domingo, 8 de noviembre de 2009

Ágora revisitado

Aún pensando que cualquier exégesis política de una película estrictamente dramática resulta siempre artificial, no obstante, si tal hecho fuera legítimo, si más concretamente alguna moraleja es extraíble de la película Ágora, ya tangencialmente reseñada, a mi juicio sería ésta: el constatar cómo, a través de la institucionalización de la religiosidad, de la inoculación de ortodoxia doctrinal, histórica y frecuentemente se ha paralizado el fenómeno religioso para, las más de las veces, reconducir a la sociedad a gusto del politicacho de turno.

En esta línea argumentativa quisiera anotar un hecho seguramente desconocido de cómo, porque política obliga, se puede introducir idolatría, esto es, ortodoxia, con el mero fin de agitar las turbulentas aguas políticas.

La religión, una vez más, no como grifo de una fuente divina, sino como llave de paso a una mundana ágora.

Hablamos de los deuteronomistas. Para saber dónde estamos, mapearé primeramente el contexto histórico. Siglo VII antes de Cristo. Los deuteronomistas son un grupo de sacerdotes, profetas y escribas de la corte del rey Josías de Judá empeñados en reformar la religión de Israel. Durante dos siglos, la región había sido acosada por el Imperio asirio pero éste recién entró en declive. Ahora los egipcios avanzaban y los deuteronomistas, preocupados de la diversa oferta teológica, en realidad preocupados de una posible falta de unidad nacional, eufemismo de nacionalismo, empezaron a desarrollar una doctrina en donde se exigía la monopólica adoración a Yahweh con la tapadera de haber descubierto un rollo perdido que había sido escrito por Moisés.

Ni que decir tiene que los deuteronomistas hicieron adiciones a la Biblia legada de J y E entre las que se encontraba el dar mayor relieve a la figura de Moisés como libertador de Israel para así poder enfatizar el, si del faraón egipcio una independencia se quería, necesario sentimiento nacionalista.

Consecuencias: cuando en 611, el faraón Neco II marchó hacia Canaán, Josías, investido de una -inventada- investidura divina se opuso a éste.

Murió. Al primer encuentro. Después de eso, Judá se convirtió en la puta de Egipto y Babilonia. Además, dada la insistencia de algunos israelitas de que tenían a Yahweh de su parte en lo que política extranjera se refiere, apenas una década más tarde de la muerte de Josías, Judá volvió a buscar lo imposible, esta vez contra Babilonia, para que el rey Nabucodonosor humillara otra vez a Jerusalén, deportara a su élite diletante e instaurara un rey títere.

Otra década más tarde, la convicción, políticamente inventada, recordemos, de tener un todopoderoso de su parte, indujo a Israel otra rebelión.

Ésta vez el saldo fue la destrucción de la ciudad de Jerusalén junto con, y resultando aún más traumático, el santuario nacional, el templo de Yahweh.

El Deuteronomio, de haberse puesto plenamente en práctica, habría establecido en el pueblo judío una esfera secular, un poder judicial independiente de la religión, una monarquía constitucional sujeta a la Torah, finalmente, un solo santuario nacional.

Pretendía desechar todo rastro de imagenería supersticiosa para introducir la razón en la religión. Lo que se buscaba era una religión racional que desechase todo rastro mítico de forma que, al adorarse a un solo Dios hecho a imagen y semejanza del pueblo judío, quedaban exiliados los otros dioses y con ellos la supersticiosa idolatría. No habrá lugar al Mito. Sólo al Logos.

El rey Josías cumplió la letra bíblica provocando conscientemente, entre otras cosas, la aniquilación de toda otra religión, provocando inconscientemnte, la (casi) aniquilación de la suya.

Como se dice en el libro de Karen Armstrong, pág.64, una ideología racional no era necesariamente más tolerante que una ideología mítica antes bien, lo es menos, de hecho, eso fue lo que sucedió porque, en palabras sacadas otra vez del libro:

En el pasado, el poder de Marduk había sido siempre desafiado por Tiamat; el de Baal por el de Mot. Para J y E [hasta entonces los únicos redactores de la Biblia], lo divino era tan ambigua que era imposible de imaginar que Yahweh estuviera infaliblemente de tu parte o predecir lo que haría a continuación. Pero los deuteronomistas no tenían duda de que sabían con precisión lo que Yahweh deseaba, y sentían que era un deber sagrado destruir todo lo que pareciera oponerse a sus intereses.

Entendido esto, se entenderá porque comparto plenamente la conclusión, en absoluto irreligiosa, de Karen Armstrong:

Cuando algo inherentemente finito –una imagen, una ideología, o una política- es investido de valor definitivo, sus devotos se sienten obligados a eliminar cualquier pretendiente rival, porque sólo puede haber un absoluto.

El tipo de destrucción descrita por los deuteronomistas es una indicación infalible de que el símbolo sagrado se convirtió en idolátrico

2 comentarios:

Héctor Meda dijo...

Por si viene un cofrade de la RAE en tono inquisitivo, diré que el anglicismo erróneamente traducido del título es deliberado ya que considero que dicho neologismo tiene unas connotaciones diferentes y en este caso más acordes con el espíritu del texto que las de su traducción natural, la de "revisado".

Sierra dijo...

Interesante reflexión. Me gustaría no tener que sacar conclusiones, porque precisamente de este tema no me gusta sacarlas hasta no haber revisado el asunto desde todos los ángulos... cosa que aún no he hecho.

Pero ciertamente esta es una entreda muy interesante.

(La palabra "mandame").