Abominable seno, vientre de muerte, repleto del más exquisito bocado de la tierraY si mal no recuerdo así acababa la cita. Al instante pensé, por su poético tono, por la plasticidad de las imágenes, por el ritmo alcanzado; que Shakespeare era el mejor candidato para otorgarle la autoría de la frase. La naturaleza apocalíptica de las metáforas, henchidas de un dolor vengativo, me instaron ir más lejos y apuntar a Macbeth.
Lo consulté en internet. Para mi humillación, para mi tristeza, me había equivocado, me había precipitado. La frase, que citada en su totalidad todavía gana más en esplendor estético, era ésta:
¡Oh! Tú, abominable seno, vientre de muerte, repleto del más exquisito bocado de la tierra, de este modo haré que se abran tus pútridas quijadas; (Desencajando la puerta del monumento [funerario]) y te sobrellenaré a la fuerza de más alimento.¿Qué quiere expresar quien pronunció esas frases? Aprovechándose de un metáfora animista("vientre de muerte"), el autor que creó tan magnífica expresión, fue capaz de plasmar en el personaje que la pronunciaba, una furia deicida, ya demente, que, al no adherirse a una religión al uso, no hace sino redundar en el carácter eminentemente instintivo, atávico, huérfano de todo intelectualismo sedante, en breve, desnudo, con el que el personaje se enfrenta al dolor.
Pero no bastando con eso, en la segunda parte de la cita, y distanciándose entonces de lo que podría ser Macbeth -pensemos en el magnífico monólogo que pronunciará, luego de enterarse que había enviudado-, se percibe una modulación del furor criminal hacia una mayor lucidez, con su consiguiente sensación de impotencia, que tendrá su culminación plástica en una cima de cariz finalmente suicida("pienso sobrellenarte a fuerza de alimento"), reverso tenebroso pero lúcidamente consecuente de la primera y romántica sobrevaloración ("el más exquisito...") del ser perdido.
Esa frase sólo la podría haber firmado Romeo. Estas pocas líneas nos han bastado para sentir ya su pasado aliento romántico, su futura fantasmal presencia, en suma, su rúbrica, que apenas ocupa unos caracteres pero que se escribirá indeleble en nuestra memoria.
Ese es el don shakesperiano pero no acaba aquí.
Leyendo otra vez la frase y contemplando separadamente sus elementos constructores vemos entonces imaginería apocalíptica, hipersensibilidad, animismo religioso, desahogo suicida; ingredientes todos ellos de la futura tragedia que se está cocinando pero también -suprema ironía- rutas mentales por las que gracias a las mismas Romeo había sido capaz de haber vivido tan intensamente, tan felizmente, lo que para otros puede llegar a convertirse con el peso de los años en apenas una trivial experiencia más. Y este punto es vital porque el que los patrones cognitivos de Romeo -como los de cualquier personaje shakesperiano, dicho sea de paso- no generen exclusivamente juegos de suma negativa, no generen exclusivamente círculos viciosos, es lo que hace que todo Shakespeare, que todos los personajes shakesperianos, tengan una estructura cognitiva de paradójica geometría, de imposible figuración, difícil moralismo, obligada rumia.
Bien es cierto que en esta obra, nuestro genio, aún treintañero, para hacer salir todo el jugo a la cognición del protagonista, bien desde del lado positivo, bien desde el negativo; necesitará exprimir la trama de la obra de una forma menos elegante de lo que será normal en él en sucesivas obras.
Da igual, lo relevante aquí, en estos momentos, es ver cómo, en apenas dos líneas, en apenas un par de líneas, el maestro condensa con sobrenatural plasticidad todo el futuro de su personaje que, ahora lo vemos con claridad, de algún modo, de alguna manera, como si fuera una semilla presta a encontrar su adecuada climatología, está ya presente en la percepción que el personaje extrae de lo real, de lo acontecido, de lo vivido, esto es, en la manera en que se enfrenta a lo habido mediante el pensamiento, el diálogo consigo mismo, el lenguaje.
A mi juicio, por esto Shakespeare fue un genio literario sin igual, no porque o no porque sólo, fuera un explorador de la psique humana, así, a secas, sino porque lejos de ser un mero periodista del reino del espíritu, emprendió una empresa de profundidad sin parangón, yendo más lejos que el resto en conseguir hacernos ver cómo, detrás de cada aprehensión del mundo, detrás de cada estar en el mundo, se esconde un patrón cognitivo que es el que criba, acomoda, selecciona, en suma, re-crea dicha estancia, dicha asimilación y lo hará en los términos en que sólo ese molde es capaz de lograr hacerlo encajar en nuestra cabeza.
Aún más lejos, el cisne de Avon nos revelará también que es a través de dicho molde cognitivo desde donde nacerán nuestras futuras tragedias domésticas, revelándonos cómo estamos establecidos en una vecindad con la infelicidad mayor de la que alcanzamos a ver, tal que el genotipo de cualquier especie, el cual, sólo necesita de apenas unas pequeñas perturbaciones ecológicas para revelarse su fatal cercanía con la extinción.