jueves, 18 de septiembre de 2008

¿El fin del Capitalismo?


Con la reciente crisis económica vuelve a aflorar el milenarismo y con él los sermoneadores que nos avisan de la venida del apocalípsis por culpa de nuestros pecados desreguladores ofreciendo incluso, como único medio redentor, la liquidación del modelo político liberal. Así tenemos articulistas vaticinando el fin de un imperio o, como pasó ayer, al telepredicador estrella de la izquierda, Iñaki Gabilondo, afirmando que el liberalismo

Se está desplomando como se desplomó el comunismo en 1989. Bearn Sterns, Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, son como pedruscos derribados del Muro de Berlín liberal (...) Especulación, humo, voracidad... el pensamiento dominante, crecer y crecer hasta el infinito, no está en las leyes de la realidad, ni en las de la física, pero es el primer dogma de nuestra economía. Pues bien, se acabó, así que no importa tanto cuándo saldremos del túnel, sino donde estaremos y hacia dónde nos tendremos que dirigir. Esta crisis es mucho más que económica y no se podrá encerrar entre paréntesis para volver atrás.

Habrá que señalar, en primer lugar, que el liberalismo difícilmente puede estar en crisis, difícilmente puede estar en crisis un modelo político que afirma, por poner un ejemplo, que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. Por lo tanto, y en todo caso, lo que estará en crisis es un modelo económico concreto, a saber, el capitalismo.

Pero aquí hay que aclarar que ni el comunismo ni el capitalismo han existido en estado puro. Bien es cierto que, mientras que el comunismo puro por su propio espíritu regulador nunca podrá ser alcanzado, siempre se podrá controlar y estatalizar más a la sociedad; el capitalismo, por contra, y entendido como laissez-faire, si es alcanzable en la medida de que un mercado cualesquiera será considerado puramente capitalista si no es regulado en absoluto. Algo que, repito, nunca ha pasado. Por tanto en el análisis de cualquier crisis económica habrá que plantear dos posibles causas del problema, esto es, o bien 1) la causa es endógena al mercado (este es incapaz de autoregularse) o bien 2) la causa es exógena al mercado (fruto de las distorsiones creadas por los órganos estatales)

Respecto a esta crisis están quienes defienden la segunda opción afirmando que esta viene a razón de mantener un monopolio estatal de emisión de moneda.

Si nos posicionamos en la primera opción, afirmando entonces que el mercado es incapaz de autoregularse, no tendríamos por qué abandonarnos, aún así, a un periodismo moralizante contra los empresarios y el libre comercio.

Esto es así, en primer lugar, porque es precisamente la creencia de que una sociedad no puede autoorganizarse sin un mecanismo de coerción la razón que justifica la existencia de la clase política o de un banco central y es a ellos, en consecuencia, a quienes se les exige diseñar los incentivos y mecanismos que posibiliten el buen funcionamiento de la economía siendo esto su responsabilidad. Afirmar, por tanto, que han caído los muros del Berlín liberal, cuando este ni siquiera ha existido, enfanga la verdadera disputa política, que se da en el ámbito económico entre el socialismo y el liberalismo, consistente en establecer el alcance y la justificación de regulaciones e incentivos, así como, y sobre todo, dirimir la naturaleza de la política monetaria; disputa, que a pesar de los sermoneadores de mentalidad proclive al eslogan, no acaba de tener una resolución clara.

Para clarificar aún más mi idea. Imaginemos que tenemos a un niño pequeño tratando de andar en bici (mercado) y a su padre (obviamente el político en esta analogía) encargado de que no se caiga su hijo. Pues bien si viéramos que se cayera el niño se podrían sacar dos conclusiones.

La primera, la más polémica y la más discutible, es que aún no se ha falsado que el niño no pudiera andar sólo pues este seguramente no se habría preocupado tanto de mantener el equilibrio, algo de lo que ya se encarga su padre, como de tratar de seguir hacia delante. La segunda conclusión y más importante, es que la culpa de la caída del niño se debe exclusivamente a la torpeza del padre pues la misión y responsabilidad de este era precisamente vigilar y tratar de que el niño no se cayera

En cualquier caso, desconfío de los reformistas radicales que nos piden dilapidar las infraestructuras sociopolíticas actuales, desconfío de quienes nos exigen un utópico sistema financiero a prueba de desastres porque en cualquier sistema financiero

los equilibrios perversos son posibles y la acción bajo incertidumbre puede dar lugar a descoordinación social. Todo sistema económico complejo es susceptible de descoordinación, porque la división del trabajo implica que la acción de unos depende de la de otros: solo la autarquía nos da seguridades. Nos asegura la miseria

Y es que, quienes critican el modelo económico que nos ha llevado a esta crisis, posiblemente cometan la falacia Nirvana y olviden peligrosamente que en nuestro deambular por la historia rara vez se encontró el inalcanzable paraíso mientras que el infierno, por contra, aguardó detrás de cada esquina.

1 comentario:

Carlos Suchowolski dijo...

Dándome cuenta de que un comentario habría sido insuficiente, te puse en la mira por elevación en mi último post (incluyendo una nota sobre el tuyo siguiente que se ponía "a huevo"). Ya me contarás...