domingo, 5 de octubre de 2008

Creyentes sin fe

La semana pasada, el estomacante novelista Juan Manuel de Prada, articuló la enésima vindicación del creacionismo. Las reacciones en la blogosfera no se hicieron esperar y las numerosas críticas al lamentable artículo, como bien se enumeran en El cerebro de Darwin, han sido las siguientes: Plaeofreak, Psicoteca, El Pez, Golem Blog, Fogonazos, Magonia.

Por tanto no añadiré otra innecesaria refutación más a las ya habidas contra el ataque a Darwin que patéticamente perpetró nuestro Chesterton cañí, por contra, quisiera enfocar el texto desde una perspectiva más sociológica enfatizando un aspecto bastante olvidado del artículo de Prada.

Estoy refiriéndome al hecho de apuntar dogmáticamente que existen ciertas barreras insalvables para la empresa científica como, por ejemplo, la diferencia existente entre lo genuinamente humano (espiritual dirá él) y lo animal. Un pensamiento con rancio abolengo como bien ha señalado Eduardo, en un su post, al que sólo cabe recordar que:
Es cierto que hay "barreras insalvables", pero no suelen estar en la ciencia, sino en la mente dogmática y los vestigios de pensamiento mágico que ésta conserva
Todo esto me recuerda, en cierto modo, a cierto cuento titulado, El virólogo virtuoso, perteneciente al libro Axiomático de Greg Egan. En ese cuento se narra la historia de un virólogo fundamentalista que, harto de la creciente promiscuidad sexual de la sociedad, decide crear un virus letal que, luego de ser hábilmente modificado genéticamente, es capaz de obligar a los seres humanos a mantenerse fieles y monógamos so pena de morir por culpa del virus. Cuando, necesitado de confesarse con alguién, el virólogo cuenta su plan a una prostituta, ésta le dedica unas incisivas palabras que merecen ser fielmente reproducidas
Vale has cogido un código moral en particular para dirigir tu vida; ese es tu derecho y buena suerte con él. Pero no tienes verdadera fe en lo que haces; tu elección te resulta tan incierta que necesitas que Dios derrame fuego y azufre sobre todos los que han escogido otra cosa, sólo para demostrar que tenías razón. Dios no cumple su parte, así que buscas por entre los desastres naturales, terremotos, inundaciones, hambrunas, epidemias, extrayendo ejemplos del castigo de los pecadores ¿Crees estar demostrando que Dios está de tu lado? Lo único que demuestras es tu propia inseguridad
Mutatis mutandi esto se puede aplicar a quienes comparten posturas intelectuales como la de Prada. En su vergonzoso deseo de creer, ¡no!, de afirmar taxativamente que existen mecanismos de la realidad que no pueden cifrarse en conocimiento científico, haciendo, incluso, campaña contra las teorías que afirmen lo contrario; lo que están revelando, en el fondo, es una vergonzante falta de fe puesto que están necesitados de que en el mapa de la realidad que dibuja la ciencia haya lugares ignotos fácilmente atribuibles a una intervención divina, puesto que están necesitados, en definitiva, de ver en letras bien grandes la firma de Dios plasmada en algún lugar para, paradójicamente, poder entonces creer en él.

7 comentarios:

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Al artículo de Manuel de Prada le sobran palabras y le falta un diagnóstico más preciso del caso. Si lo que se viene a decir es que, pese a la continuidad física de todas las especies, existe una discontinuidad psíquica en los individuos, que son entes discretos, puedo suscribirlo. Pero no se atribuya esta característica sólo al hombre, ni menos aún explotando su vertiente creativa. No hay que olvidar que buena parte de la mala prensa del Diseño Inteligente radica en una comprensión errónea de la creatividad, que se opone a lo natural, detalle que ya denuncié aquí.

En mi blog he hablado
largo y tendido en varias ocasiones de las características humanas que considero no son reductibles a la animalidad. Pues, si es propio de todo individuo no humano de una especie el actuar según el principio de conservación, no se explica que en el hombre no suceda así, y que el instinto de vida haya sido abolido en parte para verse sustituido por una pulsión de muerte que persiste en todas las generaciones. Ante semejante rigidez de un rasgo que tengo por innato y definitorio, no puede hablarse de selección.

Héctor Meda dijo...

Hola irichc,

Yo no sé, sinceramente, si los rasgos que nos hacen humanos son o bien cuantitativamente o bien cualitativamente diferentes a los de los animales. Además, aún en el supuesto de que la cultura regulase realmente nuestra evolución y no nuestra naturaleza biológica, considero que no quedaría resuelto, por ello, la disyuntiva.

Dicho esto, lo que sí que tengo claro es que no hay por qué desanimarse creyendo, y ni mucho menos sentenciar, que esa brecha explicativa resultará inabordable. Ya no digamos, como hace Prada, alegrarse de esa ignorancia para utilizarla como refuerzo de su fe.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Pero tampoco hay que sentenciar lo contrario, algo igualmente arriesgado. Robredo lo hace en inglés en el título de su post, dando a entender que su posicionamiento es parodiable como cualquier otra forma de "wishful thinking".

Héctor Meda dijo...

Pero tampoco hay que sentenciar lo contrario

Correcto.

La frase de Hilbert, que cita Eduardo, ya la había leído (es muy famosa) y la repite Dawkins al final del libro La desilusión de Dios.

A decir verdad yo estoy con Haldane: Mi sospecha es que el mundo no sólo es más extraño de lo que suponemos, sino más extraño de lo que podemos suponer

Ahora bien, alegrarse de ello (¿por qué?) y articularlo alegremente como prueba de fe, lo que demuestra es una falta de seguridad en la susodicha fe.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Yo no me alegro, lo considero una maldición. El único motivo de alegría sería haber frenado la arrogancia de quienes pretenden explicar la conducta humana mediante hipótesis tan triviales.

Héctor Meda dijo...

la arrogancia de quienes pretenden explicar la conducta humana mediante hipótesis tan triviales

¡Cuidado! Una cosa es que entre el hombre y el animal haya una barrera insalvabley otra cosa es que el hombre no pueda ser explicado fundamentalmente con conceptos biológicos.

Son dos debates diferentes.

Un caso aclaratorio. Una cosa es decir que 1) la vida tiene un elán vital que lo distingue sustancialmente de la química inorgánica y otra cosa es decir que 2) toda célula puede explicarse con la ciencia química. Ambas afirmaciones pueden ser a la vez falsas.

Prada no está sólo en 2) en el artículo sino en 1). Pero es que además aceptando 1), no hay por qué colegir que esa distinción se deba a una agente externo como sí hace alegremente el escritor.

Insisto, si se tiene fe aunque no aparezca sonoramente Dios como un agente externo que deja huella en la evolución, se debería, repito: si se tiene fe, seguir creyendo en él. Hay creyentes, y tengo la sensación de que es el caso de Prada, de que si no ven un fósil con copyright son incapaces de creer. ¿No demuestra eso cierta hipocresía en su, tan publicitada (sobre todo en el caso del escritor), fe?

Pepe dijo...

La religión darwinista tiene unos creyentes que ya quisieran para si otras religiones, fanáticos y sectarios hasta limites inimaginables.

Hay realidades que la ciencia no puede abordar por ahora, todo podrá cifrarse en conocimiento científico algún día si da tiempo, o no, no sabemos, pero con lo que la ciencia ha avanzado, ya sabemos que existe un diseño inteligente en el universo, que las fantasías darwinistas son imposibles, los sectarios darwinistas no abandonarán su religión pero tendrán que taparse los ojos.