Las Cortaduras de lo Real

Como decía. Todo lo que es ineludiblemente pensable, es necesariamente real. 

O también: Lo cognoscible es el es del es del Ser.

Lo cual, en realidad, no es más que afirmar el Principio Parmenídeano.


Vamos a desarrollarlo.

Quine decía que sólo había que aceptar las entidades que demanda ciencia. Estoy de acuerdo.

Dirás que es un empiece arbitrario. Yo replicaré que dará igual: todos los caminos llevan a Roma --bajo exigencia, eso sí, de no interrumpirlos desencaminando la andanza bajo la pusilaminidad de otear un pseudoproblema según se nos da paso a nuestro paso--.

Vayamos pues:  Willard Van Orman Quine, en su famoso artículo "On What There Is" (1948), defendió un criterio ontológico basado en el compromiso con las entidades que nuestras mejores teorías científicas presuponen como existentes. Este enfoque se conoce como "compromiso ontológico" y se resume en su célebre frase: "To be is to be the value of a bound variable" ("Ser es ser el valor de una variable ligada").

Por supuesto, el estadounidense descartaba platonismos como las matemáticas. Porque sí, claro. Y ya está. Salteamos otro camino que este no nos gustaba a dónde llevaba pero ¿se puede hacer mecánica cuántica sin espacios hilbertianos? 

No, en la formulación estándar de la mecánica cuántica (MC), los espacios de Hilbert son esenciales. 

Es ocioso enumerar ejemplos: en breve: NO es concebible abrirse paso por la física contemporánea sin el concurso (no ya auxiliador) sino entarimado de la matemática.

Sigo. ¿Dónde empieza y acaba la Ciencia para Quine? ¿En la física? ¿La psicología no es ciencia? ¿La economía? Ni siquiera hay una frontera rígida entre ciencia y no-ciencia, sino una gradación de prácticas dentro de un <<campo de gravedades>> empírico: hay un método y una metódica aplicación del método.

Sigo: ¿Puede la ciencia actual jibarizar nuestras conductas al tamaño de materialidades y exiliar cualquier jerga mentalista?

Es curioso que Quine aquí negase la intencionalidad en la mente, curioso que dijera que  la neurociencia logrará una teoría unificada que traducirá todo comportamiento a ecuaciones físico-químicas y luego ya mismo podríamos yada-yada-yada: aquí dejaba su munificencia de entidades (<<Lo que pida la ciencia es real>>) para pasar a un tacañería óntica so excusa de que algún día la ciencia tal vez... y negarle al mentalismo su legítimo derecho de paso en el Reino de la Metafísica. 

Si el mentalismo tiene derecho de paso en la ciencia actual, entonces también lo tiene en la metafísica. Negarlo es hacer ciencia ficción ontológica: apostar a que el futuro corregirá lo que hoy es indispensable.

Quiero resumir: Ser el es ser el valor de una variable ligada, me vale, pero no me digas que aquí solo te caben átomos porque te autocontradices.

Quine vino a concluir: Por mucho que moleste a los pseudopensadores, sólo la ciencia en su incondicional soberanía de Rey Midas vuelve real todo lo que toca... salvo lo que no me guste a mi.


Las Matemáticas son reales. 

¿Y el Bien? ¿Lo Bello en sí? ¿Lo masculino? ¿Un pelo?

Vamos con la virilidad.

¿Qué sedimentos estratifican el sustrato de lo masculino?

Vamos con analíticas en el terreno preciso de la biología (Quine: la ciencia es la que nos otorga pasaportes para el reino de la metafísica).

Habría un nivel genético. Un nivel hormonal. Función gonadal. Metabolismo y órganos diana. Biomarcadores secundarios.

¿Existe lo "masculino" o una panoplia de números que coloreamos al alimón "macho" y "hembra" sin mayor rigor analítico que la frontera de España y Francia que desde Madrid o París se ve bien pero que al milímetro, no digamos átomo a átomo, no hay manera de señalarla?

Si usamos variables biológicas (testosterona > X ng/dL, cromosoma Y, etc.), "lo masculino" existe como un cluster de medidas .

Pero, ¿es el cluster biológico de "lo masculino" un conjunto lo suficientemente compacto como para evitar ambigüedades en sus fronteras? 

La respuesta es un no rotundo. Ningún cluster biológico asociado a "lo masculino" es inambiguo.

Wittgenstein diría que las masculinidades familiarizan un masculino no más concreto que la sonrisa del Gato de Cheshire.

Esto no explica, empero, el porqué nuestra familiarización de lo masculino es imantada hacia campos de sentido en donde igual confundimos a una mujer con un hombre pero nunca a un gato con un varón: si todo tiene que ver con todo en todo entonces todo puede ser todo en todo momento.

Piénsalo así: una red neuronal (pura matemática, nada de prejuicio cultural) aprende a distinguir hombres y mujeres y eso que , como dije, "lo masculino" es inambiguo.

Podrás efectivamente decir que la emergencia de tales fronteras es producto de una correlación estadística que ha podido cosecharse porque el sustrato en donde se hizo la siembra estaba acotado por realidades materiales (biológicas, culturales, etc.).

¿Pero podría una mera mecánica matemática --al cabo, una red neuronal-- categorizar diferencias y compactar familiaridades si no pudiera polarizar semejante cluster de datos a través de una punción axial que a un cabo ponga a la "femineidad" y al otro lo "masculino"?

Según, me confiesa DeepSeek por chat, sin una "punción axial" impuesta (ej. etiquetas binarias en el entrenamiento), la red no inventará el binarismo por sí sola. Ejemplo: Si entrenas con imágenes de personas sin etiquetas de género, la red podría agrupar por color de ropa o fondo, no por "masculino/femenino".

Dicho de otro modo: la capacidad de compactar 'familiaridades' depende de la geometría del manifold subyacente, no en principio de una esencia preexistente y no obstante, el binarismo se revela una proyección decisiva que patroniza lo que de otro modo no se podría haber enmarañado: como un corte al bies, lo "masculino" (y su contraparte polar: lo femenino) nos permiten dotar a la contextura de lo real de una tersura divisiva que nos secuencie un cambio de mirada: quiero decir, sin lo "masculino" y lo "femenino" veríamos a hombres y mujeres mas no veríamos a hombres y a mujeres.


Antes poníamos en ejes a una persona y le veníamos poniendo puntos en un eje, por ejemplo, hormonal, siendo que a la izquierda del eje X estaría por caso lo masculino y la derecha lo femenino.

En cuanto a cromosomas, el eje Y. 

En cuanto a lo-que-sea, el eje Z.

En cuanto yada-yada-yada, el eje yada-yada-yada.

Si resulta que puedo compactar esa "nube" de puntos en UNA impresión es porque tengo una multidimensionalidad axialidad (de hombre a mujer y de mujer a hombre) que permite la impresión de alguien como hombre o como mujer, y con independencia de que haya nubes cuyas coordenadas caen en Andorra y no en París o Santander.

Quiero decir: sin la esencia de lo "masculino" no entenderíamos ni siquiera los casos de personas que no sabemos si son hombres o mujeres.


Y volviendo a los pasaportes metafísicos de Quine, ¿no habíamos dicho que aquello que no podemos de dejar de usar en ciencia es real? No porque una persona NO participe enteramente de una masculinidad la idea de o masculino se vuelve ir-real, al contrario, en tanto que hay que ir a lo real a través del eje masculino y femenino, y con independencia de que lo fenoménico dé lugar a machotes y nenas, nos debemos a la realidad real de lo masculino y lo femenino.


Esto es lo que equivoca Wittgenstein con su equivocismo. Si bien en el devenir sensible no se capta la absoluta certidumbre ("¿ese dibujo es de una anciana o una mujer joven?"), por fuerza debe haber un articulación que quiebre divisivos pareceres si no caeríamos en un totum revolutum como cuando de manera disléxica vas buscando nombres en la punta de la lengua y las sílabas van permutándose de la manera tan torpe como la de un bebé primerizo que encaja a voleo --que no a sabiendas-- piezas "cuadradas" en un hueco cuya geometría no sabe precisar sino por tacto y azar.

Pero no es así que percibimos la realidad sino que por familiares que se nos hagan los conceptos al final siempre acabamos retenidos en una impresión y no porque una esencia de lo sensible los frene, por así decirlo, sino porque tenemos una sería de "conceptos" que imantan impresiones y articulan como un soportal los diferentes cambios de impresión semejante al paso habilitado en el cubo de Necker donde al final acabamos siempre tomando tierra en un umbral u otro.


Una vez más con los pasaportes de Quine: sin esas nervaduras, nuestra textura de lo real de adquiría una contextura tan lisa y pulida que nuestras impresiones se deslizarían sin freno ni embocadura.


Wittgenstein --y con él los correlacionistas inmenentistas-- no saben explicar por qué nuestra realidad tienen un devenir digital: en cada ocasión hay un aparecerse óntico entitativamente distintivo cuya impresión nos es (mayormente) reposada y no sucede que estemos siempre con el parecer en la punta de lengua oteando un "qué será eso".

Como con el cubo de Necker: o vemos uno o vemos otro pero no vemos que veamos ambos por muy ambos ser ambos y no sólo uno u otro.

Platón hablaba del carnicero que corta según el fluir natural de la pieza como analogía de la operativa de la dialéctica.

Podríamos decir entonces que ideas como lo "bello" o lo "masculino" (y por mucho que las entidades sensibles participen de lo mismo de manera encarnada y no sean el hueso suelto) son Cortaduras de lo Real que nos permite aproximar nuestras impresiones por imantación a ellas consiguiéndose así introducir a las impresiones en un Campo de Sentido donde las cosas caigan por su propio peso de manera divisiva.


Lo otro sería el Déjà vu perpetuo o la alucinación irrestrica de los Los místicos de Muelenburg , del relato incluido en la colección Grimscribe: Vidas y obras (1991) por Thomas Ligotti.


Escoger el vocablo de Cortaduras no es casual. Lo liga con Dedekind y sus definición de número real: allí donde el pensamiento exige una fractura, hay un hueso en la carne del mundo.

En el corte de Dedekind, "cuadrado de 2" no es un número racional, pero divide el conjunto de racionales en dos clases: aquellos cuyo cuadrado es menor que 2 y aquellos cuyo cuadrado es mayor. Así, lo irracional se define como una frontera que no pertenece a ningún lado pero que estructura ambos.

Lo Bello, lo Masculino, etc., son cortes que dividen el continuo de la experiencia (ej.: gradientes de hormonas, percepciones estéticas) en clases ordenadas, aunque ellas mismas no sean "puntos" empíricos. Son límites ideales que organizan lo real sin ser sensibles.

Dedekind mostraba que el continuo numérico exige discontinuidades (cortes) para ser coherente. Del mismo modo lo femenino/masculino: Aunque el sustrato biológico sea un continuum (ej.: niveles de testosterona), la percepción exige un salto discreto (como el colapso cuántico) para generar categorías útiles. 

La Idea es el corte que transforma lo analógico en digital. 

Lo Bello: No hay un "umbral matemático" de belleza, pero su Cortadura separa lo que nos atrae de lo que nos deja indiferentes, creando una discontinuidad real en el flujo sensorial.

No son subjetividades: Así como "cuadrado de 2" es descubierto (no inventado) al operar con cuadrados, lo Masculino es descubierto al operar con cuerpos y comportamientos. Y así cómo "cuadrado de 2" existe en la relación entre lado y diagonal, lo Bello existe en la relación entre percepción y armonía.


En suma, las Ideas completan la experiencia: sin el corte de "lo Masculino", el continuum biológico sería un caos indiferenciado (como los racionales sin irracionales).


Las Cortaduras son el "pegamento ontológico" que convierte el flujo en un mundo articulado.


No hay "dos mundos" (sensible/inteligible), sino un único continuum fracturado por sus propias condiciones de inteligibilidad. El corte no está en ningún punto concreto, pero que eso nos lleve al inmanentismo: divide el continuum en "hacia lo masculino" y "hacia lo femenino". Es un límite ideal: Como "cuadrado de 2", no es observable, pero su efecto sí (Recoerdemos: la red neuronal converge hacia él al clasificar).


Las Ideas son cortes necesarios en la textura de lo real, como las discontinuidades que hacen posible la continuidad matemática. 


Esto debiera resumir respuesta a los místicos de Muelenburg:


"Los 'parecidos familiares' son realidades gravitadas por las Cortaduras de lo real".

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