miércoles, 29 de agosto de 2012

Shakespeare: Una vida y obra controvertidas [Epílogo] - Por James Shapiro

Visto en retrospectiva, la controversia sobre la autoría de las obras de Shakespeare ha resultado ser una larga nota al pie de la historia más amplia de nuestra actual manera de leer. Por lo que respecta a la escritura, hemos heredado muchas ideas surgidas en el siglo XVIII, en especial un interés por la literatura como expresión y exploración del yo. Esta circunstancia -que diferencia, en parte, la "Edad Contemporánea" de la "Edad Moderna"- ha configurado la obra de muchos de nuestros autores más famosos, cuyas experiencias personales marcan sus escritos de manera indeleble e invisible. Es justo decir que la ficción y la poesía de muchos de los mejores autores del siglo pasado, aproximadamente -pienso aquí en Conrad, Proust, Lawrence, Joyce, Woolf, Kafka, Plath, Ellison, Lowell, Sexton, Roth y Coetzee, por nombrar solo unos pocos-, han sido profundamente autobiográficas. El vínculo entre vida y obra es una de las cosas que suscitan nuestra curiosidad y que buscamos cuando tomamos en nuestra mano el último libro de un autor favorito.

Durante la última década, aproximadamente, el interés por las vidas de los escritores se ha intensificado aún más. Los programas de escritura creativa y las listas de libros de libros más vendidos confirman hasta qué punto se ha generalizado el desvelamiento del yo en nuestra cultura literaria. Ya no bastan una fotografía del autor  y unas cuantas frases biográficas acerca de él en la sobrecubierta; los lectores acuden ahora a su página web y a su blog. Apenas pasa un año sin un escándalo en el que se denigra a un nuevo autor por ofrecer obras de ficción que nunca podrían venderse si no se presentaran en forma de memoria. Algo va mal si la vida no se corresponde con la obra, y nos sentimos engañados cuando la invención se hace pasar por experiencia duramente adquirida.

El carácter autobiográfico de lo que se escribe en la actualidad es tan marcado que pueden alterar fácilmente las expectativas con que abordamos cualquier tipo de escritura imaginativa. Hoy damos por supuesto que las novelas revelan necesariamente algo acerca de la vida de su autor (y así, por ejemplo, la idea de que los anhelos románticos de Elizabeth Bennet en Orgullo y prejuicio son una versión apenas disfrazaa de los de Jane Austen ha llegado a ser una verdad universalmente aceptada). Al mismo tiempo, muchas biografías literarias suplantan a las obras de ficción que pretenden ilustrar, hasta el punto de que Ariel y La campana de cristal pugnan por encontrar un público lector atraído ahora por los libros dedicados al matrimonio y suicidio de Sylvia Plath. En un clima así es difícil no suponer que las obras literarias -las del pasado menos que las del presente- son incuestionablemente autobiográficas.

Todo ello ha sido una bendición para quienes niegan la autoría de Shakespeare, cuya reivindicación se sostiene o se viene abajo en función de la creencia fundamental de que la literatura es y ha sido siempre autobiográfica. Consultemos las obras de escépticos recientes y sabremos por Diana Price que "los autores creativos no pueden menos de revelarse en su obra", y por Hank Whittemore que las obras atribuidas a Shakespeare son creaciones de "no ficción disfrazadas de ficción". Cualquier autor que rechace la autoría de Shakespeare dirá eso mismo en un momento u otro. Según admitía recientemente el director del boletín Shakespeare Matters, "sin los datos de las obras de teatro y los poemas no existiría el debate sobre la autoría", pues "la prueba principal en todo este asunto son las propias obras". Aunque en mi libro me he centrado en los oxfordianos y los baconianos, lo que digo es válido para cualquier candidato rival.

(...)

Salí del Globe preguntándome qué podrían decir los biógrafos tradicionales en respuesta a la insistencia de los oxfordianos en que Edward de Vere podría reivindicar con mayor solidez ser el autor de Hamlet y El rey Lear, pues,  a diferencia del hijo del guantero de Stratford, había sido capturado por unos piratas y tenía tres hijas. No me cuesta entender por qué los shakesperianos que creen en la importancia de los datos autobiográficos son reticentes a conversar sobre estas cuestiones. Pero negarse a reconocer que han estado haciendo cosas similares en sus propios libros -a pesar de que sus lecturas características son menos fantasiosas y de que el autor cuya vida deducen de sus obras es el nombrado en las portadas- enfurece, con razón, a quienes no creen que el Shakespeare de Stratford tuviera la experiencia vital requerida para escribir las piezas teatrales. Me quedé preguntándome si los estudiosos de Shakespeare ignoran a sus adversarios (cuando no los vilipendian) porque comparten con ellos más hipótesis tácitas sobre el entrecruzamiento entre vida y literatura que las que procuran admitir -hipótesis que, en realidad, fueron los primeros en profesar-. Si lo admitieran, podrían llegar muy bien a la conclusión de que, como decía Próspero de Calibán, "reconozco como mío a este ser de las tinieblas".

(...)

En mi opinión, lo más descorazonador cuando se afirma que Shakespeare de Stratford carecía de experiencia vital para escribir su teatro es que menoscaba lo que hace de él alguien tan excepcional: su imaginación. Como aspirante a actor, Shakespeare debió de haber desplegado el talento requerido para imaginarse en escena encarnando múltiples personajes. Cuando se dedicó a escribir, demostró una capacidad imaginativa aún más poderosa que le permitió crear papeles teatrales de tanta profundidad y complejidad -Rosalinda, Hamlet, Lear, Julieta, Timón, Bruto, Leontes y Cleopatra, junto con otros cientos más, grandes y pequeños- que hasta el menor de ellos parece plenamente humano y característico al cabo de cuatro siglos. Lo que fascina de manera especial es que, en realidad, no inventó la mayoría de esos personajes: los encontró casi todos formados a medias, no entre la gente que conocía, sino en las obras de otros autores -por ejemplo en la traducción de Vidas de Plutarco realizada por North y en las Crónicas de Holinshed, fuentes a las que acudía una y otra vez-. Las historias y relatos que contienen esas obras se quedaron grabados en su mente, a veces durante años, hasta que podía ver qué necesitaba para transformarlos de arriba abajo e infundirles vida.

Los argumentos con los que se defiende que la escritura literaria se basa en la experiencia personal abogan implícitamente por cierto tipo de realismo. Cuando fue útil para sus propósitos, Shakespeare escribió con realismo; pero cuando el realismo se quedaba corto, no dudó nunca en sacar a escena a los diososes, en presentar a un personaje invisible, en hacer que el tiempo fluyera hacia atrás o dar vida a una estatua. Si Shakespeare se hubiera interesado realmente escribir sobre lo que conocía por experiencia propia, habría hecho lo que eligieron hacer Jonson, Dekker, Middleton y muchos otros dramaturgos de la época: situar las obras donde creció o en Londres, su ciudad de adopción. En cambio, lo que Shakespeare escogió fue dar rienda suelta a su imaginación haciendo que sus argumentos se desarrollaran en tierras lejanas y tiempos pasados -Viena, Verona, Venecia y las antiguas Britania, Atenas, Troya, Tiro y Roma-. En Cimbelino llega a permitir que se entremezclen italianos modernos y antiguos romanos. Pero incluso en Como gustéis, la obra en que más se acerca a la experiencia personal, situada en gran parte en una versión propia del bosque de Arden, en Warwickshire, el emplazamiento es un paisaje mágico habitado no solo por pastores y ermitaños, sino también por leones, serpientes y una divinidad, Himeneo.

Según nos recuerda el Oxford English Dictionary, "imaginar" quiere decirse "formarse un concepto mental de algo que no se halla realmente presente en los sentidos" y que "no corresponde a la realidad de las cosas". En palabras sencillas, la imaginación comienza donde termina la experiencia -lo que vemos, oímos y palpamos-. Es posible que, en sus obras teatrales, Shakespeare no nos cuente muchas cosas de su vida personal, pero sí habla a menudo de lo que piensa sobre el funcionamiento de esa facultad. No es casual que Hamlet, el personaje generalmente reconocido como su máxima creación, hable con suma contundencia a favor del poder de la imaginación y confiese a su Ofelia: "Soy muy orgulloso, vengador, ambicioso, con más disposición para hacer daño que ideas para concebirlo, imaginación para plasmarlo o tiempo para cumplirlo". El mayor parecido entre Hamlet y su creador no se aprecia en el hecho de haber sido capturado por unos piratas o lamentar la muerte de su padre, sino en su capacidad para dar forma y palabras a pensamientos a menudo disparatados: "¿No podría la imaginación rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril?".

Helena, Lear, Antonio, Miranda, Vincencio, Gower, Malvolio y Políxenes son algunos de los numerosos personajes -gobernantes y amantes, puritanos y cándidos, individuos que se engañan o conocen a sí mismos- que reflexionan en las obras teatrales acerca de la imaginación. El personaje más escéptico respecto al poder de la imaginación es, como corresponde, Teseo, en Sueño de una noche de verano, al que Shakespeare asigna su definición más memorable:

Yo nunca he podido creer
en esas viejas fábulas ni en cuentos de hadas.
Amantes y locos tienen una mente tan febril
y una fantasía tan creadora, que conciben 
mucho más de lo que razón llega a comprender.
El lunático, el amante y el poeta
están hechos por entero de imaginación.
Uno -el loco- ve más diablos que los que acoge
el inmenso infierno. El amante, igual de alienado,
ve la belleza de Helena en la cara de una zíngara.
El ojo del poeta, en divino frenesí,
mira del cielo a la tierra y de la tierra al cielo;
y mientras su imaginación va dando cuerpo
a las formas de cosas desconocidas, su pluma
las convierte en figura y da a la etérea nada
un nombre y un espacio en que vivir.
La viva imaginación tiene tales recursos
que, si llega a concebir alguna dicha,
cree en un inspirador para esa dicha;
o si en la noche se forja algún miedo, ¡con cuánta facilidad toma un zarzal por un oso!
(V, I, 2-20)

Una de las grandes delicias de este parlamento es que el propio Teseo es "una vieja fábula". Los autores comparten con amantes y lunáticos una superior capacidad para imaginar "las formas de cosas desconocidas". Pero solo ellos pueden convertirlas en "figuras y dar a la etérea nada/ un nombre y un espacio que vivir". Es difícil imaginar un definición mejor del misterio de la creación literaria. No mucho después de pronunciar este parlamento, Teseo presencia una obra de teatro interpretada por Fondón y los demás "toscos mecánicos" y descubre que la experiencia lo ha transformado. Su reacción ante la actuación es uno de los parlamentos maravillosos de Shakespeare: "Los mejores de esta clase de gente no son más que sombras [expresión que en jerga isabelina hace referencia a los actores, de ahí que "un sombra en marcha" sea un "actor que se agita y pavonea una hora en el escenario"]; y los peores no son malos, si los corrige la imaginación". Hipólita, su cautiva y prometida, se apresura a recordarle y recordarnos: "Entonces debe de ser tu imaginación, y no la de ellos" (V, I, 210-212).

La primera vez que tomé en consideración la idea de escribir este libro, hace ya algunos años, un amigo me desanimó diciéndome: "¿Qué importa quién escribiera las obras de teatro?". La respuesta automática que le di me resulta ahora mucho más clara: "Importa mucho". La manera de imaginarnos el mundo en que vivió y escribió Shakespeare establece cierta diferencia. Esa diferencia es aún mayor en lo que respecta a nuestra comprensión de los cambios producidos desde la Edad Moderna hasta nuestros días. Podemos creer que fue el propio Shakespeare quien penso que los poetas pueden dar "un nombre y un espacio en que vivir" a una "etérea nada". O podemos concluir que esa "etérea nada" resulta ser un algo disfrazado que requiere descodificación y que, sin haberlas experimentado en persona, Shakespere no podría imaginar "las formas de cosas desconocidas". Se trata de una decisión grave y trascendental.

martes, 21 de agosto de 2012

Resumen de la temporada 2011/12

A continuación listo y resumo -para facilitar su hojeada-, la serie de anotaciones realizadas durante esta temporada. Gustoso escucharía a alguién si listara sus preferidos:

Agosto 2011:

El ruido eterno y El instinto musical: Epílogos a dos libros sobre música, el primero, sobre el devenir histórico de la música de vanguardia durante todo el siglo XX, el segundo, se adentra más en las características cognitivas que hacen posible la escucha placentera del sonido estructurado.

Septiembre 2011:

Neoanimismo: Lamento velado de la rústica hermeneútica supersticiosa de la economía

Algunos comentarios sobre música popular: Citas sin aparente orden ni concierto sobre la relación entre música popular y de vanguardia.

Instrucciones para crear un alma y su continuación: Acoso y (casi)derribo a la idea del YO.

La racionalidad subyacente de American Pie: Una explicación institucionalista del (aparentemente) irracional comportamiento del universitario.

Lecturas transversales de Confesiones de un joven novelista, de Umberto Eco y su segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta y séptima parte: Extractos de un libro de Eco sobre el novelaje confrontados a otros textos que armonizan, disuenan o modulan lo dicho y defendido por el semiótico italiano.

Argumento de la recursividad: Breve sofisma, igual hasta cierto, contra la interpretación fisicalista de lo mental.

Octubre 2011:

Lectura habermasiana de Hamlet y su continuación: ¿Y si el príncipe danés no fuera sino un escéptico de la personalidad?

Noviembre 2011:

Mesoestructuras y su continuación: El reto de hipnotizar al oyente lector sin saturarlo ni aburrirlo.

Una breve perspectiva estética de la filosofía: ¿Y si la verdad no estuviera exenta de belleza?

Clocks and clouds: La pulsión -incluso musical- entre el holismo extensional y el reduccionismo
intensional.

Nubes y relojes: El lenguaje subiendo alla Escher por las escaleras del detalle para acabar en el piso inferior de otro nivel gramatical

...[por medio del lenguaje] podemos incluso refinar nuestra capacidad discriminatoria para ciertos qualia...: Un sintetizado repaso, de la mano de Grabriel Zanotti, a toda la filosofía del s.XX nomás bastándole a uno el usar la concepción del lenguaje como piedra de toque.

El lenguaje y el yo: La conjetura de Gerald Edelman sobre aquello que nos capacita como humanos por encima, o a diferencia, de los animales.

Diciembre 2011:

El reducto utopista: Sobre cómo la aversión a la interdisciplina crea monstruos -en este caso- políticos.

El canon occidental: La tésis de que también la filosofía tiene un canon y es, por supuesto, cómo si no, un canon eminentemente estético.

Sobre política:  ¿Y si el aplauso del público es el claudicador origen de la política?

Enero 2012:

Un par de notas sobre la fealdad en el arte: Breve intento de asimilar lo grotesco y feo en el arte, en la estética.

Memoria literaria: ¿Y si por cada vez que recórdasemos el cómo era o es alguien no estuviésemos sino incurriendo en Literatura?

Demoliendo el edificio cartesiano (Contra el reduccionismo): Otra metáfora para la ya manida del edificio de la ciencia y sus pisos y leyes fundamentales.

Febrero 2012:

Los "Lógicos": ¿Y si la mismita habilidad que da excelencia en un campo resulta contraproducente en otro?

El eterno retorno: ¿Y si la historia parece (se re)vuelve?

La Verdad como algo memorable: ¿Y si la Verdad fuera lo único (que al cabo es) verdaderamente memorable?

Wittgenstein sobre religión: ¿Y si en el idioma religioso no hubiera traducción ni para la verdad ni para la mentira?

Marzo 2012:

Inversión cultural y su continuación: Apenas contenida diatriba contra el pensar provinciano ajeno al viaje interdisciplinario.

Abril 2012:

Cómo acabar de una vez por todas con el ajedrez por correspondencia [Woody Allen]: Humorada también útil para contrariar la adolescente creencia en que pueda existir alguna vez en algún lugar de algún modo algo así como un epic Win.

De la formalización del lenguaje: Pretendida explicación breve del por qué del uso cada vez más extensivo de las matemáticas y lo formal (principal y básicamente) en la ciencia.

(Des)anclando el lenguaje: De la (in)sana irreversibilidad del lenguaje.

Mayo 2012:

El Olimpo de Homero: ¿Y si Homero hubiese tomado en serio a las divinidades?

Apología del Sistema: Centrando el debate político con la petición de un trazo conceptual menos grueso.

Otro panfletillo liberal: ¿Y si imaginamos un liberalismo alejado de las fetichistas manos de los libertarios?

James Geary, hablando metafóricamente: Ya lo dijo Borges cuando dijo aquello de que "Quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas".

Junio 2012:


De constelaciones y estrellas, de neuronas y conciencias: Insistiendo en los enredos de la consciencia y las redes y el holismo y la memoria.

Julio 2012:

Escila y Caribdis: El tradicional homenaje cumpleañero al bardo de Avon, en esta ocasión, a razón de su intrincada maestría verbal en enredo con su habilidad para el retrato.

Pensamiento fulmíneo, i.e, pensamiento constelar: Expansión de aquello que (otra vez) sintetizó tan magníficamente Borges: "Pensar es olvidar diferencias".

Sobre la creatividad: ¿Y si la creatividad visionaria en un ámbito no fuera sino un enredado ejercicio de memorización?

Agosto 2012:

Nota de aviso para estetas: Breve queja para aquellos estudiosos de muestras perezosas.

Nota breve sobre Borges o Lem: Indagación sin respuesta a propósito de los escritores híbridos.

Ley y moral: ¿Y si no todo orden estuviese legislado?

El sentido de la belleza: ¿Y si el instinto de lo bello fuera nuestra más sutil tecnología prospectiva?


viernes, 10 de agosto de 2012

El sentido de la belleza

(Ando conversando con Juan Antonio un comentario suyo sobre mente y materia. Wittgenstein o Platón. A propósito:)

Hay un cuento del hard sci-fi writer Greg Egan, concretamente "Motivos para ser feliz", el cual, está incluido en su libro de cuentos Luminoso, un cuento, como decía, en donde (y resumiendo con trazos gruesos) a un pobre hombre le tienen que extirpar casi medio cerebro por culpa de un tumor. A resultas de esto, se queda sin la capacidad de segregar leu encefalina, neuropéptido sin el cual una persona es incapaz de sentir placer alguno ante cualquier estímulo externo. Como el cuento es ciencia-ficción pues resulta que pueden inocularle a través de todos esos agujeros de gusano horadados en su cerebro por culpa de la mentada operación, una experimental espuma (a efectos prácticos una prótesis) gracias a la cual el sujeto volverá a poder reconstituir de interacciones químicas su cerebro y en consecuencia volver a sentir plácer y todo tipo de qualias que por desgracia había perdido desde su anterior situación de depresión terminal.

No obstante, como la espuma, digamos, baila con cualquier neurona que de en gatillarse pues resulta que todo le gusta a nuestro protagonista y le gusta, además, a extenuantes niveles de satisfacción. No tiene sentido del gusto ni personalidad ni, en definitiva, instinto de la belleza (nótese aquí qué valioso pasadizo se nos abre para caminar sobre el instinto de lo bello y su necesaria educación). Pero por cierto, eso le pasa (por si no ha quedado claro) con las mujeres, la comida, etcétera.

La solución que finalmente tienen que hacerle es provocar una ruptura asimétrica en la interacción de esa prótesis espumosa (no me resisto a comentar el hecho de que, en realidad, desde nuestra misma concepción, nuestras conexiones sinápticas van reforzándose entre sí pero también muriendo y estas muertes, por cierto, y sobre todo al principio, suceden de forma azarosa -con todas las implicaciones que esto tiene para nuestra identidad) mediante el artificio de configurar paramétricamente esa espuma con los valores medios de unos taitantos mil muertos anteriores cuyo alumbrado general cerebral había sido mapeado. Además, al protagonista se le otorga un aparato útil para poder fijar de forma manual y escalar -del uno al diez- el placer que quiere sentir ante un estímulo sensorial (cuántas veces no habremos deseado que eso nos gustase menos -o más) y así poder configurarse una personalidad menos agotadoramente sobreexcitada.

Siento de veras la chapa pero creo que ya está repartidas las piezas en el tablero, ¿de veras crees que se podría fijar una personalidad coherente y heterógenea (no solo que gustase de un tipo de cosas), es decir, ni esquizofrénica ni provinciana, sólo mediante la fijación racional de unos valores escalares a las impresiones qualia?

Yo creo que no, que es imposible, que en realidad el protagonista sólo podría esculpir la prótesis-espuma por la mera fricción habida con cada experiencia real sentida, o sea, madurando con el tiempo que es como hacemos todos nosotros pero porque las escalas son demasiado macroscópicas como para la neurocirujía existencial que requiere nuestro instinto de lo bello y placentero, o sea, y por seguir con la ciencia ficción, las emociones y qualia serían como nanorrobotos que suplen la mucho más grande, y por tanto para este ámbito inoperante, tecnología de las palabras o Ideas platónicas, quiero decir, no es que tengamos emociones por todo sustituto barato cuando no fraudulento de la Razón, no, es que la emoción y la subjetiva (pero porque no podemos ensancharla sin pérdida proporcional para meterla en una intersubjetiva oratoria persuasiva) sensación de belleza son insustituibles formas de conducirnos por la vida.

lunes, 6 de agosto de 2012

Ley y moral

¿Qué quiere decirnos la gran novela de Cervantes? Hay una abundante bibliografía al respecto. Algunos pretenden ver en esta novela la crítica racionalista del idealismo confuso de Don Quijote. Otros ven la exaltación de este mismo idealismo. Ambas interpretaciones son erróneas porque quieren encontrar en el fondo de la novela no un interrogante, sino una posición moral.

El hombre anhela un mundo en el que sea posible distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de juzgar antes que de comprender. En este deso se han fundado religiones e ideologías. Éstas no pueden conciliarse con la novela sino traduciendo su lenguaje de relatividad y ambigüedad a un discurso apodíctico y dogmático. Exigen que alguien tenga la razón; o bien Ana Karenina es víctima de un déspota de cortos o alcances o bien Karenin es víctima de una mujer inmoral; o bien K., inoncente, es aplastado por un tribunal injusto, o bien tras el tribunal se oculta la justicia divina y K. es culpable.

En este "o bien-o bien" reside la incapacidad de soportar la relatividad esencial de las cosas humanas, la incapacidad de mirar de frente a la ausencia de Juez supremo. Debido a esta incapacidad, la sabiduría de la novela (la sabiduría de la incertidumbre) es difícil de aceptar y comprender.


[El Arte de la Novela, Milan Kundera]

¿Cómo puede configurarse una Ley que, a la vez, sea capaz tanto para un extenso campo de situaciones (privilegios de la granularidad gruesa) como para abstraer o cribar justo las diferencias irrelevantes que hacen heterogéneas esas situaciones (privilegios de la granularidad fina)?

Mi continua impresión es que la Ley sirve para situaciones macrosociales como el robo o el fraude (donde aún así debe haber un juez que defina los términos implicados para ver si hay correspondencia válida con el grueso de una Ley) y la moral sirve para situaciones concretas donde hacer descender conductas desde paradigmas abstractos de comportamiento es como tratar de cazar moscas con una bazoca -y a este respecto pienso en cualquier discusión de pareja donde no hay ninguna ley que reparta la culpabilidad para un solo bando y de pensar lo contrario se acabará lanzando dardos envenenados por quítame allá unas minucias mal acentuadas.

O sea, mi parecer es que, por la propia compleja naturaleza de la sociedad -por extensión la realidad-, la relación dialéctica de moral y Ley está en constante muda, pero como cualquier otra institución, como, por cierto, el lenguaje, como cuando por evolución histórica de los acontecimientos despedazamos un hiperónimo en múltiples hipónimos o como cuando es al revés, como cuando condensamos una variedad de hipónimos en un constelar hiperónimo -y la etimología da cuenta de estos inevitables vaivenes.

A veces los conceptos de un nivel casan con los del otro, es cierto, pero otras tantas veces las estructuras de una dimensión y otra cambian de modo que si yo quiero cartografíar (o reconocer) la costa de Inglaterra desde la perspectiva espacial, me bastará hacer uso de figuras euclídeas con sus ángulos y líneas rectas, ahora, a pie de campo, mapa en la mano, más vale que la línea aparecida sea quebradiza y fractal pues de lo contrario se puede acabar cayendo al despeñadero, es decir, y cubo de Necker, no siempre se pueden simultanear las dos vistas y los conceptos en uno no tienen por qué valer en el otro, o por seguir la analogía de la Ley, si yo miro desde la perspectiva de un juez, puede encontrar culpable a un sospechoso, no obstante, si lo miro desde una perspectiva más cercana, en primera persona incluso, puede encontrarme con un delincuente que no tuvo otra salida aún habiendo tenido otra voluntad y de ahí la pregunta, ¿cuál es la perspectiva adecuada?

Ambas en mi opinión, aquí lo difícil de la moral.

jueves, 2 de agosto de 2012

Nota breve sobre Borges o Lem

A propósito de una reseña de Vacío perfecto, no he podido dejar de reflexionar que a mi lo que me intriga (entre otras cosas, ciertamente) de estos autores como ejemplarmente Borges pero también Lem (otro Borges pero desencantado), como decía, de estos autores transfronterizos y además en un género ya particularmente híbrido y a matacamino entre la filosofía y el arte como es la ficción literaria, lo que me intriga, insisto, es por qué se comunican mediante obras de ficción narrativa y no mediante un ensayo, o directamente una obra filosófica.

Creo que si entendiera esto, vislumbraría por qué la literatura no es (o no lo creo, mejor dicho) una mera distracción bastarda a situar en los arrabales del conocimiento colonizado por la augusta ciencia.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Nota de aviso para estetas

Me pasa leyendo a muchos (si no la práctica totalidad de) filósofos de la ciencia que cuando disertan sobre la naturaleza de la ciencia en particular, y el conocimiento en general, alrededor de sus abstractas especulaciones habita solapada una concreta referencia a exclusivamente la física (ciencia apátrida que puede caminar entre el reino de lo matemático y lo empírico) y olvidan así, consecuentemente, el operar de otros saberes mucho menos privilegiados en su parentesco, pues bien, otro tanto le sucede muchas veces al estudioso de la estética a quien veo mirando de soslayo exclusivamente a la Literatura -monstruo híbrido, habitante fronterizo de la filosofía y el arte- que, justamente en virtud de su anormalidad, no es aconsejable empezar, o tomar, por paradigma del Arte.