Jorge Luis Borges es, a mi juicio, el mejor escritor de lengua castellana desde Cervantes. Juicio que haría sin ningún tipo de remordimiento de no ser por Julio Cortázar. Dicho esto hay que aclarar que aún gustándome su personalidad y no menos su literatura (distinción algo artificial en su caso) no tengo reparo alguno en tachar su credo político de, cuando menos, utópico.
En su momento fue un literato nobelizable habiendo sido el nobel, de conseguirlo, un excelente modo de popularizar y universalizar su obra. Si bien es cierto que los nobeles se han convertido prácticamente, no se sabe si por torpeza o maldición, en el consuelo de los literatos efímeros a la vista de la ausencia, entre los premiados, de perennes figuras como Joyce o Tolstoi.
Fue lamentable la pérdida de ese premio pero la razón de que lo perdiera resulta aún más lamentable dado que se podía haber evitado de haberse hecho uso de cierto sentido común, por no hablar, de cierta decencia política. Vino a perderlo por aceptar un homenaje del tirano de turno en un viaje que no ahorró elogios bochornosos que hablaban de una Chile que era a la vez una larga patria y una honrosa espada. Bastó aquella tonta visita plagada de tontas palabras para que desde entonces el tonto comité sueco lo ignorarase a perpetuidad.
¿Por qué una mente tan preclara como la borgeana cometió un error tan estúpido (e inmoral) como el de halagar a un dictador? El biógrafo Volodia Teitelboim juzga a Borges como analfabeto desde del punto de vista civil, por contraste a la inteligencia y erudición desplegada en otros campos, en un juicio compartido por mucha gente preguntándose la razón de esta falla. Sorprende, porque el pensamiento borgeano es capaz de hacer surgir una literatura que es una fusión, coherente como un láser, de sensibilidad metafísica, estética matemática, erudición babélica y despliegue poético capaz de proveer una singular iluminación a cualquier tema que enfoque. Una iluminación que, me temo, no alcanza lo político. ¿Por qué?
Mi tésis consiste en que no existe un pensamiento político borgeano que sea característicamente borgeano en el sentido tanto de meditado como de intertextualizado sino que más bien su pensamiento al respecto consistía en un par de arreglos y componendas para salir del paso a propósito de un tema que, tal vez por su mundanidad, a todas luces no le interesaba.
Para tratar de demostrar mi idea tratemos de averigüar en por qué se sabe tanto de su ideología política dado que jamás escribió sobre ella en ningún libro bien sea de ensayos, bien de poesía, cuentos o lo que fuere. Pues bien, de su ideas sobre la polis tenemos noticia exclusivamente por las entrevistas que le realizaron y si uno se fija en ellas, se ve que en principio se mostraba renuente a hablar sobre esas cuestiones, en parte por saberse ignorante en esos temas, pero sobretodo, insisto, por no resultar de su interés.
Un tema a dilucidar consistiría en adivinar qué razón tenían los periodistas para tratar de husmear las ideas políticas del argentino. Parte del problema se debe a la idea extendida por doquier de que un intelectual debe de (y puede) pontificar sobre lo divino y lo humano no necesitándose para ello mayor requisito que cierta celebridad. Veáse a los actores. Veáse cómo sus ideas tienen una gran resonancia pública a traves de los medios a pesar de no tener una profesión relevante para el pensamiento político. A esto, además, se une la exigencia absurda de que todo artista debe estar comprometido políticamente, como si todo lo social se redujese a lo político. Dadas estas coordenadas es fácil entender por qué todos los entrevistadores constantemente indagan en la ideología política de los entrevistados independientemente de la relevancia de su opinión y de la cualificación de los opinadores y Borges no resultó ser una excepción, antes bien, fue constantemente sondeado a propósito de sus opiniones políticas con la malhadada consecuencia de que el escritor tuviera que improvisar sobre la marcha sus ideas, creándose así, un pensamiento político espontáneo e improvisado que no meditado.
Así, como pasa siempre que se quiere obviar un pensar pausado sobre un tema pero a la vez encontrar soluciones para salir del paso, cuando era preguntado por aquellos incómodos temas, el argentino, se abandonaba a especulaciones sin fundamento. Especulaciones consistentes, por ejemplo, en modificar tal o cual aspecto de los humanos; llegando a afirmar, por ejemplo, que:
En su momento fue un literato nobelizable habiendo sido el nobel, de conseguirlo, un excelente modo de popularizar y universalizar su obra. Si bien es cierto que los nobeles se han convertido prácticamente, no se sabe si por torpeza o maldición, en el consuelo de los literatos efímeros a la vista de la ausencia, entre los premiados, de perennes figuras como Joyce o Tolstoi.
Fue lamentable la pérdida de ese premio pero la razón de que lo perdiera resulta aún más lamentable dado que se podía haber evitado de haberse hecho uso de cierto sentido común, por no hablar, de cierta decencia política. Vino a perderlo por aceptar un homenaje del tirano de turno en un viaje que no ahorró elogios bochornosos que hablaban de una Chile que era a la vez una larga patria y una honrosa espada. Bastó aquella tonta visita plagada de tontas palabras para que desde entonces el tonto comité sueco lo ignorarase a perpetuidad.
¿Por qué una mente tan preclara como la borgeana cometió un error tan estúpido (e inmoral) como el de halagar a un dictador? El biógrafo Volodia Teitelboim juzga a Borges como analfabeto desde del punto de vista civil, por contraste a la inteligencia y erudición desplegada en otros campos, en un juicio compartido por mucha gente preguntándose la razón de esta falla. Sorprende, porque el pensamiento borgeano es capaz de hacer surgir una literatura que es una fusión, coherente como un láser, de sensibilidad metafísica, estética matemática, erudición babélica y despliegue poético capaz de proveer una singular iluminación a cualquier tema que enfoque. Una iluminación que, me temo, no alcanza lo político. ¿Por qué?
Mi tésis consiste en que no existe un pensamiento político borgeano que sea característicamente borgeano en el sentido tanto de meditado como de intertextualizado sino que más bien su pensamiento al respecto consistía en un par de arreglos y componendas para salir del paso a propósito de un tema que, tal vez por su mundanidad, a todas luces no le interesaba.
Para tratar de demostrar mi idea tratemos de averigüar en por qué se sabe tanto de su ideología política dado que jamás escribió sobre ella en ningún libro bien sea de ensayos, bien de poesía, cuentos o lo que fuere. Pues bien, de su ideas sobre la polis tenemos noticia exclusivamente por las entrevistas que le realizaron y si uno se fija en ellas, se ve que en principio se mostraba renuente a hablar sobre esas cuestiones, en parte por saberse ignorante en esos temas, pero sobretodo, insisto, por no resultar de su interés.
Un tema a dilucidar consistiría en adivinar qué razón tenían los periodistas para tratar de husmear las ideas políticas del argentino. Parte del problema se debe a la idea extendida por doquier de que un intelectual debe de (y puede) pontificar sobre lo divino y lo humano no necesitándose para ello mayor requisito que cierta celebridad. Veáse a los actores. Veáse cómo sus ideas tienen una gran resonancia pública a traves de los medios a pesar de no tener una profesión relevante para el pensamiento político. A esto, además, se une la exigencia absurda de que todo artista debe estar comprometido políticamente, como si todo lo social se redujese a lo político. Dadas estas coordenadas es fácil entender por qué todos los entrevistadores constantemente indagan en la ideología política de los entrevistados independientemente de la relevancia de su opinión y de la cualificación de los opinadores y Borges no resultó ser una excepción, antes bien, fue constantemente sondeado a propósito de sus opiniones políticas con la malhadada consecuencia de que el escritor tuviera que improvisar sobre la marcha sus ideas, creándose así, un pensamiento político espontáneo e improvisado que no meditado.
Así, como pasa siempre que se quiere obviar un pensar pausado sobre un tema pero a la vez encontrar soluciones para salir del paso, cuando era preguntado por aquellos incómodos temas, el argentino, se abandonaba a especulaciones sin fundamento. Especulaciones consistentes, por ejemplo, en modificar tal o cual aspecto de los humanos; llegando a afirmar, por ejemplo, que:
Para mí el Estado es el enemigo(...)Pero, quizá sea preciso esperar... (...) Para eso se necesitaría una humanidad ética, y además, una humanidad intelectualmente más fuerte de lo que es ahora, de lo que somos nosotros; ya que, sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes comparados con esos hombres del porvenir, por eso estoy de acuerdo con la frase: "Yo creo dogmáticamente en el progreso"
Es fácil constatar que el hecho de esperar un cambio en los seres humanos, pensando así en la mente humana como una tabula rasa, en el fondo implica una rendición intelectual en lo político. Una rendición intelectual en lo político que siempre se constituye cuando se realizan especulaciones reformistas sin que estas se desarrollen sin constricciones naturales. En el fondo esa forma de pensar no es más que un atajo tramposo e ilusorio (también peligroso) para alcanzar los ideales sociales (mayormente coincidentes) y evitar la atención continua y el volver a repensar que implica el ejercicio de la política, la cuál, nace, precisamente, de la constatación de que la utopía es imposible, de que, por ello, le es necesario al ciudadano de a pie un actuar pragmático plenamente atento al presente no al mundo de las esencias platónicas.
Borges olvidó eso. Mas se le puede perdonar porque jamás pretendió que sus ideas constituyeran soluciones políticas reales ni se consideró un ingeniero social. No sería tan clemente, por contra, con quienes, por un peligroso ejercicio acrítico de mitomanía, quisieran hacer del insigne escritor una figura política a seguir.
Borges olvidó eso. Mas se le puede perdonar porque jamás pretendió que sus ideas constituyeran soluciones políticas reales ni se consideró un ingeniero social. No sería tan clemente, por contra, con quienes, por un peligroso ejercicio acrítico de mitomanía, quisieran hacer del insigne escritor una figura política a seguir.
5 comentarios:
Hola, explíca cómo se materializaría una práctica como la que sugieres retóricamente a través de esta conclusión tuya:
"...volver a repensar que implica el ejercicio de la política, la cuál, nace, precisamente, de la constatación de que la utopía es imposible, de que, por ello, le es necesario al ciudadano de a pie un actuar pragmático plenamente atento al presente no al mundo de las esencias platónicas"
Con el que ESTARIA de acuerdo en biuena medida si fuera... OPERATIVO o PRACTICABLE en el día a día.
Mis entradas últimas siguen apuntando a eso y deberían ser por tanto rebatibles desde el punto de vista que has expuesto... ¿O no?
Hola Carlos,
Cuando revindico un actuar pragmático plenamente atento al presente no al mundo de las esencias platónicas estoy revindicando, por poner ejemplo que señalé en otro post mío, que aunque sería deseable que todos los criminales fueran reinsertados en la sociedad como individuos respetuosos con la ley es más que posible que nos encontremos, al comprobar empíricamente el actuar de los exconvictos, con personas que (por las razones que sea) no sean capaces de respetar la ley y en tal caso una política penal tendría que obviar el platónico concepto de dignidad o perfectibilidad moral.
Podría poner otros ejemplos similares pero creo que la idea está clara.
Lo que no entiendo en que se contradice mi idea con tus posts pues creo que eso es lo que defiendes.
El hecho de que el practicar de la política sea de algún modo a ciegas no significa que no sea practicable sino que su práctica ha de ser gradual para poder enmendar los errores y reencaucarse.
Esa es la distinción que hacía Popper en su libro La Sociedad Abierta entre los ingenieros sociales gradualistas, único modo sensato de hacer política, y los ingenieros sociales saltacionistas o utopistas, donde yo incluiría a Borges, y a todos aquellos que pretenden construir la sociedad de arriba a abajo, creando conceptos como v.gr: igualitarismo, ausencia de coacción, etc... e imponiéndoselos a la sociedad.
Hola. Tal vez redacté el comentario de un modo que te indujo a pensar que me enfentaba a la supuesta idea subyacente, pero sólo pedía una aclaración y concreción más explícita porque me había resultado vago el párrafo y quería comprender lo que había en el fondo o detrás o en alguna parte... Por eso decía no poder afirmar que "estaba" o no "de acuerdo" sino que "ESTARIA"... Y que según fuera el caso, que podía haber detalles, matices o lo que sea que me gustaría que aflorasen en tus comentarios a mis posts. (¡Vamos: que quería ver brotar un poco de sangre mía a cuenta de tus estocadas!)
Ahora, tras tu segunda... sigo un poc igual. La pregunta la reduciría a una: ¿crees que cabe alguna posibilidad de hacer algo aparte de escribir en estos blogs o incluso publicando algo impreso?
¡Vaya, estoy pillado por mi propia decisión de hacer SÓLO UNA PREGUNTA!
En fin... otra vez será otra.
Un saludo muy afectuoso.
El pensamiento político de Borges es torpe en el sentido de que es de trazo grueso y nada sistemático. Tanto que no se le puede llamar "pensamiento político" propiamente dicho desde un punto de vista intelectual filosófico. Se debía sn duda a su escepticismo el que no tomara partido firmemente por una idea defendida desde la sola razón. Siempre navegando entre teorías pero jamás afirmando una.
No obstante, me parece que sus cometarios erráticos y provocadores revelan siempre a quien lo sepa ver un espíritu de nostalgia más que una argumentación. Leí en alguna parte que la muerte que envidiaba era la del militar en el campo de batalla. ¿En qué clave puede leerse eso más que en la estética?
Por otra parte, ¿acaso no abundan los escritores geniales adscritos a alguna forma no ya de conservadurismo sino de reacción? Romanticismo, desengaño neurótico, conciencia trágica, necesidad de emociones fuertes... Dígase como se quiera. Al final todo se resume en vencer "la conjura de los necios".
Cuando pienso en el pensamiento teórico de Borges, siempre tácito, sólo logro establecer una analogía clara con otro personaje latinoamericano igualmente lúcido y asistemático: Nicolás Gómez Dávila. Aquí dejo algunas de sus perlas si no es inconveniente:
-Ni declaración de derechos humanos, ni proclamación de constituciones, ni apelación a un derecho natural protegen contra la arbitrariedad del estado. Sólo es barrera contra el despotismo el derecho consuetudinario.
-El hombre se cree libre cuando nada con corrientes que lo arrastran.
-La izquierda no es vulnerable sino después de sus triunfos.
-Reivindicaciones económicas, hostilidad entre clases sociales, discrepancias religiosas, suelen ser meros pretextos de un apetito de conflicto.
-El reaccionario no es un pensador excéntrico, sino un pensador insobornable.
-Para detestar las revoluciones el hombre inteligente no espera a que comiencen las matanzas.
-Los que no queremos admitir sino lo que vale les pareceremos siempre ingenuos a los que no reconocen sino lo que rige.
Carlos,
¿crees que cabe alguna posibilidad de hacer algo aparte de escribir en estos blogs o incluso publicando algo impreso?
No, no lo creo y, además, no lo quiero. No quisiera una república que, a la manera soñada por Platón, estuviera gobernada por filósofos.
En cierto modo sospecho que aquí habría que explicitar cuál es la misión del intelectual en la sociedad contemporánea, tema que excede la posibilidad del comentario breve (y por ello quiero hacer un post un día de estos definiéndolo siguiendo las ideas sobre el tema del mayor intelectual vivo del momento, Umberto Eco) pero que se podría resumir en la idea de que el hombre debe sembrar dudas en vez de recoger certezas.
Es en parte con ese espíritu con el que escribí, por ejemplo, el post sobre el fin del capitalismo en donde no dando ninguna solución sí trataba de refutar las precipitadas certificaciones de defunción del capitalismo.
Pero además hay que recordar que no toda contribución social o ejercicio de civismo se reduce a lo político por eso he llamado a Borges analfabeto político a diferencia de Teitelboim que lo tachó de analfabeto civil.
El Perpetrador,
Es cierto que sentía cierta nostalgia por lo militar en parte porque, creo, su abuelo era militar y admiró siempre su coraje. Un coraje que él no tuvo.
Y eso se nota en su sobrevaloración del concepto del honor que le lleva a ver a lo gaucho como perteneciente a una Arcadia olvidada.
Así a bote pronto lo que dice el tal Nicolás Gómez no es absurdo...
Saludos
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