Summa Metaphysicae II :Metafísica digital
Bien. Podrás tácticamente concederme: no acabas sino de afirmar que el Orden es imperecederamente real pero con ello no termino de exiliar todo des-orden fluctuante, al cabo, tal vez lo Real tiene en la Seronita una permanencia indeleble como cuando en la linde de un lago escarbamos la frontera y sin manera de orillar a un lado barro, al otro agua. En suma, el azar puede que sea inexcusable en su monumentalidad si bien no de manera ubicua, pervasiva, eso ya me lo concedes.
Tenemos aquí el "Thateron" de Platón en <<El Sofista>> que ha resucitado en tiempos modernos encontrando encarnaciones seronitas siendo tal vez la más paradigmática la de Derrida: aquí en <<El Sofista>> se intenta y fracasa en domesticar la Diferencia: el Thateron no es un concepto, sino el síntoma de que el juego de las diferencias es inagotable, escribirá el francés. Platón, al intentar fijar los géneros supremos, depende de una diferencia irreductible que excede su sistema.
¿Esto es así?
Vamos por partes. Efectivamente, el conocimiento antes arribado es bastante discreto...lo cual es colosalmente importante.
Déjame explicarte.
Se podría decir que Platón fue el primer metafísico de lo digital al posar un fondo de inmanencia ontológico de carácter discrecional a partir del cual muelle-fundar una proposicionalidad de lo real, una en donde quepa decir en ultima instancia si verdadero o falso cualquier realidad pensable.
Por aquel entonces, la infinitud de los números los primos --piedra de toque del carácter constituyente de los mismos respecto a la totalidad de los números-- no había sido demostrada.
¿Y hoy? Si tengo una magnitud física analógica, ¿en ultima instancia no será digital puesto que así es la matemática cuyo piedra de toque es la primalidad?
Actualmente podemos concluir que no toda la matemática puede reducirse a lo primal/discreto, y no solo por los teoremas de Gödel, sino porque lo continuo excede lo finitamente representable.
La física actual, de hecho, parece mezclar ambos mundos: Lo discreto (cuántica) y lo continuo (relatividad), pero no hay un marco unificado que resuelva la tensión.
La pregunta ontológica ("¿Es el universo digital o analógico?") sigue abierta, pero Gödel nos advirtió que ningún sistema formal podrá demostrar su propia respuesta definitiva.
Debemos acudir a la ventanilla correspondiente por lo tanto y evaluar si el carácter estatuario de lo seronita es un contigencia de nuestros pensamientos actuales o un síntoma de que toda ontología no se deja aislar entitativamente de una manera tal que se puede alcanzar una proposicionalidad (con valor veritativo: ¿esto es verdad o no? tertium non datur) que nos frene el hurgamiento y dé fin a toda profundización ulterior.
A propósito, ¿no podría existir un magnetar Thateron que emitiera ráfagas de Rayos Gamma con una periodicidad aleatoria que rajara de raíz la textura en Orden de la Realidad.
Incluso el Azar (recordemos: indemostrable) hipotético de este magnetar Thateron cuyo patrón de emisión de señales fuera aleatorio, podría ser abarcado por cualquier fórmula matemática.
Sea cual sea el patrón SETI que puede emitir un Thateron, al cabo, será seronita puesto que según el teorema de Interpolación Polinómica dado cualquier secuencia finita de N números reales (o complejos) existe al menos UN polinomio de grado menor o igual a N-1 que pasa exactamente por todos los puntos.
Así que dada cualquier patrón que hasta ahora haya recibido, tenemos que un teorema o principio general que garantiza que cualquier secuencia finita de números puede expresarse (comprimirse) mediante una fórmula matemática.
Existe siempre al menos una, usualmente infinitas.
Fíjate. Puede ser que luego se emita una secuencia nueva (piensa la secuencia a comprimir como los números que nos salen del tiempo medido en segundos entre una señal y otra) que efectivamente nos eche abajo la fórmula hasta entonces acuñada. Mas volveríamos a tener una secuencia finita de números (a falta de que nos llegue --¡dios sabe hasta cuándo!-- otra descarga de Rayos Gamma.
En puridad, si lo ves, estamos como con Serón a-cercándonos a él en medida ignorancia, si bien, aquí no estamos --siempre-- un paso por delante pero ---siempre --y por lo menos, siempre-- --- un paso por detrás, vale decir, NO le perdemos el paso, esto es, siempre le encontramos un Orden: NO es Azar.
La Liebre corre más pero la Tortuga es Real y por eso siempre gana.
Esto, por cierto, refutaría o al menos daría la vuelta a Hume: ¿y qué si todo es un hábito psicológico que dijo el escocés? Bien, lo primero todo: esta es la ventanilla Metafísica: más atrás tendrían que haberte respondido. Lo segundo, y de manera provocativa, no importa lo mucho que te niegues a aceptar que un orden del "a continuación" no tendría por qué hacerse venir, desde luego, siempre podré hacer lo habido a un orden del "hasta ahora" y si bien esto no nos otorga certidumbre fenoménica (ya sabemos que al pavo que se vale de la inducción ya le vale que sea tan poco riguroso y verás cuando le llegue el día del pavo) sí que otorga certidumbre metafísica: hay UN orden, ergo Orden, y no puedes impugnar dicho "haber" a base de desacertar tus predicciones.
El Orden --en contraste con el Azar--, cuando se trata de metafísica, NO necesita ser predictivo, basta con que sea posdictivo, para que se haga haber su ser.
Mas no, no es en esta Ventanilla donde debemos buscar al Thateron sino en la metafísica y averiguar si allí, si acaso, la <<Diferencia>> resulta tan entreverada con la realidad que toda posible discrecionalidad de lo real quede impugnada a resultas de la absoluta miscibilidad de lo Real.
No se trata solo de que el significado esté siempre diferido, sino de que lo real mismo carece de discrecionalidad (un "esto" que pueda ser separado de "aquello"). No hay referente último, solo emulsiones inmiscibles de sentir-idos.
La melancolía de la filosofía: el pensamiento convertido en un duelo por lo imposible: la ilusión de atrapar lo real se desvanece frente a su absoluta miscibilidad. Y si lo real no se deja discretizar, entonces la ética ya no puede fundarse en esencias (humano/naturaleza), sino en negociaciones con lo siempre otro. ¿Acaso no nos pasa que todo Juicio moral interminablemente se aplaza modo kafkiano hasta acomodar una información ya plena de acotar pero de la que en puridad nunca alcanzamos cota? El juicio moral, en lugar de resolverse en una discreta sentencia, se convierte en un proceso kafkiano de aplazamiento infinito, donde información nunca se recabó lo suficiente, las interpretaciones nunca legan conclusiones, y la "verdad" de veras siempre se difumina en nuevas capas de ambigüedad.
Thateron como el nombre de lo Irreductible.
El Thateron no es un ente, sino el Ser más allá de todo límita-ente: donde el pensamiento fracasa porque lo real se resiste a ser esto o aquello.
Lo inquietante no sería la falta de orden, sino que el orden mismo sea una ilusión sisiforiana, un intento de arribar a lo que, desde siempre, nos desplomará una nueva Caída.
Thateron no se volvería pervasivo por ominipresencia como Proteus sino que su acidez metafísica --que somete todo Pensamiento a un analogismo sin reposo y sin univocidad reposante-- emergería triunfante a resultas de su misicibilidad absoluta: no podremos desinmiscuirla de la plena realidad y todo decir de "algo" es un dejar dicho en donde todavía un "algo" aún queda por decir.
Podemos pensar por caso en el "hombre" en contraste con la "mujer" como la emulsión de diferentes sedimentaciones que le hacen ser lo que es, empero, si vamos desgranando dicha mezcla y separando sus intercesiones, al cabo, deberemos encontrar un reposo a nuestro pensamiento que agarre algo ya no más divisible sino que sea que este algo "es" no siendo que puede ser que sea "algo" más.
Al contrario, si existiera un fondo inmanente absolutamente miscible que no se dejará ser apresado de manera discrecional por el Pensamiento, quedaría exiliado lo cognoscible, vale decir, la cualidad proposicional-izable de lo existente: nada sería absolutamente verdadero o falso para nosotros: nada sería absolutamente pensable como absolutamente real.
Esa la imposibilidad de cerrar el juego de las significaciones que im-porta la Alteridad es lo que haría del Thateron otro monstruo lovecraftiano que nos negaría el a-un-ar lo múltiple.
No en vano, en Los místicos de Muelenburg , un relato incluido en la colección Grimscribe: Vidas y obras (1991) de Thomas Ligotti, un maestro del horror cósmico y lo macabro, se cita:
<<En cierta ocasión conocí a un hombre que afirmaba que, de la noche a la mañana, todas las formas físicas de su existencia habían sido reemplazadas por sustitutos baratos: árboles hechos de cartulina, casas construidas con gomaespuma de colores, paisajes enteros compuestos de horquillas del pelo.
Su propia carne, dijo, ahora era mucho más maleable.
No es necesario añadir que dicho conocido había desertado de la batalla de las apariencias y ya no podía confiar en la historia común.>>
A propósito, el cuento sigue a un narrador que investiga una secta enigmática conocida como "los místicos de Muelenburg", un grupo que practicaba rituales oscuros en un pueblo remoto.
Estos místicos buscaban trascender la realidad ordinaria mediante la exploración de estados alterados de conciencia, a menudo mediante el uso de sustancias, técnicas extremas.
Su meta no era la luz, sino el descorrimiento del velo último: aquel que revela el tejido corrupto de lo real. Lo que les sucede a los místicos es que sus cuerpos y mentes se deterioran, volviéndose irreconocibles. Algunos adquieren rasgos inhumanos, como deformidades o una apariencia cadavérica. Pierden su identidad individual, fusionándose en una existencia colectiva monstruosa Comprenden que el universo carece de sentido y que la existencia es un doloroso engaño conocimiento los condena a un estado de perpetuo dolor, incapaces de regresar a la ignorancia.
Vale la pena citar un fragmento entero sito cerco del final:
<<Por toda la ciudad, lugares y cosas revelaban asombrosos cambios en la esfera elemental de la materia: la piedra nítidamente tallada se desmoronaba y aglomeraba, una carretilla abandonada se fundió con el absorbente barro de la calle y los objetos abandonados en habitaciones desoladas se perdieron bajo las superficies que los aprisionaban, haciendo que unas tenazas de metal se fundieran con el hogar de ladrillos, unas piedras preciosas irisadas con espléndido terciopelo, un cadáver con la madera de su ataúd. Finalmente, los rostros de Muelenburg sufrieron cambios en sus expresiones que al principio eran bastante sutiles, pero más tarde, estas divergencias resultaban tan exageradas que ya no era posible percibir de nuevo las formas originales. En consecuencia, los habitantes de la ciudad eran tan incapaces de reconocerse a sí mismos como entre ellos. Todos desaparecieron en el enorme torrente de sus sueños, girando todos en aquel remolino grisáceo del crepúsculo eterno, aplastados y, al final, perdidos en la profunda oscuridad.>>
El texto emana una sensación de desesperación existencial, característica del estilo de Ligotti, donde el conocimiento último no libera, sino que emulsiona a quienes lo alcanzan con la locura o la nada más vacía.
Mismamente, un lovecraftiano como Graham Harman sostiene que los objetos (sean piedras, humanos o ideas) son inexhaustibles: nunca accedemos a su plenitud, solo a sus cualidades superficiales.
La realidad, por tanto, está eternamente retirada, oculta tras relaciones sensoriales o conceptuales.
Para Meillassoux, otro antecesor de éste, lo único necesario es que todo sea contingente. Hasta las leyes físicas podrían cambiar.
Y todos ellos, Derrida incluido, por supuesto, piensan en la estela de Martin Heidegger, convencidos como él, de que el Ser no queda plenamente manifestado en lo óntico: el Ser no se agota en lo óntico: lo que "es" nunca coincide plenamente con lo que "aparece" cognoscible.
Aquí el Thateron no desbordaría todo Orden como Proteus sino que negaría su cierre autoconcluyente dejando tras de sí un ominoso limo (o huella en el hablar de Derrida) que impediría orillar Tierra Firme.
En el Sofista, Platón no exilia a Thateron, sino que la instituye como un género supremo necesario para evitar el colapso del ser en identidades fijas.
Su movimiento es dialéctico.
La Diferencia permite decir que "el movimiento no es el reposo" sin caer en el no-ser absoluto parmenídeo. Pero esta diferencia no es arbitraria: está regulada por la estructura de los géneros. No es una negación pura, sino una relación determinada: "X no es Y" porque X participa de la Diferencia respecto a Y.
Aquí, la Diferencia no es un residuo excluido, ojo, sino un operador positivo que permite la articulación lógica de lo real.
En puridad, el in-exilio de la Diferencia que propugna Platón tiene parecidos estructurales con aquella afirmación de Hempel sobre que "todos los cuervos son negros" es lógicamente equivalente a "todas las cosas no-negras son no-cuervos".
La Diferencia --concebida así-- no sería sino la Concordancia entre una finita definición intensional y una infinita enumeración extensional.
No sería tanto el des-borde del borde de lo de-finido como el a-cercar-se de aquello que no está cerca-lado en la definición.
La Diferencia (tháteron) funciona como ese "no-negro": no es una negación caótica, sino una negación determinada que, al excluir ciertas propiedades (ser filósofo), incluye al objeto (sofista) en una red de sentido.
La concordancia mencionada entre lo intensional (definición) y lo extensional (enumeración) se da porque la Diferencia acota lo real sin agotarlo: decir "X no es Y" no clausura X, sino que lo vincula a un sistema de relaciones que al término se con-vocal de manera análoga a como el propio Platón menta las vocales y las sílabas en su co-construcción de significados.
Al cabo, la paradoja de Hempel revela que la negación (como la Diferencia platónica) no emerge aislada sino en melé con toda una otredad de afirmaciónes: co-implicando una estructura de esclusas y exclusiones significativas que a la manera de un sistema conectado --donde por ejemplo una puerta abierta implica por hidráulica el cierre de otra-- generaría simetrías contrarias.
Conocer es tanto afirmar "esto es X" como simultáneamente afirmar "esto no es Y, Z, etc.", y ambas operaciones son caras de una misma moneda, accesos de un mismo sistema simultáneo de esclusas porque "aquel" abrirse a un pensar incluyente tiene que a su vez tener que cerrar "este" pensamiento excluyente para que la identificación se aberture dentro de toda la red primal de vías significativas.
Ciertamente podemos cosechar una familiaridad no capilar que nos permita agolpar de un solo gesto conceptual todo un abanico de hipónimos todos ellos jalados por un mismo nombre hiperónimo (como bicicleta y coche lo son de vehículo) pero sin una gravedad que compactara las impresiones, ¿cómo podrías caer las cosas a ser identificadas como lo que son por su propio peso y evitar el totum revolutum de los místicos de Muelenburg?
Míralo así: si uno recorre un laberinto y no pudiera marcar las salidas erradas y desmarcarse de volver a pasar por las mismas esquinas con clausuras, ¿cómo podría dar "salida" a una impresión gestáltica de reconocimiento?
Ese abrirse paso simultáneo en marcaje al paso no escogido, estableciendo así una diálectica del paso, es el hilo de Ariadna del Cuervo de Hampel.
Así, el in-exilio de la Diferencia en Platón no es solo una solución metafísica, que también, sino una condición para que el pensamiento sea dialéctico (y NO meramente binario): como la analogía por él mismo usada del carnicero que corta por las articulaciones naturales de la carne.
Lo que es es en la medida en que lo que no es se contiene en el Pensar Dialéctico de compuertas abierto y cerradas y por tanto forma parte del Pensamiento aunque nunca se abra a ser.
(Es curioso, dicho sea de paso, que la metafísica más contraria a la ontología digital de Platón sea la fluidez taoísta y sea también el propio Zhuang Zi quien use una analogía similar de un carnicero. Zhuang Zi, el gran crítico de las distinciones, termina confirmando (en negativo) que hasta la no-distinción requiere de un sistema de "compuertas" (su carnicero no corta al azar, sino donde la estructura lo permite). Podríamos decir del taoísmo: es la ontología de un sistema de esclusas donde todas están simultáneamente abiertas y cerradas como en una epilepsia semántica a la búsqueda del arrebato místico)
En tiempos recientes, como dijimos antes, fue Heidegger quien inauguró la ontología inescrutable de los místicos de Muelenburg y detrás ----con sazonamiento explícita ---o inconscientemente --Harman y Meillassoux respectivamente -- --- lovecraftiano ---- han venido otros tanto compartiendo el sentir común que el Ser no se agota en ninguna conceptualización sino que tiene un darse históricamente que no puede ser fijado en conceptos estáticos o discretos.
Una vez más, ¿cómo sale entonces una impresión del encuentro con tal supermasivo horizonte de eventos?
Las cosas en Heidegger no caen por su propio peso. Pace a Graham Harman, Quentin Meillassoux, Jacques Derrida, tantos otros.
Si pensáramos los objetos como masividades que deforman la textura de lo real haciendo gravitar hacia así un campo de sentido y un caer las cosas por su propio peso, el Thateron podríamos imaginárnoslo como un Ser tan masivo --cargado de sentido-- que rajaría la textura de lo real al punto de crear un horizonte de eventos fuera del cual nada se escapa una vez introducido: sería un objeto en última instancia NO absolutamente cognoscible. (Heidegger dirá que el Thateron sólo puede ser el Ser mientras que Graham Harman --bien porque esté de rebajas, bien porque tiene ganas de pasárselo bien-- dirá que todos los objetos se guardan para sí cierta inescrutabilidad dentro de su horizonte de eventos resultando así que algo escapa siempre a nuestra cognoscibilidad.
Más allá de que esta caracterización no tiene ningún tipo de verosimilitud y sí mucha ironía literaria, ni siquiera hay que capilarizar estas filosofías de Muelenburg para cortarlas de raíz.
Si toda secuencia de realidades suscita una impresión coalescente, entonces, por fuerza, o bien (1) dicha impresión es en cada ocasión olvidadiza y numéricamente distinta —en cuyo caso no cabe hablar propiamente de una impresión, sino de una multiplicidad irreductible—, o bien (2) la impresión ha de estar vinculada a una secuencia finita y distintiva de realidades, como su condición necesaria.
No hay tercera opción: tertium non datur.
Ahora bien, si ya vimos que Proteus no existe gracias a U2 (es un Bono regalo), se puede excluir la respuesta (1) y hacernos a la consideración de que nuestra realidad tiene una primalidad masiva bajo la cual las cosas caen por su propio peso en torno a campos de sentido que no dejan para sí dentro de su horizonte de eventos nada inescrutable a nuestro pensamiento.
La metafísica digital de Platón surge como la opción más racional.
Comentarios