Si la objetividad científica se fundara, (…), en la imparcialidad u objetividad del hombre de ciencia, entonces tendríamos que decirle adiós sin dilación. (..) Todos somos víctimas de nuestro propio sistema de prejuicios (o "ideologías" si se prefiere esta expresión); de que todos consideramos muchas cosas evidentes por sí mismas; de que las aceptamos sin espíritu crítico (…) y, desgraciadamente, los hombres de ciencia no hacen excepción a la regla (…). Pero esta limpieza no tiene lugar mediante el socioanálisis u otro método similar; los investigadores no tratan de treparse a un plano superior desde donde puedan comprender, socioanalizar y depurar sus insensateces ideológicas. En efecto, con tornar sus mente más "objetivas" no les bastaría para alcanzar lo que hemos denominado "objetividad". Lejos de ello, lo que entendemos generalmente con esta expresión reside en otro plano diferente; es una cuestión de método científico. Y –extraña ironía- la objetividad se halla íntimamente ligada al aspecto social del método científico, al hecho de que la ciencia y la objetividad científica no resultan (ni pueden resultar) de los esfuerzos de un hombre de ciencia individual por ser "objetivo", sino de la cooperación de muchos hombres de ciencia. Puede definirse la objetividad como la intersubjetividad del método científico.
(…)
Aplicando estas consideraciones al problema del carácter público del método científico, supongamos que Robinson Crusoe hubiera logrado construir en su isla laboratorios físicos y químicos, observatorios astronómicos, etc., y hubiera elaborado una cantidad de trabajos basados todos en la observación y la experimentación. Supongamos incluso que hubiera dispuesto de un plazo ilimitado de tiempo y que hubiera logrado crear y describir sistemas científicos acordes con los resultados aceptados en la actualidad por nuestros hombres de ciencia. En vista del carácter de esta ciencia crusoniana habrá quienes se inclinen, a primera vista, a afirmar que se trata de ciencia verdadera y no "revelada" e indudablemente se parece mucho más a la ciencia que el libro científico revelado por el clarividente, pues Robinson Crusoe hizo aplicación de buena parte del método científico. Y, sin embargo, insistimos en que esta ciencia crusoniana sigue siendo del tipo "revelado"; falta todavía un elemento del método científico y, en consecuencia, el hecho de que Crusoe haya llegado a los mismos resultados que nuestros hombres de ciencia es casi tan accidental y milagroso como el caso del clarividente. En efecto, nadie, sino él puede verificar los resultados; nadie sino él puede corregir aquellos prejuicios que son la consecuencia inevitable de su evolución mental particular; nadie puede ayudarle a liberarse de esa extraña ceguera con respecto a las posibilidades intrínsecas de nuestros propios resultados que es consecuencia del hecho de que, en su mayor parte, son alcanzados mediante métodos relativamente inapropiados. Y en cuanto a sus publicaciones científicas, sólo la tentativa de explicar sus trabajos a alguien que no los haya hecho puede darle la disciplina de la comunicación clara y razonada que también forma parte del método científico.
En un punto –comparativamente de poca importancia- se torna manifiesto el carácter "revelado" de la ciencia crusoniana; nos referimos al descubrimiento de Crusoe de su "ecuación" (pues debemos suponer que llegó a hacer ese descubrimiento), del tiempo de reacción personal característico que incide sobre todas sus observaciones astronómicas. Es concebible, por supuesto, que haya descubierto, por ejemplo, algunos cambios en su tiempo de reacción y que, de esta manera, se haya visto inducido a fijar un margen de tolerancia para éstos. Pero si comparamos descubrir el tiempo de reacción con la que realmente tuvo lugar en la ciencia "pública" - a través de la contradicción de los resultados de diversos observadores-, salta a la vista el carácter "revelado" de la ciencia de Robinson Crusoe.
Para resumir estas consideraciones, puede decirse que lo que llamamos "objetividad" no es producto de la imparcialidad del hombre de ciencia individual, sino del carácter social o público del método científico, siendo la imparcialidad del hombre de ciencia individual, en la medida que existe, el resultado más que la fuente de esta objetividad social o institucionalmente organizada de la ciencia.
Por último, quería terminar diciendo que si lo que dice este texto es verdad y recogemos la distinción brevemente reseñada aquí entre conocimiento tácito y conocimiento explícito, entonces nos encontaríamos que la efabilidad de la ciencia no vendría limitada ya por nuestra particular cognición sino que incluso, por lo que se ve, por nuestra concreta habilidad para articular nuestros conocimientos.
1 comentario:
Muy interesante el texto. Recuerdo larguísimas discusiones en mi blog sobre el concepto de verdad objetiva.
Agrego que la intersubjetividad es necesaria pero no suficiente para establecer una verdad objetiva. Millones de personas creen haber visto a la Virgen, pero esa experiencia sigue siendo rebelada, subjetiva. Para que una experiencia verifique una verdad objetiva, la observación debe ser reptible, es decir debe ser posible especificar una serie de condiciones bajo las cuales cualquiera podría observar el mismo resultado.
Muy interesante el blog, lo voy leyendo de a poco.
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