticas de todas las lenguas naturales son diferentes esencialmente en los valores de una serie limitada de parámetros (...), algunos errores que los niños cometen cuando empiezan a hablar pueden interpretarse de una forma interesante: lo que es un error cuando hablo inglés (omitir el sujeto), puede ser perfectamente correcto en español. Por lo tanto, para un niño, aprender a hablar el inglés (como lengua materna) implica "desaprender" todas las lenguas que no son el inglés. Este proceso es contemplado desde un punto de vista selectivo, darwiniano: el niño, en sus primeras producciones de lenguaje, va probando distintos valores de los parámetros, encontrándose que unos son corregidos por los adultos (ej: "No se dice want cookies, se dice I want cookies") y otros no.

Edelman, sin ir más lejos, ganaría el premio nobel de Medicina al descubrir que el sistema inmunológico funciona como un sistema seleccional ya que en él

No hay ningún “alguien”, ninguna mente pensante controlando la defensa del organismo, ni siquiera una regla o un algoritmo predefinido que permita hacer la elección correcta en cada caso. El sistema inmunológico funciona mediante la selección, al estilo darwiniano. El antígeno es atacado por todo el repertorio variadísimo de anticuerpos disponibles, pero sólo los anticuerpos que se ajustan como una llave a estructura química del enemigo (los anticuerpos efectivos) son seleccionados para multiplicarse en masa por las células que los fabrican.

Esta misma analogía, de hecho, la utilizaría para explicar la memoria y por ende, la conciencia. Esto se debe a que el problema de la conciencia, al decir de Dennett,

no estará resuelto hasta que se desglose el ejecutivo en los subcomponentes que lo integran, que claramente son trabajadores inconscientes que funcionan (compiten,interfieren, se entretienen y hacen otras cosas) sin supervisión

Hecho conseguido, a mi parecer, con la teoría de darwinismo neuronal o TNGS que es una teoría de poblaciones que considera que la arquitectura neurofisiológica se va esculpiendo gradualmente con el paso del tiempo. Por pasos: Primero en el cerebro embrionario donde hay variación y selección en el desarrollo producido tanto por la migración de poblaciones celulares como por la muerte de células. A continuación se da también una selección en la formación de las sinapsis fruto de la experiencia quedándose más conectadas aquellas neuronas que más se hayan comunicado. Y, por último, en el cerebro maduro cuando ya esté formado el andamiaje neurofisiológico, la conciencia surgirá con la amplificación diferencial de de las sinápsis que al hacerlo formarán grupos neuronales que serán redefinidas por las reentrada se señales, lo que se ha dado en llamar Hipótesis del Núcleo dinámico, y que para explicarlo el propio Edelman propone, en su libro El universo de la consciencia, la siguiente analogía

Imaginemos un peculiar (incluso) extraño cuarteto de cuerda en el que cada intérprete responde con improvisaciones a las ideas e inspiraciones propias, así como a todo tipo de señales sensoriales procedentes su entorno. Como no hay partitura, cada intérprete tocará su melodía, que inicialmente no estará coordinada con las de los otros intérpretes. Imaginemos ahora que los cuerpos de los intérpretes están conectados entre sí por medio de multitud de fibras finísimas de tal modo que sus acciones y movimientos son transmitidos rápidamente en todas direcciones por mediación de señales generadas por los cambios de tensión de los hilos que sincronizan simultáneamente las acciones de todos los intérpretes

Es más que interesante la conclusión que unas líneas más abajo saca de la analogía

Aunque ningún director estuviera dirigiendo o coordinando el cuarteto (...) la producción global de los intérpretes tendería a ser más integrada y coordinada (...) que la que ninguno de los intérpretes lograría producir por separado

Y digo que es interesante esa conclusión (innecesidad de director y partitura pero, aún así, existencia de coordinación) porque recuerda a la metáfora de La Mano invisible de forma que es fácil colegir que la característica de los CAS es que, en la terminología de Hayek, todos ellos están regidos por un orden espontáneo al igual que el mercado y el resto de las instituciones sociales (lenguaje, derecho,dinero).

De hecho el darwinismo neuronal de Edelman fue prefigurado por Hayek en 1952 con su libro The Sensory Order: An Inquiry into the Foundations of Theoretical Psychology.

Puede que ahora haya quien se queje de la arbitrariedad de trasladar analogías biológicas a ciencias sociales pero es que

No fueron los científicos sociales quienes comenzaron a extender las analogías biológicas, sino al revés, fueron los naturalistas quienes emplearon generosamente el arsenal teórico de las humanidades. Expresiones como "economía de la naturaleza", "competencia", "división del trabajo" o incluso "evolución", que son omnipresentes en la obra de Darwin, son términos que proceden de las ciencias jurídicas, de la lingüística y de la economía política

Sin embargo, es importante anotar que lo que los sistemas seleccionales hace innecesario es la existencia de un planificador, esto es, carecen de teleología pero no de intervenciones, es decir, todos esos sistemas se mueven sobre un rango limitado de opciones de forma que podemos decir que esas limitaciones intervienen en el devenir del sistema.

Me explico y doy ejemplos. No sería posible la selección lingüística, antes mencionada, consistente en que el niño, en sus primeras producciones de lenguaje, vaya probando distintos valores de los parámetros, encontrándose que unos son corregidos por los adultos; no sería posible, digo, sin un instinto del lenguaje previo que determine cuáles son los parámetros que tiene, que ha de tener, una lengua.

No sería posible un sistema inmunológico en donde los anticuerpos que se ajustan como una llave a estructura química del enemigo (los anticuerpos efectivos) son seleccionados para multiplicarse en masa por las células que los fabrican, si antes el sistema inmune no interviene para dejar claro a los leucocitos cuáles son las células del cuerpo y asimismo dejar claro que éstas no pueden ser atacadas. Así el sistema inmune se revela como un órgano coercitivo espontánemente surgido que delimitaría el rango de acción de los anticuerpos so pena de enfermar de leucemia. Pero no sería un órgano planificador como hemos visto gracias a Edelman.

No sería posible, y termino con este último ejemplo, la selección neuronal en el embrión si previamente no existieran, lo que Edelman llama valores, esto es, una serie de diversas estructuras y circuitos neuronales fenotípicos seleccionados durante el tiempo de evolución y que proporciona las necesarias limitaciones al desarrollo neuronal.

Hay más ejemplos para poner pero creo que la idea está clara. Pero cuidado, eso no significa que esos rangos o parámetros que cercan el desarrollo del sistema no hayan podido surgir espontáneamente pero sí significa que, precisamente en virtud de su inviolabilidad, el sistema puede ser regido por un orden espontáneo y que el modo de asegurar esa inviolabilidad en estructuras sociales es la coerción.

Así, contra el pensar común enunciado por Milton Friedman de que la mano invisible muestra la posibilidad de la cooperación sin coerción, lo que realmente muestra la vivaz metáfora de Smith es que es posible -seguramente sólo así es posible- la creación de órdenes complejos extensos sin ningún planificador o director que determine a cada uno de los miembros o elementos de ese sistema qué debe hacer. Lo cuál, por cierto, no es óbice para que (a diferencia de un orden azaroso) sí haya que delimitar, aún si hace falta de forma coercitiva, qué es lo que no pueden hacer.

martes, 15 de marzo de 2011

El Mito ó en las fronteras del lenguaje

(En sucesivas fechas iré republicando anotaciones ya posteadas en su momento pero cuando al principio del blog, vamos, cuando apenas había lectores y justo por esto, seguro que aún no han sido leídas)

A lo largo de la historia se ha buscado infructuosamente una lengua perfecta que pudiera describir todo tipo de fenomenologías. Una lengua omniefable, lógicamente prístina, una lengua no redundante, mejor en todos los aspectos que cualquier otra natural o artificial; pues las primeras resultan ser imprecisas y redundantes y las segundas, limitadas en su alcance descriptivo. Umberto Eco, en su posiblemente mejor libro: La búsqueda de la lengua perfecta, dió cuenta de esa ilusoria utopía y de cómo su posible existencia atrajo, y atrae, la atención de innumerables pensadores occidentales desde Dante hasta Leibniz. Detrás de tal ímpetu se encuentra, nos dirá, la ilusión utópica de recuperar la lengua prebabélica y el estado fraternal de comunicación plena entre todos los pueblos del mundo anterior a la maldición divina de la confusión de lenguas. También, y en un aspecto más filosófico y contemporáneo, está la ingenua creencia de que todo conocimiento es codificable de una forma óptima en algún tipo de lenguaje.

Sin embargo, la reiterada y a la vez eficaz existencia del Mito a lo largo de la historia como medio transmisor de un conocimiento no articulable, precisamente lo que pone en entredicho es la existencia de un lenguaje omniefable que pueda captar todo pensar humano, al menos de forma inequívoca como es siempre la intención.

Un caso esclarecedor se dará en 1984. El semiólogo Thomas Sebeok es llamado por la Office Nuclear Waste Isolation para redactar un documento en donde se debía responder a una problemática concreta, a saber: el gobierno estadounidense había elegido ciertas zonas desérticas para enterrar allí residuos nucleares y buscaba averigüar cuál era el mejor modo de señalizar la zona como radiactiva pero de una forma que no sólo la señal fuera reconocible por la civilización actual sino por cualquier otro tipo de civilización habida y por haber. De esta manera, en caso de que la Tierra sufriera cualquier tipo de catástrofe y una civilización nueva surgiera de la nada o incluso fuera invadida por extraterrestres, habría que haber dejado claro, aún así, lo peligroso del lugar.

En el informe final, en la solución propuesta, Sebeok excluyó al instante cualquier tipo de comunicación verbal directa (obvio), olfativa (son de corta duración) o eléctrica (porque exigiría energía constante para su funcionamiento y por tanto no era aplicable a toda la casuística desplegada por la problemática). También excluyó toda ilustración pictórica por necesitar éstas, como evidenció, de ciertos presupuestos culturales para así no generar diferentes interpretaciones de significados contradictorios.

Otro tipo de soluciones más rebuscadas, como establecer señalizaciones que fueran renovadas cada tres generaciones, resultaron descartadas al igual que las señales eléctricas, por presuponer, al contrario de lo que exigía el problema, la continuidad intergeneracional de la humanidad.

A la postre, la solución sugerida fue instituir una especie de casta sacerdotal formada por científicos de diversas ramas que se autoperpetuarían por cooptación y que se verían obligados a difundir más que una información concreta, una sensación de miedo de nebulosa causación mediante todo tipo de trucos retóricos, bien sean mitos, bien leyendas, de forma que incluso una sociedad, aún de vuelta al estado de barbarie, seguiría pudiendo percibir el peligro de la zona a razón de la universal eficacia de los tabúes y los actos sacrílegos a la hora de despertarnos determinados sentimientos.

Resulta ilustrativo que Sebeok, al verse obligado a elegir entre diferentes formas de comunicación, escogiera una de tipo narrativo desplegándola, aunque sea pagando el precio de un conocimiento articulable y preciso, a través de un lenguaje mítico, un lenguaje ambigüo que no busca de forma directa atrapar un significado estático y accesible sino que nos obliga a la permanente caza de uno inaprehensible y proteico, un lenguaje del que sólo nos queda conformarnos con conseguir instantáneas efímeras y en breve caducas, un lenguaje poético, en definitiva, sólo desde el cual se puede instanciar una comunicación universal y atemporal de una experiencia humana como, en este caso, el terror a lo desconocido.

miércoles, 9 de marzo de 2011

La lotería en el Mercado

La Compañía, con modestia divina, elude toda publicidad. Sus agentes, como es natural, son secretos; las órdenes que imparte continuamente (quizá incesantemente) no difieren de las que prodigan los impostores. Además ¿quién podrá jactarse de ser un mero impostor? El ebrio que improvisa un mandato absurdo, el soñador que se despierta de golpe y ahoga con las manos a la mujer que duerme a su lado ¿no ejecutan, acaso, una secreta decisión de la Compañía? Ese funcionamiento silencioso, comparable al de Dios, provoca toda suerte de conjeturas. Alguna abominablemente insinúa que hace ya siglos que no existe la Compañía y que el sacro desorden de nuestras vidas es puramente hereditario, tradicional; otra la juzga eterna y enseña que perdurará hasta la última noche, cuando el último dios anonade el mundo. Otra declara que la Compañía es omnipotente, pero que sólo influye en cosas minúsculas: en el grito de un pájaro, en los matices de la herrumbre y del polvo, en los entresueños del alba. Otra, por boca de heresiarcas enmascarados, que no ha existido nunca y no existirá. Otra, no menos vil, razona que es indiferente afirmar o negar la realidad de la tenebrosa corporación, porque Babilonia no es otra cosa que un infinito juego de azares.

La lotería en Babilonia, de Jorge Luis Borges, incluido en su libro Ficciones


Como en Babilonia también todo parece dictado por el Sistema, que algunos llaman el Capitalismo. En realidad, no sabemos bien si sigue existiendo o desapareció; ni si lo que tenemos son las consecuencias de un Sistema puesto a punto en el siglo XIX y que funciona por inercia pero que en realidad ha cambiado con la acción de los gobiernos, del Estado de bienestar, de la ONU, de individuos concretos como Soros y otros que tienen capacidad para quebrantar y hundir, aunque sea momentáneamente, el buen funcionamiento del Sistema. En el caso de que siga existiendo, no sabemos si el Sistema perdurará hasta el fin de la historia, que ya ha llegado al decir de un tal Fukuyama. También podría ser que el Sistema -como la Compañía- fuera omnipresente pero sólo a efectos de cosas insignificantes (los salarios, el ocio, los muebles, el coche), mientras que lo ensencial le escapara (el pensamiento, la voluntad, la libertad para decidir personalmente); o que también esto le dependa. En incluso algunos se atreven a decir que en realidad el Sistema no existe, que fue un invento de un tal Marx que vivió hace ya más de un siglo y que en realidad son otros principios aún por descubrir los que realmente gobiernan la economía y la vida de los hombres.

lunes, 7 de marzo de 2011

El hombre que confundió a su mujer con un sombre (y II)

(Venimos de aquí)

En filosofía, hay una antiquísima tradición occidental, ya casi abolida, de vislumbrar al ser humano de forma dual, cuerpo y mente, alma y cuerpo. Tal perspectiva parece casi re-inaugurarse luego de leer el siguiente caso que nos relata Sacks, el de una mujer a quien de repente se le desvanece su sexto sentido, el de la propiorecepción, y se muestra entonces incapaz de mover los músculos de su cuerpo con la precisión de antes. Dicen que, o al menos hasta ahora, lo difícil no es conseguir que un brazo robótico agarre una pelota sino que sostenga un huevo y, lógicamente, que lo haga sin romperlo. Desaprender el control del cuerpo, en este caso por lesión neurológica, nos invita a reflexionar sobre el tácito manejo que tenemos sobre nuestro "yo" y cómo éste se construye no de una forma cibernética, esto es, recopilando información sensorial a través de nuestros sentidos; sino sentida, esto es, nuestras sensaciones son esencial y literalmente vividas. Nuestras sensaciones no nos informan, nos hacen ser.

Hay que anotar, es cierto, que un manejo de nuestro cuerpo es sólo posible porque ya nuestra propia mente tiene incorporada en su ser la, digamos, dimensión corporal, incidiéndose así en la tupida relación existente entre cognición y corporeidad. El caso que lo ilustra perfectamente es el de los miembros fantasmas: perder un brazo, un dedo, una pierna, cualquier miembro corporal, y sentir de repente y a pesar de la mutilación, un dolor venido de justo ese inexistente miembro mutilado. Y esto, que podría, que de hecho, es una molestia, una ilusión mental de caracter torturante ("Me creo en el infierno, luego estoy en él" Rimbaud dixit), paradójicamente, constituye la llave de paso, es más, la única vía posible para el manejo de un miembro artificial: solo sobre la ilusión o tenencia de un dolor fantasmal de, por ejemplo, una pierna, es posible la utilización de una pierna artificial. Un hecho nada trivial si se tiene en cuenta que somos cyborgs, que nuestra tecnología es medio simbionte a través del cuál nos mejoramos pero que, por lo visto, no nos puede refundir, hacer trascender.

Otra caso particularmente memorable aparece el día en el que un político, cuyo discurso estaba siendo emitido a través de la televisión, era recibido con carjacadas y pitorreos en el sanatorio por parte de los pacientes con afasia verbal. Esta dolencia impide una comprensión cabal de lo que quiere decir un texto y los que la padecen, si quieren ser capaces de comunicarse, se obligan a tener que fijarse en los otros parámetros concomitantes de un discurso como la gestualidad o el tono de voz. Consecuentemente: resultaba que la burlesca gestualidad y altísona voz del político era entendida por estos pacientes como un acto escénico hecho para reír. También había allí, y con poética simetría, una mujer con afasia tonal incapaz de leer los tonos emocionales o escuchar los gestos connotantes de una persona y que, con su concentrada fijación sobre la simple lógica de un texto, asimismo encontraba deshilachado y absurdo el discurso del político. Hay que preguntarse entonces porque la gente sana sí acaba hechizada con los políticos. Tal vez porque no atendemos ni a una dimensión ni a otra del discurso y esa desatención nos pierde, o tal vez porque socialmente toleramos la inverosimilitud dramática y la mentira piadosa en asuntos importantes o tal vez porque, como sugiere Sacks, simplemente deseamos ser engañados y no hay más.

Termino con último caso memorable aunque el libro, huelga decir, contenga algunos más también harto interesantes. El paciente Ray padece el sindrome de Tourette. Este un sindrome que se caracteriza por dejar al sujeto que la padece a merced de "un exceso de energía nerviosa y una gran abundancia y profesión de ideas y movimientos extraños: tics, espasmos, poses peculiares, muecas, ruidos, maldiciones, imitaciones involuntarias y compulsiones de todo género, con un humor extraño y juguetón y una tendencia a juegos de carácter extravagante y bufonesco". Afortunadamente, en principio diremos que afortunadamente, la enfermedad tiene un tratamiento que hace posible paliar la incidencia de tales tics. Sin embargo, curiosamente nos encontramos que Ray, después de empezar a tomar la medicación, siente que se le ha extirpado una vertiente de su personalidad de la que estaba satisfecho, una dimensión que le hacía ingeniosamente extrovertido, incluso un instrumentista de jazz, en concreto al tambor, terriblemente bueno, prodigioso sobre todo a la hora de realizar una jam session. A ojos de una tercera persona, Ray estaba poseído pero desde su propia perspectiva, su síndrome era como una suerte de plug-in cognitivo que, a pesar de su incontrolabilidad, le habilitaba nuevas conductas ante todo creativas. Finalmente se llega a una suerte de solución salomónica y Ray y Sacks acuerdan que la medicación sólo se tomará durante la semana y en el finde, Ray podrá liberar su vertiente rabelaisiana. Ray justificará que él simplemente es una persona escindida quien a diferencia del resto, tiene que recurrir a neurofármacos para transitar de una personalidad -con toda su estabilidad neuroquímica y bagaje propio de impulsos y sensaciones- a otra. En sus propias palabras dirá:
Tener el sindrome de Tourette es delirante, es como estar borracho siempre. Con el Haldol todo es tedioso, uno se vuelve normal y sobrio, y ninguna de las dos situaciones es de verdadera libertad, ustedes los "normales", que tienen los transmisores adecuados en sus cerebros, tienen todos los sentimientos, todos los estilos, siempre a su disposición: seriedad, frivolidad, lo que sea más propio. Nosotros, los que padecemos tourettismo, no: nos vemos forzados a la frivolidad por nuestro síndrome y nos vemos forzados a la seriedad cuando tomamos Haldol. Ustedes son libres, tienen un equilibrio natural: nosotros hemos de sacar al máximo partido de un equilibrio artificial.
Aún admitiendo nuestro mayor control o la mayor amplitud, en un específico momento, de nuestra paleta de estados anímicos; me resulta inevitable pensar aquí en la ubicuidad de, por lo menos, drogas blandas como el alcohol en las noches de fin de semana y me resulta entonces inevitable pensar en dónde y en quién ve Ray un neuroequilibrio natural.

Finalmente, el caso de Ray nos invita también a preguntarnos si nuestra personalidad es un rol compacto, hilvanado voluntad mediante, o bien una silva variada de conductas y ritos sociales que no se dejan fundamentar en nada, salvo si acaso, en un concreto mapa neuroquímico habido en un concreto trance puntual.

viernes, 4 de marzo de 2011

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero I

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, del neurólogo Oliver Sacks, es un libro catálogo de casos clínicos donde pacientes afectados por lesiones neurológicos se deben a una reconstitución de su modus vivendi. Si generalmente se analizan las influencias sociales, a la postre culturales, que de arriba-abajo moldean, coaccionan, el carácter de un individuo; aquí nos encontramos la perspectiva justo contraria: el análisis de cómo nuestras características neurobiológicas habilitan nuestra praxis cognitiva. Como el propio Sacks lo bautiza, estamos estudiando una neurología de la identidad.

En todos los casos descritos, el autor fue el médico que atendió a los pacientes quien, ante la imposibilidad de revocar unas lesiones neurológicas incurables, trató de buscar el modo de adecuar sus vidas a su nueva situaciónes, es decir, hablamos de una suerte de terapia existencial y estamos por tanto inmersos en un terreno fronterizo que bien podría llamarse neuropsicología.

Como el libro tiene naturaleza episódica, como tu paciencia límites precisos, no seré exhaustivo en el registro de casos pero sí espero exponer una muestra representativa de los mismos.

El primero da título al libro. Un hombre afectado de una extraña afasia visual es incapaz de alcanzar una visión de conjunto de lo que tiene ante sus ojos y de este modo se ve obligado a tirar de detalles aislados (v.gr: identifica a Einstein en una foto pero porque identifica su bigote y su cabello característico, no porque reconozca su cara ó bien, lunares y cicatrices varias le recuerden que esa cara del espejo es su cara, algo, por cierto, importante cuando unos se va a afeitar) para lograr entender qué es lo que tiene ante sus ojos. Este sujeto vive pues en el reino platónico donde los objetos no son sino agregados de Ideas o Figuras puras y así, ante una cosa enfrentada a sus ojos y obligado a describirla, dirá por ejemplo que es una "superficie continua plegada sobre sí misma" con "cinco bolsitas que sobresalen", o conjeturará que es "un monedero para monedas de cinco tamaños" y etc. y etc. pero no será capaz de identificar la hecceidad, la singularidad objetual de lo que tiene ante sus ojos, no será capaz de entender, en suma, que esta ante un guante de beisbol.

No obstante, como el paciente es un buen músico de fino oído, mediante melodías canturreadas, ha logrado, digamos, etiquetar ciertos comportamientos, hacerlos reconocibles, si bien, "si hay algo que le interrumpe y pierde el hilo musical", contará su señora esposa, "se paraliza del todo, no reconoce la ropa...ni su propio cuerpo" pero, en general, "canta canciones para la comida, para vestirse, para bañarse, para todo" porque "no puede hacer nada si no lo convierte en una canción". La historia, como se ve, recuerda a los casos de sordos de nacimiento quienes, gracias a la enorme plasticidad de nuestro cerebro, logran que la gestualidad asociada a lenguaje sordomudo pase a estar implementada por la zona cerebral que de normal se encarga del lenguaje, es decir, hablan con las manos literalmente, al menos literalmente desde la perspectiva del cerebro. Otro tanto diremos del caso que nos ocupa quien, aunque por un descuido puede fallar en la identificación (v.gr: en un momento dado las pistas, los pequeños detalles de su campo visual, le conminan a creer que su mujer es un sombrero y a poco le arranca el cuello), en general, logra recuperar la necesaria hecceidad con la que poder manejarse gracias a superponer a su campo visual un primoroso sentido del oído. Queda para la reflexión, sobre todo para aquellos que se dicen platonistas, por qué de otro modo, por qué sin hecceidad, una vida, una vida humana normal, resultaría imposible.

Tenemos el caso contrario, es cierto, tenemos el caso funesto y funesiano, de alguien que gracias a su descomunal memoria es incapaz de abstraerse de los detalles y pensar en un nivel menos detallista que el de el-aquí-y-ahora pero para explicar esto ya tenemos el discurso borgesiano sobre el rigor de la ciencia.

El siguiente caso a tratar implica a un paciente con síndrome de korsakov. El sujeto afectado por este síndrome, generalmente por un exceso de alcohol, tiene dañado el tejido cerebral encargado de la memoria y por tanto su capacidad retentiva, desde cierto momento de su vida, es limitada, limitada al punto de que cualquier cosa que se le dijera o se mostrase se le olvidará al cabo de unos segundos. No es que, en el caso que nos ocupa, el paciente no lograra registrar datos en su memoria sino que las huellas dejadas por las impresiones eran demasiado fugaces y más si concurrían además otros estímulos que pudieran distraerlo. Sucedía así que este paciente, Jimmie, se creía aún un joven cadete militar y si era capaz durante al menos un tiempo no encontrar elementos, como mobiliario o enfermeras del hospital, que revocasen su noción sobre dónde estaba, bien podría entonces sortear la crisis existencial. Las palabras de Hume: "no somos más que un amasijo o colección de sensaciones diversas, que se suceden a otras con una rapidez inconcebible y que se hallan en un movimiento y flujo perrennes", como dice el propio Sacks, definen mejor a Jimmie que a nosotros y aunque nuestro paciente no parecía darse cuenta de su carencia, al contrario de un mutilado de pierna o brazo; la constante inventiva correctora de disonancias cognitivas a la que se veía abocado permanentemente, por desgracia, le boicoteaban cualquier conato de serena felicidad.

Para solucionarlo, al principio Sacks trata de fijar la atención de Jimmie mediante la ejecución de algún tipo de actividad mental que no requiriera un uso excesivo de memoria. Hablamos de juegos como los damas o similares. Pero acabado el juego, levantado el telón, las sensaciones se desvanecen y si bien Jimmie lograba, había logrado, evadir por un momento los continuos desvanecimientos de la realidad, no había conseguido, empero, que tales juegos afectaran a su estado anímico. Podríamos decir, no sé si desacertadamente, que las narrativas inherentes a aquellos juegos de mesa no afectaban a su coctel neuroquímico más alla de la duración del juego. Sin embargo esta historia tiene un final que podríamos calificar, no sé si generosamente, de feliz puesto que, Sacks, luego de comprobar cómo a Jimmie las disposiciones rituales llevadas a cabo durante el transcurso de una misa le afectaban beneficiosamente y aún incluso acabado el juego, decide probar con la música, con el arte, y nota cómo también con estos juegos, gracias a su estructura narrativa, es capaz de concentrar su atención puesto que cada instante remite a otro pero es que además, tanto la música como el arte y a diferencia de los otros juegos, regala una sensación, un nuevo estado anímico más bien, que queda como agradable resabio final.

Jimmie, en definitiva, deambula por cada instante en búsqueda obsesiva de una escala temporal propicia para su volátil estado cognoscitivo. Sacks:
Jimmie, tan perdido en el tiempo "espacial" extensional, estaba perfectamente organizado en el tiempo "intencional" bergsoniano; lo fugaz, insostenible como estructura formal, era perfectamente estable, se sostenía perfectamente, como arte o voluntad. Además había algo que persistía y que sobrevivía. Si bien lo "fijaba" brevemente una tarea o un rompecabezas, un juego o un cálculo, por el estímulo puramente mental, se desmoronaba en cuanto terminaba esa tarea, en el abismo de la nadam su amnesia. Pero si se trataba de una atención emotiva y espiritual (la contemplación de la naturaleza o el arte, oír música, asistir a misa en la capilla), la atención, su "talante" su sosiego, persistía un rato, así como una instropección y una paz que rara veces mostró por lo demás en su periodo de estancia en la Residencia, quizás ninguna.
Creo que fue George Gurdjieff, quien decía que el alma no es a priori inmortal sino que ésta necesita ser cristalizada durante el transcurso de la vida de modo que solo algunos logran la inmortalidad. Tales heréticas consideraciones vienen a concluir el caso Jimmi:
Hace ya nueve años que conozco a Jimmie y neurológicamente no ha cambiado en absoluto. Aún tiene un síndrome de Korsakov gravísimo, devastador, es incapaz de recordar cosas aisladas más de unos segundos y tiene una profunda amnesia que se remonta hasta 1945. Pero humanana y espiritualmente es a veces un hombre completamente distinto, no se siente ya agitado, inquieto, aburrido, perdido, se muestra profundamente atento a la belleza y el alma del mundo, sensible a todas las categorías kierkegaardianas... y estéticas, a lo moral, lo religioso, lo dramático. La primera vez que le vi me pregunté si no estaría condenado a una especie de espuma "humeana", una agitación carente de sentido sobre la superficie de la vida, y si habría algún medio de trascender la incoherencia de su enfermedad humeana. (...). Quizás haya aquí una enseñanza filosófica además de una enseñanza clínica: que en el síndrome de Korsakov o en la demencia o en otras catástrofes similares, por muy grandes que sean la lesión orgánica y la disolución humeana, persiste la posibilidad sin merma de reintregración por el arte, por la comunión, por la posibilidad de estimular el espíritu humano: Y éste puede mantenerse en lo que parece, en principio, un estado de devastación neurológica sin esperanza.
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martes, 1 de marzo de 2011

Tiempos de juego

¿Cuál es el papel del tiempo? Tenemos el tiempo astronómico, el tiempo de la dinámica, y dado que entre nosotros se desarrollan continuamente reacciones químicas, tenemos también un tiempo químico interno. Pero el tiempo químico es un tiempo pobre, que solamente existe mientras se alimenta la reacción. Con la vida, la situación cambia radicalmente; con la inscripción del código genético tenemos un tiempo interno biológico que prosigue a lo largo de los miles de millones de años de la vida misma, y este tiempo autónomo de la vida no sólo se transmite de una generación a otra, sino que su mismo concepto se modifica. Se produce un perfeccionamiento evolutivo que evoca la historia de los ordenadores: una generación se sucede a la otra y permite realizar el mismo tipo de operaciones en tiempos cada vez más breves. Podemos llamarlo un perfeccionamiento cuantitativo. Pero parece también claro -(...)- que en el curso de la evolución biológica ha cambiado la cualidad del sistema dinámico, con un aumento de la complejidad que tiene hacia sistemas altamente inestables (un ejemplo es el cerebro de los primates, cuya inestabilidad permite amplificaciones y polarizaciones en cualquier dirección).

Aquí también vemos la irreversebilidad en acción, en la autonomía de los seres que tienden a hacerse cada más independientes del mundo externo.

Esta complejidad y esta autonomía encuentran, a mi parecer, el mejor ejemplo en el tiempo musical. En cinco minutos mecánicamente medidos de una composición de Beethoven hay tiempos más lentos, acelerados, vuelta atrás, premisas de lo que sucederá a continuación, todo esto en los cinco minutos del tiempo astronómico.

Es esta preparación para la complejidad y la autonomía del tiempo musical lo que vemos emerger en el transcurso de la evolución y que podemos comprender como la historia de los atractores. Por este motivo he centrado mi conferencia en la noción de atractor, desde el ejemplo más trivial, el rozamiento, a los atractores complejos de la neurofisiología y del clima.

He dicho que la vida creado el tiempo, pero esto ha podido suceder gracias a la creación de biomoléculas. En realidad, la probabilidad de las secuencias de polímeros es extremadamente distinta cerca del equilibrio y lejos del equilibrio: cerca, sería nula, lejos, se hace apreciable. Se puede por tanto decir que las biomoléculas son moléculas orgánicas cuya simetría ha sido rota por la irreversibilidad (de hecho hay que leer las biomoléculas en cierto orden, de izquierda a derecha, tal como se lee este texto). Esta ruptura de la simetría espacial es la expresión de la ruptura de simetría entre pasado y futuro. En todos los fenómenos que observamos, vemos el papel creativo de los fenómenos irreversibles, el papel creativo del tiempo.

Página 94 del libro El nacimiento del tiempo, de Ilya Prigogine

Para conservar las mismas funciones, los animales deben cambiar de forma. El estudio de estos cambios de forma es denominado "teoría de la proporción". La teoría de la proporción ha puesto al descubierto una sorprendente regularidad del cambio de forma sobre el abanico de 1 a 25 millones de veces en peso de los mamíferos desde la musaraña hasta la ballena azul. Si hacemos un gráfico de peso cerebral frente a peso corporal para todos los mamíferos de la curva llamada del ratón al elefante (o de la musaraña a la ballena), muy pocas especies se desvían gran cosa de una línea única que expresa regla general: el peso del cerebro crece tan sólo a dos tercios de la velocidad del corporal, según nos desplazamos de los mamíferos pequeños a los grandes. (Compartimos con los delfines mulares el honor de la mayor desviación hacia arriba de la curva.)

A menudo podemos predecir estas regularidades a partir de la física básica de los objetos. El corazón, por ejemplo, es una bomba. Dado que los corazones de todos los mamíferos trabajan de un modo esencialmente similar, los corazones pequeños deben bombear con una rapidez considerablemente mayor que los grandes (imagínense cuánto más rápidamente podría el lector accionar un fuelle pequeño, de juguete, que el modelo gigantesco que alimenta la forja de un herrero o un órgano del fuelle). En la curva del ratón al elefante en los mamíferos, la duración de un latido cardíaco aumenta a una velocidad de entre un cuarto y un tercio de la que aumenta el peso corporal al ir moviéndonos de los mamíferos pequeños a los grandes. La generalidad de estas opiniones se ha visto (...) respaldada por un interesante estudio de J.E Carrell y R.D Heathcote acerca de la proporción del ritmo cardíaco en las arañas. Utilizaron un rayo láser frío para iluminar los corazones de arañas en reposo y trazaron una curva desde la araña cangrejo a la tarántula, para dieciocho especies que abarcaban un abánico de pesos corporales de casi 1 a 1.000. Una vez más, la escala resulta regular con un incremento del ritmo cardíaco 4/10 de la velocidad de incremento del peso corporal (un incremento de 0,409 para ser precisos).

Podríamos extender esta conclusión para los corazones haciendo una afirmación general acerca del ritmo de la vida en los animales pequeños frente a los grandes. Los animales pequeños pasan por la vida mucho más rápidamente que los animales grandes: su corazón trabaja más rápidamente, respiran más frecuentemente, su pulso late mucho más deprisa. Aún más importante, el ritmo metabólico, el llamado fuego de la vida, crece tan sólo a tres cuartas partes de la velocidad con que lo hace el peso corporal en los mamíferos. Para mantenerse en funcionamiento, los grandes mamíferos no necesitan generar tanto calor por unidad de peso corporal como los pequeños mamíferos. Las diminutas musarañas se mueven frenéticamente, comiendo durante la práctica totalidad de sus horas de vigilia para mantener su horno metabólico al ritmo más elevado de todos los mamíferos; las ballenas azules se deslizan majestuosamente, con su corazón latiendo al ritmo más bajo de todas las criaturas activas de sangre caliente.

La proporción de la duración de la vida entre los mamíferos sugiere una fascinante síntesis de todos estos datos separados. Todos hemos tenido experiencias suficientes con mamíferos mascota de tamaños diversos para comprender que los mamíferos pequeños tienden a vivir menos que los grandes. De hecho, la vida de los mamíferos tiene una proporción de aproximadamente el mismo ritmo que los latidos del corazón o el ritmo de la respiración: crece a una velocidad de entre un cuarto y un tercio de la que crece el peso corporal, según nos desplazamos de los animales pequeños a los grandes. (El Homo sapiens emerge de este análisis como un animal muy peculiar. Vivimos mucho más tiempo de lo que lo haría un mamífero de nuestro tamaño. (...) [Antes] argumentaba qu los seres humanos evolucionaron por medio de un proceso evolutivo llamado neotenia: la preservación en los adultos de formas y ritmos de crecimiento que caracterizan las fases juveniles de los primates primitivos. Creo también que la neotenia es la responsable de nuestra gran longevidad. Comparados con otros mamíferos, todas las fases de la vida humana llegan "demasiado tarde". Nacemos como embriones indefensos tras una larga gestación; maduramos tardíamente tras una larga infancia; morimos a edades que tan sólo alcanzan los animales de sangre caliente de los tamaños grandes.)

Habitualmente nos compadecemos de nuestro ratoncito o jerbo, mascotas que han llegado al término de sus vidas, de uno o dos años como máximo. ¡Qué breve es su vida mientras nosotros permanecemos durante una buena parte de un siglo! (...), me gustaría plantear que tal compasión está mal dirigida (nuestra pena personal es, por supuesto, otra cuestión; la ciencia no trata de ella). Morgan estaba en lo cierto en Ragtime: los mamíferos pequeños y los grandes son esencialmente similares. La duración de su vida está ajustada al ritmo de ésta, y todos viven mucho tiempo a un ritmo majestuoso. Medido según su propio reloj interno, los mamíferos de distintos tamaños tienden a vivir el mismo periodo de tiempo.

Este concepto clave y reconfortante nos impide comprender un hábito profundamente arraigado del pensamiento occidental. Nos educan desde el principio para considerar el tiempo newtoniano absoluto como única vara de medida válida en un mundo racional y objetivo. Imponemos el reloj de nuestra cocina que marcha indiferente sobre todas las cosas. Nos maravillamos ante la velocidad de un ratón, expresamos aburrimiento ante la torpeza de un hipopótamo. Y, no obstante, cada uno de ellos vive al ritmo adecuado de su propio reloj biológico.

Página 332 del libro El pulgar del panda, de Stephen Jay Gould

(...): se ha demostrado hace poco que muchas plantas son sensibles a la relación entre luz roja e infrarroja que se refleja en ellas, lo cual permite saber si hay algún competidor verde invadiéndoles el terreno de luz solar. Cuando sienten que el entorno está poniéndose verde, ajustan su política de crecimiento e invierten más en la verticalidad, de modo de tener más oportunidades para competir.

Página 122 del libro Dulces sueños, de Daniel Dennett

Cualquier serie de acontecimientos, en la que intervenimos con sensaciones, percepciones, y quizá acciones, se escapa gradualmente del dominio de la consciencia si se repite de igual modo y con mucha frecuencia. Pero salta inmediatamente a la región consciente si el acontecimiento o las condiciones ambientales experimentan alguna variación con respecto a todas las incidencias previas.

Página 15 del libro Mente y materia, de Schrödinger