sábado, 10 de abril de 2010

Que la paz sea contigo, artista

Al empezar la Liga pensábamos que íbamos a asistir a un codo a codo entre Messi y Cristiano [Ronaldo] por el trono mundial. Llegados a la primavera, casi puede darse por hecho que Messi ha ganado el pulso. Más menudo, con menos físico, con menos pegada, con sólo una pierna... En principio parece no tener tantas cosas como Cristiano, de físico exultante, potencia de remate, tiro libre, cabeceo, carrera de caballo inglés, ambidextro. Messi destaca por la habilidad del regate corto, su velocidad para salir y por su fantástica visión de juego. Tiene el mapa del ataque en la cabeza. Es mucho, pero, ¿como para distanciarse tanto de Cristiano?

Es que goza de una ventaja decisiva: la paz de espíritu. Vive tranquilo, juega tranquilo, disfruta como en el colegio, según se ha dicho estos días. No le enfada que le peguen, no hace alardes humillantes. No juega para ser el número uno, sino para divertirse.(...)Es un niño que disfruta con sus amigos y una pelota.

Cristiano tiene la obsesión de ser número uno. Quienes andan cerca de él dicen que eso le favorece, que le hace más perfeccionista. Puede ser. Pero también se refleja en una ansiedad negativa en determinados partidos, mayor en los altos compromisos, finales de Europa, Mundial, Eurocopa... Ese deseo de reconocimiento le acompaña como un guardián que le impide jugar con la naturalidad y la soltura que de verdad le harían ser el mejor. Elegido como redentor de un Madrid abrumado por el Barça el efecto se acentúa. Cristiano debe alcanzar la paz de espíritu de Messi para poderle ganar, pero, ¿cómo se hace eso?

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George Orwell recuerda en una conferencia emi-tida por la BBC en diciembre de 1940, y publicada en el Listener el 19 de diciembre del mismo año, que, en medio de la idolatría generalizada a Shakespeare, Tolstoi se preguntaba en un virulento ensayo, hacia el final de su vida, “cómo era posible que ese dramaturgo malo, estúpido e inmoral sea universalmente admirado…y lo atribuye a las maquinaciones de ciertos críticos alemanes de principios del siglo XIX que, según él, inventaron la perversa mentira de que Shakespeare es un buen escritor y que, posteriormente, nadie tuvo el valor de contradecirles.

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Tras (...) dedicarse con tremendo éxito a la literatura, Tolstói sufrió una "terrible crisis existencial y espiritual que lo sume en una profunda depresión, y que lo lleva al borde del suicidio", recuerda Joaquín Fernández-Valdés, traductor de "El reino de Dios está en vosotros". "Siente un abismo y necesita encontrar un sentido a la vida. Busca frenéticamente respuestas en la ciencia y en la filosofía primero, y en la Iglesia ortodoxa después. Muy decepcionado por lo que halla en todas ellas, investiga entonces en la fuente original del cristianismo: las sagradas escrituras", apunta Fernández-Valdés.

Ahí surgió el chispazo en la cabeza del escritor. El autor de La muerte de Iván Ilich concluyó que las enseñanzas pacifistas que Cristo impartió en el Sermón de la Montaña fueron traicionadas por la Iglesia. Preso de ira, abandonó progresivamente la ficción y se centró en la publicación de panfletos de agitación político-religiosa.

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15 comentarios:

El Perpetrador dijo...

Los genios también pueden equivocarse de medio a medio. El párrafo más alucinante de uno de los links que ofreces es el que no has citado:

"La principal afirmación de Tolstoi es la de que Shakespeare es un escritor trivial, sin profundidad, sin una filosofía coherente, sin ideas dignas de interés, indiferente a los problemas sociales y religiosos, sin comprensión de los personajes ni de la verosimilitud de los actos y, en la medida en que se le puede atribuir una actitud definida, un hombre que tiene una visión cínica, inmoral y materialista de la vida. Le acusa de componer obras dramáticas a base de retazos incoherentes sin preocuparse en lo más mínimo de la credibilidad del conjunto, de utilizar fábulas fantásticas y situaciones imposibles, de hacer hablar a todos sus personajes un lenguaje recargado y artificial, totalmente distinto al de la realidad…y le acusa también de aceptar sin crítica la inmoral política de poder y las injustas distinciones sociales de su época. En pocas palabras, le acusa de ser un escritor apresurado y descuidado, un hombre de moral dudosa y, sobre todo, le acusa de no ser un pensador"

Es curioso: salvo en lo del lenguaje recargado (propio de su tiempo y de un valor estético irreemplazable) estoy en desacuerdo en todo. Para mí es la definición exacta de lo que Shakespeare no es.

Y en cuanto a estas líneas: Elegido como redentor de un Madrid abrumado por el Barça el efecto se acentúa. Cristiano debe alcanzar la paz de espíritu de Messi para poderle ganar, pero, ¿cómo se hace eso? . Redentor, paz de espíritu, Cristiano... ¡Qué vocabulario sacro más apropiado para un deporte de dar patadas y cobrar mucho! ¡Con qué elegancia queda ahí velada una llamada a la Santa Madre Iglesia! Divertido a la par que penoso.

Sierra dijo...

El juicio de Tolstoi tal vez podría entenderse como reacción a la mala comprensión de Shakespeare que tuvieron los románticos. Me remito a Steiner, La muerte de la tragedia. En contexto histórico, me parece comprensible que Tolstoi pensara todo eso, aunque es claro que se equivocó crasamente.

Lo de Orwell es incomprensible.

Lo de Ronaldo y Messi no lo entiendo.

El Perpetrador dijo...

Sierra, al fin le encuentro. ¿Qué pasó con su blog? ¿Se lo tragó la censura, la crisis global o simplemente la pereza?

Héctor Meda dijo...

No que he querido seguir citando a Tolstoi porque pensé que ya era lugar común sus opiniones sobre Shakespeare. De hecho, la más absurda de las crítica que le hace es que el cisne de Avon no es capaz de hacer diferenciados en el habla a sus personajes.

Por lo tanto, con el segundo texto quería hacer referencia y no tanto citar del todo aquello que Tolstoi opinaba sobre el Bardo y que, por lo visto tengo que anotar, básicamente se cifraba en considerarlo un bárbaro, al contrario de Homero, el más grande, de quien se consideraba su igual.

Y esto para entender que la tésis de Sierra sobre por qué Tolstoi defenestraba a Shakespeare no la comparto y lo que insinuo pues se entreve en el texto sobre Ronaldo y Messi que en sí mismo es valioso porque ¿de veras el entendimiento de una actividad como un juego más te posibilita verdaramente ser el mejor en ello? Al pensar en ello, recordé que de Shakespeare siempre se ha dicho que fue totalmente indiferente al destino que le aguardase a su obra y a partir de ahí saqué el diáolgo intextextual.

Matzerath dijo...

Shakespeare escribía para comer, como Messi.

Éste es también el problema de los nocillos. Demasiadas teorías absurdas y poco escribir bien.

Sierra dijo...

Perpetrador:

El blog murió. Tuve una suerte de explicación colgada un par de meses, pero se puede resumir en el desagrado que me daba tener a Matzerath de lector y en que sencillamente no quería seguir escribiendo textos... ¿menores? ¿Irrelevantes? Por una parte no quería tener más lectores, porque los odio; por otra, parecía insensato escribir para cinco pelagatos... En fin, la etapa blog terminó para mí. Está más que invitado a contactarme por mail para cualquier cosa, porque creo que los comentarios a sus blogs no los revisa nunca, ¿no?

Por cierto, me he hecho fanático de Schnitke... El intermezzo op. 8 es precioso. Muchas gracias por esa recomendación.


Tolstoi me cae mal, Héctor. Es un moralista muy... convencido de sí mismo, me parece. De ahí su juicio moral sobre Shakespeare: el autor que no puede dejar de intercalar su propio juicio moral en sus obras no soporta al que deja a los personajes librados a sí mismos sin dejarse entrever jamás ——lo que es, en mi opinión, una de las más deliciosas maravillas de Sacude la Lanza.

De todos modos, insisto en que la única explicación razonable es la mala lectura que hicieron los románticos. En La muerte de la tragedia, Steiner describe la lectura romántica de Shakespeare que da miedo... Sobre todo la de Victor Hugo (otro maleante desagradable).

Yo creo que la única forma de escribir buenas obras es que te importe tres carajos lo que la posteridad pensará de ellas. ¿Qué sabe, esa cochina posteridad? Sin embargo, encuentro muy acertada una tesis de Gaddamer, según la cual el tiempo transcurrido entre nosotros y Shakespeare, por ejemplo, nos faculta para entender su obra incluso mejor que él mismo, porque no solo hemos visto la obra, sino sus efectos; y contamos además con la hermenéutica de los siglos que han pasado. Verdad y método es un libro que me gustaría tener, pero la edición de Alianza, si no me equivoco, cuesta un hígado.

De todos modos, me parece que un jugador que está pensando en lo que pensarán de su juego los demás está mucho más lejos de ver al dios del fútbol que uno que no.


¿Qué es un nocillo?

"fidsh"

El Perpetrador dijo...

Me apena oír todas esas cosas, Sierra. Yo también tengo abandonada la blogosfera, pero no me he atrevido a dar el paso decisivo. Y en efecto, me da una pereza enorme revisar comentarios, especialmente del maldito wordpress, al que no acabo de pillar el punto; lo lamento.

Al menos me consuela ver que cada uno de sus comentarios sigue valiendo por varios blogs. Pero no descarte abrir un nuevo blog en el futuro, porque, como bien sabrá, a veces se tienen ideas súbitas que uno quiere regalar al mundo.

Matzerath dijo...

Me encanta que se cierren blogs por mi culpa pero, bueno, yo ataco muchísimos blogs sólo por deporte o por entrenamiento mental, nada como discutir de mala manera para aclarar ideas (la piedad no tiene nada que ver con la razón), y no se ha cerrado ninguno, y ataco muchos sin razón, pero éste no es tu caso porque aquí el que viniste a por uvas fuiste tú, como ya se demostró en su momento.

Esto es muy sencillo, si tuvieras cerebro, poco te importaría lo que yo opinara de ti (seguro que a Meda le importa una mierda lo que opine de él), y si por el juicio de una sola persona cierras tu blog, ¿piensas publicar algún día y enfrentarte al juicio de todos, o seguirás con tu infantilismo y diciendo tonterías (no soy el primero que te lo dice)?

Siempre empiezas tú (como ahora), y hay muchísimos testigos de ello, yo suelo portarme bien contigo cuando no me atacas. ¿Tanto te cuesta no nombrarme? ¡A mi no me importa que me nombres!, pero no busques bronca, ¡que llamo a toda Fuenla y te crugimos!

¿Lees Lector Mal-herido y no sabes lo que es un nocillo? ¡Los de la Generación Nocilla! Esos estafadores mentales posmodernos que dominan la crítica literaria "underground" española y que se creen que escriben bien porque son todos amigos, críticos y se critican entre ellos. Ésos son los nocillos.

Y Cristiano no está tan pendiente de su ego. Él no tiene la culpa de ser tan guapo.

Sierra dijo...

No lo estaba atacando, muchacho paranóico, estaba explicándole a Perpetrador que me desagradaba tenerlo a usted por lector.

Héctor Meda dijo...

Leeré el libro de Steiner pero, cuidad, aunque lo comprendieran mal, los románticos fueron los primeros en valorar al Cisne de Avon. A diferencia de los neoclásicos, los únicos que nunca lo apreciaron. ¡Y qué triste a nivel literario fue el s.XVII! ¿Causalidad?

Dice:
Yo creo que la única forma de escribir buenas obras es que te importe tres carajos lo que la posteridad pensará de ellas.

Esa es la idea de por qué Ronaldo falla y yo sospecho que a Tolstoi -que sí, era un moralista de tomo y lo aunque, eso sí, con un talento homérico para la épica- le pasaba como a Ronaldo, le obsesionaba ser el mejor, por eso se îgualaba con Homer y minusvaloraba a Shakespeare.

Por cierto, lo mismo decía Borges sobre Flaubert.

Pero, dicho esto, ¿de veras es cierto que la autoexigencia acaba siendo autocontraproducente?

¿Lo es en futbol? ¿y en el arte? Sería cuestión de poner ejemplos pero así, a bote pronto, me acuerdo de vuestro querídisimo Sordo y pienso que muy difícilmente este buen hombre no quisiese legar su obra para la posteridad

¡Psst! Perpetrador, por favor, no mate ninguno de sus blogs. Se lo pido por favor.

Sierra dijo...

La autoexigencia es madre de toda obra digna de ese nombre. La autoexigencia, digamos, maniaca compulsiva. Pero la confunde con pensar en la posteridad. El gran arte nace cuando se hace no para un público, sino por mor de la obra misma.

A una amiga mía le gusta, o le gustó mucho tiempo, Silvio Rodriguez. Y dice lo siguiente: que sus primeros discos tenían algo como querer impresionar al público, pose revolucionaria y salvemos al mundo. En cambio, dice que en sus últimos discos ya parece importale poco lo que vayan a pensar, canta sencillamente por cantar lindas canciones.

Compare la sonata 23 del sordo con la 32. La 32, la última, es una de mis favoritas: parece como si ya no le importara nada, a Beethoven, como si hubiese trascendido la estúpida idea de crear una "gran obra" que pase a la posteridad. La sonata 32 es donde sieto a Beethoven más cercano al piano, más íntimo, el más desnudo. Me conmueve intesamente... siempre pienso que es como si hubiese sabido que era la última y se estuviese despidiendo... Y eso que la sonata tiene solo dos movimientos porque, según Beethoven, "no tenía tiempo para esas cosas". Se siente muy atrás el Beethoven que se alteraba por los éxitos y fracasos de las distintas versiones de Fidelio.

También se entiende que los neoclásicos no apreciaran a Shakespeare. Estaban pensando en otras cosas. Y si lo piensa bien, llegará también el día en que Shakespeare vuela al olvido del que salió: así funciona la literatura. Lo dice un defensor de la nunca tan ignorada tragedia griega. ¿Quién lee a los griegos hoy en día? ¿Y acaso no son grandiosos?

Le recomiendo intensamente La muerte de la tragedia, me cambió bastante la forma de ver la literatura. También le recomiendo que deje de llamar a Shakespeare "cisne de Avon", me da grima.

Sierra dijo...

La diferencia es esta, por cierto: que la sonata 32 me da ganas de volver en el tiempo, a vida de Beethoven, sencillamente para decir «gracias». Gracias porque pudiendo habérsela guardado perfectamente, pudiendo no compartirla, la publicó a pesar de todo y nos legó esa belleza, no pensando en dar eco inmortal a su nombre, sino solo porque era bella.

Es difícil de explicar, esto.

Héctor Meda dijo...

Pero del no pensar en la posteridad a la excelencia hay un non sequitur. Mientras que la no autoexigencia compulsiva, a la postre generadora de estres, sí que puede, tal vez, redundar beneficiosamente en la obra de uno.

Quiero decir, lo que siempre se dice de Shakespeare y, por volver al futbol, en otro artículo reciente se redunda en lo mismo, véase:

El partido y el consiguiente pulso entre ambos empezó en los prolegómenos del encuentro. Mientras que a Cristiano Ronaldo se le veía circunspecto, perfectamente peinado y luciendo estampa mirando al césped, Leo salió por el túnel de vestuarios risueño, despeinado y relajado, como un niño que sale al recreo.


Y eso es lo que me parece interesante de indagar, si la autoexigencia puede ser contraproducente.

¿La posteridad? Bueno, seamso sinceros, preocupará en menor o mayor medida pero preocupará a todo el mundo salvo aquel que quiera y que queme motu propio (¿eh, Kafka?) su obra.

Sierra dijo...

Claro: decía que es causa necesaria, no suficiente.

Sierra dijo...

Claro: decía que es causa necesaria, no suficiente.

Pero no, no creo que todo el mundo piense en eso. Querer pasar a la posteridad es vanidad y sí, todos somos vanidosos. A la hora de la verdad, sin embargo, ¿cuál es la motivación profunda de un Beethoven, un Proust? ¿La posteridad? A la mierda con la posteridad, ¡que se aniquilen todos!, ¡con sus bombas de hidrógeno y sus pestes y su humo! ¿Me va a decir que Proust pasó veinte años encerrado en un cuartucho, escribiendo En busca del tiempo perdido, para que cien años después alguno que otro nerd con la cara llena de granos musite su nombre con adoración? Se hace arte no para la posteridad, se hace por amor a la obra misma.

Y la razón por la que no queman todos su obra no es vanidad, es que la obra solo se realiza plenamente cuando se muestra al mundo y en el mundo.

Un gran futbolista no juega por ser famoso, sino por amor al fútbol.

Es el problema con tantos escritorsuelos de hoy, que pasan el día con el sueño húmedo de ser famosos y no pensando en qué, cómo y por qué escribir.