El Espectro de la Estabilidad Ontológica (Moral)

 

¿Qué tienen en común la frase ‘un soltero no está casado’ y el ‘Último Teorema de Fermat’? Ambos se consideran verdades necesarias, pero su sensación de certeza es radicalmente diferente. Los filósofos llevan décadas atascados en la pregunta de cómo distinguirlas de las verdades empíricas. Hoy propongo una salida: no busquemos una esencia, sino un número. Un código postal dentro de la geografía de la razón.

En vez pensar en identificar enunciados analíticos en función de su analiticidad radical y distintamente cualitativa del resto, sigamos identificándola a la manera de una empírica: de manera reversa a la presencia concurrente de proposiciones que por fuerza-lógica deben ir con ella.

Vamos a imaginar un número análogo al número de Erdos. El número ontológico o nOmo. El nOmos de una proposición o enunciado analítico X será el número de proposiciones o enunciados analíticos que a su vez tienen que ser cierto para que X sea cierta.

Definición Precisa del nOmos como Métrica Estructural de la Analiticidad

El nOmos(X) de una proposición analítica X es el cardinal del conjunto mínimo de proposiciones analíticas distintas de X que son condiciones necesarias para la verdad de X.

Dicho visualmente: son las dovelas con-ocurrentes sin las cuales el arco de verdad de X se derrumba.

Cojamos el Principio de No Contradicción (PnC). ¿Cuál es su nOmos? Si no necesita de ninguna otra concurrencia de verdades para ser cierto, su nOmos será “0”. ¿Pero acaso no necesita que sea cierta la ley de identidad (una proposición) y el modus ponens (otra proposición) así que su nOmos es en verdad “2”?

Poco me importa.

No busco como Aristóteles enunciados con nOmos de valor “cero”. Lo que busco es saber, cuáles proposiciones tienen nOmos infinito, vale decir, NO puede ser que sean veraderas porque para que así fuera debieran concurrir infinitas proposiciones.

El reverso del PnC me parece un buen candidato, por cierto. Fíjate. Para que una contradicción “P y no-P” sea verdadera, se necesitaría colapsar todo el sistema lógico. Pero no de cualquier manera, sino coherentemente. Para que el sistema de lógica paraconsistente que la albergase fuera estable, tendría que establecer infinitas reglas para contener el “daño” explosivo de la contradicción. De alguna manera, la carga de sostener una contradicción verdadera es infinita, porque debe crear un universo lógico completo alternativo donde esa contradicción no destruya toda la noción de verdad. nOmos (”Existe una contradicción verdadera”) = ∞. Esto la haría, prácticamente, imposible de ser verdadera en nuestro marco ontológico. Es una formalización de mi idea anterior: es “imperformativamente realizable”.

El concepto de nOmos nos permite trazar un “árbol de la dependencia” de las verdades necesarias. Las verdades con nOmos bajo (0, 1, 2...) serían los “cimientos”. Las que tienen nOmos alto o infinito, serían los “pináculos” de la construcción, altamente dependientes.

Una verdad analítica podría redefinirse no por su “verdad en virtud del significado”, sino por ser un nodo en una red de dependencias necesarias. Su “analiticidad” sería una función de su posición en la red (su nOmos y el nOmos de las proposiciones que dependen de ella).

El nOmos(X) es el número de ejes axiales fundamentales que deben ser “presupuestos” o “activados” para que X tenga un lugar estable en el Espacio de lo Pensable.

El Principio de No Contradicción (PNC), dije, tendría un nOmos extremadamente bajo (quizás 1, 2 o hasta 0). ¿Por qué? Porque es un eje primario él mismo. Es uno de los pilares que define el espacio lógico. Para que algo sea “pensable”, debe poder ubicarse en relación con el eje Coherencia-Incoherencia que el PNC estructura. El PNC no “descansa” sobre otros ejes; es más bien un eje coordenante fundamental. Es un “generador” de realidad, no un “dependiente”.

Por el contrario, una proposición con nOmos altísimo, sería una proposición que, para ser ubicada en el Espacio de lo Pensable, requeriría la activación de un número altísimo de ejes secundarios o derivados. Sería una verdad tan “compuesta” y “dependiente” que su existencia sería marginal, inestable o directamente imposible (como la contradicción verdadera).

Su alto nOmos indica su precariedad ontológica.

En concluyendo, la distinción analítico/sintético debería dejar de ser binaria. Tenemos un espectro que va de proposiciones ultra-estables (nOmos ~0) a proposiciones altamente revisables (nOmos alto pero finito) y finalmente a posibles imposibilidades lógicas (nOmos ∞).

Las verdades más básicas (como el PNC o los axiomas de la teoría de conjuntos) tendrían nOmos muy bajos. Proposiciones matemáticas más complejas (como el Último Teorema de Fermat) tendrían un nOmos alto pero finito, dependiente de una larga cadena de demostraciones. Esto explica por qué son necesarias pero menos “autoevidentes”.

Le concedemos a Quine, si te parece, que no hay una definición lingüística no-circular de “analítico”. Pero hay una propiedad estructural (la relación de dependencia necesaria medida por el nOmos) que es real y desempeña el papel funcional que los empiristas lógicos intentaban capturar. La circularidad no es viciosa, sino sistémica: es la circularidad de un marco coherente donde los elementos dovelas se sostienen mutuamente para puentearnos una interacción con Lo Real (y que forma parte de Lo Real), siendo algunos claramente más fundamentales que otros.

En última instancia, mi razonamiento promueve que la elección no es entre el empirismo lógico y el holismo quineano, sino entre un holismo dovelar que reconoce sus propios presupuestos poli-trascendentales (mi posición) o un holismo que, en su intento de ser radicalmente antifundamentalista y a-nomo-tético, se desploma imperformativo.




Y esto, crucialmente, se extiende a la moral.

Pensemos en un imperativo como "Matar a un bebé es INmoral". En la topología moral, esta proposición tiene un nOmos cercano a cero. Es un pilar, un eje axial. Su violación, en condiciones normales, produce la intuición de un colapso moral.

Ahora, imaginemos una excepción trágica: el vagón lleno incógnito de judíos, una redada nazi, bebé que llora, la pulpada viscosa de manos que se posan en nariz boca para salvar a un muchos. 

Para que la proposición "Matar a un bebé es INmoral" sea siquiera pensable su falsedad, se necesita la no-concurrencia de un  enunciado: <<la mera existencia del bebé conlleva una matanza indiscriminada>>, para que, no dándose este caso, se haga verdad el hecho de que "Matar a un bebé es INmoral". 

Su nOmos es bajísimo.

Sensu contrario, su reverso: el enunciado "Matar a un bebé NO es INmoral" necesita la concurrencia de una cantidad astronómica de condiciones (una amenaza genocida, certeza absoluta, ausencia de alternativas, proporcionalidad...) para que su verdad sea materializable.

El nOmos de su reverso excepción es altísimo.


Disclaimer: NO estoy discutiendo si matar a un bebé según X, Y o Z circunstancias es aceptable o no. Sólo quiero mostrar el "juego" --en el sentido de juego de muñeca-- que habilita el uso del nOmos para la deducción moral.


Tal vez un caso menos pintoresco podría hacernos al caso.

En La República, en el diálogo con Polemarco (quien defiende la idea simonídea de que "justicia es dar a cada cual lo que se le debe"), Sócrates fuerza la siguiente aporía:

Polemarco acepta que "devolver lo que se ha recibido" es justo.

Sócrates presenta el contraejemplo: No es justo devolver un arma a un amigo que, en el momento de la devolución, está fuera de sí (loco, furioso, ansioso de venganza).

La conclusión socrática es que la regla simple "devolver lo prestado" no puede ser la definición de justicia. La acción correcta depende del estado del receptor y de las consecuencias previsibles.

Esto no es un mero "depende" relativista. Es un reconocimiento de que para que la acción "devolver el arma" sea virtuosa (justa), deben concurrir una serie de condiciones de cordura y benevolencia en el receptor. Si estas condiciones fallan, la acción se convierte en su opuesto: en una acción injusta y dañina.

El ejemplo de Sócrates es una aplicación perfecta del concepto de nOmos a la esfera práctica.

La Proposición Base (nOmos bajo): "Es justo devolver un bien prestado a su dueño legítimo". Esta es una regla de nOmos relativamente bajo. Es un pilar de la confianza y la cooperación social (la base de los contratos). Su negación general ("nunca hay que devolver lo prestado") tendría un nOmos altísimo, ya que destruiría la posibilidad misma de préstamo y confianza.

Mas aquí nos las habemos con una Excepción (Alto nOmos para su permisión): la proposición "No devolver el arma en este caso concreto" es la excepción. Para que esta excepción sea verdadera (o sea, la acción correcta), necesita que concurran una serie de condiciones necesarias de alto nOmos:

Condición 1 (Estado Mental): El dueño está mentalmente incapacitado (loco, furioso).

Condición 2 (Intención): El dueño tiene una intención manifiestamente dañina (ansia de venganza).

Condición 3 (Consecuencia): Existe una certeza moral (no solo probabilidad) de que se producirá un daño grave e injusto.

La permisión de no devolver el arma tiene un nOmos altísimo. Su "verdad" depende de la activación concurrente de todas estas "dovelas" axiológicas. Si falta una sola de estas condiciones (por ejemplo, el hombre está furioso pero no tiene un arma, o quiere el arma para defensa propia legítima), la excepción se derrumba y la obligación base (devolver) recupera su fuerza.

La deliberación moral socrática sería, entonces, el proceso de calcular el nOmos de la excepción. El Hombre Prudente no es el que sigue ciega-mente reglas, ni el que decide caprichosamente, sino aquel que puede cartografiar correctamente el árbol de dependencias necesario para sostener una acción fuera de la norma. Sabe que desviarse del principio axial (devolver lo prestado) es una operación de alto riesgo que exige unas condiciones muy estrictas.


La virtud es la habilidad de discernir cuándo el contexto ha proporcionado las dovelas necesarias para, excepcionalmente, sostener el arco de una acción que viola un principio axial.

El número nOmos nos permitiría articular una moral que no fuera tan rígida como unos axiomas y unos teoremas y una evaluación moral que puede ser DEScontextualizada, gesto éste, que es el peligro y error sintomático y sistemático de las morales objetivadas

La moral, por tanto, no es un sistema de axiomas y teoremas descontextualizados (ese es el error del objetivismo rígido). Es una topología de dependencias contextuales.

Tampoco caemos en el relativismo ("nada es sagrado"). Al contrario: el modelo del nOmos nos dice que no todas las acciones morales son iguales. Violar un principio de nOmos bajo (matar por placer es INmoral) tiene un coste estructural inmenso. Violar una norma social (nOmos más alto) tiene un coste menor. Hay una gradación de lo sagrado.

La deliberación moral, entonces, no es aplicar reglas en base a axiomatizacions finitas que nos permiten deducir sin contexto, antes al contrario, debemos evaluar el coste estructural de una acción. Es calcular el nOmos de su permisión. Es cartografiar el árbol de dependencias que necesitaríamos activar para sostenerla.

Definitivamente, creo que ésta es una una manera poderosa de rescatar la objetividad moral sin el dogmatismo de reglas inflexibles, y la sensibilidad al contexto sin la arbitrariedad del relativismo. Es una herramienta para pensar la lógica y la moral desde una nueva perspectiva: la de la arquitectura de la razón. Donde la solidez de una verdad deviene por su naturaleza dovela: por transmitir esfuerzos de compresión que nos permita puentear una moral.

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