miércoles, 3 de marzo de 2010

Mundos ficticios, mundos soñados, mundos reales

Cedo la palabra al Umberto Eco del libro El vértigo de las listas, pág.363:

Thomas Pavel, en su obra Fictional Worlds (...), nos invita a un fascinante experimento mental: supongamos que un ser omnisciente sea capaz de escribir o leer una Obra Máxima que contiene todas las afirmaciones verdaderas tanto sobre el mundo real como sobre todos los mundos posibles. Naturalmente, como del universo se puede hablar con distintos lenguajes, existe una Colección Máxima de Obras Máximas.

Supongamos ahora que Dios encargue a algunos ángeles que escriban para cada hombre Libros Cotidianos, donde deben anotar todos los enunciados (sobre los mundos posibles de sus deseos o esperanzas y el mundo real de sus actos) que corresponden a una afirmación verdadera en alguno de los libros que componen la Colección Máxima de las Obras Máximas.

La colección de los Libros Cotidianos de un determinado individuo deberá mostrarse el día del Juicio, junto con la de los Libros que valoran las vidas de las familias, de las tribus y de las naciones.

Pero el ángel que escribe un libro cotidiano no se limita a enumerar afirmaciones verdaderas, sino que las une, las valora, las organiza en un sistema. Y puesto que el día del Juicio cada individuo y cada grupo tendrán un ángel defensor, los defensores reescribirán para cada uno otra serie astronómica de Libros Cotidianos, donde las mismas afirmaciones estarán relacionadas de manera distinta, y comparadas diversamente a las afirmaciones de alguna de las Obras Máximas.

Puesto que cada una de las infinitas Obras Máximas forma parte de infinitos mundos alternativos, los ángeles escribirán infinitos Libros Cotidianos, en los que se mezclan afirmaciones que son verdaderas en un mundo y falsas en el otro. Si pensamos además en la posibilidad de que algunos ángeles sean torpes y mezclen afirmaciones que una Obra Máxima registra como contradictorias entre sí, tendremos finalmente una serie de Compendios, de Misceláneas, de compendios de fragmentos de misceláneas, que mezclarán estratos de libros de diversos orígenes, y llegados a ese punto será muy difícil decir qué libros son verdaderos y cuáles son ficticios, y respecto a qué libro original. Tendremos una astronómica infinidad de libros a caballo de mundos diversos, y se considerarán ficticios historias que otros han considerado verdaderas.

Pavel escribe estas cosas para que comprendamos que ya estamos viviendo en un mundo así, salvo que los libros en vez de escribirlos los arcángeles los escribimos nosotros, desde Homero a Borges; y sugiere que la leyenda que cuenta describe bastante bien nuestra situación frente al mundo de las afirmaciones que estamos acostumbrados a aceptar como verdaderas. De modo que el estremecimiento con que percibimos los límites ambiguos entre ficción y realidad no solo es comparable al que experimentamos frente a los libros escritos por los ángeles, sino también al que deberíamos experimentar frente a la serie de libros que representan, con autoridad, el mundo real. ”

2 comentarios:

Malena dijo...

Es, efectivamente un experimento mental de lo más interesante. Pero ni siquiera creo que sea necesario plantear un compendio de las afirmaciones verdaderas de algún mundo. Creo que hay más gatos de Schrödinger de los que quisiéramos creer, porque todo conocimiento es una interpretación, y toda interpretación, ficción. Foucault habla de que la interpretacion es infinita, que vuelve una y otra vez sobre sí misma. No creo que tengamos un asidero hacia el mundo real, más allá de nuestra propia configuración mental (una solución muy kantiana y bastante triste).
Creo que es posible y deseable la idea de un conocimiento fijo, estable, "verdadero"; pero solamente desde nuestro propio punto de vista humano. El universo considerado en sí mismo debe ser, en mi humildísima opinión al menos, absolutamente borgeano. Un espacio amorfo e incomprensible que toma sentido gracias a nuestras propias ficciones.

Creo que me fui mucho de tema xD. Perdón, es que es interesantísimo.

Héctor Meda dijo...

Estoy de acuerdo en que No creo que tengamos un asidero hacia el mundo real pero no entiendo por qué ese kantianismo nos debiera irritar. ¡Narices! a pesar de lo rarito que era -o tal vez porque lo fuera- le debemos mucho al paseante de Konigsberg y tal vez sustiuría su idea de que existe un molde platónico real, cuando en realidad no, que es lo que le obliga a creer en los noumenos y defendería una perspectiva más wittgensteniana (el 2º) del conocimiento o visibilidad del mundo como algo dable por una panoplia de juegos de imágenes o de lenguaje.

Y, bueno, también estoy muy de acuerdo en adjetivar como "borgeano" esa concepción del universo (¡bien visto!) porque, de hecho, en El idioma analítico de Wilkins lo viene a describir tal que así:

no sabemos qué cosa es el universo.
(...)
Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa palabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta conjeturar las palabras, las definiciones, las etimologías, las sinonimias, del secreto diccionario de Dios.