lunes, 27 de octubre de 2008

Somos cyborgs

En general a toda criatura cuya constitución sea en parte orgánica, en parte mecánica se le denomina cyborg. Así, una persona que tenga un marcapasos o unas gafas puede ser considerada también un cyborg y aunque sólo fueran esos dos artefactos los únicos que existieran, la cantidad de gente que podría ser considerada como tal sería enorme.

Pero veremos que este pensamiento resulta ingenuo. Andy Clark y unas cuantos teóricos más han estado extendiendo el concepto de cyborg, no ya a una serie de personas con unas necesidades concretas suplidas con tecnologías varias y no digamos ya a esos protohombres del futuro que no acaban de llegar, sino a todo Homo Sapiens.

Los cyborgs, según Clark (cuyo artículo servirá de hilo conductor de este post) no son únicamente aquellos seres en quienes se da una combinación de carne y hueso sino, más coherentemente, todo ser que pueda ser considerado un simbionte tecnohumano. Nos encontramos así que todos somos de algún modo cyborgs.

Para defender esta idea se postula la hipótesis de la mente extendida la cuál afirma que la mente no se circunscribe únicamente a los límites del cráneo sino que se extiende más allá de ella conformando un círculo que se extiende hasta incluir al medioambiente, en breve, la mente humana es el resultado de un gordiano bucle recursivo surgido de un trío conformado entre cerebro, cuerpo entorno.

Esto se debe a que cuando no nos adaptamos al entorno sino que el entorno se adapta a nosotros -algo que se da cuando podemos hacer un uso instrumental del mismo- entonces la frontera entre usuario y herramienta se difumina y lo hace al punto incluso de hacerse arbitraria su distinción. Como bien afirmará Clark, dichas herramientas continuarán siendo herramientas

sólo en el débil y, en definitiva, paradójico sentido en el que mis propias estructuras neuronales que funcionan en el nivel inconsciente (el hipotálamo, el córtex parietal posterior) son herramientas.

Al fin y al cabo, como ya dije en una ocasión, es un error el

atribuir a las partes constituyentes de un animal atributos lógicamente aplicables sólo al animal como un todo. Los predicados sicológicos se han de aplicar al cuerpo como in totum y no al cuerpo y sus partes como el cerebro. En roman paladino: el cerebro no siente, el cerebro no se apropia de un cuerpo. Sino que es el cuerpo el que siente, etcétera.

Por lo tanto, carece de sentido decir que usamos el cerebro antes bien, este forma parte esencial de la constitución de nuestra identidad. Un privilegio que, como veremos, también hay que conceder a ciertas tecnologías.

Pongamos un ejemplo que seguramente resultará ilustrador. Hablaremos del proceso de escritura. Bien. Las tecnologías que la posibilitan (textos, imprentas, etc) no sólo proporcionan una posibilidad de almacenamiento así como de difusión masiva de la misma sino que la implementan de un modo tal que su elaboración y alcance quedan totalmente redefinido gracias a ellas.

Concretemos algo más la exposición. Cuando alguién acaba de escribir un post, no sólo habrá hecho uso de ideas mayormente (aún si somos clementes con la valía del blogger) ajenas y un lenguaje -sintáxis, expresiones hechas, etcétera- ya fijado vía instituciones culturales, que habrán ayudado al cerebro a entretejer el post; sino que también le codeterminarán las diversas prestaciones tecnológicas ofrecidas por los mass media, la blogosfera, el diccionario, el libro de consulta, el ordenador donde se escribe, el procesador de texto, etcétera.

Sin estas herramientas no hubiera sido posible materializar el producto final pero sería falso colegir de ello que el cerebro biológico se mantiene como una suerte de autócrata sólo bajo el cuál se desarrolla toda interacción tecnológica. Sería falso porque el cerebro biológico también se ve influenciado en su funcionamiento por las herramientas tecnológicas habidas a su disposición en su entorno y es que la mente, lejos de ser un fantasma en la máquina, es más bien una inmaterial sinfonía cuya orquestación es creada materialmente tanto por instrumentos tecnológicos como biológicos.

Esta co-rregencia surge históricamente con el fin de suplir ciertas carencias inherentes a nuestra naturaleza. Las presiones selectivas habidas sobre nuestra mente nos han hecho expertos en encontrar intrincadas regularidades en nuestras percepciones sensoriales. Se consigue así que -como no recuerdo quién lo dijo en cierta ocasión- aunque podemos confundir en la penumbra a una sombra con una persona, jamás confundiremos -lo cuál podría ser un error letal- a una persona con una sombra. Podemos, por buscar un ejemplo aún más clarificador, escuchar los primeros compases de una canción y al instante tirar del ovillo y recordar la canción entera. Somos capaces, pues, de muchas proezas que nos resultaron útiles en nuestro entorno ancestral, aquel donde se forjaron todos nuestros nunca trascendidos instintos. Por contra, ciertas actividades computacionales, aparentemente simples, como memorizar grandes cifras o manipularlas algebraicamente nos resultan arduas, cuando no imposibles de realizar.

Ahora bien, tal y como en un estudio conjunto han hipotetizado David Rumelhart, Paul Smolensky, John McClelland y Geoffrey Hinton; es posible que las tecnologías, en su simbiósis con nosotros, nos haya permitido realizar tales actividades al refundar nuestra cognición. Ahora que somos cyborgs, somos capaces de combinar las operaciones internas de un órgano biológico experto en extraer patrones del ruido sensorial con una silva variada de herramientas tecnológicas que, bajo la política del divide et vinces, nos posibilitan realizar acciones, que en principio estaban fuera del alcance humano, pero que por la vía de fragmentarlas en pequeñas -y, ahora sí, realizables- microoperaciones y a la par que ejecutarlas secuencialmente, se logra alcanzar los objetivos previamente inaccesibles.

El ejemplo propuesto por ellos consiste en mostrar cómo al abordar una multiplicación larga, pongamos 83x19, utilizando lápiz, papel y los símbolos númericos, el resultado de esta se nos hace asequible.

Las tecnologías vendrían, por tanto, a suplir las deficiencias inherentes a nuestra actividad mental. Nuestra mente sería como un títere cuyos movimientos vendrían dirigidos por hilos originados tanto en la corteza neuronal como ahora en el entorno tecnológico; ampliándose así nuestras habilidades cognitivas.

Este punto -el hecho de que nuestros instrumentos extienden nuestras habilidades cognitivas- es algo de lo que ya se dió cuenta Borges, cuando describió el singular status que tenía el libro entre los logros de nuestra civilización al decir en una conferencia, recogida en un libro, que

De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones del cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es extensión de la memoria y de la imaginación

Larry Arnhart aunque no adjudica al ser humano el privilegio de ser el único animal político -al igual que Aristóteles- sí que localiza, la razón de la mayor complejidad de nuestras organizaciones políticas, en nuestras instituciones burocratizadas. Así, Arnhart, nos recuerda que con la emergencia de los estados nació el problema de los free riders (gorrones) que querían recoger los grandes beneficios que el estado traía, como paz y prosperidad, sin pagar sus costes como la obligación de impuestos, el servicio militar o la obediencia a la ley.

Si el colapso pudo evitarse se debió a que -entre otros factores como la religión- la invención de la escritura, la invención de una tecnología como la escritura, posibilitó la existencia de registros burocráticos los cuales facilitaron tanto el respeto como la promulgación de las leyes pudiendo obviarse así el restrictivo requisito de que para coordinar un grupo humano tiene que haber conocimiento directo de cada uno de los miembros del mismo. De este modo la organización política humana cambió sustancialmente respecto a la organización política de cualquier otra especie.

Es fácil entender ahora que (casi) siempre el éxito de todo aquel invento tecnológico, que ha resultado crucial para el desarrollo de la humanidad (escritura, imprenta, ordenador, etc), no ha nacido tanto a raíz de la complejidad del logro conseguido cuando en y cuanto por su masificación al posibilitar la modificación sustancial de nuestra cognición y ampliar radicalmente el campo de acción de cada uno de los individuos que conforman la sociedad.

En definitiva, la conjetura someramente descrita aquí, consiste en notar que las tecnologías -posibilitadoras, en última instancia, de nuestra cultura e instituciones y cuyo avance resulta esencial- inciden en nuestra naturaleza transmutándola de manera que ahora se puede decir que nacemos (siendo poco más que simios) dentro de una crisálida netamente biológica y que, en nuestro proceso de inmersión en la cultura, nuestra naturaleza, en una metamorfósis nunca vista en el reino animal, paulatinamente hibrida de un sustrato netamente biológico a otro tecnobiológico dando lugar a un nuevo y raro ser vivo: el homo machina.

10 comentarios:

EL INDIO JOHN dijo...

Excelente artículo; sin embargo, me da la sensación que la frontera limitadora de la mente, al extenderla extra-muros de su propia estructura física, permite dilucidar que los rudimentos tecnológicos son parte del todo, sólo por suplir un mecanismo limitado en ciertos aspectos, como bien explicas en el artículo. ¿No será que establecer el cerebro como más allá cae en un campo semántico de orden casi esotérica?, me recuerda dicha hipótesis a la hipótesis gaya, que termina por definir la tierra como ser-vivo aunque no autoconsciente, por el mero hecho de adecuarse bien a las pretensiones argumentales interesadas que el autor interroga.
Un cordial saludo

Anibal Monasterio Astobiza dijo...

Yo encuentro un problema con la hipotesis de mente extendida.

Nadie duda que artefactos extra-corticales aumentan, potencian y amplian nuestra cognicion.

Pones maravillosos ejemplos: gafas, libros herramientas, odernadores...

Pero el problema de la "hipotesis de la mente extendida" es un problema de lindes, de fronteras, muy dificil de demarcar.

No se puede deslocalizar funciones mentales a dispositivos o protesis externas, como si estas por si mismas hicieran el trabajo.

La "hipotesis de la mente extendida" me recuerda a aquel episodio de "barrio sesamo" donde creo recordar el monstruo de las galletas, no estoy seguro, se habia atado unas cuerdas a sus dedos indices para recordarle donde habia dejado sus galletas.

Pero claro se habia olvidado que tenia que recordar,comer las galletas, y entonces cuando algien que pasaba por alli le pregunta: ¿por que tienes atadas unas cuerdas a tus dedos indices? El monstruo de las galletas contesta, que para recordar una cosa pero no sabia qué.

Moraleja: Cualquier artefacto extra-cortical puede extender nuestra potencialidad, corregirla, mejorarla... pero no puede crearla ex-nihilo. Previamente debe haber "mente/cerebro"
Un saludo.

Héctor Meda dijo...

Hola,

Os respondo a ambos porque creo que habéis criticado el mismo punto del post.

No se trata de determinar qué es fundamental o qué posibilta nuestra consciencia o mente cuanto determinar qué abarca, en general, o dónde termina la mente.

Un ejemplo claro: Los sistemas operativos de los que se podría decir que son: un conjunto de programas de computadora destinado a permitir una administración eficaz de sus recursos

Pues bien, hay ciertas funciones que realizan ciertos sistemas operativos (a partir de ahora SO) que otros no realizan y sin embargo, existen otras que realizan obligatoriamente todos los SO y estas forman parte del kernel.

Ahora bien, el hecho de que todo SO tenga un kernel que ha de alojarse en el hardware y que sin él no hay SO no significa que no se pueda, como se hace con los sistemas operativos distribuidos, implementar las restantes funciones del SO en otros ordenadores que estarán conectados en red de forma que, a pesar de que cada ordenador de la red tenga un kernel, el SO realmente está distribuido en toda la red.

Pues bien, si se acepta en informática la distinción entre SOs centralizados y SOs distribuidos, ¿por qué no aceptamos que nuestra mente está distribuida (entre el entorno y el cerebro) frente a la del resto de los animales que tienen una mente centralizada (enclaustrada en un cerebro biológico)?

Saludos

Anibal Monasterio Astobiza dijo...

¿podemos aceptar que un SO está distribuido?

Bien, aceptemos que de hecho está distribuido.

Cuando uno de estos sistemas colapsa o falla, el programa madre o el nucleo debe estar en algun sitio, a no ser que queramos una cadena infinita de programas que informan a otros programas (ordenadores conectados)

El criterio para entender lo externo de lo interno es muy laxo en los partidarios de la mente extendida.

Por poner otra metafora de John Searle. Para entender el funcionameinto del sistema gastrico debemos entender la comida. Searle dice que lso partidarios de la mente extendida creen que apra entender las operaciones del ssitema gastrico hay que hablar mas de la comida que del colon, la flora intestinal etc.

No obstante, si que estoy de acuerdo en que el entrelazamiento de lo biologico y lo tecnologico nos mueve a un plano distinto y mucho mas rico que nos transforma radicalmente.

Héctor Meda dijo...

Bueno es que una de las ventajas del SO distribuido frente al centralizado es la posibilidad de que una máquina se caiga y el SO siga funcionando. Aunque es verdad que la caída de TODAS las máquinas sí que acabaría con el SO.

Pero podríamos pensar que el homo machina tiene el kernel en un sólo PC (la corteza neuronal) y que en el resto de los PCs (herramientas tecnológicas) se ejecutan el resto de las funciones del SO. Pues bien seguiría teniendo sentido decir que el SO está distribuido porque el kernel, aunque esencial, no agota todas las funciones del SO y por tanto no es sólo el SO sino que este está distribuido en varios PCs. Es decir un SO es siempre más que un kernel aunque deba tener obligatoriamente un kernel y aunque el resto del SO pueda variar y aunque las funciones del SO puedan ponerse y quitarse a discrección.

Analógamente, aunque el cerebro biológico resulte esencial para el SO, para la mente, esta no sólo se circunscribe al kernel, al cerebro sino que pude ampliarse o distribuirse a traves de otros PCs.

Por lo tanto sólo para el kernel tiene sentido hacer distinción entre externo e interno, no para el SO in totum, es decir, la mente.

Carlos Suchowolski dijo...

Un "hongo" (o sea, algo biológico) podría "extender" las facultades... je... ¿en otro mundo? Por otra parte, así como la tecnología extiende... ¿cuánto constriñe? Me refiero al grado en que nos ayuda, por ejemplo, a CONSERVARNOS como somos, evitando hasta donde puede toda mutación que nos haga diferentes y... tal vez más "potentes" desde el punto de vista adaptativo? Bueno, de todos modos... no vamos ahora a ponernos del lado de lo posible, claro.
Un saludo retrasado.

Héctor Meda dijo...

Hola Carlos,

Bueno, lo mejor de la tecnología es que no es obligatorio usarla de forma que podríamos decir que, en cierto modo, las constricciones que impone son voluntariamente escogidas

Salduos

Carlos Suchowolski dijo...

Hombre, si estás enfermo tiras de tecnología. A eso me refería. Y los que sobreviven a la enfermedad contribuyen a que sigamos siendo como éramos. De hecho en todo caso, al menos esa tecnología apunta hacia la Conservación. Lo que no sé es si igualmente se desarrolla en paralelo, minoritariamente, variantes sin las enfermedades que padecen muchos o si se adaptan con enfermedad y todo. ¿Conoces elgún estudio en esta línea que puedas recomendarme?

Héctor Meda dijo...

¿Conoces elgún estudio en esta línea que puedas recomendarme?

No, a decir verdad :-(

Tampoco es que acumule excesivo número de estudios o papers :-P

Pero imagino que la ciudad de los amish sería un buen lugar de estudio por su restrictivo uso de la tecnología

Carlos Suchowolski dijo...

Hum, sí; o la Camboya de los Jemeres Rojos!