lunes, 13 de abril de 2009

Diálogo dominguer sobre el libre albedrío (1/2)

A continuación un diálogo sobre el libre albedrío, en parte como homenaje a aquel otro de Pseudópodo sobre lo sobrenatural.

(Escenario: Un domingo a la tarde en una terraza. Dos amigos: Horacio y Martin.)

Martin: (Está leyendo el periódico y de repente levanta la vista asombrado): ¡Increíble, tío! Escucha lo que dice el periódico: viola y mata a su novia pero como sólo tiene 17 años el muy capullo ni siquiera va entrar en la cárcel. ¡La ostia!, ¿es que acaso hay que tener dieciocho años para ser responsable de tus actos? ¡Joder! Si lo hubiera sabido antes no hubiera sido tan pazguato en mi adolescencia con los profes que me suspendieron.

Horacio: Pero si tú estabas hecho un empollón. En cualquier caso tú no crees en el libre albedrío y por tanto no creo que puedas afirmar que en puridad alguien tenga responsabilidad moral alguna en sus actos, ¿no?

Martin: ¿Einnnn? Esa es una gilipollez oída sienes de veces y que nunca he entendido a cuento de qué viene. A ver, no necesitamos para nada del libre albedrío como axioma a la hora de postular una moral porque lo que trata ésta y más claramente la ley, es de crear una estructura de incentivos que permita a los criminales ser disuadidos de sus fines. Punto. Es más, dicha estructura no existiría si asumiéramos que el hombre es libre, vamos, que elige sin coacción alguna, sea esta ambiental, biológica o maternal.

Horacio: La ley debe ser sólo disuasoria, bien, te lo concedo por mor del argumento, pero me cuesta mucho creer que tenga cabida en este mundo una responsabilidad moral, en el sentido de que exista un sujeto causante y no causado de actos morales, tal y como entiendes tú la naturaleza humana porque lo que vienes a decir es que la ley debe aplicarse como instancia correctiva mas si niegas la existencia de un sujeto plenamente libre en su actuar entonces cuando aplicas la ley, lo debes hacer con la conciencia de que dicha ley no sanciona ningún acto moral real, no señala ninguna falta auténtica de responsabilidad moral, sino que simplemente postula una responsabilidad a la víctima de la ley en aras de que el orden social sea sostenible. Definitivamente entiendes la responsabilidad como una ficción socialmente útil pero una ficción, al fin y al cabo.

Martin: ¡Joder! ¡Claro que hay responsabilidad! De hecho así como sin determinismo no tiene sentido la ley porque responde ¿qué sentido tiene una ley que se pretende disuasoria en un mundo lleno de seres con libre albedrío? ¿Eh? Bueno, te repito, así como sin determinismo no tiene sentido la ley, sin determinismo precisamente no tiene sentido la responsabilidad moral. Esa es la postura de los compatibilistas quienes creemos que si el determinismo es falso, entonces cualquier acto moral no tendría causa por lo que, amigo, ¿quién cojones es su responsable? Estaríamos hablando de crímenes sin criminales, o sea, que en la vida tanto te puede tocar la lotería como ponerte a robar a la vuelta de la esquina y eso sólo lo puedes evitar con, como mucho, una pata de conejo pero no con una conciencia moral o una ley disuasoria.

Horacio: Es que nadie discute que un acto moral está determinado. Lo que se discute es si el sujeto moral causante del acto moral estaba o no determinado en su actuar de forma que hay que determinar si la causa del acto moral se circunscribe únicamente a su persona o no, o si se desbordan siempre los dominios del causante por concurrir infinitos participantes al punto que no tiene sentido fijar un límite, que no tiene sentido cercar de algún modo al responsable del acto moral porque éste es una conjunción impersonal de átomos, genes, cultura siendo cualquier frontera una convención.

Martin: ¡Tío! Que está claro que la causa de un acto moral está limitada a un sujeto moral, vamos, al que ha realizado la acción. Eso nadie lo discute. Lo que se discute es si en su elección tal sujeto no está determinado por nada ni por nadie porque entonces lo que estás postulando es que el proceso de decisión es un proceso indeterminista. O sea, sin causa. Claro que entonces no has cambiado nada, es más, lo has empeorado porque, mira, si hubiera una máquina conectada a mi mano que me forzara a levantarla según una moneda saliera cara o cruz entonces los movimientos de mi mano no serían libres, por más que fueran aleatorios. Por cierto, no cambia mucho el caso si la máquina está conectada a mi cerebro para forzarme desde allí a subir la mano porque entonces sería el indeterminista resultado de la moneda y no yo mismo quien decidiera. Así que yo te pregunto ¿qué sentido tiene, colega, un concepto de responsabilidad moral cuando las decisiones son aleatorias? Precisamente para hablar de responsabilidad moral necesitamos partir del hecho de que es el propio sujeto racional quien causa las decisiones no que le vienen impuestas por una puta ruleta. Además así perdería su carácter de justo tanto el cielo como el infierno, ¿no?, porque estarían llenos de gentes tan merecedoras de estar en ellos como un tío al que le ha tocado la lotería ser merecedor del boleto ganador.

Horacio: ¿Quién hablado del infierno, Martin? No te emparanoies. El hecho principal es que estás haciendo mala metafísica al extraer conclusiones ontológicas de premisas autoimpuestas en aras de incrementar la eficacia epistémica de una indagación. El azar no es algo que se me imponga porque el azar no es algo, un ente o elemento del sistema a estudiar sino que es, insisto, un truco epistémico, un añadido ficticio para lidiar con nuestra ignorancia, es, en suma, el modo en que introducimos nuestra ignorancia en un sistema. Si el hombre-máquina, el que levanta el brazo cuando sale cara, y un hombre libre tienen unos idénticos resultados sólo aprehensibles con la introducción de azar en el sistema que los calcula entonces no puedes sentenciar que en un caso le venga impuesto las decisiones por algo fuera del sistema y que eso sea bien el azar o bien algún elemento del sistema, el propio sujeto decisor, el que determine los estados del sistema porque el azar, por definición, esconde la causación, corre un tupido velo sobre las causas que justifican el cambio de un estado del sistema a otro y tanto da afirmar que ha sido causado por X que por Y pero en ningún caso puedes afirmar categóricamente que sea uno u otro el causante ya que de hacerlo entonces no necesitarías introducir el azar en tu sistema.

Martin: Pero el azar no es algo mágico que nos llena huecos de forma milagrosa sino que es un modo de mesurar el error de nuestras teorías en su adecuación a la naturaleza. La cuestión es que si ésta no fuera mesurable entonces ¡no habría posibilidad de tal truco!. Mira, si yo afirmo que las posibilidades de que me salgan cara o cruz en un sistema son de cincuenta por ciento lo hago porque no soy capaz de calcular con un altísimo nivel de detalle los procesos físicos involucrados en el tirado de la moneda. Pero, de hecho, el proceso físico es determinista ya que no concurre ningún elemento cuyo comportamiento individual no lo sea luego por fuerza el resultado del tirar la moneda estará determinado. Si decimos que saldrá un cincuenta por ciento cara es porque con ese enfoque matemático, te lo concedo, logramos predecir el resultado a la larga, bien, pero no porque esté indeterminado o incausado el resultado de cada lanzamiento. Lo que digo yo es que otro tanto pasa con el indeterminismo inherente de nuestros procesos decisorios ya que estamos formados por elementos individuales de comportamiento determinista.

******************(CONTINUARÁ)***********************

6 comentarios:

Unknown dijo...

Hermoso y controversial tema;
sobre todo en estos tiempos de relativismo moral.
Personalmente me quedo con la parábola de don Juan y la piedra que imprevisiblemente cae por la montaña, y nuestra decisión de atarnos o no los cordones sueltos de los zapatos.
"el único acto de libertad posible consistía en atarme los cordones impecablemente."
Besos

pseudopodo dijo...

¡Gracias por el homenaje!

Ando fatal de tiempo, pero prometo leerlo con atención. De momento, sólo me ha quedado claro, por la manera de hablar, que tu Martín es de Bilbao ;-)

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Si tenemos en cuenta los efectos cuánticos, entonces SÍ es posible que el azar sea algo real, y no sólo una medida de nuestra ignorancia. El momento en el que se desintegra un neutrón no está determinado por su estado en el instante anterior; sólo lo está con cierta probabilidad.

Héctor Meda dijo...

Cerriwden,

Desconozco la parábola de Don Juan y la piedra, ¿cuál es?

Pseudópodo,

Estáte tranquilo en leer los post que no los voy a borrar ;-)

Y sí, Martin es de Bilbao XDDD

Jesús,

Eso lo trataré mañana en mi siguiente diálogo. De hecho empieza así, discutiendo sobre la naturaleza real del azar de los procesos cuánticos.

Unknown dijo...

A riesgo de ser tediosa transcribo/copypasteo el texto:
Atravesábamos un día un barranco de paredes muy escarpadas cuando un enorme pedrusco se desprendió de su sostén rocoso y cayó con fuerza formidable al fondo del cañón, a 20 ó 30 metros de nosotros. El tamaño de la piedra hizo que su caída resultara impresionante. Don Juan dijo que la fuerza que rige nuestros destinos está fuera de nosotros, y nada tiene que ver con nuestros actos ni con nuestra voluntad. En ocasiones, esa fuerza nos lleva a detenernos en el camino para inclinarnos a atar los cordones sueltos de los zapatos, como yo acababa de hacer, y ganar así un momento precioso. De seguir adelante, era indudable que la roca nos hubiera aplastado. No obstante, otro día, en otro desfiladero, era probable que la misma fuerza decisiva exterior nos obligara a anudarnos los cordones en e preciso lugar sobre el cual descendiera un canto rodado de iguales dimensiones. En ese caso, nos hubiese hecho perder un momento precioso: de continuar andando, nos habríamos salvado. Don Juan concluyó que dada nuestra total falta de control sobre las fuerza, que decidían mi destino, el único acto de libertad posible consistía en atarme los cordones impecablemente."



Es un enfoque muy peculiar el que D. Juan plantea respecto a la libertad y el destino. Hoy, para la mayoría, el destino parece ser aquello que atenta contra nuestra libertad. La noción de destino ha representado para el pensamiento humano una cuestión muy ardua de enfrentar. Y ello, debido a que detrás del concepto late una de las preguntas esenciales de la existencia humana: ¿Somos libres o estamos determinados? ¿Está nuestra vida escrita ya de antemano, como parece afirmar D. Juan, en algún libro cósmico y sagrado, en los astros, o por contra, la existencia de cada persona es producto de su libre albedrío?. Resulta evidente que vivimos situaciones que escapan por completo a nuestro control y elección, por ejemplo, la muerte, una enfermedad, un accidente. Por otro lado, es muy fuerte la sensación que tenemos de que, en muchas ocasiones, tomamos decisiones y que éstas determinan considerablemente el futuro acontecer. Para la razón esto constituye una antinomia. Si estamos determinados no existe libre albedrío, pero si somos libres y nuestras elecciones cuentan, el determinismo es una ilusión.

Héctor Meda dijo...

Esa parábola que has contado, Cerriwden, me recuerda a la comparación que no sé quien realizó sobre nuestro libertad que sería similar a la capacidad de movimiento que tiene un violín dentro de su estuche.

Por otro lado, tienes razón en que no se puede hablar de destino y a la vez de libre albedrío, que de algún modo hay que elegir.