martes, 22 de diciembre de 2009

El significado es el uso

Von Glasserfeld, el que bautizó -creo- el constructivismo radical, en Construcciones de la experiencia humana, pág.46:

(...) la comunicación lingüística funciona bastante bien. Este funcionamiento exitoso puede parecer sorprendente, si tenemos en cuenta nuestro supuesto de que los significados son construcciones subjetivas. La respuesta del constructivista a esta cuestión es simple. Se deriva directamente de la noción básica de que la acción humana es esencialmente instrumental, sea física, conceptual o comunicativa. Así como nuestros conceptos se forman, modifican o descartan según cuán bien nos sirven en nuestros esquemas conceptuales, así las asociaciones semánticas entre palabras y conceptos se forman y modifican según cuán bien funcionan en nuestras continuas interacciones con los hablantes de nuestro lenguaje. Como este proceso de acomodación y adaptación está controlado principalmente por los fracasos en nuestros intercambios lingüísticos con los otros, no tiene fin, y nunca alacanzaremos un punto donde podamos decir que ahora sabemos el significado de todas las palabras y expresiones que hemos estado usando. Lo más que podemos afirmar es que nuestro uso del lenguaje parace compatible con el de los otros.

El aspecto revolucionario del enfoque constructivista de la comunicación es, (...), que modifica drásticamente el concepto de comprensión. Ya no puede sostenerse que el significado de las palabras debe ser "compartido" por todos los usuarios de un lenguaje porque estos significados se derivan de entidades fijas y externas. No es así. Cada usuario del lenguaje, de hecho, los ha abstraído de su propio mundo experiencial. Cuanto más, existe una relación de ajuste o compatibilidad entre los significados que los individuos atribuyen a una expresión dada. Desde el punto de vista constructivista, esto debe ser así, porque la comprensión de lo que otros hablantes quieren significar con lo que dicen no puede explicarse mediante el supuesto de que hemos conseguido reproducir estructuras conceptuales idénticas en la cabeza. Nuestra sensación de haber comprendido surge de la conclusión de que nuestra interpretación de sus palabras y oraciones parece compatible con el modelo de su pensamiento y actuación que hemos construido en el curso de nuestras interacciones con ellos.

En resumen, nuestro conocimiento del lenguaje y nuestro conocimiento de los otros no es, en esencia, diferente de nuestro conocimiento del mundo. Todo lo que llamamos "conocimiento", sea sensoriomotriz o conceptual, es el resultado de nuestra propia reflexión y abstracción a partir de lo que percibimos. La esperanza o la creeencia de que estas actividades puedan conducir a una verdadera imagen de una realidad existente en forma de independiente es una ilusión. Las imágenes que abstraemos de nuestras experiencias deben mostrar su viabilidad en ese mundo experiencial. En la medida en que resulten ser viables, servirán de modelo de ulteriores acciones y pensamientos. Así, si se adopta la orientación constructivista, se pierde la motivación por la búsqueda de la Verdad ontológica.

A cambio se obtiene una teoría relativamente consistente del conocimiento que hace que el mundo que experimentamos concretamente sea mucho más fácil de comprender

Kenneth J.Gergen en Construcciones de la experiencia humana, pág.166:
Para Wittgenstein las palabras adquieren su significado de un modo similar, digamos, a como una copa adquiere su significado en el juego del brindis. A través de la socialización en el juego, uno pone en contacto la copa con las de los otros, en un cierto momento y a cierta velocidad, la coloca sobre los labios en un momento preciso y bebe de ella cierta cantidad de líquido.

El significado de la copa está dado, entonces, por el modo en que funciona dentro del conjunto completo de prácticas que constituye el juego. Esto es, el mismo objeto ("la copa") podría tener significados completamente diferentes dentro de otros juegos culturalmente constituidos (como cuando, por ejemplo, uno lava los platos o un coleccionista de antigüedades tasa el valor de una copa).

Oportuno, también, es el concepto de Wittgenstein de una forma de vida, esto es, un patrón más amplio de actividad cultural en el que están inmersos juegos de lenguaje especiales. El juego de brindis es, en sí mismo, un constituyente de patrones más amplios de intercambio cultural, que giran en torno a distinciones entre trabajo y ocio, la ocasión especial en oposición a la normal, riqueza y pobreza, etc.

El significado dentro del juego depende del uso que se haga del juego en patrones culturales más amplios

domingo, 20 de diciembre de 2009

Juegos de imágenes

En computación hay diferentes tipos de archivos con los que guardar una imagen. Uno de ellas es bmp. En una matriz de n x m x o, se guarda el número de fila, el número de columna, finalmente el número de color que tiene cada pixel de una imagen. Es un tipo de archivo que recoge la imagen sin pérdida pero que ocupa siempre demasiados bits.

Para solucionar este problema de que los archivos sean demasiado grandes aparecieron los algoritmos de compresión con pérdida que guardan una imagen aunque no de forma exacta. Por ejemplo, los archivos tipo jpg no guardan la matriz entera sino que si en el pixel 1, 2, 3, 4, 5 y 6 está el mismo color, simplemente se apunta que del pixel 1 al 6 el color es el mismo. Obviamente los colores no suelen ser el mismo de un pixel a otro pero a veces la diferencia no es notable, puede ser obviada y con la compresión, la comprensión de la imagen puede mantenerse. Hay, ni que decir tiene, otro tipo de algoritmos que utilizan otro tipo de comprensión sin pérdida.

Hagamos ahora un poco de metafísica. No tenemos a nuestro alcance un BMP, una TOE (Wolpert dixit), una imagen de la realidad sin pérdida por lo que estamos abocados a soltar algoritmos de compresión con pérdida y si en el JPG lo que nos servía como criterio de omisión era el que a la postre fuera compresible la imagen, con la ciencia será la progresividad empírica.

Pero la cuestión es que legítimamente existen otros algoritmos de compresión con pérdida, otros juegos de lenguaje que dan otra imagen del mundo y cuyo efectivo concurso pone en jaque a aquellos ilusos que confunden una imagen (archivada en jpeg, archivada en ciencia) con la auténtica realidad.

sábado, 19 de diciembre de 2009

El día del escepticismo (moderno)

Oigo por ahí que el día 20 de diciembre, a razón de ser el aniversario la muerte de Carl Sagan, debería instaurarse como día del escepticismo.

Pasma comprobar cómo el escepticismo de Pirrón, Montaigne o Cioran que hacía de la duda su obsesión y de que cada cual haga de su capa un sayo su lema, se ha transformado, gracias a la mediática intervención del maestro Sagan, en un concepto que viene a decir que el único modus cognoscendi válido es el refrendado por la ciencia.

A propósito de esta ignorancia, no puedo evitar pensar en el camarero del bar que a la tarde visito. Siempre tomo café con leche, así que él, solícito como ninguno, nada más entrar en la cafetería, sin preguntarme, sin siquiera saludarme, luego lo hará, me prepara el café de forma que cuando me siento en la barra listo lo tengo .

Lo anecdótico es que, espiando una vez sus conversaciones con un supongo amigo suyo, escuché cómo era admirador de Sagan, de sus libros, de su obra, de su "escepticismo".

Ahora bien, aquel camarero podrá desgañitarse contra quien lee el horóscopo para ver si logra encontrar algo que haga merecer su grisáceo resto del día, podrá abroncar a quien enfermo de cáncer recurre a la homeopatía como último recurso, podrá mofarse de quien cree haber visto el fantasma de su madre recién muerta; pero por mucho que se mofe, abronqué y desgañite, por mucho que haga de la ciencia su particular ideología, me temo que en lo esencial, en cómo maquinamos puede ser la maquinaria del mundo, es obvio que su mecánico pensar no alcanza a aprehender lo esencial y quien sepa leer entre líneas, desde varias líneas atrás ya me habrá entendido.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Lo que la tortuga le dijo a Aquiles

En su momento reseñé por qué el constructivismo no es materialismo, cómo éste surge de una ilusoria concepción esencialista del lenguaje y como no ha lugar sino como creencia.

Bien estaría ahora retomar la crítica pero desde una perspectiva más quineana

Primeramente aclaremos cómo experienciamos lo real. Recojamos el caso del ojo.

Imagina que llevamos un robot-submarino a las simas del mar equipado con un tipo de cámara, llamémosla X, para visionar el fondo marítimo. Huelga decir del entorno que vetado está a la presencia humana.

Si preocupados estuviéramos de averigüar la naturaleza exacta del pigmento cromático de hasta la última de las rocas habidas allí, es lógico pensar entonces que tarde o temprano nos encontraríamos con la idea de que nuestra percepción cromática estaría mediatizada por la cámara-monitor X.

¿Qué podríamos hacer, de importarnos de verdad una exacta precisión, sino llevar hasta aquel subsuelo otra cámara Y para comparar visiones? Ahora nos encontraríamos, sin embargo, que no podríamos saber qué de lo que nos dice Y como nuevo y diferente es cosecha de la propia Y, u omisión de X porque ya estaba en el entorno. Necesitaríamos para averiguarlo una cámara Z.

Con esto, por cierto, estamos diciendo lo mismo que la tortuga, según Lewis Carroll, le vino a decir a Aquiles, a saber: el trilema de Agripa: no nos es dable la certeza.

En nuestro terrenal mundo, filmado por nuestros ojos, surge la misma paradoja: como vemos el mundo a través de tales órganos, aún si utilizásemos los del mosquito, del perro, de la vaca o del cerdo; no veríamos el mundo auténticamente real porque la visión "objetiva" del entorno depende de la constitución estructural del ojo del sujeto.

No es posible ver el mundo, no es posible la visión sin la intervención deformante, más bien creativa, de un órgano visual.

Con el lenguaje, con la descripción de la realidad -siempre lenguaje mediante- pasa como con la visión: si ésta no se daba sin el concurso, no sabemos hasta qué punto deformante -en puridad creativo-, del órgano visual; aquella no se dará sin el concurso, no sabemos hasta qué punto deformante -en puridad creativo-, del órgano lingüístico, de forma que cuando queremos describir la relación entre un lenguaje -pongamos el científico- y la realidad, necesitaremos de un meta-lenguaje Y que a su vez..., bueno, seguro que me sigues.

Con esto, por cierto, estamos diciendo lo mismo que la tortuga, según Lewis Carroll, le vino a decir a Aquiles, a saber: la alegoría de Gagavai: todo lenguaje se colapsa en una paradoja autorreferencial cuando se pretende metafísica.

Consecuentemente: El creer que nuestra ciencia -llamemósle lenguaje X- se acopla con la realidad porque es estructuralmente idéntica -o X% estructuralmente similar- sólo se puede decir desde un metalenguaje Y -llamemósle matemáticas- del que a su vez, sin embargo, no sabemos de qué modo auténticamente ve el mundo si no tenemos la opinión no sabemos cómo de objetiva de otro metalenguaje si no recurrimos a su vez, bla bla blá. Ya me sigues.

Con esto, por cierto, estamos diciendo lo mismo que la tortuga, según Lewis Carroll, le vino a decir a Aquiles, a saber: Traduttore, traditore: traducir lo real a un lenguaje -como toda traducción- lleva implícita una previa negociación, una consensuada omision de parte de lo habido en el texto original, en el mundo real.

jueves, 17 de diciembre de 2009

De lo que pasa cuando el materialista va a terapia lingüística

En su momento reseñé por qué el constructivismo no es materialismo y como éste no ha lugar sino como creencia.

Bien estaría ahora retomar la crítica pero desde una perspectiva más wittgensteniana.

Primeramente aclaremos cómo experienciamos lo real.

Recogamos el caso del ojo. Nosotros no contemplamos el mundo límpidamente antes bien, sin el monopólico concurso mediatizador de nuestro ojo no veríamos nada. De esto se deduce que nuestro órgano visual aprehende estructuralmente lo habido, que su par de instancias, el par de ojos, intervienen de forma sinérgica conformando una conjuntada visión única adjetivada como -valiente palabro- estereoscópica.

En realidad, todos los órganos funcionan tal que así, no obstante, con el órgano lingüístico, cuando se instancia en un lenguaje, a diferencia de las instancias de otrós órganos, nos encontramos con que éstas no se arrebujan en una congruente estructura uniforme sino que se manifiestan en un abánico en absoluto concordante de juegos de lenguaje.

Consecuentemente: el lenguaje científico es un juego de lenguaje más: mecánico, modelizador, formalizable, en total, algorítmico pero definitivamente uno más, y ni que decir tiene que ni el único (v.gr: poético), ni el infalible pues existen conductas (v.gr: subir escaleras) que aunque cognoscibles no se dejan aprehender siquiera por el órgano lingüístico.

Concluyentemente el aplicar modelos científicos en la exploración de la realidad y no recolectar nada inmaterial resulta tan sorprendente como el ir a un árbol y no encontrarse con hortalizas. No es una cuestión empírica antes bien, es una cuestión de vocabulario, de que cada práctica lingüística tiene sus reglas, sus maneras, sus resultados; pero huelga decir que no hay al alcance de un homo sapiens tal cosa como la plantilla de todas las prácticas, la definición de todo ente, esto es, no hay al alcance del homo sapiens tal cosa como una lengua omniefable, una realidad hecha entender.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El mono calculín

En su momento escribí esta alegoría pero la longitud de la anotación ahogó una idea en absoluto trivial. La retomo.

Un mono ve a tres leones entrar en una cueva. Al rato ve salir otros dos.

Hete aquí que conoce, de una forma tácita, la proposición "3 -2 = 1 es verdadero" y que por tanto queda un león en la cueva.

No obstante, no es capaz de expresar verbalmente dicha proposición, no tiene el don del lenguaje, consecuentemente no podrá presentar ese conocimiento a la comunidad de monos para que lo discuta, lo verifique o lo desapruebe y sin embargo, sí podrá validar motu propio el conocimiento "3 -2 = 1 es verdadero" de una forma empírica, subjetiva –el resto de la comunidad simiesca no sabría qué está validando- pero empírica, siempre y cuando entre en la cueva.

Dos apuntes a mano alzada. Uno epistemológico, otro hermenéutico.

Primeramente: Es posible desarrollar conocimiento empírico sin el concurso de la ciencia.

Segundamente y por último, si he puesto al mono calculín es para que desde nuestra privilegiada -por humana- posición veamos que el mono acierta pero no sabe qué acierta.

Huelga decir más.

martes, 15 de diciembre de 2009

Comprender una obra artística

Recién leí un ensayo de Arturo Sierra sobre estética a propósito de qué significa comprender una obra de arte.

La tesis, si no soy pésimo lector, enfatiza el carácter holístico de toda comprensión, arte incluido.

Una casi anécdota hallada en el ensayo motiva esta anotación y tal vez sirva de resumen a lo leído.

Mi vagancia es enorme así que no releeré la anécdota mas mi memoria es embustera así que tampoco esperes que sea enteramente veraz.

Cuenta Gould en una entrevista cómo Schubert siempre le pareció un compositor menor, cómo sus armonías simples, cómo artificialmente ornamentadas, cómo definitivamente frío lo dejaba.

Hete aquí que oye a Sviatoslav Richter interpretando al insigne compositor y, como si de una revelación mística se tratase, súbitamente comprende el por qué equilibradas sus voces, el por qué orgánicos sus ornamentos, el por qué, en suma, grande Schubert.

Si nos preguntásemos si hasta entonces un experto oyente como Gould había comprendido al austríaco, un servidor respondería que no, que lo había subsumido en una suerte de diccionario en donde la relación de los términos así como su propia naturaleza estaban bien definidos, porque tal es lo que implica una comprensión técnica de una obra musical, por extensión artística, pero nada más.

No obstante, será Richter quien verdaderamente le muestre el camino de la comprensión plena, averbal, holística de la obra pues a partir de aquella interpretación el canadiense logrará emocionarse con la obra del austriaco por esta vez comprenderla pero ya no en su siempre reduccionista significado técnico, gramatical, lingüístico, como de definición de diccionario, sino por comprenderla en su uso, en un uso para lo que sí, se necesitan reglas previas pero que en el lenguaje artístico no son sólo socialmente aprendidas, tal que en el lenguaje ordinario, sino creadas sensibilidad mediante por el autor para luego ser descubiertas, recreadas por el oyente, una vez más, vía sensibilidad.

En mi opinión, será precisamente el concurso salvífico de la sensibilidad en la comprensión de algo lo que diría caracteriza a una obra artística en tanto que artística.

Una sensibilidad, por cierto, que sospecho no se deja descubrir con ninguna guía, con ningún preciso mapa; una sensibilidad entonces que habrá que apresar con tácito tacto, modulando nuestros patrones cognitivos a la manera en que en una radio se caza manualmente una determinada sintonía ya que todo lo demás es ruido blanco, fría técnica pero nulo significado.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Si de las pinturas rupestres se descubriera que en origen no son más que manchas de moho, ¿seguirían siendo obras artísticas?

Toda esta idea puede contextualizarse -aunque recomendaría primeramente no hacerlo- a través del intercambio de pareceres de este, por lo demás, recomendable post.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Dexter y su ético pero injusto proceder

Dexter es una serie de TV sobre un asesino. Un hombre con irrefrenables deseos de asesinar que encuentra en un particular código deóntico del buen criminal el modo en que sus obras sean hasta socialmente productivas.

La razón es simple y es que Dexter sólo matará a aquellas personas de probada naturaleza criminal pero que por alguna u otra razón, la más de las veces leguleya, ha escapado de las garras de la justicia. A la postre será un corrector de la justicia.

Asesinos, pederastas, violadores, toda un pléyade de inmundicia es barrida de las calles por nuestro protagonista que, llegado el momento, al final de la segunda temporada, se preguntara si bueno o malo, para finalmente dejar de lado esa respuesta por imposible mientras conmina al espectador que le responda si capaz.

En esa misma temporada, un agente del FBI, que tenía por misión atrapar a Dexter, cuando se descubren todos los cadáveres de éste y cuando los forenses al identificarlos descubren que estamos ante criminales y cuando el equipo policial frena parte de su ímpetu ajusticiador por empatizar con esa suerte de protopolicía, recordará que toda violencia no venida del estado es y será terrorismo, independientemente de la intencionalidad que lo origine.

Esta advertencia es algo que se olvida fácilmente. Al estreno de la película de Batman, hubo liberales que encontraron en el hombre murciélago una emocionante apología de la justicia privada. Pero la admonición del agente del FBI es válida también para los personajes de la Marvel.

Entendámoslo, no es a quién hace y lo que hace Dexter algo que necesariamente convoque nuestro rechazo moral sino la falta de garantías procesales que toda persona modernamente ha de vestir cuando a la justicia va. Y ese descentralizado e impersonal proceso de ajusticiamiento, es algo que, redoble de tambores, sólo puede proveer una sociedad con una institución que tenga el monopolio de la violencia y que a su vez esté corregentada por toda la sociedad.

Inferir esto es trivial si se conoce la esencia de la justicia, la cual, paradójicamente, no se cifra exclusivamente en imponer lo justo sino que su quehacer debe ser, a su vez, intersubjetivamente verificable e intersubjetivamente verificado. Ambas cosas. Y sí, puede darse el caso de que se facture un acto bueno –v.gr: una merecida venganza- y que no sea justo pero porque en puridad la justicia no es una ética puesta en práctica sino una práctica social que excede la esfera personal, esto es, no buscará el aplacamiento de una conciencia sino el mantenimiento de la convivencia.

viernes, 4 de diciembre de 2009

El constructivismo no es materialismo

Von Glasserfeld, el que bautizó -creo- el constructivismo radical, en Construcciones de la experiencia humana, pág.44:
El constructivismo radical es desvergonzadamente instrumentalista (...) y esto debe ofender a los defensores del aforismo "La Verdad por la Verdad misma". Por consiguiente, lo desechan como materialismo barato. Pero esto, nuevamente es inapropiado.

El instrumentalismo característico del constructivismo no debe ser equiparado con el materialismo. El segundo principio listado más arriba afirma que la función de la actividad cognitiva es adaptativa.

Para los biólogos, por supuesto, la búsqueda de la viabilidad concierne al ajuste con el ambiente externo. Para el constructivista, cuyo interés se concentra exclusivamente en el dominio cognitivo en el cual no hay acceso a un ambiente externo, la viabilidad y la adecuación son siempre relativos al mundo experiencial del sujeto cognoscente.

Este cambio de significado fue explicado y demostrado por el biólogo Jakob von Uexkül (1933). En un encantador libro (...) mostró que todos los organismo vivientes crean para sí mismo dos ambientes coordinados: un amiente de acciones (...) y un ambiente de percepciones (...). Ambos ambientes son necesariamente subjetivos, porque el primero depende de la capacidad particular de acción del organismo y el segundo del alcance del equipamiento sensorial del mismo.

jueves, 3 de diciembre de 2009

La gran ilusión

Con frecuencia se cree que la ciencia refrenda determinadas nociones metafísicas. La más célebre, la causalidad, ubicua en todas las teorías.

Por mor del argumento existe la causalidad.

Pues bien, aún así, mientras no sea posible establecer un modelo absolutamente descriptivo de la estructura del universo entonces resultará imposible detectar, en dos fenómenos cualquiera, una causalidad irrefutablemente verdadera, no una mera correlación provisionalmente etiquetada como causa.

Ilustraré lo que quiero decir. Una regularidad empírica nunca falsada:
Un objeto cuando está a cierta altura siempre cae.
A priori, podríamos sentenciar que dicha correlación fenoménica nos apunta indudablemente a una causa que fuerza la ligazón de los fenómenos mentados. De la fuerza de la gravedad hablamos.
Hoy sabemos de ésta que nace a causa de una deformación del espaciotiempo, que afecta a los objetos masivos, que pueden existir entes sin masa, como los taquiones, no afectados por ella. No caerán. La correlación se viola con ellos.

Cabe preguntarse ahora qué paso, cómo una regularidad empírica que creíamos ineluctable, de repente, se disipó aunque para un caso límite.

Fácil. Se pretendió homogeneizar una casuística dispar, más diversa que nuestras ingenuas generalizaciones.

La verdad, aún asumiendo que la causalidad realmente anude los diferentes fenómenos naturales que componen el tejido de la realidad, ésta puede ser lo suficientemente tupida como para que allí donde nosotros vemos una causa, realmente, a razón de nuestra miopía cognitiva, no concurran una sino varias tal vez infinitesimales, que romperían la casuística que teníamos previamente establecida con nuestros modelos formales.

A resultas de ello, es siempre del todo injustificada la idea de encontrarnos ante una causación de naturaleza irrevocable.

Mas si con la ciencia en la mano, la afirmación resulta de imposible verificación entonces sólo mediante filosofía puede recogerse la existencia objetiva de una causalidad.

¿Algún metafísico presente o derrumbamos ya un dogma bimilenario?

miércoles, 2 de diciembre de 2009

La ilusión del vivir

Un pez que distingue una lombriz cuando en realidad un cebo.

Un hombre perdido en el desierto que vislumbra un oasis en donde un espejismo.

Un manco que siente dolor en un brazo ya que momentáneamente olvidado de su tullida condición.

El payaso que hace una gracia aunque la carcajada porque él es la gracia.

Todos estos hechos recién registrados nos transfieren la convicción que Maturana magistralmente explicita en el libro Construcciones de la experiencia humana, pág.58:

Más allá de la vía sensorial a través de la cual tiene lugar una experiencia, y más allá de las circunstancias bajo las cuales ocurre, su clasificación como una percepción o una ilusión es una caracterización de ella que un observador hace a través de una referencia a otra experiencia diferente que, otra vez, sólo puede ser clasificada como una percepción o como una ilusión a través de la referencia a otra experiencia sujeta a las mismas dudas.

En suma: ninguna experiencia por sí misma tiene la garantía de auténtica por lo que nuestra idea de autenticidad, de estar ante lo auténticamente real, se cimenta no en algún metafísico fundamento transubjetivo que pueda ser consultado, sino en un yo entretejido con el resto de experiencias vividas y presto, por qué no, a ser desgarrado.

martes, 1 de diciembre de 2009

Metaexplicación

Imagina a un hombre con un ojo morado caminando por la calle. Imagina que se encuentra con un amigo. Imagina que, luego los rituales fácticos de rigor, es preguntado por su moratón.

El hombre responde que fue con un cenicero. Pero el amigo no consigue explicarse cómo sucedió aquello por lo que prosigue en sus indagaciones preguntando cómo fue que con un cenicero se hiciera tal cosa.

El hombre responde que el cenicero le hizo este moratón porque su mujer se lo tiró. Pero el amigo no consigue explicarse cómo sucedió aquello por lo que prosigue en sus indagaciones preguntando cómo fue que su esposa le hiciera tal cosa.

El hombre responderá entonces que se cabreó porque llegó demasiado tarde de una noche de juerga. Pero el amigo no consigue explicarse cómo sucedió aquello por lo que prosigue en sus indagaciones preguntando cómo fue que su esposa siempre tan calmada se pusiera aún así de tal guisa.

El hombre responderá entonces que desde que está embarazada tiene desequilibrios hormonales. Pero el amigo no consigue explicarse cómo sucedió aquello por lo que prosigue en sus indagaciones preguntando cómo fue que una persona aún embarazada puede tener tales desequilibrios hormonales.

Dejemos de imaginar esta improbable escena pues la conjunción de la seca parquedad del hombre con la viscosa curiosidad del amigo seguramente acabará por dar lugar a una conversación que se alargue ad infinitum.

Lo interesante sería averiguar si se pueden referir los hechos de un modo tal que a no dudar se deba considerar objetivamente una explicación y terminar de veras este diálogo.

Lo que Humberto Maturana comenta al respecto es que no, que el criterio de validación de una explicación, lo que consideramos como una explicación válida de una experiencia, es algo que subjetivamente consideramos como tal.

No faltará el lector que, en un ingenioso ejercicio de esgrima dialéctica, rechace desde su subjetivo parecer mi explicación de la explicación. Espero que entienda también que lo que le explico no es mi idea de una explicación sino que sin más le niego naturaleza impositiva a cualquiera de las suyas. ¿Me explico?