lunes, 22 de noviembre de 2010

Hágase Tu Voluntad

El escritor más grande en lengua hebrea, conocido entre los estudiosos como J o el Yavista, escribió las partes cruciales de lo que ahora llamamos Génesis, Éxodo y Números en algún momento entre el 950 y el 900.
(…)
Quisiera aclarar que mi lectura del texto de J es la misma que haría de cualquier otro gran texto literario, y lo leo como leería a Homero, a Dante o a Shakespeare.
(…)
Una de las manifestaciones más sobrecogedoras del genio Yavista trasciende incluso a Shakespeare (aunque me duela decirlo). El personaje más sorprendente de J (…) es, extrañamente, Yavé, no sólo Dios como personaje literario sino, inolvidablemente, Dios. Una vez más, quisiera evitar el escándalo. El Yavé de J ha sido una extravagancia durante casi tres mil años porque es humano-demasiado-humano. Recuerdo haber afirmado en mi Book of J que, de acuerdo con los estándares normativos –judaicos, cristianos, islámicos-, la representación de Yavé es blasfema. Hoy añadiría que me quedé corto en esta afirmación: los teólogos (los antiguos y los modernos) y los académicos consideran que el Yavé de J es antropomorfo, lo cual es una absurda evasión.

La única sobresaliente excepción la constituye el estudioso alemán Gerhard von Rad, aunque donde dice Israel yo pondría J y donde habla del Antiguo Testamento yo hablaría de la Biblia hebrea o Tanakh:

En realidad Israel[Yavista o J] pensaba que Yavé tenía forma humana. Pero la forma de expresarlo a la que nosotros recurrimos va exactamente en dirección opuesta según las ideas del Antiguo Testamento[Biblia hebrea], porque de acuerdo con las ideas del yavismo, no se puede decir que Israel[Yavista o J] tenía una concepción antropomorfa de Dios sino lo contrario, que ella tenía una concepción teomórfica del hombre

Con su gran ironía, J consideraba que sus mujeres y hombres eran teomorfos, mientras que su dinámico Yavé es extraordinario y sin trabas desde el comienzo.
(…)
Yavé modela la figura de Adán con arcilla roja adamah, no como un ceramista (…) sino como un niño haciendo pasteles de barro. Sin embargo este es un Dios infantil que insufla en su criatura el soplo de vida, convirtiendo a Adán en un ser vivo, no un alma prisionera dentro de un cuerpo sino una entidad en la que la una y el otro se han fundido, como el propio Yavé.
(…)
Ahora me ocuparé (…) del momento más enigmático y estremecedor de la Biblia Hebrea
(…)
Mientras Moisés baja hacia Egipto [luego del encuentro con Yavé], J nos sacude con lo siguiente:

Y en el camino, en la posada, El Eterno lo encontró y trató de matarlo. Tzipora tomó una piedra afilada y cortó el prepucio de su hijo y lo arrojó a sus pies; y dijo: "En todo lo que a mí concierne, estás casado con sangre"

(…)
¿Cuál es el motivo de la ira de Yavé? J no nos da ninguno y evidentemente cree que no hay explicación posible. ¡A sabiendas de que Rashi no había hecho su trabajo, la normativa tradicional insistía absurdamente en que Moisés debía ser asesinado porque no había circuncidado a su hijo pequeño! Pero esta es una interpretación tardía
(…)
La tradición mesoráchica, infeliz con la ironía de choque del Yavista, sencillamente reescribió el pasaje. Satán aparece como una gran serpiente del desierto que casi se traga a Moisés hasta que Tzipora circuncida al pequeño.

Los herejes gnósticos antiguos y modernos, entre los cuales me incluyo, se han deleitado con el pasaje, pero el refinado e irónico Yavista no era ni un creyente ni un hereje. Yo imagino que J quería que viéramos una vez más que la identificación total con la voluntad de Dios es imposible: él no es predecible.

Mientras escribía estas palabras, los inefables Falwell y Robertson sugirieron que Dios había permitido la destrucción de las Torres Gemelas porque toleramos a los defensores del aborto, a los homosexuales, a las feministas y a los de similar calaña.

Lo último que quisiera oír sería la interpretación Falwell-Robertson de por qué Yavé intentó asesinar a Moisés.


Genios escrito por Harold Bloom, página 178


No se trata de un sacrificio del primogénito, rito que, por otra parte, no fue conocido hasta más tarde y que nunca se impuso completamente entre los israelitas.

Abraham se sentía atado a su Dios por la "fe". No "comprendía" el significado del acto que Dios acaba de exigirle, mientras que quienes ofrecían a sus primogénitos a una divinidad se daban perfectamente cuenta del significado y de la fuerza mágico-religiosa de aquel acto.

Por otra parte, Abraham no dudaba de la santidad, de la perfección y de la omnipotencia de su Dios. En consecuencia, si la acción prescritan tenía todos los visos de un infanticidio se debía a la incapacidad que tiene el hombre para comprender. Sólo Dios conocía el significado y el valor de un gesto que para los demás en nada se diferenciaba de un crimen.

(...) Se diría que Abraham no dudaba de la "sacralidad" de su gesto, pero que ésta era "irreconocible" y, en consecuencia, imposible de entender.

La meditación sobre esta imposibilidad de reconocer lo "sagrado" (puesto que lo sagrado quedaba absolutamente identificado con lo "profano") tendrá consecuencias de mucho peso. Como veremos más adelante, la "fe abrahámica" permitirá al pueblo judío, después de la segunda destrucción del templo y la desaparición del Estado, soportar todas las pruebas de su trágica historia.

La meditación sobre el ejemplo de Abraham será también la que muy tardíamente, en los siglos XIX y XX, permitirá a ciertos pensadores cristianos captar el carácter paradójico y, en última instancia, "irreconocible" de su fe.

Kierkegaard renunció a su prometida con la esperanza de que le sería restituida aunque resultase imposible de imaginar. Y cuando Léon Chestov afirmaba que la verdadera fe implica una sóla certidumbre, que "para Dios todo es posible", no hacía más que traducir, simplificándola, la experiencia de Abraham.


Un día, un grupo de judíos decidió incoar un juicio a Dios. Ante tal sufrimiento inconcebible, pensaban que los argumentos convencionales carecían por completo de cualquier poder de convicción. Si Dios era omnipotente, podría haber impedido la Shoah; si no pudo detenerla, era impotente; y si podía detenerla pero decidió no hacerlom era un monstruo.

Condenaron a Dios a muerte. El rabino que presidía pronunció el veredicto, luego, siguieron tranquilamente y anunciaron que era la hora de la oración de la noche.

pág.309 del libro, En defensa de Dios de Karen Armstrong

11 comentarios:

Sierra dijo...

El pasaje de Abraham es sin duda uno de los más interesantes en toda la Biblia Hebrea, pero ciertamente no es el único por el estilo que demustra el carácter... nosotros lo llamaríamos caprichoso de Dios. Ya que está dedicado al tema, le recomiendo mucho Estupor y temblor, del mentado Kirkegard.

Pero no hay que ir tan lejos como el siglo XX para encontrar pensadores que encontraran ininteligible, para los estándares humanos, el comportamiento de Dios. Occam creía que Dios no tenía por qué seguir la razón, y que si él quisiera, matar a los hijos sería bueno; y, si él quisiera, el triángulo tendría dos lados. Aquino había desarollado un complicado compatibilismo entre la omnipotencia y la racionalidad de Dios: si bien, él es todo poderoso, no podría desear el mal, porque es irracional y él es perfectamente racional. El pensamiento tomista es, comparado al de Occam, un fino bisturí quirúrjico para entender el mundo; el de Occam es un machete, un maza de guerra... más tosco, pero funciona. Funciona espelusnantemente.

El cristianismo ha intentado siempre, por todos los medios, cubrir esos momentos espantosos de su herencia judía. Occam es una anomalidad peligrosa, y aun en una época tan tardía como la que escribió, el probable que no le hubiese ido bien de no haber vivido en Inglaterra.

Pero, personalmente, estoy con Occam. Solo un Dios incomprensiblemente ilimitado tiene sentido en el mundo, una vez que abrimos la posibilidad hermenéutica de ver en él los horrores que sin duda pueden verse, sin recurrir a consuelos in extremis.

Solo un hecho fundamenta la esperanza cristiana: la resurrección de Cristo. Sin embargo, probablemente debido a mi cosmología griega y trágica, el cristianismo me parecería mucho más atractivo si Cristo efectivamente hubiese permanecido muerto. ¿Qué gracia tiene un sacrificio que no es tal, una muerte de solo tres días? Sin duda es terrible imaginar que Dios estuvo muerto tres días; pero si resucita al tercero, todo tiene para mí gusto a farsa. Yo también me dejaría colgar en una cruz sabiendo que solo durará un ratito.

Bueno, estas no son reflexiones que estén maduras para decirlas...

Sierra dijo...

Por cierto, muy interesantes citas, relacionadas entre sí.

Héctor Meda dijo...

No me pida una explicación del holocausto cristiano: años y años en un colegio jesuíta donde semanalmente se me informaba de las andanzas de Jesucristo y su final propiamente buscado todavía se me antoja un misterio respecto a su por qué

Y en cuanto a Tomás de Aquino, no entiendo la admiración que suscita incluso en círculos ateos (v.gr: James Joyce, Umberto Eco) cuando su mixtura del Dios de Abraham con el de Aristóteles (por repetir lo dicho por Pascal) me parece una brutal disonancia.

En ese sentido, me gusta más el pensamiento hassídico -aquí presentado- que desconfía tanto y tan sensatamente de la comprensión de lo divino

Sierra dijo...

Mierda, se me borró el comentario. Esto siempre pasa cuando uno se esmera.

Decía que Aquino es, a mis ojos, una verdadera cumbre del pensamiento filosófico. Se trata de un momento fundamental de la amalgama entre occidente y el judeocristianismo; y ya sé que no le ve la gracia a los griegos, pero los griegos fueron geniales y si su aporte no estuviese profundamente imbuido en nuestra cultura moderna, el mundo no sería como lo vemos. Probablemente, el cristianismo habría acabado por convertirse en algo parecido al islamismo; y yo no tengo nada contra el islam per se, pero me gusta mucho más ser como somos.

Enumeré razones para justificar eso: la sutileza del pensamiento metafísico de Aquino, las bases que sentó en el pensamiento social, y la maravilla de su amalgama cristiana/racionalista-a-lo-griego. Pero ya no me siento inspirado para repeterilas.

Héctor Meda dijo...

Otro ateo al que le mola Aquino... Esto me recuerda a un tío mío que suele decirle a las mujeres que ellas NO pueden dirimir si una mujer es más guapa que otra o al menos hacerlo desde una perspectiva de atracción sexual.

Si bien, he de confesar que no he leído de primera mano a Aquino y puede que me aconseje la ignorancia y no la sensatez

Sierra dijo...

Es que no veo qué relación tiene. Aborreciendo amargamente a Marx, v. gr., puedo reconocer sus méritos, intelectuales y estilísticos. Siendo anti-platónico en muchos sentidos, no puedo sino admirar la grandeza de su pensamiento. No profesando la ética aristotélica, puedo, sin embargo, pensar que es lo más sensato que se ha escrito en ese ámbito; y no comparto nada de la de Kant, pero me parece, sin embargo, que la Fundamentación de la metafísica de las costumbres es el único libro que ha dado unas bases que me convenzan para un comportamiento moral. Tengo mis propias opiniones fundadas; pero le doy un cierto carácter objetivo a la genialidad: aunque no sea mi tendencia o mi gusto, puedo reconocer el genio donde creo hallarlo. Tampoco soy homosexual, por seguir con la metáfora, pero puedo reconocer que algún hombre es atractivo; o, a veces, no me gusta o no me atrae alguna mujer, pero puedo sin embargo ver por qué le atraería a alguien.

Las creencias personales y la admiración por un autor son cosas separadas.

Héctor Meda dijo...

Sí, claro estaba de coña aunque sí es verdad que a mi la concepción aquiniana de la religión y la teología como una suerte de sudoku, por muy elaborado que esté, me deja frío y me parece un enfoque, ya de partida, extraño para una sensibilidad religiosa.

Es como si -y ya que ha citado a Kant- hubiese unas magníficas fórmulas matemáticas para calcular la bondad de un juicio y puede entonces que esas fórmulas tuvieran una magnífica arquitectura mental subyacente pero convendrá conmigo que su uso se aleja y mucho de la praxis de un agente moral, con sensibilidad moral, digo

Sierra dijo...

Bueno, el "uso" que la gente hace de la religión me parece, en la inmensa mayoría de los casos, una estupidez. La gente cree que se puede negociar con Dios, pedirle cosas a cambio de mandas y demás locuras. El "uso práctico" de la religión me parece deplorable, en sentido espiritual. Las magníficas fórmulas matemáticas, en cambio, si las hubiera, me parecerían estupendas.

Mi problema existencial básico, y aquí tocamos roca dura, es que no creo que existan esas fórmulas, no que no crea que ellas serían, precisamente, el camino a seguir.

Dicho esto, me gustaría aclarar algo tangencial. Nunca me ha gustado etiquetarme como ateo, porque en mi experiencia la mayoría de los ateos son simplones anticlericales, o filósofos en pantuflas que se convencen de la no existencia de Dios por los argumentos más endebles.

En realidad, me gustaría, de verdad, creer en Dios. Pero el don de la fe, que parece hacer tan feliz a la gente que de verdad lo profesa, me elude. Me encuentro incapaz de creer... Esto tal vez explique que admire a Aquino: me parece que hay ahí un Dios en el que me gustaría creer. Pero no puedo. Y, de hecho, la vitalidad que echa usted en falta en Aquino sí que está ahí; veo poca, en cambio, en mis propias creencias, vacías y estériles como son.

Héctor Meda dijo...

Pero si no le convence Aquino, después de todo, fracasa Aquino, supongo, ¿no?

Ahora, yo creo que nuestra actual falta de religiosidad tiene que ver y mucho precisamente con eso, con la imposibilidad de resultarnos atractivo y verosímil el dios de Aquino Y creer que otro no puede haber.

Y, oiga, no creo que nadie tenga el don de la fe -en mi subjetiva opinión y como botó de muestra el último texto citado en este post-. En lo que sí hay diferencias es quien lo busca y quien lo detesta

Sierra dijo...

¿Fracasa Aquino? Bueno..., desde luego. ¿Quién no? No hay quien triunfe, porque no hay sobre quien triunfar.

Y claro que nadie tiene el don de la fe. No hay dones. Son idiotas, que se arrastran impulsados por temores febriles y esperanzas vacías.

Eso es lo que me molesta. Las cosas no debieran ser así.

Héctor Meda dijo...

"Temor febril": Bonita expresión, ahora, ¿quién no lo tiene?

Loius-Ferdinand Céline en el Viaje al fin de la Noche, pág.415:

Así, pues, el cura ahora lo sabía todo, comprendía todo. Me estrechaba la mano con fuerza, a su vez. Tenía mucho miedo, como es lógico, él también. Los comienzos. Vacilaba, farfullaba incluso como un inocente. Ya no había camino ni luz en el punto en que nos encontrábamos, sólo prudencia en su lugar y que nos pasábamos de unos a otros y en la que no creíamos demasiado tampoco. Nada recoge las palabras que se dicen en esos casos para tranquilizarse. El eco no devuelve nada, has salido de la Sociedad. El miedo no dice ni sí ni no. Recoge todo lo que se dice, el miedo, todo lo que se piensa, todo.

Ni siquiera sirve en esos casos desorbitar los ojos en la obscuridad. Es horror inútil y se acabó. Se ha apoderado de todo, la noche, y hasta de las miradas. Te deja vació. Hay que cogerse de la mano, de todos modos, para no caer. La gente de la luz ya no te comprende. Estás separado de ella por todo el miedo y permaneces aplastado por él hasta el momento en que la cosa acaba de un modo u otro y entonces puedes reunirte por fin con esos cabrones de todo un mundo en la muerte o en la vida.