miércoles, 24 de septiembre de 2008

Sobre el ratoncito Pérez, el DI y otras fantasías


Es común encontrarse desde libros hasta foros pasando por blogs dedicados exclusivamente a destapar, como si de una gran conspiración se tratase, la poca fundamentación científica de todo tipo de campos de estudio desde la ufología hasta el espiritismo pasando por la astrología, desde la videncia hasta la telepatía pasando por las experiencias post-mortem. Por desgracia, y a pesar del gran tono épico con que los escépticos quieren ver su labor, el proselitismo del escepticismo lejos de resultar útil para aclarar ideas, que de por sí la mayor parte de las veces son obvias, siento que sólo sirve para convencer a convencidos.

En mi opinión, no considero que haya ningún problema en creer en ideas que no son capaces de saltar el muro escéptico y por tanto entrar así en el reino de las ciencias. Se podrá creer en ellas, siempre y cuando nadie se lleve a engaño y tenga claro que la veracidad de las mismas no está demostrada. No entiendo la propaganda de ciertas personas para evitarlo. Parece que hay algunos que se sienten iluminados por la verdad y no dudan en vocearla a, incluso, quién no quiere, no puede, tal vez no debiera oírles y temo que, a este paso, van a acabar como los testigos de Jehová o similares, visitando casas y abusando de la paciencia y cortesía de sus ocupantes.

Diferente es cuando estas ideas no confirmadas pretenden tener un estatus científico. Entonces sí cabe, no tanto la beligerancia, como la firme exigencia de que se cumplan unos determinados requisitos para que la petición sea aceptada. Exigencia que se debe a que es precisamente el tener un claro criterio de demarcación que sirve de criba lo que hace posible que las ciencias resulten útiles ayudando también así, a que la comunidad científica no se disperse en un caleidoscopio de cosmovisiones tal y como expliqué en un anterior post.

Y hete aquí que, entre las llamadas seudociencias, ha aparecido una teoría con no sólo pretensiones nobiliarias sino que también quiere, como le corresponde a cualquier teoría científica, ser impartida en los colegios y universidades. Estoy hablando del Diseño Inteligente, en adelante DI, al cuál habrá que examinar para comprobar si es merecedor o no de ser considerado una teoría científica.

Bien, veamos. El DI es una teoría que considera que:

En la naturaleza hay sistemas tan complejos que son inexplicables como una suma de factores aleatorios, como simple producto del azar. Y si no hay azar, hay propósito, es decir, inteligencia.

Se afirma, por tanto, que tal o cual organismo tiene una característica que no puede haber sido producto de mutaciones aleatorias y que por lo tanto ha de ser el producto de un agente externo inteligente con un propósito en su diseño. El proponente más célebre de esta teoría científica es Michael Behe quien en su libro La caja negra de Darwin esgrime por primera vez el argumento de la complejidad irreducible.

Hay que anotar rápidamente que ese argumento, lejos de ser correcto, reproduce, como bien se afirma aquí, las siguientes falacias:

a- Falacia de bifurcación: "o bien el azar creó la maravilla del flagelo celular o fue un diseñador inteligente. Es imposible que fuera el azar, luego..." (se le olvida la tercera opción de la evolución o combinación de azar y selección natural, o sea, el orden).

b- Falacia de razonamiento en círculo: "la existencia de la complejidad de las estructuras bioquímicas sólo puede ser explicada por la hipótesis de un diseñador inteligente. Y sabemos que la hipótesis del diseñador es cierta... por la existencia de la complejidad de las estructuras bioquímicas" (se le olvida que la verdad de una hipótesis se obtiene por predicciones de nuevos hechos que hayan sido verificadas).

c- Falacia del argumento de la ignorancia: "no hay pruebas de que la evolución haya formado los mecanismos subcelulares, luego eso es una prueba de que la evolución no existe a nivel subcelular" (la ausencia de pruebas no es prueba de ausencia). "No puede demostrarse que un diseñador no diseñara los complejos mecanismos bioquímicos, luego el diseñador los hizo".

d- Falacia non sequitur: "no me cabe en la cabeza cómo la evolución formó el flagelo celular, luego la evolución no lo hizo y tuvo que ser Dios". "Como todavía no comprendemos ciertos detalles en los procesos subcelulares, luego jamás los comprenderemos y sólo Dios pudo haberlos diseñado".

e- Falacia de inconsistencia lógica: "la evolución no pudo formar los sistemas subcelulares complejos; pero, eso sí, sí pudo formar los sistemas celulares, organismos, especies y ecosistemas más complejos aún" (aunque parezca increíble, eso piensa Behe).

En consecuencia el DI no puede ser considerado siquiera una teoría lógicamente consistente.

Por otro lado para que una teoría sea etiquetada corréctamente como científica tiene que explicar no sólo por qué existe una determinada entidad, objeto de estudio, sino también debe explicar por qué no podría existir otra diferente en sustitución de aquella. Y aquí se ve que un requisito tan elemental como ese no es capaz de cumplir satisfactoriamente el DI.

Un ejemplo burlesco: Pensemos en el ratoncito Perez. Esto es, un ratoncito con un supercerebro que además, tiene un lucrativo negocio dental. Desde el DI no se puede explicar por qué no existe un ratoncito así. Por contra, gracias al darwinismo, que sí cumple los requisitos, podemos afirmar que el ratoncito Perez no habría podido surgir de la naturaleza porque su hipotético fenotipo no encajaría con las presiones selectivas que ha habido sobre los roedores.

A mi juicio basta que no se cumpla una exigencia tan simple y tan elemental para mostrarse contrario a todo tipo de concesión de estatus científico a una teoría que tiene más de guerra religiosa encubierta que de teoría científica firme. Y es que siendo la investigacíon científica producto de nuestra curiosidad y siendo, la curiosidad, un instinto que llevamos todos los seres humanos codificada en nuestros cerebros como parte de nuestra naturaleza se colige que el DI, al no explicar qué es la inteligencia superior a la que apela como agente en el transcurso de la evolución ni explicar como interacciona con la naturaleza, no consigue satisfacer las ansias naturales de curiosidad y de verdad que instintivamente tenemos y que es connatural a la empresa científica. Todo lo contrario, lo que hace es construir un monumento a la ignorancia, un monumento que pretende que la pusalinimidad intelectual de no querer entender sea elevado a rango de ciencia para encima ni siquiera erigirse como pilar de una visión religiosa coherente pues convierte a Dios en un imperfecto y pésimo poeta que se ve obligado a recurrir al deux machina para poder seguir ofreciéndonos en el universo el épico desarrollo de la vida.

1 comentario:

Pepe dijo...

se le olvida la tercera opción de la evolución o combinación de azar y selección natural, o sea, el orden).
El orden! muy bueno