domingo, 21 de junio de 2009

Contra una ética bestial

Vía Los Monos tambien curan llego a un post en donde se intenta la enésima equiparación moral entre un humano y cualquier otro animal.

No sé muy bien a dónde pretenden llegar estas nuevas corrientes antihumanistas -en el sentido filosófico del término-, no sé si pretenden analogar un matadero con el Holocausto, la matanza de un canario con la de un ser humano o bien todo se queda en una inocente especulación filosófica sin pretensiones prácticas.

No obstante parten de una premisa falsa, a saber: que sólo hay una gradual cambio entre el homo sapiens y cualquier otro ser olvidando que en última instancia, sí, todos podemos ser reducidos a lo mismo llamémoslo polvo o átomos pero en el proceso gradual de agregación de componentes a veces emergen entidades con propiedades nuevas y así como la molécula de agua es cualitativamente diferente a dos átomos de hidrógeno y alguno de oxígeno separados así también el ser humano dispone de una serie de fenotipos que le caracterizan como un ser singular en absoluto analogable con cualquier otro.

Hablo de su consciencia que hace que nuestro sufrimiento sea de una naturaleza diferente a la par que más intensiva que la de los animales.

En cierta ocasión supe de un experimento llevado a cabo por Marian Stamp Dawkins que así lo atestiguaba. Su explicación dada por ella misma viene citada en La conciencia explicada de Dennett. A continuación la transcribo:

Las gallinas criadas en libertad o en grandes corrales pasan mucho tiempo rascando el suelo, de modo que tuve la sospecha de que la falta de paja o arena en el suelo de las jaulas les podría causar algún sufrimiento. Sin dudarlo, cuando les ofrecí la oportunidad de escoger entre una jaula con el suelo de alambre y una con el suelo de paja y arena que les permite rascar, escogían la segunda jaula. De hecho, estaban dispuestas a entrar en una jaula diminuta (tan pequeña que apenas podían darse la vuelta) si así tenían acceso a un suelo de paja y arena. Incluso gallinas que siempre habían vivido en jaulas de alambre y que nunca habían tenido contacto con la paja y la arena escogían una jaula con suelo de paja y arena. Aunque estos resultados resultaban sugerentes, no había suficiente. Tenía que demostrar no sólo que las gallinas mostraban una preferencia por la paja, sino también que su preferencia era tan fuerte que nos permitiera afirmar que sufrían si se las privaba de ella.

Se ofreció entonces a las gallinas una elección ligeramente distinta. En esta ocasión tenían que escoger entre una jaula con suelo de alambre que contenía comida y agua y una jaula con suelo de paja y arena sin alimento ni agua. (...) El resultado fue que pasaban mucho más tiempo en la jaula con suelo de paja y arena y mucho menos en la jaula con suelo de alambre, aunque éste era el único lugar donde podían comer y beber. A continuación se introdujo una nueva complicación. Las gallinas tenían que trabajar para pasar de una jaula a otra. Tenían que saltar por un corredor o empujar una cortina de plástico negro. Ahora, pasar de una jaula a otra tenía un coste. (...) Las gallinas seguían pasando el mismo tiempo en la jaula con suelo de alambre y con comida que antes cuando no había ninguna dificultad para acceder a ella. Sin embargo, apenas accedían a la jaula con suelo de paja y arena. Simplemente no parecían estar preparadas para trabajar o para pagar un coste a fin de poder entrar en la jaula. (...) Al contrario de lo que yo esperaba, las gallinas parecían estar diciendo que, en realidad, la paja y la arena no les importaban.

[En conclusión]el sufrimiento por parte de una mente se muestra en animales que poseen una mente lo bastante racional como para hacer algo en cuanto a las condiciones que le hagan sufrir(...)[y]es también probable que los organismos sin la capacidad de hacer nada para apartarse de una fuente de peligro nunca desarrollarían la capacidad de sufrir. No habría ningún sentido evolutivo en un árbol que, mientras le van cortando las ramas, tuviese la capacidad de sufrir en silencio.

Antes de que llueva saco el paraguas por si viene el típico lector que no sabe o no quiere leer a decirme la trivialidad de que los animales sufren y aclaro que sí, repito, sí, los animales sufren. A no dudarlo.

Nadie ha negado la capacidad sintiente de ningún ser vivo. Eso lo demuestra la existencia de sistemas nerviosos. Simplemente se especula -y se da prueba de ello- que la dimensión sicológica del sufrimiento es mayor cuanto mayor sea la cognición. El dolor no es idéntico sea cual sea la neurobiología del ente que estudiemos sino que cabe la especulación y el estudio de sus diferencias y el hacerlo no se cifra exclusivamente en comprobar que reacciona ante un estímulo doloroso sino ver cómo reacciona y cuáles son los costes que se asume para evitarlo.

Una moral biológica, cualquier moral biológica, debe tener esto en cuenta y no creer que da lo mismo matar a un gorila que a un ser humano dado que no hay gradualidad, no digamos ya igualdad, entre un chimpancé y un humano porque éste tiene una neurobiología diferente, porque éste tiene el don del lenguaje que otorga una cualidad nueva a la consciencia (Edelman dixit) porque y repito el sufrimiento por parte de una mente se muestra en animales que poseen una mente lo bastante racional como para hacer algo en cuanto a las condiciones que le hagan sufrir (...) y tal capacidad de ser selectores de nuestro devenir viene dada principalmente y de una forma totalmente nueva gracias al lenguaje, llave a una dimensión superior en nuestro percibir el mundo.

Sospecho que subyaciendo a esta moderna música de ideas está el nuevo tono pretendidamente revolucionario e insistemente pregonado que desde Copérnico y hasta Darwin ha sentenciado que el ser humano ya no es el centro del universo mas esta idea tan egocéntrica difícilmente se lo habrá creído en un sentido literal algun ser humano alguna vez, difícilmente habrá alguien olvidado que está al albur de las en su mayor parte ignotas leyes de la naturaleza, al albur, también, de un Destino incognoscible o azaroso, siendo ambas palabras acaso sinónimos; pero lo que tampoco habrá nunca podido olvidar u obviar es que ningún ser se le asemeja en su forma de percibir y sentir la realidad, también en su anhelo de cambiarla no hablemos ya de encontrarle un orden porque eso es algo que ninguna evidencia empírica ha podido ni podrá modificar en la medida en que éstas presuponen un sano sentido común.

39 comentarios:

Hugo dijo...

Veo que mi blog te ha servido de sparring para tus dos últimos posts: me alegro jeje, es todo un honor :D

Yo soy, lo reconzoco, de los que tienden a igualar al ser humano con el resto de animales, pero no alocadamente, por supuesto. Lo que expresas en este post es totalmente cierto, el ser humano posee ese "don" y hay que cuidarse de no extrapolarlo al mundo animal.

Un matadero no es un holocausto tal y como lo conocemos (o percibimos), al gual que matar a un canario no es lo mismo que matar a un ser humano: nuestro cerebro no nos dejaría equipararnos con un canario, no podríamos darle tanto valor. Podemos llegar a ser muy altruistas, pero no tanto jaja.

Sin embargo, lo interesante es que mostramos y sentimos aprecio (empatía) por los animales más parecidos a nosotros. Lo que yo propongo, imitando a otros muchos jeje, es que no neguemos esa capacidad, sino todo lo contrario, que le demos rienda suelta.

Obviamente prefiero matar a un tiburón antes que a un chimpancé, y a un chimpancé antes que a mi hermano. Nunca podremos, creo, establecer límites morales exactos que nos sirvan para excluir de nuestro círculo moral a un animal concreto. Supongo que es la interminable batalla entre el fijismo y el gradualismo.

No sé hasta qué punto estamos de acuerdo. Si tienes algo que matizar o corregir a lo que acabo de decir, estaré encantado de leerte :D

Un saludo.

Anónimo dijo...

Entiendo las buenas intenciones detrás de ello, y probablemente Hugo tenga razón: no tiene nada de malo y sí mucho de bueno dar rienda suelta a nuestra empatía con otros animales. Eso en términos morales.

Pero en términos prácticos, la equiparación tiene poco sentido. Supongo que las palabras de Héctor se aplican a aquél famoso "Proyecto Gran Simio"; no importan sólo las diferencias genéticas cuantitativas con otras especies; importan las cualitativas. Ningún tribunal del mundo (moderno) hallaría a un simio culpable de un delito: le falta el requisito esencial de la culpabilidad. No es equiparable a un menor o un inimputable porque estos, en circunstancias normales, sí podrían ser responsables; el simio nunca. ¿Se puede ser sujeto de derechos sin serlo nunca de obligaciones?

No una ética bestial, sino humana, tiene otras herramientas para proteger a los animales. Pero como "bienes jurídicos protegidos", no como sujetos.

Anónimo dijo...

Por cierto, Hector, en la página del "Proyecto Gran Simio" señalan la capacidad de imitar lenguajes humanos (el de los sordomudos) y comprenderlo parcialmente como un rasgo moral.

http://www.proyectogransimio.org/index2.php?idclase=1&idsubmenu=1

¿Dirías que esto basta para considerarlos seres morales, o hace falta algún requisito más?

Héctor Meda dijo...

Hugo C.,

El hecho de que sintamos aprecio por los animales de apariencia humana no es más que una exaptación evolutiva que no debe hacernos olvidar que el sentido adaptativo de la moral humana surge primariamente para circusnscribirse al ámbito de la especie humana y ahí es donde reside su fitness.

El hecho de que ahora, dadas las lujosas condiciones en que vivimos, podamos permitirnos el lujo de sentir empatía por los animales, de normal objetivo de nuestra necesaria dieta, no debe hacernos olvidar que eso es un efecto colateral de nuestros instintos morales.

Además hay que hacer notar que de seguir con tal proceso de expansión del círculo moral no encontraremos frontera no arbitraria con la que acabar dicho moralista proceso inflacionario porque todo límite, como tu bien señalas, se volvería caprichoso.

A mi me basta, no obstante, con no olvidar en ningún momento que la vida de un ser humano no tiene el mismo valor que la de otro miembro de otra especie, el hecho de que ello no nos impide valorar también la existencia de otras especies aunque en menor medida no me parece mal, de hecho lo apruebo pero siempre y cuando sea en menor medida porque, insisto en lo dicho en el post, es absurdo denundciar el sufrimiento de un animal con la misma carga moral que cuando a un humano porque por cuestiones neurobiológicas el proceso de sentir el dolor es cualitativamente diferente.

Lautreamont,

Totalmente de acuerdo contigo. En realidad no pensaba en el proyecto Gran Simio que, hasta donde sé, simplemente busca preservar la vidad de unos casi hermanos orangutanes. Mi critica iba a un texto enlazado en el post en donde se lamenta el uso de ratas de laboratorio equiparándo aquellas varias sofisterías mediante con los humanos.

Respecto a los simios y su lenguaje sordomudo. Vaya por delante que no soy primatólogo pero a Pinker en su libro la mente humana -creo, ¿o era el instinto del lenguaje?- le he oído decir que se ha sobrevalorado este punto, que los simios simplemente imitan tal que mimos lo que los humanos hacen pero realmente no tienen una comprensión, una noción semántica de los gestos implicados en la conducta y para ello ponía el ejemplo de -mi memoria me falla pero la moraleja quedará en pie- los monos que lavaban platos y secaban y cuando al que secaba le daban un plato no mojado aún así hacía el gesto de pasarle el trapo para secarlo. Es decir, no entendía lo que hacía.

Pinker lo tiene claro el lenguaje es un don típica y exclusivamente humano. Sin parangón.

Además, hay un hecho obvio y es que el lenguaje sordomudo es un lenguaje de efabilidad idéntica a la de cualquier otro lenguaje natural por lo que si los monos de verdad pudieran manejar tal instrumento lingüístico de la misma eficiente manera en que lo hacen los seres humanos, ¿por qué no construyen una cultura en el ámbito de la tecnología, ciencia e incluso arte equiparable siquiera a la de nuestros ancestros ya humanos?

Malena dijo...

Estoy de acuerdo con casi todo lo que planteás (salvo esa referencia algo velada a la emergencia, por razones bastante personales). Pero de todos modos no me parece que este sea el argumento principal para criticar la indentificación - moral o de cualquier tipo - entre hombres y animales. Si el dolor que siente un hombre y una gallina fueran equiparables (que jamás podrían serlo, aclaro), de todos modos seguiríamos sosteniendo (o al menos me parece intuitivo hacerlo) que una granja de pollos no es lo mismo que un campo de concentración. Para definir qué es eso necesitaríamos una discusión más amplia, por supuesto.

Sierra dijo...

Qué interesante tema. A decir verdad, creo que no estoy preparado para dar argumentos consistentes y, sobre todo, con respaldo empírico. Sin embargo:

No estoy dispuesto a admitir una diferencia cualitativa entre el ser humano y el resto del reino animal. Me parece que tal diferencia no podría sustentarse sin recurrir a una esencia trascendente —es decir, por ponerlo en términos con los que me siento cómodo, un alma capaz de operar con independencia de la materia. Como este no es un blog tomista, sino sencillamente biologista, no conozco evidencia de una tal cosa de este orden (no sé si "biologista" es un término correcto o lo acabo de inventar; pero es evidente la necesidad de mofarse de una ciencia tan particular y poco snob, muy inferior a la teología, ja). Por aclarar con una analogía, creo que entre un computador que funcionara con modo DOS y uno que ande con software moderno, no hay diferencias cualitativas, a pesar de que parecen muy superiores las máquinas de hoy (aunque, si ese software fuese windows...)

Por otra parte, aunque lo que separe al hombre de los animales sea meramente cuántitativo, creo que ello no daría pie, en modo alguno, para argumentar una ética que iguale seres humanos con el resto de los animales. La moral es una cosa que los hombres han hecho para los hombres. Por decirlo como me gusta: si los puñeteros animales quieren derechos, que se los busquen, no les voy a estar dando de los míos. Por otra parte, creo que uno de los fundamentos de nuetra ética es la estructura de derechos y obligaciones: si atribuimos derechos a los animales, tendrían que venir aparejadas ciertas obligaciones con ello. Donde damos al hombre derecho a la vida, también le ponemos la obligación de no matar. Nadie juzgaría a un león por comerse a un humano (sacrificamos a los animales antropófagos sencillamente por una cuestión pragmática), por lo que es absurdo darle "derecho" a la vida.

Por supuesto, esto tampoco significa una apología de la crueldad con los animales. Para ello existen múltiples argumentos, uno de ellos el que da Lautreamont al considerar a los animales bienes jurídicos protegidos.

En cuanto a la empatía que sentimos con los animales, estoy con usted: es un lujo que podemos permitirnos, pero no creo que sea fundamento de una moral animal.

Ya saliéndome de la cuestión ética, me pareció muy interesante la interpretación sobre el origen de la capacidad de sufrir.

Sé que encontrará mucho de criticable en mis argumentos; pero no debiera preocuparle, porque llegamos a conclusiones muy similares respecto a la cuestión.

Por otra parte, una "ética bestial" era un título muy sugerente... Hace volar la imaginación.

Héctor Meda dijo...

Malena,

Supongo que todo depende de lo que uno considera relevante preservar o evitar vía código moral. Si lo que a uno preocupa tal que en el post criticado es el dolor de los animales y considera que eso es lo que trata de evitar cualquier ética entonces es cuando la distinción entre ambos dolores resulta relevante.

Otro tema sería proponer una moral humana preocupada de preservar al homo sapiens como especie pues entonces lo que hay que definir es la esencia del hombre pero ¿la tiene?

Sierra,

Creo que la palabra o palabro es biologicista y no sé si me define completamente dado que puede llevar a engaño porque no soy naturalista (en el sentido filosófico del término ademas de en el profesional).

Entrando ya en materia responderé que la existencia de una diferencia cualitativa entre humanos y animales dependerá obviamente del ámbito en que nos movamos.

A nivel atómico la distinción es cuantitativa: todos somás más o menos átomos -en ese sentido no sé qué cosa nueva aportó Darwin-; a nivel biológico otro tanto pero a nivel de conceptuación o percepción del mundo, es decir, a nivel mental, la distinción es diferente y tan diferente como puede ser una iglesia y una casa pues aunque ambos estén hechos de pongamos, hormigón armado, la primera tendrá dado su diferente juego de volúmenes una iluminación cualitativamente diferente que la de una funcional casa.

De hecho podríamos, siguiendo su brillante analogía, entender la mente del ser humano como aquella que implementa un sistema operativo distribuido logrando así el privilegio, frente al resto de SO centralizados,de extender en forma de red la consciencia al punto de que alcance el entorno circundante y permitiendo así que la tecnología forme parte de ella.

Estoy hablando de la hipótesis de la mente extendida y del hecho trascendental de que nosotros seamos cyborgs.

Por lo demás estoy de acuerdo con lo que dice usted, Lautreamont, (sospecho) Malena que el tema del dolor no es el principal en una argumentación sobre el alcance de la moral pues ésta sólo tiene sentido que se de con aquellos seres que sean susceptibles a una estructura de incentivos (u obedeces la ley o lo pagarás caro) y que tenga capacidad para entender dicha estructura aún cuando esté presentada de forma abstracta pues de lo contrario sólo aprenderíamos a obedecer una moral, por extensión una ley, por el costoso ejercicio pavloviano de ver las consecuencias de infringirla. Es en este segundo último punto donde la ley encuentra limitaciones en su alcance pues los animales son incapaces de, dada su afasia, conceptualizar y sobre todo hacerlo visible a todos, un código penal.

José Luis Ferreira dijo...

La diferencia entre lo cualitativo y lo cuantitativo es tan difusa que bien se puede llamar cualitativa o cuantitativa. No creo que esto nos ayude mucho. Si hay un gran salto o muchos pequeños entre un chimpancé y un ser humano me parece irrelevante para la cuestión.

La cuestión es dotar de algunos derechos a algunos animales. Cuanto más consciencia, inteligencia, cercanía genética al ser humano o cualquier característica de este estilo, más derechos.

No creo que nadie esté por darles a todos los grandes simios todos los derechos humanos, pero sí alguna consideración más que a las gallinas o, incluso, a los perros y gatos.

El que no tenga una correspondencia en obligaciones no es una contradicción. Esto lo hacemos ya con los niños y con las personas con problemas mentales.

Tampoco es tan distinto de lo que ya hacemos con las leyes contra el maltrato a los animales o su abandono. ¿Queremos ir un poco más allá con los grandes simios? No me parece mal, siempre que no exageremos la cosa.

Anónimo dijo...

Sr Ferreira:

Lo que sucede es que el derecho es un orden de coexistencia humano, creado por y para humanos: sus sujetos únicos son las personas, físicas o jurídicas.

La diferencia entre el simio y el niño o el enfermo mental es que entendemos que, en el caso de los segundos, sí tienen la posibilidad, al menos potencial, de ser responsables. En el caso del simio, en cambio, no es una circunstancia transitoria o excepcional por su ínfimo número: simplemente es. Un simio no se responsabiliza de sus actos en ninguna circunstancia. Por eso en un caso es una ficción jurídica justificable y en el otro -al menos en mi opinión- algo menos.

Por eso digo que un simio no puede ser titular de derechos (por otra parte, ¿cómo va a ejercerlos?); en todo caso, podrá ser un objeto protegido.

Saludos

Héctor Meda dijo...

Jose Luis,

No estoy de acuerdo en que la diferencia entre lo cualitativo y lo cuantitativo sea difusa.

Mira si tengo dos objetos que nomás se diferencian que en uno está compuesto de los mismos pero en mayor cantidad de elementos entonces tenemos ante una diferencia cuantitativa entre ambos objetos.

Si lo que se diferencia es en la organización de los elementos, y esto es relevante para su funcionalidad, o bien en los propios elementos configuradores del objeto entonces la diferencia es cualitativa.

Hay una diferencia cualitativa entre una molécula o conjunto de moléculas y una célula viva porque aunque ésta también es un conjunto de moléculas su carácterística definitoria es el cómo están organizadas dichas moléculasque será lo que provocará que esté viva.

Como le he dicho antes a Sierra, dos edificios pueden estar hechos de ladrillos pero la configuración o estructura de uno es capaz de crear una iluminación cualitativamente diferente de la del otro y del mismo modo que podemos compartir (casi) el mismo ADN con un orangután pero la configuración de nuestras neuronas, esto es, nuestra singular neurobiología nos provee una sensación de dolor cualitativamente diferente a la de cualquier otro simio.

En cuanto otorgar derechos a animales diré que es estrictamente hablando imposible a no ser que tengamos manga ancha a la hora de usar el concepto de derecho y lo digo porque así como mi derecho a la vida es inviolable y tan válido como el de un francés, chino, quien sea, siempre y cuando sea humano, no pasa lo mismo cuando de derechos animales se trata a no ser que queramos encallarnos en situaciones absurdas.

Me explico si la vida de un ser humano está en peligro y puede ser salvada mediante el sacrificio -no voluntario- de otra persona nuestro concepto del derecho nos lo impediría pues el derecho a la vidad de ambos es idéntico en su valor. ¿Pasaría lo mismo con un mono, perro, canario, rata? ¿Tales animales no pueden, usando la terminología de Kant, ser usado como medios para la salvación de los humanos?

Por concretar un caso, si un perro muerde a un hombre en la pierna, ¿tengo derecho a matarlo? ¿Y si el que está mordiéndole la pierna es otro ser humano?

Personalmente, yo no creo en los derechos sino en los preceptos jurídicos y/o morales que vetan ciertos comportamientos que podamos realizar pero no creo que una casuística para con humano sea totalmente equiparable con la de para un animal y con esto quiero decir que no creo que, por ejemplo, el veto para matar a una persona se mantenga igualmente con un animal fueran cuales fueran las circunstancias por lo que no se trataría de otorgar derechos sino de cribas aún más comportamientos a los seres humanos y hablo de torturas a animales, etcétera.

Héctor Meda dijo...

En cuanto al tema de las obligaciones/derechos y si es un binomio de elementos que necesariamente deben ir juntos, no es el tema del post pero gustoso lo discuto aunque Lautreamont ya ha dado buenas razones, razones que complementaría diciendo que lo que distingue a un ser humano por muy inframental que sea es su capacidad material/biológica para entender y obedecer si se tercia una estructura de incentivos y si lo que queremos es fijar de forma empíricamente verificable el momento en que un ser es susceptible de entrar en el ámbito de protección que otorga la ley entonces el disponer de dicha capacidad que puede ser localizada de forma experimental vía constantando que se dispone de una neurobiología ya formada, es un buen truco.

Para terminar diré que creo, Jose Luis, que coincidimos en el fondo pues creo que ambos apreciamos sobremanera la vida de los animales (yo en concreto tengo un perro que quiero como un hermano menor) y ambos sabemos, también, que ello no es óbice para colocar en lo más alto de nuestra jerarquía moral a los seres humanos pero, no obstante, nos separa la terminología (v.gr:yo no creo en los derechos) y tal vez algún que otra idea (v.gr: yo sí creo que hay diferencias cualitativas) que yo no sé si al final tiene un resultado casi nulo en nuestras creencias o dicha divergencia preludia errores mayores en absoluto triviales.

Tu dirás ;-)

José Luis Ferreira dijo...

Lautréamont:

Personas con capacidades mentales muy limitadas y sin esperanza de ser nunca racionales tienen reconocidos derechos, pero, como dices, no los pueden ejercer. Alguien se ocupa de que se cumplan (jueces, familia,...). ¿No tienen ya algunos animales el derecho a no ser maltratados o abandonados?

Hugo:

Me has puesto ejemplos claros de diferencia cualitativa y diferencia cuantitativa. No los niego, digo que la diferencia es difusa. El número de recovecos y de bifurcaciones puede aumentar cuantitativamente y, en algún momento pasaremos de un placentero jardín de senderos que se bifurcan a un laberinto.

Como decía arriba, hay seres humanos completamente retrasados mentales o con casos avanzados de Alzheimer que presentan menos capacidad de comunicación y de inteligencia y que tienen reconocidos derechos.

Como dices, Héctor, estas son disquisiciones. Si nos ponemos a pensar si queremos algún trato más humano para los grandes simios que el que concedemos ahora seguro que estamos de acuerdo en la mayoría de los temas. Esto quiere decir que es un poco irrelevante que pensemos que hay o no un salto cualitativo entre seres humanos y simios.

Sierra dijo...

¿Cómo puede parecer irrelevante, de cualquier modo que se tome, si somos o no cualitativamente distintos a los simios?

José Luis Ferreira dijo...

Sierra:

Es irrelevante para el problema que nos ocupa, el de otorgar alguna mayor protección a los simios que a otros mamíferos.

Los grandes simios son más inteligentes y tienen más consciencia de sí mismos que otros mamíferos. Es esto lo que nos mueve a, tal vez, otorgar esta mayor protección.

Que la diferencia con nosotros sea cualitativa (un gran salto) o cuantitativa (muchos pequeños) no cambia el hecho de cómo son. Importará para otras cosas, pero no para esto.

Héctor Meda dijo...

Jose Luis,

Creo que (corrígeme si me equivoco) el caso que estás planteando es el de dilucidar cuándo -y por qué- un ser se hace merecedor de ser sujeto moral.

No puedo sino meter el dedo en la llaga, sin mala leche, de verdad, y preguntarte cómo crees que esto se pueda razonar si no admites como válida ningún tipo de proposición normativa.

Bien es cierto que este es el tema tal vez más espinoso que la moral puede resolver y prueba de ello, uno de sus efectos colaterales, digo, es el controvertido tema del aborto.

Seamos optimistas e intentemos llegar a algo.

Primero una precisión trivial: Tanto los niños como incluso los viejos con enfermedades mentales entienden muy bien cualquier proposición abstracta, por extensión moral. Sigue habiendo diferencia entre un niño y un mono. De hecho los últimos son más listos que los primeros hasta que estos, redoble de tambores: empiezan a hablar. Sí, ¡oh! ¡qué casualidad!.

No obstante, sí que podemos coger casos en donde la distinción entre simio y humano sale favorable en términos cognitivos para el primero y creo que el caso más ilustrador es el de los comatosos. Luego hablaré de ello pero antes otra precisión, esta ya en absoluto baladí:

¿Por qué hablar de derechos? Ello nos lleva irremisiblemente a una suerte de esencialismo platónico empíricamente inmanejable y es que yo no puedo predecir de forma a priori que cualquier derecho sea inviolable sin haber visto toda la causística, visión que necesita de la empiria y una vertiente empírica que sólo tiene sentido introducir en la moral si estamos dispuestos a corregir nuestros preceptos éticos y no aferrarnos a supuestos derechos inviolables.

Doy un ejemplo somero de lo que quiero decir: Yo no creo que exista un derecho de la propiedad pues puede haber situaciones en las que ésta pueda y deba ser violada y es por ello que las éticas rothbardianas -deudoras de la visión lockeana de que el derecho de propiedad es sagrado, por tanto inviolable- me parecen atroces a la par que dogmáticas. Sí, he sido redundante en la adjetivación.

Mutatis mutandi pasa algo parecido con el derecho a la vida: ¿Asumes apriorísticamente que en todos los casos en que la vida de un ser humano ha de ser preservada otro tanto pasará con un simio?

Mucha asunción me parece y sin embargo ello forma parte de la letra pequeña de la idea contratada con la expresión derechos de ciertos/los animales a la vida.

Héctor Meda dijo...

Respecto al debate sobre a quién y por qué considerar sujeto moral.

Considero que tenemos un instinto que está diseñado para proteger a la especie humana. Instinto que surge cuando se da un reconocimiento morfológico de uno de nuestra especie por lo que hemos acabado teniendo cierta empatía, aunque no en igual grado, con animales similares.

Autoprecisión: cuando digo diseñado quiero decir que su permanencia se ha dado gracias a que al enfocarse a dicha finalidad, la de proteger a los seres humanos, ha resultado adaptativa pero lo importante aquí es que al apuntar con dicho instinto a cualquier otro animal ello hace que el fenotipo se vuelva exaptativo mas no necesariamente en algo peligroso para nuestra supervivencia dado nuestro actual modus vivendi como he dicho antes.

Lo que se colige de todo ello es que lo natural es que enfoquemos nuestro instinto moral, es decir, que consideremos como el ser de valía más alta en nuestra jerarquía de valores éticos, al ser humano sin menospreciar la natural empatía que tenemos de y con otros seres.

Y respondiendo de paso el dilema desplegado en tu última y estimulante entrada consideraríamos que la distinción empírica para establecer un estatus moral idéntico al nuestro a una supuesta nueva especie es que dejara de ser varelse para convertirse en ramen y con esto me refiero a que se convirtiera en una especie con la que una comunicación de conceptos abstractos sea posible y por ello quepa hacerles partícipes de un código moral. Lo que Lautreamont entiendo que se refiere con obligaciones y que implica intelección de la moral.

Con los humanos, no obstante, ya sabemos que dada nuestra naturaleza biológica esto es posible por lo que lo único que le exigiría a un proyecto de humano para entrar en el círculo moral es que dispusiera ya de una arquitectura neuronal perfectamente dispuesta a partir de la cual pueda aparecer (o no) una consciencia.

Y digo o no porque lo que diferencia a una persona soñando en fase REM de una persona consciente es que en el primero los disparos neuronales se hacen de forma conjuntada mientras que en el segundo existen núcleos diferenciados que como en un concierto para un instrumento tocan o gatillan neurotransmisores a un ritmo differente y en contraste con la orquesta, se entiende, con el resto de neuronas del cerebro.

El epiléptico que pierde la consciencia, el comatoso, el etcétera se parecen al de sueño profundo en la unicidad rítmica de sus disparos neuronales por lo que carece de sentido otorgar/quitar derechos o privilegios a personas en función de cómo le esté sonando su música cerebral y tiene más sentido que todos, desde los conscientes hasta los comatosos pasando por los que tienen pesadillas -aunque acaso todos estemos realmente soñando una pesadilla-, tengan privilegios por el mero hecho de tener una orquesta neuronal perfectamente ensamblada independientemente de la calidad estética de su sinfonía cognitiva.

Esa es mi teoría moral, no sé si científica.

p.d: El tema de la diferencia de disparos neuronales entre epilépticos, soñadores, lúcidos está explicado en el libro de Edelman.

José Luis Ferreira dijo...

Héctor:

Creo que en ningún comentario me he mojado demasiado sobre exactamente qué derechos podrían ser extendidos a los simios. De hecho, creo no haber hablado de extender derechos humanos a los simios, sino de ampliar los derechos que ahora mismo reconocemos a algunos animales para que los simios tengan alguno más.

No he planteado tampoco cuándo se se es un ser moral. Este es un problema para el desarrollo del ser humano (a qué edad lo es el niño, cuándo lo deja de ser un enfermo mental). Todavía no lo es en ninguna otra especie animal.

Pero no hace falta ser moral para tener derechos reconocidos. El bebé de un mes no es un ser moral, ni lo es un grave enfermo mental, y ambos tienen derechos.

Lo del paso de varelse a ramen no creo que ocurra de la noche a la mañana (de unos padres a sus hijos). Este es el problema.

Sierra dijo...

Quiero tratar otro tema y no tengo mucho tiempo, pero antes, una distinción sobre número y cualidad.

La diferencia entre, valga la redundancia, una diferencia cuántitativa y una cuálitativa no es de muchos saltos pequeños y uno grande; sino, más bien, la que hay entre un montón de arroz que puede ser más o menos grande, y un rissoto. El rissoto no es simplemente arroz, es otra cosa. Un montón de granitos, en cambio, por mucho arroz que se le agregue, nunca dejará de ser un montón de arroz hasta que se cocine y vengan las verdururas, mariscos, carne, lo que sea. Si hay una diferencia cuálitativa entre hombre y simio, esta no puede obedecer simplemente a una mayor complejidad de sus impulsos cerebrales, pues eso sería meramente cuántitativo. Y me parece que es un asunto que de ningún modo puede dejar de importar: es el meollo de cualquier asunto.

Ahora bien: consideremos el derecho ya no como teoría, sino pragmáticamente. A un tipo que haya sufrido algún accidente y perdido toda actividad cerebral, manteniéndose con "vida" artificialmente, aún se le reconocen todos los derechos humanos en la mayor parte del mundo. A un gran simio, aunque esté perfectamente bien del seso, en la mayor parte del mundo no se le reconoce ningún derecho.

Tanto otorgar derechos a los animales como a los comatosos es un lujo. Y me parece que, pragmáticamente, demuestra que otorgamos derechos por razón de la apariencia humana del sujeto en cuestión, y la teoría sólo viene a respaldar, como mejor puede, una realidad indiferente a ella.

Es decir, consideremos la actitud de una persona cualquiera, que va al zoo y se siente conmovida por un simio, y piensa «¡qué bonito!». Si llegara alguien y comenzara a golpear el animal, se escandalizaría. Esa misma persona, visitando un hospital, si ve que alguien golpea brutalmente a un comatoso sin actividad cerebral, pensará exactamente igual. Y se dirá «¡no hay derecho!».

Que si consciencia, que si no: en realidad, parece irrelevante, pues el sentido moral —por llamarlo de algún modo— de las personas parece activarse meramente por una cuestión empática. Estética, me atrevería a decir: «si se parece a mí, tiene derechos». Las hormigas también son animales, pero a nadie le importan un carajo los derechos animales de las hormigas.

Estoy rotundamente en contra de que los animales tengan derechos. El constructo teórico que respaldo, es que respecto de los animales haya una limitación de los derechos del hombre. Es decir, un hombre no tiene derecho a martirizar gratuitamente un animal.

Lo mismo ocurre en el derecho natural tomista. Éste atribuye derechos al hombre por razón de su dignidad, que proviene de su consciencia. En teoría, si se encontrara una especie, extraterrestre, por ejemplo, que estuviese dotada también de inteligencia superior, tendría los mismos derechos.

Esto me lleva a concluir que el derecho es un invento de los seres conscientes para los seres conscientes. Y, por las razones que estos seres encuentren pertinentes, se puede extender incluso a las rocas. Pero no encontraremos una teoría sostenible del derecho petreo, ni del animal, porque ellos no son capaces de defender sus derechos y el hombre sí. Y con defender, me refiero a «si matas a alguien de mi familia, voy a ir con diez y te mato a ti». No se puede hacer una teoría de eso más que para explicarlo. El derecho es una realidad social práctica, no un invento que pueda desarrollarse en los labotatorios del intelecto.

Héctor Meda dijo...

Jose Luis, te voy citando para facilitar la réplica:

[hablas de] ampliar los derechos que ahora mismo reconocemos a algunos animales para que los simios tengan alguno más.

Pero, insisto, ¿tales derechos son tan inviolables, en cualquier circunstancia, como los otorgados a los seres humanos?

No he planteado tampoco cuándo se se es un ser moral.

Eso es cierto pero dices que el bebé de un mes no es un ser moral, ni lo es un grave enfermo mental, y ambos tienen derechos luego sí tienes claro, al menos, quiénes no son seres morales.

Lo que en el anterior comentario quise argumentar es que los bebés, enfermos mentales, etcétera sí son seres morales porque para ser considerado como tal no es necesario, en mi opinión, ser capaz de en todo momento inteligir una moral abstracta, un código de valores morales pues, de hecho, todos en algún momento de nuestras vidas somos capaces de realizar tal acto, v.gr: cuando dormimos, por lo que lo exigible en buena lógica será nomás que tener la capacidad material de poder comprender una moral y esto se da cuando se dispone de una perfectamente dispuesta pero sobre todo humana arquitectura neuronal cuya existencia, además, puede ser verificada de forma empírica.

Lo del paso de varelse a ramen no creo que ocurra de la noche a la mañana (de unos padres a sus hijos). Este es el problema
.

Creo que mezclas dos ámbitos: el cómo se construye algo y el cuál es su finalidad.

Un ejemplo que creo ilustrador: Un montículo de arena puede construirse grano a grano. No hay construcción más gradual. El hecho es que en un momento dado un grano puede hacer desbordar o romper la estructura previamente erigida y aunque dicho grano haya aparecido, como el resto, de forma gradual las consecuencias que deja tras su aparición son cualitativamente diferentes a cuando antes. Esto, si no me equivoco, lo estudia la teoría de las catástrofes o criticalidad de los sistemas.

El convertirse en un ramen es una catástrofe del sistema que puede aparecer de forma gradual pero que cuando aparece convulsiona lo previamente habido.

Imagina que quires conseguir un Mozart con una especie, la humana, que es incapaz de tocar el piano a los tres años. Vas seleccionando a los humanos de forma artificial hasta que llegas a Mozart, el varelse. ¿Me estás diciendo que no eres capaz de diferenciar entre los antepasados de Mozart y el propio Mozart? Y fíjate que nadie discute que el grandísimo genio austríaco saliera de forma no gradual, vamos, nadie piensa que con él quede refutado el darwinismo y no obstante que él era un genio y el resto de sus padres no es alfo evidente.

Lo que yo hablo cuando hablo del paso de varelse a ramen es tan visible que cuando se pasó de Leopold a Wolfgang sólo que lo que busco en este caso no es el dominio de una gramática musical cuanto el dominio de cualquier gramática con la que se pueda construir una comunicación.

Héctor Meda dijo...

Sierra,

La diferencia entre cualidad y cantidad creo que ya la he explicado cómo la uso yo.

La complejidad no es lo relevante sino la funcionalidad surgida de dicha complejidad. Volviendo a la comparación de edificios, la diferencia cualitativa surgirá de una diferente iluminación que podrá surgir, ¿por qué no?, de una estructura más cuantitativamente compleja.

En ese sentido insisto que la diferencia entre un humano y un simio a nivel de consciencia es cualitativa precisamente porque nuestra estructura cognitiva es cuantitativamente más compleja.

Respetar a los comatosos no me parece un lujo sino la lógica consecuencia de respetar a todo ser que tiene la capacidad biológica de ser humano.

Ahora bien, estoy de acuerdo con la idea de la dimensión empática como pivote de la moral como ya he dicho anteriormente pero, una vez más, tengo que romper la lanza en favor del que ha hecho el post pues el pobre simplemente quería discutir el aserto de que debiéramos lamentarnos de hacer sufrir a los animales y ha buscado no tanto una argumentación rigurosa contra esa lamentación cuanto una especulación neurofilosófica sobre la naturaleza del dolor que pretendía fuera intersante por sí misma no tanto por ser una rigurosa arma arrojadiza contra una moral bestial.

Por último concuerdo con su última frase aunque si precisamos que desde el laboratorio cabe pulir la costumbres sociales so pena de que muten en tradiciones irracionales.

No obstante, en la cuestión de quien entra y quien sale de nuestro código moral no tengo claro que quepa el fijar una frontera de una forma consetudinaria y prueba de ello es el aborto que no ha tenido una resolución clara.

Sierra dijo...

Ah, pero Héctor, mi analogía es mucho más apetitosa.

Héctor Meda dijo...

Pues sí :-(

Por cierto, usted no cree en diferencias cualitativas entre los monos y nosotros. ¿verdad?

Si no me equivoco y a pesar de su falta de fe en la singularidad humana usted cree que los humanos tenemos derechos que no compartiremos con los animales por una suerte de derechos de autor que nos da la potestad de disponer de ellos y no compartirlos. ¿No es una argumentación algo escheriana?

XDDD

Sierra dijo...

Yo no creo en las diferencias cuálitativas de ningún tipo.

A pesar de lo monstruoso de esta afirmación, ahora no tengo tiempo para entrar en detalles. Se trata de una consecuencia de mi falta de fe en el principio de no contradicción.

Por una parte, al cagarme en este principio, doy al traste con el trascendental tomista del aliquid, la diferencia entre los seres. Es decir: todo es igual. Por otra parte, al significar con ello un flatus vocis soy como Funes (en términos estrictamente teóricos, claro, si lo fuera en mi vida práctica, no podría ni ingerir rissoto con tranquilidad), es decir: todo es distinto. Como Heráclito.

En cuanto a los derechos, es evidente por la ideología que acabo de expresar, que no creo que los humanos tengamos derechos intrínsecos. Creo que una teoría del derecho no puede hacer más que describir un fenómeno empírico; y, en este sentido, importa más que pensemos que tenemos esos derechos que si, en mi cosmología (las cursivas significan ironía), los tenemos realmente. Sin embargo, la mejor forma de elaborar esa teoría descriptiva es hacer como si. Si tratara de hacer una teoría moral a partir de esa cosmología, me perdería en una casuística infinita. Esto, sin embargo, teniendo siempre presente que el derecho es una ficción.

En realidad, estoy obligado a pensar siempre en estos términos. Si creyera realmente que no hay diferencias cuálitativas de ninguna especie, debería quedarme sentado, aterrorizado por el mundo. La razón de que el mundo no me aterrorice es que me importa más la ficción sobre él que su realidad.

José Luis Ferreira dijo...

Claro que tengo claro, en muchos casos, quién es un ser moral y qué no lo es. Lo que no tengo claro es que haya una línea nítida que los separare. No me consta que haya una catástrofe matemática por medio. Aunque podría ser.

Cualquier teoría sensata sobre el derecho (es decir, cualquiera que no piense en derechos naturales o en derechos concedidos divinamente) dirá que tal sujeto tiene tal derecho si así se lo reconocen los demás. Ese tal sujeto puede ser un perro faldero y el derecho el comer arroz con carne todos los días. El perro no se enterará, pero esto puede ser secundario. Será un lujo, pero será un derecho bien definido si hay un responsable de darle su comida. Pero no tiene sentido hablar de si llamamos a estas cosas derecho o no. Ahora, en las sociedades avanzadas, hay leyes que protegen del dolor gratuito a algunos animales. Se trata de si vamos un poco más lejos con los simios.

No niego diferencias cualitativas, y me seguís poniendo ejemplos claros de diferencias tales. Los acepto todos, pero yo os he puesto ejemplos en donde la distinción no está clara. Es lo que digo.

Poner la cualidad en la funcionalidad, y no en la complejidad, es también irrelevante. La complejidad es la que crea o permite la funcionalidad. Estas viendo dos planos de la realidad. Puedes ver la complejidad de la partitura de Mozart escrita o puedes dejarte llevar por la música interpretada.

Puedes ahora ver la simplicidad de otra música o ruido en partitura o escucharlo directamente. Cualquier diferencia cuantitativa o cualitativa entre ambas músicas estará tanto en la partitura como en la sensación auditiva. Lo que no quiere decir que se exprese igual esa diferencia y que, sabiendo expresarla en uno de los niveles, sepamos expresarla en el otro.

Las diferencias en el ADN, las diferencias en las redes neuronales,... son claramente diferencias cuantitativas, pero muy complejas. Esa complejidad se traduce en fenotipos distintos y en distinta manera de usar el cerebro. La complejidad de la organización es lo que hay para cualquier cosa que entendamos como diferencia cualitativa. No olvidéis que, al final, aunque nos resulte imposible abarcarlo, todo son complejas disposiciones de partículas elementales. Todos estamos hechos con las mismas piezas lego de la naturaleza, como digo en mi blog.

Como no podemos traducir la complejidad de la organización de estas piezas a la complejidad observada en el nivel de interpretación que sí abarcamos es que definimos estos conceptos de cuantitativo y cualitativo. Muy útiles en general, pero siempre que seamos conscientes de que, a veces, la diferencia es difusa.

Sierra dijo...

Es insensato llamar a Tomás insensato. Me niego siquiera a discutirlo.

Héctor Meda dijo...

José Luis,

Yo no he postulado ninguna catástrofe matemática, nomás la he puesto como ejemplo de sistemas que tienen cambios cualitativos a pesar de modificarse de forma gradual.

Además, es muy difícil constatar empíricamente una estructura matemática más bien tendríamos que hablar de fenómenos físicos que necesitan modelizarse de tal o cual forma mas, insisto, yo no apelo a eso.

El problema, Jose Luis, es que ves cambios graduales entre un bebé, pongamos, y un mono y todo se debe al ámbito en que te mueves: el código génetico.

Pero eso no es relevante para la percepción del dolor que es donde yo hago una distinción cualitativa. Lo que yo he dicho en este post es que la percepción del dolor entre un humano y una, por seguir el ejemplo de Marion Dawkins, gallina es cualitativa y no he visto refutado este punto. El hecho de que haya una modificación gradual en el código genético entre la gallina, el orangután y el ser humano no cambia el hecho de que sus percepciones senosoriales, mejor dicho, sus estructuras cognitivas proyectan resultados diferentes en cada uno de los sujetos.

Claro que puedes fijarte en la partitura de Mozart, también en su código genético, en sus partículas elementales, en sus ecuaciones identitarias, en yo que sé qué hay al final del camino y encontrar elementos comunes hasta con una babosa pero la cuestión es que cuando defino su particular música entonces, en dicho ámbito y no en otro, tal vez sí pueda hacer distinciones cualitativas y con un ser humano y una gallina puedo buscar innumerables elementos comunes nomás diferentes en sus cantidades pero en lo que respecta a la percepción del dolor que es lo que interesa traer a colación en el debate sobre la moral entonces la diferencia no es de cantidad sino de calidad como se nota en el comportamiento tan diferente a nosotros que magistralmente anota Dawkins.

Sí, existen diferentes planos a estudiar. La cuestión es averigüar cuál es relevante. En moral, la genética, la química, la física no lo son luego que allí las diferencias sean X o Y, graduales o exponenciales no me importa.

Piensa que, lo queramos o no, lo que sienten las estrellas de mar -que también tienen sistema nervioso- es cualitativamente diferente a lo que sentimos nosotros, es más, voy más lejos aún a riesgo de meter la pata ya que no he estudiado su literatura, me apuesto a que no tienen angustias existenciales siquiera similares a las nuestras y con esto quiero decir que no es que las tengan en menor medida -diferencia cuantitativa- sino que lisa y llanamente no las tienen -diferencia cualitativa, de tener cierta cualidad o no.


Contextualicemos lo que se ha pretendido decir aquí. El texto que pretendía criticar en este post viene a analogar el dolor de los animales de laboratorio con el nuestro tirando del par de conceptos de código genético y de diferencia cuantitiva. Niego la relevancia del primero en el debate moral y por extensión lógica del segundo pero es que además cuando se evita generar dolor a los seres humanos se está evitando generar algo distinto de cuando se evita generar dolor a los animales (y sí ellos también difieren cualitativamente entre sí, por si creías que subyacente a este texto había una idea espiritualista) a pesar de usar el mismo nombre.

Héctor Meda dijo...

En cuanto al tema de las teorías del derecho sensatas quieres negar el debate nominalista de llamarlo derechos o no.

Bien, con mi crítica no pretendo que, como mutatis mutandi se hace con los matrimonios gays, se den derechos a los animales pero que no se les llame derechos.

Es más bien justo lo contrario, me da igual como se llame pero niego que el conjunto de comportamientos que debemos tener con los seres humanos respecto al tema de la vida deba ser isomorfo con el de los animales.

Puedo, por ejemplo, mostrarme contrario a la tortura de los animales pero no así si con ello se puede beneficiar un ser humano -aunque la definición de beneficiar- deba ser rigurosa.

Al fin y al cabo es de pura lógica, si aceptamos que dentro de nuestra jerarquía moral el ser humano está única y exclusivamente en el puesto principal entonces el resto de seres podrán ser usados en cierta circunstancias concretas como medios para el hombre y no siempre como fines en sí mismos.

José Luis Ferreira dijo...

Héctor:

Pero yo nunca he pretendido que se les dé a los animales los mismos derechos que a los seres humanos. Ni que sus vidas valgan igual en las mismas situaciones que las de los humanos. Sólo digo que no es descabellado dar a los simios unos pocos más que a las vacas.

Claro que no te he refutado la diferencia cualitativa entre una gallina y un ser humano. Como que yo mismo creo que la hay. Creo haber dicho que reconozco diferencias cualitativas allí donde están claras.

Lo único que añado es que, en el tema de la consciencia y del sentimiento de dolor, no me consta una línea clara cualitativa. Es posible que un cierto nivel de complejidad un poco mayor permita hacer al cerebro unas cosas extraordinarias que antes ni podía, y que esto es el origen de la consciencia de verdad, a lo humano, y no a lo bestia. Pero es posible que no, y que todo sea más gradual. La sensación de yo puede no ir a la par con el lenguaje, o con la consciencia de la muerte, o con la capacidad de sufrir dolor. Algunas de estas cosas pueden aparecer antes que las otras, luego desarrollarse juntas, luego una desarrollarse más, quién sabe.

Me fijo en el código y en todo lo demás. Fíjate que, a pesar de que las leyes de la física sean necesarias para pasar del ADN al fenotipo, éstas están dadas y son iguales para todos los genomas, así que las claves de las diferencias entre unos animales y otros están ahí, en el genoma. No quiere decir esto que siempre sea lo relevante mirar al genoma. Para muchas cosas será mejor y más relevante mirar al fenotipo. Como decía Dawkins, ¿para qué quieres ver si tienes los genes de saber cantar, si basta con oírte hacerlo?

Héctor Meda dijo...

Jose Luis,

Creo que ambos aceptamos que sólo tiene sentido una moral para seres con las que cabe una comunicación y por tanto tiene sentido aplicarla ya que el objetivo de ésta es postular una estructura de incentivos que disuada la aparición de ciertos comportamientos de carácter cancerígeno para el cuerpo social.

Si esta no se percibe, no es efectiva por lo que si el ser es varelse, no es capaz de recibir comunicación, en suma, si es tonto, un mero autómata incapaz de modificar su conducta preprogramada no tiene derecho a etiquetarse como sujeto moral.

Ahora bien, ¿por qué tengo que aceptar que el resto de los humanos piensan y sienten como yo y no son meros autómatas programados para decir ¡ay! cuando yo digo ¡toma! y le meto una patada en la entrepierna?

Si no me equivoco apelarás al test de turing para establecer que si se pasa dicho test entonces la distinción entre ser inteligente o paracerlo es irrelevante a efectos observables.

De acuerdo pero ¿por qué un bebé no pasa el test de Turing pero más tarde con el paso del tiempo sí lo hará? ¿Por qué un enfermo mental antes pasaba el test pero ahora no? ¿Por qué tal y tal caso?

El abanico de respuestas puede ser infinito desde que el alma le va y viene a dichos seres hasta lo que dios sabe qué puede imaginar una mente perturbada pero si queremos mantener, como pretendíamos al instalar el test de turing, toda hipótesis en el reino de lo observable entonces lo que habrá que decir es que todos los casos antes mentados que suspenden el test lo hacen porque su cerebro no les funciona bien pero cuando los arreglamos o esperamos que acaben de madurar nos encontramos que dichos sujetos tenían la capacidad material, el potencial, de aprobar el test.

Podemos entonces para no andar quitando y poniendo derechos a alguien según apruebe o no un test hacer un ejercicio de inducción y presuponer que lo que hace que todos los seres humanos lo aprueben es el tener una neurobiología determinada, empíricamente verificable por cierto, que es la que posibilita a los seres humanos tener una moral.

Ahora bien, ¿quién me demuestra a mi que un mono o cualquier otro ser es capaz de pasar el test de turing? Un bebé no lo pasa, es cierto, pero por inducción sé que tiene la capacidad material de hacerlo solo que aún no está desarrollada del todo y que conste que el estado que tiene el cerebro cuando pasa dicho test no es uno que siempre se de en todo momento sino puntualmente (cuando estamos despiertos, sobrios, etc).

Pero ¿un mono o cualquier otro animal porque creerle consciente y no un simple autómata programado para decir ¡ay! cuando yo digo ¡toma! y le meto una patada en la entrepierna?

Otra posible contrargumentación: el conflicto de intereses, pero luego lo desarrollo.

José Luis Ferreira dijo...

Héctor:

El test de Turing sirve para lo que sirve. El bebé no pasa el test de Turing diseñado para un ser humano adulto. Podríamos diseñar un test de Turing para ver si podemos distinguir un androide con forma de bebé de un bebé humano. Si creemos que podremos reconocer inteligencia en una especie extraterrestre porque reaccionan, se comunican,... de cierta forma, podríamos pensar en si reconocemos eso mismo en algo que no es extraterrestre, y que es de invención humana.

Es decir, el test de Turing vale para alegar que si otorgas una categoría a algo, no tienes razones para negársela a otro algo indistinguible del primer algo (indistinguible en los rasgos considerados relevantes).

En fin, que creo que esto no nos lleva demasiado lejos para establecer una frontera nítida entre los algos dignos de unos derechos y los no dignos.

Queda la posibilidad de que haya seres inteligentes con los que no es posible la comunicación (tipo mundo océano de Solaris). ¿No les atribuyes derechos, moral,...?

Pero yo insisto en que todo esto es irrelevante para saber si queremos o no proteger más a un simio que a una vaca. Lo relevante es si atribuimos más consciencia y sensación de yo (si se reconocen en el espejo), más capacidad de comunicación (si pueden aprender a usar unas pocas palabras, sin combinatoria gramatical, claro) a uno que a otro, y cuánto más y si eso nos importa.

Sierra dijo...

Héctor ha publicado un par de artículos bien interesantes sobre la probable imposibilidad de desarrollar un lenguaje verdaderamente universal; es decir, que no tenga premisas. Seguro que, como es, vicioso, se los linkeará, José Luis. De modo que amplio la pregunta, más bien, a los medios para medir esa inteligencia. Dejemos de lado incluso la comunicación inter-especie: ¿cómo medimos la complejidad mental de un sujeto que lo hace acreedor de derechos? Creo que así planteada la pregunta, también, atiene a una cuestión más atingente (valga la redundancia) a los derechos animales. Es decir, ¿cuáles son los parámetros objetivos que nos permiten determinar el grado de inteligencia?

Como se ha señalado, los simios que aprenden a usar el lenguaje de sordomudos, o a lavar platos, no parecen entender realmente el significado de los gestos que realizan. Entonces la problemática se parece a la del lenguaje universal: ¿cuál es la medida de la inteligencia que no parte de ninguna premisa propiamente humana?

A modo de corolario: qué obceno es discutir tanto.

Héctor Meda dijo...

Jose Luis,

Hay que tratar de establecer una frontera entre los seres que podemos considerar sujetos morales y los que no de modo que matar a un sujeto moral, pongamos un ser humano, sea más infame que matar a un sujeto no moral, pongamos un mosquito.

La cuestión es que esa frontera ha de existir y ha de señalizarse de forma racional.

Yo he argumentado que sólo tiene sentido aplicar la moral a aquellos seres que son capaces de entenderla y para identificarlos he planteado de forma hipotética que el test de Turing podría valer pues éste test no permite ningún apriorismo del tipo los simios se parecen (no) son inteligentes pero aplicando la razón me he encontrado que, como tú bien dices, el test no basta sino que necesitamos de algo menos voluble para determinar cuándo es inteligente un ser y por ello he pasado a la propuesta de verificar si se tiene o no una neurobiología determinada. Es esta propuesta la que habría de criticarse y no el test de Turing que yo mismo refuto.

Lo que no vale es postular que el simio o cualquier otro animal también es inteligente porque hay una diferencia gradual entre ellos y nosotros cuando ya he insistido en que el hecho de que existan variaciones genotípicas graduales entre ellos y nosotros no implica en absoluta que nuestras diferencias fenotípicas también sean graduales.

A mi me tienen que demostrar que los simios no son autómatas zombis que no sienten nada. Con los bebés y enfermos mentales yo ya lo he hecho.

En cuanto al tema Solaris, ya está respondido al desechar a los Varelse los cuáles podrían ser inteligentes, (...) podrían ser conscientes de sí mismo, pero no podemos conocerlo porque no hay comunicación posible.

A mi juicio, hay una complicación enorme en el tema de dar derechos a los animales cuando lo sensato es lisa y llanamente protegerles salvo cuando su vida nos sea útil (como alimento, como conejillo de indias, y más caso que ahora no doy en imaginar) y en ese sentido su grado de inteligencia es trivial.

Lo que yo considero, en definitiva, es penalmente tan atroz debiera ser el matar porque sí a un perro que a un orangután aunque, dicho sea de paso, la morfología más humana de este último animal nos hace sentir moralmente más indignante su muerte pero para ambos casos la valoración de su vida tendrá que ser menor que la de un ser humano (por las razones esgrimidas en este y el siguiente post) de modo que, qué sé yo, si tenemos a un negro y un blanco ahogándose y sólo podemos salvar a uno entonces cualquier elección será moralmente aceptable.

Mas en el caso de sustituir a uno de los dos humanos por el animal más inteligente que existiera en este mundo entonces elegir salvar a uno u otro ser NO daría igual. Hay que salvar al humano. Punto.

No hay necesidad, tampoco, de poner a los simios o a cualquier otro ser en un nivel diferente al resto de los animales. Un perro por ser más tonto no merece menos la vida que otro animal pero sí que nosotros. Yo, en definitiva, hago una jerarquía de dos niveles (+ ó -)

José Luis Ferreira dijo...

"La cuestión es que esa frontera ha de existir y ha de señalizarse de forma racional."

Pues me parece una premisa falsa o, cuanto menos, dudosa.

Además, concediendo que, aunque no sepamos cuál es esa frontera, hoy por hoy el resto de las especies del planeta tierra están de un lado y nosotros del otro, esto no implica que tratemos a todos los del otro lado por igual.

No quisiéramos poner la vida de un mosquito al mismo nivel que la de una gallina (yo no, por lo menos). Ni a una gallina al nivel del perro, ni al perro al nivel del simio (excepto, seguramente, si se trata de mi perro, pero este es otro problema).

Yo, sin ser mi perro ni mi chimpancé, diría que valoro más la vida del chimpancé y que, concebiblemente, habrá situaciones en las que crea que hay que salvar al chimpancé pero no al perro (si está en peligro y el rescate es muy costoso, por ejemplo).

José Luis Ferreira dijo...

Sierra:

No sé cómo tomarme lo de vicioso, así que lo haré por el lado bueno.

No sé la respuesta a la pregunta. Pero creo que tendremos que tener en cuenta varias variables, entre ellas sus distintas habilidades cognitivas. Su destreza con las herramientas, su capacidad de reconocerse como individuo, su capacidad de comunicar mensajes, su capacidad de sentir dolor físico y psicológico, lo que es capaz de trabajar para conseguir o evitar algunas situaciones para sí o para individuos cercanos,...

No veo cómo, de momento, podemos generar una fórmula mágica con todo lo anterior. Habrá que usar la empatía y los sentimientos morales que nos produzca saber lo que podamos de las características señaladas y de otras que se nos ocurran.

Héctor Meda dijo...

La objeción del mosquito la preveía por eso lo del (+ ó -)
.

Ya he dicho que moralmente no nos da igual matar a un perro que a un simio pero creo que penalmente ambas acciones debieran ser penadas. Otra cosa es que haya seres con los que no se pueda convivir e incluso de los que hay defenderse como los insectos pero no menos cierto es que si su especie está en peligro de extinción entonces también es necesaria su protección.

Lo que yo había querido decir es que no tiene sentido buscar que la ley, que siempre será discreta (en su tercera acepción) en sus clasificaciones valorativas, se amolde como un guante a un instinto moral que opera de forma continua en sus valoraciones salvo en lo que respecta al ser humano al que sí que coloca en otro plano.

He dicho:
La cuestión es que esa frontera ha de existir y ha de señalizarse de forma racional.

Y has respondido que:
Pues me parece una premisa falsa o, cuanto menos, dudosa.

Entonces ¿qué estamos discutiendo? ¿El hecho de que no se puede discutir que tanto vale decir que la vida del mono vale más que la nuestra, o igual o menos?

A mi me parece indiscutible el hecho de que colocamos en lo más alto de nuestras valoraciones morales al ser humano y a partir de ahí a la par que desamejan a nosotros hay un descenso de empatía con los animales que valoramos y precisamente este continuo proceso de desvaloración moral no ha lugar a una jerarquía clara y especifica entre animales que sea recogible por la ley de forma clara como sí pasa entre humanos y animales donde la distinta valoración moral permite una fácil materialización jurídica.

Admitida que ser simio no puede ser a efectos jurídicos igual que ser humano en ningún aspecto por, como ya hemos dicho, cuando menos nuestra forma de entender la moral entonces son quienes quieren hacer distinciones entre monos y pongamos perros quienes deben marcar una frontera clara de cualquier tipo que permita a la ley recogerla y no parecer así arbitraria en su defensa de unos y no de otros.

El por qué la ley sí recoge y bien que hace al ser humano como sujeto moral creo que ya se ha mostrado claramente.

Por cierto, lo de vicioso va por mi, por ser, eso entiendo, un autolinkeador compulsivo. XDD

José Luis Ferreira dijo...

Héctor:

Creo que, entonces, cuando hablabas de la frontera, te referías a la definición legal. Ahí no hay problema, habrá una frontera... o varias, una que deje de un lado al ser humano, otra a los grandes simios, otra a mamíferos, algunas aves y algún pulpo, otra a .... con distintos niveles de derechos o protección.

Dices que salvaríamos a mosquitos en vías de extinción. Tal vez, pero eso no cambia los términos. Cuando hablaba de elegir entre un perro y un chimpancé, o entre un mosquito y una gallina, debía entenderse la cláusula céteris páribus, como debe ser para que las comparaciones tengan sentido.

Héctor Meda dijo...

Sí, pero esas fronteras jurídicas, las de 1) entre humanos y resto de animales, 2) grandes simios y resto de animales, 3) mamíferos y resto de animales, 4) algunas aves y algún pulpo y resto de animales; ¿en base a qué lógica moral se fundamentan?

Yo sólo he conseguido argumentar para la primera y en cuanto al resto son más bien arbitrarias pues ni su fenotipo neurobiológico es cualitativamente diferente -aunque paradójicamente tal vez sí su consciencia esto es un tema que tendríamos que desarrollar- ni nuestro instinto moral nos proporciona una estricta categorización.

Sigo pensando que nada hay de necesario en buscar un nicho jurídico especial a los simios o quien fuere, a lo más considerarlos como una especie en extinción y tratarlos como tal pero sin inventarse figuras jurídicas bajo, y esto es lo que me irrita, espurios argumentos morales del tipo como tenemos casi el mismo código genético...

José Luis Ferreira dijo...

¿Por qué decimos que un chimpancé es más inteligente que una gallina?

Pues es razón sería la lógica que los separara.

Héctor Meda dijo...

Pero si la diferencia es cuantitativa, ¿de verdad tiene relevancia moral? ¿tiene mayor legitmidad moral, necesita ser preservada un ser más por ser más cuantitativamente inteligente?

Según esa lógica Einstein está en una categoría moral diferente a la mía y si, como preveo, vas a decir, con razón, que yo soy más listo que el físico alemán pues entonces piensa en un retrasado mental.

Es que esa lógica moral, creo que iniciada por Peter Singer, siempre me ha parecido absurda. Tal heurística es inoperativa, a la mínima caemos en problemas de imposible dilucidación. No sé, la eterna pregunta ¿quién son más inteligentes los perros o los gatos? ¿Importa para tratarlos jurídicamente igual?

En resumen, o hay diferencias cualitativas, de cualidad, o no hay razón para hacer distinciones morales y también está el hecho de fijar cuál es la cualidad que jerarquiza las valoraciones morales. La inteligencia para mi no lo es.