lunes, 31 de diciembre de 2012

Mis libros pedidos a (y leídos por) Amazon

Durante este año cada vez más he ido delegando la compra de libros a Amazo. Este gesto me permite que, nomás mirando la web, pueda más o menos listar los libros leídos este año. Perfecto. Aquí va la lista y un breve (y siempre injusto) epíteto para cada uno. Desde 24 Febrero de 2012 a 31 de Diciembre de 2012:

1- Grandes líderes militares Jeremy Black -> Demasiado wikipedico. Sin honduras. Pero ahí está el mapa global de la historia estrategia. En el futuro tendrán que incluir a empresarios si se quiere ser consecuente.

2- Adáptate: El Economista Camuflado te demostró cómo funciona el mundo. Ahora quiere...
Tim Harford -> Harford (por tanto econicismo) en estado puro solo que esta vez con un hilo vertebrador: Buena compra.

3- El optimista racional: ¿Tiene límites la capacidad de progreso de la especie humana?
Matt Ridley -> Cura para quienes insisten en echar pestes del libre comercio y mantener una actitud pesimista de este mundo actual.

4- Filosofía flotante. El periplo del Otto Neurath, un barco positivista frente a las tempestades de la metafísica. Jesús Zamora Bonilla -> No es un libro con un hilo vertebrador (es una colección de posts) pero aún así es perfecto para hacerse una idea de epistemología y filosofía en general.

5- Abundancia roja: Sueño y utopía en la URSS (Noema (turner)) Francis Spufford -> Algunos pasajes amagan cierto lirismo pero en general desconozco el porqué del uso de la ficción en este libro: debió aspirar a un ensayo.

6- Shakespeare: Una vida y una obra controvertidas (Nueva Bibl. Romanica Hispa) JAMES SHAPIRO -> Imprescindible para aquellos que persistan en el realismo literario y el autobiografismo del literato. De los mejores libros, si no el mejor, que he leído sobre Shakespeare.

7- Poder y prosperidad: La superación de las dictaduras comunistas y capitalistas Mancur Olson -> Una idea (: los estados son bandidos estacionarios por el bien mutuo de los saqueados y saqueadores) vergonzosamente estirada hasta hacer un libro.

 8- La relatividad ontológica y otros ensayos (Filosofia Y Ensayo) Willard von Ormarz Quine -> Epistemología de la buena. Abstenerse aquellos que creen que un Sagan o Russell son personas agudas y detallistas, en suma, buenos pensadores.

9- Diaspora Greg Egan -> Ciencia-ficción hard. Sobre todo el primer capítulo y algunos gadgets científicos (como el poder modificar el diafragma cognitivo) harán la delicia de los neurofilosófilos.

10- FREAKONOMICS (Zeta Lujo Navidad 2009) Dubner -> El hombre responde a incentivos. ¿Se quiere ver qué consecuencias tiene esto? Este libro te espera.

11- Redes complejas: Del genoma a internet (Metatemas) Ricard Solé -> Imprescindible. Ciertamente le falta un hilo de Ariadna pero desde luego se me antoja imposible entender multitud de fenómenos de hoy de día sin las mínimas nociones que este libro introduce sobre el tema de redes.

12- Luminoso (Fantastica Bibliopolis) Greg Egan -> Experimentos mentales que a veces degeneran en relatos de género pero que, en cualquier caso, estimulan la imaginación.

13- Mason y dixon (Andanzas) Thomas Pynchon -> No es Pynchon en estado puro, es más bien realismo mágico, pero no deja de estar presentes aquellos elementos constructivos que hacen del escritor un Titán de las letras: lirismo descriptivo, enumeraciones dionisiacas, caracterizaciones cortas pero precisas, lisergismo o realismo histérico.

14- Contraluz - Thomas Pynchon -> Es un Arco Iris domesticado, hecho realismo mágico, pero solo por las descripciones y epifanías merece la pena.

15- La subasta del lote 49 - Thomas Pynchon -> No llega a las doscientas páginas por eso hay que leerlo: Inefable, lisa y llanemente perfecto, lo que quiso hacer LOST y no consiguió y una prueba rotunda (para mi, obviamente) en su demostración de por qué es el mejor literato del mundo a años luz del resto.

16- Pensar rápido, pensar despacio (Debate) DANIEL KAHNEMAN -> Le falta ser menos condesciendente con el sistema uno y ciertas síntesis más creativas que yo pienso existen en sus investigaciones pero, despúes de todo, el Nobel es él y como libro sobre psicología cognitiva (no terapeútica, ojo) resulta imprescindible: la Biblia junto con dos de Pinker.

17- Pastoral americana (Contemporanea (debolsillo)) Philip Roth -> Tiene talento verbal, desde luego, y sensibilidad melancólica pero es demasiado proustiano (sin ser Él), clásico si se prefiere, y abusa, en este libro al menos, del biografismo. A este respecto y como dice Pynchon: la mente no es una mesa de billar.

18- La estructura de la realidad (Argumentos) David Deutsch -> Que nuestras nociones matemáticas también son empíricas (¿cómo sé yo que "eso" que veo es un círculo?). Más allá de eso, pues, el típico científico que cree que le sobran los filósofos aunque respeta (¡menos mal!), si bien se quedó a medias, al inclíto Popper. El ingenuo, por supuesto.

19- La insoportable levedad del ser (Maxi Tusquets) Milan Kundera -> Buff. Tan clínico es con los personajes (parece un crítico hablando de ellos como si los hubiera creado otros) que dicho distanciamiento no te hace presente sus vidas. Se lee fácil aún así, ojo.

20- Historia De Tu Vida Ted Chiang -> Dos cuentos, creo, "Calistenia" y otro de un superhombre, que, como experimentos mentales, bien, pero luego ya, lo típico de este género: la degeneración del relato en género (thriller o lo que sea).

21- El arco iris de gravedad (Fabula (tusquets)) Thomas Pynchon -> Descomunal. Como mirar al sol: te lloran los ojos. No recomendable salvo adictos pynchonianos (que por ley debiera serlo todo el mundo).

22- Jardín circunmurado: Antología poética del teatro (La Cruz Del Sur) William Shakespeare -> Pequeños extractos de Shakespeare. En fin, aún fuera de contexto, emerge como un Titán. Insisto con Bloom: no es posible sobrevalorar a este autor. No es posible, en serio. Y llevo una década con él a cuestas. Con gusto escucharía argumentos.

23- Wittgenstein A propósito de Reglas y Lenguaje Privado: Una exposición elemental (Filosofia Y Ensayo) Saul A. Kripke -> Demasiado farragoso y escolástico pero terraforma a un pensador (Wittgenstein) demasiado archipiélago en sus ideas.

24- Dante Y La Filosofia Étienne Gilson -> Que Dante ponía una vela a cada santo de la cienca, algo así como que hoy día no creería en ideólogos sino en especialistas de tema a los que atribuir una aquiesciencia bayesiana. Esto saco en positivo.

25- Las finanzas en una sociedad justa: Dejemos de condenar el sistema financiero y, por el bien común, recuperémoslo Robert J. Shiller -> Imprescindible para todo aquel ciudadano que se pretenda votante e insista en las medievalistas críticas a la usura moderna: las finanzas. El mundo sería un lugar mejor, antes que nada, si la gente estudiara mínimamente aquello de lo que dicta sentencia inapelable bien sea en la taberna, bien sea en la urna, bien sea en ambos.

26- Leer a Platón (Alianza Universidad) Thomas A. Szlezak -> Que Platón no quería que le leyeran sino que le escucharan. Algo así.

27- Delirio de Nueva York Rem Koolhaas -> Su textura es poética, su lirismo memorable, su talento literario es evidente y su horizonte intelectual es un problema relevante y ubicuo: la necesidad que tienen los sistemas complejos de estar "abiertos" para poder asimilar la congestión. Si se ha leído a Hayek, por ejemplo, entonces no es meramente un tratado sobre urbanismo.

28- Historia elemental de las drogas (Compactos Anagrama) Antonio Escohotado Espinosa -> Al final degenera en cospiranoia pero es forzoso indicar lo sorprendentemente exacto que al devenir histórico ha sido el tratamiento social de las drogas. La idea axial sospecho es esta: Una adicción biológica no es un constructo social, ciertamente, pero sí importa y mucho cómo se hace para conseguir satisfacer dicha adicción, esto es, los costes sociales que ello supone y es en ese sentido en el que el yonqui, por ejemplo, sí es un constructo social de nuestro tiempo: según su fisionomía cualquier particular drogadicto, ya más en general, es un buen reflejo sociológico de su tiempo.

29- Proust y la neurociencia: Una visión única de ocho artistas fundamentales en la modernidad (Transiciones (paidos)) Jonah Lehrer -> Esto sí es auténtica tercera cultura (como sin disimulo él mismo hace notar): no es divulgación científica saganiana ni logomaquia continental aderezada con freudianismos. Su excusa, porque es excusa pero bueno, es utilizar a artistas modernos y mostrar cómo estos acogiéndose o bien intuyendo una idea científica -que él da en explicar- (v.gr: la intuición proustiana de que nuestros recuerdos son tales según el contexto situacional y temporal y emocional que los convoque) utilizaron a ésta para desarrollar su obra (yo añadiría que utilizaron a ésta para mostrar cómo ese hecho incide en nuestro existir cotidiano o, como mucho, como el caso de Cezanne y su acertada intuición de que nuestra mente termina de rellenar los haces informes de luz y geometrías, sirve para renovar la mirada al arte antiguo que (recordamos) conectaba con lo cotidiano (como ese Velazquez en cuyos retratos reconocíamos una mirada y un observado))

30- La arquitectura moderna y sus creadores: De Frank Lloyd Wright a Frank Gehry (Trayectos (alba)) Martin Filler -> Para entender la arquitectura moderna. Pues bien, este libro refrenda una intuición mía: no hay que visitar tanto aquellas monumentos identitarios que hacen postal idónea para el turista, como entender ese particular juego de lenguaje de cada barrio que conjuntamente con otros van creando la constelación particular de aquella gestalt cultural que queremos vislumbrar.

31- William shakespeare en su epoca, para la nuestra Michael Rosen -> Una lectura política de Shakespeare. Se agradece el intento pero, y a pesar de lo que dicen, pienso que el bardo verdaderamente revolucionario no sería aquel que prefigurara a Rawls o Samuelson, sino aquel que  nos hace ver que nuestra comprensión "alla freud" (o biografista o mediante etiquetas facebookeras) de las personas está tullida y de ahí la sorprendente revelación de personajes shakesperianos absolutamente vívidos y aún siendo estos en su esquizofrenia inetiquetables y aún estando faltos de indiscrecciones biográficas.

32- Mente extendida, la Andy Clark -> Imprescindible si se quiere entender por qué el lenguaje y otras herramientas tecnológicas nos han puesto en este privilegiado lugar de la cadena trófica.

33- El tiempo de Shakespeare (Breve Historia Universal) Frank Kermode -> Equilibrado en sus aportaciones de datos aunque también en sus aportaciones hermeneúticas.

34- La ciudad genérica
Rem Koolhaas -> Lo he leído como si fuera un libro de neurofilosofía. Habla de la identidad después de todo. ¿He alabado ya el talento verbal literario de Koolhaas? Pues insisto.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Vicio propio

Luchas contra tu superioridad, tu trivialidad procurando no tener unas expectativas irreales sobre la gente, relacionarte con los demás sin una sobrecarga de parcialidad, esperanza o arrogancia, lo menos parecido a un carro de combate que te es posible, sin cañon ni ametralladora ni un blindaje de acero con un grosor de quince centímetros. No te acercas a ellos en actitud amenazante, sino que lo haces con tus dos pies y no arrancando la hierba con las articulaciones de una oruga, te enfrentas a ellos sin prejuicios, como iguales, de hombre a hombre, como solíamos decir, y sin embargo siempre los malentiendes. Es como si tuvieras el cerebro de un carro de combate. Los malentiendes antes de reunirte con ellos, mientras esperas el momento del encuentro; los malentiendes cuando estáis juntos, y luego, al volver a casa y contarle a alguien el encuentro, vuelves a malentenderlos. Puesto que, en general, lo mismo les sucede a ellos con respecto a ti, todo esto resulta en verdad una ilusión deslumbradora carente de toda percepción, una asombrosa farsa de incomprensión. Y no obstante, ¿qué vamos a hacer acerca de esta cuestión importantísima del prójimo, que se vacía de significado que creemos tiene y adopta en cambio un significado ridículo, tan mal pertrechados estamos para imaginar el funcionamiento interno y los propósitos invisibles de otra persona? ¿Acaso todo el mundo ha de retirarse, cerrar la puerta y mantenerse apartado, como lo hacen los escritores solitarios, en una celda insonorizada, creando personajes con palabras y proponiendo entonces que esos seres verbales están más cerca del ser humano auténtico que las personas reales a las que mutilamos a diario con nuestra ignorancia?
[Pastoral americana, Philip Roth]

Habría que hacer alguna vez, dijo aún, un catálogo de nuestras construcciones, en el que aparecieran por orden de tamaño, y entonces se comprendería enseguida que las que se situaban por debajo del tamaño normal de la arquitectura doméstica -las cabañas de campo, los refugios de ermitaño, la casita de vigilante de esclusas, el pabellón de hermosas pistas, el pabellón de los niños en el jardín-, eran las que nos ofrecían al menos un vislumbre de paz, mientras que de un edificio gigantesco como, por ejemplo, el Palacio de Justicia de Bruselas en la antigua colina del patíbulo, nadie que no estuviera en su sano juicio podría afirmar que le gustase. En el mejor de los casos, se admiraba, y en esa admiración había ya una forma de espanto porque de algún modo sabíamos naturalmente que los edificios que crecen hasta lo desmesurado arrojan ya la sombra de su destrucción y han sido concebidos desde el principio con vistas a su existencia ulterior como ruinas...
[W.G Sebald, Austerlitz]
 
Lo mejor que podía decirse del aparcamiento en Gordita Beach es que era irregular. Las normas cambiaban imprevisiblemente de una manzana a otra, a menudo de un sitio al de al lado, concebidas en secreto por diabólicos anarquistas con la intención de encolerizar a los conductores para que un día organizaran una revuelta y asaltaran las oficinas del ayuntamiento.
[Vicio propio, Thomas Pynchon]

martes, 27 de noviembre de 2012

A propósito del solipsismo y las reglas y el lenguaje privado

Un rasgo esencial de la visión de [Merlin] Donald es su concepto de que la evolución humana pasó de la vida "episódica" de los simios a una cultura "mimética", (...). Donald propone que la mimesis -el poder de representar emociones, sucesos externos o relatos utilizando sólo el gesto y la postura, el movimiento y el sonido, pero no el lenguaje- sigue siendo la base de la cultura humana actual. 
(...)
Donald va más allá, y considera la habilidad rítmica esencial no sólo para toda la música, sino para todo tipo de actividad no verbal, desde los simples patrones rítmicos de toda la vida agrícola hasta los comportamientos sociales y rituales más complejos.

Los neurocientíficos a veces hablan de "el problema de la conjunción", el proceso mediante el cual diferentes percepciones o aspectos de la percepción concluyen y se unifican. ¿Qué nos permite, por ejemplo, unir la visión, el sonido, el olor y las emociones que nos despierta la visión de un jaguar? Esa conjunción en el sistema nervioso tiene lugar mediante la excitación rápida y sincronizada de células nerviosas en las diferentes partes del cerebro. Al igual que las rápidas oscilaciones neuronales unen diferentes partes funcionales del cerebro y del sistema nervioso, el ritmo une los sistemas nerviosos individuales de una comunidad humana.

[Oliver Sacks, Musicofilia]

Según resume (acertadamente a mi ver) Kripke, Wittgenstein rechaza, por un lado, que sea posible imaginar las sensaciones de los demás según el modelo propio, las de uno mismo; pero por otra parte, sigue insistiendo que no aprendemos nada siguiendo una regla luego no es posible manejar un protocolo que descifre las conductas de una persona para averiguar qué sensaciones le asaltan. ¿Cómo sabemos entonces que alguien tiene por ejemplo un dolor de muelas?

Wittgenstein escribe:
[..] supongamos que otra persona y yo tuviésemos en común una parte de nuestros cuerpos, digamos una mano. Imaginemos los nervios y tendones de mi brazo y los del brazo de A conectados a esta mano por una operación. Imaginemos ahora que una avispa pica el brazo. Los dos gritamos, hacemos un gesto de dolor y damos la misma descripción del dolor, etc. ¿Diremos ahora que tenemos el mismo dolor o dolores diferentes? Si en tal caso alguien dice: ‘Sentimos dolor en el mismo sitio, en el mismo cuerpo, nuestras descripciones coinciden, pero así y todo, mi dolor no puede ser el suyo’, yo supongo que se inclinará a decir como justificación: ‘porque mi dolor es mi dolor y su dolor es su dolor’. Y entonces se está haciendo un enunciado gramatical sobre la utilización de la expresión ‘el mismo dolor’. Se dice que no se quiere aplicar la expresión ‘tiene mi dolor’ o ‘ambos tenemos el mismo dolor’, y en su lugar se utilizará quizá una expresión como ‘su dolor es exactamente igual al mío’ (BB 54/ CAM 87).
Hacker comenta que este párrafo es confuso por varias razones, una de ellas, tal vez la principal, es que si se sostiene que la diferencia entre dos dolores, entre mi dolor y el dolor de otro, radica en que en un caso yo lo tengo mientras que en otro caso es él el que lo tiene, entonces, ser poseedor es una marca definitoria del dolor. No obstante, dirá Hacker, el poseedor del dolor no puede ser una propiedad del dolor, se quiere decir, tener un dolor es una propiedad de la persona que sufre pero dos sustancias, en este caso ambos dolores, se distinguen por sus propiedades particulares, ahora, el dolor que yo tengo no se diferencia del dolor del otro por el hecho que uno me pertenece a mí y no a él.

Falso. Sí se diferencia, después de todo, un dolor como cualquier otro concepto no es una entidad que mora en el reino de las Ideas esperando ser implementado por un lance concreto, todo lo contario, está enredado en una serie de circunstancias concomitantes que lo hacen único y por tanto su expresividad está sujeta a las mismas restricciones que cualquier otra idea:

 Imagina que eres un gemelo de esos místicos que siente dolor cuando tu hermano, aún estando distante, siente a la vez dolor; y supongamos para ello incluso acción fantasmal, conexión mística,  da igual; ahora, cuando él siente dolor en su brazo, tú sientes el dolor de su brazo, su dolor propio y característico pero sintiéndolo tú, insisto. Podríamos tal vez concebirlo, como tener un tercer brazo, de acuerdo, no obstante, si él siente dolor de cabeza, ¿cómo es posible que tú sientas su dolor de cabeza sin que a la vez sientas dolor en tu cabeza? ¿Cómo es posible que te duela a ti la cabeza de otro?

Cuando Wittgenstein dice que no nos hacemos con la sensaciones de otro por transferencia, significa que no sentimos el dolor de cabeza de otra persona como nuestro aunque en otra cabeza: eso es un absurdo. Y cuando Wittgenstein dice que no aplicamos una regla para identificar un dolor, significa que no discernimos una sensación por ingeniería inversa en función de sus síntomas conductuales y la hacemos visible en términos intelectuales, no, nuestra manera de notar el dolor en otras personas es similar a cuando miramos a un pobre jackass recibir una patada en la entrepierna y por acto reflejo nos llevamos a la nuestra la mano mientras musitamos asustados aquello de "¡dios! ¡qué dolor!": el dolor de otro es una onda expansiva que nos llega fruto de un reconocimiento gestáltico construido (evolución en parte, educación mayormente) para oír ese fenómeno, o sea, hace bien Wittgenstien en esquivar ambas opciones, esto es, no sentimos la patada en la entrepierna del otro: nos llega su dolor; y no inteligimos (reglas observadas mediante) la patada en la entrepierna del otro: nos llega reverberado un dolor (que no su exacto dolor). 

Ahora bien, sería erróneo asumir literalmente la espacialidad que trae consigo la colocación lingüística del verbo "llegar": cuando sentimos el dolor del brazo, en sentido estricto no nos llega un dolor: somos ese dolor -sistema nervioso mediante- solo que reverberado.

Mutatis mutandi, cuando sentimos el dolor testicular de un compañero luego de una patada ahí, en sentido estricto no nos llega un dolor: somos ese dolor "neurogamia" (o matrimonio de sistemas nerviosos) mediante, o sea, lo que nos permite saber de otras sensaciones no estrictamente localizadas en mi cuerpo físico es que, además de la red nerviosa, tenemos otra tecnología conectiva como son las mímesis injertas en nuestra psique a nivel gestáltico -o formas de vida tal y como las bautizaba Wittgenstein.

jueves, 15 de noviembre de 2012

La paradoja wittgensteiniana

Leo a Wittgenstein su páragrafo 201:
nuestra paradoja era ésta: ningún curso de acción podía estar determinado por una regla, porque todo curso de acción puede hacerse concordar con la regla.
y a propósito luego leo a Saul A.Kripke, A propósito de Reglas y Lenguaje Privado:
muchos puntos de contacto entre las discusiones de Quine y de Wittgenstein. Sin embargo, Quine asume con mucho gusto que sólo la evidencia conductual va a admitirse en su discusión. Wittgenstein, por el contrario, emprende una extensa investigación introspectiva, y los resultados de la investigación, como veremos, constituyen un rasgo crucial de su argumento. Además, en él, el modo de presentarse la duda escéptica no es conductista. Se presenta desde "dentro". Quine presenta el problema del significado en términos de un lingüista que trata de adivinar lo que otra persona quiere decir con sus palabras a partir de su conducta. En cambio, el reto de Wittgenstein puede serme presentado como una cuestión acerca de mí mismo: ¿Hubo algún hecho pasado acerca de mí (lo que quise decir mediante "más" que imponga lo que debo hacer ahora?
Pero volvamos con el escéptico. Éste arguye que, cuando respondí "125" al problema "68+57", mi respuesta fue un injustficado salto al vacío; mi historia mental es igualmente compatible con la hipótesis de que quise decir cuás y, por tanto, debería haber respondido "5".
Honestamente, no creo se ilustre bien el ejemplo recurriendo a la enésima versión del diablo cartesiano, del escéptico humeano, del adicto al LSD que perdió toda noción de tiempo y ser. Con tan añejo argumentario, evidentemente, no se hermanarán Quine y Wittgenstein, empero, sí creo lo haría entender el que, aun empezando uno desde adentro, otro desde afuera; ambos encuentran el mismo carácter conjetural y tentativo a nuestros modos de seguir una regla, cualquier regla, es decir, ambos -y tal vez sin saberlo explícitamente,- dan cuenta del carácter holístico de todo conocimiento puro, esto es, y como cuando nos encontramos a un chavalín preguntándonos por el significado de una palabra y cómo por toda respuesta nos encontramos remitiéndonos a otra entrada al diccionario de uno de los términos implicados en la definición y así ad infinitum si se quisiera; cualquier comprensión de lo que signigica la regla sumar tiene un ámbito de limitado alcance, quiero decir, salvo que sepamos derivar de una forma axiomática y autoconcluyente (como pretendieron en balde Russell y Whitehead a principios del s.XX) qué sea la suma, finalmente, tendremos que dar por (conjeturalmente) asumidas ciertas nociones para poder seguir adelante y hacer la suma, esto es y termino, ninguna de las reglas que manejamos sobre suma o lo que sea sean concluyentes en su definición de lo que hacemos, por el contrario, es una tentativa interpretación de las mismas lo que nos hace creer comprender lo que significa sumar o manejar cualquier otro término conceptual.

martes, 16 de octubre de 2012

Breve repaso a la narrativa poskafkiana posguerramundial

Si la pintura precipitadamente se podría dividir en aquella acentuante del dibujo, aquella del color; no menos arbitraria división entre personajes e historias permitiría tal vez la literatura y esa y no otra sería la verdadera divergencia entre Joyce y Proust por un lado, y Kafka por el otro; y si este último pareciera más moderno no sería sino porque ha sido su renovación del cómo contar historias aquella corriente que más herederos ha engendrado en este siglo como, sin ir más lejos, admite Gabriel García Marquez al decir que La metamorfósis, el cómo estaba contada; fue lo que le habilitó para que su imaginación engendrara Cien años de soledad y con este libro, en fin, toda la corriente del realismo mágico.

Pues bien, me atrevería a seguir enumerando en tres las corrientes que han evolucionado (no en el sentido de progreso sino de herencia más variación) el realismo onírico de Kafka desde la segunda mitad del siglo XX, apartado Beckett y cía, a saber: el realismo mágico inaugurado por el ya mentado Gabriel García Márquez, lo real maravilloso de Alejo Carpentier, el realismo histérico como lo llamó James Woods aunque yo rebautizaría como realismo paranoide de, ejemplarmente, Thomas Pynchon.

Como no soy muy bueno cartografiando significados, prefiero listar textos en la esperanza de que, como yo, también encuentres los parecidos de familia que permiten el mismo agrupamiento nominal, y además, y para no despistar con diferentes estilismos, pondré ejemplos siempre de un mismo autor, el norteamericano Pynchon que, si logro citarlo bien, dejará claro cómo tiene su particular realismo, el que le es genuninamente propio al punto de que con él logra hacer de su apellido un adjetivo, pynchoniano.
Primeramente, el realismo mágico:
Tras el suceso, Raskol´niki enloquecidos corrían por los bosques flagelándose a sí mismos y a los esporádicos espectadores que se acercaban demasiado, desvariando sobre Chernóbil, la estrella destructora conocida como Ajenjo en el Apocalipsis. Los renos descubrieron su antigua capacidad de volar, que había desaparecido cuando los humanos empezaron a invadir el Norte. A algunos, la radiación acompañante les produjo una luminiscencia epidérmica en el extremo rojo del espectro, sobre todo alrededor del hocico. Los mosquitos dejaron de interesarse por la sangre y adquirieron el gusto por el vodka; se observaron grandes enjambres en las tabernas locales. Los relojes de pared y de pulsera iban hacia atrás. Aunque era verano, caían breves nevadas en la taiga devastada, y durante un tiempo la temperatura sufrió variaciones de manera imprevisible. Los lobos siberianos irrumpían en las iglesias en medio de los oficios, citaban con fluidez fragmentos de las Escrituras en eslavo antiguo y salían luego pacíficamente. Se contaba que les gustaba en especial el pasaje de Mateo 7, 15: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos voraces". Ciertas características del paisaje de la Tierra del Fuego, en las antípodas del Tunguska pedregoso, empezaron a aparecer en Siberia: águilas marinas, gaviotas, golondrinas de mar y petreles se posaban en las ramas de los abetos y se lanzaban en picado para pescar peces en los arroyos, pero al primer picotazo chillaban de asco y los soltaban. Escarpados acantilados de granito se alzaban inesperadamente en el bosque. Transatlánticos, sin tripulación visible, intentaban navegar por los ríos superficiales y los arroyos, y encallaban. Pueblos enteros llegaban a la conclusión de que estaban donde no debían estar, y sin muchos preparativos recogían cuanto poseían, dejaban atrás lo que no podían transportar y se internaban en la maleza, donde al poco levantaban pueblos que nadie más podía ver.
Y desde todos los rincones de la taiga, a lo largo de todas las cuencas del Yeniséi, llegaban informes de una figura que caminaba por la devastación, no exactamente un ángel aunque sí se movía como si lo fuera, pausadamente, sin prisas, un consolador. Los relatos diferían en cuanto a si la inmensa figura era un hombre o una mujer, pero todos contaban que habían tenido que levantar mucho la cabeza para intentar distinguir su rostro, y que una profunda sensación de paz exenta de temor los colmaba una vez que había pasado.
[Contraluz, Thomas Pynchon]
O también:
En la ciudad reinaba tal ambiente de iniquidad sin límites, un calor agobiante noche y día, no pasaba una hora sin que alguien disparase a alguien, o sin un acto sexual en público, con frecuencia en un abrevadero de caballos entre más de dos personas, y también menudeaban los latigazos a ciegas, y timos, robos a punta de pistola, botes de póquer arramblados sin enseñar la mano, meadas no sólo contra las paredes sino también sobre los transeúntes, arena en las azucareras, trementina y ácido sulfúrico en el whisky, burdeles dedicados a una amplia variedad de inclinaciones, entre ellas la arnofilia, es decir, el singular interés por la oveja, y la verdad es que algunas de las ninfas ovinas de estos establecimientos eran ciertamente atractivas, incluso para quienes no acaban de compartir incondicionalmente ese gusto: tenían las lanas teñidas en una gama de colores de moda, incluidos los favoritos de toda la vida como el aguamarina y el malva, o vestían accesorios del atuendo feminino -(...)- que pretendían realzar el actractivo sexual del animal...
[Contraluz, Thomas Pynchon]
Está también lo real maravilloso:
Colina arriba e invisible, el tráfico del bulevar que salía y entraba de la autopista emitía melodiosas frases de tubo de escap que descendían en ecos hasta el mar, donde las tripulaciones de petroleros que navegaban por la costa, al oírlas, podrían haberlas tomado por voces de la vida salvaje ocupada en sus quehaceres noctunos en una costa exótica.
[Vicio propio, Thomas Pynchon]
O también:
Por la ventana, en la lejanía, contradiciendo la llanura, se elevaba un espejismo del centro de Chicago, convertido en una especie de acrópolis chillona, cuya luz, combada hacia el rojo del espectro, parecía proceder de una inmolación nocturna que ardía en ascuas como si en cualquier momento fuese a estallar en llamas vivas.
[Contraluz, Thomas Pynchon]
O también:
Mientras descendían sobre los Mataderos, salió a su encuentro el olor, el olor y el alboroto de carne que descubría su mortalidad, cuál oscuro precipitado de una ficción diurna que ellos, como parecía cada vez más probable, habían contribuido a promocionar volando hasta allí. En algún rincón allá abajo estaba la Ciudad Blanca que prometían los folletos de la Exposición Colombina, entre las chimeneas que no paraban de vomitar humo negro y grasiento, los efluvios de la matanza incesante, bajo las leguas de edificios de la ciudad que quedaban a favor del viento se retiraban, como niños sumiéndose en un sueño que no les proporcionaba el menor descanso de la jornada. En los Mataderos, los trabajadores que acababan turno, la inmensa mayoría de fe católica, capaces de distanciarse de la tierra y la sangre durante unos breves y preciosos segundos, levantaron asombrados la vista hacia la aeronave, imaginándose un destacamento de ángeles que no tenían por qué ser amables.
[Contraluz, Thomas Pynchon]
O también:
Se encontraba en la Utah profunda. La región era tan roja que la artemisa parecía flotar por encima como en una imagen proyectada con un estereopticón, casi incolora, pálida como las nubes, casi incolora, pálida como las nubes, luminosa noche y día. Hasta donde le alcanzaba la vista, Reef veía el suelo del desierto poblado por pilares de piedra, desgastados por siglos de vientos impacables hasta quedar convertidos en una especie de posdivinidades, como si en un pasado remoto hubieran poseído miembros que mover, cabezas que ladear y volver para seguirte con la mirada al pasar, rostros tan sensibles que reaccionaran a cada cambio de tiempo, a cada acto de depredación en las cercanías, por pequeños que fueran; estos seres en el pasado vigilantes, ahora ya sin rostro, sin gesto, habían sido finalmente refinados hasta quedar reducidos a una mera presencia vertical.
(...)
A lo largo de kilómetros de camino, en ambos sentidos de la marcha, de todos los postes telegráficos colgaba un cadáver, y cada cuerpo estaba en una fase distinta de laceración y descomposición, incluidos varios esqueletos blanqueados por el sol de edad considerable. Según los usos y costumbres locales, como le explicaría enseguida el secretario del ayuntamiento, a esos delincuentes ahorcados se les negaba cualquier tipo de entierro digno, pues era más barato dejarlos para los buitres. Cuando la gente de Jeshimon se quedó sin postes allá por 1893, y habiendo pocos árboles por allí, recurrieron a modelar sus horcas con ladrillos de adobe. Refinados viajeros que visitaban la zona no tardaron en comparar las toscas estructuras con aquellas conocidas en Persia como "Torres del Silencio": sin escaleras ni escalas, lo bastante altas y empinadas como para disuadir a los dolientes de subier, sin importar lo atléticos que fueran o lo propensos a honrar sus muertos..., los vivos no tenían sitio allá arriba. Algunos de los condenados eran llevados en carreta a la base de la torre, se les ataba y subía con polea a un aguilón que, cuando todo había acabado, todavía podía alzar el cuerpo, ponerlo boca abajo y dejarlo allí colgado por un solo pie para los pájaros de la muerte, que seguidamente descendían y se posaban siseando en perchas confeccionadas para su comodidad con el barro rojo de la región.
[Contraluz, Thomas Pynchon]
Finalmente el realismo paranoide:
Lo mejor que podía decirse del aparcamiento en Gordita Beach es que era irregular. Las normas cambiaban imprevisiblemente de una manzana a otra, a menudo de un sitio al de al lado, concebidas en secreto por diabólicos anarquistas con la intención de encolerizar a los conductores para que un día organizaran una revuelta y asaltaran las oficinas del ayuntamiento.
[Vicio propio, Thomas Pynchon]
O también:
Al volver al hotel comprobó que el vestíbulo estaba lleno de representantes de la sordomudez, tocados con sendos gorros festivos que imitaban en papel de seda los gorros de piel de los comunistas chinos que se habían popularizado durante el contencioso con Corea. Todos sin excepción estaban borrachos y unos cuantos le pusieron la mano encima con intención de invitarla a la fiesta del gran salón de baile. Edipa forcejeó para liberarse de aquel enjambre silencioso y gesticulante, pero estaba demasiado débil. Las piernas le dolían y la boca le sabía a rayos. La arrastraron al salón de baile, donde la cogió por la cintura un joven apuesto que llevaba una gruesa chaqueta de mezclilla y donde dio vueltas y más vueltas al ritmo del vals debajo de una araña enorme y apagada y en medio de un silencio que sólo rompía el roce de los pies y el frufrú de la ropa. Las parejas que ocupaban la pista bailaban lo primero que se le antojaba al hombre: tango, pasapié, bossanova, slop. "¿Durará mucho esto", se preguntó Edipa, "sin que los golpes y los choques se conviertan en algo serio?". Era inevitable que hubiera choques. La única alternativa era una situación musical inimaginable, múltiples ritmos, todas la tonalidades a la vez, una coreagrafía en que todas las parejas se combinaran y encadenasen con soltura, predestinadas. Una música que todos ellos oyeran en virtud de un sexto sentido atrofiado en Edipa. Ella, peso muerto en el abrazo del joven mudo, seguía la iniciativa de su pareja esperando a que comenzaran los choques. Pero no se produjo ninguno. Se dejó llevar durante media hora hasta que, por misterioso acuerdo, todos hicieron un alto, y sin haber notado el menor roce salvo el contacto con su pareja. Jesús Arrabal lo habría calificado de milagro anarquista. Edipa, que no sabía qué calificación ponerle, sólo estaba exhausta. Hizo una semigenuflexión y se fue.
[La subasta del lote 49, Thomas Pynchon]
O también:
Suponía que Flip surfeaba las olas más freaks que había encontrado, no tanto impulsado por la locura ni por un deseo de martirio cuanto por un estado de pura y pétrea indiferencia, con el convencimiento profundo y extasiado del creyente religioso que se sabe elegido por Dios para darse un hostiazo desde una ola que sirva de expiación para todos los demás.
[Vicio propio, Thomas Pynchon]
O también, y termino:
Un día, cuando Doc y Shasta estaban en la casa de Sortilège, ésta dijo que tenía un tablero de güija. A Doc se le encendió una lucecita.
-¡Eh! ¿Crees que el tablero sabe dónde podemos pillar?
Sortilège alzó las cejas y se encogío de hombros, pero le hizo un gesto con la mano para que lo comprobara. Entonces surgieron las sospecha habituales, del tipo: ¿cómo podías estar seguro de que la otra persona no movía de forma deliberada la púa que marcaba las letras para que pareciera que transmitía un mensaje del más allá, y así sucesivamente?
-Muy fácil -dijo Sortilège-, hazlo todo solo.
Siguiendo sus instrucciones, Doc respiró hondo y se sumió con cautela en un estado receptivo, dejando que las puntas de sus dedos reposaran lo más suave que le fue posible sobra la púa marcadora.
-Ahora haz tu pregunta y a ver qué pasa.
-Chachi -dijo Doc-, eh, tío..., ¿dónde puedo encontrar maría, tío? y..., y, bueno, ya puestos, que sea mierda de la buena.-La púa se arrancó como una liebre, deletreando casi más rápido de lo que Shasta podía anotar, una dirección en Sunset, en algún lugar al este de Vermont, y hasta soltó un número de teléfono, que Doc marcó de inmediato.
(...)
-¿Quieres venir con nosotros para evitar que nos metamos en líos?
Ella pareció vacilar.
-En este momento tengo que avisaros de que puede que no sea nada. Veréis, el problema con los tableros de güija...
Pero Doc y Shasta ya habían salido por la puerta y traqueteaban por la pista de obstáculos salpicada de baches conocida como Rosecrans Boulevard, bajo un cielo despejado, con ese tipo de luz del sol perfecta que siempre se ve en las series policiacas de televisión, en las que ni los eucaliptos, que acaban de ser talados, daban ya sombra. La KHJ emitía una maratón de los Tommy James & The Shondells. Sin anuncios. ¿Qué podía ser más sospechoso?
Ya antes de llegar al aeropuerto, algo en la luz había empezado a torcerse. El sol se desvaneció detrás de unas nubes que se espesaban por momentos. En las colinas, entre las torres de perforación de petróleo, empezaban a caer las primeras gotas de lluvia, y cuando Doc y Shasta llegaron a La Brea se encontraron bajo un chaparrón constante. Era demasiado antinatural. Delante de ellos, en algún punto sobre Pasadena, se cernían nubes negras, no de un gris oscuro sino negras como la medianoche, negras como un foso de brea, negras como un círculo del infierno nunca visto hasta ahora. Los relámpagos se abatían sobre L.A. Basin, sueltos y en grupos, seguidos por profundos y apocalípticos truenos. Todos los conductores habían encendido los faros, aunque era mediodía. El agua bajaba torrencial por las laderas de las colinas de Hollywood, arrastrando barro, árboles, arbustos y muchos de los vehículos ligeros hasta la llanura. Tras horas de dar rodeos para evitar deslizamientos de tierras, atascos de tráfico y accidentes, Doc y Shasta encontraron por fin la dirección del camello que se les había revelado místicamente, que resultó ser un solar vacío con una gigantesca excavación en medio, entre una lavandería automática y un Orange Julius con un túnel de lavado, todo cerrado. En la espesa bruma, bajo las cortinas agitadas de lluvia, no se veía ni la otra punta del agujero.
-Eh, creía que por aquí habría un montón de maría.
Lo que Sortilège había intentado explicar sobre los tableros de güija, como Doc se enteraría más tarde al volver a la playa, mientras escurría los calcetines y buscaba un secador de pelo, era que, concentradas a nuestro alrededor, había fuerzas espirituales traviesas, justo al otro lado del umbral de la percepción humana, ocupando ambos mundos, y a que estas criaturas nada les divertía más que juguetear con aquellos de nosotros todavía sujetos a los espesos y pensosos catálogos del deseo humano. "No faltaba más", era su actitud, "¿qué quieres maría?, pues aquí la tienes, jodido idiota".
[Vicio propio, Thomas Pynchon]

martes, 2 de octubre de 2012

División de trabajo, dignidad intelectual, decencia moral

Pasma ver cómo en esta Crisis las tribunas puestas en los periódicos y televisiones y radios y mass media para analizarla, son garrapiñadas por todo tipo de gente cuyo idiosincrático mérito se cifra exclusivamente en contar historias o saber actuar o saber pintar o sin más artista decirse ser, usurpándose así un altavoz mediático a pesar de tener un curriculum que desconoce licenciaturas en (pongamos) economía, en (pongamos) politología, en (pongamos) historia luego de haber estado años en una universidad -no hablemos siquiera de doctorados o de tener ciertos artículos publicados después de una revisión a pares,  por tanto una verdadera reputación científica al respecto de la materia de la que se pretende disertar, al cabo chacharear.

Por división de trabajo, por dignidad intelectual, por simple decencia moral incluso, cada vez estoy más convencido, más persuadido, de que la única actitud digna que cabe para un artista es el ocultarse a los medios tal como ejemplarmente hace (el anarquista por lo que se intuye en sus novelas) Thomas Pynchon. 

¿Puede ser casualidad que (en mi opinión) sea de lejos el mejor escritor vivo?

lunes, 24 de septiembre de 2012

Luces de ciudad

Hamlet:
Qué poco siente ese hombre lo que hace, ese hombre que abre una sepultura y canta.

 Horacio:
La costumbre le ha hecho familiar ya esa ocupación.

 Hamlet:
Así es la verdad. La mano que menos trabaja, más delicado tiene el tacto.

[William Shakespeare, Hamlet, Acto V, Escena II]

Las ciudades nacen el día en que se levantan muros del matadero para ocultar la sangre de su derramamiento, para esconder los gritos de los animales, los olores y la inmundicia a los habitantes que soportan peor las realidades del campo. Los más acomodados viven tan lejos como pueden del lugar donde se concentra la matanza. Pronto los melancólicos del campo acuden a la ciudad en bandadas como cuervos que oscurecen el sol. En el mercado aparecen carnes aderezadas y las salchichas cuelgan contra el cielo formando lineas de texto, un críptico comentario intestinal.

[Thomas Pynchon, Mason y Dixon]

miércoles, 29 de agosto de 2012

Shakespeare: Una vida y obra controvertidas [Epílogo] - Por James Shapiro

Visto en retrospectiva, la controversia sobre la autoría de las obras de Shakespeare ha resultado ser una larga nota al pie de la historia más amplia de nuestra actual manera de leer. Por lo que respecta a la escritura, hemos heredado muchas ideas surgidas en el siglo XVIII, en especial un interés por la literatura como expresión y exploración del yo. Esta circunstancia -que diferencia, en parte, la "Edad Contemporánea" de la "Edad Moderna"- ha configurado la obra de muchos de nuestros autores más famosos, cuyas experiencias personales marcan sus escritos de manera indeleble e invisible. Es justo decir que la ficción y la poesía de muchos de los mejores autores del siglo pasado, aproximadamente -pienso aquí en Conrad, Proust, Lawrence, Joyce, Woolf, Kafka, Plath, Ellison, Lowell, Sexton, Roth y Coetzee, por nombrar solo unos pocos-, han sido profundamente autobiográficas. El vínculo entre vida y obra es una de las cosas que suscitan nuestra curiosidad y que buscamos cuando tomamos en nuestra mano el último libro de un autor favorito.

Durante la última década, aproximadamente, el interés por las vidas de los escritores se ha intensificado aún más. Los programas de escritura creativa y las listas de libros de libros más vendidos confirman hasta qué punto se ha generalizado el desvelamiento del yo en nuestra cultura literaria. Ya no bastan una fotografía del autor  y unas cuantas frases biográficas acerca de él en la sobrecubierta; los lectores acuden ahora a su página web y a su blog. Apenas pasa un año sin un escándalo en el que se denigra a un nuevo autor por ofrecer obras de ficción que nunca podrían venderse si no se presentaran en forma de memoria. Algo va mal si la vida no se corresponde con la obra, y nos sentimos engañados cuando la invención se hace pasar por experiencia duramente adquirida.

El carácter autobiográfico de lo que se escribe en la actualidad es tan marcado que pueden alterar fácilmente las expectativas con que abordamos cualquier tipo de escritura imaginativa. Hoy damos por supuesto que las novelas revelan necesariamente algo acerca de la vida de su autor (y así, por ejemplo, la idea de que los anhelos románticos de Elizabeth Bennet en Orgullo y prejuicio son una versión apenas disfrazaa de los de Jane Austen ha llegado a ser una verdad universalmente aceptada). Al mismo tiempo, muchas biografías literarias suplantan a las obras de ficción que pretenden ilustrar, hasta el punto de que Ariel y La campana de cristal pugnan por encontrar un público lector atraído ahora por los libros dedicados al matrimonio y suicidio de Sylvia Plath. En un clima así es difícil no suponer que las obras literarias -las del pasado menos que las del presente- son incuestionablemente autobiográficas.

Todo ello ha sido una bendición para quienes niegan la autoría de Shakespeare, cuya reivindicación se sostiene o se viene abajo en función de la creencia fundamental de que la literatura es y ha sido siempre autobiográfica. Consultemos las obras de escépticos recientes y sabremos por Diana Price que "los autores creativos no pueden menos de revelarse en su obra", y por Hank Whittemore que las obras atribuidas a Shakespeare son creaciones de "no ficción disfrazadas de ficción". Cualquier autor que rechace la autoría de Shakespeare dirá eso mismo en un momento u otro. Según admitía recientemente el director del boletín Shakespeare Matters, "sin los datos de las obras de teatro y los poemas no existiría el debate sobre la autoría", pues "la prueba principal en todo este asunto son las propias obras". Aunque en mi libro me he centrado en los oxfordianos y los baconianos, lo que digo es válido para cualquier candidato rival.

(...)

Salí del Globe preguntándome qué podrían decir los biógrafos tradicionales en respuesta a la insistencia de los oxfordianos en que Edward de Vere podría reivindicar con mayor solidez ser el autor de Hamlet y El rey Lear, pues,  a diferencia del hijo del guantero de Stratford, había sido capturado por unos piratas y tenía tres hijas. No me cuesta entender por qué los shakesperianos que creen en la importancia de los datos autobiográficos son reticentes a conversar sobre estas cuestiones. Pero negarse a reconocer que han estado haciendo cosas similares en sus propios libros -a pesar de que sus lecturas características son menos fantasiosas y de que el autor cuya vida deducen de sus obras es el nombrado en las portadas- enfurece, con razón, a quienes no creen que el Shakespeare de Stratford tuviera la experiencia vital requerida para escribir las piezas teatrales. Me quedé preguntándome si los estudiosos de Shakespeare ignoran a sus adversarios (cuando no los vilipendian) porque comparten con ellos más hipótesis tácitas sobre el entrecruzamiento entre vida y literatura que las que procuran admitir -hipótesis que, en realidad, fueron los primeros en profesar-. Si lo admitieran, podrían llegar muy bien a la conclusión de que, como decía Próspero de Calibán, "reconozco como mío a este ser de las tinieblas".

(...)

En mi opinión, lo más descorazonador cuando se afirma que Shakespeare de Stratford carecía de experiencia vital para escribir su teatro es que menoscaba lo que hace de él alguien tan excepcional: su imaginación. Como aspirante a actor, Shakespeare debió de haber desplegado el talento requerido para imaginarse en escena encarnando múltiples personajes. Cuando se dedicó a escribir, demostró una capacidad imaginativa aún más poderosa que le permitió crear papeles teatrales de tanta profundidad y complejidad -Rosalinda, Hamlet, Lear, Julieta, Timón, Bruto, Leontes y Cleopatra, junto con otros cientos más, grandes y pequeños- que hasta el menor de ellos parece plenamente humano y característico al cabo de cuatro siglos. Lo que fascina de manera especial es que, en realidad, no inventó la mayoría de esos personajes: los encontró casi todos formados a medias, no entre la gente que conocía, sino en las obras de otros autores -por ejemplo en la traducción de Vidas de Plutarco realizada por North y en las Crónicas de Holinshed, fuentes a las que acudía una y otra vez-. Las historias y relatos que contienen esas obras se quedaron grabados en su mente, a veces durante años, hasta que podía ver qué necesitaba para transformarlos de arriba abajo e infundirles vida.

Los argumentos con los que se defiende que la escritura literaria se basa en la experiencia personal abogan implícitamente por cierto tipo de realismo. Cuando fue útil para sus propósitos, Shakespeare escribió con realismo; pero cuando el realismo se quedaba corto, no dudó nunca en sacar a escena a los diososes, en presentar a un personaje invisible, en hacer que el tiempo fluyera hacia atrás o dar vida a una estatua. Si Shakespeare se hubiera interesado realmente escribir sobre lo que conocía por experiencia propia, habría hecho lo que eligieron hacer Jonson, Dekker, Middleton y muchos otros dramaturgos de la época: situar las obras donde creció o en Londres, su ciudad de adopción. En cambio, lo que Shakespeare escogió fue dar rienda suelta a su imaginación haciendo que sus argumentos se desarrollaran en tierras lejanas y tiempos pasados -Viena, Verona, Venecia y las antiguas Britania, Atenas, Troya, Tiro y Roma-. En Cimbelino llega a permitir que se entremezclen italianos modernos y antiguos romanos. Pero incluso en Como gustéis, la obra en que más se acerca a la experiencia personal, situada en gran parte en una versión propia del bosque de Arden, en Warwickshire, el emplazamiento es un paisaje mágico habitado no solo por pastores y ermitaños, sino también por leones, serpientes y una divinidad, Himeneo.

Según nos recuerda el Oxford English Dictionary, "imaginar" quiere decirse "formarse un concepto mental de algo que no se halla realmente presente en los sentidos" y que "no corresponde a la realidad de las cosas". En palabras sencillas, la imaginación comienza donde termina la experiencia -lo que vemos, oímos y palpamos-. Es posible que, en sus obras teatrales, Shakespeare no nos cuente muchas cosas de su vida personal, pero sí habla a menudo de lo que piensa sobre el funcionamiento de esa facultad. No es casual que Hamlet, el personaje generalmente reconocido como su máxima creación, hable con suma contundencia a favor del poder de la imaginación y confiese a su Ofelia: "Soy muy orgulloso, vengador, ambicioso, con más disposición para hacer daño que ideas para concebirlo, imaginación para plasmarlo o tiempo para cumplirlo". El mayor parecido entre Hamlet y su creador no se aprecia en el hecho de haber sido capturado por unos piratas o lamentar la muerte de su padre, sino en su capacidad para dar forma y palabras a pensamientos a menudo disparatados: "¿No podría la imaginación rastrear el noble polvo de Alejandro y encontrarlo taponando un barril?".

Helena, Lear, Antonio, Miranda, Vincencio, Gower, Malvolio y Políxenes son algunos de los numerosos personajes -gobernantes y amantes, puritanos y cándidos, individuos que se engañan o conocen a sí mismos- que reflexionan en las obras teatrales acerca de la imaginación. El personaje más escéptico respecto al poder de la imaginación es, como corresponde, Teseo, en Sueño de una noche de verano, al que Shakespeare asigna su definición más memorable:

Yo nunca he podido creer
en esas viejas fábulas ni en cuentos de hadas.
Amantes y locos tienen una mente tan febril
y una fantasía tan creadora, que conciben 
mucho más de lo que razón llega a comprender.
El lunático, el amante y el poeta
están hechos por entero de imaginación.
Uno -el loco- ve más diablos que los que acoge
el inmenso infierno. El amante, igual de alienado,
ve la belleza de Helena en la cara de una zíngara.
El ojo del poeta, en divino frenesí,
mira del cielo a la tierra y de la tierra al cielo;
y mientras su imaginación va dando cuerpo
a las formas de cosas desconocidas, su pluma
las convierte en figura y da a la etérea nada
un nombre y un espacio en que vivir.
La viva imaginación tiene tales recursos
que, si llega a concebir alguna dicha,
cree en un inspirador para esa dicha;
o si en la noche se forja algún miedo, ¡con cuánta facilidad toma un zarzal por un oso!
(V, I, 2-20)

Una de las grandes delicias de este parlamento es que el propio Teseo es "una vieja fábula". Los autores comparten con amantes y lunáticos una superior capacidad para imaginar "las formas de cosas desconocidas". Pero solo ellos pueden convertirlas en "figuras y dar a la etérea nada/ un nombre y un espacio que vivir". Es difícil imaginar un definición mejor del misterio de la creación literaria. No mucho después de pronunciar este parlamento, Teseo presencia una obra de teatro interpretada por Fondón y los demás "toscos mecánicos" y descubre que la experiencia lo ha transformado. Su reacción ante la actuación es uno de los parlamentos maravillosos de Shakespeare: "Los mejores de esta clase de gente no son más que sombras [expresión que en jerga isabelina hace referencia a los actores, de ahí que "un sombra en marcha" sea un "actor que se agita y pavonea una hora en el escenario"]; y los peores no son malos, si los corrige la imaginación". Hipólita, su cautiva y prometida, se apresura a recordarle y recordarnos: "Entonces debe de ser tu imaginación, y no la de ellos" (V, I, 210-212).

La primera vez que tomé en consideración la idea de escribir este libro, hace ya algunos años, un amigo me desanimó diciéndome: "¿Qué importa quién escribiera las obras de teatro?". La respuesta automática que le di me resulta ahora mucho más clara: "Importa mucho". La manera de imaginarnos el mundo en que vivió y escribió Shakespeare establece cierta diferencia. Esa diferencia es aún mayor en lo que respecta a nuestra comprensión de los cambios producidos desde la Edad Moderna hasta nuestros días. Podemos creer que fue el propio Shakespeare quien penso que los poetas pueden dar "un nombre y un espacio en que vivir" a una "etérea nada". O podemos concluir que esa "etérea nada" resulta ser un algo disfrazado que requiere descodificación y que, sin haberlas experimentado en persona, Shakespere no podría imaginar "las formas de cosas desconocidas". Se trata de una decisión grave y trascendental.

martes, 21 de agosto de 2012

Resumen de la temporada 2011/12

A continuación listo y resumo -para facilitar su hojeada-, la serie de anotaciones realizadas durante esta temporada. Gustoso escucharía a alguién si listara sus preferidos:

Agosto 2011:

El ruido eterno y El instinto musical: Epílogos a dos libros sobre música, el primero, sobre el devenir histórico de la música de vanguardia durante todo el siglo XX, el segundo, se adentra más en las características cognitivas que hacen posible la escucha placentera del sonido estructurado.

Septiembre 2011:

Neoanimismo: Lamento velado de la rústica hermeneútica supersticiosa de la economía

Algunos comentarios sobre música popular: Citas sin aparente orden ni concierto sobre la relación entre música popular y de vanguardia.

Instrucciones para crear un alma y su continuación: Acoso y (casi)derribo a la idea del YO.

La racionalidad subyacente de American Pie: Una explicación institucionalista del (aparentemente) irracional comportamiento del universitario.

Lecturas transversales de Confesiones de un joven novelista, de Umberto Eco y su segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta y séptima parte: Extractos de un libro de Eco sobre el novelaje confrontados a otros textos que armonizan, disuenan o modulan lo dicho y defendido por el semiótico italiano.

Argumento de la recursividad: Breve sofisma, igual hasta cierto, contra la interpretación fisicalista de lo mental.

Octubre 2011:

Lectura habermasiana de Hamlet y su continuación: ¿Y si el príncipe danés no fuera sino un escéptico de la personalidad?

Noviembre 2011:

Mesoestructuras y su continuación: El reto de hipnotizar al oyente lector sin saturarlo ni aburrirlo.

Una breve perspectiva estética de la filosofía: ¿Y si la verdad no estuviera exenta de belleza?

Clocks and clouds: La pulsión -incluso musical- entre el holismo extensional y el reduccionismo
intensional.

Nubes y relojes: El lenguaje subiendo alla Escher por las escaleras del detalle para acabar en el piso inferior de otro nivel gramatical

...[por medio del lenguaje] podemos incluso refinar nuestra capacidad discriminatoria para ciertos qualia...: Un sintetizado repaso, de la mano de Grabriel Zanotti, a toda la filosofía del s.XX nomás bastándole a uno el usar la concepción del lenguaje como piedra de toque.

El lenguaje y el yo: La conjetura de Gerald Edelman sobre aquello que nos capacita como humanos por encima, o a diferencia, de los animales.

Diciembre 2011:

El reducto utopista: Sobre cómo la aversión a la interdisciplina crea monstruos -en este caso- políticos.

El canon occidental: La tésis de que también la filosofía tiene un canon y es, por supuesto, cómo si no, un canon eminentemente estético.

Sobre política:  ¿Y si el aplauso del público es el claudicador origen de la política?

Enero 2012:

Un par de notas sobre la fealdad en el arte: Breve intento de asimilar lo grotesco y feo en el arte, en la estética.

Memoria literaria: ¿Y si por cada vez que recórdasemos el cómo era o es alguien no estuviésemos sino incurriendo en Literatura?

Demoliendo el edificio cartesiano (Contra el reduccionismo): Otra metáfora para la ya manida del edificio de la ciencia y sus pisos y leyes fundamentales.

Febrero 2012:

Los "Lógicos": ¿Y si la mismita habilidad que da excelencia en un campo resulta contraproducente en otro?

El eterno retorno: ¿Y si la historia parece (se re)vuelve?

La Verdad como algo memorable: ¿Y si la Verdad fuera lo único (que al cabo es) verdaderamente memorable?

Wittgenstein sobre religión: ¿Y si en el idioma religioso no hubiera traducción ni para la verdad ni para la mentira?

Marzo 2012:

Inversión cultural y su continuación: Apenas contenida diatriba contra el pensar provinciano ajeno al viaje interdisciplinario.

Abril 2012:

Cómo acabar de una vez por todas con el ajedrez por correspondencia [Woody Allen]: Humorada también útil para contrariar la adolescente creencia en que pueda existir alguna vez en algún lugar de algún modo algo así como un epic Win.

De la formalización del lenguaje: Pretendida explicación breve del por qué del uso cada vez más extensivo de las matemáticas y lo formal (principal y básicamente) en la ciencia.

(Des)anclando el lenguaje: De la (in)sana irreversibilidad del lenguaje.

Mayo 2012:

El Olimpo de Homero: ¿Y si Homero hubiese tomado en serio a las divinidades?

Apología del Sistema: Centrando el debate político con la petición de un trazo conceptual menos grueso.

Otro panfletillo liberal: ¿Y si imaginamos un liberalismo alejado de las fetichistas manos de los libertarios?

James Geary, hablando metafóricamente: Ya lo dijo Borges cuando dijo aquello de que "Quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas".

Junio 2012:


De constelaciones y estrellas, de neuronas y conciencias: Insistiendo en los enredos de la consciencia y las redes y el holismo y la memoria.

Julio 2012:

Escila y Caribdis: El tradicional homenaje cumpleañero al bardo de Avon, en esta ocasión, a razón de su intrincada maestría verbal en enredo con su habilidad para el retrato.

Pensamiento fulmíneo, i.e, pensamiento constelar: Expansión de aquello que (otra vez) sintetizó tan magníficamente Borges: "Pensar es olvidar diferencias".

Sobre la creatividad: ¿Y si la creatividad visionaria en un ámbito no fuera sino un enredado ejercicio de memorización?

Agosto 2012:

Nota de aviso para estetas: Breve queja para aquellos estudiosos de muestras perezosas.

Nota breve sobre Borges o Lem: Indagación sin respuesta a propósito de los escritores híbridos.

Ley y moral: ¿Y si no todo orden estuviese legislado?

El sentido de la belleza: ¿Y si el instinto de lo bello fuera nuestra más sutil tecnología prospectiva?


viernes, 10 de agosto de 2012

El sentido de la belleza

(Ando conversando con Juan Antonio un comentario suyo sobre mente y materia. Wittgenstein o Platón. A propósito:)

Hay un cuento del hard sci-fi writer Greg Egan, concretamente "Motivos para ser feliz", el cual, está incluido en su libro de cuentos Luminoso, un cuento, como decía, en donde (y resumiendo con trazos gruesos) a un pobre hombre le tienen que extirpar casi medio cerebro por culpa de un tumor. A resultas de esto, se queda sin la capacidad de segregar leu encefalina, neuropéptido sin el cual una persona es incapaz de sentir placer alguno ante cualquier estímulo externo. Como el cuento es ciencia-ficción pues resulta que pueden inocularle a través de todos esos agujeros de gusano horadados en su cerebro por culpa de la mentada operación, una experimental espuma (a efectos prácticos una prótesis) gracias a la cual el sujeto volverá a poder reconstituir de interacciones químicas su cerebro y en consecuencia volver a sentir plácer y todo tipo de qualias que por desgracia había perdido desde su anterior situación de depresión terminal.

No obstante, como la espuma, digamos, baila con cualquier neurona que de en gatillarse pues resulta que todo le gusta a nuestro protagonista y le gusta, además, a extenuantes niveles de satisfacción. No tiene sentido del gusto ni personalidad ni, en definitiva, instinto de la belleza (nótese aquí qué valioso pasadizo se nos abre para caminar sobre el instinto de lo bello y su necesaria educación). Pero por cierto, eso le pasa (por si no ha quedado claro) con las mujeres, la comida, etcétera.

La solución que finalmente tienen que hacerle es provocar una ruptura asimétrica en la interacción de esa prótesis espumosa (no me resisto a comentar el hecho de que, en realidad, desde nuestra misma concepción, nuestras conexiones sinápticas van reforzándose entre sí pero también muriendo y estas muertes, por cierto, y sobre todo al principio, suceden de forma azarosa -con todas las implicaciones que esto tiene para nuestra identidad) mediante el artificio de configurar paramétricamente esa espuma con los valores medios de unos taitantos mil muertos anteriores cuyo alumbrado general cerebral había sido mapeado. Además, al protagonista se le otorga un aparato útil para poder fijar de forma manual y escalar -del uno al diez- el placer que quiere sentir ante un estímulo sensorial (cuántas veces no habremos deseado que eso nos gustase menos -o más) y así poder configurarse una personalidad menos agotadoramente sobreexcitada.

Siento de veras la chapa pero creo que ya está repartidas las piezas en el tablero, ¿de veras crees que se podría fijar una personalidad coherente y heterógenea (no solo que gustase de un tipo de cosas), es decir, ni esquizofrénica ni provinciana, sólo mediante la fijación racional de unos valores escalares a las impresiones qualia?

Yo creo que no, que es imposible, que en realidad el protagonista sólo podría esculpir la prótesis-espuma por la mera fricción habida con cada experiencia real sentida, o sea, madurando con el tiempo que es como hacemos todos nosotros pero porque las escalas son demasiado macroscópicas como para la neurocirujía existencial que requiere nuestro instinto de lo bello y placentero, o sea, y por seguir con la ciencia ficción, las emociones y qualia serían como nanorrobotos que suplen la mucho más grande, y por tanto para este ámbito inoperante, tecnología de las palabras o Ideas platónicas, quiero decir, no es que tengamos emociones por todo sustituto barato cuando no fraudulento de la Razón, no, es que la emoción y la subjetiva (pero porque no podemos ensancharla sin pérdida proporcional para meterla en una intersubjetiva oratoria persuasiva) sensación de belleza son insustituibles formas de conducirnos por la vida.

lunes, 6 de agosto de 2012

Ley y moral

¿Qué quiere decirnos la gran novela de Cervantes? Hay una abundante bibliografía al respecto. Algunos pretenden ver en esta novela la crítica racionalista del idealismo confuso de Don Quijote. Otros ven la exaltación de este mismo idealismo. Ambas interpretaciones son erróneas porque quieren encontrar en el fondo de la novela no un interrogante, sino una posición moral.

El hombre anhela un mundo en el que sea posible distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de juzgar antes que de comprender. En este deso se han fundado religiones e ideologías. Éstas no pueden conciliarse con la novela sino traduciendo su lenguaje de relatividad y ambigüedad a un discurso apodíctico y dogmático. Exigen que alguien tenga la razón; o bien Ana Karenina es víctima de un déspota de cortos o alcances o bien Karenin es víctima de una mujer inmoral; o bien K., inoncente, es aplastado por un tribunal injusto, o bien tras el tribunal se oculta la justicia divina y K. es culpable.

En este "o bien-o bien" reside la incapacidad de soportar la relatividad esencial de las cosas humanas, la incapacidad de mirar de frente a la ausencia de Juez supremo. Debido a esta incapacidad, la sabiduría de la novela (la sabiduría de la incertidumbre) es difícil de aceptar y comprender.


[El Arte de la Novela, Milan Kundera]

¿Cómo puede configurarse una Ley que, a la vez, sea capaz tanto para un extenso campo de situaciones (privilegios de la granularidad gruesa) como para abstraer o cribar justo las diferencias irrelevantes que hacen heterogéneas esas situaciones (privilegios de la granularidad fina)?

Mi continua impresión es que la Ley sirve para situaciones macrosociales como el robo o el fraude (donde aún así debe haber un juez que defina los términos implicados para ver si hay correspondencia válida con el grueso de una Ley) y la moral sirve para situaciones concretas donde hacer descender conductas desde paradigmas abstractos de comportamiento es como tratar de cazar moscas con una bazoca -y a este respecto pienso en cualquier discusión de pareja donde no hay ninguna ley que reparta la culpabilidad para un solo bando y de pensar lo contrario se acabará lanzando dardos envenenados por quítame allá unas minucias mal acentuadas.

O sea, mi parecer es que, por la propia compleja naturaleza de la sociedad -por extensión la realidad-, la relación dialéctica de moral y Ley está en constante muda, pero como cualquier otra institución, como, por cierto, el lenguaje, como cuando por evolución histórica de los acontecimientos despedazamos un hiperónimo en múltiples hipónimos o como cuando es al revés, como cuando condensamos una variedad de hipónimos en un constelar hiperónimo -y la etimología da cuenta de estos inevitables vaivenes.

A veces los conceptos de un nivel casan con los del otro, es cierto, pero otras tantas veces las estructuras de una dimensión y otra cambian de modo que si yo quiero cartografíar (o reconocer) la costa de Inglaterra desde la perspectiva espacial, me bastará hacer uso de figuras euclídeas con sus ángulos y líneas rectas, ahora, a pie de campo, mapa en la mano, más vale que la línea aparecida sea quebradiza y fractal pues de lo contrario se puede acabar cayendo al despeñadero, es decir, y cubo de Necker, no siempre se pueden simultanear las dos vistas y los conceptos en uno no tienen por qué valer en el otro, o por seguir la analogía de la Ley, si yo miro desde la perspectiva de un juez, puede encontrar culpable a un sospechoso, no obstante, si lo miro desde una perspectiva más cercana, en primera persona incluso, puede encontrarme con un delincuente que no tuvo otra salida aún habiendo tenido otra voluntad y de ahí la pregunta, ¿cuál es la perspectiva adecuada?

Ambas en mi opinión, aquí lo difícil de la moral.

jueves, 2 de agosto de 2012

Nota breve sobre Borges o Lem

A propósito de una reseña de Vacío perfecto, no he podido dejar de reflexionar que a mi lo que me intriga (entre otras cosas, ciertamente) de estos autores como ejemplarmente Borges pero también Lem (otro Borges pero desencantado), como decía, de estos autores transfronterizos y además en un género ya particularmente híbrido y a matacamino entre la filosofía y el arte como es la ficción literaria, lo que me intriga, insisto, es por qué se comunican mediante obras de ficción narrativa y no mediante un ensayo, o directamente una obra filosófica.

Creo que si entendiera esto, vislumbraría por qué la literatura no es (o no lo creo, mejor dicho) una mera distracción bastarda a situar en los arrabales del conocimiento colonizado por la augusta ciencia.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Nota de aviso para estetas

Me pasa leyendo a muchos (si no la práctica totalidad de) filósofos de la ciencia que cuando disertan sobre la naturaleza de la ciencia en particular, y el conocimiento en general, alrededor de sus abstractas especulaciones habita solapada una concreta referencia a exclusivamente la física (ciencia apátrida que puede caminar entre el reino de lo matemático y lo empírico) y olvidan así, consecuentemente, el operar de otros saberes mucho menos privilegiados en su parentesco, pues bien, otro tanto le sucede muchas veces al estudioso de la estética a quien veo mirando de soslayo exclusivamente a la Literatura -monstruo híbrido, habitante fronterizo de la filosofía y el arte- que, justamente en virtud de su anormalidad, no es aconsejable empezar, o tomar, por paradigma del Arte.

martes, 31 de julio de 2012

Sobre la creatividad

el caso de S.M, un caso real: Varios hijos, uno por cada padre, desde la adolescencia hasta los veintiocho años, ahora, desde allí marido rico y matrimonio estable pero al cabo, ella empieza un inocente chateo por internet con alguien a quien se le dice fingidamente estar embarazada pero habiendo abortado luego por culpa de un marido maltratador. El marido queda asesinado y S.M aparece a la semana de estrenada la viudedad con nuevo novio, y al mes ya está viviendo con él, ahora el ex amante engañado, se confiesa como asesino, destapa a S.M y se suicida. En resumen, una colección de hechos no concluyentes, en absoluto probatorios, pero que en conjunto, y en base a un perfil psicológico extraído mediante inferencias bayesianas (sin ir más lejos, no es normal que al cabo de una semana enviudada, alguien se avenga a tener otro novio), se puede suponer su culpabilidad y, efectivamente, el jurado la encontró culpable; y si lo hizo, quiero insistir, es por el modo en que estos miembros del jurado habían literaturizado el asesinato en base a los hechos probados y, muy importante, por el modo en que durante toda su vida habían memorizado, esto es, dado contorno visibles de forma fulmínea, como constelaciones de estrellas, a ideas y y roles y escenarios y atributos dispersos percibidos.

Claro que subsumir en un trazo tan grueso como un atributo abstracto del tipo "promiscua" toda una serie de heterógeneas conductas razonablemente familiares, es tan informativo como abordar con un epígrafe genérico del tipo "metalurgia" toda una serie de distintas compañías, quiero decir, es fácil encontrar elementos sectoriales que afecten a todo un conjunto de elementos pero la distintiva singularidad de cada empresa hace imposible adivinar según qué otras cosas y si no apercibimos a priori esta borrosidad podemos desde ciertas distancias encontrarnos con falsos positivos de situaciones familiares.

En realidad, y si lo observas bien, esta aglomeración de conductas que etiquetamos como atributo, y luego esta aglomeración de atributos que etiquetamos como personalidad; ocurre de involuntaria forma instántea fruto de un pensamiento intuitivo construido por, según Kahneman, un módulo de pensamiento (llamado sistema uno -en contraposición al mucho más lento pero consciente sistema segundo) que, como los nodos más transitados de una red, son aquellas rutas neuronales y trayectos reflexivos que, a razón de su ligera diligencia, más cotidianamente se apropian de nuestras reacciones pero que también tienen, ojo, una fuerte tasa de error según en qué contextos y precisamente por lo precipitado de sus dictamenes y lo limitado de sus ambientes operativos.

Este módulo de nuestra mente, el sistema uno, es el que se da en nuestra cabeza cuando haces las cosas sin pesarlas y no frunces el ceño y coges lapiz y papel y haces concentrado las cuentas a mano utilizando tecnologías como el lapiz y el papel y el cálculo matemático. Claro que no siempre es posible tal agotador grado de dedicación pues, e imagina el familiar caso de la conducción de un coche, a veces el cambiente dinamismo del entorno nos obliga a abstraer cierta información, y es que, y cualquiera que haya conducido lo sabe, sólo es posible por ejemplo llevar bien un coche cuando hemos automatizado los gestos y reacciones a una distancia de milésimas y podemos entonces manejar el carro sin tener el estrés y la angustia y la sensación de estar constantemente al borde del colapso con tanta señales de tráfico y las revoluciones pitando y los coches de al lado cercándote.

Pero si te fijas bien, lo que Kahneman refiere en realidad cuando habla del sistema uno (y nos advierte de sus precipitaciones en según qué momentos), es de una memoria asociativa que va proveyendo ideas según las tiene a mano como stock, dentro de la más extensa memoria largoplacista, que intenta proveer todas las soluciones tratando también de no recurrir a nadie más, o sea, y por decirlo en términos reconocibles para un informático, toda vez que trabajemos con la memoria RAM, estamos usando el módulo primero, y el segundo entrará, por lo tanto, cuando recurramos al esfuerzo de reflexionar, pararse a pensar un poco el asunto y en definitiva tirar de la otra memoria, la principal. De este modo no es de extrañar que el sistema uno esté asociado al pensamiento intuitivo y a la creatividad pues la creatividad, como de hecho propuso Sarnoff Mednick (y recoge Kahneman), no es más que "una memoria asociativa que trabaja excepcionalmente bien" de forma, como bien llega a decir Robert Musil, la intuición no es más que "la afinidad y solidaridad de las ideas concentradas en un cerebro", claro que esto, lejos de ser suprapersonal o infrapersonal, le corregiría, es lo más personal que puede haber pues nada hay más singular y propio que todas las ocurrencias biográficas y herencias genéticas que han ido sedimentando particularmente nuestra memoria RAM y mapeándola genuinamente de ideas y emociones con su peculiar afinidad armónica mientras que la racionalidad, por el contrario, no es más que el uso de herramientas comunitarias (v.gr: las matemáticas, por extensión el lenguaje, etc.).

De hecho, en lo que disiento con Mednick es que en sí misma sea la asociatividad de una cabeza y su rapidez en el gatillaje lo que dictamine la creatividad de una persona y no más bien el trade off entre extensión y heterogeneidad de la memoria asociativa. O por recurrir otra vez a la informática en donde se entiende por nivel de granularidad -de grueso a fino, de abstracto a específico- el grado de detalle habido en los esquemas lógicos con que se estructuran los datos (v.gr: El registro de un cliente de una clínica veterinaria se podría detallar con campos como un código para el primer apellido, un nº de cuenta bancaria, una dirección, un teléfono, el nombre y sus correspondientes apellidos) de forma que en una granularidad muy gruesa se optimiza el uso de recursos computacionales al ser de menor volumen la información utilizada, si bien, también se arriesga la consistencia entre los datos al contrario que con gradientes más finos de granularidad; pues bien, lo que caracterizaría a una efectiva creatividad no sería la ingeniosidad coyuntural de juntar ocasionalmente el tocino con la velocidad sino la sistematicidad con que esos hallazgos microestructurales se darán, es decir, la capacidad de crear una estructura lo suficientemente gruesa como para que ilumine un ámbito operativo concreto de una forma mucho más eficiente -en el sentido de más extensa y/o más intensa- de lo que se estaba haciendo antes. Así entendido, el creativo sería por definición un visionario y así entendida, la creatividad no sería un don, que como le sucedía a Midas, todo lo que toca lo convierte en algo nunca visto (no existe una creatividad sistemáticamente efectiva que emerga del contacto primerizo con un terreno) sino que se necesita una previa exposición a un tema, el cual, al justamente ir entendiéndolo, esto es, abarcándolo con la memoria, se le inventa, por así decirlo, un truco con el que mapear, ver de tirón, todo el territorio.

En ese sentido, lo relevante de cualquier pensamiento venido del sistema Uno, bien mirado, no residiría en su falibilidad (que se da siempre por descontada pues nace de un trade off por definición útil en un contexto) sino en el concreto instrumental que involuntariamente usamos cuando estamos ejecutando nuestros pensamientos con dicho sistema, y esto, esto explicaría la diferencia de resultados erróneos en, por ejemplo, quienes esterotipan sabiendo (teniendo el plug-in) de estadística y quienes no, y así, sin ir más lejos, los primeros, como los segundos, saben que si les hablan de una persona reservada y meditativa esto encaja con un prototípico bibliotecario o un granjero pero sólo los primeros saben que hay más granjeros que bibliotecarios, por lo tanto, es mayor la probabilidad de, al estar con una persona reservada y meditativa, tener en frente a un granjero antes que a un bibliotecario.

Por esto mismo, frente al inevitable fracaso continuo de la intuición, lo que cabría esperar no siempre es más (abstracta) racionalidad -como propone Khaneman- sino también, por qué no, más (concreta) intuición, innovación tecnológica, en suma, creatividad.

lunes, 30 de julio de 2012

Pensamiento fulmíneo, i.e, pensamiento constelar

Por otros conceptos, la solución de un problema intelectual se desenvuelve semejante a un perro que intenta salir por una puerta estrecha con un bastón cruzado en la boca: mueve la cabeza a izquierda y derecha hasta que logra pasar. Nosotros hacemos otro tanto, con la diferencia de que no obramos de modo irreflexivo; la experiencia nos ha enseñado las medidas aproximadas que debemos tomar. Incluso una inteligencia ágil, con mejor disposición y pericia que una torpe, experimenta también una sensación sorprendente cuando consigue deslizarse hasta el fin y llega al resultado de su operación; éste aparece de repente y suspende los sentidos de admiración y extrañeza al ver que los pensamientos se han sucedido y derivado por sí solos, en vez de esperar a la acción de su creador. Muchos hombres modernos llaman a eso intuición (antes fue designado con el nombre de inspiración) creyendo ver en ello algo suprapersonal. En realidad sólo se trata de algo impersonal, o sea, la afinidad y solidaridad de las ideas concentradas en un cerebro.

Cuanto mejor es el cerebro, tanta menos reflexión necesita. Por eso el raciocinio es, en tanto no haya llegado al fin, un estado deplorable, una especie de cólico de todas las circunvalaciones cerebrales (...).

El hombre sin atributos, de Robert Musil, pág.117

Aunque tenemos una sola mente, no tenemos una sola forma de decidir. Daniel Kahneman propone entender la toma humana de decisiones partiéndola en dos “sistemas” principales. El Sistema 1 es un esclavo de las emociones y actúa “rápida y automáticamente, con pequeño o ningún esfuerzo y sin el sentimiento de un control voluntario.” El Sistema 2, por contra, funciona como un agente racional que “concentra con esfuerzo la atención hacia las actividades mentales que así lo demandan, incluyendo las computaciones complejas. Las operaciones del Sistema 2 están asociadas a menudo con la experiencia subjetiva de la agencia, la elección y la concentracion.”

La mayoría de nuestros juicios diarios son obra del Sistema 1, ocurren de forma automática, intuitiva y emocionalmente, y nos permiten desenvolvernos de forma razonable en nuestra vida práctica.

Daniel Kahneman: Pensamiento rápido y lento, reseña de Eduardo Zugasti

La hiperonimia es la relación semántica que vincula a una determinada unidad léxica con otras de significado más específico por las que puede ser sustituida. Por ejemplo, el significado de embutido es más general que el de chorizo, salchichón, longaniza, sobrasada, butifarra, morcilla, etc. A estos términos más específicos se los denomina hipónimos. Entre el hiperónimo y el hipónimo se da una relación jerárquica de inclusión en la que el primero constituye el término superordinado o general y el segundo, el subordinado o específico. Todo esto se ve más claramente con un ejemplo. En (1) y (2) se comprueba cómo el hiperónimo embutido admite la sustitución por sus hipónimos en un contexto:

(...)

Los hiperónimos son de gran utilidad en lexicografía. Gran parte de las definiciones que encontramos en los diccionarios están basadas en ellos. Para definir el término específico se recurre al general, indicando acto seguido cuál es el elemento distintivo.

(...)

Desde el punto de vista de un análisis compositivo del significado, son fundamentales para comprender la relación de hiperonimia las nociones de intensión y extensión. La primera se refiere a la cantidad de rasgos semánticos que presenta un concepto, mientras que la segunda lo hace a la cantidad de realidades a las que les es aplicable un determinado concepto. Entre una y otra se da una relación inversa: a mayor intensión, menor extensión y viceversa. Ya hemos visto que ‘silla’ es ‘asiento’ y algo más. Su intensión es más rica y, en consecuencia, su extensión es menor. Lo mismo, pero a la inversa, vale para ‘asiento’. Es fácil comprobarlo: echando un vistazo a mi alrededor, en la habitación en la que estoy trabajando encuentro varios objetos a los que podríamos denominar asiento, pero solo algunos de ellos podrían ser llamados sillas. Nos topamos de nuevo con la noción de inclusión, pero esta vez a la inversa: el número de objetos ‘asiento’ incluye el de objetos ‘silla’, pero no al revés, es decir, la extensión del hiperónimo incluye la del hipónimo, mientras que la intensión del hipónimo incluye la del hiperónimo. La lingüística contemporánea, no obstante, tiende a desconfiar de este tipo de análisis y los va sustituyendo por otros más flexibles basados en prototipos o modelos para los que podemos encontrar representantes más típicos o menos típicos (por ejemplo, una silla con tres patas ¿deja de ser una silla? ¿Y una silla gigante en la que caben dos adultos?).

Visto en un post del BLOG DE LENGUA ESPAÑOLA, por Alberto Bustos

Entro al aula y veo la cátedra... ¿Qué ‘veo’? ¿Superficies marrones que se cortan en ángulo recto? No, veo otra cosa. ¿Veo acaso una caja, más exactamente, una caja pequeña colocada encima de otra más grande? De ningún modo. Yo veo la cátedra desde la que debo hablar, ustedes ven la cátedra desde la cual se les habla, en la que yo he hablado ya. En la vivencia pura no se da ningún nexo de fundamentación, como suele decirse. Esto es, no es que yo vea primero superficies marrones que se entrecortan, y que luego se me presentan como caja, después como pupitre, y más tarde como pupitre académico, como cátedra, de tal manera que yo pegara en la caja las propiedades de la cátedra como si se tratara de una etiqueta. Todo esto es una interpretación mala y tergiversada, un cambio de dirección en la pura mirada al interior de la vivencia. Yo veo la cátedra de golpe, por así decirlo; no la veo aislada, yo veo el pupitre como si fuera demasiado alto para mí. Yo veo un libro sobre el pupitre, como algo que inmediatamente me molesta (un libro, y no un número de hojas estratificadas y salpicadas de manchas negras) (GA 56/57: 71).

En la vivencia de ver la cátedra se me da algo desde un entorno inmediato. Este mundo que nos circunda... no consta de cosas con un determinado contenido de significación, de objetos a los que además se añada el que hayan de significar esto y lo otro, sino que lo significativo es lo primario, se me da inmediatamente, sin ningún rodeo intelectual que pase por la captación de una cosa. Al vivir en un mundo circundante, me encuentro siempre rodeado de significados por doquier, todo es mundano, mundea [es weltet] (GA 56/57: 72‐73).

Heidegger, en su primera lección universitaria en Friburgo, 1919

Tendemos, todos nosotros, incluso los que trabajamos en mercadotecnia, a pensar acerca del valor de dos maneras. Está el valor real, que es cuando se produce algo en una fábrica y se ofrece un servicio, y luego está un tipo de valor dudoso, que uno crea al cambiar la forma en que la gente ve las cosas. Von Mises rechazaba por completo esta distinción y utilizaba la siguiente analogía: se refería en realidad a unos extraños economistas llamados los fisiócratas franceses que creían que el único valor verdadero era lo que se extraía de la tierra. Así que si uno era un pastor, un minero o un campesino, creaba valor verdadero. Sin embargo, si uno compraba algo de lana al pastor y cobraba una prima por convertirla en un sombrero, uno en realidad no estaba creando valor, sino explotando al pastor. Von Mises decía que los economistas modernos cometían el mismo error en relación con la publicidad y la mercadotecnia. Decía que, si uno es dueño de un restaurante, no puede hacer una distinción entre el valor que se crea al cocinar la comida y el que se crea al limpiar el piso. Una de estas actividades crea, tal vez, el producto principal, lo que creemos que estamos pagando; la otra crea un contexto en el cual podemos disfrutar y apreciar el producto. Y la idea que una de ellas debería tener prioridad sobre la otra es fundamentalmente errónea. Intenten rápidamente un experimento mental.

Imagínense un restaurante que sirve comida digna de recibir estrellas Michelin, pero que en realidad huele a desagüe y tiene heces humanas en el piso. Lo mejor que se puede hacer ahí para crear valor no es mejorar aún más la calidad de la comida, sino deshacerse del olor y limpiar el piso. Y es vital que entendamos esto. Parece algo extraño e incomprensible que, en el Reino Unido, la oficina de correos tenía una tasa de éxito del 98 por ciento en las entregas del correo de primera clase al día siguiente. Decidieron que no era suficiente, que querían llegar al 99 por ciento. Al intentarlo casi llevaron al organismo a la quiebra. Si al mismo tiempo hubieran ido a preguntar a la gente: "¿Qué porcentaje del correo de primera clase se entrega al día siguiente?", la respuesta promedio, o la moda, habría sido 50 o 60 por ciento. Entonces, si la percepción es mucho peor que la realidad, ¿por qué demonios tratar de cambiar la realidad? Es como intentar mejorar la calidad de la comida en un restaurante que apesta. Lo que se necesita hacer es, primero que nada, decirle a la gente que el 98 por ciento del correo de primera clase se entrega al siguiente día. Eso es muy bueno. Yo alegaría que, en Gran Bretaña, sería un mejor marco de referencia el decirle a la gente que en el Reino Unido se entrega al día siguiente más correo de primera clase que en Alemania. Porque generalmente, si se nos quiere hacer felices a los británicos acerca de algo, solo hay que decirnos que lo hacemos mejor que los alemanes. Elijan su marco de referencia y el valor percibido y de esta forma el valor real se transforma por completo.

Rory Sutherland en una charla para el TED titulada "La perspectiva lo es todo"