martes, 22 de diciembre de 2009

El significado es el uso

Von Glasserfeld, el que bautizó -creo- el constructivismo radical, en Construcciones de la experiencia humana, pág.46:

(...) la comunicación lingüística funciona bastante bien. Este funcionamiento exitoso puede parecer sorprendente, si tenemos en cuenta nuestro supuesto de que los significados son construcciones subjetivas. La respuesta del constructivista a esta cuestión es simple. Se deriva directamente de la noción básica de que la acción humana es esencialmente instrumental, sea física, conceptual o comunicativa. Así como nuestros conceptos se forman, modifican o descartan según cuán bien nos sirven en nuestros esquemas conceptuales, así las asociaciones semánticas entre palabras y conceptos se forman y modifican según cuán bien funcionan en nuestras continuas interacciones con los hablantes de nuestro lenguaje. Como este proceso de acomodación y adaptación está controlado principalmente por los fracasos en nuestros intercambios lingüísticos con los otros, no tiene fin, y nunca alacanzaremos un punto donde podamos decir que ahora sabemos el significado de todas las palabras y expresiones que hemos estado usando. Lo más que podemos afirmar es que nuestro uso del lenguaje parace compatible con el de los otros.

El aspecto revolucionario del enfoque constructivista de la comunicación es, (...), que modifica drásticamente el concepto de comprensión. Ya no puede sostenerse que el significado de las palabras debe ser "compartido" por todos los usuarios de un lenguaje porque estos significados se derivan de entidades fijas y externas. No es así. Cada usuario del lenguaje, de hecho, los ha abstraído de su propio mundo experiencial. Cuanto más, existe una relación de ajuste o compatibilidad entre los significados que los individuos atribuyen a una expresión dada. Desde el punto de vista constructivista, esto debe ser así, porque la comprensión de lo que otros hablantes quieren significar con lo que dicen no puede explicarse mediante el supuesto de que hemos conseguido reproducir estructuras conceptuales idénticas en la cabeza. Nuestra sensación de haber comprendido surge de la conclusión de que nuestra interpretación de sus palabras y oraciones parece compatible con el modelo de su pensamiento y actuación que hemos construido en el curso de nuestras interacciones con ellos.

En resumen, nuestro conocimiento del lenguaje y nuestro conocimiento de los otros no es, en esencia, diferente de nuestro conocimiento del mundo. Todo lo que llamamos "conocimiento", sea sensoriomotriz o conceptual, es el resultado de nuestra propia reflexión y abstracción a partir de lo que percibimos. La esperanza o la creeencia de que estas actividades puedan conducir a una verdadera imagen de una realidad existente en forma de independiente es una ilusión. Las imágenes que abstraemos de nuestras experiencias deben mostrar su viabilidad en ese mundo experiencial. En la medida en que resulten ser viables, servirán de modelo de ulteriores acciones y pensamientos. Así, si se adopta la orientación constructivista, se pierde la motivación por la búsqueda de la Verdad ontológica.

A cambio se obtiene una teoría relativamente consistente del conocimiento que hace que el mundo que experimentamos concretamente sea mucho más fácil de comprender

Kenneth J.Gergen en Construcciones de la experiencia humana, pág.166:
Para Wittgenstein las palabras adquieren su significado de un modo similar, digamos, a como una copa adquiere su significado en el juego del brindis. A través de la socialización en el juego, uno pone en contacto la copa con las de los otros, en un cierto momento y a cierta velocidad, la coloca sobre los labios en un momento preciso y bebe de ella cierta cantidad de líquido.

El significado de la copa está dado, entonces, por el modo en que funciona dentro del conjunto completo de prácticas que constituye el juego. Esto es, el mismo objeto ("la copa") podría tener significados completamente diferentes dentro de otros juegos culturalmente constituidos (como cuando, por ejemplo, uno lava los platos o un coleccionista de antigüedades tasa el valor de una copa).

Oportuno, también, es el concepto de Wittgenstein de una forma de vida, esto es, un patrón más amplio de actividad cultural en el que están inmersos juegos de lenguaje especiales. El juego de brindis es, en sí mismo, un constituyente de patrones más amplios de intercambio cultural, que giran en torno a distinciones entre trabajo y ocio, la ocasión especial en oposición a la normal, riqueza y pobreza, etc.

El significado dentro del juego depende del uso que se haga del juego en patrones culturales más amplios

5 comentarios:

Sierra dijo...

Pues a mí la cita de Gergen me parece bastante mala. Lo de la copa, más que explicar nada, confunde. No puedo imaginar el nivel de confusión que produciría en alguien que no ha leído la idea en Wittgenstein.

Héctor Meda dijo...

Oiga, pues a mi me gusta...

¡Feliz Navidad!

Sierra dijo...

Le había prometido un cuento:

http://www.intentosliterarios.com.ar/poetica-empalagante

Espero que haya tenido una buena navidad. Año nuevo no le deseo, porque es una fiesta que no soporto.

Héctor Meda dijo...

Estuvo ingenioso el cuento y muy bien ejecutado. Por lo demás le invito a que lo promocione en su blog.

Por cierto, por ahí le veo demandando bibliografía calvinista: Algunos escritores tienen la desgrcia, decía Borges de memoria, de no tener una obra maestra claramente por encima del resto de obras y eso hace más difícil leerlos por primera vez (en rigor, él decía una ingeniosidad que no recuerdo bien pero que venía a decir lo recién dicho por mi)

Creo que tal es el problema de Calvino aunque Las ciudades invisibles, por lo que oigo, es el libro más se acerca a esa platónica idea pero mi preferido son todas las cosmicómicas: un buen ejemplo de gran sci-fi (y surrealismo)

Sierra dijo...

Sabio comentario de Borges. Creo que tener una obra fundamental es fundamental (¡yupi por la redundancia cacofónica!). Al menos, le facilita el acercamiento al lector. Por último, que el canon haya identificado algunas obras cumbre por período ya simplifica las cosas; pongo por caso a Beethoven, de quien no diría que la Novena es su obra maestra, pero sin duda sirve para el acercamiento.

Por cierto, entonces, ¿qué obra prefiero de Beethoven? Precisamente aquellas que requieren ya conocerlo, como la Misa Solemnis, la Hammerklavier, la sonata 32 o el cuarto concierto para piano. Esta sobreabundancia de genialidades permite más... interpretación para los intérpretes (van 2): para mí, claramente el concierto para violín es una cosa con un intérprete cualquiera y otra con Oïstrakh. Incluso en las sinfonías, donde no soy tan ducho juzgando a los directores, llevan claramente el sello de algunos de sus grandes intérpretes: Klemperer, Karajan...

En fin, esto al margen de cualquier cosa. Me alegra que le gustara el cuento.