jueves, 10 de septiembre de 2009

Hagase Tú voluntad

Quisiera recoger un interesante texto extraído de Genios escrito por Harold Bloom. Estamos en la página 178:

El escritor más grande en lengua hebrea, conocido entre los estudiosos como J o el Yavista, escribió las partes cruciales de lo que ahora llamamos Génesis, Éxodo y Números en algún momento entre el 950 y el 900.
(…)
Quisiera aclarar que mi lectura del texto de J es la misma que haría de cualquier otro gran texto literario, y lo leo como leería a Homero, a Dante o a Shakespeare.
(…)
Una de las manifestaciones más sobrecogedoras del genio Yavista trasciende incluso a Shakespeare (aunque me duela decirlo). El personaje más sorprendente de J (…) es, extrañamente, Yavé, no sólo Dios como personaje literario sino, inolvidablemente, Dios. Una vez más, quisiera evitar el escándalo. El Yavé de J ha sido una extravagancia durante casi tres mil años porque es humano-demasiado-humano. Recuerdo haber afirmado en mi Book of J que, de acuerdo con los estándares normativos –judaicos, cristianos, islámicos-, la representación de Yavé es blasfema. Hoy añadiría que me quedé corto en esta afirmación: los teólogos (los antiguos y los modernos) y los académicos consideran que el Yavé de J es antropomorfo, lo cual es una absurda evasión.

La única sobresaliente excepción la constituye el estudioso alemán Gerhard von Rad, aunque donde dice Israel yo pondría J y donde habla del Antiguo Testamento yo hablaría de la Biblia hebrea o Tanakh:

En realidad Israel[Yavista o J] pensaba que Yavé tenía forma humana. Pero la forma de expresarlo a la que nosotros recurrimos va exactamente en dirección opuesta según las ideas del Antiguo Testamento[Biblia hebrea], porque de acuerdo con las ideas del yavismo, no se puede decir que Israel[Yavista o J] tenía una concepción antropomorfa de Dios sino lo contrario, que ella tenía una concepción teomórfica del hombre

Con su gran ironía, J consideraba que sus mujeres y hombres eran teomorfos, mientras que su dinámico Yavé es extraordinario y sin trabas desde el comienzo.
(…)
Yavé modela la figura de Adán con arcilla roja adamah, no como un ceramista (…) sino como un niño haciendo pasteles de barro. Sin embargo este es un Dios infantil que insufla en su criatura el soplo de vida, convirtiendo a Adán en un ser vivo, no un alma prisionera dentro de un cuerpo sino una entidad en la que la una y el otro se han fundido, como el propio Yavé.
(…)
Ahora me ocuparé (…) del momento más enigmático y estremecedor de la Biblia Hebrea
(…)
Mientras Moisés baja hacia Egipto [luego del encuentro con Yavé], J nos sacude con lo siguiente:

Y en el camino, en la posada, El Eterno lo encontró y trató de matarlo. Tzipora tomó una piedra afilada y cortó el prepucio de su hijo y lo arrojó a sus pies; y dijo: "En todo lo que a mí concierne, estás casado con sangre"

(…)
¿Cuál es el motivo de la ira de Yavé? J no nos da ninguno y evidentemente cree que no hay explicación posible. ¡A sabiendas de que Rashi no había hecho su trabajo, la normativa tradicional insistía absurdamente en que Moisés debía ser asesinado porque no había circuncidado a su hijo pequeño! Pero esta es una interpretación tardía
(…)
La tradición mesoráchica, infeliz con la ironía de choque del Yavista, sencillamente reescribió el pasaje. Satán aparece como una gran serpiente del desierto que casi se traga a Moisés hasta que Tzipora circuncida al pequeño.

Los herejes gnósticos antiguos y modernos, entre los cuales me incluyo, se han deleitado con el pasaje, pero el refinado e irónico Yavista no era ni un creyente ni un hereje. Yo imagino que J quería que viéramos una vez más que la identificación total con la voluntad de Dios es imposible: él no es predecible.

Mientras escribía estas palabras, los inefables Falwell y Robertson sugirieron que Dios había permitido la destrucción de las Torres Gemelas porque toleramos a los defensores del aborto, a los homosexuales, a las feministas y a los de similar calaña.

Lo último que quisiera oír sería la interpretación Falwell-Robertson de por qué Yavé intentó asesinar a Moisés.

3 comentarios:

El Perpetrador dijo...

Un fragmento muy sustancioso. Dios entendido como puro azar, como un juez que no da explicaciones y a veces ni siquiera advertencias.

Tengo la impresión de que esa irracionalidad despótica está presente en el centro del judaísmo pero también en el calvinismo, donde el plan divino es totalmente impredecible y por tanto da igual lo que hagamos, Él tiene dispuestas sus resoluciones desde hace tiempo. Dios intentó matar a Moisés (ítem: ¿Dios puede intentar algo sin conseguirlo?)como podía haberle puesto a bailar claqué.

La pregunta es: ¿tiene sentido una dogmática y una adoración de quien fenomenológicamente es equivalente al Caos? En primer lugar habría que matizar que Dios sí da algunas pistas sobre tendencias de comportamiento en la Biblia y hace algunas recomendaciones-guía.

Pero olvidando esto, ¿una fe basada en la total ignorancia tiene sentido? Yo creo que sí, aunque sea difícil. Probablemente la utilidad de los ritos calvinistas o judíos radica en que un comportamiento repetido, humilde e introspectivo es relajante. La repetición de un mantra fomenta la iluminación aunque no se crea en la existencia fáctica de lo que se esconde tras los símbolos budistas, como los propios budistas reconocen. También Krishna recomienda a Arjuna el "sarva phala tyagam", no apegarse al fruto del acto, es decir, actuar porque la actuación es beneficiosa en sí misma, supone liberarse de la ansiedad por obtener beneficios, aunque no hayamos avanzado ni un solo paso en el conocimiento de las cosas exteriores.

Quizá sea ese uno de los más profundos secretos de las religiones. Sinceramente lo sobrenatural no sé dónde queda en todo esto, pero algún sitio habrá que encontrarle para explicar la insistencia de los religiosos en hablar de ello.

Héctor Meda dijo...

Buen apunte.

Esa, como tú la llamas, irracionalidad despótica, nunca la había creído típicamente judaica, tal y como apunta Bloom, pero sí orientalista o, cuando menos, taoísta.

Una célebre historia lo ilustra:

El caballo de un campesino se escapó. Ante la conmiseración de su vecino, el campesino le dijo: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y tuvo razón, porque al día siguiente el caballo regresó acompañado de caballos salvajes con los cuales había trabado amistad. El vecino reapareció, esta vez para felicitarlo por el regalo caído del cielo, pero el campesino repitió: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y otra vez tuvo razón porque al día siguiente su hijo trató de montar uno de los caballos salvajes y se cayó, rompiéndose una pierna. El vecino volvió a mostrar su pesar, y recibió nuevamente la anterior pregunta: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y el campesino tuvo razón una cuarta vez, porque al día siguiente aparecieron unos soldados para reclutar al hijo, pero lo eximieron por encontrarse herido.

Y bueno preguntas dónde queda lo sobrenatural en esto, pues creo que, como bien apunta el Tao, al sustituir el concepto de ley por el de orden y al ser este sobrenatural, se nos queda vedada una visualización del mecanismo del mundo, no hay ley a visualizar, porque dicho orden espontáneo es un orden superior al que cualquier mente humana puede diseñar [legislar] debido a los detalles de la información requerida pero, al igual que de la evolución de un ecosistema no podemos predecir nada, sí que podríamos afirmar que ciertos fenómenos acabarán sucediendo o tenderán a suceder.

Lo importante aquí y ya encontrándonos con el texto es que dada la imposibilidad de diseñar una legislación sucede que, como con las instituciones sociales regidas por un no humanamente cognoscible orden espontáneo, es imposible o, mejor dicho, es contraproducente que existan personas que gobiernen la institución religiosa y se crean testaferros de la palabra de Dios, que es a lo que apunta sabiamente Bloom al final del texto.

Es curioso, por cierto, que ésta visión de lo sobrenatural se pretenda, por parte de algunos, una defensa del ateísmo cuando éste necesita de un mundo natural, es decir, legislado por leyes comprensibles pues de lo contrario, de no ser humanamente cognoscible resultaría, por definición, sobrenatural.

El Perpetrador dijo...

Coincido con todo lo dicho. Sólo añadiría que no creo que la existencia de una autoridad religiosa sea necesariamente contraproducente; contraproducente es más bien la dogmática de orden ontológico. Todos sabemos que el autoritarismo religioso ha producido desmanes más que otra cosa, pero la jerarquización parece de cajón en todo orden de cosas. Para una presunta relación directa con lo sobrenatural es habitual una práctica que, enseñada por un maestro, ahorre tiempo y esfuerzo. Además el mero hecho de someterse a una jerarquía desarrolla virtudes apetecibles como la humildad o la paciencia. En Occidente no estamos acostumbrados a pensar en una simbiosis entre teoría y praxis, pero de nuevo el zen es paradigma de la jerarquía utilitaria, pues cuando uno reconoce con toda humildad que no necesita gobierno externo es que ciertamente no lo necesita:

Un maestro zen caminaba un día por el bosque con sus discípulos. De pronto recogió una rama de un árbol y preguntó a uno de los monjes:¿Qué es esto?. El monje dudó y el maestro lo golpeó con la rama. Luego le preguntó a otro: ¿Qué es esto? Este segundo discípulo le respondió: Damélo, para que lo pueda ver bien. El maestro le entregó la rama. El monje la cogió al vuelo y golpeó con ella al maestro. "¡Has resuelto el dilema!", gritó el maestro.