martes, 16 de junio de 2009

De lo paranormal y lo sobrenatural

David Hume sobre los milagros (vía)
La bellaquería y la estupidez humanas son fenómenos tan corrientes que antes creería que los acontecimientos más extraordinarios nacen del concurso de ambas que admitir una violación inverosímil de las leyes de la naturaleza.
También se dice que
Este argumento es la espina dorsal del movimiento escéptico y todavía constituye un problema para los historiadores de la religión.
Y sin embargo hete aquí que el pensamiento me parece simplista.

Veamos, ¿cómo se evalúa la posibilidad de que las leyes naturales sean violadas cuando la existencia de éstas no son más que una hipótesis ontológica de indudable valor heurístico pero imposible verificación experimental?

La ciencia presupone un mundo natural, legalista, pero no puede falsar dicha hipótesis porque no puede, por su propia forma de entender lo que implica un hecho científico, constatar que una ley sea violada en una sóla ocasión.

A lo más puede certificar que dicha ley no es regular, no que lo sea salvo en un sólo caso que es lo que implica la noción de milagro y es que así como es imposible crear un Experimento Tipo para demostrar que la ley identificada se cumple en cierto dominio, aún más imposible es verificarla con un único e irrepetible experimento.

Otro tanto vale para su falsación que es la otra cara de la moneda.

Hay que dejarlo claro: lo milagroso, por definición, no puede ser aceptado como hecho por la ciencia porque cuando una persona dice haber realizado un experimento que demuestra tal o cual hecho, dicho experimento para que sea científicamente validado debe ser repetible, es más, para que una experiencia verifique una verdad objetiva debe ser posible especificar una serie de condiciones bajo las cuales cualquiera podría observar el mismo resultado y es por ello que lo que podría hacer Robinson Crusoe es una investigación cuasicientífica de la realidad pero no ciencia surgiendo el problema con el fenómeno milagroso a razón de que éste, por definición insisto, no es ni repetible, ni mucho menos dado a, bajo ciertas condiciones, vuelto a ver porque entonces estaríamos hablando de un fenómeno regular, natural, comprensible por una ley natural mas no algo sobrenatural o milagroso.

Lo que pasa es que Hume y sus plagiarios secuaces populistas confunden alegremente lo paranormal: un hecho no natural pero que en la medida en que sea estudiable entonces regular; con lo milagroso: una violación puntual y por tanto no regular, no naturalizable, de una ley física.

El verificar si existe la telepatía o si dos gemelos sienten lo mismo aunque estén a miles de kilómetros de distancia, todos fenómenos paranormales, es posible para la ciencia pero no así el hecho de que milagrosamente yo haya curádome de un cáncer.

A este hecho se le niega su carácter sobrenatural simplemente por pragmatismo -creer lo contrario, que el mundo es natural no es útil científico/tecnológicamente para seguir aprehendiendo/manipulando la realidad por diversas razones ahora no relevantes- pero no por cálculo alguno sea formal o probabilístico pues dicha utilidad no es cuantitativamente mesurable.

Recalcémoslo: no es cuestión de cálculo de probabilidades sino de elegir una hipótesis u otra en función de su valor heurístico.

Además un exacto y preciso cálculo de utilidad, de ser posible, un medir cuánto nos sirve aceptar tal o cual verdad, ya se aleja de la pretensión humeana no de establecer cuan útil nos es una verdad sino cuán verdadera nos es una hipótesis ya que Hume apela a la verosimilitud ("una violación inverosímil de las leyes de la naturaleza") en base argumentos, suponemos, ontológicos pues los pragmáticos difícilmente pueden evaluar cuan verosímil o real es una hipótesis.

Y es que lo que realmente me irrita de este proceder teórico es su pusilanimidad intelectual, al traer ilegítimamente de la mano a la autoridad científica para mediante ese matonismo filosófico imponerse en el infantil juego de palabras que ha sido siempre la Metafísica.

2 comentarios:

Jesús Cotta Lobato dijo...

Yo empiezo a creer que un suceso es un milagro cuando la explicación supuestamente científica del hecho es más inverosímil que el milagro mismo o cuando era difícil que confluyeran tal cúmulo de circunstancias naturales para que se produjese el hecho. Por ejemplo, si nacieran flores en el Polo Norte después de que se lo dijese la Virgen a un esquimal, el proceso de crecimiento de la rosa se podría explicar, porque, evidentemente, la rosa tuvo que salir de alguna semilla y esa semilla tuvo que llegar allí de algún modo, pero lo difícil de explicar es el conjunto. En fin, no sé si me explico. Un abrazo

Héctor Meda dijo...

Muy interesante lo que dices. Desde luego para comprender un caso se necesita grosso modo que éste sea análogo a otros, en la medida en que por la propia singularida del fenómeno esto no sea posible el misterio se vuelve desde luego aún más incromprensible.

GRacias por el comentario Jesús.