lunes, 19 de enero de 2009

Los puntos ciegos de la visión científica

Y esas crisis que la mayoría de la gente considera como escandalosas, como absurdas, yo personalmente tengo la impresión de que sirven para mostrar el verdadero absurdo, el de un mundo ordenado y en calma, con una pieza donde diversos tipos toman café a las dos de la mañana, sin que realmente nada de eso tenga el menor sentido como no sea el hedónico, lo bien que estamos al lado de esta estufita que tira tan meritoriamente. Los milagros nunca me han parecido absurdos; lo absurdo es lo que los precede y los sigue.

Julio Cortázar, Rayuela, capítulo 28, pág.187


Uno de mis anteriores post podría haberse resumido con el lema:

Vivimos en mundo en el que, gracias a Dios, no hay milagros.

Dicho esto, no creo que la existencia de los milagros sea totalmente descartable desde un estricto punto de vista científico y demostrar por qué resulta sobre todo un buen modo de mostrar los límites descriptivos de la ciencia que ya empiezan a ser señalados y que se obvian vaya uno a saber por qué.

Digo pues que no creo que se pueda realizar un juicio asertivo al respecto si se tiene en cuenta previamente la diferencia entre un hecho a secas y un hecho científico. Al segundo por su carácter regular, reproducible se le puede aplicar una descripción o teoría sujeta a una metodología científica y de la que se puede por tanto asegurar la falsedad o veracidad de la susodicha teoría de forma intersubjetiva.

El problema viene con la existencia de hechos, como la supuesta intervención de una divinidad, un agente intencional que opera sobre la realidad y contra sus leyes naturales, que por la propia naturaleza de tales intervenciones, de tales hechos (son irregulares, irrepetibles, etc.) no pueden ser descritos de un modo que sean validables científicamente no obstante de ahí a concluir que no existen hay un salto metafísico injustificado. Lo único que se podrá decir de ellos es que no son entendibles, describibles, de admitir su existencia, de forma científica, así como que su existencia objetiva no es demostrable. No es poco pero tampoco es más.

En este momento siempre se recurre al lema de que toda afirmación de inexistencia es válida mientras no se demuestre lo contrario pero es entonces cuando se está demostrando que uno se está extralimitando en el uso de o directamente mal usando la ciencia porque para realizar tal afirmación se exhibe un uso esencialista de conceptos que es contrario al método científico.

Me explico. Como decía Popper, en el libro La Sociedad Abierta, las definiciones en ciencia no son importantes son meramente nominalistas como respuestas provisionales, tentativas, tanteos, metodológicamente útiles pero no definitorios, no certeras respuestas de verdad irrebatible sino respuestas a preguntas que hacen avanzar a la ciencia; así, y en palabras suyas (pág. 271),

la definición un potro joven es un caballo joven vendría ser la respuesta ¿qué nombre se le da a un caballo joven? y no a aquella otra [afín a Aristóteles, Platón, etc.] que pregunta ¿Qué es un potro? (las premisas como estas: ¿qué es la vida? ¿qué es la gravedad? no desempeñan papel alguno en la ciencia).

Pues bien las sabias palabras de Popper son aplicables a la definición de real. La ciencia no responde qué es lo real sino que responde cómo llamaremos a los hechos científicos y etc. y tentativamente responde que real. Mas con ello no ha descrito la esencia de lo real, esa búsqueda de la esencia no pertenece a la empresa científica; absurdo es, por tanto, hacer de una regla metodológicamente útil una afirmación metafísica, afirmar injustificadamente que los límites de nuestra percepción se superponen con los de la realidad.

En suma, la sentencia toda afirmación de inexistencia es válida mientras no se demuestre lo contrario lleva implícito un axioma metafísico indemostrado, a saber, que todo fenómeno de la realidad es un fenómeno sujeto a leyes regulares de la naturaleza y por lo tanto repetible bajo las mismas condiciones en que se produjo de forma que si se dice que se dio determinado fenómeno sobrenatural se exige, para que este fenómeno pueda llevar la etiqueta de real -de que ha existido- que sea repetible y que sea reproducible; algo que precisamente es imposible por su propia definición, por su propia condición de sobrenatural.

Llegados a este punto podríamos contraargumentar algo así como:

Vale, no sólo existe lo que la ciencia ve pero sólo podemos saber lo que dice la ciencia que existe ya que si existieran entes o fenómenos cuyo entendimiento o accesibilidad nos resultara imposibles entonces recurriendo a la navaja de Ockham podemos desecharlos o afirmar su improbable existencia o su existencia irrelevante dado que no existen formas de acceder a ellos, al ser inexpugnables a toda ciencia, a todo conocimiento.

De acuerdo, tales fenómenos no son accesibles al conocimiento pero ¿a qué tipo de conocimiento?

Me explico. Al decir de ciertas ciencias, como la economía o gestión empresarial, existen dos tipos de conocimientos, a saber, un conocimiento articulable –verbalizable, transmisible, tangible- y un conocimiento tácito del que podríamos dar un ejemplo a través del que

aprende a montar en bicicleta tratando de mantener el equilibrio moviendo el manillar al lado hacia el que comienza a caerse y causando de esta forma una fuerza centrífuga que tiende a mantener derecha la bicicleta, todo ello sin que prácticamente ningún ciclista sea consciente ni conozca los principios físicos en los que basa su habilidad; lo que el ciclista, por contra, más bien utiliza es su sentido del equilibrio, que de alguna forma le indica de un modo no verbal, no tangible, no intersubjetivo de qué manera ha de comportarse en cada momento para no caerse. Así tenemos en el ciclista un ejemplo y un uso de conocimiento tácito.

Ahora hay que fijarse que, como decía Popper,

lo que llamamos "objetividad" no es producto de la imparcialidad del hombre de ciencia individual, sino del carácter social o público del método científico

y

que puede definirse la objetividad como la intersubjetividad del método científico

Dicho de otro modo, la ciencia en aras de poder mantener su objetividad, frente a un cancerígeno anarquismo metodológico, sólo puede y debe utilizar un conocimiento articulable, el único intersubjetivo, uno que sea expresable verbalmente (o matemáticamente o en cualquier lenguaje) pero de ahí no se sigue que todo conocimiento sea articulable, de hecho tenemos certezas de otros tipos de conocimientos, y si la ciencia afirma que todo conocimiento es conocimiento objetivo lo hace porque, como ya cité antes unas líneas más arriba, la ciencia maneja definiciones nominalistas no esencialistas y por tanto tales definiciones no pretenden encontrar ni pretenden fijar la esencia del conocimiento. No es poco pero tampoco es más.

En consecuencia, afirmar que todo conocimiento que no sea objetivo o no sea accesible a un conocimiento intersubjetivo entonces no es conocimiento es convertir, una vez más, una definición nominalista, utilitaria como la que usa ciencia en una definición esencialista, en un nuevo e injustificado aserto metafísico con las correspondientes e injustificadas consecuencias de echar mano de las probabilidades.

Y es que, además, está demostrado que existen conocimientos no accesibles a propósito de cosas reales. Lo hemos visto con el ciclista y tal distinción se usa en ciencias como la gestión del conocimiento, sin embargo, tal vez este nudo metafísico se desate más fácilmente a la luz del tema de los qualia.

Un qualia no está bajo ningún medio accesible al conocimiento pero decir que es más probable que no exista en vez de existir es claramente, al menos en lo que a mí respecta, un error. Quien nos diga que todo lo que no sea accesible al conocimiento probablemente no existe habría que contrargumentarle preguntando ¿acaso eres tú un zombi filosófico? ¿No? Pues demuéstralo de forma objetiva, transmíteme tu realidad subjetiva, la existencia de tus qualia por medio de un conocimiento accesible o si no tendré que sentenciar que sí eres un zombi.

Para finalizr quiero volver al tema de los milagros, que es el que ha dado pie a este comentario, pues de ellos podríamos parafrasear un dicho gallego al decir: Yo no creo en los milagros pero haberlos, haylos. Más en serio, lo que he tratado realmente de ilustrar en este post, es ver donde están los límites de efabilidad que la ciencia, como cualquier otro lenguaje, tiene; esto es, he tratado de demostrar la indecibilidad de lo sobrenatural desde un punto de vista científico, la imposibilidad de articular un conocimiento tangible sobre lo que no sea natural, de hacerlo intersubjetivo, de crear un conocimiento articulable pero no tácito, en suma, he tratado de mostrar lo que alcanza la ciencia a describir que no es poco pero tampoco es más.

4 comentarios:

Malena dijo...

Había escrito toda una respuesta enooooorme acerca de metafísica, esencialismo y ciencia, pero algo malo debo haber hecho porque desapareció misteriosamente. Estoy muy frustrada como para ponerme a ecsribir de nuevo: Te la debo.
Le deberías dedicar una buena entrada a Popper. Yo no sé demasiado acerca de él - más que lo básico que se enseña en cualquier clase de epistemología - y vos parecés manejarlo.

Héctor Meda dijo...

Pues, vaya, me quedo con las ganas.

Aunque bueno dices que me la debes así que sepas que, aunque no tiene por que ser ahora, pienso cobrarte la deuda ;-)

De Popper no sé mucho más, aunque casi de pasada, escribí sobre él aquí:
http://hector1564.blogspot.com/2008/09/estatismo-metodolgico.html

Se trataba de defender su criterio de demarcación que separa a las ciencias de las seudociencias.

Saludos

Anónimo dijo...

Es verdad que los milagros o los hechos sobrenaturales suponen un problema filosófico que much@s cientificistas pasan por alto, pues si definimos los milagros como los hechos que no están sometidos a ninguna ley natural (definición por otro lado cuestionable), es posible que exista este tipo de hechos, pero nunca lo sabremos. Esto es, dado un hecho cualquiera, siempre es posible que en el futuro se vea como manifestación de una ley natural, pero también es posible que nunca logremos dar con esa ley natural, si es que existe, de modo que nunca sabremos si estamos ante un hecho realmente milagroso. De ahí que la existencia de hechos milagrosos no pueda ser descartada definitivamente

Daniel Vicente Carrillo dijo...

De acuerdo con todo. Añado unas palabras de Leibniz en consonancia con el anónimo del anterior comentario (Teodicea, 249):

En cuanto a los milagros (de los cuales ya hemos dicho algo anteriormente), no son todos quizá de la misma clase; hay muchos que procura Dios por el ministerio de algunas sustancias invisibles, como los ángeles, y así lo dice también el Reverendo Padre Malebranche; y estos ángeles o estas sustancias obran según las leyes ordinarias de su naturaleza, estando unidos a cuerpos más sutiles y más vigorosos que los que nosotros podemos manejar. Estos milagros sólo lo son comparativamente y con relación a nosotros; a la manera que nuestras obras las tendrían por milagrosas los animales, si fuesen capaces de hacer sobre este punto observaciones. El cambio del agua en vino podría pasar por un milagro de esta especie. Pero la creación, la encarnación y algunas otras acciones de Dios superan a la fuerza de las criaturas y son verdaderamente milagros, y si se quiere misterios. Sin embargo, si el cambio del agua en vino en Canaán fuese un milagro de la primera clase, Dios hubiera mudado, al hacerlo, todo el curso del universo a causa de la conexión que se da entre los cuerpos; o bien se hubiera visto precisado a impedir milagrosamente también esta conexión y a hacer obrar a los cuerpos no interesados en el milagro, como si éste no hubiera tenido lugar, y pasado el milagro, habría sido necesario volverlo todo, en los mismos cuerpos interesados, al estado en que estarían sin el milagro; después de lo cual todo volvería a su primitivo cauce, y así este milagro llevaba consigo más de lo que parece.