jueves, 25 de marzo de 2010

Perdidos en cuándo estoicismo

15. Conozco tus hechos, que no eres ni frío ni caliente. Quisiera que fueras frío o, si no, caliente. 16 Así, por cuanto eres tibio, y ni caliente ni frío, voy a vomitarte de mi boca. 1

Revelación 3:1-22

En el penúltimo capítulo de Perdidos que vi el otro día, se nos presentó a un inválido Locke deambulando de un trabajo a otro en busca de uno que lo realizase como persona aunque, o precisamente porque, no fuera apto para una indiscapacidad como la suya a la que se mostraba tercamente ciego. Mediado el capítulo, su asistente laboral le conminaría a que aceptase su triste minusvalía poniéndose ella misma, ya que estaba en tratamiento de quimioterapia, como ejemplo de lo beneficioso que a la larga resultaba siempre tal proceder de honestidad con uno mismo.

En casa, su pareja interpretará la misma escena. Le dirá, al verle teclear el teléfono de un neurocirujano, que debe aceptar su invalidez justo como ella ya lo ha aceptado y que debe seguir para adelante junto con ella ya que justo prometidos. Y será así como terminará el capítulo: con un Locke comenzando a interpretar estoicamente su situación vital y supongo que por ello, empezando a desechar las que hasta ahora siempre habían sido, para la lucha del día al día, sus armas de guerra, a saber: la esperanza y la fe.

No tengo claro, sin embargo, que esa enésima apología del estoicismo me persuada más allá de admirar su abstracta arquitectura teórica. Quiero decir, sin duda el dolor es despilfarrador, monopoliza agotándolas, nuestras emociones y sensaciones, nuestras percpeciones y reflexiones, en total, nos derrocha la vida y consecuentemente su exilio será invariablemente una ganancia impagable para cualquier persona que quiera hacer de su existencia algo más habitable. Eso nadie lo duda pero el cómo conseguir tamaño logro sí que despierta aún controversias. Se ha dicho en este sentido, al punto de ser lugar común, que sólo si es realizado con estoicismo un futuro curso de acción será a no dudar más sensato, menos imprudente, más ahorrador, menos sufrido y, en buena lógica, habría entonces que minimizar el contacto con aquellas emociones que acaban sistemáticamente convocando más dolor, a saber: la esperanza y la fe.

No obstante, sospecho que no resulta la vida tan sencilla como estoicos (o budistas) proponen dado que el destino no necesariamente escribe con caracteres indelebles nuestra biografía -como cuando la muerte- antes bien, es usual la ambigüedad inherente a una situación dada como incluso vemos en el caso de Locke donde su invalidez no tendría por qué ser definitiva -tal y como le advierte el médico (Shepard) al que se disponía a llamar- o siéndola, no habría de ser lapidaria -tal y como cree el propio Locke al buscar trabajos como si no estuviera inválido-. De hecho, casi siempre tenemos posibilidades para revertir una pérdida, casi siempre oportunidades para desagraviar una derrota, para cultivar una ilusión, engendrar esperanza, rehacer una vida. Y en tal caso, no actuar, no querer actuar, manifiesta una peligrosa tendencia al derrotismo, a la inanidad, a la muerte en vida.

Definitivamente para mi, la línea que separa el estoicismo de la desmoralización, de la docilidad existencial, es demasiado fina como para atreverme a tontear con ella, demasiado sútil como para saber librarme de ella, por lo que juzgo, y cristalizando tal vez lo que vengo queriendo anotar, que la filosofía de romanos como Séneca o Marco Aurelio, me temo, constituiría más bien un bonito modus vivendi de indudable elegancia sobre el papel pero de incierta cuando no peligrosa ejecución fuera de Él.

5 comentarios:

Merco dijo...

No creo que el estoicismo sea una guía imposible, es más, Marco Aurelio se da cuenta de esto en su libro V apartado 9 y lo reflexiona:

"No te enfades ni te abandones ni pierdas la paciencia, si a menudo no consigues actuar de acuerdo con principios rectos. Más bien, después de un fracaso, vuelve a intentarlo y alégrate si la mayor parte de tus acciones son dignas de un ser humano. Ama aquello a lo que vuelves otra vez, y no regreses a la filosofía como a un maestro de escuela, sino con la misma disposición que el que padece una dolencia ocular recurre aplicarse una esponja o un huevo, o como el que se vale de un emplasto o un fomento. De esta manera, mostrarás que obedecer a la razón no es un gran asunto, sino que más bien encontrarás alivio en ello. Recuerda también que la naturaleza sólo quiere lo que está de acuerdo con tu propia naturaleza, mientras que tú querías otra cosa en desacuerdo con la naturaleza. ¿Qué es más agradable que seguirla? ¿Acaso no nos vence el placer por el agrado que nos produce? Examina si la magnanimidad, la libertad, la sencillez, la benevolencia, la piedad no son más agradables. Y en cuanto a la sabiduría, ¿existe algo más agradable, si consideras que la capacidad para comprender y el conocimiento siempre procuran estabilidad y éxito?”

No creo que sea desmoralizador, más bien, se trata de una doctrina de continua superación personal y mejora espiritual.

Saludos!!

El Perpetrador dijo...

Una vez acutalizada mi lostización, me he atrevido a leer tu post.

Diría muchas cosas sobre el estoicismo, pero replicando a tus dudas, afirmo sin duda que el estoicismo no es en sí mismo una teoría cerrada como pueda serlo el pirronismo o cualquier otra que se pretenda global y sistemática. Más bien es una de las polaridades del alma, un vector como lo puedan ser el egoísmo o el esteticismo, y como tal comprende infinitos grados y versiones. En su versión más radical desde luego que es algo próximo a la muerte, aunque sus defensores consideren esto mismo la virtud suprema. Sin embargo, estoicismo hay en las palabras de Cristo, en las de Confucio e incluso sospecho que hasta en las de Marx.

En principio creo que no encuentro discutible su axioma esencial, a saber, que, en aras de la paz interior y de la felicidad, una actitud es inteligente en la medida en que tiende a contentarse con lo que tiene y no a pretender poseer lo que la contentaría más, puesto que esta progresión es infinita y conduce a la desazón y a la hipertrofia... tal y como vemos en nuestra civilización desarrollista, que destruirá el planeta en unas pocas décadas.

A mi juicio, el estoicismo al uso, el de los romanos y el de algunas espiritualidades orientales, no es más que una terapia vigilante, un antídoto que hay que tener siempre presente como se tiene presente a los familiares. Leyendo los pensamientos de Marco Aurelio (uno de mis libros de mesilla de noche) se tiene la impresión de que él mismo los tenía como tenemos hoy almax para el ardor de estómago: a modo de regulador y de herramienta en el negocio de la perfectibilidad. La prueba de que esta filosofía no es incompatible con la acción es el hecho de que Marco Aurelio, uno de sus emblemas, fue emperador y bien conquistador. Y me permito citar yo también el VI, 29 de sus apuntes para corroborarlo: "Es vergonzoso que en una vida en que el cuerpo no se rinde tu alma se rinda la primera".

Más estoicismo saneador necesita esta época, que morirá de hedonismo y de culto a los instintos.

Héctor Meda dijo...

Siento la tardanza. Vacaciones.

Al tema: Creo que debiera leer ya a Marco Aurelio y no juzgar tanto a los estoicos de lecturas de segunda mano pero, dicho esto, no acabo de ver aún, con los textos de Marco Aurelio citados, la manera de decidir racionalmente si Locke debe seguir buscando poder andar o no y es que, insisto, al final se trata de eso, de saber cuándo tirar la toalla y aceptar la realidad -si se puede- o cuándo luchar por ella pero en absoluto suscribiría la idea de que, de normal, el contentarse con lo que se tiene y el no pretender poseer más sea una idea válida y pensemos, por ejemplo, en los obreros del s.xix con sus dieocho horas diarias de trabajo sin vacaciones ni días libres, ¿diremos que sus exigencias sindicales fueron fruto de una mala actitud vital por no estoica?

El Perpetrador dijo...

Aunque no considero a Punset un gran pensador, hay algo que dice (como siempre citando a otros) que creo muy cierto: a partir de unas condiciones mínimas de sanidad y economía, la felicidad depende de la actitud de cada cual. Los obreros que trabajaban 18 horas estaban perfectamente alienados en el peor sentido de la palabra, y por tanto no tenían esos mínimos. Ahora bien, teniendo para comer, vestir y dormir, y no teniendo unos vecinos demasiado ruidosos, la aceptación de los límites, cuanto antes se haga, mejor.

El caso concreto de Locke, depende de si uno entiende que poder caminar es esencial o si en una sociedad tecnológicamente avanzada es una cuestión de segundo grado. Personalmente estoy con Locke en ese asunto, aunque la prueba de que su obsesiva meta no es condición sine qua non para la autorrealización es que el tipo no para de frustrarse de mil maneras a lo largo de la serie una vez ya camina. En todo caso, la superación no pasa necesarimente por la victoria en el plano material. Para ejemplo de superación en este sentido, véase a Nick

Héctor Meda dijo...

El problema que le veo a la tésis de Punset es que es muy fácil decirlo -como el estoicismo- pero a veces imposible hacerlo. Es más lo dicho por Punset adolece del típico defecto de los libros de autoyuda, a saber: considerar la voluntad como una entidad real que puede ser teledirigido nomás con una buena dósis de palabras cuando, en la vida real, nuestras apetencias no coinciden con nuestras necesidades ni potencialidades. Pensemos lo fácil que es el desamor sobre el papel y lo duro sobre lo real y pensemos que lo que solivianta todas nuestras tragedias es la muerte, es decir, el olvido, tiempo mediante, y el desamor, una vez más, es un ejemplo paradigmático.

Además, insisto y es la tésis principal de la anotación: en la vida real no sabemos cuáles son las batallas que libramos y por tanto no sabemos cuando y si claudicar o perseverar y el caso de Nick es relevante pues, al contrario de Locke, no parece este muchacho haber adoptado una posición estoica antes bien, gracias a su fe, inistirá en convertir en una victoria su invalidez.

Otro item será si ese disfraz intelectual que es lo religioso nos parapeta de las inclemencias del tiempo a costa o a fuer de una visión auténtica de lo real. Por lo pronto, la panfetlaria beligerancia huérfana de toda incertiudumbre con que Nick lleva su religiosidad suele ser sintomático de una huida hacia adelante.

Y por otro lado y para terminar, en puridad -y espero que se me perdone la boutade- no es una determinada situación vital un necesario signo de desdicha. A mi parecer, lo que produce tristeza no es el navegar en una determinada zona abisal sino que es la caída al abismo la que produce el vértigo del sinsetido de forma que, por decirlo en términos castizos y espero que no ofensivos, no es el ser ciego de nacimiento lo que produce la depresión -aunque a no dudar genera frustración- sino la repentina y inexplicable pérdida de la visión. Por buscar una anología biológica, el hombre es una animal que se adapta a cualquier situaición, sí, lo dijo Dostoievski, pero en ese adaptarse a un determinado nicho ecológico se cristalizan ciertas pautas cognitivas a la postre generadoras de una serena felicidad -valga la redundancia- que se pierden en cuanto el entorno cambia abruptamente, la tragedia aparece y entonces, como un animal que es incapaz de a voluntad propia modificar su acervo genético, nuestras pautas mentales se quedan obsoletas.

Addendum aforístico: Creo que todo Shakespeare y por extensión lo dramático cabalga sobre esta idea.