viernes, 15 de mayo de 2009

Apología de una justicia irresponsable

El Tribunal Supremo de USA recientemente ha escuchado por primera vez argumentos desde la neurociencia para un juicio concreto a un chico que cometió un brutal asesinato a los 17 años. Los abogados pidiero atenuación de la pena bajo el argumento de que el nivel de desarrollo del cerebro del joven no estaba a nivel del de un adulto. Y es que el área del cerebro asociada al control de las emociones sufre un retraso de desarrollo y no termina de madurar hasta los 25 y 27 años.

Extraído del libro -no especialmente recomendable- Neurocultura.

Este caso pone sobre el tapete el tema de la responsabilidad moral.

Si se está a favor de una mayor clemencia respecto al crimen del joven ¿por qué no lo mismo con aquellos que por un tumor o un golpe tienen lesionada esa misma área del cerebro? ¿Y por qué no a aquellos que etc.? ¿Dónde queda fijado el límite?

Como se ve el tema de la responsabilidad moral suscita y suscitará, según avance la neurociencia, acaloradas disputas pues en la medida en que se mine la idea de que somos libres dicho concepto, piedra angular a su vez del concepto de ajusticiamiento y por tanto de la justicia, se quebrará.

Para solucionar esta constante minación que la neurociencia hace y hará del concepto de libre albedrío, son muchos quienes quieren hacer de la responsabilidad una ficción social útil, una ficción a creer como si existiera.

(Nota bene: Incluso de ser cierto el libre albedrío la defensa de la ciencia moral que a continuación haremos sigue siendo válida)

Tampoco podemos decir que:

La responsabilidad ética no implica necesariamente intencionalidad y conocimiento en la acción causante del daño: si fuera así cualquier agresor podría eludir su castigo alegando desconocimiento y no intencionalidad, y la víctima no sería compensada.

La responsabilidad estricta según causación fomenta que los agentes se informen acerca de las posibles repercusiones de sus actos y tengan en cuenta no sólo los efectos queridos sino también posibles consecuencias no deseadas.

Absurdo. Adentrémonos en un terreno más especulativo, ciencia-ficción incluso.

Si se desarrollasen complejos neurofármacos que pudieran alterar o incluso suprimir la voluntad del individuo ¿seguiríamos aplicando dicho criterio de responsabilidad en donde no importa que el agresor no tenga conocimiento en la acción causante del daño?

Hay que decir que esto ya sucede en algunos insectos sociales, algunas hormigas por ejemplo son engañadas por parásitos sociales o por reinas de otras colonias para ser esclavizadas o explotadas.

Es cierto que es difícil de creer como posible tal nivel de control de la neuroquímica del cerebro pero como experimento mental creo que es interesante y pone a prueba la idea de que no importa que el agresor no sea consciente de lo que hace.

Todo esto parece llevarnos a paradojas mas es solucionable en la medida en que olvidemos intentar descubrir la responsabilidad exacta del actor de un delito pues si en la anotación anterior pedía, con el objetivo de hacer desarrollable una ciencia moral, que desechásemos el concepto de libre albedrío, siguiendo con la misma limpieza terminológica, en ésta pediré que se deseché el concepto de responsabilidad moral en lógica consecuencia ya que también es un concepto que por su inmensurabilidad no es incrustable en una ciencia y sólo dará pie a que con su uso aparezcan oportunistas excusas que hagan que un crimen no sea castigado como se merece.

En definitiva, asumamos las consecuencias de una ciencia moral biológica: No hay lugar para la responsabilidad moral. No es posible mesurarla, ni verificarla empíricamente, no puede por lo tanto existir en una ciencia natural pues la volvería inverificable.

Olvidémosla.

Recogamos la idea nomás de preguntarnos quién es el autor consciente del delito, consciente en el sentido de que sabía que realizaba la acción independientemente de que desconociera sus consecuencias, y no intentemos mesurar su responsabilidad real y a lo más, hagámoslo exclusivamente con los menores en delitos sin víctimas mortales.

No obstante, olvidado el libre albedrío y con él la responsabilidad surge una duda del tipo ontológico-moral a propósito del sentido de la Justicia, de establecer cuál es la diferencia entre encarcelar/castigar a un asesino y, como al parecer cuenta leyenda, lo que Jerjes mandó hacer al mar cuando éste se tragó a sus hijos, a saber: latigarlo.

Seamos osados: desde una perspectiva estrictamente centrada en el caso concreto que se ajusticia, los efectos son idénticos pues en ambos casos no es posible recuperar lo perdido así como y sobre todo hacer pagar la deuda al no resultar ésta liquidable de ningún modo.

La diferencia en un plano social estribaría en que la justicia aplicada a los humanos es la contraparte de la ley que sin aquella no podría existir o ser escuchada y no existiendo, ni siendo escuchada ésta entonces sí que nos encontraríamos con consecuencias nada ficticias pues la ley constituye el elán vital del cuerpo de la sociedad y sin aquella, se descompondría al igual que un cadáver.

Pero no importa hacer desaparecer el concepto de responsabilidad moral y por extensión de justicia al uso porque, aunque pueda parecer una boutade, la auténtica Justicia no existe, mejor dicho, no es implementable si entendemos su ejercicio a la manera grecolatina, como restablecimiento de la armonía social dado que ningún acto humano puede reparar un acto criminal, ningún acto humano puede reparar, pongamos, un asesinato, hacer pagar tal deuda; sólo nos queda, en consecuencia, hacer valer la ley para que los irreparables e impagables actos criminales se minimicen en el futuro en base al miedo al castigo, y sólo nos queda entender la justicia como valedora de la susodicha ley, no restauradora de algún orden corrompido ya que ésta no se aplica para volver a hacer entrar al mundo actual en una armonía perdida -empresa imposible donde las haya- sino para hacer que el mundo futuro sea menos inarmónico, corrompido, en suma, menos injusto.

20 comentarios:

EL INDIO JOHN dijo...

un paso más en cuanto a obetivación en la autoría del delito; puestos a discernir causas, la voluntad y el yo, no existen, sino como un mosaico neuroquímico de conciencia dividible y no monolítico: todo esto deviene de lo manoseado que queda el fin de la justicia: resarcimiento de la pena (expiación), seguridad para la sociedad y por último: reinserción o redención constructiva del delincuente u homicida. Sobre este tercer pilar recae todo el peso en Europa; no así en EEUU, donde el caso que apuntas, resulta más complejo porque hablamos de pena de muerte, siendo el peso soportado por los dos primeros axiomas y obviado el tercero, sin embargo, no parece así, cuando se revisa el caso sobre causas neurocientíficas. Buen artículo.

José Luis Ferreira dijo...

La disuasión es, digan lo que digan los políticamente correctos, la razón fundamental de la justicia. Si podemos tener también reinserción, miel sobre hojuelas. Lo de la expiación del Indio John no lo entiendo, a no ser que estés hablando de que, una vez cumplida la pena, borrón y cuenta nueva.

Para lo anterior será importante saber si el delito se cometer a sabiendas o sin intención, pero esto no elimina la posibilidad de castigar a quien hace las cosas sin intención. La negligencia puede no ser intencional, como el dejar sin tratamiento a los hijos por razones religiosas (p.e., testigos de Jehová) o ideológicas (p.e., homeópatas). Así todo debe ser castigada.

Héctor Meda dijo...

Indio John,

El caso de la pena de muerte no creo que cambie sustancialmente el cómo se debiera entender la justicia, es más, constituye la pena disuasoria por antonomasia.

Eso sí yo no estoy a favor de ella sino de su versión (algo) más soft que es la cadena perpetua porque con la primera podemos acabar matando a inocentes mientras que en la segunda, al ser reversible, siempre son enmendables los falibles y ubicuos fallos humanos.

Respecto a por qué hay que valorar la posibilidad, digo valorar la posbilidad, de que no sea posible la reinserción de los reos, escribí un post hace tiempo.

La idea la resumo al final:
Si se demuestra que hay seres cuya moral/sicología les impide, independientemente de los medios que se usen para con ellos, formar parte de la sociedad entonces que ésta se protega apartándose de aquellos, lejos de ser un desconsolado acto inhumano es el único modo de proteger a la gente inocente de un mal que no se merecen. Es el único modo, en definitiva, de que realmente haya justicia.

José Luis,

Totalmente de acuerdo con lo de la disuasión.

La idea del post, no sé si del todo correctamente expresada, es, y dicha groseramente, que se condena a un ladrón no porque haya robado sino para que no haya más ladrones.

En cuanto al tema de la expiación, aquí hay que entender dos usos comunes del concepto. Uno entronca con el tema de la culpabilidad y el otro con saldar la deuda con la víctima.

Por culpabilidad entendemos que es aquello que pueden tener los seres humanos que comenten un delito pero no así un ente como el mar, es por ello que a todos nos parece absurdo el comportamiento de Jerjes pues el mar actúo en base a su propia naturaleza y no tenía otro modo de actuar.

En estos casos se suele argüir que de aceptar que no somos libres entonces somos igual de responsables de nuestros actos criminales como el mar que golpea Jerjes.

No obstante, lo que caracteriza a un ser humano es que posee una estructura de incentivos que mediante la ley puede ser disuadido de fines criminales.

Otra forma de entender la expiacióne es considerar que un victimario debe pagar la deuda a, contraída con, la víctima luego de haber delinquido.

Así si robó taitantos euros deberá trabajar para la víctima esos taitantos euros.

Esto que puede entenderse como medieval, es algo defendido por corrientes ideológicas contemporáneas como el anarcocapitalismo.

Basta anotar con que existen deudas iliquidables, v.gr: asesinato, para desechar tales teorías jurídicas.

Para terminar -siento la extensión del comentario-, con el tema de la intencionalidad considero que es relevante si el autor de la acción era consciente de ella pero no de las consecuencias de la misma para la adjudicación del crimen, no necesariamente de la pena.

Sierra dijo...

Solo puedo explicarme que este artículo tuviera tan pocos comentarios porque su lectura me fue bastante difícil, por algún motivo. La sintaxis es el arte supremo, digan lo que digan.

Lo leí ya hace algunos días y estaba tratando de encontrar una forma de sintetizar lo que me hace pensar.

Creo que la responsabilidad moral está en la base de nuestro edificio social. No estoy diciendo con ello, que sus conclusiones sobre si existe en la realidad sean falsas; más bien, es una ficción jurídica como aquella que existe desde antiquísimo: la ley se presume conocida de todos. Sin esta clase de ficciones no podríamos mantener cohesionada la sociedad.

Ahora bien, si nos olvidamos de la responsabilidad moral también debemos deshacernos de todo lo construido sobre ella. Esto es, el sistema de derechos y deberes. Que los ciudadanos tengamos tanto unos como otros es resultado de un postulado ideológico fácilmente falseable: que somos todos iguales. Igualmente responsables así como iguales en derechos.

Si reemplazamos la responsabilidad moral por la neurociencia, el resultado es que desaparecen tanto las responsabilidades como los derechos, que en realidad solo son fruto de éstas. En efecto: si la neurociencia determina que un muchacho no tiene el cerebro desarrollado, que por tanto no reconoce las consecuencias de sus acciones, y eso es suficiente para exonerarlo de culpa; entonces también deberíamos admitir que en defensa de sus posibles víctimas, que tampoco son culpables, deberíamos encerrarlo de inmediato.

Aquellos con propensión al homicidio deberían ser ejecutados de inmediato; aquellos con propensión natural a la filantropía deberían recibir cargos políticos. La neurociencia serái jueza en todos los ámbitos.

En efecto, quitar la responsabilidad es quitar el libre albedrío.

Ahora bien, ello podrá ser científicamente cierto, lo que es discutible; pero, ante todo, es repugnante, diría yo, en un plano estético. Quizá no se pueda decir científicamente que tenga libre albedrío, pero la veracidad de este punto casi ni me importa: me interesa la apariencia de que soy libre.

Lo dejaré hasta aquí, porque no estoy muy seguro de haber entendido perfectamente su postura al respecto, así que no conviene seguir perorando.

En cuanto al tuteo, estoy en campaña para impedir que el castellano se transforme en una lengua de tan mal gusto como el inglés, que perdió el trato de "usted", igualando a todos sus hablantes con un obceno "tú" que resulta de lo más ofensivo. Así que usted es usted, nada de túes por ahora. Además, es un cumplido: lo encuentro digno de respeto.

Salute!

Héctor Meda dijo...

Sierrra, dices:su lectura me fue bastante difícil, por algún motivo. La sintaxis es el arte supremo, digan lo que digan.

¿Te parece que escribo mal?

Vaya... me has roto el corazón, de veras.

Sí creo que escribo textos excesivamente extensos pero pensé que no era oscuro... Me gustaría que te explicases mejor en este punto si no es molestia ;-)

En cuanto al libre albedrío, ya digo que podríamos hacer ciencia moral como si no existiera el libre albdedrío.

En cuanto a su existencia real, es una cuestión estrictamente metafísica en la que me muestro bastante esquizofrénico (I, II).

José Luis Ferreira dijo...

Sierra:

Según entiendo, la neurociencia nos dirá qué tendencias tenemos, no qué acciones tomaremos. La neurociencia no es la que definirá si existe o no el libre albedrío, de eso se encarga la física de partículas. Sí podrá definir, en cambio, el grado de responsabilidad, que es algo distinto.

Como decía en el comentario anterior, la disuasión puede funcionar perfectamente sin necesidad de dilucidar la cuestión de la responsabilidad. Excepto para casos realmente patológicos y extremos, funciona bastante bien con la pena después del delito, sin necesidad de penas preventivas.

Le entiendo en su idea del tuteo, pero entienda que en distintos países tenemos ya forjados distintos usos. En España está muy extendido, como lo están otros usos que, a veces, molestan a otros castellano hablantes. Conozco el tema, estoy casado con una dominicana, tengo familia en México, donde he vivido alguna temporada y he viajado por toda América.

Sierra dijo...

Eso exige corrección inmediata: no mal. Pero el ritmo de la prosa, es agotador. Leer tres líneas exige atención total, y me agota. Es, creo, una característica de la prosa de los filósofos alemanes y franceses, una pesadez sintáctica. Desde luego, se trata de impresiones completamente subjetivas, y una materia propia de la técnica literaria... Pero, mire, es como comparar una frase larga de Proust con una larga de, pongamos, Kirkegard o Hegel. Las líneas proustianas tienen una cualidad rítmica, como el mar: por largas y complejas que sean, en términos lógicos (muchos elementos determinan a otros muchos, profusión de frases entre rayas, paréntesis o comas, etc.), se siguen bien si uno se monta sobre ese ritmo —el problema de la traducción radica allí. Este ritmo de la prosa es tema de mis incesantes preocupasiones, le he dado bastantes vueltas. Hegel, por otra parte, le saca a uno el cerebro por las orejas a fuerza de frases contundentes, que es como si fueran acumulando peso semántico a medida que avanzan sin que sea posible dejar irse una pizca de ese peso a riego de no entender nada(como es un poco el caso de esta oración). Con Proust, la línea avanza con tu respiración; con Hegel, debes contener el aliento hasta el punto aparte.

Son, desde luego, distintas prosas dirigidas a distintos públicos. Lo que ocurre no es que Hegel escriba mal; es que para pasar de Proust a Hegel hay que cambiar de chip en la cabeza.

Pero debo aclarar también que no es una prosa oscura. Los términos son claros, las metáforas funcionales y comparativas, no sofísticas como se da tanto, las ideas exactas. Despejar la oscuridad de las ideas es la virtud de un texto, especialmente uno de esta naturaleza. En ese sentido, no tengo ninguna queja, incluso cumplidos. Es por esto que he seguido viniendo.


Ahora bien, lo que quise decir es precisamente lo contrario: la ciencia moral solo puede existir si hacemos como si hubiera libre albedrío. De lo contrario, deberíamos dejarlo todo a la neurociencia... Las consecuencias de eso son imaginables: algo entre Un mundo feliz y una película, que pasaron una vez, en que la gente se ponía una droga para no tener sentimientos. Estaba bien: cortaban a los malos en pedacitos usando espadas samurai, y la chica estaba buenísima, aunque hacia el final la mataban en un incinerador. Pierdo el hilo: en fin, que sin el supuesto del libre albedrío, como dije, se suprimen derechos tanto como responsabilidades, por lo que ninguna ciencia moral tiene sentido. Si no hay libre albedrío, la gente hace lo que hace porque no puede hacer de otro modo: entonces, una ciencia moral es, bien dicho, azotar al mar.

En cuanto a la existencia real de la libertad, también me siento esquizofrénico.

Espero que su corazón se reponga de mi torpeza.

Sierra dijo...

Nota: mis lecturas de Hegel no son sistemáticas, y son en su mayoría de las lecciones sobre estética que, en realidad, son apuntes.

Héctor Meda dijo...

Se dice que Proust hablaba como escribía y se dice también que ello tenía que ser mentira pues era asmático. XDD

Ciertamente la prosa de Proust es única, preciosista, rítmica incluso aunque más que su ritmo lo que importa es cómo dice lo que dice. Su manejo de las metáforas, de los leit motiv.

En ese sentido existen escritores más musicales, mejor dicho, porque Proust es todo un impresionista, todo un Debussy, más rítmicos como Cortázar que sería analogable a Stravinsky.

He de decir que tus preocupaciones literarias por el ritmo las comparto, por eso me ha traumado tu comentario y compararme con Hegel es ya una crueldad superlativa.

Que sepas que desde ahora te voy a tutear a conciencia ;-P

Y quiero pensar que este post hecho a retazos y a todo correr es la excepción de un blog que -lo confieso con cierto pudor- tiene como principal preocupación escribir bien, sea lo que sea eso pero créeme que lo digo de veras.

Respecto al tema de la imposibilidad de la ciencia moral sin albedrío que es lo que se discute aquí:

Bien, lo que querrás decir es que no es posible sino una filosofía moral en donde los valores de esta sean ontológicos: el bien absoluto, el mal, etc.

Pero una ciencia tiene sus presupuestos epistémicos, a saber, debe ser naturalista o debe obviar la postulación de entidades ontológicas no reducibles (el bien, el mal, el etc) y todo ello obliga a que si queremos tener una moral discutible en el ámbito intersubjetivo, auténtico privilegio que sólo regala la metodología científica, entonces nos debemos al cumplimiento de tales restricciones y con ello al pulimiento o eliminación de ciertos conceptos por muy milenario que sea su uso.

Entre los conceptos a eliminar, por supuesto, el de derechos de corte platonista pues se debería entender en la expresión derechos de un sujeto como una suerte de apócope de forma que cuando hablamos de los derechos de los niños lo que queremos referenciar es el conjunto de acciones que no se pueden -o que hay que- hacer con los niños pero desde luego no estamos hablando de "algo" (sea lo que sea) que tienen los niños y cuya implementación resulte trivial o gratuita.

Otra cuestión será el especular o el complementar a posteriori dicha perspectiva con una metafísica -que no sera empíricamente manejable- e imaginar que el Bien con mayúsculas existe y la responsabilidad porque también el libre albedrío etc.

¿Hegel? ¿De verdad? Creo que te ha molestado y molesta que te tutee, ¿verdad? Dime que es eso :-(

Saludos ;-))

Sierra dijo...

José Luis:

No había visto su comentario al elaborar mi respuesta anterior, le respondo.

Si lo que la neurociencia determinará es "qué tendencias tenemos, no qué acciones tomaremos", podemos servirnos de esa información de dos modos: admitiendo que las tendencias no son, finalmente, determinantes, con lo que volvemos a una moral basada en el libre albedrío (con ello no digo que exista); o, por otra parte, la neurociencia es, a su vez, inútil, pues los individuos tomarán decisiones determinados por la casuística y, como bien sabemos, de los casos particulares no es posible ciencia alguna, ni siquiera moral. Como ve, en el primer caso la responsabilidad es moral y en el segundo apaga y vámonos.

Dos puntos más: la verdadera función de la justicia, "digan lo que digan", es un debate que se tiene desde Solón, ininterrumpidamente hasta nuestros días. No me parece correcto sanjar la cuestión con tanta suficiencia: hay más aspectos a considerar. Incluso yo, escéptico hasta la médula, me dejo impresionar por los argumentos esgrimen las distintas partes del debate en la facultad de Derecho.

Por otra parte, la física de partículas, en mi opinión, no tiene nada que ver con la libertad, así como tampoco la física de ondas tiene nada que ver con la música. Las primeras son cuestiones del mundo, estimado señor, las segundas, cosas humanas —y no solo meras emociones, dicho en ese tonillo despectivo. Y, en lo humano, la verdad es un concepto que debemos entender en una dimensión completamente diferente. Sobre el libre albedrío, cuenta más la opinión de Proust que la de Heisemberg, me temo. Anticipo su rechazo a esta idea, pero es un debate a tener en otra ocasión.

Tratar de usted mola.

Sierra dijo...

Más desfaces. Apuesto a que cuando se publique este comentario ya habrá una nueva respuesta.

No, no aventuraría valores absolutos, como Bien y Mal. Eso es meterse en otro debate, de proporciones... mayúsculas. Es algo a lo que, naturalmente, le he dado considerables vueltas, pero no puedo decir que haya llegado a conclusiones firmes.

Personalmente (no me gusta hablar a título personal, siempre es preferible decir «según Fulano, cuya Teoría es tan sólida», pero qué remedio) concibo una moral basada en un concepto relativo: la nobleza. Siendo relativo el concepto, también es relativo el número de circunstancias a las que puede aplicarse. Ciertamente, considero que la literatura es una de ellas, y creo en un estricto código ético para escritores y para lectores , que deben cumplir so pena de ganarse toda mi (considerable) virulencia.

Desde luego, semejantes códigos presuponen que existe la libertad de cumplirlos o no: de otro modo, no sería posible juzgar, solo formular hipótesis.

Esto es analogable para otras situaciones. La extrema literariedad de mi forma de pensar quizá explique por qué mi sistema valórico es algo safio. En última instancia, la norma que más valoro es estética... Pero, en fin, esas son consideraciones subjetivas.

El punto central es que, como decía recién, si no hay libre albedrío, si no se puede elegir obrar o no obrar, toda moral queda reducida a un apaga y vámonos.

Después de todo, moral es la "medida de los actos humanos en cuanto tienden a su fin último" (definición escolástica). Si no hay libertad, no hay actos humanos sobre los que pueda versar la medida.

Creo que vale la pena seguir desarrollando este tema. No he leído su último artículo, pero espero que siga la serie.


Lo he comparado con Hegel, dios mío... Y yo que odio las comparaciones odiosas... Soy un desatinado. Imagino que he herido sus sentimientos de gravedad, espero poder resarsir el daño..., pero, ¿soy responsable de mis dichos? ¡Ja!

No, mire, evidentemente escribir con estilo no es fácil en condiciones normales, y hay que ir añadiendo una serie de complicaciones. Una de ellas es la claridad necesaria para un artículo como este. Dependiendo de la naturaleza del texto, se deben privilegiar diferentes aspectos retóricos. Sin duda, la prosa más lógica es la no-prosa de Aquino en la Summa o de Wittgenstein en el tractatus: cuestiones, puntos. Reduce la ambiguedad al máximo, pero es muy aburrida de leer. Por otra parte, Aristóteles fue llamado "Lengua de oro" por Cicerón, cosas parecidas se han dicho de Platón (conviene recordar que los textos conservados de Aristóteles no son, en su mayoría, publicaciones suyas, sino apuntes del propio filósofo o de sus alumnos). Por otra parte, la prosa de un Nietzsche o un Marx es espectacular, pero no muy veraz, y tienden más a apelar a la sensibilidad del lector... A veces ello resulta en iluminaciones muy profundas; pero es también peligroso.

Por otra parte, mi juicio es totalmente injusto. Comparar a cualquiera con Proust es mucho pedir; pero incluso comparar su prosa con la mía es injusto, visto que yo soy literato y usted ensayista (hasta donde he visto).

Pero quisiera recalcar que no creo que sea posible una separación de estilo y contenido. Lo dicho solo es a través del modo de decir. La maravilla de la prosa Proustiana es su bella exactitud: si no fuese así, no tendría ningún valor lo que dice. No podemos separar la forma de decir de lo dicho... Lo dejo, sin embargo: este es tema de un ensayo por sí mismo, no conviene debatirlo ahora.

Finalmente: no me molesta ser tuteado, evidentemente, pero vamos: ¿quiere usted que el castellano se transforme en algo tan repelente como el inglés? La gente va por ahí, en las novelas gringas —más que las inglesas—, tratándose de tú... ¿Se puede imaginar una tragedia en que los actores sean todos «tú»? No, no, no se puede. Los valores trágicos son demasiado importantes para mí como para considerar el "usted" un mero arcaisismo.

Lo decía: tratar de usted mola.

Héctor Meda dijo...

Sierra,

Hay muchas cosas que me gustaría tratar pero creo que el debate se nos dispersa. A ver si me centro y se me olvida algo será seguro que ha sido eso, un olvido, no, desde luego, que considere ininterante el apunte.

Si defines la moral sujeta a un fin entonces, obviamente, extiendes tanto el ámbito de alcance de la moral que alcanza la metafísica pero en tal caso acabas de finiquitar o mejor dicho de inoperativizar, en el sentido de impedirla ser empíricamente inmanejable, una gran parte de tu moral.

Lo que yo propongo es hacerla ciencia definiendo el bien como un constructo social que aparece en la sociedad porque nuestros instintos y emociones nos predisponen biológicamente a realizar determinadas acciones, que a su vez junto con las acciones de los otros individuos de la sociedad acaban imponiéndose, formándose un determinado precepto moral de igual modo a como gota a gota se forma una estalactita.

De este modo nos olvidamos del engorro de dilucidar si existe el bien como bien absoluto, como fin o finalidad del universo, esto es, nos despreocupamos de considerar el concepto de bien al estilo del realismo medieval, lo rebajamos a flatus vocis, tal que los nominalistas, y lo vamos puliendo, modificando y recreando en atención a lo que diga la empiria vía ciencia biológica y con ello logramos desaxiomatizar el concepto, es decir, lo libramos de una defensa facciosa y una imposición autoritaria pues queda al albur de una ciencia objetiva.

Finalizemos este comentario con mi obsesión. Se me ha tocado la fibra sensible y ahí estoy, rumiando la idea ;-)

Considero que mi estética es algo rara o no, pero con seguridad no comparto (¿parte de?) lo que dice.

No tendría ningún problema en tratar el tema vía email para no dispersar el debate central de esta anotación pero no me resisto a comentar aunque sea brevemente ciertos puntos que intuyo para algunos casos y sé con seguridad para otros no compartimos:

- El estilo lo marca la finalidad del texto. Digamos que es un genotipo que se construye para transmitir el medio ambiente que se quiere crear.

El estilo Proust es bueno para lo que quiere hacer, no si quisiera hacer cuentos Borgeanos, no si quisiera escribir el Ulises.

- Borges (santo patrón del blog) es un ejemplo de que la distinción ensayo/literatura es arbitraria lo cuál no implica que a veces las disimilitudes sean obvias. Ya el inventor del ensayo, Montaigne, hace literatura y ¡¿qué digo!?, Proust, aún antes que Borges, mostró que entre la narración y el ensayo hay una línea muy fina. Mejor no agotar la vista buscándola y disfrutar del lenguaje de ambos cuando es disfrutable, claro

- Lo que debe hacer un narrador no es contar historias -como cree Faulkner (¡qué grata compañía!)- sino crear personajes -como creía Borges- que se despliegan inevitablemente en sus historias -no hay Quijote sin su aventuras, decía el divino ciego, pero del libro el Quijote lo me quedo es con un amigo más, con Alonso Quijano; también apostillaba Borges-

- Proust sobre el libre albedrío es a priori (y a posteriori) tan relevante, a saber nada, como Heisenberg. La Alta Literatura no crea conocimientos verbalizables.

- No sé si Aristóteles escribía bien, a mi juicio no, pero Platón está considerado el mejor prosista de los griegos -Homero escribía en verso-; si se va a comparar a Hegel con éste entonces apaga y vámonos :-P

- Marx y Nietzsche eran poetas frustrados. Por cierto, yo también :-(

- Wittgnesntein ¡no es aburrido! es como un escritor de haikus :-P

- Precisamente, las tragedias surgen cuando el tuteo. No sé quién dijo que si unos treceañeros como Romeo y Julieta se tuteasen entonces no habría emoción. El mayor dramaturgo de la historia, también el mejor escritor, escribía en inglés y todas sus tragedias surgen de las voces interiores que luchan por poseer su yo. Todas tuteadoras, poniendo así de manifiesto que el mayor enemigo de uno, el candidato más probable a imbuirnos en una tragedia, es siempre nuestro yo.

Dostoievski -a quien admiraba el divino Proust- lo supo, ¿quién sino provoca la tragedia a Raskolnikov salvo él mismo? Y ¿quién convierte al Narrador en un celoso compulsivo salvo él mismo? Por cierto, ¡qué adorable es Albertina!

- Me dejo más apuntes en el tintero. Tengo ganas de añadir la etiqueta "estética" a mi blog pero aún estoy rumiando las ideas y si en economía, ética, lo que sea puedo ser extenso no se puede imaginar lo que puedo escribir cuando de literatura se trata.

Además de que intelectualmente es muy sufrido. Explicar por qué dios existe me es más fácil que explicar porque Shakespeare es Dios :-D

Sierra dijo...

Sí, conviene tratarlo por mail, visto que el asunto estético se ha transformado en el tema principal del debate y no tiene nada que ver con el artículo. Le pongo mi mail en otro comentario, al final, para que lo borre después —no se trata de dejarlo proliferar por ahí.

Dice: "Lo que yo propongo es hacerla ciencia definiendo el bien como un constructo social que aparece en la sociedad porque nuestros instintos y emociones nos predisponen biológicamente a realizar determinadas acciones, que a su vez junto con las acciones de los otros individuos de la sociedad acaban imponiéndose, formándose un determinado precepto moral de igual modo a como gota a gota se forma una estalactita."

La palabra clave es predisposición. Concuerdo, naturalmente, en que hay "un constructo social que aparece en la sociedad porque nuestros instintos y emociones nos predisponen biológicamente a realizar determinadas acciones". Sin embargo, dicho constructo no puede ser objeto de una moral, por las mismas razones que le exponía a José Luis Ferreira en un post anterior: la predisposición implica una "tendencia" que solo añade complejidad al problema del libre albedrío, no nos permite hacer como si no lo hubiese, pues la tendencia no implica que necesariamente el individuo obre de un cierto modo. Por otra parte, si la predisposición es absoluta, no cabe una ciencia moral, del mismo modo que no cabe una moral de las rocas que caen: las rocas no pueden sino caer, hace falta una ciencia de la caída, no de la moral rocosa.

Ahora bien, le reprocha a mi postura que "acabas de finiquitar o mejor dicho de inoperativizar, en el sentido de impedirla ser empíricamente inmanejable, una gran parte de tu moral". Concuerdo en que una moral sujeta a un fin puede hacerse imposible de manejar empíricamente, pero no veo la dificultad en ello. Si la moral no es un objeto empírico, qué remedio, hay ciencias no empíricas: en un sentido muy, muy laxo, la literatura, por ejemplo y, en un sentido nada laxo, desde luego, la metafísica.

Por otra parte, no he aventurado que dicho fin (de acuerdo al que se miden los actos para determinar su moralidad) tenga que ser absoluto, como ya dijimos. Podría serlo, claro, pero no hay que extralimitarse ahora.

De hecho, no veo dificultad en considerar no una moral vinculada a un Bien absoluto, sino un entramado de sistemas morales vinculados a multitud de bienes relativos a sus circunstancias. Ello, desde luego, no es empíricamente manejable: por más que lo intente no podrá hacer ciencia al respecto; pero la moral no es primordialmente una cosa que se invente para hacer ciencia de ella, sino un código de conducta práctica, que busca responder a la pregunta «¿qué hacer ahora?»: pertenece al intelecto práctico, del obrar; no al especulativo de las ciencias. La dificultad que plantea hacer una ciencia moral empírica, dificultad que este par de artículos trata de resolver, en realidad es una ilusión, porque la moral no es un objeto de especulación, sino de obrar.

Eso creo que ha salido bastante bien.


Ahora, en cuanto a los apuntes estéticos: cuando yo digo "tragedia" hablo en sentido estricto: "Crimen y castigo" no tiene nada de trágico; "Romeo y Julieta", por aprecio que le tenga a Sacúdelalanza, tampoco. Por otra parte, los personajes de Shakespiare no tutean: entonces el inglés todavía conservaba algo de seriedad y los personajes se tratan de usted.

Sí, Wittgenstein es como un escritor de haikus, buena comparación. De hecho, tiene líneas impresionantes. Pero estructuralmente el Tractatus privilegia la funcionalidad sobre criterios estéticos... aquello de 1.2.3.2 es... pues numerales.

En cuanto a Aristóteles, insisto: lo que queda son apuntes, no obras para la publicación. También escribió diálogos, sin ir más lejos.

En mi ideología, los narradores cuentan historias. Estoy con el bando de Faulkner. No habría aventuras sin Quijote, pero quiero vivir aventuras, no quijotes.

El resto, doy por bienvenida una discusión por mail.

Salute!

Héctor Meda dijo...

Ok, sigamos pero estrictamente centrados en el tema ;-P

Te voy citando:

la predisposición implica una "tendencia" que solo añade complejidad al problema del libre albedrío, no nos permite hacer como si no lo hubiese, pues la tendencia no implica que necesariamente el individuo obre de un cierto modo.

A lo que apuntas es que no es obligatorio que el individuo obre así o asá, ¿correcto? pero la cuestión es que existirán conceptos que por su enraizamiento biológico sí que serán irrenunciables para una masa crítica de la población, v.gr: la repulsividad al incesto y así como lo natural es percibier el verde como un color diferente al rojo mal que le pesen a los daltónicos así, también, sentir repulsión al sexo intrafraternal será algo a cosiderar natural, normal, moral.

No obstante, como tú apuntas:
Por otra parte, si la predisposición es absoluta, no cabe una ciencia moral, del mismo modo que no cabe una moral de las rocas que caen: las rocas no pueden sino caer, hace falta una ciencia de la caída, no de la moral rocosa.

Hay una diferencia y surge de forma obvia cuando se analiza por qué surgió la moral, a saber: para mantener unido a un grupo de humanos y que estos se desarrollen de forma sinérgica. De este modo todas aquellas prácticas que harían más disfuncional al grupo serán eliminadas al tener dicho instinto moral.

Me explico y vuelvo al caso del incesto: Cuando yo siento repulsión a la idea de tener sexo con mi madre entonces soy tan libre para tener o quitar dicha repulsión como una roca el caerse al suelo. Hay que recordar que dicha repulsión surge a razón de que es adaptativa, a razón de que si mezclase mis genes con los de mi madre éstos se degradarían.

Ahora bien, el instinto moral contrario al incesto no sólo me afecta a mi vida amorosa sino que, al ser moral, también incide sobre el actuar de los demás, esto es, que cuando alguien decide acostarse con su madre entonces también se me activa el sentimiento de repulsión por lo que al disponer todos de dicho instinto y al enfocar dicho instinto no sólo a nosotros sino al resto acabaremos creando una ley, una moral que prohíba dicho actuar con lo que protegemos no sólo que nuestros genes se degraden sino también los de la sociedad.

Digamos que para volver a la analogía de las rocas, el instinto moral no sólo fuerza a caer a las rocas sino que también existe para que no proliferen en los alrededores mutaciones no adaptativas de rocas ingrávidas con lo que el conjunto de rocas que conforman la sociedad consigue sortear mejor, esto es, de un modo grupal y sinérgico, los avatares de la selección natural.

pero la moral no es primordialmente una cosa que se invente para hacer ciencia de ella, sino un código de conducta práctica, que busca responder a la pregunta «¿qué hacer ahora?»: pertenece al intelecto práctico, del obrar; no al especulativo de las ciencias.

Tal y como la entiendo yo, la moral surge para mantener cohesionados a los grupos, mantenerlos practicando pautas o comportamientos adaptativos de forma que si viniera un extraterrestre con afán de ser zoólogo no tendría problemas en descubrir que los seres humanos realizamos ciertas acciones y rechazamos ciertas otras siendo las primeras aquellas que consideramos buenas y siendo las últimas aquellas que consideramos malas y siendo la distinción de ambas lo que posibilitó, posibilita y posibilitará nuestra supervivencia y siendo todo esto que acabo de anotar hechos que el zoólogo puede recoger para una ciencia del comportamiento humano, o lo que es lo mismo, para una ciencia moral.

Sierra dijo...

Muy bien. Aquí aparecen concretadas varias afirmaciones que se desprenden de la lógica del artículo, pero trabajar con casos concretos nos facilita la tarea.

En efecto, yo apuntaba más bien a una disyuntiva, a saber, entre predisposiciones relativas o absolutas: las primeras no quitan el problema del libre albedrío y las segundas vuelven irrelevante la cuestión moral, puesto que resulta ridículo hacer una moral de la gravedad. Hasta ahí nos entendemos.

El ejemplo del incesto sin duda es el mejor, por las razones apuntadas. Repugna a todas las culturas, precisamente porque no puede haber cohesión social —ni, por tanto, la misma cultura— donde hay incesto. De hecho, alguna vez leí que la prohibición de las relaciones intrafraternales comenzó a surgir cuando los pequeños grupos necesitaron vincularse entre sí para formar unidades mayores. Es decir, una moral puramente funcional y social, que por aprendisaje se transfiere a lo subjetivo, incluso a nivel instintivo y químico en el cerebro —así interpreto su visión, y estoy de acuerdo.

En realidad, no tengo ninguna diferencia con usted al considerar el origen y función de la moral, al menos en términos antropológicos —que, es mi opinión, son los más atingentes—.

Sin embargo, y es en esto que diferimos, creo que solo hay moral desde que el individuo puede elegir hacer o no hacer tal acción. No hay contradicción alguna con lo anterior, como prueba el hecho de que algunos individuos sí se acuesten con sus madres. ¿Qué es eso? ¿Una falla del sistema de cohesionamiento social basado en la moral? O, más bien, un individuo que obra de modo que se pone fuera de los parámetros morales de su sociedad.

En última instancia, como siempre, este es un debate semántico: ¿qué es la moral? Un código de conducta, sí; ¿pero uno que seguimos voluntariamente, al menos en apariencia, o uno que rige en términos absolutos, sin posibilidad de desasirse de él? Me parece que sí, debemos considerar que lo seguimos con libertad —incluso aunque en la práctica no sea así—, puesto que la moral sirve —es la función que le atribuyen los individuos— como vara de medida de los actos: cuando decimos que algo es bueno o malo, decimos si se acerca o aleja de una medida ideal; pero si el individuo está obligado a tomar ciertas acciones, si no pudo elegir lo contrario, entonces no los podemos medir de acuerdo a ningún fin, sino solo en relación al mismo acto, del mismo modo que solo podemos medir la caída de las piedras en relación a una ley de gravedad universal.

En otras palabras, la ciencia que cabe de las funciones excretoras, involuntarias, es la gástrica, no la moral. Si no acostarse con su madre es un acto sobre el que no podemos tomar decisiones, entonces cabe, quizá, la incestología, que medirá empíricamente en qué casos los individuos son llevados a cometer incesto; pero no cabe hacer afirmaciones de caracter moral, pues la moral mide decisiones libres.

Y volviendo a la cuestión del artículo, ¿qué significa esto en la aplicación de la justicia organizada? Si los individuos no eligen libremente sus obra, correspondería organizar un mundo que se pareciese al de "Un mundo feliz": cada individuo tendría su lugar en la sociedad asignado de acuerdo a las tendencias naturales que no puede sino cumplir. Incluso si esta hipótesis fuese más cercana a la verdad, preferiría seguir basándome en la ficción de que elegimos libremente nuestros actos. Es más entretenido. Y conlleva, también, que a veces podamos portanos mal.

Héctor Meda dijo...

Sigo citándote para facilitar la lectura dialógica:

¿qué es la moral? Un código de conducta, sí; ¿pero uno que seguimos voluntariamente, al menos en apariencia, o uno que rige en términos absolutos, sin posibilidad de desasirse de él?.

Existe una moral humana, absoluta no pero sí relativa o hilvanada en torno a la naturaleza humana de forma que si yo no distingo el rojo del verde mi visión no es natural y si tengo deseos de violar a mi mascota mis deseos sexuales no son naturales, morales.

si el individuo está obligado a tomar ciertas acciones, si no pudo elegir lo contrario, entonces (...) .

Esto es lo que he tratado de rebatirte antes.

Un sujeto A puede sentir repulsión de que la gente, no sólo él pero también, tenga deseos sexuales hacia su madre. Dicha repulsión le es tan natural a él y tan seleccionable como a una piedra caer al vació.

Un sujeto B puede sentir deseos sexuales hacia su madre. Dicha aspiración sexual le es tan natural a él y tan seleccionable como a una piedra caer al vació.

No obstante sólo el sujeto A tiene realiza acto moral natural siendo lo natural algo proviniente no de una mayoría estadística sino de un lógica biológica aprehendida por sus genes.

El sujeto B es una mutación NO adaptativa que para que no prolifere y pervierta, tal que una célula cancerígena en proceso de metastásis, al cuerpo de la sociedad se instaura una moral que dicta aquellos comportamientos que son naturales.

Ahora bien no es verdad que
Si no acostarse con su madre es un acto sobre el que no podemos tomar decisiones, entonces cabe, quizá, la incestología, que medirá empíricamente en qué casos los individuos son llevados a cometer incesto; pero no cabe hacer afirmaciones de caracter moral, pues la moral mide decisiones libres.

No es verdad, digo, porque hay una diferencia sustancial -cuando menos una- entre una piedra y un ser humano y es que éste es un agente intencional que puede, a diferencia de una piedra, ser objeto de una estructura de incentivos (papel reservado al Derecho) que le permita ser disuadido de sus fines.

Y es el que el hombre es un agente cibernético que, a diferencia de un ser inerte, es capaz de cambiar su comportamiento -un cambio que no tiene por qué ser indeterminista- en función de la información que extraiga del entorno.

Este último apunte creo que deja claro que, dada su complejidad cibernética, el manejo de los seres humanos tal que en Un Mundo Feliz es algo que rebasa la planificación racional.

De hecho este punto entronca ya con mi ideario político-económico que ha tenido su defensa en múltiples anotaciones. Sin ir más lejos la última.

Sierra dijo...

Ya me parecía a mí que tenía mi último comentario resabios del artículo sobre Hayek.

Me temo que solo puedo, llegado este punto, insistir un poco; pero antes, quisiera aclarar algo.

"Un sujeto A puede sentir repulsión de que la gente, no sólo él pero también, tenga deseos sexuales hacia su madre."

Los deseos no son objeto de moral, solo las acciones. Esto, por supuesto, porque los deseos permanecen completamente en el plano intrasubjetivo. Lo que hemos venido diciendo no contradice esto, pues a la sociedad no le interesa prohibir deseos, sino acciones; e incluso, para evitar que el exceso de represión de los deseos lleve a un desarme del sistema moral, provee a los individuos de lugares y ocasiones en los que la moral puede relajarse y liberarse los deseos, v. gr., prostíbulos.

Sigamos:

"No es verdad, digo, porque hay una diferencia sustancial -cuando menos una- entre una piedra y un ser humano y es que éste es un agente intencional que puede, a diferencia de una piedra, ser objeto de una estructura de incentivos (papel reservado al Derecho) que le permita ser disuadido de sus fines".No muy diferente de, pongamos, un conejo. También responden a estímulos. De hecho, las bacterias responden a estímulos. Sin embargo, nos parece que el extremo determinismo que rige sus acciones excluye la posibilidad de hacer una moral conejil.

Siento que estoy quemando un muñeco de paja en este último párrafo, pero no deja de ser un punto a aclarar de la tesis.

El argumento es, supongo, que si la acción no es libre, la ciencia que corresponde no es la moral. La moral es la medida de actos libres, al menos en apariencia. Si el individuo no elige, entonces el juicio no puede ser referente a la bondad o malicia del individuo y su obrar, sino meramente de su naturaleza.

Y, finalmente, si la complejidad cibernética del hombre rebasa toda posibilidad de planificación social, ¿cuáles son las consecuencias prácticas de una justicia que ignore la libertad de los individuos de apegarse o no a la ley? ¿Qué objeto tiene la ley si los sujetos no pueden elegir obedecerla? Habría que reconsiderar estas preguntas a la luz del debate.

Héctor Meda dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con la objeción de que los deseos no son parte de la moral sino las acciones. Un desliz.

En cuanto al conejo: ¿y qué que también sea un agente intencional?

Precisamente en su momento cuando esbozé tal defensa para aquellos que decían algo así como "o libre albedrío o no hay justicia" tenía en mente a mi perro que por ser uno de presa -en realidad es de raza pero bueno- siempre me preguntan si es bueno o no.

Es curioso que tal pregunta nos parezca que tiene sentido aunque no le creamos libre al animal y lo más importante tal animal es educable y de creer que puede mear donde le da la gana se le puede enseñar que no, que hay que mear en lo verde y de creer que todo macho alfa es un animal a eliminar se le puede enseñar, zapatillazos mediante, a cambiar su actitud respecto a sus congéneres masculinos.

La complejidad del ser humano, qué duda cabe es mayor pero el modus operandi similar.

Por lo demás persiste la insistencia de que sin libertad no hay moral pues bien, no lo habrá como no es libre ni por tanto moral el comportamiento de mi perro pero sí que es buen perro signifique lo que signifique eso.

Cuando yo digo que una persona es buena lo digo en el mismo sentido y cuando digo que si a un potencial ladrón le enseñas la cárcel dejará de robar en un supermercado entonces lo que digo lo digo en el mismo sentido en que si le enseñas la zapatilla a un perro meón dejará de mear las zapatillas de su dueño, signifique lo que signifique eso.

Eso sí, si el individuo no elige entonces, efectivamente, carece de sentido hablar strictu sensu de responsabilidad porque, como bien dice, el juicio no puede ser referente a la bondad o malicia del individuo y su obrar, sino meramente de su naturaleza, mas no hay nada novedoso en tal pensar, antes bien eso es lo que defiendo en esta anotación: un cambio de la terminología.

Respecto al objeto de la ley es obvio que ésta lo que pretende es desincentivar los comportamientos amorales, algo posible cuando se trata de agentes cibernéticos.

Recordemos a mi determinista perro contemplando mi amenazadora zapatilla, ¿qué esto no es suficiente para su naturaleza perruna? No pasa nada se agria el carácter correctivo de la ley cambiando la zapatilla por un periódico (Sí, por si no tiene perro; a éstos les asusta sobremanera el ruido del periódico cuando se blande contra ellos. Curioso, ¿verdad?)

En ese sentido no tiene sentido -valga la redundancia- preguntarse si la ley, en abstracto, será o no obedecida sino que ésta lo sera dependiendo de las consecuencias que implique su violación (zapatillazo, periodicazo, pena de muerte, un largo y sádico etc.)

Sierra dijo...

Me he reído con ese último comentario, Héctor. En efecto, sólo he visto debates que acaben o bien con ambas partes manteniendo su postura inicial o bien con una apropiación/convención de términos. Eso lleva a plantear diversas preguntas sobre el propósito de estos ejercicios retóricos, que al parecer no son otra cosa que eso: ejercicios retóricos. Muy interesantes, sin embargo.

¿Por qué digo esto? Porque hasta la línea sobre la complejidad del ser humano, iba pensando «ha puesto la soga al cuello de sus argumentos», y eso que había advertido que se trataba de un mono de paja. Sin embargo, a continuación, en el siguiente par de párrafos, expone una serie de argumentos que cobran coherencia cuando aclara que "no hay nada novedoso en tal pensar, antes bien eso es lo que defiendo en esta anotación: un cambio de la terminología".

En efecto, podemos pensar retrospectivamente en nuestro debate como una lucha terminológica. Creo que ambos observamos los mismos fenómenos en la realidad, y hasta los interpretamos similarmente; pero los etiquetamos de diferente forma —lo que no es, como podría creerse, un asunto de importancia menor, puesto que esta divergencia nos lleva a considerar de diferente modo el libre albedrío.

No me gustan, por principio, los cambios de terminología. Se prestan para mucho, y provocan siempre ambiguedades además de, en mi opinión, uno de los grandes problemas de la filosofía moderna: cada pensador debe ser leído con diccionario propio, lo que hace muy complicado adentrarse en su obra y aun más citarla y aplicarla a marcos diferentes a los originales. Lo que revelan, normalmente —y este es el caso— es un cambio de valores, del valor de las ideas que se redefinen.

En efecto, podríamos explicar esta misma concepción de la moral usando un vocabulario escolástico. En este caso, lo que usted propone como "moral" sería algo parecido a la naturaleza, con la diferencia de que los escolásticos la entendían relacionada a un bien trascendente, que no es el caso. Podríamos, creo, hablar de una naturaleza nominalista. En cuanto al buen perro, un escolástico diría que se predica la bondad del perro por analogía de atribución extrínseca —y, en cuanto la conducta humana es determinada como la animal, también se predicaría por esta analogía la bondad o maldad de sus actos. En fin, creo que podría adaptarse la terminología para abarcar estas ideas; es, en cierta medida, lo que yo estaba tratando de hacer.

Sin embargo, estas nuevas voces, sean o no flatus, implican que se conciba de forma diferente la ideología construida sobre ellas, en este caso particular, el asunto del libre albedrío. De modo que no es en absoluto un problema menor.

Pero la discusión que cabe de ello no es la que estabamos llevando, precisamente porque —ahora lo veo— nuestra interpretación de los hechos coincide, es falseable por las mismas circunstancias; y lo que nos diferencia corresponde, en su terminología, a un problema exclusivamente metafísico: no falseable, y construido a priori.

Ello me lleva a la impresión de que el debate que se debiera tener a continuación es semiológico y epistemológico; para lo cual no estoy preparado, ciertamente. Alguna vez leí, no sé dónde, que la filosofía contemporanea estaba reducida a una semiología glorificada. Puede ser así, pero acabamos de ver las importantes consecuencias que pueden tener las más sutiles distinciones en este ámbito.

Aunque no me guste el cambio de terminología, tengo que estar de acuerdo en que sus hipótesis se sostienen si se lo admite.

Entonces, yo creo que lo podemos llamar quid. ¿QED?

Héctor Meda dijo...

Pues sí, ejercicios retóricos son lo que hacemos los bloggers, ¿qué si no?

Debo confesar, además, que en el tema de la moral -postura inventada, creo, por E.O Wilson- jamás he encontrado una adhesión y eso que lo he planteado varias veces mas tampoco considero que esto sea un drama.

Otra vez será.

p.d: A ver si ahorro un poco de tiempo y me veo capaz de gastarlo en la correspondencia prometida a propósito de la estética.