El filósofo se pregunta por qué existen las cosas. El filósofo se pregunta por qué existe el ser y no la nada, pero no pregunta nada más que lo que hace el hombre corriente cuando se pregunta quién hizo el mundo y qué fue antes. Al intentar responder a esta pregunta el hombre crea los dioses (o los descubre, no quiero abordar cuestiones teológicas)
Por tanto, el ilustrado, entre otras cosas, sabe que cuando el hombre nombre a los dioses está haciendo algo que no se puede tomar a la ligera. El ilustrado, sabe, además, que la forma de un panteón es un fenómeno cultural, que se puede criticar, pero que la pregunta que conduce a la creación de un panteón es un hecho natural, digno de la máxima consideración y respeto.
Umberto Eco en el libro A paso de cangrejo.
Si tratásemos de aplicar una perspectiva darwinista a la sistemática aparición de las religiones en nuestra diversa historia lo que nos encontraríamos es una interesante cuestión dado que cuesta entender cómo éstas han calado tan hondo y tan ubicuamente, al punto de ser posiblemente de raíz biológica, esto es, intrínsecas a la naturaleza humana y sorprende porque las conductas cognitivas tan epistemológicamente frágiles que a lo largo de la historia han propuesta las formulaciones religiosas hacen de los pueblos que se acogen a éstas, grupos de comportamiento inadaptativo y sin embargo, basta ver el pasado, progresivamente más fuertes.
Algunos han querido verlas como virus cognitivos que infectan nuestro cerebro con la misma falta de consideración hacia el anfitrión que tienen todos los virus pero esto no explica por qué tal tara no ha resultado borrada por la madre naturaleza y eso por no negar de raíz el concepto de ideas víricas que a la manera de las platónicas, pero sin su elitismo, pululan por ahí aún no siendo posible su verificación experimental.
En el concepto de meme falta sino una decencia intelectual sí una neurofilosofía que expliqué qué es la consciencia y en qué sentido ésta es infectable además de por qué.
Desde la perspectiva cognitiva de Maturana o Edelman el concepto mentado es un absurdo que ofende al sentido común.
Voy a tratar de dar una explicación pero permítaseme primero una aparente divagación.
Uno de los grandes objetivos de las empresas es mejorar la calidad de lo que hace en aras de incrementar la satisfacción de los clientes y con ello los beneficios. Para lograr dicho objetivo se suele implantar un sistema de gestión de la calidad que, entre otras metas, pretende buscar una mayor motivación, cohesión, participación y, en definitiva, implicación de los trabajadores en su trabajo ya que esto se ha demostrado en innumerables ocasiones como una condición sine qua non para cualquier progreso del devenir de la empresa.
En los seminarios, cursillos, foros, conferencias, libros sobre esta área de las empresas se suele narrar una especie de parábola que ilustra la diferente actitud que hay entre un empleado motivado y otro que no, otro que está desganado, apático, y por tanto despreocupado del, e incapaz de contribuir al, objetivo final de la empresa. ¿Consecuencias? No habrá entonces sinergia.
Cito:
Están tres canteros trabajando en lo mismo. Alguien se les acerca y le pregunta qué hacen.
El primer cantero responde que está picando una piedra.
El segundo afirma que está esculpiendo una cruz.
Finalmente el tercero señala que está construyendo una catedral
Si en la anotación anterior hablábamos del valor vinculante de la moral, en ésta tendremos que decir que una conducta estrictamente moral no consigue crear motivación, por extensión implicación, en el quehacer vital, tanto individual como social, por lo que podríamos considerar el aspecto teleológico inherente a toda metafísica sobrenatural, su postular que existe un propósito último y, en general, a toda institución religiosa como una suerte de sistema que pretende gestionar la calidad de la empresa vital humana con el que se busca implicación, con lo que se consigue cohesión y sinergia social; con el que se nos hace creer ser partícipes de algo en lo que merece la pena colaborar, con lo que merece la pena trabajar, vivir incluso, dado que lo que hacemos todos vale para algo, de algún modo tiene sentido y no resultará en balde.
5 comentarios:
Saludos, Héctor. Tema asaz interesante. Me apunto.
Nada de extraño tiene pensar en la doble función del hecho religioso: dar coherencia a la psique individual y a la estructura del grupo social. Después de todo suele decirse que el término en cuestión proviene de "religo", enlazar, atar (claro que como finalmente provenga de "relego" tenemos un problema, puesto que es prácticamente un antónimo).
En esencia, creo que una religiosidad moderada en número de dogmas y en intensidad supone un estado de salud "normal" para un tipo de cerebro desarrollado pero con capas de instintos y comportamientos primarios acumuladas durante su evolución.
No es la función primordial del cerebro humano dar con las verdades allende los confines de la Tierra, sino dar con las verdades justas y necesarias para poder desenvolverse en en un entorno equilibradamente y con posibilidades de éxito. Es coherencia y no verdad lo que nos reclama el cerebro.
El mirar a las estrellas y preguntarse qué hay detrás ya fue desde el principio un accidente inesperado por mamá Evolución, un síntoma de neurosis en sí mismo. Nada de raro tiene que un conjunto de ideas y de nombres conformaran una respuesta rápida (el mito) para dar el cierre a un problema tan poco práctico y poder pasar a centrarse en las dificultades reales, como la manutención, las amenazas y la reproducción. El rigor, como hipertrofia que es del raciocinio, es una herramienta eficaz para solventar obstáculos ingentes o enquistados; en general parece preferible un holismo blando.
Curiosamente, la religión que se forma de manera intuitiva, antiintelectual y mística suele ser más cómoda y útil para el éxito de una sociedad y de sus miembros. En cambio, es cuando el racionalismo se mezcla con las imágenes poéticas que se generan fanatismos aberrantes y confusiones de consecuencias trágicas, como sucedió con las religiones del Libro.
La ciencia por sí sola es ciega e imprevisible. La fusión de dogma y racionalismo genera efectos en cadena que, para escapar de las paradojas que se afilan a uno y otro lado, conducen a ortodoxias inquisitoriales absurdas. En la emotividad moderada y macerada por las generaciones adaptadas a un entorno determinado es donde se encuentra la salubridad psíquica y la posibilidad de una sociedad proporcionada y en simbiosis con la naturaleza. Me temo que ya es tarde para eso.
P.D.: Bien traído lo de los canteros. Me ha sucedido muchas veces el mirar a una catedral y pensar que algo así sólo lo podrían hacer hombres de fe íntegra, descomunal y con al menos muchos puntos de lucidez intuitiva. En cambio, basta con pasear por el centro de cualquier ciudad moderna para darse cuenta del reverso apático y depresivo del escepticismo trivial de nuestro tiempo.
saludos
No sé si estoy de acuerdo con que la religión sea inadaptativa. Ya sé que dije algo parecido en mi último comentario, pero ahora lo desdigo.
Un mundo sin Dios o dioses que le den sentido, es, para decirlo en castellano, un sitio de mierda. Cuesta trabajo permanecer en él mentalmente sano. El ateísmo nunca ha prosperado sin alguna ideología, como el marxismo, para sustituir la función de Dios en la psique.
Los dioses son demiúrgos. Los demiurgos toman el caos de los hechos sin significado y les dan apariencia humana. Es mucho más fácil no suicidarse en un universo con una faz que nos es familiar.
Lo que pasa es que hoy es muy chic ser escéptico. Pero me quedo con Eco: la creación de panteones es algo que no deberíamos tomarnos a la ligera.
Gracias a ambos por unos comentarios que, además, suscribo plenamente.
Yo no veo que los ateos se suiciden en gran abundancia. Si había un valor adaptativo y si hay una programación para el sentimiento religiosos y la creencia en dioses, parece que se puede circunvalar, sublimar o, en general, hacerle caso omiso, a nada que se lo proponga uno.
José Luis,
No creo que los ateos sean X o hagan Y, o al menos no lo creo a priori pero sí considero que el carácter teleológico imprimido a la vida por parte de las religiones ha sido motivacional y cohesional (¿existe ese palabro?) para las sociedades porque nuestro cerebro se deja, digamos, colocar por las metafísicas religiosas.
Ahora bien, y es la reflexión que pretendía suscitar para este post:
¿qué pasa con dicho colocón ahora?
Que sea sustituible es posible - ¿por qué? (no ¿porqué?)-; sublimable, más difícil si se trata de un instinto; tal vez el colocón ya no es el mismo a razón de la inevitable disonancia cognitiva que produce el aceptar a la ciencia y el díficil -¿de verdad?- encaje que tiene ésta con la religión.
Otro item que quería apuntar es que no considero que las religiones prosperen -al menos exlcusivamente- para proporcionar una moral, siquiera para hacerla cumplir pues ésta surge y se cumple de forma instintiva.
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