lunes, 29 de noviembre de 2010

Impossible is nothing

En ciencia estamos acostumbrados a despreciar las cosas que tienen una probabilidad muy baja de ocurrir aunque sean posibles en principio. Por ejemplo, está permitido por las leyes de la física que mi mesa ascienda y flote en el aire. Todo lo que se necesita es que todas las moléculas se muevan casualmente haciar arriba al mismo tiempo en el curso de sus movimientos aleatorios. Es tan poco probable que esto ocurra, incluso en los quince mil millones de historia en el Universo, que podemos olvidarnos de ello para todos los fines prácticos.

Sin embargo, cuando tenemos un futuro infinito para preocuparnos por todo esto, ocurrencias físicas fantásticas bastante improbables tendrá con el tiempo una probabilidad significativa de ocurrir. Un campo de energía que se asienta en el fondo de un paisaje de vacío dará finalmente el paso fantásticamente improbable de saltar de nuevo hasta la cima de la colina.

Un universo inflacionario podría empezar de nuevo para nosotros. Pero lo que es aún más improbable, nuestro Universo entero tendrá alguna probabilidad minúsculamente pequeña de sufrir una transición cuántica a otro tipo de universo. Cualquier habitante de un universo que sufra una reforma tan radical no sobrevivirá. De hecho, la probabilidad de que a un sistema le ocurra algo espectacular de naturaleza de transformación cuántica se hace más pequeña a medida que el sistema se hace mayor. Es mucho más probable que objetos dentro del Universo, como rocas o agujeros negros o personas, sufran tal recomposición antes de que eso le suceda al Universo en conjunto.

Esta posibilidad es importante, no tanto porque podamos decir lo que podría suceder cuando hay un tiempo infinito para que pueda suceder, sino porque no podemos hacerlo. Cuando hay tiempo infinito de espera, cualquier cosa que pueda suceder sucederá finalmente. Pero (o mejor) que eso: sucederá infinitamente a menudo.

Página 352 del libro El libro de la nada, de John David Barrow

[John Littlewood] Como matemático profesional, definió el concepto de "milagro" antes de formular su ley. Su definición decía que un milagro es un suceso que tiene una importancia especial cuando se produce, pero la probabilidad de que se produzca es de uno entr un millón. Esta definición concuerda con lo que nuestro sentido común entiende al oír la palabra "milagro".

La ley de los milagros de Littlewood afirma que, en el transcurso de la vida de cualquier persona normal, los milagros se producen una proporción de aproximadamente uno por mes. La demostración de esta ley es sencilla. Durante el tiempo que pasamos despiertos y dedicados activamente a vivir nuestras vidas, que es más o menos de dieciséis horas diarias, vemos y oímos cosas que suceden a una velocidad aproximada de una por segundo. Por lo tanto, el número total de las cosas que nos suceden es de unas treinta mil al día, más o menos un millón al mes.

Con pocas excepiones, estos sucesos no son milagros, porque resultan insignificantes. La probabilidad de un milagro es más o menos de uno entre un millón de sucesos. Por consiguiente, sería de esperar que nos sucediera, por término medio, que se produzca un milagro cada mes.

Página 340 del libro El científico rebelde, de Freeman Dyson

Y esas crisis que la mayoría de la gente considera como escandalosas, como absurdas, yo personalmente tengo la impresión de que sirven para mostrar el verdadero absurdo, el de un mundo ordenado y en calma, con una pieza donde diversos tipos toman café a las dos de la mañana, sin que realmente nada de eso tenga el menor sentido como no sea el hedónico, lo bien que estamos al lado de esta estufita que tira tan meritoriamente. Los milagros nunca me han parecido absurdos; lo absurdo es lo que los precede y los sigue.

Página 187, capítulo 28, del libro Rayuela, de Julio Cortázar

lunes, 22 de noviembre de 2010

Hágase Tu Voluntad

El escritor más grande en lengua hebrea, conocido entre los estudiosos como J o el Yavista, escribió las partes cruciales de lo que ahora llamamos Génesis, Éxodo y Números en algún momento entre el 950 y el 900.
(…)
Quisiera aclarar que mi lectura del texto de J es la misma que haría de cualquier otro gran texto literario, y lo leo como leería a Homero, a Dante o a Shakespeare.
(…)
Una de las manifestaciones más sobrecogedoras del genio Yavista trasciende incluso a Shakespeare (aunque me duela decirlo). El personaje más sorprendente de J (…) es, extrañamente, Yavé, no sólo Dios como personaje literario sino, inolvidablemente, Dios. Una vez más, quisiera evitar el escándalo. El Yavé de J ha sido una extravagancia durante casi tres mil años porque es humano-demasiado-humano. Recuerdo haber afirmado en mi Book of J que, de acuerdo con los estándares normativos –judaicos, cristianos, islámicos-, la representación de Yavé es blasfema. Hoy añadiría que me quedé corto en esta afirmación: los teólogos (los antiguos y los modernos) y los académicos consideran que el Yavé de J es antropomorfo, lo cual es una absurda evasión.

La única sobresaliente excepción la constituye el estudioso alemán Gerhard von Rad, aunque donde dice Israel yo pondría J y donde habla del Antiguo Testamento yo hablaría de la Biblia hebrea o Tanakh:

En realidad Israel[Yavista o J] pensaba que Yavé tenía forma humana. Pero la forma de expresarlo a la que nosotros recurrimos va exactamente en dirección opuesta según las ideas del Antiguo Testamento[Biblia hebrea], porque de acuerdo con las ideas del yavismo, no se puede decir que Israel[Yavista o J] tenía una concepción antropomorfa de Dios sino lo contrario, que ella tenía una concepción teomórfica del hombre

Con su gran ironía, J consideraba que sus mujeres y hombres eran teomorfos, mientras que su dinámico Yavé es extraordinario y sin trabas desde el comienzo.
(…)
Yavé modela la figura de Adán con arcilla roja adamah, no como un ceramista (…) sino como un niño haciendo pasteles de barro. Sin embargo este es un Dios infantil que insufla en su criatura el soplo de vida, convirtiendo a Adán en un ser vivo, no un alma prisionera dentro de un cuerpo sino una entidad en la que la una y el otro se han fundido, como el propio Yavé.
(…)
Ahora me ocuparé (…) del momento más enigmático y estremecedor de la Biblia Hebrea
(…)
Mientras Moisés baja hacia Egipto [luego del encuentro con Yavé], J nos sacude con lo siguiente:

Y en el camino, en la posada, El Eterno lo encontró y trató de matarlo. Tzipora tomó una piedra afilada y cortó el prepucio de su hijo y lo arrojó a sus pies; y dijo: "En todo lo que a mí concierne, estás casado con sangre"

(…)
¿Cuál es el motivo de la ira de Yavé? J no nos da ninguno y evidentemente cree que no hay explicación posible. ¡A sabiendas de que Rashi no había hecho su trabajo, la normativa tradicional insistía absurdamente en que Moisés debía ser asesinado porque no había circuncidado a su hijo pequeño! Pero esta es una interpretación tardía
(…)
La tradición mesoráchica, infeliz con la ironía de choque del Yavista, sencillamente reescribió el pasaje. Satán aparece como una gran serpiente del desierto que casi se traga a Moisés hasta que Tzipora circuncida al pequeño.

Los herejes gnósticos antiguos y modernos, entre los cuales me incluyo, se han deleitado con el pasaje, pero el refinado e irónico Yavista no era ni un creyente ni un hereje. Yo imagino que J quería que viéramos una vez más que la identificación total con la voluntad de Dios es imposible: él no es predecible.

Mientras escribía estas palabras, los inefables Falwell y Robertson sugirieron que Dios había permitido la destrucción de las Torres Gemelas porque toleramos a los defensores del aborto, a los homosexuales, a las feministas y a los de similar calaña.

Lo último que quisiera oír sería la interpretación Falwell-Robertson de por qué Yavé intentó asesinar a Moisés.


Genios escrito por Harold Bloom, página 178


No se trata de un sacrificio del primogénito, rito que, por otra parte, no fue conocido hasta más tarde y que nunca se impuso completamente entre los israelitas.

Abraham se sentía atado a su Dios por la "fe". No "comprendía" el significado del acto que Dios acaba de exigirle, mientras que quienes ofrecían a sus primogénitos a una divinidad se daban perfectamente cuenta del significado y de la fuerza mágico-religiosa de aquel acto.

Por otra parte, Abraham no dudaba de la santidad, de la perfección y de la omnipotencia de su Dios. En consecuencia, si la acción prescritan tenía todos los visos de un infanticidio se debía a la incapacidad que tiene el hombre para comprender. Sólo Dios conocía el significado y el valor de un gesto que para los demás en nada se diferenciaba de un crimen.

(...) Se diría que Abraham no dudaba de la "sacralidad" de su gesto, pero que ésta era "irreconocible" y, en consecuencia, imposible de entender.

La meditación sobre esta imposibilidad de reconocer lo "sagrado" (puesto que lo sagrado quedaba absolutamente identificado con lo "profano") tendrá consecuencias de mucho peso. Como veremos más adelante, la "fe abrahámica" permitirá al pueblo judío, después de la segunda destrucción del templo y la desaparición del Estado, soportar todas las pruebas de su trágica historia.

La meditación sobre el ejemplo de Abraham será también la que muy tardíamente, en los siglos XIX y XX, permitirá a ciertos pensadores cristianos captar el carácter paradójico y, en última instancia, "irreconocible" de su fe.

Kierkegaard renunció a su prometida con la esperanza de que le sería restituida aunque resultase imposible de imaginar. Y cuando Léon Chestov afirmaba que la verdadera fe implica una sóla certidumbre, que "para Dios todo es posible", no hacía más que traducir, simplificándola, la experiencia de Abraham.


Un día, un grupo de judíos decidió incoar un juicio a Dios. Ante tal sufrimiento inconcebible, pensaban que los argumentos convencionales carecían por completo de cualquier poder de convicción. Si Dios era omnipotente, podría haber impedido la Shoah; si no pudo detenerla, era impotente; y si podía detenerla pero decidió no hacerlom era un monstruo.

Condenaron a Dios a muerte. El rabino que presidía pronunció el veredicto, luego, siguieron tranquilamente y anunciaron que era la hora de la oración de la noche.

pág.309 del libro, En defensa de Dios de Karen Armstrong

jueves, 18 de noviembre de 2010

Profetas

Comparto también la convicción de quienes piensan que el estudio de Dante o Shakespeare, de Dostoievski o de Proust, tiene una buena ilustración en el conocimiento de Kalidasa, de los Nò o del Mono Peregrino.

No se trata aquí de un pseudoenclopedismo vacuo y en definitiva estéril. Lo que importa es no perder de vista la unidad profunda e indivisible de la historia del espíritu humano.



De viaje, en coche, o después de una buena comida, de paseo, o de noche, cuando no puedo dormir, es cuando me asaltan las mejores ideas, cuando surgen en abundancia.

Las que más me gustan las conservo en mi mente, canturreándolas para mis adentros, o al menos eso dicen los demás.
Cuando tengo eso en mi interior, el resto viene con rapidez, una cosa después de la otra, viendo dónde podría utilizar tal fragmento para hacerme una composición de conjunto segun las reglas del contrapunto, los timbres de los diversos instrumentos, etcétera.

Mi alma se enfervoriza, por lo menos cuando nadie me interrumpe; la idea crece, la desarrollo, todo va aclarándose cada vez más, y realmente la pieza está casi acabada en mi cabeza, por larga que sea, de manera que luego puedo, de una sola mirada, verla mentalmente como un cuadro hermoso o una bella escultura; con esto quiero decir que, en mi imaginación, no oigo en absoluto las partes una tras otra en el orden en que se sucederán, sino que las oigo todas a la vez.

¡Deliciosos instantes! Descubrimiento y puesta en práctica, todo se produce en mi como en un hermoso sueño, muy lúcido. Pero lo más bello es poder oír todo eso a la vez.

Mozart explicando cómo componía, citado por Martin Heidegger en un libro de título extraviado

lunes, 15 de noviembre de 2010

Homo Religiosus

Resulta difícil imaginar cómo podría funcionar el espíritu humano sin la convicción de que existe algo irreductiblemente real en el mundo, y es imposible imaginar cómo podría haberse manifestado la conciencia sin conferir una significación a los impulsos y a las experiencias del hombre.

La conciencia de un mundo real y significativo está íntimamente ligada al descubrimiento de lo sagrado. A través de la experiencia de lo sagrado ha podido captar el espíritu humano la diferencia entre lo que se manifiesta como real, fuerte y rico en significado, y todo lo demás que aparece desprovisto de esas cualidades, es decir, el fluir caótico y peligroso de las cosas, sus desapariciones fortuitas y vacías de sentido.

En una palabra: lo "sagrado" es un elemento de la estructura de la conciencia, no un estadio de la historia de esa conciencia.



De hecho, mientras escribo estas líneas, hay noticias de una demanda pendiente de resolución presentada por un paciente que reclama a su médico más de 200.000 dólares, la cantidad que presuntamente perdió en el juego. El paciente alega que el tratamiento de su Parkinson lo llevó a frecuentar los casinos, donde hacía apuestas descontroladas. Resulta que uno de los efectos secundarios de la L-dopa es una cantidad reducida pero importante de pacientes se convierten en jugadores compulsivos. Esta actituda ante el juego se asocia con el hecho de que los pacientes ven lo que ellos creen que son patrones claros en los números aleatorios, lo cual ilustra la relación ente el conocimiento y la aletoriedad. También demuestra que algunos aspectos de lo que llamamos "conocimiento" (...) son una enfermedad.

Una vez más, (...), lo que digo, (...), es que existe una correlación física y neural con ese funcionamiento, y que nuestra mente es en gran medida víctima de nuestra encarnación física. Nuestra mente es como un preso, está cautiva de nuestra biología, a menos que consigamos dar con una ingeniosa escapatoria.

Lo que subrayo es que no tenemos control sobre ese tipo de inferencias. (...) [Pero no hay duda de] que la percepción de la causalidad tiene una base biológica.

Página 121 del libro El cisne negro, de Nassim Taleb

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Pienso, luego existo...aunque no sepa en qué sentido

Supongamos que existe un algoritmo que habilita la creación de un virus informático.

Supongamos que existe escrito en un página de un bloc de notas ese algoritmo recién mencionado.

Supongamos que existe programado en mi ordenador aunque no ejecutado el virus recién escrito en el bloc de notas.

Supongamos que existe ejecutándose en el ordenador de Fulano, de Mengano y sobre todo del capullo de Zutano el virus recién programado.

¿En qué momento empezó a existir de veras el dichoso virus? ¿Acaso cada uno de los "existe" recién escritos no refieren, en realidad, diferentes significados?

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿Existen, en alguna parte, las obras que podría haber escrito Mozart de haber vivido ¿20? años más?

La pregunta no es mía, viene de aquí, donde se afirma que sí, donde se razona que las obras musicales son entidades matemáticas, y existen como tales.

(A mi personalmente, me parece una reducción al absurdo del platonismo matemático y si no, pruébese -aún más absurdo- a dilucidar si existen las obras literarias -el lenguaje, la gramática, también es matematizable- que Shakespeare, de haber vivido diez años más, podría haber escrito)

lunes, 1 de noviembre de 2010

Decadencia y caída de los Imperios

El conocimiento de los efectos de la interferencia del gobierno con los precios de mercado nos hace comprender las causas económicas de un acontecimiento histórico trascendental, el declive de la civilización antigua.

Carece de interés entrar aquí a precisar si la organización económica del Imperio Romano era capitalismo o no. En cualquier caso, lo cierto es que el Imperio Romano en el siglo II, la edad de los Antoninos, los “buenos” emperadores, había llegado a una etapa de alta de la división social del trabajo y del comercio interregional. Varios centros metropolitanos, un número considerable de ciudades y aglomeraciones urbanas más pequeñas fueron las sedes de una refinada civilización. Los habitantes de estas aglomeraciones urbanas eran abastecidos con los alimentos y las materias primas no sólo de los distritos rurales vecinos, sino también de provincias distantes. Algunos de estos suministros afluían en concepto de rentas que los ciudadanos ricos retiraban de sus propiedades rústicas. Sin embargo, una parte considerable provenía del intercambio de los productos manufacturados por los habitantes de la ciudad y los artículos ofrecidos por la población rural. Hubo un intenso comercio entre las distintas regiones del vasto imperio. No sólo en las industrias de transformación, sino también en la agricultura hubo una tendencia hacia la mayor especialización. Las diversas partes del imperio ya no eran económicamente autosuficientes, sino interdependientes.

Lo que provocó el declive del imperio y la decadencia de su civilización fue la desintegración de esta interrelación económica, y no las invasiones bárbaras. Los agresores exteriores se aprovecharon de la oportunidad que la debilidad interna del imperio. Desde un punto de vista militar las tribus que invadieron el imperio en los siglos IV y V no eran militarmente superiores que las legiones, que ya les habían derrotado con facilidad en épocas anteriores.

Sin embargo, el imperio había cambiado. Su estructura económica y social ya era medieval. La libertad que Roma reconoció al comercio siempre fue restringida. En lo que respecta a la comercialización de cereales y otras necesidades vitales era aún más limitado que con respecto a otros productos básicos. Se estimó que era injusto e inmoral pedir por el grano, el aceite y el vino –productos esenciales en aquellos tiempos- precios que la gente consideraba superiores a los “normales”, y las autoridades municipales se apresuraron a comprobar lo que consideraban especulación. Por lo tanto, la evolución de un eficiente comercio mayorista de estos productos fue impedido.

Mediante la Annona –lo que equivale a una nacionalización o municipalización del comercio de granos- se trató de remediar la situación, pero sin éxito, empeorándose aún más las cosas. El grano escaseaba en las aglomeraciones urbanas, y los agricultores se quejaron de que el cultivo no era remunerador. La creciente interferencia de las autoridades impedía que se equilibrara la oferta con una siempre creciente demanda.

El desastre final se produjo cuando, ante los disturbios de los siglos IV y V, los emperadores recurrieron a rebajar y envilecer el valor de la moneda. Tales prácticas inflacionarias, unidas a unos congelados precios máximos, paralizaron definitivamente la producción y el comercio de los artículos básicos, desintegrando toda la organización económica. Cuanto más afán mostraban las autoridades en la aplicación de los precios máximos, tanto más desesperada era la situación de las masas urbanas, que dependían siempre de la disponibilidad de alimentos. El comercio de granos y otros artículos de primera necesidad desapareció por completo. Para evitar el hambre, la gente huía de las ciudades; se asentaron en el campo, tratando de cultivar el grano, aceite, vino, y otras necesidades por sí mismos, para el autoconsumo. Los grandes terratenientes restringían, por falta de compradores, las superficies cultivadas, fabricando en las propias heredades –las villae- los productos artesanos que precisaban.

Paso a paso, la agricultura en gran escala, seriamente amenazada ya por el escaso rendimiento del trabajo servil, resultaba cada vez menos racional, a medida que era sucesivamente más difícil traficar a precios remuneradores. El propietario de la finca ya no podía vender en las ciudades, por lo que el burgués perdió su clientela. Se vio obligado a buscar un sustituto para satisfacer sus necesidades mediante el empleo de artesanos por cuenta propia en su villa. Al final, el terrateniente abandonó la producción a gran escala y se convirtió en mero perceptor de rentas abonadas por arrendatarios y aparceros. Estos coloni eran o esclavos liberados o proletarios urbanos que se asentaron en las aldeas y se pusieron a labrar la tierra. Nació la tendencia hacia el establecimiento de la autarquía de cada propietario de la finca surgido. La función económica de las ciudades, el tráfico mercantil, y el comercio de la artesanía urbana, se redujo. Italia y las provincias del Imperio regresaron a un estado menos avanzado de la división social del trabajo. La estructura económica de la antigua civilización, que tan alto nivel alcanzara, retrocedió a un nivel que hoy denominaríamos feudal.

Los emperadores se alarmaron ante un estado de cosas que socavaban su propia situación financiera y el poder militar de su gobierno. Pero su lucha era inútil, ya que no afectan a la raíz del mal. La compulsión y la coacción a la que recurrieron no podía invertir la tendencia hacia la desintegración social que, por el contrario, fue causada precisamente por demasiada coacción y coerción. Ningún romano, sin embargo, era consciente del hecho de que el proceso fue inducido por la injerencia del Gobierno en los precios y por el envilecimiento de moneda.

De nada servía que los emperadores promulgaran leyes en contra quien abandonara la ciudad para refugiarse en el campo: “relicta Civitate rus habitare maluerit.” El sistema de la leiturgia –los servicios públicos que habían de ser prestados por los ricos ciudadanos- sólo aceleró el retroceso de la división de la mano de obra. Las leyes relativas a las obligaciones especiales de los armadores, las navicularii, no tuvieron más éxito en el control de la disminución de la navegación que las leyes relativas al grano en su aspiración de remover los obstáculos que dificultaban abastecer de productos agrícolas a las aglomeraciones urbanas.

La maravillosa civilización de la antigüedad desapareció porque fue incapaz de amoldar su código moral y su sistema jurídico a las exigencias de la economía de mercado. Un orden social está condenado al fracaso si las medidas que requiere su normal funcionamiento son rechazadas por las normas de la moral, son declaradas ilegales por las leyes del país, y perseguidas por jueces y magistrados. El Imperio Romano se derrumbó porque sus ciudadanos ignoraron el espíritu liberal y repudiaron la iniciativa privada y la libre empresa. El intervencionismo económico y su corolario político, el gobierno dictatorial, descompusieron el poderoso imperio, como también, en el futuro, lo harán con cualquier régimen social.
Ludwig von Mises, La Acción Humana, p. 905 y ss. edición española.
Como el transporte de lingotes de metal y de monedas resultaba tan pesado, los mongoles crearon un sistema de transacciones en papel moneda que hacía el comercio mucho más cómodo y seguro.

(...)

Genghis Khan había autorizado el empleo del papel moneda apoyándose en las reservas de metales preciosos y de seda poco antes de su muerte en 1227. Esta práctica se incrementaría de manera desigual durante los años siguientes, pero en tiempos de Monghe Khan se hizo precisar limitar la provisión de papel moneda, mientras que no fue necesario hacer lo mismo con las monedas de oro y de plata. Mongke se dio cuenta de los riesgos que habían corrido los gobiernos anteriores, que habían emitido papel moneda y deuda pública ad hoc, y en 1253 creó un Departamento de Asuntos Monetarios encargado de controlar y estandarizar la emisión de papel moneda. El superintendente de esta sección centralizaba el control para impedir la excesiva emisión de papel y la erosión de su valor debido a la inflación.

(...)

[Años más tarde,] Para facilitar aún más la rapidez y la seguridad de las actividades comerciales por todo su reino, Kublai Khan difundió de forma radical la utilización del papel moneda. Cuando Marco Polo visitó el imperio, el nuevo sistema se hallaba en plena expansión. El viajero veneciano cuenta que el dinero estaba hecho a partir de corteza de morera, de una manera que hoy día identificamos con el papel, pero que por aquel entonces seguía siendo prácticamente desconocida en Europa. El papel moneda estaba cortado en rectángulos de distintos tamaños, marcado con su valor y llevaba impreso un sello bermellón. Su principal ventaja radicaba en que era mucho más fácil de manejar y de cargar en los barcos que las pesadas y voluminosas monedas utilizadas por aquel entonces.

Marco Polo dice que ese dinero era aceptado en todo el imperio, pues "rechazarlo suponía incurrir en un delito castigado con la pena de muerte", aunque la mayoría de la gente "están absolutamente dispuestos a ser pagados con papel moneda, puesto que con él pueden comprar todo lo que deseen, desde perlas y gemas preciosas hasta oro y plata".

[Si bien,] Las autoridades mongolas de Persia intentaron instaurar el sistema de papel moneda en su reino, pero fracasaron porque el concepto resultaba extraño para los mercaderes locales, cuyo descontento estuvo a punto de acabar en una revuelta en toda regla en un momento en el que los mongoles no tenían consigo todas las de ganar. En vez de arriesgarse a sufrir una derrota humillante, las autoridades optaron finalmente por retirar el papel moneda. Allí donde corre el papel moneda, hay más oportunidades de vender y comprar a crédito y, por lo tanto, más posibilidades de que se produzca un desastre financiero.

(...)

[Con el paso de los años,] Los principios en virtud de los cuales la economía había decidido utilizar el papel moneda se revelaron más complejos e imprevisibles de lo que habían pensado las autoridades, y el sistema fue quedando gradualmente fuera de control.

Como último signo de debilidad de la administración mongola, la confianza en el papel moneda se redujo y provocó un descenso de su valor, al tiempo que empujaba al alza el valor del cobre y la plata. La inflación creció a un ritmo vertiginoso, hasta el punto de que en 1356 el papel moneda había perdido prácticamente todo su valor.

En Persia y China, el colapson se produjo rápidamente, en 1335 y 1368 respectivamente. (...) La Horda de Oro de Rusia se disgregó en varias hordas menores cuyo poder fue declinando paulatina, pero constantemente durante cuatro largos siglos.
Jack Weatherford en su libro Genghis Kan y el inicio del mundo moderno, págs. 185, 230, 261 y 312
Nuevo estímulo de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) puede perjudicar a los consumidores:

Desde que Ben Bernanke, presidente del Banco Central, prometiera en agosto que iba a tomar “medidas no convencionales” para mantener a flote la economía, el precio de los commodities (que se da en dólares) ha aumentado. El crudo ha subido 14% y el oro 8%. Los precios del algodón, el maíz, el azúcar, el trigo y el café también han registrado nuevos máximos en los últimos dos meses.
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