viernes, 9 de octubre de 2009

Krip(ke)tonita para supermaterialistas

Desde Frege hasta hace bien poco, la teoría referencial por antonomasia de los nombres privados era la descriptivista. Ésta se fundamenta grosso modo en afirmar que los nombres que determinan una identidad son exclusivamente ganchos de los que pueden colgarse descripciones definidas (Searle dixit).

No obstante, de la mano de Saul Kripke, se encontró una inconsistencia a esta forma de referenciar los términos. Veámoslo con un ejemplo: Nixon sería el trigésimo séptimo presidente de USA pero si imaginásemos una situación contrafáctica en donde dicho trigésimo séptimo presidente fuera otro, entonces ¿a qué entidad haría referencia el nombre Nixon? Efectivamente en la concepción fregeana el sentido se determina por el nombre y éste por las descripciones, pero el gran aporte de Kripke es (pág.7):

haber vislumbrado que dichas descripciones en situaciones contrafácticas pudiesen ser falsas. Entonces: ¿el referente del nombre también sería falso? ¿Carecería de referente?

Es precisamente el descarte de esa aporía lo que exige separar las descripciones de los nombres.

Para Kripke la solución consiste en considerar que un nombre propio es un designador rígido y se entiende como tal a aquel término que designa a una misma cosa en todos los mundos posibles (situaciones contrafácticas) en los cuales esa cosa existe y no designa nada en aquellos en los que no existe.

Desde entonces se está empezando a defender una teoría causal de la referencia que se cifra en postular dos cosas, a saber:

Lo que un nombre refiere es fijado por el acto de nombrar originalmente un objeto (también llamado por Saul Kripke "bautismo inicial"), de modo tal que el nombre se convierte en designador rígido de ese objeto.

Los usos posteriores del nombre consiguen referenciar a la referencia gracias a estar enlazados a ese acto inicial mediante una cadena causal

De este modo, lo que se busca cuando se designa un nombre es una suerte de identidad transcendental de los referentes individuales a través de los distintos mundos posibles y de sus respectivas situaciones contrafácticas. Con esto se retorna a cierto esencialismo ya que (pág.9):

La rigidez referencial tiene un fundamento en la esencia misma, en su intrínseca necesidad. Si un individuo o una especie merecen ser nombrados siempre del mismo modo, es porque estamos seguros de que mantienen su identidad, pese a que nuestro conocimiento de los mismos sea fluctuante. ¿Cómo conocemos esa identidad? Hay signos sensibles adecuados que la testimonian, junto a nuestra convicción de que las cosas poseen una esencia que se mantiene idéntica a sí misma en tanto no sobrevenga una mutación substancial, que será valorada con relación a dicha esencia. Esa convicción persevera a pesar de que la esencia no sea conocida perfectamente

De modo que al al alcanzar la esencia de algo, el investigador llega a una auténtica necesidad, no lógica sino física (pág.7):

Por ejemplo, el número atómico del oro es necesariamente 79, de modo que otro número atómico corresponde a otra especie. Y no se trata, en opinión de Kripke, de una necesidad a priori, originada de una definición implícita (“sea oro todo lo que tenga esta lista cerrada de condiciones necesarias y suficientes”), sino que ella brota de una descubrimiento a posteriori e inductivo de las estructuras esenciales de la naturaleza. El hombre las explora investigando y al descubrirlas les impone un nombre, aunque cabe evidentemente la posibilidad de error o imprecisión, que obligaría a corregir la delimitación del concepto en el futuro.

En palabras de Chalmers, todas las identidades son necesarias así que siempre que los términos X e Y tengan una designación rígida y seleccionan el mismo individuo o clase a través de los mundos, si X es Y, entonces X es necesariamente Y.

Consecuentemente, cuando nombramos al H2O como Agua, dicho nombre será válido porque dicho término, Agua, es un designador rígido ya que lo designado, H20, se mantendrá fijo e idéntico en todos los mundos posibles. En consecuencia, la identidad propuesta, Agua=H20, será válida en todo mundo posible. El Agua es necesariamente H20 porque la esencia real del Agua es H2O porque la estructura del Agua es H20.

Para clarificar aún más el asunto, supongamos que tenemos un mundo en donde el Agua ya no es H2O sino XYZ y podremos decir entonces que es un hecho contingente que el Agua sea H20. Bien, veremos que será falso que XYZ sea Agua. No podemos imaginarnos un mundo donde Agua no sea H2O porque si tenemos XYZ en ese mundo imaginado bien se puede salvar la bola de partido diciendo que ese XYZ es una sustancia acuosa que se parecerá a, y hasta se comportará como el agua pero que no será Agua.

Busquemos ahora un designador rígido para el dolor, más concretamente intentemos evaluar si es posible hacer de Dolor algo idéntico a la descarga de unas fibras nerviosas, llamémoslas, ABC. A primera vista, podemos imaginar un mundo posible, contrafáctico, llamado Alfa, en el que un Dolor se da sin la intervención de un estado cerebral, ABC. Así mismo, también podemos imaginar un mundo posible, contrafáctico, llamado Beta, en el que ABC se de sin el concurso de un Dolor. Ese mundo, por cierto, estaría plagado de zombis.

Si Alfa o Beta no son plausibles entonces Dolor será idéntico a ABC en todos los mundos posibles porque Dolor será un designador rígido de ABC. En suma, el Dolor, de darse tal caso, necesariamente será idéntico a ABC. Por el contrario, si Alfa y Beta son plausibles entonces la identidad pretendida por el materialismo será falsa.

A continuación, nos encontraremos que, al contrario de los mundos con un XYZ acuoso, la posibilidad de darse tales mundos no es en absoluto ilusoria sino que es lógicamente plausible. Alfa y Beta pueden darse y Dolor no podrá ser un designador rígido de ABC porque no estarán asociados en todos los mundos.

El argumento es sútil. Paciencia, más bien clemencia, con mi escritura, por favor, y recomiendo de veras la relectura. Creo que no hay otra.

Primeramente veamos qué circunstancias tienen que darse para que los mundos no fueran plausibles, la designación rígida siguiera vigente y por tanto la identificación materialista fuera legítima.

El mundo Alfa no sería lógicamente factible, es decir, el materialista salvaría la bola de partido, si y sólo si pudiéramos describir Alfa como un mundo en el cual no se da ABC y por tanto el Dolor, pero una sustancia dolorosa que, como la sustancia acuosa con el Agua, se sentiría como el Dolor pero sin serlo.

Análogamente, el mundo Beta no sería lógicamente factible, es decir, el materialista salvaría la bola de partido, si y sólo si pudiéramos describir Beta como un mundo en el cual se da el Dolor pero no una sustancia/sensación dolorosa cuando también ABC.

Ambas jugadas o descripciones, empero, no son realizables ergo sí que son viables ambos mundos. Veamos. Todo lo que se necesita para que algo sea Dolor es que se experimente como dolor por lo que no puede haber distinción entre Dolor y sustancia dolorosa a la manera en que había distinción entre Agua y sustancia acuosa. Esto es, podríamos tener algo que se experimente como agua sin ser Agua. Es concebible. Lo hemos hecho antes para salvar el Agua como designador rígido. Pero no podemos tener algo que se experimente como dolor sin que sea Dolor. La sensación de dolor es esencial para el concepto de Dolor. Esto hace que Alfa (Dolor sin ABC) y Beta(ABC sin Dolor) no puedan descartarse, son realmente posibles y, en consecuencia, los estados mentales no son necesariamente idénticos a los cerebrales.

Queda refutada la hipótesis mente/cerebro, por extensión, el materialismo reduccionista. Además, hay algo que amerita aún más la impugnación kripkeana del materialismo y es su concepción de la ciencia que, lejos de rebajarla a mera actividad instrumentalista, la eleva a una auténtica exploradora de las estructuras reales de las cosas por lo que no necesita defender un relativismo ontológico, sí creído por un servidor. Antes bien, aún compartiendo las mismas premisas de los materialistas (coherentes), aún con las mismas armas, a mi juicio, logra derrocarlos.

Sé que unas centenares de palabras no bastan para impugnar la visión del mundo de un materialista al uso. Es por ello que no me resisto a terminar esta anotación sin una gruñona admonición presta (lo sé) a ser olvidada, tal vez ni leída.

Antaño el hombre desde una torre de marfil meramente con verbos copulativos y luego palabras germinadas pretendía cultivar un espejo del mundo. Aún no hemos exterminado todas aquellas quimeras.

Hogaño, no tan ingenua pero simetricamente monomaníaco es el científico que no sale del laboratorio, que descree de cualquier otro instrumento con el que calibrar el mundo que no sea una probeta o una matraz y que juzga prescindible toda palabrería, como la aquí perpetrada, para su visión del mundo. Le basta el laboratorio. Aún no hemos salido del bosque de tan obsesionados con el árbol.

Mucho me temo que urge saber qué se hace cuando se hace ciencia, urge filosofar, sí, explicar las actividades científicas en tanto que actividades, el por qué no distracciones casualmente efectivas, el hasta qué punto invenciones causalmente efectivas, urge también determinar qué hay de real en toda esa mitología de una realidad burocráticamente reglada, de unas partículas masivamente poblada.

En ese sentido, para mi, en ciencia, entre tanto tumulto meramente divulgador, entre tanto borrego únicamente adulador, se agradecen las casi extintas voces filosóficas de gente como Kripke que ven al rey desnudo y que además, no temen denunciarlo.

11 comentarios:

Sierra dijo...

Aparte de la perorata contra los reyes desnudos, con la que he estado —y sigo estando, por cierto— muy de acuerdo, se comete aquí un error argumental. Petitio principi. Veamos:

"Para clarificar aún más el asunto, supongamos que tenemos un mundo en donde el Agua ya no es H2O sino XYZ y podremos decir entonces que es un hecho contingente que el Agua sea H20. Bien, veremos que será falso que XYZ sea Agua. No podemos imaginarnos un mundo donde Agua no sea H2O porque si tenemos XYZ en ese mundo imaginado bien se puede salvar la bola de partido diciendo que ese XYZ es una sustancia acuosa que se parecerá a, y hasta se comportará como el agua pero que no será Agua."

Ahora bien, imaginemos el vocabulario de la gente de ese mundo. Van por la vida, felices, y cada vez que se encuentran la sustancia XYZ se la beben, se lavan las manos con ella y, el quid de la cuestión, la llaman «agua». A pesar de que su composición química es XYZ.

Es más: imaginémonos a un transplantado, un habitante de este mundo que es puesto en el Beta. Seguirá dándole a la sustancia XYZ el nombre de «agua».

El ejemplo presupone que la sustancia H2O es agua, y que ninguna otra lo es. Presupone que la esencia la encontramos en la composición H2O. Sin embargo, el uso de la palabra «agua» nos revela otra cosa.

Wittgenstein (sí, mi nuevo dios) habla de parecidos de familia. La razón por la que llamamos agua tanto al H2O como al XYZ no es una cualidad esencial común, sino un parecido de familia, algunas características que se superponen y entrecruzan. En un tercer mundo posible, también llamaríamos agua a una sustancia que quizás ni siquiera cumpliese otras de las propiedades físicas de nuestra agua, como la de hervir a 100 grados c a nivel del mar.

De igual modo, decir que lo esencial del dolor es un cierto estado mental (concomitante o no al impulso ABC) en que tenemos la percepción (clara y distinta, añadiría alguno) de dolor, presupone una característica esencial común a todos los dolores.

Pero no hay que ir a un mundo paralelo para encontrar ejemplos en los que usamos la palabra dolor para referirnos a algo que no sólo no es concomitante con el estímulo ABC, sino que no comparte ninguna de las características objetivas del dolor. Un esencialista diría que llamamos «dolor» a ciertos estados mentales por analogía de atribución extrínseca; pero lo cierto es que entre el dolor de un paciente psiquiátrico, el dolor de alguien que acaba de meter la mano en una trituradora de carne o el dolor que experimenta alguien emocionado por un aria trágica en una ópera, entre todos los fenómenos que llamamos «dolor» no hay más que un parecido de familia; y así entre todos los mundos posibles.

Héctor Meda dijo...

Es que Kripke precisamente vuelve a postular una esencia por que lo considera necesario.

Los habitantes XYZ pueden llamar agua a su sustancia acuosa pero eso no lo hace ser Agua que, tal como la entendemos nosotros, es H2O. Es decir, y se ha llegado a contraargumentar, la duplicación de nombres propios no refuta la rigidez de sus designadores sino que debe ser entendendia como palabras homónimas que, no obstante, no referencian o portan al mismo designado. Aquí se comenta algo.

Por otro lado, no hay petición de principio porque para demostrar que un nombre no es un designador rígido se exige que pueda haber un mundo posible en donde el nombre no porte la misma referencia y eso es lo que se ha intentando con el agua. Es decir, la forma de falsar un nombre propio es así.

En cuanto a los parecidos de familia de Wittgenstein, pues tiene el problema de las tésis descriptivistas y es que los contrafácticos podrían destruir cualquier parecido y dejar a un nombre propio sin referencia, lo cuál es un absurdo porque conllevaría a que enunciados de identidad tipo x=x pudieran ser contingentes.

Sierra dijo...

No veo la falseación; en cambio, sigo viendo una petitio principi.

Reduzcámoslo a silogismos:

P1: en este mundo (A), llamamos «agua» a la sustancia con las propiedades H2O.
P2: Es agua la sustancia con las propiedades H2O.
--Luego, en el mundo (A) se utiliza correctamente el nombre «agua» para designar la sustancia con las propiedades H2O.

Nuevo silogismo:

P1: Se emplea correctamente el nombre «agua» para la sustancia con las propiedades H2O.
P2: Los habitantes del mundo (B) emplean el nombre «agua» para la sustancia con las propiedades XYZ.
--Luego, los habitantes de (B) emplean incorrectamente el nombre «agua» para designar la sustancia con las propiedades XYZ.

Esta serie de silogismos asume varias tesis implícitas; a saber:
1) Que solo se emplea correctamente el nombre «agua» para la sustancia H2O. (en ambas P1) (Y no me refiero a las homonimias)
2) Que entre la sustancia con las propiedades H2O y el 'agua" (nótese, no el nombre «agua») existe una relación unívoca y causal. Es decir, la gramática de la palabra "es" en P2 del primer silogismo, asume que la sustancia H2O es agua, con independencia del nombre que usemos para ella.
3) Y esto es lo más importante, se asume que la utilización del nombre «agua» obedece a una regla que tiene que ver con la esencia del agua. Es decir, que aplicamos el nombre «agua» para el agua. Sin embargo, esto es precisamente lo que queríamos demostrar.

Luego, el argumento asume que en el mundo (B) se emplea el nombre «agua» para una sustancia que no es agua, porque el agua es la sustancia con las propiedades H2O y en el mundo (B) el nombre «agua» se utiliza para XYZ.

Precisamente lo que queríamos demostrar.

El error es asumir que existe un uso correcto del nombre de acuerdo a una cierta esencia. Que la esencia se llama «agua» con exclusión —salvo por homonimia— de todas las otras esencias.

Imaginemos una comunidad primitiva que llama «agua» a la sustancia H2O, pero sin tener idea de las propiedades químicas del agua. Ahora son trasladados al mundo (B), donde descubren una sustancia acuosa (término de suyo indicativo de una falacia), transparente, fluida, etc., a la que confundirán con la sustancia de propiedades H2O en su ignorancia de que, verdaderamente, se trata de XYZ. ¿Estarán usando mal el nombre «agua»?

Ahora se diría: «bueno, ellos no conocen la propiedad esencial H2O; en cambio, atribuyen el nombre en concordancia con otras propiedades esenciales, como es la transparencia». Lo único que se ha hecho es trasladar la propiedad esencial, pero se sigue aplicando la misma lógica. ¿Y el hielo? ¿Y un agua que estuviese teñida, o que bajo los efectos de una luz extraña tuviese un color? ¿Se aplicaría incorrectamente el nombre «agua» para esa sustancia porque, al carecer de cierta propiedad, no es agua?

Las reglas para la aplicación de una palabra son ciegas, no obedecen a razones. Aun más, no es posible imaginar una regla que contenga todos los casos posibles de la aplicación de la palabra para determinar si su uso es o no correcto.

Sí podemos establecer, empíricamente, que usamos la palabra con arreglo a algunas características que se cruzan y superponen. Nadie llamaría «agua» a una roca; pero no porque las rocas no tengan la esencia agua, sino, grosso modo, porque no nos entenderíamos. Hay una regularidad en la amplicación del nombre «agua», que obedece a un cierto parecido de familia entre todas las cosas que entendemos aguas; no es regular aplicar la palabra a una roca. Eso es todo.

Los nombres no se quedan sin referencia (salvo excepciones, como los nombres inventados, tal que «glouxum», sin referente), porque hay una regla, conocida de todos, que asocia la aplicación de un nombre a unas ciertas cosas.

En cuanto a enunciados tipo x=x, Wittgenstein se ríe bastante de ellos. Son, en primer término, completamente inútiles.

Sierra dijo...

Perdón, me suscribo a los comentarios.

Héctor Meda dijo...

A ver, está enfocando mal el tema: No se trata de postular que Agua es H2O sino evaluar si Agua es un designador rígido de H2O.

Ahora bien, ¿cómo sabemos si un término es un designador rígido de un objeto? Se comprueba así:

Primero se parte de la hipótesis de que lo es y a continuación se busca un mundo posible en donde dicha designación no se de. Si uno logra desmontar la viabilidad de ese mundo y, de todos los que tienen tales pretensiones, entonces es que el nombre verdaderamente es un designador rígido.

Por cierto, que casi se me olvida, a su Nuevo Silogismo le falta la tercera premisa: El "agua" de los habitantes del Otro Mundo, porque XYZ, es una sustancia acuasa como el agua pero no es Agua.

Tiene que pensar que cuando se postula un nombre, se falsará mostrando que por narices se da el designador en ese mundo pero sin el designado. Si puedes afirmar que el designador no aparece en ese mundo y no mostrar que necesariamente sí (como con el Dolor) entonces ese designador es rígido.

Le invito a que imagine otra forma de evaluar si un término designa rígidamente a un objeto, ya verá cómo no lo encontrará.

En cuanto a W, pues el problema suyo es que confundía el uso psicologista o cotidiano del lenguaje con el científico en donde no todos los conceptos se definen pero tampoco todos aquellos que se usan carecen de significado. Cuando el químico afirma que Agua es H2O no está definiendo una etérea panoplia de usos lingüísticos sino que está pretendiendo mostrar cuál es la estructura real del objeto que referenciamos como agua y está postulando que es necesariamente así.

De hecho, todos los contrafácticos que plantea, lejos de darle la razón a W, se la quitan como a Russell y demás porque es la posibilidad de quitar toda propiedad de un nombre y por tanto desalojarle toda referencia haciéndole sin sentido es lo que genera las aporías.

Por eso las teorías causales de referencia resultan ser ahora la moda, porque son las únicas que habilitan un modo de usar un término sin que genere aporías.

Finalmente dice:
Los nombres no se quedan sin referencia (...), porque hay una regla, conocida de todos, que asocia la aplicación de un nombre a unas ciertas cosas.

¿Qué regla? La única forma es designar un objeto (bautismo inicial) y poder mantener dicha designación mediante una cadena causal

Sierra dijo...

Retrocedamos un poco.

En primer lugar, le pido una definición de designador rígido. Sé que está en el texto, pero desenredarla...

En segundo: "Por cierto, que casi se me olvida, a su Nuevo Silogismo le falta la tercera premisa: El "agua" de los habitantes del Otro Mundo, porque XYZ, es una sustancia acuasa como el agua pero no es Agua.". Dígame si no está contenida aquí la petitio principi de asumir a priori que XYZ no es agua.

En tercer lugar, aunque defender a W. aquí no sea lo principal, vamos por puntos.
Lo primero es que sí diferencia el uso científico de las palanbras. La exactitud de un término no es la misma en un laboratorio que en el mundo cotidiano, v. gr., en un laboratorio no pasará por 'agua' una sustancia contaminada, mientras que en el mundo cotidiano sí. Pero esto no afecta en modo alguno su teoría general, simplemente le añade que en diferentes contextos el uso de las palabras cambia.

En cuanto a la regla conocida de todos, es lo más sencillo. ¿Por qué llamo «libro» a este objeto? Carajo, ¿porque el objeto tiene en sí las causas de que lo llame libro? No, para nada; simplemente he visto millones de veces que se le llama libro.

La idea de bautizmo implica un montón de problemas. ¿Quién bautiza? ¿Cómo se enseña a otros el bautizmo? No entremos ahora en ese debate, pero ciertamente no es una noción libre de dificultades.

Juan Antonio dijo...

Héctor,

Te digo mis opiniones:

-Para empezar la tesis de Kripke ni afecta al materialismo ni es la única defensa (si es alguna) del esencialismo. No va contra el materialismo sino en todo caso contra el representacionismo. Pero el representacionismo es ubicuo (se dice que lo era Descartes, o Platón…). Y hay esencialistas no kripkeanos (la mayoría de los aristotélicos, o yo mismo).

-Claro que es un problema qué es un Individuo (lo que llamaban hypostasis y suppossitum los antiguos), y qué relación tiene cada individuo con su esencia, pero la tesis de Kripke no lo soluciona. (En lo que tienes toda la razón es en que el empirista-naturalista-cientificista de a pie simplemente es sordo para todo esto).
Kripke pretende salvar alguna referencia directa entre el lenguaje (el pensamiento) y la realidad. Donde otros, desde Aristóteles a Quine, se han visto obligados a conformarse con decir que el único designador rígido es, en todo caso, “esto” (tode ti, de Aristóteles), representado por el cuantificador existencial, Kripke busca auténticos nombres propios y que a la vez tengan chicha. ¡Sería estupendo! Así habría una realidad de la que no nos cabe duda. Pero… es equivocado (según mi modesta opinión):

Si cualquier explicación tiene carácter holista y todo dato está lleno de teoría (como te he visto defender) entonces no puede haber designador rígido alguno, porque la interpretación del evento en que se dio el supuesto bautizo, estaría siempre abierta.

Cuando se revisa el conocimiento se revisa todo (salvo la lógica, digo yo, pero muchos creen –o creeis- que incluso ella). Tampoco están a salvo los sustantivos más cercanos a la deixis. Decir que Agua es (necesariamente) H2O es como decir que el calor es una sustancia, etc. No, puesto que la ciencia es sólo hipotética, y es, a la vez, holística, ningún término está exento de revisión.

-Además, una explicación causal no sustituye a una explicación semántica, como una explicación evolutiva no sustituye a una explicación epistémica. La función pragmática no suple a la semántica, por más de moda que se haya puesto (por cierto, apoyándose en parte en Wittgenstein –habría que discutir cuán correctamente-). Este es un género de error en que tiendes fuerte tendencia a caer).
¿Qué es lo que sustenta a la explicación causal? ¿Por qué alguien llamó de alguna forma a algo? ¿Cayó la relación causal del cielo? No, alguien llamó a algo de alguna manera porque se representó tal cosa de tal forma. Los bautizos se hacen con criterios representativos. ¡Claro que hay una relación causal, la que hay entre todo acto de conocimiento, entre toda interacción objeto – sujeto! (Fíjate que la explicación causal no evita realmente el representacionismo: simplemente elude la cuestión).

Por si fuera poco, la pobre causalidad está demasiado vapuleada como para soportar más pesos ¿no crees? ¿De qué tipo de causalidad estaríamos hablando? Etc

Todo esto no obsta para que el asunto que te planteas sea importantísimo, fundamental: qué es un individuo.
Tal vez te ayude a pensar en ello leer Razones y Personas, de Derek Parfit (si no lo has leído ya), donde se plantean muchas situaciones contrafácticas (teletransportes, trasplantes cerebrales varios) de las que el autor deduce que “la identidad no es lo que importa” (para conservar la individualidad!)

Héctor Meda dijo...

Sierra,

Vaya por delante que yo concuerdo con W. aunque (me) sea un autor difícil pero no me parece que se pueda rechazar a la ligera que cuando los científicos definen un concepto dicha significación tiene alcance esencialista.

Dice:
le pido una definición de designador rígido.

Se dice que un término es un designador rígido cuando designa a una misma cosa en todos los mundos posibles en los cuales esa cosa existe (y designa a nada en aquellos mundos en los que no existe)..

Dígame si no está contenida aquí la petitio principi de asumir a priori que XYZ no es agua.

No, como no lo es una reducción al absurdo un argumento en donde hay petición de principio.

Repito. Primero se afirma que si alguna propiedad del objeto es contingente, esto es, pudiera no existir en otro mundo lógicamente posible entonces dicha propiedad no sería un designador rígido.

Ahora, para desplumar todas las propiedades contingentes de un concepto se imaginan mundos en donde dicha propiedad no esté asociada al concepto y si no se puede impostar dicho mundo entonces la propiedad es contingente.

Por ejemplo, "el 37º presidente de USA" fue Nixon. Ahora imaginemos un mundo en donde "el 37º presidente de USA" fue un servidor. ¿Es inconcebible dicho mundo? O ¿puedo demostrar que yo no pude ser "el 37º presidente de USA"? No, ergo "el 37º presidente de USA" no es un designador rígido de Nixon

Héctor Meda dijo...

Juan Antonio,

Me alegro que compartas tus opiniones. Las voy apostillando:

Antes que nada: no soy Kripkeano, lo digo en el post de hecho, sigo siendo un firme convencido de que nuestras consideraciones sobre el mundo no son más que consideraciones sobre nuestro mundo. Ahora bien, me gusta de Kripke que, con las mismas premisas de partida que un materialista, refute el materialismo

Dices:
la tesis de Kripke ni afecta al materialismo ni es la única defensa (si es alguna) del esencialismo. No va contra el materialismo sino en todo caso contra el representacionismo.

Sinceramente, no entiendo cómo podría ir contra el representacionismo si lo que se propone con el designador rígido es encontrar o representar una esencia real.

Y en cuanto al materialismo, bueno, lo que pasa es que haciendo uso del concepto de designador rígido se puede impugnar la reducción ontológica pretendida por materialistas.

Donde otros, desde Aristóteles a Quine, se han visto obligados a conformarse con decir que el único designador rígido es, en todo caso, “esto” (tode ti, de Aristóteles).

Yo es que estoy de acuerdo, no sé si viste un anterior post, en donde digo que precisamente lo mismo.

Si cualquier explicación tiene carácter holista y todo dato está lleno de teoría (como te he visto defender) entonces no puede haber designador rígido alguno, porque la interpretación del evento en que se dio el supuesto bautizo, estaría siempre abierta..

Exacto porque comparto esa premisa holista no concuerdo con Kripke.
No soy esencialista.

Cuando se revisa el conocimiento se revisa todo (salvo la lógica, digo yo, pero muchos creen –o creeis- que incluso ella).

¿Sabes de más filosófos -aparte de un locuelo servidor- que incluso desconfíe del carácter ontológico de la lógica? Lo pregunto en serio. A Quine, por ejemplo, le veo maneras de antidogmático pero luego se adhiere al fisicalismo y por cierto no sé cómo, que me parece que una cosas eran las palabras y otras las obras y hasta donde yo sé es Quine quien más furor antiontológico ha tenido.

Este es un género de error en que tiendes fuerte tendencia a caer).

No me ha quedado claro cuál es.

el autor deduce que “la identidad no es lo que importa” (para conservar la individualidad!).

Parece intersante el libro de Derek Parfit, ¿cuál es la tésis? ¿qué es lo que hace para conservar la individualidad?

Finalmente creo que mientras no se resuelva el tema de qué es lo que caracteriza la individualidad, afirmaciones tajantes como que el cerebro determina la mente, serán exageradas.

Juan Antonio dijo...

Héctor,
Perdona, no había leído con suficiente atención tu entrada y he dado por hecho que te considerabas kripkeano (aunque me chocaba, por otras cosas, pero como también he visto a veces que eres capaz de rectificar con honestidad…).

En cuanto a lo del materialismo. La mayor parte de los materialistas de siempre han sido partidarios de la designación rígida (aunque sin saberlo, o sin saberlo en los términos kripkeanos). Son todos aquellos que o no han descubierto o no les ha convencido el holismo y creen en el dato puro (muchos empiristas ingenuos eran así antes de Quine). De hecho algunos materialistas podrían (y lo han hecho) utilizar la tesis kripkeana para intentar eludir el holismo quineano, que da peligrosa carta de ciudadanía a cualquier tipo de entidad, con tal de que sirva para algo.

En cuanto al esencialismo, el de Kripke es uno de los posibles. Uno puede ser esencialista sin tener que sostener que hay una referencia directa (véase, por ejemplo, la tesis de E. Gilson de la inconceptuabilidad de la existencia, etc). De hecho los aristotélicos decían, con su maestro, que la sustancia individual es inescrutable, porque todo predicado (incluido todo sustantivo) tiene carácter universal.

Es cierto que después de Kripke hubo la sensación de que la metafísica esencialista no era una antigualla (y yo lo creo, claro), pero todo esto forma parte de la escasez de miras que a veces tiene el mundo de la filosofía analítica.

Lo del “error” que te atribuyo es el de conformarte con explicaciones que podríamos llamar en general pragmáticas o “funcionales” (sobre todo, el evolucionismo) para sustituir problemas de otro tipo, epistemológicos etc. Aunque sean explicaciones o descripciones complementarias, no son ni necesarias ni suficientes. Pero esto atañe demasiado a tu “esencia” (al menos, la actual) como para discutírtelo así, en un momento. (Si lo menciono es porque venía a cuento: porque Kripke cree que con una explicación causal soluciona el problema de la relación sujeto – objeto, y eso es ingenuo).

¿Qué si conozco a otros locuelos que crean que todo es revisable? Hombre, empezando por Nietzsche y su perspectivismo absoluto (incluso las ideas de Unidad, Sustancia… son creaciones nuestras, dice este profeta), hasta todos los que han postulado una “lógica cuántica”. El caso de Quine es ambiguo, porque si por una parte su holismo le llevaría a “todo se somete al tribunal de la experiencia”, también se reservó la máxima “cambio de lógica, cambio de tema”, es decir, una total inconmensurabilidad inter-lógicas que es inconsistente con el holismo. Pero sin conocer nombres propios, he oído múltiples veces decir que nuestra lógica es un fruto evolutivo, etc. (Como esto ya lo discutí contigo hace tiempo, y no tengo argumentos nuevos, no lo repetiré).

La tesis de Derek Parfit es que para conservar la individualidad de una persona (el libro trata realmente de ética) tenemos que conformarnos (y nos basta) con una relación más laxa que la identidad, una especie de conexividad basada en recuerdos sustanciales y no sé qué más. La verdad es que lo leí hace tiempo y no te puedes fiar de mi resumen. Lo mejor es que lo leas, es muy recomendable (también como ataque al relativismo moral. Derek Parfit tiene una homepage donde puedes bajarte algunas obras suyas. Si tienes tiempo, míralo).
Saludos.

Héctor Meda dijo...

Muy interesante lo de Derek Parfit. A ver si me hago con más información sobre él.

También de Kripke del que, como bien has dicho, se le considera alguien que ha resucitado la metafísica esencialista como posición intelectual sensata.

Y por cierto, qué terror me ha dado el verme junto a Nietzche. Si hay un filósofo que desteto por charlatán (y sé que soy una ruidosa excepción) es el perturbado ese...