lunes, 8 de marzo de 2010

Diálogo dominguero sobre neurofilosofía

(Escenario: Un domingo a la tarde en una terraza. Dos amigos: Horacio y Martin.)


Martin: (Está leyendo el periódico y de repente levanta la vista asombrado): ¡Increíble, tío! Escucha lo que dice el periódico: Unos científicos creen haber descubierto el lugar exacto en donde se aloja nuestra sensación de libertad. ¡Ja! Un paso menos para el cartesianismo.

Horacio: Yo creo que si afirmaran haber encontrado el lugar donde se aloja el alma entonces no creerías que el estudio científico fuera serio

Martin: El cerebro está hecho de materia y la materia se comporta según lo manden leyes físicas así que si hubiera un alma, y ¡vete a saber lo que significa eso!, la cuestión no cambiaría mucho me temo


Horacio: ¡Qué manía de decir que ¡HAY! neuronas, que ¡HAY! átomos! ¡Eres un metafísico de tomo y lomo!

Martin: ¿Qué hay entonces dentro del cerebro? ¿Chocolate con churros? No dudo que haya gente con serrín dentro pero, vamos, no creo que sea mi caso.


Horacio: No sabemos lo que hay, ese es mi parecer, porque lo que tenemos son modelos descriptivos de ciertos fenómenos experimentales que pueden ser descritos, entiéndaseme, enlazados en una narración coherente, utilizándose dichos modelos que son los que presuponen o más bien necesitan postular, esas entidades que tú dices que HAY, para realizar esa labor.
Pero puede pasar, y de hecho pasa, que los mentados modelos no sean enteramente descriptivos de los fenómenos a estudiar y entonces hacer proposiciones sobre hechos que no permiten la verificación experimental no se justifica desde la idea de que tiene que ser así porque lo que hay es lo que dicen los modelos que hay.


Martin: ¿Me diga? Me has recordado a Cantinflas pero lo cojonudo es que me parece que hablas en serio. A ver, pero explicado para chavales de la ESO, o sea, tontos del culo, ¿cómo puedes hacer referencia a fenómenos sin nombrar las entidades que lo componen y sin asumir que existen?

Horacio: La idea es, mutatis mutandi, lo que los nominalistas proponían y, cuidado, aún proponemos, sobre los universales como perro, a saber, que no existen, que lo que hacemos al llamar perro a ciertas comunes percepciones empíricas es posibilitar una intercoordinación conductual de forma que si yo llamo conejo al "gagavai" del aborigen, o de la Naturaleza, puedo verificar que HAY un conejo en la medida en que y sólo en la medida en que, por ejemplo, pueda cazar con el aborigen al "gagavai" utilizando ese significado, ese instrumento. Pero sólo tiene validez la existencia de conejos en tanto en cuanto los utilice para cazar y no pretenda forzar el concepto de conejo asumiendo que existen allí donde no los hay, por ejemplo, en aquellos ámbitos donde no es posible la reducción epistemológica, caso del cerebro como conjunto de átomos, y justificásemos aún así un monismo por cuestiones metafísicas espurias.

Martin: A ver, tolai, que en un determinado nivel, llamémosle X, describamos fenómenos utilizando conceptos distintos a los que usamos al describir el nivel inferior, no demuestra que X contenga al-go--más que su nivel inferior. De hecho, hay una conocida rama de las matemáticas, ahora no me acuerdo de su puto nombre, que explica cómo en determinados sistemas de reglas jodidamente simples pueden aparecer ciertos comportamientos no describibles por dichas reglas primarias que, sin embargo, ¡se siguen respetando! Ya ves tú qué cosas, ¿verdad?

Horacio: Pero tales estados complejos son deducibles algorítmicamente desde las reglas iniciales. ¿Qué pasa cuando no es el caso? Pues bien, la cuestión es que nuestros conceptos sólo son instrumentos válidos en la medida que útiles, repito, así como sólo allí donde útiles. Esto, y sólo esto, es lo que implica el instrumentalismo, instrumentalismo que no respetas, me temo porque, verás, lo que el instrumentalista dice precisamente es que si en un nivel no podemos usar los conceptos del modelo o juego de lenguaje de otros fenómenos o estados entonces es que no existirán o se contendrán allí los conceptos de áquel porque nuestros conceptos no representan nada, no existen para nada, sino que son instrumentos que aceptamos sólo, repito, sólo cuando nos son útiles y que serán válidos sólo, repito, sólo en los modelos. Lo recien dicho sobre los conceptos, es mutatis mutandi lo que tu querido Hume dijo sobre la causalidad. Se llama distinguir entre mapa y territorio. En consecuencia, resulta que donde no se puede hacer una reducción epistemológica, por ejemplo en el comportamiento psicológico de alguien, no es legítimo presuponer que siga habiendo átomos ya que con ellos no describimos nada y los conceptos sólo tienen razón de ser como descriptores ya que sólo son instrumentos.


Martin: Un momento parado que ya me sale dolor de cabeza si no, ¿qué cojones tiene que ver la chapa que me estás contando sobre reducción epistemológica con si existen entidades no materiales? Porque, macho, ¿es que el hecho de que no pueda hacer una descripción átomo a átomo de un puto cerebro en funcionamiento justifica la hipótesis de que allí hay almas, espíritus y unicornios rosas invisibles gays?

Horacio: Yo no defiendo un dualismo, al fin y al cabo, si niego todo compromiso ontológico y sólo acepto entidades meramente como instrumentos útiles para la indexación de fenómenos y cuando se puede hacer reducciones epistemológicas, entonces el dualismo, por su sobreabundancia de entidades, aún me parece más equivocado.


Martin: ¿Entonces....?

Horacio: A no dudar que el hecho de que no podamos hacer una descripción atómica del cerebro, no legitima una perspectiva dualista o espiritualista, insisto. Pero es que yo no propongo MÁS metafísica sino MENOS. Esto implica que es un abuso decir que la consciencia es un conjunto de átomos danzarines porque a eso no se dedica a responder, por su propia metodología nominalista, la ciencia. Popper, si mal no recuerdo, decía algo así como que el nominalista metodológico jamás considerará que una pregunta tal como "¿qué es la energía?", "¿qué es el movimiento?" o "¿qué es un átomo?" constituye una cuestión importante para la física; le atribuirá suma importancia, en cambio, a las preguntas de este tipo: "¿cómo puede aprovecharse la energía solar?", "¿cómo se mueve un planeta?", "¿en qué condiciones irradia luz un átomo?", etc... Es decir, no es cuestión de aceptar que existen entidades y esperar a ver qué las refuta sino, como buen nominalista, olvidar las preguntas del "qué hay" y responder a las preguntas de "cómo funciona" y si para responder a ciertos problemas necesitamos modelos neurocientíficos y para otros, modelos psicológicos que no participarán de los mismas entidades pues entonces hay que asumir que estamos ante juegos de lenguaje diferentes


Martin: Y lo que precisamente la neurociencia hace es encontrar un juego de lenguaje común para todos los acercamientos al fenómeno mental. Y lo hace, por cierto, tratando de responder sólo el cómo. Por ejemplo, el cerebro calcula una distancia a saltar y para entender cómo, se propone un modelo si-mi-lar en el que se analoge la cognición con la computación y funciona. Además, la validez de dicha hipótesis se verifica constantemente al estar estableciéndose correlaciones empíricas entre enfermedades o disfunciones y lesiones cerebrales que, como te digo, justifican que todo fenómeno mental sea enteramente reducible a un puto modelo neurocientífico: el computacional, macho.

Horacio: Sí, pero con ello no se ha respondido a qué sea la mente, a si ésta es sólo un cerebro o un conjunto de átomos o lo que sea y una prueba que redunda en ello es cómo ciertos fenómenos mentales, estoy pensando sin ir más lejos en los qualia, siguen sin encontrar su modelo explicativo.

Martin: Qué cojones sea la mente sólo interesa a los pensadores de pacotilla que no saben sumar ni restar. O sea, a los filósofos. Lo que legitima la utilización de modelos neurocientíficos es que existan correlaciones empíricas entre estados anímicos y fluctuaciones neuroquímicas que sólo se pueden atender desde la manipulación cerebral. Y los hay. En cuanto a los qualia, déjame que dude de ellos. Ya ves tú que rarito soy, ¿no?


Horacio: Pues olvidemos los qualia pero ten en cuenta que no se trata de todo o nada. Evidentemente hay problemas, como el mal de Capgras, que son sólo resolubles desde modelizaciones neurocientíficas pero otros no, y ahí viene la necesidad de utilizar otros juegos de lenguaje no reducibles entre sí y es que el hecho de que no se agote toda cognición en dichos esquemas, por ejemplo, que la carretera sea bidireccional, esto es, que no baste, llegado a cierto punto, el tratamiento farmacológico para una depresión sino que también importe el estado psicológico que es el que a la postre sustenta el anímico, es lo que pone de manifiesto que dichos modelos no alcanzan a agotar toda la tipología de actividades mentales.

Martin: Tiempo al tiempo. Lo que se llaman conceptos de la "psicología popular", tan manoseados por los cantamañanas de los divanes, se reducen a ilusiones neuroquímicas, macho, tal y como propone el materialismo eliminativo. Desaparecerán en un futuro, tío, como el flogisto o el elan vital. Tiempo al tiempo.

Horacio: Para tan alegre liquidación, querido Martin, debieras demostrar que todo fenómeno mental es reducible a un modelo mecanicista pero, de hecho y por el momento, el fracaso viene de la hipótesis pro-computación.


Martin: ¿De qué narices me hablas? Yo no veo un fracaso por ningún lado. Todo lo contrario, la hipótesis computacional está cada vez más y más en boga.

Horacio: Estoy refiriéndome al hecho de que la neurobiología está demostrando que el cerebro no es un ordenador, con sus almacenes de memoria y sus instrucciones preprogramadas, con sus chips inamovibles y sus valores discretos, demostrándose así, que la tesis computacional resultó falsa.


Martin: A ver, que te me pierdes pequeño padawan. Una cosa es un modelo metamatemático, vamos, la máquina de Turing de toda la vida, que determina, de existir, el cómo estarían estructurados los fenómenos mentales y otra cosa, pero bien distinta, macho, es que de igual cómo esté materializada la actividad cognitiva siempre y cuando compute.

Horacio: No sé si te sigo, quiero decir, no sé si tengo clara la diferencia...

Martin: Pues según la última tesis, para recrear la actividad cognitiva servirá el implementar cualquier arquitectura computacional, eso sí, siempre y cuando sea una instanciación física de una máquina de Turing. Por ejemplo, en los PCs al uso lo que hay es una arquitectura harvard o, a veces pero rara vez, una Von Neummann. En todo caso, es este último punto el que negaría la neurociencia. ¿Me entiendes? Se negaría que nuestro cerebro tenga una arquitectura Von Neumann o similar a alguna una máquina humana y negaría entonces que dé igual cómo sea nuestra arquitectura neurobiológica pero nada más

Horacio: Bien, vale, que la mente sea modelizable con una máquina Turing es una hipótesis hasta ahora no falsada...pero tampoco demostrada. Ahora bien, la idea que defienden los autollamados fisicalistas funcionalistas fuertes tipo Dennett y que se cifra en decir que la actividad cognitiva se podría dar en cualquier sustrato fuera el que que fuera el material con el que estuviera hecho, en roman palandino, que la neurobiología no importa; dicha idea, como te digo, es algo que la neurociencia ha demostrado como falsa porque se ha demostrado que la plasticidad cerebral, la reentrada y un largo etcétera de fenómenos neurobiológicos no podrían darse sin la idiosincrática materialidad del cerebro. Y esto, a mi juicio, demuestra que la cognición es algo más que una abstracción formal, un mero modelo metamatemático instanciado en un objeto, una idea platónica hecha carne.


Martin: A ver, que te pasas de frenada otra vez, emocionado. La computabilidad es un fenómeno metamatemático suybayecente en todos nuestros modelos científicos, no se puede desechar experimentalmente así como así. Sería como demostrar lógicamente la invalidez del modus ponens. Una puta burrada. Si una serie de fenómenos son enumerables de forma finita e indexables mediante una estructura matemática, tenemos computación. Punto pelota. Y mira, existe un concepto llamado universalidad computacional que afirma que cualquier sistema, yo qué sé, tres planetas, según cómo estén dispuestos pueden hacer de computadora. Cualquier elemento, tío, cualquiera, puede servir para conformar un sistema computable, ¿lo entiendes?


Horacio: Entonces ¿cómo explicas que no dé igual tener neuronas que chips ahoy?

Martin: Porque hay que considerar que otras instanciaciones de la máquina, la arquitectura Von Neumman sin ir más lejos, son menos eficientes y por tanto tal vez NO producen los mismos fenómenos que otras máquinas. Es un poco como un visionado más lento de una película que no daría sensación de dinamismo sino de un pase de diapositivas. Al fin y al cabo, te lo recuerdo, la consciencia no es más que un epifenómeno, que aparece como la visión de una película si pones fotogramas a toda leche pero que no es más que fotografía dinámica.


Horacio: Me temo que el que las características cognitivas se puedan replicar en un sustrato distinto y por tanto tengan en común un modelo matemático es una hipótesis verificable pero no falsable. Pseudociencia según Popper. Yo no voy tan lejos pero sí anoto que, al menos, se ha demostrado que nuestra arquitectura neurobiológica no es idéntica a la de los PCs actuales y todavía, al menos, no se puede replicar en un sustrato de silicio dicha arquitectura.

Martin: ¿Y? Tiempo al tiempo como te he dicho.

Horacio: De todas formas, un punto en el que estamos totalmente en sintonía es la terminología con que enfrentamos al problema, es decir, que no se trata de que haya o deje de haber espíritus sino que la cuestión es averiguar si los procesos mentales se dejan enumerar y englobar totalmente por un modelo computable y por extensión la física o bien, hay que utilizar diversos y paralelos juegos de lenguaje.

Martin: ¡Joder! Esa mierda de los espíritus ya debiera estar caducada y sí, la cuestión es averiguar si los procesos mentales se pueden describir por la física. Lo que no sé es qué otra opción hay.

Horacio: Ver el límite es fácil, sin más se trataría de constatar que nuestros fenómenos mentales no se dejan aprehender in totum por un modelo mecanicista, como te acabo de decir, y tal caso se daría porque, seguramente, nuestros fenómenos mentales no son computables, por ende reducibles a una ciencia fisico-química, biológica, fisiológica, en suma, naturalista.
Otra cosa es que haya comprensiones parciales y útiles, claro, muy útiles pero necesitarían de una panoplia de juegos de lenguaje no reducibles a un sistema formal común y básicamente dichos lenguajes serían, por un lado, el neurocientífico que nos permitiría tratar el, por llamarlo de algún modo hardware mental, y por otro lado, estarían los conceptos de la folk pshycology que serían el software de nuestra mente pero, a diferencia de lo que pasa en computación, no se pueden manejar ambos ámbitos desde un área primaria, el hardware, y no hay lugar para transladar esos conceptos de un ámbito a otro porque, recordemos, los conceptos son sólo instrumentos válidos en donde y cuando describan.

Martin: ¿Sabes? Al final, toda filosofía antimaterialista acaba agarrándose a los puntos de ignorancia actuales como lo único que, después de una oleada de pruebas, flota entre tanto naufragio intelectual.

Horacio: Es que todo explicación científica o es mecanicista o no lo es, por lo que obligatoriamente todo escape del mecanicismo implicará de algún modo postular fronteras infranqueables, mejor dicho, multiperspectivas irreducibles pero no son los antimaterialistas los que venden la piel del oso antes de haberla cazado, los que nos hablan de una unificación antes de haberla logrado.

Martin: Ni son los antimaterialistas con sus masturbaciones mentales los que salvan vidas en operaciones cerebrales o inventan neurofármacos o...

Horacio: Si nos vamos a poner demagogos, mejor lo dejamos...

Martin: ¡Venga, venga! No llores, otro día seguimos que dentro de poco empieza el partiduco de futbol y quiero llegar borracho al primer minuto. (Mirando fijamente a una tía que pasa y luego mirando fijamente la cerveza de Horacio que no acaba de beberse) Esto, ¿te vas a acabar la cerveza o quieres que te la termine yo...?

(Se cierra el telón mientras Horacio suspira irritado y le da a beber a Martin la cerveza que ya no le apetece terminar)

8 comentarios:

José Luis Ferreira dijo...

"nuestros conceptos no representan nada, no existen para nada, sino que son instrumentos que aceptamos sólo, repito, sólo cuando nos son útiles y que serán válidos sólo, repito, sólo en los modelos"

No sólo eso. Buscar que los conceptos sean reducibles (aunque no útilmente reducibles) a conceptos más básicos (células en moléculas, por ejemplo) constituyen una línea de investigación importantísima y una fórmula añadida de validez.

Por lo demás, me parece prematuro decir con tanta contundencia que los efectos neurológicos del cerebro no se puedan replicar en otro lugar, cuando apenas estamos empezando.

Héctor Meda dijo...

Estoy de acuerdo con tu primera puntualización.

De la segunda, me quejaría de que no es cuestión de ser prematuro sino de estar en una creencia en base a los datos presentes que, obviamente, puede ser refutada en un futuro por los hechos.

Por cierto, espero que el personaje de Martin no te haya parecido demasiado tonto, vamos, que firmarías (más o menos) su discurso pues, al fin y al cabo, en este diálogo más que nada sólo buscaba mostrar los, digamos, diferentes bandos que puede haber en neurofilosofía y cómo se debiera reformular a día de hoy la hipótesis mente-cerebro.

Sierra dijo...

"porque lo que tenemos son modelos descriptivos de ciertos fenómenos experimentales que pueden ser descritos, entiéndaseme, enlazados en una narración coherente".

Esa frase está muy linda. Pero, ¿qué le pasa a estos dos? ¿Que Martín toma testosterona o qué? ¿Y qué diría Freud sobre su muletilla "macho"? ¿Y viven juntos? ¿Cómo es eso posible? ¿Y qué tienen contra los unicornios rosa-invisibles gay? ¿No conocen a Charly y sus amigos?

Ninguna de ambas argumentaciones me convence, sin embargo. Martín me parece de entradas un papanatas, desde luego, pero más por como está presentado que porque Horacio destruya su argumentación y él se niegue a verlo (este, querido amigo, es un error formal suyo: un diálogo debiera ser más imparcial). Me parece que el argumento anti mecanisista, anti materialista, anti, en fin, antietcétera, debe apuntar a razones más profundas, que señalan —a mi juicio— a una incapacidad de cualquier modelo, sea mecanisista o no, de describir la realidad salvo de modo utilitarista ——es decir, las ciencias pueden fabricar modelos funcionales que describan la realidad, pero solo contingentemente.

En este blog se me ha dicho, por otros comentaristas, que eso no es tan grave; pero a mí me parece que sí. La contingencia de los modelos no solo quiere decir que mañana mismo se podría caer el Sol en el mar, sino que la Teogonía es tan buena explicación del mundo como la relatividad, guste o no a los amantes de las fórmulas y la Cience.

Creo que lo que hace falta es una Crítica de la razón pura de las ciencias. Pero, claro, sería una obra eminentemente filosófica, y la leerían solo los filósofos. Lo cierto es que más y más parece imposible llegar a un conocimiento de algo que sae necesario.

Por cierto, irían por tierra los argumentos tanto de uno como de otro dialogante.

Sierra dijo...

Perdón, me suscribo.

Héctor Meda dijo...

Sierra,

Precisamente he intentado de ser imparcial en el sentido que no he regalado la victoria a nadie. (No me parece verosímil que alguien, luego de discutir este tema unos minutos, ceda la razó al otro contendiente). Eso sí, he intentado transmitir ciertas impresiones sobre cada postura según el cómo la articulaban cada uno aunque, insisto, he tratado (otra cosa es que no lo haya conseguido) que lo que digan los dos sea razonable.

En cuanto a un revival kantiano, bueno, sin duda sólo los filósofos de turno la leerían, efectivamente, pero creo que ya apareció en parte cuando Maturana -como apunté una vez- y en parte cuando el segundo Witti.

No hace falta inventar nada. Yo creo, en definitiva, que la filosofía ya está lista y madura para patear a un naturalismo que peca de simplismo (por ahí van los tiros del "papanatas" de un Martin que, en cualquier caso, sabe razonar y no es comido como en los diálogos platónicos) y de anti-nominalismo, esto es, peca de metafísico.

Sierra dijo...

No era una flojera argumental de Martín lo que señalaba, sino que es muy antipático; y precisamente porque argumentalmente los contrincantes están emparejados eso resulta decisivo.

Y sí, Wittgenstein también realiza una suerte de crítica a la razón; pero no desde el ámito cientifista (Wittgenstein siente tanta desconfianza por la ciencia como nosotros), que es lo que pretendía.

Lo dejo hasta aquí porque escribo en un teclado espantoso.

Héctor Meda dijo...

Bueno esa antipatía es la que buscaba, así como una interrogación de por qué surge ésta.

En cuanto a una crítica al cientificismo desde la ciencia sí que sería innovadora pero yo, con Witti, pienso que lo necesario es bajarle directamente los humos a la ciencia.

Sierra dijo...

Sí, pero vamos: es una regla argumental básica: se debe discutir con el mejor adversario, no con el peor. Discutir con lo peor de la filosofía es, justamente, la vil táctica retórica de algunos cientificistas dogmáticos, y el resultado es un inmerecido desprestigio de las humanidades.

Ayer hojeaba uno de esos libritos que salieron el año pasado a propósito de Darwin, La mejor idea jamás pensada, y a pesar de que tiene un caracter fundamentalmente divulgativo, me pareció que no era tan parcial como suelen ser los hombres de ciencia. De hecho, comenzaba mencionando el famoso concepto de "las dos culturas", lo que me dio que pensar.

Por otra parte, tienen la costumbre, los "hombres de ciencia", de verter conceptos antropológicos, psicológicos, culturales, filosóficos, etc., a su propio lenguaje, ¡del modo más ridículo! Justamente hablaba también de los memes, de los que oí hablar por primera vez en este blog. ¡Qué idea absurda! Es como si yo tratara de hablar de física cuántica en el lenguaje de Aquino, por dios.