Estaba harto de la explotación caprichosa que los patrones a lo largo de la historia habían perpetrado contra él, contra su familia, contra su pueblo.
Cierto es que sólo ellos podían ofrecerle protección de un entorno violento, sólo ellos posibilitaban su subsistencia, salvarguándolos de una, de lo contrario, impersonal naturaleza y sin embargo, y hasta ahora, y a decir verdad, habían tenido que recompensar aquel trabajo protector cumpliendo órdenes sólo juzgables como atroces.
Habiendo caído en pensar que su nuevo señor era diferente, especial, ahora su reciente orden parecía haberle sacado de aquella ingenua creencia. Estaba harto de tanta explotación caprichosa, harto de tanto sacrificio inhumano, harto; escogería quedar al albur de la naturaleza, desnudo ante la impersonal realidad antes que perpetuar un sistema de vasallaje sólo calificable de esclavista si persistía en exigir cometer tamañas felonías.
Cierto es que sólo ellos podían ofrecerle protección de un entorno violento, sólo ellos posibilitaban su subsistencia, salvarguándolos de una, de lo contrario, impersonal naturaleza y sin embargo, y hasta ahora, y a decir verdad, habían tenido que recompensar aquel trabajo protector cumpliendo órdenes sólo juzgables como atroces.
Habiendo caído en pensar que su nuevo señor era diferente, especial, ahora su reciente orden parecía haberle sacado de aquella ingenua creencia. Estaba harto de tanta explotación caprichosa, harto de tanto sacrificio inhumano, harto; escogería quedar al albur de la naturaleza, desnudo ante la impersonal realidad antes que perpetuar un sistema de vasallaje sólo calificable de esclavista si persistía en exigir cometer tamañas felonías.
La cegada esperanza, empero, le impuso una última concesión, intuyendo, tal vez apresudaramente, tal vez ilusoriamente, que su nuevo señor era diferente, especial, que realmente no le exigiría tamaño despropósito, que seguro se apiadaría de él, que aquello era, después de todo, una prueba de fidelidad. Si bien, llegado el momento, justo antes de llevar a cabo la tarea, si previamente no era ordenado detenerse, él mismo lo haría porque hasta allí había decidido llegar.
Y hasta allí ciertamente llegó la Historia porque en el tenso instante decisivo, el patrón, efectivamente, se apiadó de su súbito mandándole detener su mano, pidiéndole dejar vivo a su hijo, provocando entonces que, exultante, Abraham comprendiera que al fin había encontrado para su pueblo a un Dios hecho a su imagen y semejanza.
13 comentarios:
http://www.youtube.com/watch?v=S_MWbA2_mmw&feature=related
No entendí el video.
Sorry. No quería poner la escena entera que empieza con la tentativa de homicidio por parte de Abraham porque dura más de cinco minutos. Si te cruzas con un anciano que lleva un güevo de años viviendo en el desierto, escucha voces que le dicen que mate a su hijo o te corte lo que cuelga, corre deprisa a Sodoma porque el abuelo habla en serio. Si te quedas, te la corta. Yahvé es que tiene unas ocurrencias...
Es que, sinceramente, lo más parecido a lo que daría de sí el realizar el experimento de los monos tecleadores es la Biblia.
Y bueno, ¿te gustó el micro?
Está muy bien escrito, pero me gustó más el de Adán que era un rebelde con causa. Abraham tenía que haberle dicho a Dios desde el principio que de eso nada. Que al que quiera ponerle una mano encima a su hijo se lleva un estacazo, aunque venga subido en una bestia de siete cabezas o arrastrando una zarza que arde y no se consume.
Una de las historias de "Hyperion" de Dan Simmons va de un judío en una situación parecida y pensando en la historia de Abraham llega a esa conclusión. Dios no tiene derecho a pedir tal cosa y si lo hace, demuestra ser un Dios injusto y tiránico, tanto si para el golpe como si no lo hace.
Síiii, yo también leí esa saga de Simmons y en parte suscribo el juicio: hay que pensar qué pensaría el hijo después de todo e incluso el propio padre cómo puede mirarle a la cara a su hijo luego demostrarse que es capaz de dejarlo todo por Dios.
Sin embargo, Abraham representa perfectamente el sola fides muy propio de judíos (esto, no en tono étnico) y, por tanto, protestantes. Si crees, déjate de juzgar al que manda. Véase Job.
Kierkegaard y, más recientemente Derrida, lo ven así: frente al griego, que tiene que responder en el ágora, un buen creyente, una persona "moral", sólo responde ante el Otro absoluto.
Si a alguien no le gusta este pensamiento oscurantista, que sepa que es el más coherente con el pensamiento moderno, desde Occam-Lutero-Galileo para acá: no hay derecho natural al que Dios tenga que atenerse: las cosas no son en sí buenas o malas. Positivismo jurídico: justo es lo que instituye quien tiene poder para hacerlo. Por eso, los hechos no salvan. Toda esta mierda es lo que se llama "modernidad", incluída sobre todo la oscura Ilustración.
Confróntese con la luminosa pregunta que Platón le hace a Sócrates formularle a un teólogo: lo que eligen los dioses, ¿es bueno porque lo eligen ellos, o lo eligen porque es bueno? (Eutifrón). Aquí se juega todo.
"En la antigua Islandia, por ejemplo, hubiera sido imposible un ataque a la inviolabilidad del domicilio en las formas en que ocurrió, como mera medida administrativa, en el Berlín de 1.933, en medio de una población de millones de almas. Merece ser citado, como excepción honrosa, el caso de un joven socialdemócrata que en el pasillo de su apartamento abatió a tiros a media docena de los denominados “policías auxiliares”. (...) En el supuesto de que hubiera sido posible contar en cada una de las calles de Berlín con “uno” de esos casos, con uno solo, de otra manera habrían ido las cosas. Los períodos prolongados de calma favorecen ciertas ilusiones ópticas. Una de ellas es la suposición de que la inviolabilidad del domicilio se funda en la Constitución, se encuentra asegurada por ella. En realidad, la inviolabilidad del domicilio se basa en el padre de familia que aparece en la puerta de la casa, acompañado de sus hijos y empuñando un hacha en la mano."
Ernst Jünger.
"justo es lo que instituye quien tiene poder para hacerlo."
Y poderoso es el que ya no tiene miedo.
Tengo ese libro de Derrida, Dar (la) muerte, en la babélica pila de libros por leer.
Es cierto que desechado el iusnaturalismo, sólo nos queda la obdeciencia ciega a la Otredad pero no menos cierto que, enraizado en la selección natural y no en la razón exclusivamente, un derecho natural es reivindicable de nuevo, a mi parecer.
Pero la polémica socrática sólo puede afectar al racionalista moral teísta y si bien, la polémica podría ser fácilmente trasladable a más escuelas morales, creo que la solución es simple: si la instrucción divina no es inteligible (en el sentido de poder integrarse coherentemente en nuestra praxis), ni materializable (en el sentido de ser biológicamente realizable) entonces no ha lugar. Una historia hassídica, bien mirado, un magnífico microrrelato, lo explica muy bien:
Un día, durante los primeros años en Yavneh, Rabí Eliezer estaba empeñado en una feroz discusión sobre una decisión legal (halakah) derivada de la Torah.
Cuando sus colegas se negaron a aceptar su opinión, pidió a Dios que demostrara que tenía razón con una serie de milagros.
Un algarrobo se movió cuatrocientos codos por sí solo, el agua de un canal cercano corrió hacia atrás y los muros de la casa de estudios cedieron, como si estuvieran a punto de derrumbarse.
Pero los rabinos siguieron sin convencerse y más bien parecían desaprobar esta extravagancia divina.
Desesperado, Rabí Eliezer pidió un bat qol, una voz celestial, que apoyara su causa, y servicialmente una voz celestial gritó:
"¿Qué teneis contra Rabí Eliezer? La halakah es tal y como dice"
Nada impresionado, Rabí Josúe se limitó a citar la propia Torah de Dios:
"No está en el Cielo"
La Torah no era ya propiedad del Cielo; había descendido a la Tierra en el monte Sinaí y estaba ahora salvaguardada en el corazón de cada judío. Por eso "no prestamos ninguna atención a un bat qol", concluyó con firmeza.
Se dijo que cuando Dios escuchó esto, se rió y afirmó:
"Mis hijos me han vencido"
creo que la solución es simple: si la instrucción divina no es inteligible (en el sentido de poder integrarse coherentemente en nuestra praxis),...
¿Qué significa "coherentemente" ahí?
Creo, de todas formas, que la cuestión del Eutifrón es la cuestión fundamental de la ética, o al menos de la meta-ética: ¿pueden fundarse racionalmente los valores?
Una "reconstrucción" evolucionista me parece una confusión. ¿Qué valor normativo (de cómo deberíamos querer comportarnos) puede proporcionar una teoría científica sobre cómo nos comportamos? Incluso si introduces, subrecticiamente, el valor incondicional de la supervivencia...
Con coherentemente -aposta deseché el decir "racionalmente"- pensaba en evitar una esquizofrenia que nos lleve a encrucijadas buridianas.
La moral debe ser resolutiva y una polifonía cacofónica de autoridades no haría sino romper el necesario carácter performativo que toda ética ha de tener.
Dicho esto, no creo que sea posible la normatividad en cuestiones éticas-te paso un link pero a pesar de abusar de ellos jamás dejo que mis comentarios no sean entendibles de no leerlos, es decir, que la lectura es opcional-, pero tampoco creo que la necesitemos pues nos basta con, por poner una analogía, descubrir, a razón de nuestra biología, qué sabores nos producen asco de normal, dónde encontrarlos y cómo evitarlos, o sea, la moral evolucionista no como autoridad legalista sino como instrumento para encontrar consensos sostenibles (este último adjetivo para a propósito de los sicópatas y demás gentuza que no minan, de ser detendidos, el sostenimiento de una sociedad).
Otro item: ¿de veras querríamos una moral emanada de dios? En su momento puse un ejemplo con el que traté de demostrar que en el fondo no lo querríamos. Brevemente: No es por una razón autoritaria sino por una necesidad cosustancial a su más íntimo ser, la causa por la que querríamos que, por ejemplo, nuestra pareja no nos pusiera los cuernos.
Hmmm, demasiado apóstata para este ateo. El mejor de los que me tocó leer hoy definitivamente es el último, o sea, el del 14 de julio.
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