domingo, 27 de noviembre de 2011

El lenguaje y el yo

Un animal que solo posea conciencia primaria puede generar una "imagen mental", o una escena basada en la actividad integrada de reentrada en el núcleo dinámico. Esta escena está determinada sobre todo por la sucesión de eventos reales acaecidos en el entorno y, hasta cierto punto, por la actividad subcortical inconsciente. Este animal tendría una individualidad biológica, pero no un auténtico yo, una conciencia de la propia identidad. Aunque tiene un "presente recordado", mantenido por la actividad en tiempo real, del núcleo dinámico, no tiene un concepto del pasado o del futuro. Estos conceptos sólo emergieron tras la aparición, en el curso de la evolución, de la capacidad semántica -la capacidad de expresar sentimientos y referirse a objetos y eventos por medio de simbología. La conciencia de orden superior precisa, de necesidad, interacciones sociales. Cuando la plena capacidad lingüística basada en la sintáxis apareció en los precursores del Homo Sapiens, la conciencia de orden superior floreció, en parte a consecuencia de intercambios en una comunidad de habitantes. Los sistemas sintácticos y semánticos proporcionaban un nuevo medio de construcción simbólica y una nueva forma de memoria que mediaba en la conciencia de orden superior. La conciencia de la conciencia se hizo entonces posible.

(...) La emergencia de estas conexiones neuronales y la aparición del habla permitieron hacer referencia a los estados interiores y los objetos o eventos por medio de símbolos. La adquisición de un léxico creciente de estos símbolos por medio de interacciones sociales, al principio probablemente basado en los cuidados y las relaciones emotivas entre la madre y el niño, permitió la discriminación de un yo dentro de cada conciencia individual. Tras la aparición de la aparición de la capacidad narrativa, que afectó a la memoria lingüística y conceptual, la conciencia de orden superior pudo promover el desarrollo de conceptos del pasado y el futuro relacionados con el yo y con los otros.

En estas condiciones, el individuo queda liberado, hasta cierto punto, del presente recordado. Si la conciencia primaria casa al individuo con el tiempo real, la conciencia de orden superior permite al menos un divorcio temporal, que se hace posible con la creación de conceptos del tiempo pasado y del tiempo futuro. Puede experimentarse y recordarse entonces todo un mundo nuevo de intencionalidad, categorización y discriminación, y los conceptos y el pensamiento pueden florecer. Se puede promover las relaciones que prometen una gratificación, se puede alimentar el resentimiento, se puede conspirar. Las escenas quedan enriquecidas por símbolos. (...)

(...), el precursor de los homínidos tenía que poseer una conciencia primaria -la capacida de construir en el presente recordado una escena en la que objetos o eventos causalmente relacionados y los no relacionados, tomados conjuntamente, cobren significación con respecto a los valores y recuerdos históricamente influenciados del inviduo. (...)

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(...), mencionamos que muchos aspectos del habla se realizan a través de rutinas inconscientes. Estas rutinas y la conciencia del significado de las palabras conducen a un nuevo sistema de memoria extraordinariamente rico que es mediado, en parte, por estas áreas del lenguaje. Aunque las áreas de lenguaje no son por sí mismas responsables del pensamiento, sus interacciones de reentrada con las áreas conceptuales permiten la creación de un gran número de construcciones simbólicas o frases. Una memoria simbólica mejorada permite guardar un número cada vez mayor de símbolos verbales y, cuando el léxico alcanza cierto tamaño, la capacidad conceptual de la persona se ensancha enormemente, hasta el punto de promover el uso de la metáfora.

Una vez comienza a emerger una conciencia de orden superior juntamente con el lenguaje, se hace posible construir un yo a partir de las relaciones sociales y afectivas. (...)

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(...). Un animal que sólo disponga de conciencia primaria pero carezca de capacidad simbólica no tiene posibilidad alguna de desarrollar una noción del yo, ni del tiempo pasado, ni del futuro. Pero desde muy pronto, un bebé con capacidad lingüística comenzará a transformar las señales procedentes del exterior por medio de intercambios emocionales con la madre que comienzan a tener significado motor y, por ende, conceptual. Los cimientos para el desarrollo fonológico y semántico están colocados desde muy temprano, al igual que las gratificaciones o castigos para los intercambios con la madre. Desde los primeros momentos existe un impulso continuo hacia el lenguaje. (...) los humanos, (...) se ven compelidos hacia el lenguaje en su medio natural (...). En el caso de un bebé, la conciencia de orden superior, un concepto del yo, y una noción del pasado y el futuro surgen rápidamente con el lenguaje y la relación social. Aunque no nos es posible decir cuándo comienza el "sujeto verdadero", sí podemos estar seguros de que, desde el nacimiento, el bebé construye sus propias "escenas" por medio de conciencia primaria y que estas escenas enseguida se ven acompañadas por la continua renovación de conceptos a través de gestos, habla y lenguaje. Desde los primero tiempos, es probable que la forma de pensamiento que acompaña al lenguaje y florece con su desarrollo sea metafórica y narrativa. Un niño puede jugar a las casas con un amigo imaginario e inventar situaciones en las que se atribuye papeles y propiedades a todo tipo de objetos.

(...) Ya hemos apuntado que un animnal dotado de conciencia primaria posee las estructuras neuronales necesarias para discriminar entre miles de millones de escenas distintas y qualia por medio del núcleo dinámico. Además, este animal responde de manera que parecen estar en consonancia con estas experiencias. En cambio, con la posible excepción de los místicos, los seres humanos no podemos experimentar directamente la conciencia primaria sin la presencia de la conciencia de orden superior. Por tanto, no nos es posible decir si la experiencia que tiene un animal de la visión, el ruido o el dolor es como la nuestra.

Lo que sí podemos decir, sin embargo, es que un animal sin capacidad semántica o lingüística carece de la memoria simbólica que le permitiría relacionar explícitamente sus diversas experiencias con un yo. (...). En tanto que humanos, podemos no sólo recordar la historia de nuestras sensaciones y categorizarlas sino que, a diferencia del chimpancé, podemos reflexionar sobre nuestras propias sensaciones y hablar de ellas a otros. Por medio de estos intercambios, podemos incluso refinar nuestra capacidad discriminatoria para ciertos qualia (como en el ejemplo de la cata de vinos). No estaría mal reservar el termino qualia descriptibles para referirse a la experiencia consciente de los humanos.

(...). Desde el punto de vista de una persona, los qualia son categorizaciones de orden superior realizadas por el yo de las experiencias conscientes de ese yo que están mediadas por la interacción entre la percepción y la memoria de valores/categorías. La capacidad de describir y elaborar varios qualia requiere la presencia simultánea de una conciencia primaria y una conciencia de orden superior. Tal elaboración, que le es negada a los gatos o los murciélagos, no implica de ningún modo que estos animales no experimenten dolor, por ejemplo. Pero es improbable que puedan refinar los qualia del modo como lo hacemos los humanos y que simplemente carezcan de medios para comunicarlo. Aunque disponen de una abundancia de medios para la experiencia fenoménica cualitativa, carecen de un yo autoconsciente que explícitamente guarde las memorias y refine la experiencia. En su caso, la memoria a largo plazo (que es inconsciente) lleva la carga principal en cualquier representación futura basada en la experiencia fenoménica previa; en los seres humanos, en cambio, esa carga la comparten la memoria a largo plazo y la memoria explícita del dolor o el placer experimentado fenoménicamente por un yo lingüísticamente dotado. El desarrollo del pensamiento, del discurso interior y de una rica vida emocional son consecuencias que proporcionan alguna recompensa a esta carga ocasionalmente onerosa.

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