martes, 20 de julio de 2010

El animal que sabía demasiado

José Ferrater Mora y Priscilla Cohn, Ética aplicada: del aborto a la violencia, Alianza Editorial, Madrid, 1981, pp. 73-77 (vía):
Brigid Brophy ha expresado la opinión de que, en la misma medida en que un animal no puede razonar abstractamente, el dolor que sufre puede ser aún mayor que el experimentado por un ser humano. El animal, en efecto, no tiene «otra cosa en qué pensar» (...) Brigid Brophy sugiere la idea de que el dolor puede inundar «la capacidad total de experiencia [de los animales] de un modo que es infrecuente entre nosotros, por cuanto nuestra inteligencia y nuestra imaginación pueden producir huecos en la inmediatez de nuestras sensaciones» (...) Así, aunque es cierto que animales y seres humanos poseen sistemas nerviosos similares, creo que no es adecuado sacar conclusiones respecto a los sufrimientos de un animal a base de nuestras propias experiencias. En otros términos, es muy probable que, al suponer que la conducta de un animal tiene que ser análoga a la propia, terminemos por calcular por debajo al tratar de determinar el grado de sufrimiento que el animal experimenta (...) Por tanto, nos es imposible tener una idea del dolor o sufrimiento que puede experimentar un animal y poder decir «cuánto» sufre, pues su mundo y el nuestro son distintos, de modo que aquí se quiebra toda analogía. No podemos simplemente sustraer en la imaginación lo que estimamos que constituye nuestra racionalidad y entonces concluir que sabemos cómo siente un animal. La similitud de los correspondientes sistemas nerviosos no da pie para afirmar que el dolor causado es idéntico. El sufrimiento que experimenta un animal puede ser en algunos casos menor que el nuestro y en otros casos puede ser más intenso.
Uno de los mejores microrrelatos que he dado en leer, escrito por Julio García y titulado "Me gustaría" (Vía):
Ser indomable, libre, como la luz blanca reverbera en la sal del desierto cegando al amo humano. Cocear con desaire definifitivo lo que no me gusta. Descifrar la esencia de alguien olisqueando sus excrementos. Sentir la crin que escapa como el viento entre los dientes de mi orgullo semental. Quedarme sólo con el placer húmedo de su ímpetu carnoso y salvaje que truena desde mi grupa. Avanzar con el monzón hasta verdes pastos sin nombre, donde rumoreamos brotes y rebuznos con fruición las compañeras, mientras los machos se arrancan orejas y rabos por nosotras y eso no significa nada. Añorar el trote verde de mis crías en estas praderas de disfrute y pereza incansables. Sentir el vacío de su tierno hocico buscando soñoliento mis tetas de asna. Huir por instinto de la muerte, flameando mi suave cuero como un rayo, carbonizando de ceguera mi alma. Comprender lo que os estoy contando. No saber que me quedan seis meses de vida.

12 comentarios:

Hugo dijo...

Me ha gustado. Coetzee también apunta en esa dirección, o en alguna que se le parece mucho:

-- "Hay gente que tiene la capacidad de imaginarse como otra persona y hay gente que no la tiene (cuando esa carencia es extrema, los llamamos psicópatas). Y hay gente que tiene esa capacidad pero decide no ponerla en práctica. A pesar de Thomas Nagel, que probablemente sea un buen hombre, a pesar de santo Tomás de Aquino y de René Descartes, con quienes tengo más dificultades para simpatizar, no hay límites a la medida en que podemos ponernos en la piel de otro ser. La imaginación compasiva no tiene topes." --

J.M. Coetzee, Elizabeth Costello, Random House Mondadori, Barcelona, 2004, p. 87.

PD. Gracias por el link.

Sierra dijo...

¡Chorradas! Nadie desbarda más en sus teorías que los defensores de los animales. Se toman a las menos confiables de todas las palabras con una seriedad mortal, y hacen metafísica con cosas que incluso un tomista miraría con sospecha. De que pueda decirse «¡cuánto sufre el animalillo!» a que pueda medirse el dolor, y responder con ello al «¿cuánto?» hay un trecho enorme. Pero además, es que sumergirlo todo en un contexto moral me pone los nervios lógicos de punta.

Anónimo dijo...

....No sé si ha comprendido el microrrelato de Julio García -ni por tanto el por qué del título.

Héctor M.

Masgüel dijo...

"Comprender lo que os estoy contando. No saber que me quedan seis meses de vida."

Eso es contradictorio. La asna no sabe que le quedan seis meses de vida precisamente porque no sabe lo que Julio García nos está contando, ni puede hacerlo.

"no hay límites a la medida en que podemos ponernos en la piel de otro ser. La imaginación compasiva no tiene topes."

De acuerdo, mientras tengamos muy presente que la imaginación es un acto creativo, porque no hay forma de ponernos en la piel de otro más que mediante un ejercicio de imaginación.

P.D. Yo también soy vegano.

Anónimo dijo...

A ver, tal y como yo lo entiendo, el micro no lo relata una asna (es más, yo creo que se escoge ese animal para no dar equívocos como si daría una vaca o un toro que, idealmente, podrían sí saber que dentro de seis meses acabarán en un matadero o en una plaza de toros respectivamente pero que en el caso de un asno cómo saber con tal exactitud la futura muerte) y precisamente creo que eso es lo impactante de la última línea, que se revela que estamos ante un hombre que se sabe con, pongamos una enfermedad letal, es decir, que se sabe muerto en breve, y que envidia y fantasea ser un animal que pace libre y manso por las praderas aunque no entienda nada o porque precisamente no entiende nada, esto es, no entiende lo que es la muerte y lo que significa saberse muerto en breve.

Héctor M.

Rafael dijo...

Parece ser que entre los animales y nosotros -ojo, que no se nos olvide que también somos animales- es notorio la diferencia entre su capacidad de percepción y la nuestra. Si no me equivoco, larga es ya la historia que ha tratado de captar cuál es el rasgo definitorio que nos diferencia a unos y otros. O bien el lenguaje, o bien la conciencia, la sociabilidad, etc. Pero investigaciones de todo tipo parecen demostrarnos que esas capacidades que de siempre hemos supuesto netamente humanas también se dan en el resto del reino animal – y lo de reino tiene su miga-. Pero más allá que se haya o no establecido claramente qué entendemos por lenguaje o por conciencia, lo que sí es un hecho relevante es que nosotros como suejetos percibimos la realidad por medio de artefactos -dicho a lo Vico- Esto es, no hay una fusión absoluta con el medio, de tal manera que éste nos invadiera de tal manera que la hierba, el olor de alguien, el resplador de esa nube o el aroma del mar se nos colara hasta lo más profundo de nuestro ser, en una fusión casi orgásmica. Y no es un metáfora elegida al vuelo, ya que posiblemente la "petit mort", ese momento de desintegración del Yo, -similar a las "caidas en vacío" previas al sueño-,sea la experiencia humana más cercanas al regocijo de un caballo revolcándose sobre la hierba.
Rafael

Masgüel dijo...

"el micro no lo relata una asna"

Eso estaba claro. Pero la penúltima frase debería decir "NO comprender lo que os estoy contando" para ser coherente con la última.

Anónimo dijo...

percibimos la realidad por medio de artefactos

Alguna vez hice un post a propósito de la idea

Por el momento, sigue sin demostrarse que los animales manejen una semiósis de segundo nivel, esto es, autoreferencial, esto es, plena de semántica tal que el lenguaje verbal.

la penúltima frase debería decir "NO comprender lo que os estoy contando" para ser coherente con la última.

Yo creo que no porque entonces daría lugar al equívoco de que la asna comprende y que es capaz de ello pero al decir que no comprende lo que nos está contando y sí la muerte (porque en caso de que ésta fuera que no, entonces parecería que es Julio García quien habla de ella) entonces queda claro que hay un narrador, diferente al escritor, que es el que añora ser una asna pero comprendiendo lo que significa serlo pero y además y en cualquier caso, lo que no le gusta al narrador es saber que le quedan seis meses de vida.

Más resumidamente: al reverlársenos que la asna, a pesar de que le gustaría, no comprende lo que nos está contando, se nos invita a preguntarnos quién está narrando, y comprendiendo el micro, y cuando uno empieza a desprenderse de la idea de que estamos ante una suerte de fábulo de Esopo, viene entonces la lapidaria última frase que, huelga decir, la plasma el narrador sin intermediarios, es decir, referida a él

Masgüel dijo...

Pues sigue siendo contradictorio porque el autor, que habla en primera persona, dice que le gustaría es dejar de ser un hombre y comprenderlo al mismo tiempo. Si la asna que al autor le gustaría ser, no comprende lo que el autor nos está contando, es porque le faltan las palabras para hacerlo. A no ser que hayas cometido un desliz al copiar el texto lo que el autor está diciendo es que le gustaría subir hacia abajo.

Anónimo dijo...

Te lo confirmo el desliz en casa cuando remire el texto del libro pero lo dudo.

Para mi no es que haya un autor y el asna sino un autor, el asna y un narrador-protagonista.

Antes que nada, Masgüel, ¿tú firmas esta interpretación trina? Si es que sí entonces ahora podemos negociar lo que sobra o deja de sobrar.

Para mi en lo que se cifra el micro en un narrador-protagonista que divaga sobre ser como un asna y al cabo comprende que todos esos placeres que al le gustaría realizar no sería, como es lógico, capaz de comprenderlos y es que ahí no puede mentir y a la vez no puede dejar de añorar que el disfrute de tales acciones no sea inconsciente, onírico.

Y bueno, luego el final, que yo creo que tampoco admite dudas, y es el que justifica ese soñar ser un asna. A él le gustaría comprender lo que es vivir como asna y le gustaría no comprender que se va a morir y tú me hablas de contradicción y yo te digo, ¡claro!, es el comprender esa contradicción lo que da mayor patetismo al texto.

Héctor M.

Héctor Meda dijo...

Confirmado Masgüel: Está bien copiado el microrrelato.

Masgüel dijo...

Entonces será como dices. La comprensión como hielo carbónico, quema y cauteriza la vida pero nos permite examinarla.