En la misma línea se me achacó que el concepto de una divinidad personaliforme –que no se colegía realmente del post- surge de un instinto natural de necesidad de certidumbre a lo cual objeté que si dicha certidumbre fuera eficaz lo sería porque tendría un contenido -lo que nos da la certidumbre, v.gr, que la vida tenga sentido- que en la medida en que fuera eficaz lo sería por las mismas razones que las matemáticas, una vez más, las cuales surgen también para proporcionar certidumbre y cuya veracidad cuando son eficaces parecen remitirnos a un reino platónico.
Mas como dicho testeo no puede realizarse de forma científica sino personal, comenzó un debate que yo creo pone de manifiesto las debilidades de lo que se denomina cientificismo.
Antes que nada quiero aclarar dos cosas.
Uno. Aclaro que existen más vías de adquisición y transmisión de conocimientos no científicos que el religioso, vías que van desde la experiencia -ampliamente admitida- al arte –menos admitida-. Si escojo lo religioso, máxime cuando las otras vías son vías de acceso a un conocimiento sin duda real, es en aras de crear y avivar la polémica.
Dos. Aclaro que el método científico es esencial para una constante apropiación progresiva de conocimiento, no -¡cuidado!- para su mera existencia. Su uso, cuando es factible, es más que recomendable es un imperativo social. Es evidente que una proposición científica, por ejemplo, una matemática; nos proporciona mucha más certidumbre que una que no lo es, como por ejemplo, una religiosa ya que hay que pensar en la comunidad científica como una red de consejeros que te protegen del error. Una vez que estás bajo su manto tu protección, este aumenta exponencialmente. Así funciona, eso es la certidumbre. Si eres capaz de verbalizar una proposición verdadera entonces puedes utilizar el método científico para encumbrarla a unos grados de certidumbre inigualables. Algo que no le pasa a Robinson Crusoe que jamás puede conseguirlo dada su solitaria situación mas con Crusoe se ve que no es la proposición en sí lo que da certidumbre sino su público para lo que necesitamos, digamos, un puesta en escena. Y verbalizarlo, como veremos, ya es también una puesta en escena, una puesta en escena a nosotros mismos.
Trataré de demostrar que no siempre es posible conseguir esa puesta en escena lo cual no niega la veracidad de la proposición aunque sí menoscaba su grado de certidumbre.
Ya entrando en materia empezaré por un texto de Popper en donde el filósofo afirma (y coincido con él) que Robinson Crusoe por el carácter solitario de su existencia jamás podría hacer ciencia pero (y esto lo añado yo) sí que podría captar ciertas verdades.
El cientificista, por contra, -y aquí defino contra quien lucharé en esta anotación- negará la existencia de cualquier conocimiento no emanado del método científico ya que según la RAE el cientificismo es (2º acepción): Teoría según la cual los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas. El cientificista, en consecuencia, tendrá que negar que Robinson Crusoe pueda tener conocimiento alguno.
Hay quienes hacen frente al cienticifismo a razón de que consideran que la ciencia es descriptiva pero no normativa y por tanto es inútil para la articulación de una moral, sin ir más lejos. Aclaro que no estoy del todo acuerdo. Creo que la frontera entre hechos normativos y hechos descriptivos puede difuminarse en un número sustancial de casos. Ciertamente el saber que es capaz de construir la bomba atómica no puede ser el mismo que determina el valor de su uso pero la cuestión es adivinar si su valor de uso puede ser determinado por métodos científicos y yo creo, como intenté demostrar en este post, que sí cabe un análisis científico de enunciados prescriptivos.
En donde pienso que el cienticifismo falla es en por lo menos dos puntos.
Cuando hablamos del primer punto, hablamos de los límites de la ciencia, hablamos de la ignorancia de los mismos por el cienticifismo. Hablamos de la incapacidad de la ciencia de analizar otros hechos que aquellos que no sean regulares. Hablamos de la arrogante ceguera del cienticifismo por afirmar que no existen otros tipos de hechos.
Cuando hablamos del segundo punto, hablamos de la propia naturaleza indagativa de la ciencia que al preguntarse exclusivamente por el cómo deja, a no dudar, preguntas sin responder que el cienticifismo considera, una vez más injustificadamente, sin sentido. Esto último, lo he tratado (más bien Freeman Dyson) en un post.
En suma, yo le critico al cienticifismo una metafísica que dice no tener y que dice no tener para así poder librarse de la tutela de la filosofía.
Su metafísica radicaría en creer en un universo legalista donde todo está perfectamente reglado siendo la ciencia el único método válido de encontrar tales leyes.
Hay que recordar que sí, que la ciencia es como un juego, y sus reglas son sus presupuestos metodológicos:
El juego de la ciencia prescribe que no se puede recurrir a explicaciones sobrenaturales (ni a causas finales, ni introducir "fantasmas en la máquina"...), igual que el ajedrez prescribe que el alfil se tiene que mover en diagonal.
Sin embargo, la ciencia aún siendo un juego muy hermoso no es autoconsistente. John Barrow ha señalado con ironía que si una religión se define como un sistema de pensamiento que exige creer en verdades no demostrables, entonces ¡la matemática es la única religión capaz de demostrar que es una religión! Y es que ¿lo que en cierto modo vino a decir Gödel no es que lo natural no es totalmente explicable en virtud, precisamente, de su naturalidad? Lo confirma Wolpert con sus investigaciones.
Con la misma opinión están Maturana y Varela quienes tienen una teoría de la cognición llamada Teoría de Santiago, explicada en el libro El Árbol del conocimiento, en donde niegan que nuestra cognición realice una representación mental de un mundo independiente y predeterminado (¡por tanto no hay hechos objetivos!) sino que más bien produce el alumbramiento de un mundo (Maturana dixit).
Lo que un organismo particular da a luz en el proceso vital no es el mundo sino un mundo determinado y siempre dependiente de la estructura del organismo. Puesto que los organismos individuales dentro de una misma especie tienen estructuras parecidas entonces alumbran mundos similares.
Así quien crea únicamente en la verdad de la ciencia a razón de su eficacia olvida que no es que vivamos en un mundo natural porque así lo percibimos, sino que percibimos de esa determinada manera el mundo porque, según la Teoría de Santiago,
lo percibido del mundo exterior correspondería a una construcción hecha por el observador a partir de su estructura y tiene que ver con su historia de cambios estructurales, más que con el agente que perturba sus sistemas sensoriales, que en sí mismo no tiene el poder de generar los cambios de estado que tuvo el sistema que observa. Así, una aprehensión objetiva del entorno es imposible por la misma constitución estructural de los seres vivos, que sólo pueden procesar de su entorno aquello que su estructura permite.
En suma, lo que afirma la teoría de Santiago a propósito de nuestra cognición se parece, por cierto, a la metáfora de Cortázar del pseudópodo al considerar que nuestras representaciones son segregaciones de un órgano que al igual que con la bilis del hígado no representan una realidad ahí dada. Es decir, el cerebro no construye representaciones naturales del mundo, sino que el raciocinio surge de nuestra intelección que no es más que una excreción, una excreción, sí, adaptativa, útil pero que no aprehende la sustancia real de lo real, valga la redundancia, tal y como traté de demostrar en este post.
Piensa en esto, piensa así, piensa en el surgimiento de nuestra intelección y en su irrelevancia para la eficacia de un entendimiento de la naturaleza real de la naturaleza, piensa que con la misma ineludible letanía instintiva con que una araña construye su telaraña, nosotros segregamos un hilo de Ariadna con el ingenuo fin de convertir este laberíntico mundo en un lugar habitable pero desde Gödel sabemos que la textura matemática resultante de nuestra cognición no es lo suficientemente resistente como para contener la complejidad de, y por tanto sonsacar un molde de, la realidad. Un molde de la realidad que no le es posible sacar a ningún método de adquisición de conocimiento y por tanto a ningún método le es dado dilucidar qué conocimientos de tal forma adquiridos son verdaderos y qué otros conocimientos adquiridos de esta otra no lo son.
Esto se conoce como objetividad ente paréntesis:
Maturana advierte de la incapacidad de distinguir entre el error y la ilusión de una vivencia en el momento en que ocurre. Por lo tanto todo es vivido como real al momento de vivirlo, y es una operación de abstracción posterior la que otorga este carácter a cualquier experiencia, que a su vez se basa en otra experiencia cuyo carácter de realidad también está sujeto a las mismas reglas. Así, las explicaciones que un observador construye están también cimentadas en su historia de cambios estructurales, que puestas en el lenguaje se construyen en base a distinciones hechas en él por una comunidad en particular. Los consensos científicos sobre la verdad, entonces, tendrían una validez restringida, y el argumento de la objetividad no resultaría válido para sostener que la verdad científica tiene un carácter privilegiado frente a otras formas de concebir la realidad
¿Y qué es la degeneración? Lo explica Edelman en su libro El universo de la consciencia:
En los sistemas seleccionales [aquellos sistemas que evolucionan por un proceso de selección] comparten una notable propiedad que es tan única como esencial para su funcionamiento: En estos sistemas, suelen existir muchas vías diferentes, que no son necesariamente estructuralmente idénticas, para la producción de un resultado particular. Denominamos degeneración a esta propiedad.
Concisamente, la degeneración se refleja en la capacidad de componentes estructuralmente distintos de producir resultados parecidos.
Nuestros conocimientos serán verdaderos en la medida en que sean degenerados con la estructura del universo aún no pudiéndose demostrar nunca que dichos conocimientos sean objetivamente verdaderos.
Si la ciencia es eficaz en sus indagaciones es porque maneja una estructura cognitiva, a saber, la computación que, hasta el momento, ha dado cuenta de innumerables fenómenos físicos pero dicha estructura no puede agotar la realidad, y dicha estructura matemática, de hecho, no agota nuestra cognición siendo, empero, la usada por la ciencia porque es la única que permite utilizar el método científico mas sería un triste ejercicio de miopía sentenciar que dicha estructura cognitiva es la única que utilizamos en nuestras vidas para adquirir conocimiento.
Cabe preguntarse entonces 1)cómo son esas formas de adquisición de conocimiento y 2)por qué sus resultados no son emulables por la ciencia. O dicho de otra manera: ¿cómo y desde dónde ensanchar los límites cognitivos postulados por el cienticifismo?
A 1) diré que entiendo que aquellos fenómenos cuyas estructuras subyacentes sea computables sólo serán aprehensibles por estructuras cognitivas que sean a su vez computables. Tales fenómenos serán articulables de forma verbal. Por ejemplo: en proposiciones matemáticas.
Pero 2) pueden existir fenómenos cuya estructura subyacente NO sea computable entonces sólo serán aprehensibles por estructuras cognitivas que sean a su vez "algo más que" computables. Tales fenómenos no serían articulables en el sentido de verbalizables.
Pues bien, creo que nuestro órgano lingüístico y sólo dicho órgano es computable pero no el resto de nuestra cognición (v.gr: Steven Pinker asevera de forma displicente en el libro El instinto del Lenguaje que el pensamiento no se agota con el lenguaje) siendo por ello que tenemos intuiciones no computables, ideas no verbalizables, que para incrustarlas en el lenguaje necesitamos dinamitarlo, dinamizar el significado del signo logrando así que el texto no sea semánticamente preciso, coherente, pero sí articulador de ideas no computables.
Ahí es donde yo veo que entra la poesía, el mito y no es de extrañar que todas las religiones hayan sido o críticas con el lenguaje -sobre todo las orientales aunque ellas lo llamen razón- o exuberantes de un lenguaje no denotativo, un lenguaje poético -véanse las tres religiones del libro, de un libro de ficción-
Pero, ¿existen tales conocimientos? Y si existen ¿por qué no pueden ser validados de forma científica?
Por supuesto que existen tales conocimientos, son lo que llamamos conocimientos tácitos. Cortázar relata en un texto muy gracioso cuáles son las instrucciones para subir las escaleras. Obviamente no consigue dar con ellas, no consigue verbalizarlas pero existen ya que hacemos uso de ellas cada vez que subimos una escalera.
El por qué se resiste este tipo de conocimiento a ser tratado por el método científico es una buena forma de entender cómo y cuándo se articula el método científico. Un ejemplo:
Imagina que un mono ve entrar tres leones a una cueva. Al rato ve salir otros dos. Sabe de una forma tácita que la proposición "3 -2 = 1 es verdadero" y por tanto queda un león en la cueva. No obstante no es capaz de expresar verbalmente dicha proposición porque no tiene el don del lenguaje, en consecuencia, no es capaz de presentar ese conocimiento a la comunidad de monos para que lo discuta lo cual no es óbice para que sí pueda validar de una forma empírica pero subjetiva –el resto de la comunidad simiesca no sabría qué está validando- si el conocimiento de que "3 -2 = 1 es verdadera" es cierto en el caso de que entre en la cueva.
Ahora bien, yo no afirmo que se pueda colegir objetivamente de forma irrebatible algo de cualquier pensamiento -independientemente de su naturaleza (sea tácito o no).
De hecho no tengo dudas de que el método científico, además, añade más certidumbre a nuestros conocimientos. Lo que afirmo es que existen ciertos conocimientos, que manejamos siempre (desde nuestro subir las escaleras hasta nuestro afirmar que el perro de las 3.14 es igual al de las 3.15), que al no dejarse verbalizar no pueden ser presentados a la comunidad científica sucediendo con dichos conocimientos que sólo caben ser validados (toda validación no verbal es empírica) de una forma subjetiva de modo que, por ejemplo, el mono sí puede entrar en la cueva para validar la proposición "3-2=1 es verdadero", proposición, sin embargo, que al no poder ser verbalizada no puede presentarla a la comunidad científica para que le ayude también a validarla -se encontraría como Robinson Crusoe en la isla: manejando sólo verdades reveladas (Popper dixit).
Ahora imagínate que los tres leones han salido de la cueva. El mono puede decir que la proposición "3-3=0 es verdadero" que conoce pero no puede articular verbalmente -intersubjetivamente- y por tanto tiene tanta validez como una alucinación onírica y por tanto pasar de ella pero no puede afirmar que es falsa y en cualquier caso su falsación quedaría únicamente bajo su poder.
Yo no digo, por seguir con la metáfora, que haya fieras en esa cueva, digo, que la validación de si hay o no hay fieras -dado el singular carácter del conocimiento de esa proposición- impide un juicio método científico mediante.
El mono cientista no entraría a la cueva porque no puede asegurarle el método científico si su conocimiento no verbalizable de las matemáticas es verdad o es una falsa intuición. Si bien es cierto que nada le asegura al mono que de entrar y ver que no hay fieras esto haya sido porque realmente y no casualmente la proposición "3-3=0" es verdadera por eso nunca se puede afirmar objetivamente nada. El cientificista dirá (por eso no me gusta, por acomodado) que sólo se fía de lo que diga el método científico. Por lo tanto, no es, o al menos no únicamente, que la necesidad de certidumbre ha creado el concepto de una divinidad personaliforme sino que ha creado y fomentado el desarrollo del método científico ya que lo que ocurre es que la sensación de seguridad es agradable, produce adictivas endorfinas, siendo precisamente lo que da seguridad el método científico mas cuando este no alcanza a describir otras cosas entonces algunos deciden, prefiriendo la seguridad antes que la búsqueda de la verdad, que no hay nada que decir pero la certidumbre no afecta a la verdad objetiva de algo sino a nuestra capacidad de aprehenderla, confundir esto es el error del cientificismo, de hecho, cuando podemos vislumbrar casos imaginarios (como el del mono anumérico, o el del solitario Robinson Crusoe) en los que ciertos conocimientos que desde nuestra posición sabemos verdaderos pero no pueden ser validados de forma científica desde el marco de actuación imaginado por el caso entonces descreer de ellos, como implicaría una actitud cientificista, se revela como el gran error de miopía que es esa filosofía.
Entendiendo esto no es de extrañar entonces que, dada nuestra preferencia a veces acrítica por la certidumbre, en tanto en cuanto se explique lo que es el método científico aparezcan más y más cientificistas que se quedarán sólo en el método científico como garante de verdad porque este el único método de indagación que da una certidumbre social. No es de extrañar, tampoco, que la otra mayoritaria alternativa sea la aceptación sin ningún tipo de indagación espiritual previa de una colección de dogmas de alguna religión al uso.
Ambas opciones, por cierto, me parecen a mi igual de apocadas al quedarse en la certidumbre para no avanzar en la conquista de una verdad, por lo visto, más precaria cuanto más profunda.