Monismo Infinitesimal
Dije antes, a propósito de La Trenza de Tres Cabos, que todo esto nos llevaba a diferentes planos ontológicos.
Pero, ¿cuántos?
Infinitesimales.
Vamos a explicar lo que es un Monismo Infinitesimal: una ontología de Lo Real como Espacio de lo Pensable.
Parto de un hecho obvio y radical sobre Lo Real: todo es Real...de algún modo.
¿Que un peque tiene miedo del hombre del saco? <<Nooo, eso EXISTE sólo en tu imaginación>>.
Por cercarlo en argumentos y sin escenitas: toda consciencia es consciencia de algo , como se ha dicho tantas veces, y por lo tanto, cualquier algo dado en el pensamiento debe existir.
Chimpún. Ahí está todo lo que necesitabas saber sobre ontología.
Vamos a concretar por si acaso, qué tal real es lo diferentemente Real que es real.
Todo pensamiento es pensamiento de algo. "Algo", por tanto, que debe existir como Forma que da forma y fijación a nuestro pensamiento para que éste puede ser a su vez fijado en otro oyente o lector y no suceda que las verdades sean mudables y los pensamientos incomunicables. Esta vendría ser la doctrina de sentido común de Platón.
Pasa que Aristóteles le protesta una expresión, la del verbo "participar" que no mejora ni aclara aquella parecida de los pitagóricos: "imitar".
Y de resultas de que las Ideas (o Formas) "participen" de lo real se puede caer en diferentes escaleras escherianas según se abran unas puertas u otras de un verbo mal a-porta-dado.
En su Parmenides, Platón convoca esas refutaciones futuras y las polemiza de una manera implícita y acertada (para mi convincentes) sin empero revocarle el puesto a un verbo (cuando menos) opaco.
Si imaginamos que cada concepto tiene su némesis polar hacia la cual tiende un eje sobre el que un concepto puede situarse, más acá o más allá, tenemos que la Forma se presentiza o ausenta según en donde lo coloquemos.
Entre el blanco y el negro, hay grises.
En ese caso, el concepto Ideal no sería tan solo un Punto aislado cuanto una línea, un eje concepto/nemesis que en su axialidad proyecta un espacio semántico plenamente ordenado para que un concepto encuentre su asiento en cualquiera de los puntos cardinales que van de un cabo a otro del segmento.
La linealidad daría cuenta de la existencia de participaciones impuras —no meramente las pulcras—, como aquella relación ambigua de semejanza que Cornford menciona: el reflejo distorsionado en un vaso participa, sí, de la Semejanza, pero de modo imperfecto, a diferencia de la participación plena e intensional por la cual el Uno participa de la Unidad sin resto ni degradación. La diferencia no es categórica, sino de grado: una cuestión de fidelidad en la instanciación.
Igual pasa con un mero segmento real del 0 al 1, dentro de cada eje habría huecos para infinitas posiciones que a modo de Cortaduras se harían inconmensurables (que no inmiscibles) al resto sin perjuicio de romper el segmento y la continuidad.
Del cruce de diferentes axialidades, un algo se se haría haciéndose un hueco en el espacio de lo pensable según sus co-ordenadas existenciales.
Las individualidades serían in-conmensurables pero no inmiscibles de manera que mi forma de percibir el mundo sería tan radicalmente distinto al resto como PI de cualquier número, si bien, no dejaría estar inscrita en unas co-ordenadas de lo real fruto de la multi-axialidad del Espacio de lo Pensable, el cual, a-una todo lo Pensable, a-una todo aquello de lo que la consciencia --que siempre es consciencia de algo-- es.
Por lo tanto hemos atacado el primer ochomil de la ontología, yo creo, aquel que pide aclarar el paso de lo Uno a lo Multiple y viceversa sin desmedro de lo uno ni de lo otro. Es decir, sin negar a lo singular su irreversible Devenir que lo hace irrepetible y también sin negar que la realidad se deje a-unar en conceptos y fijaciones que nos permitan comunicar impresiones.
Pero además, esto también explicaría por qué existen analogías y metáforas siendo un fenómeno más desconcertante de lo que se suele batallar: dos conceptos podrían ser disímiles en toda su mismidad por estar co-ordenados por parecidos pero diferentes ejes, uno sería <<x,y,z>> y el otro sería <<x, y,k>> y a resultar de substraerle a ambos su tercer eje encontrar en un nivel más abstracto una identidad, pej, al oro y el amarillo de un cabello rubio (la metáfora buscaría además por connotación alucinar un eje en el otro e im-presionar que ese amarillo es oro y no girasol porque el oro es valioso).
Así, hemos delimitado un dominio intermedio entre la forma universal y el caso singular además de entre lo absolutamente verdadero y lo patentemente falso. Este ámbito explica por qué ciertas metáforas resultan más adecuadas que otras, no por correspondencia exacta —pues toda analogía es en rigor imprecisa—, sino por su capacidad de sostener un marco de referencia operativo dentro del discurso. La belleza de una comparación no reside en su perfección isomórfica, sino en su aptitud para generar consenso pragmático en la fijación de significados, sin conjurar para ello un esquema conceptual plenamente regimentado con el que alcanzar la plena precisión.
Hasta aquí la Semántica.
Pero ¿por qué hay Semas y no más bien nada?
Si el Principio de Razón Suficiente (PRS) fuera falso, por puro caramboleo y dado un tiempo in-defenido, unos monos podrían escribir Shakespeare, vale decir, lo real acabaría en-carril-ando una realidad con PRS que en virtud de su PRS-idad no dejaría de ser lo que es y ya siempre será.
Analogía pedagógica: tu puedes tener infinitos números parecidos a Pi que en el ultimo momento de su descifrarse te traicionen. Pero si puede salir cualquier numero, tarde o temprano, sí o sí, te saldrá Pi y solo Pi y cualquier impugnación de esta condena es teleología encubierta.
En definitiva: Sí que hay un debe en todo lo contingente: no tener un debe por lo que su ser no debe ser un "no-debe". El hipercaos en su ser hipercaos, ¿qué tanto debe ser ese es? Porque si hay una identidad, hay un debe; si no hay identidad, ¿por qué no llegar a ser PRS? Con esto, pero por muerte sucesoria, se hereda un porqué del por qué hay algo y no la nada.
Bien tenemos, pues, la Semántica, ahora, ¿cómo nace lo sensible de lo estático?
Vamos a satisfacer ahora por qué hay física, movimiento, algo que compulsivamente preocupaba a el Estagirita, Aristóteles, pues en su Metafísica una y otra vez protesta y demanda, desde a los primeros ontólogos, los pitagóricos, hasta a su mismísimo maestro, Platón, que se le explique cómo se pasa de lo estático a lo móvil, el devenir, o en expresión feliz de Hawking (de la que tiro de memoria): ¿cómo se da fuego a las ecuaciones para que prendan un universo?
Berkeley acertó a encontrar el derivar de nuestra idea de causalidad verdadera a partir de una única experiencia asociada a la mente: la experiencia de la volición.
Esto contrasta con el modo con que los heptapodos de Ted Chiang en La Historia de Tu Vida perciben el mundo que no será a través de la formulación habitual de la física que es causal sino a través del principio variacional de Fermat, vale decir, en ellos habría una contemplación estática, meta-física, de la existencia y no tendrían que andar satisfaciendo las demandas de movilidad aristotélicas.
Es con nosotros en donde lo real se nos de-viene que hay que mirar a cómo nos con-viene cognoscer el mundo desde el Espacio de lo Pensable y es así que nosotros nos encontramos que A causa B de una manera contingente (como todo lo empíricamente verificado) pero in-impugnada, reiterada, vale decir, afín a un modelo científico Pensable: lo que estaría sucediendo es que A y B serían con-vinientes o co-existentes desde el punto de vista alephiano de los heptapodos (o según el principio variacional de Fermat) pero que nosotros NO lo experimentamos así porque nuestro Ego es una particular forma de con-tempo-rizar diferentes puntos del Espacio de lo Pensable.
Cuando la Semántica se contemporiza de manera no alephiana, entonces aparece la sOmántica que es nuestra particular congnosciencia de lo Real: nuestro Campo de Sentido de lo cognoscible.
En ese sentido, lo humanamente vivido por cada cual sería inconmensurable pero compartiría ejes con todo lo Humano que, como un Alma del Mundo, sería una "neurobiología" propia, vale decir, una multiaxiología de lo Pensable que a-una-haría realidades en Tiempo y Forma.
El Yo hace de umbral entre un flujo sensible y la discrecionalidad de las sucesivas impresiones convirtiendo la concurrencia del devenir en una ocurrencia agentiva donde la coalesciencia de los eventos se adviene de manera volitiva y con-tempo-rizada.
Así, nuestro existir tal cual sería producto de una co-existencia que no podría con-venir-se de otra manera: en tanto que somos como somos, nos hacemos a la existencia físicamente perceptible de esta manera con-junta. Aunque podemos alcanzar (gracias el lenguaje) a pensar ciertos puntos del Espacio de lo Pensable, nuestros ojos y piernas y sentidos que con-vienen con nosotros se hacen a la con-viniencia de una realidad circundante según su propia capacidad con-juntiva. (Para percibir luz ultravioleta, necesitaríamos conos y bastones en los ojos del tamaño de casas, no de micrometros como actualmente.)
Un poco de "fantasía" a lo Timeo para visualizar esto que digo: Hay una novela de Greg Egan, Cuarentena, donde a los humanos un día se les aparece un cielo oscuro donde antes el nuestro estrellado. Pronto se revela la que humanidad es "capada" de la visión de las estrellas como parte de un enigmático bloqueo impuesto por una civilización avanzada (los "vigilantes" o seres de la burbuja)
De manera maravillosamente aterradora, Egan se vale de las especulaciones del colapso de la onda cuántica (como cuando el Gato de Schrödinger da en vivir o morir: ha colapsado su estado superpuesto) para analogar nuestro existir observativo con lo que produjeron las cianobacterias en la Gran Oxidación: se nos estaría quitando de ver el universo para evitar colapsar su superposición cuántica y con ello implosionar otras formas de vida que vivirían en ese estado no materializado.
Lo que me quedó estimulado (porque comprender poco: el autor es matemático: hace ciencia ficción muy por encima de mi lego nivel) de aquella novela es que nuestra materialización in-presiva de eventos reales (el gato muerto, el gato vivo) sería producto de una coexistencia de nuestra consciencia de aquiesciencia adpatativa...y esto es trasladable a mi juicio a una posición meta-física donde lo estático se habría dinamizado a fuer de una teleología que hace con-venir lo ad-venido para que quede todo con-tempo-fijadamente venido.
Por supuesto, que nuestra somántica de la causalidad nos ad-venga a un tiempo, no quita a que podamos tener acceso a una semántica más allá de todo tiempo: la física-matemática, sin ir más lejos, puede construirse semánticamente en torno a principios invariacionales (siguiendo el modelo de Fermat como recuerda Ted Chiang en su cuento) y no necesariamente según el acontecer secuencial.
En este caso, nuestra personalidad NO sería sino un punto más co-ordenado dentro del Espacio de lo Pensable, lo Real, mientras que el "Yo"-sintiente, en tanto que multiplexor , sería lanzadera de un devenir trama y una urdimbre de Ideas a-una-dos.
Sería un orden dentro del Orden que como tal tiene su propio hacerse Campo de Sentido. Cada Yo con-textura-rizaría todos los yoes temporalmente sucesivos y precedentes en una madeja consecutiva y con-tempo-rizante de Ejes que incardinarían nuestra existencia.
De hecho, la teoría de Erwin Schrödinger sobre la vida se puede resumir igualmente en que existe una corriente que se resiste a la entropía --él la llama neguentropía-- por la cual participa toda la vida.
Nosotros somos ecosistemas de bacterias, que a su vez formamos parte de otros ecosistemas, etc.
La vida no sería algo desgajado a la que haría mecha un elán vital sino un proceso participatorio: una red de interacción y coafluencias que conjuran y conjuntan la gran Corriente de la Vida a la que se pliega el Desorden: donde hay vida, hay ecología, trama y urdimbre.
Pero ese Des-orden, la Entropía, igualmente NO sería un Hiper-Caos, sino un Orden texturalmente menos denso si permite la analogía visual y textil, sería como esas corrientes oceánicas, la neguentropía, dentro de las grandes corrientes Oceánicas que son en sí mismas los Océanos.
Esto sucede cada cosa dada en el Espacio de lo Pensable puede tener más o menos ejes que lo co-ordenen de manera que su contexturización les da más o menos densidad de realidad. Entendiendo densidad en términos de contextura y por tanto concurrencia, somántica, no en términos de realidad real porque, en todo caso, sería más reales (si hubiera que hablar así) aquellos ejes más primarios cuya concurrencia es ineludible, menos contingente.
El Monismo Infinitesimal podría asemejarse a Latour y su convicción de que lo real se red-alista en términos en-redados sólo que él en su irredectambulismo insiste que sólo hay un eje de lo real, todo es horizontal, todo es irreducible, nada se reduce a nada, ¡viva la inmanencia!, mientras que yo, por el contrario, no solo apelo a un eje vertical que inauguraría UNA trascendentalidad sino que reclamo una infinidad de ejes contexturizando de manera infinitesimal diferentes hechos de Lo Real al punto que desde un miedo infantil hasta las ecuaciones de la física, todo existiría en sinfonía de ejes que tejen y desmadejan lo eterno a cada instante de Lo Real.
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