martes, 26 de octubre de 2010

El alfabeto de Dios

Interesante, podría decir el lector, pero esta idea de los "mercados turbulentos" no pasa de ser una metáfora. ¿Acaso puede compararse el viento con un mercado financiero, un vendaval con una recuperación, un huracán con una quiebra?

En términos de causas subyacentes, desde luego que no. Pero desde un punto de vista matemático la comparación tiene sentido. Un rasgo extraordinario de la ciencia es que fenómenos de lo más diverso y sin ninguna relación aparente pueden describirse mediante herramientas matemáticas idénticas.

La misma ecuación cuadrática que aplicaban los antiguos para trazar los ángulos rectos de sus templos sirve hoy a los banqueros para calcular el rendimiento de un nuevo bono a dos hasta su vencimiento. Las misma técnicas de cálculo concebidas por Newton y Leibniz hace dos siglos para estudiar las órbitas de Marte y Mercurio sirven hoy a los ingenieros civiles para calcular las tensiones que soportará un nuevo puente, o el volumen de agua que pasa por debajo.

Esto no significa que el puente, el río y los planetas funcionen de la misma manera, ni que un arqueólogo que trabaja en la Acrópolis deba poner un precio a un título de Accenture.

Igualmente, el viento y los mercados son cosas bien distintas: el primero es un fenómeno natural, el segundo una creación humana. Pero la variedad de fenómenos naturales es ilimitada, mientras que, aunque pueda parecer todo lo contrario, el número de conceptos y recursos matemáticos realmente distintos a nuestra disposición es sorprendentemente reducido.

Cuando un hombre procede a aclarar la jungla emplea una variedad de herramientas relativamente escasa: quizás un machete para cortar, un bulldozer para derribar árboles y fuego para quemar. La ciencia es así. Cuando exploramos el vasto dominio del comportamiento natural y humano, encontramos que nuestros mejores útiles de medición y cálculo se basan en ideas sorprendentemente básicas. Cuando un hombre tiene un martillo, todo lo que ve a su alrededor son clavos que golpear.

Así pues, no debería causar gran sorpresa que, con nuestro reducido número de herramientas matemáticas efectivas, podamos encontrar analogías entre un túnel de viento y una pantalla de Reuters.

Benoìt Mandelbrot en su libro Fractales y Finanzas, pág. 130

El libro sagrado del que mejor se conocen las condiciones en que fue escrito es el Corán. Las mediaciones entre la totalidad y el libro eran por lo menos dos: Mahoma escuchaba la palabra de Alá y se la dictaba a su vez a los escribanos.

Una vez -cuentan los biógrafos del Profeta-, al dictar el escribano Abdulah, Mahoma dejó una frase a medias. El escribano, instintivamente, le sugirió la conclusión. Distraído, el Profeta aceptó como palabra divina lo que había dicho Abdulah. Este hecho escandalizó al escribano, que abandonó al Profeta y perdió la fe.

Se equivocaba.

La organización de la frase, en definitiva, era una responsabilidad que a él atañía; era él quien tenía que arreglárselas con la coherencia interna de la lengua escrita, con la gramática y la sintaxis, para acoger la fluidez de un pensamiento que se expande al margen de toda lengua antes de hacerse palabra, y de una palabra particularmente fluida como la de un profeta. La colaboración resultaba necesaria para Alá, desde el momento en que había decidido expresarse en un texto escrito. Mahoma lo sabía y deja al escribano el privilegio de concluir las frases; pero Abdulah no tenía conciencia de los poderes que estaba investido.

Perdió la fe en Alá porque le faltaba la fe en la escritura, y en sí mismo como agente de la escritura.

Italo Calvino en Si una noche de invierno un viajero, pág.192

domingo, 24 de octubre de 2010

La humillación que nunca fue

Pág. 245 del libro El gato de Schrödinger en el árbol de Mandelbrot:
Nuestra primera mirada corresponde a la imagen helocéntrica del universo, sobre lo que hay trabajos aclaratorios desde hace mucho. Como vienen publicando desde los años setenta diversos historiadores de la ciencia, la posición central de la Tierra antes de Copérnico no representaba ninguna distinción, sino una "humillación del ser humano", en palabras del filósofo Rémi Brague.

En otro caso ¿cómo iba a aceptarla la Edad Media? (...) En la visión precopernicana del mundo, según Brague, si algo ocupa la posición central de la Tierra es justamente un lugar de honor, sino más bien en el estercolero (Nota del traductor: En alemán no se puede oír qué era para una Edad Media que hablaba en latín estar "in mundo", justamente aquello a lo que suena aún en castellano: estar en mondas y demás desperdicios).

En el ámbito de la astronomía, el centro representa el lugar más modesto de todos como admite el mismo Galileo Galilei en sus diálogos cuando hace decir al sabio Salviati: "En lo que atañe a la Tierra, devolviéndola a los cielos tratamos de ennoblecerla". En otras palabras, cuando Copérnico sacó a la Tierra del centro la llevó más cerca de lo divino, y a nosotros con ella. Y así lo entendieron también sus contemporáneos.
(...)
Además, una observación no del todo anecdótica: (...) desde los días de Immanuel Kant, ese giro retórico, la expresión "giro copernicano", tiene un sentido fijo, y uno que nada tiene que ver con el giro de la Tierra en torno al Sol, sino en torno a su propio eje: que no son las estrellas las que se mueven, sino nosotros (y con ello las estrellas).

Como no hay giro copernicano es precisamente desplazándose hacia algún lado, sino ocupando el centro y viendo y argumentando las cosas desde ahí. Y tal es precisamente el paso que da Kant en su giro metafísico, toda vez que no encontramos las leyes de la naturaleza en ella sino que la introducimos desde nuestro entendimiento.
(...)
Una idea semejante ofrece la evolución de Darwin (...). También ella deja al ser humano en donde estaba, en la cumbre de evolución, sólo que debiendo agradecer esa posición ya no a Dios, sino a sí mismo. (...) en adelante sabemos cómo hemos alcanzado nuestro posición y vemos lo que en nosotros es peculiar. Nos distinguimos por haber crecido por encima de la Biología. Por ejemplo, nos ocupamos de viejos, enfermos y desvalidos en vez de abandonarlos a la selección natural y, al menos a primera vista, no son los mejores de entre nosotros (los miembros de las clases altas) los que se ocupan de traer al mundo una descendencia numeros.

En otras palabras, lo que el pensamiento de Darwin señaló en los seres humanos es que supimos empezar una nueva evolución, cultural, y emanciparnos de la natural.

Somos cumbre, pero por obra nuestra.

miércoles, 20 de octubre de 2010

El precio de la inmortalidad

Contra el punto de vista tradicionalmente defendido, dice [Rolf] Landauer, no surgen pérdidas termodinámicas cuando se procesa información (recogida y utilización). El único paso que conlleva una pérdida elemental inevitable es la destrucción de información, el olvido. Sólo hay que tener a la vista todo lo que tiene que hacer el demonio [de Maxwell]: no se trata sólo de medir y clasificar uno o dos átomos en la cámara, sino de observar y comprobar cantidades ingentes de átomos, y eso significa que precisa una memoria igual de gigantesca, un volumen de almacenamiento que, con toda seguridad, la hará enseguida mayor que el dispositivo entero, y así completamente sin valor. Junto a su tarea de obtener información, por tanto, el demonio ha de llevar a cabo una tarea aún más importante, eliminar información.

Tiene que borrar sin desmayo su memoria y, a cambio, paga lo que podría llamarse poéticamente el precio del olvido. Se ve apremiado a ello por el Segundo principio de la Termodinámica, que entonces sí se impone definitiva y soberanamente a todos los demonios y sus exorcistas.

pág. 89 del libro El gato de Schrödinger en el árbol de Mandelbrot

[hay un] organismo (animal para más señas) que realmente riza el rizo y puede considerarse en cierta medida inmortal. Se trata de la Turritopsis nutricola, una hidromedusa que tiene la fantástica capacidad de revertir su estado adulto y convertirse de nuevo en pólipo. Este proceso puede repetirse indefinidamente, lo que a efectos prácticos supone que un ejemplar nunca muere como tal. Este comportamiento fue descrito por Stefano Pireano y colaboradores en un trabajo titulado

publicado en 1996 en The Biological Bulletin. El proceso por el cual se produce una nueva diferenciación de células ya diferenciadas se denomina transdiferenciación, y es mediante el que algunas especies animales consiguen regenerar algunos de sus órganos. Sin embargo, la completa vuelta a la infancia de esta medusa es realmente excepcional. Hay un análisis más detallado del ciclo vital de esta especie en otro trabajo -también de Pireano y colaboradores- titulado

publicado en Tissue and Cell. Desde el punto de vista externo, el proceso es bastante curioso, ya que la medusa evierte su umbrela y reabsorbe los tentáculos, fijándose a una roca por lo que anteriormente constituía su parte interna. Hay una figura ilustrativa de todo el proceso aquí.

Leído Aquí

martes, 19 de octubre de 2010

Copenhague

- ¿Por qué te mesas el cabello de esa forma, cariño? Te vas a quedar sin pelos

- Es la mierda ésta del gato de Schördinger, papá ¡No la entiendo! ¿Cómo es que según algunos el gato no está ni vivo ni muerto hasta que abrimos la caja? ¡Es absurdo!

- ¿Sabías que tenemos tres colores primarios que combinándose entre sí nos otorgan toda nuestra visible gama cromática?

- ¿Eh?...Esto...perdona, sí...eh...en clase los estudié

- Los perros, sin embargo, sólo tiene dos colores primarios. No es que vean en blanco y negro, como se suele decir, pero sí es que su visión está más ¿cómo lo diría? empobrecida. Por el contrario, las mariposas tienen cuatro colores primarios. Su visión es, a no dudarlo, más rica, más matizada, más intensa.

- ¡Qué guay sería ser una mariposa! ¿verdad?

- Ahora te pregunto, ¿de qué color son mis calcetines rojos cuando están metidos en el cajón y nadie los ve?

- ¡Pues rojos! ¡Jajaja! ¡Es como lo del caballo blanco de Santiago!

- Un perro no los verá rojos

- ¡Pero porque ve menos!

- Una mariposa no los verá rojos

- Pero... pero ¡TÚ! sí los ves rojos

- Yo no te he preguntado por el color que yo veo sino por el color que tienen cuando nadie los ve

- Dicho así...no sé...como que la pregunta está incompleta...no tiene sentido

- El mismo ningún sentido que el preguntar por el gato de Schördinger antes de abrir la caja

lunes, 18 de octubre de 2010

Dictamen sobre Dios, por José Antonio Marina

José Antonio Marina redacta el siguiente dictamen a modo de conclusión en su libro Dictamen sobre Dios:

1- Un dictamen sobre Dios ha de convertirse forzosamente en un dictamen sobre las religiones, lugar originario del habla que habla de Dios

2- Todas las religiones tienen en común la referencia a una realidad más profunda -o poderosa o buena o espiritual- que la cotidian. Algunas la identifican con Dios y otras no. (...)

3- Las religiones han tenido un origen mestizo y poco fiable, en el que se mezclan preocupaciones y experiencias muy distintas: el miedo al caos, la necesidad de encontrar explicaciones, (...)

4- De este confuso conglomerado de sentimientos y creencias emergieron algunos personajes revolucionarios que cambiaron el rumbo de la humanidad: Moisés, (...)

5- Las religiones se fundan en unas experiencias privadas que escapan a la corrobaración científica. Proporcionan seguridad a quien las acepta, pero difieren en el modo de alcanzar esa seguridad. Puede derivar de un don divino, de una iluminación de la conciencia transfigurada, (...)

6- Las religiones no han sentido nunca gran interés por elaborar una demostración de la existencia de Dios, porque su fuente de certezas no depende de la razón, sino de una peculiar experiencia. (...). Ha sido la filosofía -(...)- la que ha intentado una demostración de la existencia de Dios, sin que haya llegado a resultados irrefutables.

7- Creo, sin embargo, que a partir de la experiencia del mundo material -(...)- y de sus creaciones y fenómenos, la filosofía puede afirmar la existencia de una dimensión divina de la realidad, fundada en la percepción de existir. Esta dimensión ontológica tiene muchos rasgos que se han atribuido al objeto cultural "Dios", y que hemos reconocido al estudiar la experiencia religiosa: es afirmativa, autosuficiente, única, sin contrarios, tiene la universalidad de las leyes de la naturaleza, funda la eficacia de lo real, nada hay fuera de ella, no puede tener antecendentes en su existir, ya que tendrían que existir también. Todo esto permite elaborar una teología tautológica. Me parece que una afirmación analítica decir que si existe el universo, existen todas las condiciones de posibilidad del universo. Dios es una sustantivación de la dimensión divina de la realidad. Se trata de un Dios del que habría que predicar las propiedades de la realidad , puesto que surge de una dimensión suya, la divina. Es, pues, un dios profano, que manifiesta su realidad en un universo material abierto, dinámico, evolutivo, creador, vivo y consciente. Es, precisamente, en la conciencia del ser humano donde se hace presente la dimensión divina de la realidad.

8- Desde la percepción del existir se puede recuperar una parte de la experiencia religiosa universal: la experiencia del poder, del fundamento, del dinamismo de lo real. Desde la percepción del existir humano, se puede dar otro contenido a esas experiencias: la energía creadora, innovadora, ampliadora de posibilidades, la consciencia como lugar de emergencia de la realidad humanizada.

9- Creo que la filosofía debe limitarse a esa afirmación tautológica de la existencia (de Dios). Nuestros sistemas conceptuales no son capaces de decir nada sobre la esencia de Dios. Son las religiones las que se encargan de de proponer distintas versiones de la esencia divina, fuera del ámbito de la ciencia y de la filosofía.

10- Para comprender el valor cognoscitivo de las religiones, debemos distinguir entre verdades privadas y verdades universales. Son verdades privadas aquellas que se imponen a una persona en su fuero íntimo, en su conciencia, pero que no pueden universalizarse. No se niega que puedan ser verdaderas, sino tan sólo que no alcanzan el nivel de verdades intersubjetivas, que son más seguras no en cuanto a su contenido, sino al modo de justificación. Las verdades religiosas son verdades privadas individuales, o colectivas. De ahí procede la tendencia irremediable a la pluralidad y a la fragmenteción de las religiones, que acabó concretándose en el derecho a la libertad religiosa. Cada persona puede tener una idea de la divinidad, vivirla como verdadera, y sentir que sería una traición renunciar a ella. Cuando se olvida que esas verdades son privadas, tal seguridad puede traspasar los límites de la intimidad y pretender imponerse a los demás. Religión y ciencia se constituyen como dos ciudades independientes, basadas en experiencias independientes. Ninguna de ellas puede criticar a las otras en el ámbito de su competencia.

11- Se impone afirmar un Principio ético de la verdad: "Ninguna verdad privada puede aducirse para criticar una verdad pública e intersubjetiva, ni para guiar un comportamiento que pueda dañar a otra persona"

12- Es posible fundamentar una ética, entendida como moral transcultural, que sirva de marco amplio donde situar la ciudadela religiosa y la ciudadela profana. La ética procede de las morales religiosas, pero acaba convirtiéndose en un criterio de evaluación de las propias morales religiosas. La ética es un juez último de las actividades prácticas del mundo religioso y profano. Si las religiones tienen razón, el comportamiento bueno -es decir, de acuerdo con las normas éticas- es el camino natural para entrar en el círculo religioso.

13- De los argumentos que anteceden a este criterio se derivan unos criterios éticos a los que deberían someterse las religiones:

- La compatibilidad de su moral con los principios éticos, y su aptitud para perfeccionarlos y realizarlos

- La cercanía de una religión a la experiencia religiosa, más que a una disciplina eclesial

- La confianza en la capacidad de la inteligencia de para acercar al hombre a Dios

- En caso de fundarse en una escritura considerada sagrada, su capacidad para liberarse de una interpretación literal

- La decisión de no utilizar sistemas de inmunización dogmática, que invaliden toda nueva experiencia

- La pureza de su transmisión, lo que implica la no utilización de medios coactivos, la no limitación de información a sus fieles, la libertad de discusión, la no utilización del miedo como método de adoctrinamiento, y el respeto a otras religiones

- La separación del poder político y el rechazo de la fuerza para extender las creencias

14- A la pregunta de si es inteligente a estas alturas ser religioso, he de contestar que hay formas inteligentes y formas no inteligentes de serlo. La religión puede entenderse como el rechazo a admitir la clausura del mundo natural, pragmático, economicista y técnico. Si se entiende bien, es una actitud de rebeldía poética y creadora. No mira tanto al pasado como al futuro. Y confiere al hombre la nada trivial función de completar y dirigir las manifestaciones de la existencia (de Dios, en el sentido que he dado a esta palabra). Creo que es inteligente acceder a la religión desde la ética, no desde la credulidad. Me parece observar un lento esfuerzo de las religiones para recuperar su pureza inicial, liberarse de basura histórica, y convertirse en religiones de segunda generación, es decir, en religiones éticas, más preocupadas por la teopraxia que por la teología, más preocupadas por divinizar la realidad que por evadirse divinamente de ella.

lunes, 11 de octubre de 2010

El solipsismo a juicio

Si viviéramos en un mundo en donde las leyes naturales fueran impugnables mediante la mera convicción absoluta de que lo son -repito, convicción absoluta- entonces, ¿sería aún así posible que alguien sobreviviera luego de tirarse de un quinto piso?

viernes, 8 de octubre de 2010

Un león capturado (cuento recopilado por Anthony Mello)

Un león fue capturado y encerrado en un campo de concentración, dónde, para su sorpresa se encontró con otros leones que llevaban allí muchos años.

El león no tardó en familiarizarse con las actividades sociales de los restantes leones del campo, los cuales estaban asociados en distintos grupos. Un grupo era el de los "socializantes"; otro, el del mundo del espectáculo; incluso había un grupo cultural, cuyo objetivo era preservar cuidadosamente las costumbre, la tradición y la historia de la época en que los leones eran libres; había también grupos religiosos, que solían reunirse para entonar conmovedoras canciones acerca de una futura selva en la que no habría vallas ni cercas de ningún tipo; otros grupos atraían a los que tenían temperamento literario y artístico; y había, finalmente, revolucionarios que se dedicaban a conspirar contra sus captores o contra otros grupos revolucionarios . De vez en cuando, estallaba una revolución, y un determinado grupo era eliminado por otro, o resultaban muertos los guardianes del campo reemplazados por otros guardianes.

Mientras lo observaba todo, el recién llegado reparón en la presencia de un león que parecía estar siempre profundamente dormido, un solitario no perteneciente a ningún grupo y ostensiblemente ajeno a todos. Había en él algo extraño que concitaba, por una parte la admiración y, por otra, la hostilidad general, porque su presencia infundía temor e incertidumbre. "No te unas a ningún grupo" le dijo el recién llegado. "Esos pobres locos se ocupan de todo menos de lo esencial"

"¿Y qué es lo esencial" -preguntó el recién llegado

"Estudiar la naturaleza de la cerca"

miércoles, 6 de octubre de 2010

Teodicea

Si Dios no existiera, ¿habría alguna diferencia?

La vida sería comprensible. Sería un alivio. La muerte como extinción de la vida. La disolución del cuerpo y el alma. La crueldad, la soledad y el temor, serían cosas claras y transparentes.

El sufrimiento es incomprensible y no requiere explicación. No hay creador. Ni continuación de la vida. Ni designio.

Diálogo sacado de una escena de la película Los comulgantes creada por Ingmar Bergman

Si prestamos atención a lo que hacemos en la vida cotidiana cada vez que respondemos a una pregunta con un discurso que resulta aceptado por un interlocutor como una explicación encontraremos dos cosas: a) que lo que hacemos es proponer una reformulación de la situación particular de nuestra praxis del vivir en términos de otros elementos de nuestra praxis del vivir; y b) que nuestra reformulación de nuestra praxis del vivir es aceptada por el interlocutor como una reformulación de su praxis del vivir.

Entonces, por ejemplo, la afirmación "tú has sido hecho por tu madre en su panza" se convierte en una explicación, cuando un niño la acepta como una respuesta a su pregunta "Madre, ¿cómo nací?". En otras palabras, la vida cotidiana nos revela que es el observador quien acepta o rechaza un enunciado como reformulación de una situación en particular de su praxis del vivir; es, en términos de elmentos de otras situaciones de su praxis del vivir, quien determina en qué medida un enunciado es una explicación.

Al hacer eso, el observador acepta o rechaza una reformulación de su praxis del vivir como una explicación, según satisfaga o no un criterio explícito o implícito de aceptabilidad que él aplique a través de su modo de escuchar. Si el criterio de aceptabilidad resulta aplicable, las reformulaciones de la praxis del vivir es aceptada y se transforma en una explicación; la emoción o el estado de ánimo del observador cambian de la duda a la satisfacción; y él termina de formular incesantemente la pregunta. Como resultado, cada manera de escuchar del observador, que constituye un criterio para aceptar reformulaciones explicativas de la praxis del vivir, define un dominio de explicaciones; y los observadores que pretenden acptar las mismas explicaciones para sus respectivas praxis del vivir, sostienen implícitamente estar operando en el mismo dominio de praxis del vivir.

Por lo tanto, y más allá de que nos demos cuenta de esto o no, los observadores nunca escuchamos en el vacío; siempre aplicamos algún criterio de aceptabilidad en particular para cualquier cosa que escuchamos (veamos, toquemos, olamos..., o pensemos), aceptándola o rechazándola según satisfaga o no este criterio en nuestra escucha. Por cierto, esto está teniendo lugar ahora con el lector de este artículo.

Humberto Maturana en el libro Construcciones de la experiencia humana

Dostoyevski dijo en una ocasión "Sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos". Estas palabras acudían continuamente a mi mente cuando conocí a aquellos auténticos mártires [presos, como el narrador, de un campo de concentración] cuya conducta, sufrimiento y muerte en el campo fue un testimonio vivo de qu ese reducto de íntima de la libertad interior jamás se pierde. Puede afirmarse que fueron dignos de su sufrimiento: el modo cómo lo soportaron supuso una genuina hazaña interior: Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido.

Una vida activa cumple con la finalidad de presentar al hombre la oportunidad de desempeñar un trabajo que le proporciona valores creativos; una vida de contemplación también le concede ocasión de desplegar la plenitud de sus vivencias al experimentar la conmoción interior de la belleza, el arte o la naturaleza. Pero también atesora algún sentido la vida huérfana de creación o vivencia, aquella que sólo admite una única posibilidad de respuesta: la actitud erguida del hombre ante su destino adverso, cuando la existencia le señala inexorablemente un camino. En esas condiciones, al hombre se le cierran las posibilidades de realizar valores de creación o de vivencia, pero aun así la vida continúa ofreciendo un sentido. En síntesis, cualquiera de los distintos aspectos de la existencia conserva un valor significativo, el sufrimiento también. El realismo nos avisa de que el sufrimiento es una parte cosustancial de la vida, como el destina y la muerte. Sin ellos, la existencia quedaría incompleta.

La principal preocupación de los prisioneros se resumía en esta pregunta: ¿Sobreviviremos al campo de concentración? De no ser así, aquellos y atroces y continuos sufrimientos ¿para qué valdrían? Sin embargo, a mí personalmente me angustiaba otra pregunta: ¿Tiene algún sentido estos sufrimientos, estas muertes? Si carecieran de sentido, entonces tampoco lo tendría sobrevivir al internamiento. Una vida cuyo último y único sentido consistiera en salvarse o no, es decir, cuyo sentido dependiera del azar del sinnúmero de arbitrariedades que tejen la vida en un campo de concentración, no merecería la pena ser vivido.

Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido