domingo, 31 de mayo de 2009

El origen del contrato social

Tal y como la entiendo, la moral surge para mantener cohesionados a los grupos practicando pautas o comportamientos adaptativos. De esta forma, si viniera un extraterrestre con afán de ser zoólogo no tendría problemas en descubrir que los seres humanos realizamos ciertas acciones y rechazamos ciertas otras, siendo las primeras aquellas que consideramos buenas y siendo las últimas aquellas que consideramos malas y siendo la distinción de ambas lo que posibilitó, posibilita y posibilitará nuestra supervivencia y siendo todo esto que acabo de anotar hechos que el zoólogo podrá recoger para una ciencia del comportamiento humano, o lo que es lo mismo, para una ciencia de la moral humana.

Ahora bien, ¿cómo sintetizamos la variedad aparentemente irreducible del comportamiento humano?

Supongamos que tenemos un sujeto A que siente repulsión de al hecho de tener sexo con su madre. Dicha repulsión le es tan natural y tan descartable como a una piedra caer al vacío.

Por el contrario, el sujeto B siente deseos sexuales hacia su madre pues de todo hay en la viña del Señor, pues bien, dicha aspiración sexual también le es tan natural y tan descartable, una vez más, como a una piedra caer al vacío.

No obstante, sólo A realiza un acto moral natural porque lo natural es algo proveniente, no de una mayoría estadística, sino de una lógica biológica dictada por los genes.

El comportamiento o deseo de B es una mutación no adaptativa -a razón de que si mezclase mis genes con los de mi madre éstos se degradarían- que para que no prolifere y pervierta, tal que una célula cancerígena en proceso de metástasis, al cuerpo de la sociedad hay que instaurar una moral que censure aquellos comportamientos que son contranaturales.

Un inciso. Hay una diferencia sustancial -cuando menos una- entre una piedra y un ser humano y es que éste es un agente intencional que puede, a diferencia de una piedra, ser objeto de una estructura de incentivos (papel reservado al Derecho) que le permita ser disuadido de sus fines ergo su comportamiento no es cualitativamente idéntico en su inexorabilidad ergo con él sí es efectivo un código moral y es que el hombre es un agente cibernético que, a diferencia de un ser inerte, es capaz de cambiar su comportamiento (un cambio que no tiene por qué ser indeterminista) en función de la información que extraiga del entorno.

Es por todo esto que el estudio de un extraterrestre de cómo es nuestra moral, qué prácticas forman parte de dicho conjunto y cómo éste afecta a nuestra conducta será diferente al estudio de, pongamos, evaluar por qué las piedras caen al suelo.

No obstante, hoy lo importante es recalcar el carácter eminentemente social del instinto moral que se percibe de forma obvia cuando se analiza por qué surgió éste, a saber:

Para mantener unido a un grupo de humanos y que estos se desarrollen de forma sinérgica.

De este modo, todas aquellas prácticas que harían más disfuncional al grupo serían eliminadas al tener un instinto moral cada uno de los individuos que configuran dicho grupo.

Me explico y escojo ahora el caso de una violación sexual: Cuando yo siento repulsión a la idea de violar a alguien entonces soy tan libre para tener o quitar dicha repulsión como una roca el caerse al suelo pero es que además el instinto moral contrario a violar no sólo me afecta a mi vida amorosa sino que, al ser moral, también incide sobre el actuar de los demás por lo que cuando alguien intenta violar a alguien entonces también se me activa el sentimiento de repulsión y es por ello que al disponer todos de dicho instinto y al pretender plasmarlo no sólo en nuestras conductas sino en la del resto de la sociedad se acaba creando en ésta una moral punitiva, instanciándose en una ley que prohíbe dicho actuar y consiguiendo con ello proteger no sólo que nuestras conductas se vuelvan inadaptativas sino también las de el resto de la sociedad.

Pensemos para ilustrar este punto en las consecuencias sociales de no sólo no querer acostarnos con nuestros familiares sino de no permitir que tal conducta sea realizada por otros individuos de la sociedad: conseguiremos no sólo que nuestros genes se degraden sino que tampoco los del resto de la sociedad.

He ahí donde comienza la sinergia.

Para volver a la analogía de las rocas: el instinto moral no sólo fuerza a caer a las rocas sino que también existe para que no proliferen en los alrededores mutaciones no adaptativas de rocas ingrávidas. Con esto, el conjunto de rocas que conforman la sociedad consigue sortear mejor, de un modo grupal y sinérgico, los avatares de la selección natural.

Aceptado todo esto se deduciría que lo que posibilita la dimensión social a la especie humana -así como su sostenimiento- no es el amor, al menos no exclusivamente, sino que éste sería la otra cara de la moneda, el otro platillo de la balanza con el que conseguir el equilibrio social, la contraparte de lo que implica la moral, a saber: el poder, el poder de imponer unas determinadas prácticas que consideraríamos naturales o morales al cuerpo entero de la sociedad so pena de que ésta quede igual de desintegrada que una desenraizada hojarasca dejada al albur de una tempestuosa Madre Naturaleza.

Dicho afán de poder, dicho afán de buscar que todas las personas vivan bajo unas -mínimas- pautas morales determinadas, aventuro sería el germen del Estado más concretamente del monopolio de la coacción.

Visto así, nada de inmoral habría en dicho monopolio, antes bien la moral sería su condición sine qua non pues éste fue en su nacimiento fruto de la instintiva consecuencia de intentar desterrar precisamente todo lo inmoral de la sociedad. El contrato social, en suma, no sería más que un fenotipo extendido, la lógica materialización de nuestra dimensión moral; tan natural como la familia, el lenguaje, el dinero, el mercado.

Es por todo ello que el reto de cualquier sociedad sería el conseguir una apertura que le posibilite una progresión dinámica aunque también el evitar política mediante que dicha apertura no degenere en una ciega lapidación de los fundamentos del hasta ahora habido progreso social, moral, humano.

8 comentarios:

Sierra dijo...

Por fin tengo un tiempo para leer el último par de artículos.

Haré, con su venia, algunas objeciones prácticas, esta vez, en lugar de teóricas —sobre todo, viendo que nuestra amiga la piedra entró en la analogía tan brillantemente.

En primer lugar, argumentar que el instinto de rechazo al incesto es genético, me parece una afirmación que necesita comprobación. Es decir, una comprobación química, de esa gente que piensa en términos de AAGGTTAAAACCCCG. Además, me parece errado el argumento de la mutación contra adaptativa (desde el punto de vista genético; el concepto de sinergía me parece estupendo); porque si el resto de la comunidad reaccionara prohibiendo el incesto (que sigue siendo solo un ejemplo), y éste tuviese a su vez origen en una mutación genética, la prohibición no haría más que permitir la multiplicación de la mutación incestuosa, mientras que permitirlo llevaría, precisamente por su contra adaptatividad, a la extinción de la línea. A no ser que la comunidad matara a los incestuosos, claramente, y en general a todos los infractores de la moral adaptativa.

Por otra parte, buscar en los genes el origen de la moral no explica algunos códigos morales inútiles desde el punto de vista de la cohesión social, la sinergía y la adaptación. Por ejemplo, el código de vestuario, que a veces es estrictísimo (claramente no tiene nada que ver con la adaptatividad o con la sinergía social). O, en algunos casos, la necesidad moral de adorar a Dios de una determinada manera (inmolar los últimos alimentos de la comunidad no me parece adaptativo). Tampoco explica algunos códigos que podemos llamar morales a pesar de que tienen un caracter más bien individual: por ejemplo, el código de caballería -evidentemente una institución moral— que, sin embargo, no cumple con las características enumeradas.

Me parece que podría hacerse funcionar este análisis en la escala de los grandes valores morales: no matar, no violar, no incesto, etc. Pero no explica con suficiente exactitud esa moral intrascendente que compone, en realidad, la mayor parte del código de una sociedad determinada.

Se me ocurren más objeciones en este orden, pero no tengo mucha claridad mental ahora mismo, así que lo dejo. Saludos.

Anónimo dijo...

Al anfitrión: magnífico artículo-resumen de la cuestión.

A Sierra: creo que no se argumenta que el instinto de rechazo sea "genético" en el sentido de que va inserto en nuestro ADN, sino simplemente una obviedad más grande: que es un comportamiento que se ve favorecido a gran escala por las consecuencias nefastas de la endogamia sobre una población. Es decir, una sociedad en la que prima un generalizado rechazo de la endogamia tiene un plus adaptativo frente a otra que no lo haga; se trata de un patrón cultural derivado de un hecho biológico, no de un patrón cultural inserto en nuestro ADN.

Por eso podría explicarse que, en una sociedad aislada donde las mujeres fuesen escasas -por ejemplo tras una gran catástrofe- el rechazo a la endogamia se convirtiese de golpe y porrazo en un comportamiento inadaptativo: ¿nunca se le ha ocurrido pensar en cómo tuvieron hijos los hijos de Adán y Eva? Forzosamente tuvieron que ser incestuosos.

Los otros ejemplos me parecen igualmente explicables recurriendo a su adaptatividad:

-El vestir: denota estatus, habilidades, gusto etc.; todas esas cosas que todos sabemos y que decimos que no nos importan a la hora de buscar pareja. Están emitiendo señales sobre la deseabilidad del otro e, indirectamente, sobre lo deseable de su carga genética. Otra cosa es que interpretemos mal las señales.

Por supuesto, eso no significa que alguien que vista mal esté excluido de la reproducción de manera determinística; simplemente, parte con desventaja en la competición. Siempre puede compensar su desventaja en este campo con otro en el que sobresalga: ahí tenemos a Kim Jong Il y su irrenunciable chándal.

-La religión: a primera vista, parece únicamente un mal: perder tiempo y recursos para conseguir resultados de improbable efectividad. Pero la religión ofrece otras ventajas a los grupos -cohesión, principalmente- que pueden ser superiores al sacrificio inmediato de un venado, 200 prisioneros aztecas o 100.000 doblones de oro por una catedral. Recurriendo al criterio adaptativo se explica bastante bien el paso de una religión tribal a una grupal y finalmente a las grandes religiones universales. Y más finalmente aún, a las ideologías. El éxito de unas y el fracaso de otras puede medirse en la medida en que ofrecen ventajas o suponen obstáculos al desarrollo del grupo. Pero claro, la evolución no actúa de un día para otro, ni significa que se produzca siempre un resultado óptimo: junto a la carga adaptativa pueden ir otros elementos no adaptativos, que ni perjudican ni benefician; simplemente están.

-El código de caballería: bueno, pues... ¡precisamente por algo ya nadie lo sigue!

Brevemente, eso era.

José Luis Ferreira dijo...

Héctor:

Está bien el resumen y tu comentario del contrato social como fenotipo extendido. Con todo, creo que es necesaria alguna puntualización (creo que menor, y que no desvitúa, en lo general, tu entrada).

Las características de la población sólo son interesantes, desde el punto de vista de mis genes, si permite que mis genes se propaguen mejor. El incesto dentro de mi progenie es malo para mis genes, porque hará que mi descendencia esté más expuesta a enfermedades. El incesto en mi grupo cercano será malo si, por degradarse el grupo, mi descendencia pierde su apoyo y se limitan sus opciones de procrear y sobrevivir. A medida que nos alejamos de la familia y la tribu para pasar al clan o al estado moderno, podemos ver que el argumento ya no se sigue. A mis genes les interesa que a mi grupo cercano le vaya bien, pero les puede interesar que a la tribu rival les vaya mal.

Hay que dar un paso más para seguir tu argumento, y es que lo que me dan mis genes es un sentimiento de empatía con mi grupo cercano, pero este sentimiento no necesita conocer los genes de los que me rodean ni tener definido con precisión cuál es el grupo cercano.

Le basta decir algo así como: "observa a los individuos con los que te críes (tu familia cercana) y fíjate a quienes consideran amigos y a quienes enemigos, y haz como ellos". En la medida que logremos trasladar nuestros sentimientos morales, diseñados para la tribu, al país o a la humanidad entera, será que se siga tu argumentación.

Héctor Meda dijo...

Hola a todos.

Gracias por comentar.

Voy respondiendo a cada uno.

Sierra,

Creo que tanto Lautreamont como Jose Luis han respondido a ¿parte de? de sus objeciones por lo que seré breve:

No creo que para aceptar la validez de un instinto necesitemos tanto como una comprobación química pero en cualquier caso la verificación de la existencia de tal conjunto de instintos tiene a toda una ciencia detrás trabajando.

Respecto a que censurar una mutación NO adaptativa es contraproducente, sólo tiene sentido si cree que considero al ser humano una suerte de robot donde cada instinto funciona como una instrucción de programa cuando lo que construye el conjunto de instintos morales en un ser humano es una estructura de incentivos que puede ser modificada con la ley.

Al fin y al cabo, si no existiera el derecho entonces todos robaríamos, timaríamos, o algo similar; es la ley la que nos prohibe el llevar a cabo acciones que a corto plazo nos benefician a nosotros pero que de ser generalizadas destruyen a largo plazo la sociedad por lo que también a nosotros nos perjudica tales comportamientos.

Y esta perspectiva de los plazos es importante porque la selección natural actúa de censora sólo en el largo plazo, o mejor dicho, tiene a actuar en el largo plazo de censora por lo que urge tener un sistema jurídico/moral que desincentive las acciones beneficiosas en el corto plazopara sólo uno, perjudicales en el largo para todos.

De hecho, si mal no recuerdo, ya dijo Leoni que al ladrón no le interesa que roben todos.

(Calvino tiene un microrrelato muy bueno con este tema como punto de partido, aunque no tenga nada que ver con la argumentación aquí planteada)

Por otra parte, hablar de matar a los incestuosos es olvidar que precisamente lo que se busca con la moral es sumar miembros para el equipo, no convertirlo en algo elitista porque en la selva grosso modo cuanto más, mejor.

En cuanto a los códigos morales inútiles olvida que precisamente para lo que está la perspectiva biologicista de la moral es para separar la paja del grano, las imposiciones arbitrarias de los jerarcas de turnos, con los principios fundamentales que ninguna sociedad empeñada en existir en el futuro puede violar.

Por ejemplo, el código de caballería no es más que un fenotipo cultural que pudo ser implementado en la europa medieval a razón de sus particulares idiosincracias sociopolíticas pero ni es biológico, ni es universal, ni es útil en otros ámbitos y como ejemplo celebérrimo está la Mongolia medieval donde sólo había tribus nómadas y donde las mujeres y el ganado eran contastemente secuestrado y robado respectivamente con lo que si los hombres querían sobrevivir cuando se les hacía una emboscada entonces debían dejar todo lo que tenían a mano, incluida la esposa, para escapar.

Todo esto sucedía hasta que apareció Temujin a quien secuestraron a su esposa y lejos de abandonarla -en un primer momento sí, como hemos dicho, pues de lo contrario hubiera muerto- y olvidarla como mandaban las tradiciones culturales decidió montar un ejército y salir en su busca. Empresa, por cierto, que tuvo éxito y que no acabó aquí pero para no alargarme más, simplemente diré que acabó siendo aquel miniejército de mercenarios dispuesto a poner ley y orden el germen de lo que sería el mayor imperio jamás conquistado por un hombre. Hablo, claro, de Gengis Kan que es como posteriormente se dio en autodenominar Temujin.

Lautreamont,

Gracias por el capote. A ver si algún día de estos, igual hoy, ya que me lo recuerdas, cuento una anécdota que explica muy bien el por qué es socialmente tan efectiva la religión.

En cuanto al código de caballero como le he dicho a Sierra, efectivamente, en algunos sitios como la Mongolia anterior a Gengis Kan, esto es, un estado; su existencia hubiera sido contraproducente.

Héctor Meda dijo...

José Luis,

Si no me equivoco de lo que tú hablas es de ampliar el círculo moral (Singer dixit).

Es cierto, cuando estamos en una tribu es fácil saber dónde termina la preocupación moral; de hecho, yo creo que gran parte del drama del s.XXI vendrá por no saber dónde poner las fronteras morales, ya es obvio -gracias a Dios- que todos los seres humanos merecemos el mismo trato, respeto, consideración pero no queda claro si extender tal compasión moral a los chimpancés, vacas y dios sabe qué animales.

Esto me recuerda un poco, y perdón por la descarada divagación, a un reality-show de la cuatro en donde unas familias españolas se introducen en unas tribus primitivas.

Bien en una de ellas se degolla a un cerdo -o jabato, creo- delante de ellos no sin antes haber convocado a los espíritus y demas zarandajas espirituales de indudable valor cultural. El hecho es que todos los familiares, sin excepción, salieron corriendo, gritando, llorando, en suma, despavoridos, por la tamaña barbarie a la que habían asistido mas, luego de dejar de reposar un poco los hechos y luego de tachar de bestias insensibles a los indígenas -que lo son pero no por ello-; confiesan ante la cámara que no son vegetarianos, que entienden, por tanto, que cuando compran carne una suerte parecide sino idéntica habrán corrido los animales que ellos deglutirán pero que, claro, ellos allí -se entiende que en el primer mundo- no lo ven y claro, eso cambia completamente la valoración moral del acto.

Lo dejo como metáfora de varias cosas que invito que verbalizéis; y perdón por la chapa.

José Luis Ferreira dijo...

Si una familia hindú del sur de la India, pobre y tercermundista (y vegetarianos) va a integrarse en un pueblo español, razonablemente rico y primermundista y se topa con la matanza del cerdo o una corrida de toros o una de esas fiestas tan tradicionales en las que se tortura a algún pobre animal, estaríamos en lo mismo.

Efectivamente, me refería a la ampliación del círculo moral, pero tenía pereza en buscar la referencia.

Sierra dijo...

En efecto, doy por solucionadas mis objeciones. A decir verdad, ayer ya sospechaba que el planteamiento de la moral como un problema genético sobrepasaba la simpleza de mi análisis. Las explicaciones de Lautreamont sobre la religión y la de nuestro anfitrión (no sé a quién dirigirme en primera persona) me parecen, ambas, admirables.

Que siga la buena labor.

Sierra dijo...

"nuestro anfitrión sobre el código de caballería", quice decir.