miércoles, 2 de diciembre de 2009

La ilusión del vivir

Un pez que distingue una lombriz cuando en realidad un cebo.

Un hombre perdido en el desierto que vislumbra un oasis en donde un espejismo.

Un manco que siente dolor en un brazo ya que momentáneamente olvidado de su tullida condición.

El payaso que hace una gracia aunque la carcajada porque él es la gracia.

Todos estos hechos recién registrados nos transfieren la convicción que Maturana magistralmente explicita en el libro Construcciones de la experiencia humana, pág.58:

Más allá de la vía sensorial a través de la cual tiene lugar una experiencia, y más allá de las circunstancias bajo las cuales ocurre, su clasificación como una percepción o una ilusión es una caracterización de ella que un observador hace a través de una referencia a otra experiencia diferente que, otra vez, sólo puede ser clasificada como una percepción o como una ilusión a través de la referencia a otra experiencia sujeta a las mismas dudas.

En suma: ninguna experiencia por sí misma tiene la garantía de auténtica por lo que nuestra idea de autenticidad, de estar ante lo auténticamente real, se cimenta no en algún metafísico fundamento transubjetivo que pueda ser consultado, sino en un yo entretejido con el resto de experiencias vividas y presto, por qué no, a ser desgarrado.

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