jueves, 16 de octubre de 2008

Ecología de Mercado

En un anterior post traté de argumentar que, aunque la contaminación y en general cualquier agresión al medioambiente no es algo trivial, 1) el capitalismo no es más econocida que otros órdenes económicos, 2) que la explotación del medioambiente es inherente a la supervivencia de cualquier especie y 3) que, tal vez, encontremos modos de que estas agresiones no resulten irreversibles situándonos, en caso contrario, en un gran dilema ético, a saber, o nosotros o el medioambiente.

Sin embargo, hay que dejar claro que este último punto si no es matizado resulta muy ingénuo, esto es, no puede haber un nosotros sin un medioambiente ya que no podemos trascender a la naturaleza sino que seguimos a merced de sus caprichos selectivos. Por tanto nos conviene, a decir verdad, nos urge buscar el mejor modo de compaginar nuestras actividades socioeconómicas, sobre las que se desarrolla nuestra supervivencia, con nuestro medioambiente, sobre el cuál se sustenta nuestra supervivencia habiendo que dilucidar cuáles son los límites permisibles, y cuáles son los modos para establecer esos límites de utilización del entorno.

El problema aparece porque, al menos aparentemente o idealmente, el mercado es un proceso homeostático sólo sujeto al mandato de los consumidores pudiéndose preguntar si ello es suficiente para no acabar destrozando el medioambiente. Es decir, cabe preguntarse si el orden espontáneo del libre mercado colisiona o más bien se amolda al orden espontáneo de la selección natural. Dicho de otro modo, ¿es la ecología de mercado un oxímoron?

Veamos. Cuando un agente económico realiza una acción que genera costes a terceros, v.g: contaminar, y no paga por ella entonces los economistas utilizan el concepto de externalidades negativas para designar esa actividad.

Generalmente las externalidades suelen desaparecer cuando se realiza una inteligente concesión de derechos de propiedad. En ese sentido hay quienes creen que la única razón por la que hoy en día existen actividades contaminantes que provocan daños a terceros se debe a que:

Todo lo malo que hoy padecemos no procede de una economía pura de mercado, sino del mercantilismo, el intervencionismo, la estatolatría y la falta de definición de los derechos de propiedad

ya que tanto el libre mercado como los ecosistemas son dos sistemas mutuamente complementarios e incluso potencialmente simbiontes.

La solución, por tanto, pasaría por privatizar toda la tierra y que el grado de explotación de la misma quedase únicamente bajo el criterio del empresario con la segura consecuencia de que toda agresión medioambiental desaparecerá puesto que:

El medio ambiente, la naturaleza, en una sociedad liberal es de propiedad privada. Por ello, las agresiones al medio ambiente se dividen en dos grupos: las que uno realiza en su propiedad y las que uno realiza en la ajena. En el primer caso uno tiene derecho a hacer lo que se le antoje mientras los efectos no se salgan de los límites de esa propiedad.

Ahora bien, aquí caben dos puntualizaciones. Primera, aquel que agrede su propiedad está reduciendo su riqueza. No en vano, los grandes desastres ecológicos se dan en lugares que son "de todos" o sea de nadie, como las aguas internacionales. Y segunda, es difícil que se puedan mantener los efectos dentro de los límites geográficos y por tanto habrá un fuerte incentivo a no pasarse. En el caso de las agresiones contra propiedad ajena, el propietario tiene derecho a pedir el resarcimiento de los daños al agresor.

Además con esta propuesta se evitaría la tragedia de los bienes comunales que sufren tierras como los bosques, pesquerías y etcétera que tienden a ser usufructuados de forma irresponsable.

Bien. A bote pronto, surgen las objeciones típicas consistentes en preguntarse cómo tal o cual propiedad puede ser privatizada y es indudable que toda respuesta será altamente especulativa. (Pensemos en una propuesta para privatizar el mar).

Pero existe una objeción más grave a esta forma de estructurar así toda interacción con la naturaleza y surge debido a que la solución propuesta además de resultar altamente especulativa, y quien sabe si práctica, sólo se circunscribe a unos problemas muy concretos, la contaminación y la sobreexplotación, de entre los muchos que suscita el medioambiente siendo el principal, el que los subsume a todos y el que sigue sin atenderse, el de la biodiversidad.

En efecto, ¿por qué razón una papelera dueña de un bosque, pongamos por caso, en su paulatino ejercicio de deforestación debería preocuparse por otra cosa que no sea la cantidad de madera -único bien que utiliza en su negocio- que haya en su terreno? Una empresa encargada de fabricar papel, que fuera propietaria de un bosque, se cuidaría, efectivamente, de sobreexplotar y contaminar su terreno siendo estos los únicos criterios restrictivos en su gerencia de la propiedad; sin embargo, no estaría obligada a, mejor dicho, no tendría incentivos económicos para preocuparse de indagar si, en su avance deforestador, acaba o no con determinados nichos ecológicos o si ha trastocado o no el equilibrio del ecosistema habido en su dominio.

En este momento es cuando surgen las típicas preguntas a propósito de la biodiversidad. ¿Por qué es importante preservarla? ¿Por qué, como dice El Pocero, me tengo que preocupar más por unas lagartijas que por una vivienda para seres humanos? Pues bien como explica EO Wilson en su libro La Creación (pág.48)

Muchas son las razones que pueden esgrimirse, todas ellas fundamentales para el bien común de la humanidad. En primer lugar, se destruirían fuentes incalculables de información científica y de riqueza. Se tambalearían los costes de oportunidad, más comprensibles quizá para nuestros descendientes que para nosotros mismos. Se habrán perdido medicamentos, cultivos, maderas, fibras, suelos aún no descubiertos, así como la posibilidad de reponer vegetación o de encontrar sustitutos para el petróleo

Es decir que al destruir la naturaleza no sabemos realmente el valor, que segura será grande, de lo que estamos perdiendo y cuando, por seguir con el ejemplo anterior, dejamos que la industria maderera sea quien evalúe los costes/beneficios de usufructar unívocamente sus propiedades en función de la rentabilidad que le dé la madera que contiene cometemos en cierto modo la falacia de la ventana rota al conseguir algo sin percatarnos de las oportunidades escondidas perdidas que nos ofrecía - e incluso nos ofrece en forma de lugar habitable- ese bosque.

Pero citemos una vez más a Wilson para concretar un poco más cuáles son esas oportunidades que se pierden al extinguir una determinada especie:

Cuantas más especies sobrevivan en un ecosistema, mayor es su productividad y mayor su capacidad de soportar sequía y otros tipos de estrés medioambiental. Puesto que dependemos de ecosistemas funcionales para limpiar nuestra agua, enriquecer nuestro suelo y crear el aire mismo que respiramos, la biodiversidad es claramente algo que no se puede desechar de forma negligente. Cada especie es una obra maestra de la evolución, que ofrece una enorme cantidad de conocimiento científico útil porque está tan completamente adaptada al medioambiente en el que vive. Las especies que viven hoy en día tienen millones de años de antigüedad. Sus genes, al haber estado probados por la adversidad a lo largo de tantísimas generaciones, manipulan un conjunto asombrosamente complejo de dispositivos bioquímicos que ayudan a la supervivencia y la reproducción de los organismos que la portan. Más del 40% de todas las medicinas que dispensan las farmacias en USA son sustancias extraídas originalmente de plantas, animales, hongos y microorganismos. Pero sólo una fracción de las especies (probablemente menos del 1%) han sido examinadas en busca de productos naturales que pudieran servir como medicinas

Hay que fijarse lo absurdo de conocer sólo un 1% de las especies y sin embargo estar seguros de que podemos monetarizar y, por tanto, dejar al albur del cálculo empresarial, en qué medida se puede violentar un determinado entorno.

Creer que un empresario, meramente teniendo bien delimitada su propiedad, conseguirá una óptima valoración de sus activos (incluidas las tierras) es como creer que se puede cuantificar el valor exacto de La Biblioteca de Babel, y por tanto poder, aún habiéndose registrado e identificado sólo un 1% de los libros habidos en ella, evaluar de forma racional su precio total.

Desgraciadamente aún no podemos ser -porque no sabemos cómo- jardineros de la naturaleza y ello implica que, posiblemente, tendrá que haber un órgano coercitivo que restrinja, no necesariamente que gerencie, el grado de explotación de la naturaleza para enmarcarlo dentro de unos límites que sean de interés común.

El cómo y el cuánto se nos escapa y no parece fácil de dilucidar pero al menos hemos avanzado algo si hemos conseguido problematizar adecuadamente el tema y desechar una solución aparentemente creativa pero que a la postre obviaba el auténtico núcleo del problema mebioambiental.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

No he entendido muy bien cuál es tu propuesta al respecto. Mi artículo sencillamente analiza la situación y trata de dar una explicación coherente con la realidad del proceso social, fundado en la libertad individual y la apropiación de recursos escasos. Todo lo demás me temo que caería en fantasiosos panoramas abiertamente irrealizables y contrarios con la naturaleza del ser humano. Es inviable la preservación del entorno dirigida por un ente, o varios coordinados, si esta pretende limitar la expansión social y la especulación, entendida en sus justos términos, como previsión de los rendimientos futuros de un bien. Sólo así cabe la preservación del mismo. Todo lo no apropiable acaba degradándose. Pero bueno, me remito a mi artículo y todo lo escrito sobre el tema, que es mucho y muy bien argumentado.
Gracias por la crítica.
Saludos!

Héctor Meda dijo...

Hola yosoyhayek,

Realmente mi propuesta al respecto no existe.

Simplemente me muestro crítico con la propuesta propugnaba por Mises y su escuela por no ser lo suficientemente protectoras del medioambiente al desechar como relevante la biodiversidad que es, me temo, el auténtico quid de la cuestión medioambiental

Saludos

Carlos Suchowolski dijo...

No entraré a fondo sino sólo remarcando "el problema" de base:

Héctor, por un lado dices:

"...tendrá que haber un órgano coercitivo que restrinja, no necesariamente que gerencie (...) dentro de unos límites que sean de interés común."

Y por otro:

"Simplemente me muestro crítico con la propuesta..."

Siento señalarte la contradicción, y decirte que lo primero es típico de tu idiosincrasia intelectual. Hoy intentaré, tras registrarme, poner este comentario al pie de los muchos que ha sucitado una discución iniciada por Citoyen/Rallo sobre el patrón oro y que transcribo a continuación para dar una primicia, je, je, a tus lectores (y porque viene a cuento de todo, TODO, lo que se discute en el seno de la intelectualidad de hoy):

"La discusión es a fin de cuentas retórica. Se basa en los apriorismos ideológicos de cada visión grupal (un ejemplo de ello: Locke apoyándo su teoría de la propiedad del suelo en la certeza de que la tierra es cedida por Dios al propietario "original"; un apriorismo hoy "abandonado"... creo...) Así son las cosas. Como decía Strauss (con Nietzsche): la verdad es sólo un "problema" y no un absoluto que pertenezca a nadie ni nadie pueda demostrar sin apriorismos y compromisos con la realidad que se derivan de... pues de los intereses sociales de cada uno mediados por los del grupo, el líder, las relaciones de fuerza, etc., es decir, las interacciones en el seno del entorno complejo que nos rodea, define, justifica, etc.
Cambiad un parámetro de vuestras suposiciones y cambiará el resultado. Y si no se hace es porque se está anclado en una realidad social determinada que se quiere defender o reformar para adaptarla a uno mismo. Esto último induce la utopía o la esperanza, y lo primero a su vez el totalitarismo y lo segundo la frustración.
El resultado que es Lo Existente Hoy (mercado, capitalismo burocratico, etc.) es producto directo de la relación de fuerzas: ¿qué piensa hacer quien propone "otras cosas" para instaurar su modelo? En esta respuesta están todas las respuestas: en bastante medida sobre la base del maleado "conocete a tí mismo".
Seamos serios y reconozcamos la perentoriedad y la limitación humana (incluyendo en este punto la inevitable creación de lo divino por el amedrentado ser humano).
Un saludo lleno de las mejores intenciones elucidatorias."

Un abrazo y a seguir hacia abajo, o si prefieres... rumiando.

Héctor Meda dijo...

Hola,

Oye Carlos!! me has descontextualizado, yo había dicho:
y ello implica que, posiblemente, tendrá que haber un órgano coercitivo que...

En lo único en lo que muestro certeza es en la crítica y de forma soslayada, y secundaria, encauzo posibles propuestas que en cualquier caso no son el grueso del post.

Lo que me ha dejado intrigado es tu referencia a mi idiosincracia intelectual. Me gustaría saber qué consideras característico de mi pensar porque eso es algo que, como el acento, tú mismo no te lo puedes notar pero sí los demás. Así que ilústrame ;-)

Y bueno, a propósito de las soluciones a la crisis he escrito recientemente un post:
http://hector1564.blogspot.com/2008/10/cronologa-de-una-crisis-anunciada.html
Aunque intuyo que tu post estará enfocado al aspecto (sico)sociológico de quienes construyen las soluciones.

Saludos

Carlos Suchowolski dijo...

Bueno, tan intelectual como yo idiosincráticamente hablando, o sea, máquinas de reflexionar y de "quejarse" (en síntesis). Y siento el "error", pero el "posiblemente" no hace sino suavizar una intencionalidad subyacente que... nos caracteriza, o hacia lo que tendemos: como Sócrates, Platón, etc. desde tiempos inmemoriales. No es algo de lo que haya ni algo de lo que se pueda prescindir. Pero se gana algo reconociendolo en uno mismo y descubriendo que es lo que impulsa a los otros como uno.
Un abrazo.

Carlos Suchowolski dijo...

Añadido luego:

Coincido con la tesis de que "no podemos trascender a la naturaleza", cosa que sin duda se efectiviza de un modo bien complejo, entre otras muchas cosas se me ocurre que así:

Unos hombres salen intelectuales y otros sanguineos o vicerales y puramente activos, unos sensibles y otros egoístas recalcitrantes... y la propia idiosincrasia pone a cada uno en un papel más o menos adecuado al binomio individuo/mundo. A partir de ahí (en realidad ya había antes algo dado y así hacia atrás en el tiempo), el juego de las interacciones produce, entre otras muchísmas cosas, deterioro+conservación+adaptación+
mutación+transformación... etc.

Si tu tesis se acepta seriamente, con convicción y coherencia, y se acepta la complejidad y su dinámica "sin meta" previa, ¿no acabamos simplemente haciendo todo, todo, todo, para fortalecer el propio grupo porque imaginamos que ello es bueno para todos, lo que no es en absoluto cierto? ¿Y no es que eso es inevitable?

Este es mi racionamiento inconcluso. No una naturaleza en el sentido pre-nietzscheano sino una idiosincrasia en construcción en medio de lo complejo nos impone las diferencias y las coincidencias, la voluntad de imponer y la de conceder, etc. Lo que para el caso, equivale a tu tesis. Con la que habrá que ser consecuente o abandonarla.

Héctor Meda dijo...

Bueno Carlos apuntas cosas interesantes pero prefiero respondértelas en el próximo post que escribiré (ahora está en borrador) porque allí trataré mucho más in extenso el tema de nuestra naturaleza y su relación con el entorno.

Saludos