Desde que nuestros antepasados, los termes macrotermitinos, alcanzaron un peso de diez kilogramos y un cerebro mayor durante su rápida evolución a lo largo del período terciario tardío, y aprendieron a escribir con escritura feronomal, el saber de los termes ha elevado y refinado la filosofía ética. Ahora es posible expresar con precisión los imperativos de la conducta moral. Tales imperativos son autoevidentes y universales. Son la esencia misma de la termitidad. Incluyen el amor por la oscuridad y la profundidad, las penetrales saprofíticas y basiodiomicéticas del suelo; la centralidad de la vida de la colonia en medio de la riqueza de la guerra y del comercio con otras colonias; la santidad del sistema fisiológico de castas; la maldad de los derechos personales (¡la colonia lo es TODO!); nuestro profundo amor por los hermanos reales a los que se permite reproducirse; el gozo del sonido químico; el placer estético y la profunda satisfacción de comer heces del ano de nuestros compañeros de nido después de la muda de nuestra piel; y el éxtasis del canibalismo y la cesión de nuestro propio cuerpo cuando estamos enfermos o heridos (es más dichoso ser comido que comer).
Visto así, no extraño que cuando le preguntaron al gran biólogo cuál era su opinión sobre el marxismo no dudara en su respuesta:
Bella teoría. Especie equivocada.
6 comentarios:
¡Marx creía que éramos termitas! jaja. Me ha gustado mucho ese último apunte. Cuando vuelva a hablar del marxismo me acordaré de esa cita :D
Un saludo.
Si sólo fuera Marx el que lo hubiera creído...
¡Me alegro que te haya gustado la cita! :-O
Saludos a ti también ;-)
Me has abierto los ojos con esa cita.
Yo siempre me he preguntado cuáles serían nuestros principios éticos si fuéramos genéticamente caníbales. Un abrazo.
Me alegro que te haya gustado la cita Jesús.
Ciertamente el considerar que la Colonia o, lo que es lo mismo, el Bien Común lo es todo; sólo puede surgir desde una genética o bien mentalidad antropófaga, inhumana.
Saludos
Gran cita.
Siempre pensé que el marxismo menospreciaba más a los obreros que cualquier pensamiento derechista. ¿A quién le gusta no ser más que un mero ladrillo económico en el edificio del Estado?
¡Buenísimo!
Publicar un comentario