sábado, 4 de abril de 2009

Mi mundo ni como voluntad ni como representación

Quisiera citar y comentar en esta anotación un texto que resume a la perfección un aspecto muy importante de la que considero la mejor teoría de la cognición habida hasta la fecha: la teoría de Santiago, ideada por Maturana y Varela y plasmada en su libro El árbol del conocimiento.

Una teoría de la que en breve espero escribir un resumen, no obstante lo que hoy quiero mostrar de dicha teoría es cómo se evita caer tanto en la trampa del solipsismo como en la del representacionismo. Trampas, que el resto de las epistemologías sí han caído al acabar postulando que existe un mundo bien como fruto de nuestra voluntad, bien como fruto de nuestra representación al que agarrarse objetivamente.

Por el contrario la perspectiva epistemológica netamente biologicista aquí defendida postula, como se verá, que lo que nosotros denominamos proposiciones sobre o incluso evidencias de la realidad tienen un carácter exclusivamente intersubjetivo, es decir, común a todos aquellos seres que comparten la misma estructura neurobiológica.

Estamos en la página 87 del libro:

La visión más popular y corriente hoy día considera al sistema nervioso como un instrumento mediante el cual el organismo obtiene la información del ambiente que luego utiliza para construir una representación del mundo que le permite computar una conducta adecuada a su sobrevivir en él. Esta visión exige que el medio especifique en el sistema nervioso las características que le son propias, y que éste las utilice en la generación de la conducta tal como nosotros usamos un mapa para trazar una ruta.

Sin embargo, sabemos que el sistema nervioso como parte de un organismo opera con determinación estructural y, por lo tanto, que la estructura del medio no puede especificar sus cambios, sino sólo gatillarlos. Aunque nosotros como observadores, por tener acceso tanto al sistema nervioso como a la estructura del medio en que éste está, podemos describir la conducta del organismo como si surgiera del operar de su sistema nervioso con representaciones del medio, o como expresiones de alguna intencionalidad en la persecución de una meta, estas descripciones no reflejan el operar del sistema nervioso mismo y sólo tienen un carácter de utilidad comunicativa para nosotros los observadores, y no un valor científico.

(...) Nos encontramos, pues, con una gran dificultad y resistencia, porque nos parece que la única alternativa a la visión del sistema nervioso como operando con representaciones es el caso de la negación de la realidad circundante. En efecto, si el sistema nervioso no opera -y no puede operar- con una representación del mundo circundante, ¿cómo surgen entonces la extraordinaria efectividad operacional del hombre y los animales, y su enorme capacidad de aprendizaje y manipulación del mundo? Si negamos la objetividad del mundo cognoscible, ¿no quedamos acaso en el caos de la total arbitrariedad porque todo es posible?

Esto es como caminar al filo de una navaja.

Hacia un lado hay una trampa: la imposibilidad de comprender el fenómeno cognoscitivo si asumimos un mundo de objetos que nos informa porque no hay un mecanismo que de hecho permita tal "información".

El problema radica en que si existe información entonces al instante aparecerá un teatro cartesiano en nuestra cabeza con la consiguiente aparición del espectador de dicho teatro lo cual aboca a una explicación de la cognición idéntica a la humorística explicación dada en una obra de Moliere a propósito de por qué era adormecedor un somnífero, a saber: porque tenía una virtud dormitiva

Hacia el otro lado, otra trampa: el caos y la arbitrariedad de la ausencia de lo objetivo, donde cualquier cosa parece posible. Tenemos que aprender a caminar sobre la línea media, en el mismo filo de la navaja.

Unas páginas más adelante expresarán este funambulista paseo de una forma más poética, como la Odisea epistemológica: navegando entre el remolino Caribdis del solipsismo y el monstruo Scila del representacionismo

En efecto, por un lado tenemos la trampa de suponer que el sistema nervioso opera con representaciones del mundo. Y es una trampa porque nos ciega ante la posibilidad de dar cuenta de cómo funciona el sistema nervioso en su operar momento a momento como sistema determinado con clausura operacional(...)

Tal vez sea preciso aclarar que por clausura operacional del sistema nervioso se entiende que su identidad está especificada por una red de procesos dinámicos cuyos efectos no salen de esa red.

Por el otro lado, tenemos la otra trampa, la de negar el medio circundante, la de suponer que el sistema nervioso funciona completamente en el vacío, donde todo vale y todo es posible.

Y conste que hay gente que cree eso. Lo llaman Magia del caos

Es el extremo absoluto de la absoluta soledad cognoscitiva o solipsismo (...). Y es una trampa porque no nos permite explicar cómo hay una adecuación o conmensurabilidad entre el operar del organismo y su mundo.

Y es una trampa porque no nos explica cómo es que el mundo permanece aún cuando dormimos

Ahora estos dos extremos o trampas han existido desde los primeros intentos de comprender el fenómeno del conocer, aún en sus raíces más clásicas. Hoy día, predomina el extremo representacional; en otros tiempos, ha predominado la visión correcta

Efectivamente la tan en boga teoría computacional de la mente defendida por tantos y tantos pensadores contemporáneos (Hofstadter, Dennett, Pinker, Churchland) presupone un información dada que es recogida por nuestro sistema nervioso por lo que este funcionaría como un sistema de procesamiento de la información. Como una herramienta, en definitiva.

Si predomina dicho representacionismo es tal vez porque la ciencia ha bebido y bebe de las ontologías griegas que cuidaron y transmitieron los escolásticos las cuales siempre postulan un universo legalista siendo la superstición de que existen dichas leyes naturales algo que inevitablemente ha infectado a toda la tradición occidental de una epistemología representacionista.

Esto se ve con el mito del Nomoteta, un mito típicamente judeocristiano, ya que en cierto modo se podría decir que todo el pensamiento occidental desde la filosofía fisicalista hasta la teología escolástica pasando por la ciencia ontológicamente neutra tiene en común su creencia en que los animales tienen un nombre en el cielo, esto quiere decir, que la naturaleza, el nombre, de todo ser es aprehensible con algún lenguaje sea matemático, verbal, etc. y no es de extrañar que el platonismo sobreviva en círculos, tan poco sospechosos de ser metafísicos, como el de los matemáticos.

Por el contrario, el pensamiento oriental se engloba perfectamente en el siguiente aforismo:

El Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno

Con esto quiero decir que sólo en el otro hemisferio se han propuesto teorías de corte solipsista pues allí hay una aversión a creer que el mundo es entendible mediante conceptos, es más, hay una tendencia a considerar toda percepción de la realidad -e incluso la realidad misma- como ilusoria.

Véase el ejemplo, entre otros, del Budismo (curiosamente Varela se consideraba budista) en donde se dice que la solución de todos los problemas existenciales vendrá cuando uno despierte consistiendo dicho despertar en

descubrir por experiencia directa (más allá del mero entendimiento intelectual) que los objetos y fenómenos (incluido su yo propio) no existen exactamente de la manera que se cree, sino que solo son representaciones mentales

Seguimos con Maturana y Varela:

Nosotros queremos proponer ahora cómo cortar este aparente nudo gordiano y encontrar una manera natural de evitar estos dos abismos en el filo de la navaja. (...) La solución es la de mantener una clara contabilidad lógica. Esto equivale a no perder nunca de vista aquello que dijimos desde un comienzo: todo lo dicho es dicho por alguien. La solución, como todas las soluciones de aparentes contradicciones, consiste en salirse del plano de la oposición y cambiar la naturaleza de la pregunta pasando a un contexto más abarcador.

La situación es en realidad simple. Como observadores, podemos ver una unidad en dominios diferentes, según sean las distinciones que realicemos. Así, por un lado, podemos considerar a un sistema en el dominio del operar de sus componentes, en el dominio de sus estados internos y sus cambios estructurales. Desde este operar, para la dinámica interna del sistema, el ambiente no existe, es irrelevante.

Por otro lado, también podemos considerar a una unidad en sus interacciones con el medio y describir su historia de interacciones en él. Para esta perspectiva en la que el observador puede establecer relaciones entre ciertas características del medio y la conducta de la unidad, la dinámica interna de ésta es irrelevante.

Ninguno de estos dos posibles dominios de descripción es problemático en sí, y ambos son necesarios para satisfacer nuestro sentido de cabal entendimiento de una unidad. Es el observador quien desde su perspectiva externa los correlaciona; es él quien reconoce que la estructura del sistema determina sus interacciones al especificar qué configuraciones del medio pueden gatillar en él cambios estructurales; es él quien reconoce que el medio no especifica o instruye los cambios estructurales del sistema.

Por ejemplo, antes hemos hablado de la supuesta virtud dormitiva de los somníferos. Es evidente que no hay tal sino unos componentes químicos que al conjuntarse con los nuestros producen determinado resultado. Esto se ve aún más claro con la alergia a ciertos tipos de polen que no proviene de que el polen tenga una virtud alérgica dado que a alguna gente le afecta y a otra no por lo que es la particular fisiología de algunos individuos la que desencadena la reacción alérgica ante la presencia del polen.

Es por todo ello que, en puridad, nada de lo que le acontece a un organismo es de origen externo sino que todos los eventos de un sistema están determinados por su propia estructura siendo sólo esta la que determina el espacio posible de estados y si el sistema no es capaz de procesar la modificación del entorno, desaparece como tal; significando esto en los sistemas biológicos lisa y llanamente la muerte.


El problema comienza cuando nos cambiamos, sin notarlo, de un dominio al otro, y empezamos a exigir que las correspondencias que nosotros podemos establecer entre ellos, porque podemos ver estos dos dominios simultáneamente, entren de hecho en el operar de la unidad, organismo y sistema nervioso en este caso.

Y es que esta perspectiva me recuerda a cuando los antiguos creían al ver un eclipse que la luna y sol se estaban citando

Al mantener limpia nuestra contabilidad lógica, esta complicación se disipa, nos hacemos cargo de estas dos perspectivas y las relacionamos en un dominio más abarcador que nosotros establecemos. Así no necesitamos recurrir a las representaciones, ni necesitamos negar que el sistema opera en un medio que le es conmensurable como resultado de su historia de acoplamiento estructural. Todo esto quizás se aclara más a través de una analogía

Si todo pensador tiene un eslogan para su empresa filosófica: Platón tiene su Caverna, Descartes su genio maligno, Kant su paloma entonces la carta de presentación de Maturana y Varela bien podría ser el submarino de la siguiente alegoría:

Imaginemos a un sujeto que ha vivido toda su vida en un submarino y que, no habiendo jamás salido de él, ha recibido un entrenamiento perfecto de cómo manejarlo. Ahora, nosotros estamos en la playa y vemos que el submarino se acerca y emerge grácilmente a la superficie. Entonces, tomamos la radio y decimos al piloto interior:

"Felicitaciones, has evitado los escollos y emergido con gran elegancia; las maniobras del submarino te resultaron perfectas"

Nuestro amigo del interior, sin embargo, se desconcierta:

"¿Qué es eso de escollos y de emerger? Todo lo que yo hice fue mover palancas y girar perillas y establecer ciertas relaciones entre indicadores al accionar las palancas y las perillas, en una secuencia prescrita de acuerdo con mi modo acostumbrado. Yo no he realizado maniobra alguna, y que, además, me hables de un submarino, me parece casi una burla"

En mi opinión, a pesar de que la interpretación al uso de la alegoría de la Caverna platónica implique una epistemología representacionista, creo que es posible una reinterpretación de dicha alegoría y por tanto es posible encajar cierto platonismo a la teoría aquí descrita.

Y es que:

Para el hombre en el interior del submarino, sólo existen lecturas de los indicadores, sus transiciones, y las maneras de obtener ciertas relaciones específicas entre ellas. Sólo para nosotros afuera, que vemos cómo cambian las relaciones entre el submarino y su ambiente, existe la conducta del submarino, y ésta puede aparecer más o menos adecuada según las consecuencias que tenga.

De este modo, podríamos entender al hombre que vive sólo en y ve sólo la caverna como al hombre del interior del submarino y así como desde una perspectiva objetiva podríamos ver que lo que percibe no es tanto un reflejo visual de la realidad auténtica como un reflejo estructural de dicha realidad.

Es decir, si la estructura operativa del interior del submarino funciona es porque estructuralmente es acoplable con la del exterior de forma que si nuestra cognición está adaptada al entorno es porque aunque no participa de una estructura idéntica de dicho entorno, de dicha realidad auténtica; sí que produce los mismos resultados por lo que podríamos decir que nuestra "representacional" estructura cognitiva -sea cual sea su modelo matemático funcional- es una sombra de la estructura real subyacente.

Seguimos:

Si hemos de mantener la contabilidad lógica, no debemos confundir el operar del submarino mismo, su dinámica de estados, con sus desplazamientos y cambios de posición en el medio. La dinámica de estados del submarino con su piloto que no conoce el mundo exterior, nunca ocurre en un operar con representaciones del mundo que el observador externo ve: no involucra ni "playas", ni "escollos", ni "superficie", sino sólo correlaciones entre indicadores dentro de ciertos límites. Entidades como playas, escollos o superficies son válidas únicamente para un observador externo, no para el submarino ni para el piloto que opera como componente de él.

En este sentido creo que apunta a lo que venía a decir Kant con su concepto de categorías siendo estas categorías las que constituyen la condición de posibilidad para poder pensar los objetos de modo que es la mente la que hace emerger desde sí misma determinadas formas cognitivas a priori que organizan el material múltiple que le proporcionan los sentidos y que no siendo representaciones reales ni de "playas", ni "escollos", ni "superficie" al acoplarse estructuralmente al entorno, al ser estructuralmente degeneradas con el entorno, al ser estructuralmente diferentes pero producir resultados parecidos, nos proveen un medio de operar en la realidad.

Y ni que decir tiene que

Lo que es válido para el submarino en esta analogía es también válido para todos los sistemas vivos: para el sapito con ojo rotado, para la niña-lobo y para cada uno de nosotros los seres humanos

6 comentarios:

Carlos Suchowolski dijo...

¿Hasta qué punto ajustarías/variarías o mantendrías (y Varela) la tesis que tan estrechamente parece asociada al "submarino" si de este se diera una descripción REAL y no ESQUEMÁTICA? Es decir, si el submarino estuviese realmente en el mar real (el que observa el "observador externo" que lo ve evolucionar "en el mundo", o "mar") en donde existen "resistencias", "fuerzas", "un oído humano" sensible a giros, ascensos y descensos, etc., y que el "humano" real detectaría además de ver sólo "palancas y controles variando" sin sensación corporal alguna que le sugiera un mundo con ciertas (en todo caso "extrañas") reglas que lo inducirían sin duda a elaborar teorías explicativas?

Héctor Meda dijo...

Hola Carlos,

Veo que recien has vuelto del viaje (por cierto, ¿qué tal bien? un post sobre él, por favor) y ya estás haciéndome puntualizaciones, correciones y hasta enmiendas a la totalidad XDDD

Te lo agradezco ;-)

Respecto a este comentario en concreto debo decir que la premisa de partida es precisamente que el submarinista no tenga noción del exterior y aún no siendo este hecho verosímil sirve para ilustrar que incluso así se podría afirmar que sí lo tiene y dicha afirmación sólo tiene sendito afirmarla desde la perspectiva del observador que le imputa sin fundamente, ese es el quid, dicho conocimiento.

Es análogo a los antiguos que cuando veían un eclipse lo explicaban pensando que el sol había querido citarse con la luna en vez de pensar que todo ello era un proceso determinista.

Lo real, en cualquier caso, sería que el submarinista es un grupo de neuronas ignorantes del exterior cuyo funcionamiento es maquinal y que si no consiguiesen salvar los escollos entonces la selección natural las habría borrado del mapa.

Estoy a punto de publicar un resumen de la neurofilosofía de Maturana que tal vez aclara mejor todas las dudas.

¡Ah! Por cierto, estaría muy interesado en que votases en la encuesta que he puesto en el blog y que incluso me dijeses cuál es tu opinión

Carlos Suchowolski dijo...

Voté inmediatamente, no sé si se ha notado. En cuanto a opinar: en fin... el hecho de que vuelva a insistir e incluso a "enmendar" (o sea, a meter la cuchara y lo que haga falta) es creo un índice de mi interés, ¿no? Creo sinceramente que el tuyo es de los blogs más interesantes de los que conozco (incluso creo que no hay muchos que desconozca ya, al menos en nuestro amadísimo idioma). Por eso no sólo te sigo (y persigo, je...) sino te publicito en mi blog. Sólo espero que haya alguna ocasión para discutir face to face ya que eso tal vez permitiría precisiones sobre la marcha que siempre ayudarían, creo...
Un abrazo y hasta siempre.

Héctor Meda dijo...

Gracias Carlos, sabes que el sentimiento es mutuo y en cunto el face to face, desgraciadamente mi estudiantil penuria económica me obliga a quedarme aquí en el norte pero no tengo ninguna duda que algún día, no sé si más tarde o temprano, quedaremos.

Y gracias por votar, no sabía que lo habías hecho ;-)

Sierra dijo...

En el fondo, plantea el problema —aparente— de que ninguna interpretación del mundo sea incuestionable, como una divergencia entre la representación y la objetualidad. Está muy bien.

Sin embargo, tengo mi teoría personal al respecto: si el mundo no puede interpretarse satisfactoriamente quizá no sea porque hayamos usado las herramientas incorrectas, sino sencillamente porque el mundo no tiene ninguna explicación.

Héctor Meda dijo...

En mi opinión, el mundo no tiene explicación pero no tiene explicación humanamente cognoscible, no que no sea explicable de algún modo.

Recogiendo la historieta Quine/Eco de mi último post y entendiendo el concepto de gagavai como el significado del mundo entonces yo diría que gagavai no tiene equivalente exacto en el lenguaje del explorador/humano pero sí que se refiere a algo por eso podemos hacer traducciones aproximadas.