jueves, 17 de noviembre de 2011

Una breve perspectiva estética de la filosofía

En este texto sobre causalidad se inició un estimulante desvío sobre la estecidad de la filosofía pues, a mi ver, se citaba inmerecidamente a Nieszche para arremeter contra la causalidad.

Si me irritó la mención de Nietszche es porque su filosofía pop es la única que llega a los oídos de la burocratizada gente cientificista y creen consecuentemnte que rechazado al filósofo del martillo, rechazado toda crítica a la ciencia. Fíjate cómo en el siglo XX se llega a tratar de derribar el cientificismo (que no es más que un platonismo aseado, vamos, sin entrañas metafísicas, se quiere transmitir, a la pregunta de qué naturaleza ontológica tienen las leyes naturales no se da respuesta, y así otros tantos nudos olvidados) mediante tres magníficos -y bautizados como- giros, viniendo en primer lugar, el giro hermeneútico (primer Heidegger culminado en Gadamer), a continuación el lingüístico (segundo Wittgenstein y que tendría un plug-in en Maturana Y Varela), con posterioridad el científico (Popper culminado en Lakatos), pues bien, aclarado esto, no puedo sino señalar cómo cualquiera de estos giros resulta más deslizable, interaccionable si se prefiere, continuable por insistir definitivamente; que los secos aforismos de Nietzsche.

Y sí, todas estas corrrientes no inventaron (como pasa siempre en filosofía) absolutamente nada, mismamente, en Kant se puede vislumbrar a ratos lecciones constructivistas, a ratos un empirismo radical, empero, lo que verdaderamente engrandece a un filósofo es estabilizar esos vaivenes meditativos mediante un vocabulario reutilizable (o retraducible, vamos, extensible a lo largo del tiempo y el espacio en tanto que se pueda adaptar a las nuevas presiones intelectivas y al nuevo escenario intelectual) y eso no lo logra ni por asomo Nietszche quien es más bien un pensador fulmíneo, por lo tanto, inhábil para sacar a la mosca del frasco, se quiere decir, fue un creador de melodías cantabile alla Tchaikovski, pero un incapaz de mesoestructuras anidadas alla Beethoven (no confundir con las macroestructuras de los todológos que hacen Summas fueras de las cuales todo es autocontradictorio), o sea y en eslogan, hablamos de un pensador kitsch (no extraña que guste tanto a los poetastros) en absoluto comparable -ya que lo recién mentamos- con la minuciosa solidez argumentativa de un Kant -quien también fallaba, huelga decir, mas esa no es la cuestión (y sí, el propio Nietszche caracterizó muy acertadmente al paseante de konigsberg como una zorra que bla bla blá y ya hemos dicho que tiene momentos fáciles de silbar), sino que hilvanase al menos una hipnotizante tenacidad estructurada-.

Definitivamente los anticausalistas no propondrían a Nietzsche para nada -salvo como argumento de autoridad- puesto que éste hombre, a lo más, solo permite la cita pero nunca el alquiler de un manejable kit de herramientas conceptuales, quiere decirse, no puede ser considerado paradigma, ni trampolín, ni guía, ni salida, ni inspiración, de ninguna crítica estructurada de la causalidad.

Diferente caso es Wittgenstein, como digo, quien era, cierto es y según él mismo lo admitió muchas veces, un pensador (no escritor) completamente aforístico, correcto, desestructurado incluso, bien, vale, correcto como digo; pero porque como cualquier pensador matizado encontraba una tensión entre lo que intuía podía decir y pensaba pensar, y lo que lograba decir, conseguía plasmar; y ese proceso escritural, analogable a una polifónica escenificación teatral, se puede entender en términos estéticos, dramatúrgicos incluso, mirando si las estructuras se anidan al modo polifónico en que Platón integraba las posturas disidentes o bien se plasman éstas de forma superficial y aforística, es decir, despreocupándose de la disonancia; y es que existe un nexo causal entre cómo se dice una cosa y qué se logra decir y es ahí donde se ve la valía de un pensador y no en si fue un Adán literario o no. O es que, ¿si se encontrase a un sofista habiendo listado (y simplemente habiendo listado) todas las tésis platónicas, de repente desmerecería la obra de Platón? ¿Y puede ser comparable el juego o desarrollo motívico que permite la expresión "legión de metáforas en movimiento" (Nietzsche dixit), por buscar un ejemplo, con el desarrollo conceptual y escenario presentizado por Wittgenstein cuando nos habla de una madre enseñando el lenguaje a su hijo para expresar lo mismo que pretendía Nietzsche, o sea, que el lenguaje se compone de juegos de lenguaje? ¿Tiene igual jugo una expresión que otra? ¿Tiene igual interactividad la marmólea expresión, por un lado, que la otrá dúctil expresión, por el otro?

Bucéese en Nietzsche, si no, pero texto en mano, y compruébese, ¿cuándo establece tension dramática en sus textos? ¿Cuándo elaboró una frase musical que permitiese el desarrollo motívico como yo creo haber ejemplificado con Wittgenstein en lo referido a el ejemplo de la madre jugando con su niño? ¿ Cuándo explicitó su genealogía filosófica para así facilitar la contextualización hermenéutica? Etc.

Dicho de otro modo, así como se puede mostrar (hasta cierto punto, huelga decir) por qué Beethoven es mejor compositor que Tchaikovski y desde luego en ningún caso lo es porque Beethoven simplemente hizo esto o aquello antes; otro tanto pasa con Wittgenstein respecto a Nietzsche, o sea y por resumirlo, porque aquel, a diferencia de éste, desarrolló una obra de mayor valía estética y eso y con independencia de quién llegara antes a la oficina de patentes porque, después de todo, como decía el propia Wittgenstein de la experiencia estética, la verdad no es algo que se digiera como una pastilla, esto es, con independencia de la actividad textual (lingüística, emocional, etc y en suma, semiótica) desarrollada para dar lugar a su proceso intelidigestivo.

21 comentarios:

Sierra dijo...

Yo tendría mucho cuidado. No soy ningún experto en Nietzsche, y le tengo una considerable desconfianza precisamente porque es tan fácil citarlo mal, en el contexto de la filosofía pop.

Sin embargo, tengo claro que Nietzsche hizo grandes cosas. Aun si no hubiese intuido un par de ellas aquí y allá por las esquinas de sus textos, con la sola palabra de Heidegger me bastaría. Según este último, nadie había entendido tan bien la historia de la filosofía como Nietzsche, y nadie le había dado un giro tan radical.

Lo cierto es que —sí, con independencia de que fuera el primero— Nietzsche abrió la puerta a una forma de filosofía que hasta entonces nunca había existido. Sin duda, no podría haber Heidegger sin Nietzsche. Que entraran por esa puerta también algunos bichos indeseables es cuestión aparte.

Por hablar solo de mi experiencia directa, ya en El origen de la tragedia las intuiciones de Nietzsche muestran más caminos al pensamiento que obras tan "científicas" y serias, macroestructuralmente, como el Ensayo sobre nuestras ideas de lo bello y lo sublime de Kant, que con el paso del tiempo ha resultado no ser más que el catálogo anquilosado de un vejete aburrido que meaba fuera de tiesto.

Y en esta comparación está quizás la clave: ¿por qué citar a Nietzsche como patrón de los anticausalistas? Porque a Kant lo permea por completo el principio de causalidad; incluso Hume, a pesar de atacarlo explícitamente, no puede deshacerse de él en su forma de pensar. Ahí donde hay argumentos, al menos como se entiende habitualmente lo que sea un argumento, hay causalidad. El gran gesto intelectual de Nietzsche es echar a la basura la estructura de alambre que había sostenido hasta entonces a la filosofía: la causalidad, con los argumentos, con las razones, con las pruebas, con todos los estorbos de la lógica.

Insisto en que yo no creo comprender a Nietzsche. Pero me iría con mucho cuidado en decir nada contra su obra.

Joaquín dijo...

Nietzsche no pertenece a la serie de los filósofos, es la negación de la filosofía, en su sentido etimológico más estricto. Es la última variedad escéptica, como la de Protágoras. Su drama fue que para exponer su pensamiento debía autorrefutarse (confiar en el valor de verdad del lenguaje, cuando se le pretende negar).

Héctor Meda dijo...

Sierra,

Dice Ray Monk:
El abandono de Wittgenstein de la teoría no era, como pensaba Russell, un rechazo del pensamiento serio, del intento de comprender, sino la adopción de una idea diferente de lo que hay que comprender, una idea que, al igual que en los casos de Spengler y de Goethe, acentúa la importancia y necesidad de "esa comprensión que consiste en ver relaciones entre las cosas"

Es decir que ese movimiento contrario a la linealidad argumentativa YA está en Goethe...pero incluso en el Maestro Eckart y eso por no hablar de los orientales como Lao Tse o los budistas que, al igual que pasó con la pintura, tanto renovaron la filosofía...anterior a Nietszche: Schopenahauer viene antes que todo eso y de hecho, él comienza ese informalismo filosofal; y eso por no hablar de gente como Zenón de Elea...no, mire, Nietzsche no inventó nada nuevo y su rechazo a la argumentación causal es tan loable como la de los músicos que quisieron finiquitar la tonalidad pero unos lo hicieron mal y acabaron en el puntillismo (evento sonoro-pausa-evento sonoro-pausa), como el aforístico Nietzche; y otros encontraron mesoestructuras que, sin ser todólogas ni lineales ni reutilizar estructuras YA agotadas (como el diálogo platónico), refundaron el discurso filosófico (piénse en la singular fisionomía de las Investigaciones filosóficas de W.)

En resumen, pido ver a los filósofos como creadores de estructuras sonoras, perdón, argumentativas...y ahí no me parecen comparable Nietzsche con el resto de Maestros Canónicos

Tema aparte es Heidegger. No lo pondría como abogado.

Joaquín,

Correcto pero esa misma tensión con el lenguaje, la tienen todos los pensadores, dramaturgos, poetas y escritores en general habidos y por haber; y más ampliamente, todo artista con el material semiótico con el que trabaja: es precisamente este hecho, o esa relación, lo que me hace preferir a Beethoven por sobre Tchaikovsky o a Wittgenstein por sobre Nietzsche.

A mi ver, su negativa a ser filósofo es una forma más de filosofar del mismo modo que Heidegger dice inaugurar por primera vez un pensamiento antimetafísico o Wittgenstein decide no enredarse con el lenguaje, o sea, que este es un gesto ya protocolizado y teatral con el que el filósofo de turno inaugura su visión del lenguaje y del pensar y de su relación mutua

Rafael dijo...

En qué obra de Wittgenstein aparece lo de la enseñanza del lenguaje de la madre al hijo?

Héctor Meda dijo...

En Investigaciones Filosóficas, Rafael, el punto 7(aunque lo viene tratando antes y lo sigue tratando después):

"En la práctica del uso del lenguaje (2) una parte grita las palabras, la otra actúa con ellas; en la instrucción en el lenguaje se encontrará este proceso: El aprendiz nombra los objetos. Esto es, pronuncia la palabra cuando el instructor señala la piedra. -Y se encontrará aquí un ejercicio aún más simple: el alumno repite las palabras que el maestro le dice -ambos procesos se asemejan al lenguaje.

Podemos imaginarnos también que todo el proceso del uso de palabras en (2) es uno de esos juegos por medio de los cuales aprenden los niños su lengua materna. Llamaré a estos juegos juegos de lenguaje y hablaré a veces de un lenguaje primitivo como un juego de lenguaje.

Y los procesos de nombrar la piedras y repetir las palabras dichas podrían llamarse también juegos de lenguaje. Piensa en muchos uso que se hacen de las palabras en los juegos en corro.

Llamaré también "juego de lenguaje" al todo formado por el lenguaje y las acciones con la que está entretejido."

Sierra dijo...

Bueno, que quizás no habría que meter toda la obra de Nietzsche en un mismo saco: no toda ella es aforística, para empezar. Y en lugar de compararlo con Tschaykovsky, cuyos defectos ambos conocemos —aunque me pregunto si ambos apreciamos sus virtudes—, por qué no compararlo con Janecek, quien también podría ser llamado, con alguna libertad, aforístico. Pero es que a Janecek le aburría dar explicaciones y avanzar trabajosamente con transiciones entre diferentes motivos musicales. Sin embargo, me parece un compositor de una profundidad impagable.

http://www.youtube.com/watch?v=Z79vPSX9FIY

Y me parece muy sospechoso eso de no querer poner a Heidegger como abogado. Quiéralo o no, es abogado de Nietzsche, y ya quisiera verlo aguantar quince minutos como fiscal ante ese defensor.

Y mire, sea cual sea la opinión que tenga uno de Nietzsche, hay que reconocerle que hizo estallar en Occidente una carga de profundidad cuyas ondas expansivas llegan hasta hoy. A mí tampoco me gusta mucho el Ulysses, ni entiendo realmente de qué va, pero nome atrevería a decir sin más que está sobrevelorada y es, en realidad, una mala novela. Siquira, me aguantaré decirlo por miedo a que me linchen quienes realmente lo entienden. Es, probablemente, un pésimo argumento; pero algo hay detrás.

Sierra dijo...

Ojo, que no es simple respeto a la autoridad: le diré a quién quiera oírme, y sin pelos en la lengua, que La náusea me parece una novelilla intolerablemente mala, o incluso que encuentro a La tempestad una obra mediocre y que la 9ª sinfonía es una estafa artística.

Más bien se trata de una epojé: dejo entre paréntesis un juicio que no me siento en posición de hacer.

Héctor Meda dijo...

Con Heidegger nos iríamos por la ramas pero por dejarlo aclarado y borrar toda suposición diré, brevemente, que a veces me parece, sobre todo en sus primeras pragmatistas reflexiones, un pensador ultrainteligente pero culturalmente muy confundido sobre basicamente cómo tiene que ser una obra filosófica (con toda su inventiva neologista, p.ej, que impide la continuación de su legado salvo para aquellos que memorizasen -y no tradujesen- sus conceptos: en este sentido me recuerda mucho a Stravinsky y todas las pajas mentales que acabaron por castrar su talento, ¿cómo alguien puede componer el Octeto después de Petruska?); y otras veces me parece, mire, me parece un solemne subnormal como pocas personas te puedes encontrar, ya no en la literatura filosófica, sino la vida en general y es que su idea de que sólo el alemán y el griego sirven para filosofar o que la industrialización agrícola es comparable al holocausto ciertamente son argumentos para los que no aguantaría ni quince minutos de pie como abogado, correcto, pero porque al oír eso me levantaría y le daría un puñetazo por gilipollas y mal nacido.

Por otro lado, Sierra, busca un argumento, en vez de estético, uno digamos sociológico en virtud del cual habría que leer a Nietzche por algo así como "miré lo que ha venido después"

Correcto. Pero en primer lugar lo que ha venido después ¡lo ha mejorado! y en segundo lugar acabada la novedad, su valía ahora debe ser evaluada autónomamente. Un ejemplo que seguro coincidimos: Schoenberg. Toda una serie de corrientes musicales le deben el agua y el pan: desde el atonalismo hasta el serialismo pasando por el dodecafonismo. Bien. Me importa un bledo. No me gusta. Ni tenía la expresividad de un sucesor suyo como Berg, ni el misticismo de un sucesor suyo como Webern, ni la innovación tímbrica de un Messiaen, etc. pero es que además todos aquellos que le siguieron, en su mayor parte y aún habiendo sido tantos (Nono, Boulez, etc.) y tanto (como setenta y tantos años) me parecen que eran compositores que NO supieron conectar con su público y más bien instauraron una autismo musical solo apto para sectarios diletantes...justo como la práctica totalidad del posmodernismo que puso en un pedestal a Nietszche.

Ulysses, por cierto, merece los mismos criterios evaluativos: influyó en Faulkner, Woolf, etc., vale, bien, pero si no se lee por sí misma, con independencia de sus hijos; no hay por qué leerla y sansacabó, y por cierto, sí se oye decir muchas veces que el Ulysses está sobrevalorado y jamás lo he oído decir de Proust o Kafka, vamos, que no es tan extraño oír decir que el Ulysses está sobrevalorado como decirlo de La metamorfósis (y esto NO es otro argumento sociológico sino la constatación de que la obra de Joyce es más áspera que al de Kafka y eso tiene consecuencias)

En última instancia, conjeturo que la argumentación estética basta para establecer un canon de obras filosóficas.

Sierra dijo...

Tengo que darle la razón, aunque mire que decir que Heidegger estaba culturalmente confundido sobre lo que debía ser una obra filosófica es como decir que Einstein no era realmente un físico, sino un mentecato dado a la metafísica por descartar la idea del éter. Seré el primero en admitir que la más de veces Heidegger es impenetrable y contraintuitivo, pero che... ¡che...!

Aunque, admitida la debilidad de mi argumento, tampoco lo descartaría por completo.

Admitamos que si la obra de Shakespeare hubiese permanecido perdida desde que fue escrita hasta hoy, tendríamos serias dificultades apreciándola hoy. Mucho de lo que hoy vemos en autores como Shakespeare probablemente se debe a un cierto efecto de bola de nieve de influencia a lo largo de tantísimos años: tanto ha influenciado en la historia de la literatura, que nos cuesta no considerar a Shakespeare como un referente absoluto. Pero esto no quiere decir que para evaluar correctamente a Shakespeare haya que despojarse de los prejuicios que su influencia posterior nos ha dejado. Uno de los argumentos de Gadamer que más me gustan es el de admitir, justamente, que el paso de los siglos agrega valor a las obras del pasado casi del mismo modo que al vino.

Del mismo modo, si Shakespeare publicara sus obras hoy, no sería lo mismo. Dios sabe cómo he luchado por encontrar un modo de actualizar el ethos de la tragedia griega; pero aunque Esquilo es uno de los mayores escritores de la historia, sería una idiotez.

Lo que quiero decir es que el lugar en la línea temporal en que se coloca a un autor sí es de vital importancia, pero no por el hecho más o menos anecdótico de haber sido el primero en haber dicho algo —como dice Vd., en correr a la oficina de patentes no hay ningún mérito—, sino por el efecto que tiene en su tiempo y cultura y en el tiempo venidero. En este sentido, la importancia de Nietzsche no puede sobrevalorarse. Si Wittgenstein dijo lo mismo y lo dijo mejor —cosa que me parece muy, muy discutible— me parece una pregunta poco importante; lo cierto es que en un mundo dominado por la filosofía kantiana y hegeliana, Nietzsche dejó caer una bomba. ¿Eso no es importante?

Sierra dijo...

Por otro lado, me acusa de buscar un argumento sociológico en vez de estético. Me siento inclinado a darle la razón; sin embargo, en una segunda vuelta, ¿pueden separarse tan radicalmente? Lo cierto es que el mérito estético (y creo que esta no es la palabra más afortunada) del arte griego, por ejemplo, solo puede comprenderse sumergiéndose en el mundo griego, en la "sociología" griega (y es necesario poner esa palabra entre comillas porque no me pillarán ni muerto asociándome con la pseudociencia sociológica). Usted, sin ir más lejos, me ha dicho más de alguna vez que no entiende mi fascinación, en particular, con todo lo griego; pero es que a 2400 años de distancia, nuestras herramientas culturales son de lo más inadecuadas para comprender una obra de Sófocles sin tratar de reinventarlas, a las herramientas. No puede tratar de comprenderse una obra de arte o de filosofía abstrayéndola del contexto en que fue creada ——y este es otro argumento gadameriano.

Pero, por darle la razón, me limitaré a dejar constancia de que lo único que conozco con algo de profundidad de Nietzsche es El origen de la tragedia, y solo por esta ya consideraría a Nietzsche un pensador de primera categoría. Me apasiona Wittgenstein, es uno de mis pensadores de cabecera, y me apasiona todo lo que dice sobre arte; pero debe admitirse que no tiene la comprensión desde dentro que tiene Nietzsche... y El origen de la tragedia es, a las cosas que diría después su autor, lo que los pasos de un bebé a los de un corredor de 100 m. planos.

En el fondo, siempre he creído que a cada uno, según su carácter, le calzan ciertos pensadores, artistas o teorías, y otros no. La verdad, y esta es nada más que una opinión como amigo, a usted no lo veo con un carácter apto para comprender, o siquiera disfrutar, a Nietzsche. Lo último que quiero con ello es atacarlo: yo tampoco tengo un carácter muy adecuado para Nietzsche... Pero me pregunto si no se estará dejando llevar un poco por el rechazo al que su personalidad naturalmente le lleva. Hay que moderar esas cosas, creo. (Me da algo de miedo que se tome mal este punto, ¿eh?, por favor léalo a la ligera).

Finalmente, y me da algo de pena decir esto, probablemente no se dice de Proust que está sobrevalorado porque, la verdad, nadie lo lee. En la facultad de letras de mi universidad se lee el Ulysses... o, más bien, se hace como que se lee el Ulysses a destajo. Como nadie entiende una j, es natural que alguien se atreva a murmurar por lo bajo, aquí y allá, que está sobrevalorado. A Proust, en cambio, le leen el primer y el último tomo de EBDTP y con eso sienten que hicieron la tarea..., pero nadie se anota puntos por decir que está bueno o que está sobrevalorado. En cuanto a Kafka, tiene la desventaja de servir para decir cualquier cosa, o para respaldar cualquier interpretación que quiera hacerse sobre cualquier cosa, conque ya que sirve a todos, a nadie le interesa derribarlo. Yo, personalmente, creo que algunos de sus cuentos son francamente idiotas. Hay uno sobre unos troncos de árbol, sin ir más lejos, que me parece lamentable.

Sierra dijo...

Fe de erratas:

pero aunque Esquilo es uno de los mayores escritores de la historia, sería una idiotez.

Donde debiera decir:

pero aunque Esquilo es uno de los mayores escritores de la historia, sería una idiotez publicarlo hoy como una novedad.

Juan Antonio Negrete dijo...

Héctor,
me gustaría comentar algo en esta entrada, dado que enlazas una entrada de mi blog, pero lamentablemente no podré hasta por lo menos el lunes. Espero que no sea todavía intempestivo.
Quizá encuentre un hueco mañana.
Un saludo

Héctor Meda dijo...

Juan Antonio,

Sin prisas y sin obligaciones ;) y ya ves que aquí también se defiende a Nietzsche...no, si tengo gustos raros jejeje

Sierra,

Estoy absolutísimamente de acuerdo con usted en que a cada uno, según su carácter, le calzan ciertos pensadores, artistas o teorías, y otros no, ahora, no veo por qué justamente es Nietszche quien difiere de mi carácter más que otros (v.gr: Popper) pues no es una persona reduccionista que acabe por resultar claustrofóbica, p.ej, Popper me parece mucho más estructurado pero más tendente al pensamiento funcionarial...y sin embargo me gusta (tolerablemente).

Sí, es cierto, empero, que hay en Nietzsche una teatralidad exasperante, un poco como en Cioran, solo que en éste, otra vez, resulta más verosímil las más de las veces.

Pero sí, sin duda, de hecho, si escogemos finalmente una filosofía u otra, es básicamente por su carácter: no es lo mismo la costumbrista perspectiva de un Russell que la angustiada visión de un Cioran y de ahí la pretendida naturaleza singular de mis dialogantes, Horacio y Martin, en mis diálogos platónicos. No es baladí este asunto. Sobre todo para un aficionado a la literatura.

De hecho, aquí sí se vislumbra un contraargumento aún más sólido que el sociológico: el disfrute estético de una obra depende en última instancia de la conectividad que ésta tenga con nuestro carácter, esto es, por muy bien que esté construida la Quinta sinfonía beethoveniana, si nos incomoda lo épico, por estruendoso, por teatralizante, por lo que sea, acaberemos por ser incapaces de disfrutar de la obra como dios manda.

Esta es una crítica, a nada que uno se fije bien, que a la postre impugnaría un pretendido canon artístico: se puede decir que Beethoven construye más elaboradamente que Chopin pero si preferimos el intimismo... pues justamente eso es lo que nos pide el Arte: desoír el colocón de nuestras pre-preferencias emocionales ("¡Ah! un solitorio acorde de violín agudo...¡Qué melancólico!") y escuchar cómo la obra co-construye procesualmente nuestras interacciones emocionales con independencia de que nos gusten o no puesto que una obra no pretende dosificar emociones sino mostrar sus ingredientes semióticos; si bien, hay un límite humano de tolerancia a lo ajeno a nosotros, quiero decir, en la teoría el canon es el Canon, en la práctica, uno acaba por emborronar ciertas preferencias en función de sus indelebles tendencias temperamentales y el Canon acaba siendo mi canon...de ahí que me guste defender mis lecturas (a veces me resulta ridículo defender por qué leo Hamlet pero creo que puede hacerse valer) ¿Es personal mi desprecio a Nietzsche? Humm... Lo he tratado de argumentar pero no descreo que pueda estar confundido, ahora, que sea esa muestra textos mediante, ¿no?, porque a mi, insisto, me parece un pensador (con independencia de cómo escriba) aforístico, nada que ver, por insistir, con la sensualidad meditativa que ofrece el contacto con los marmóleos experimentos mentales de Wittgenstein (quien cuando incluso en Tractatus escribe aforísticamente se ve que no piensa así)

En cuanto a Heidegger reinsistiré en mi comparación con Stravinsky: sí, ambos fueron grandes creativos de su medio pero teleologizaron ideologizadamente la naturaleza de sus inquietudes creativas tanto que acabaron por desperdiciar su talento. Antes que convencerle que eso sucedió con Heidegger, me gustaría saber si queda claro que al menos teóricamente tal caso sea posible, quiero decir, que una persona con talento confunda lo que se puede hacer con su talento.

Continuo-->

Héctor Meda dijo...

Termino-->

Por último, la objeción de que lo sociológico no se distingue de lo estético sería precipitado, a mi ver, si se plantea así al menos, ahora, sí sería cierto si los consideramos dos naciones distintas cuyas fronteras no son discernibles: en última instancia, lo artístico NO es algo que sirve autónomamente sino que, al menos idealmente, lo artístico es algo que acaba revirtiendo en nuestras experiencias perceptivas, arte incluido, luego es lógico que haya un nexo entre una obra estética y el resto de la realidad.

Lo que dice de un hipotético Shakespeare olvidado durante 300 años (y ojo! que tenemos el ejemplo de Bach) es totalmente cierto pero porque uno no puede blandir la esteticidad de una estructura sonora/argumentativa/etc. sin hacer uso de ciertos anclajes empíricos que permitan la argumentación. Es como aquella discusión sobre buenos futbolistas: ciertamente ser un buen futbolista es algo más que meter goles o dar asistencias pero atenerse a los números incentiva, en primer lugar, focalizar la atención en el, jugador y en segundo lugar, el tratar de numerar a los futbolistas, esto es, traducir su juego a algo verbalmente tangible permite estabilizar de algún modo nuestras percepciones sobre él del mismo modo que, aunque las ideas sean anteriores al verbo, con la palabra logramos recuperar las ideas que nos pasan por la cabeza. Y ciertamente, entre los criterios estadísticos a valorar de un artista estarían, sin duda, el número de su prole pero, ojo, también la calidad de la misma pues con algunos artistas pienso que su éxito, a la postre justamente por ello: caduco, se debe más que a su excelencia creativa al descubrimiento de un truco que permita la entrada masificada de personas no artistas al mundillo artístico: ejemplarmente Duchamp y su táctica del ready-made (aunque a mi Duchamp en concreto NO me disguste y hasta me estimule) por eso digo que no es lo mismo tener una legión de imitadores (lo cual, bien visto, significa que tu labor es fácilmente imitable: como si fuera un algoritmo) que tener una serie de grandes pensadores detrás, o sea, hay deudas y deudas.

Y si Shakespeare, siguiendo su ejemplo, apareciera de la nada, a mi ver, empezaría -en vez de seguiría- tal cual preveo va a seguir: focalizando estudios y creaciones; y esa predicción se fundamente precisamente en la valia de su arte.

Ah! bueno, por último y esta vez sí: Yo tengo leído que la Búsqueda proustiana es el libro francés más traducido del s.XX... sea como sea, la cuestión no es cuántos te siguen sino cómo. Recientemente, leía en twitter cómo un periodista futbolero ultraseguido por una audiencia masiva se encontraba que en los comentarios de su blog se hacía de todo menos hablar de sus posts, antes bien, el blog era una excusa para la lectura y el sermón ideologizado: hay una relación proporcionalmente inversa entre la audiencia conseguida y la información captada, quiero decir, cuanto más gente te lea, más psicotropizada y menos procesualmente has sido leído. Y esto no es una visión aristocrática sino una percepción comprobada en cienes y cienes de foros, por ejemplo, ¿cuánta gente que ve fútbol sabe (y quiere saber) de fútbol? Cuanto más táctico e intelectualizado sea un espectáculo, otro ejemplo, menos se quiere saber de él y etcétera.

Sierra dijo...

¡No puede comparar seriamente a Cioran con Nietzsche! Casi todos mis contactos españoles me recomiendan a Cioran vehementemente; aquí es prácticamente desconocido, pero una vez hojeé un libro suyo en la librería y lo encontré muy poca cosa.

En cualquier caso, nos hemos desviado kilómetros del tema original, lo que probablemente era inevitable.

Algunas ideas al azar que se me ocurren:

Claro que el número de seguidores, por sí solo, no significa nada, y el ejemplo de Duchamps es muy pertinente. Pero Heidegger es una suerte de seguidor de Nietzsche, y negarle los laureles a Heidegger... ¡no se atreva a tanto! Por otra parte, este tampoco es necesariamente un dato que no pueda descartarse como trivial; pero debe admitirse al menos que si Heidegger vio algo en Nietzsche, es que algo hay que ver. Sé que esta es una apelación a la autoridad algo burda, pero creo que en este caso es un argumento válido y pertinente (tampoco estoy diciendo que Nietzsche es grande sencillamente porque Heidegger lo dice).

Por otra parte, me huele que en la crítica a Heidegger hay algo de prejuicio. Mi conocimiento del filósofo es, por el momento, muy fragmentario y parcial; pero con lo poco que conozco... Quizás podría decirse que lo que dice Vd. es cierto, pero le falta una vuelta de tuerca, y luego otra, y luego cien más, y entonces podrá empezar a verse que no se trata de un defecto, sino de la esencia misma de una cuestión enorme. Es como criticar el barroco por usar adornos. Quizás estemos en contra del adorno, en una posición estética, pero no puede dejar de verse que el barroco logra algo mediante el exceso de adornación. Algo notable.

En cualquier caso, sí es interesante la idea del talento que se confunde. En su justa medida, me siento incluso un poco identificado. Pero, de nuevo, se trata de una cuestión de carácter. Por mantener la discusión en una arena donde me siento más cómodo, está claro que hay artistas que pueden largarse a escribir, pintar o componer, sin detenerse a pensar un segundo. Está la clásica oposición entre los métodos de composición de Mozart y Beethoven. Tanto el uno como el otro tienen sus riesgos: el riesgo del método mozartiano —si vamos a llamarlo así— es quedarse en lo trivial; el riesgo del método beethoveniano es no pasar nunca a la acción. Pero no es algo que pueda decidirse: se nace de un modo u otro y no hay nada que hacer al respecto.

Sigue-->

Sierra dijo...

<--Viene.


Muchas veces he pensado que mis luchas con la tragedia son algo así como una teleología ideológica que estorba mucho más de lo que ayuda. Pero si no he abandonado esta lucha es porque al fondo de todas las cuestiones intelectuales (que si la tragedia es esto o aquello...) hay un instinto, un sentimiento, una voz que me dice «¡ahí está la cosa!». Es posible que la voz se equivoque, pero prefiero fracasar tratando de seguirla que ponerme a escribir cualquier chorrada que salga de mi pluma. Si los escritores de hoy le dedicaran quince minutos a reflexionar antes de largarse a escribir, se publicaría menos mierda... o, al menos, mierda con más variedad. Y creo que no puede culparse a nadie por seguir ese camino; no puede culparse a Stravinsky por haber pensado demasiado sobre sus últimas obras..., mientras que creo que sí puede reprochársele a los mozarts del mundo que por seguir con demasiada ingenuidad a sus musas hayan dejado al mundo, además de sus obras maestras, un interminable catálogo de obras fungibles con las que apenas podemos empezar nada.

Si Beethoven no hubiese tenido una ideología del arte, no habría cambiado la música para siempre. es discutible que tuviera más talento que Mozart, pero ciertamente pensó más las cosas.

¿Y por qué pienso que Nietzsche no le calza? Porque la cuestión de fondo no es estar más o menos de acuerdo con las conclusiones, eso es anecdótico. Popper puede parecerle demasiado estructurado, pero está claro que hay una comunión de intereses y, por sobre todo, un método de pensamiento más o menos común. De todo el tiempo que llevo leyendo este blog puedo concluir una cosa con certeza: Héctor Meda no tiene procesos mentales parecidos a los de Nietzsche. No razonan del mismo modo.

Me reservo el derecho a intervenir luego.

Esto de tener que andar dividiendo los comentarios es una tontería de bloger.

Héctor Meda dijo...

Desvíos del tema, sí, dispersión, claro, pero resulta estimulante y nada nos impide creer que al tiempo hayamos vuelto al redil del post pero con un temario más amplio e igual de compacto.

Recientemente escuché a un laureado músico quejarse del mito del buen artista salvaje tan caudalosamente parasitado en la concienca popular. Visionaria la metáfora. No existe tal cosa como una estado natual del Arte, todo lo contrario, sí es verdad, empero, que uno puedo tener ciertos órganos perceptivos genéticamente hiperdesarrolados, tipo el torax: con lo que puedes tener una gran capacidad pulmonar que te permita carreras maratonianas, o tipo el oído: con lo que puedes tener una gran capacidad audio retentiva que te permita fusilar un Miserere luego de escucharlo una sola puta vez, ahora, entendido esto, tener buen oído lo que te permite más bien es una meritoria imitación (este tema de cómo se imbrica la memoria con la percepción talentada, llevo tiempo pensándolo y me gustaría exponerlo más aunque no sé si en estos mismo comentarios ésto se podrá dar lugar), de ahí que cuando oigamos de un niño talentoso para el dibujo no nos encontremos perspectivas quebradas alla Picasso o colores desfigurativos alla Turner sino la capacidad de crear dibujos hiperrealistas: de algún modo el cuerpo del niño memorizó y tradujó excepcionalmente en trazos lo que le había llegado al ojo, o sea, no innovó en la gramática pictórica -y de ahí que fuera talentoso- (como sí hizo, v.gr, Picasso al hacer concurrir varias perspectivas -de frente, de lado- de una persona en sus retratos de un modo tal que con una simple imagen, un simple cuadro, la información sobre la retratada queda ampliada (la sensualidad en trazos ondulantes de Marie-Theresé o la gelidez en trazos punzantes de Dora Maar)) o nos incentivó una autobseración de nuestra percepción visual (la contundencia casi táctil que tienen las ondulaciones cromáticas de cualquier cuadro de Turner), no, ¡qué va!, lo que propone un talentoso (al menos al principio) es la precoz capacidad de aprender unos tácitos protocolos comunicativos: quien escribe una canción dance, en el fondo, dado qeu su producto debe quedar hecho para que sea bailable, no se aleja mucho de una conversación fáctica del tipo "hablar-del-tiempo-Y-NO-de-religión" al llegar al ascensor con un vecino.

Chillida decía que empezando a dibujar se encontraba con que era capaz de hacer cienes y cienes de dibujos con humillante facilidad y pulcro realismo: eso no era Arte, concluyó, pues resulta muy sencillo, funcionarial diríamos, y desde entonces, diría también, buscó siempre una dificultad en el emprendizaje a la hora como señal inequívoca de que sus labores verdaderamente entraban en el terreno de lo artístico y no de lo protocolizado.

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Héctor Meda dijo...

Otra cosa es, a no dudarlo, que existen artistas más verborreicos que otros y artistas más estreñidos (Beethoven sufría verdaderas crisis por no saberse no prolífico y aceptarse tal que así, esto es, por no saberse de digestión lenta y punto pelota) que otros pero aquí, por ejemplo, influyen otros factores, p.ej, que quieras hacer una macronovela de tres mil páginas (Proust) o prefieres el formato de las parábolas (Kafka) o que estés inmerso en una época en donde el semiótico statu quo del Arte permita fecundas microvariaciones creativas (Clasicismo vienés) o una refunción continua del lenguaje a utilizar (post-Wagnerismo), muchos más casos.

¡Mozart!, bien, Mozart es demasiado singular, ¿eh? pero me parece, desde la distancia y a través de su obra, impulsivo, necesitado económicamente y deseoso de ser agasajado por un público: no sé qué hubiera sido de él pasados los 35, de su música estando necesitada de renovar (yo honestamente creo que así como Beethoven adelantó (casi) a Bartok, Mozart hubiera adelantado (casi) a Debussy, sí, hubiera desechado una perspectiva de buen salvaje respecto de su talento) pero también es cierto que sus obras finales YA notan el influjo de Bach y antes de Haydn y antes del galante italiano y etc, o sea, no se quedó regurgitando miseres o música de C.P. Bach para ganarse el aplauso borreguil de las masas.

Si todo artista, en definitiva, se debe a una reevaluación de cómo inteligimos el material semiótico que le es propio en su arte, ¿a qué me refiero entonces cuando hablo de una ideologización del Arte? Pues a precisamente lo advertido antes: NO disfrutar de una obra en función de la rica interactividad propuesta sino en función de su acomodo temperamental con el nuestro y, a partir de ahí, desarrollar una justificación racionalista y verborreica de nuestras preferencias (circunstancialmente biográficas) que cribe apodícticamente lo que es Arte bueno y lo que no, v.gr, todas las payasadas de Adorno contra Stravinsky o, el propio Stravisky ya mentado, cuando nos quiere convencer de que la música no puede emocionarnos y, claro, entonces te encuentras que si te conmueve una sonata de Chopin...pues es que este hombre está haciendo morralla sentimentaloide...

Suelo adivinar cuándo un artista sobreimprimió una filogorrea (narcisista en el fondo) sobre sus agudas intuiciones perceptivas, cuando se muestra provinciano en la inspiración o directamente en el disfrute estético, quiero decir, cuando afirma que (exagero) toda la música es una mierda salvo Bach pero porque éste trabajaba con números o tenía contacto con lo numinoso o cualquier afirmación etérea de esas. Nada hay más emocionante en ese sentido, y muestra de sus grandeza, que Beethoven recogiendo canciones populares (y agrandándolas, claro) o Shakespeare fusilando a escritorzuelos de segunda fila (y agrandándolos, claro) -el talentoso de verdad encuentra inspiración o algo que asimilar ¡hasta en una piedra!-; pero nada hay más sintomático de provincianismo que el último Heidegger afirmando que los únicos que supieron filosofar fueron los griegos presocráticos (por cierto, aclaro que la afirmación del primer Heidegger de que toda la filosofía occidental anda confundida por haber hecho metafísica NO me parece provincianismo pues como ya dije éste es un gesto protocolizado, si se quiere de necesaria autoestima, quiero decir, pensar que el resto está confundio permite de algún modo el emprendizaje, el decir: "bueno, pues tendré yo que entrar en escena"; y eso, si se lleva bien, puede ser tolerante porque no te quitaría de disfrutar de (ni inpsirarte con) el resto de filósofos (músicos, novelistas, etc.), ahora, decir directamente solo éste y éste, los cuales, casualmente se parecen a mi; es solidificar un temperamente que justamente te impide la generación de un proceso creativo (lo dicho antes sobre el temperamento, que sí, claro, ineleminable, pero que hay que intentar asordinarlo y así ampliar el paisaje perceptivo)

Héctor Meda dijo...

Por cierto, adivina adivinanza, ¿quién en un clamoroso ejercicio de provincianismo, al ver que con el paso del tiempo su éxito permanecía incolúme, dijo esto del Pájaro de Fuego: Es más vigorosa que la mayoría de la música popular típica compuesta en ese período, y además no es muy original. Éstas son las únicas condiciones necesarias para el éxito?

El propio Stravinsky...

Un último apunte que casi olvidaba y ya termino definitivamente: Curiosamente la defensa de Heidegger sobre N. tiene que ver (si mal no recuerdo) con hacer pretender que éste sea un pensador mucho más sistematizado (justo lo que más o menos le crítico no ser) de lo que verdaderamente se suele creer... pero nunca leí ese libro y mira que tengo ya unos cuantos de él.

Sierra dijo...

Está sacando a Heidegger de contexto. Creo que se está refiriendo a ideas expresadas en El fin del a filosofía y la tarea de pensar, uno de los ensayos más sesudos que he leído. El contexto, en el caso de esas afirmaciones, es fundamental, porque cuando dice que solo los presocráticos supieron filosofar, quiere decir con ello una cosa bien particular, no que Kant no fuese filósofo. En este sentido, la defensa de Nietzsche quizás tenga más que ver con el rescate que hace el propio Nietzsche de la filosofía prescorática. El segundo Heidegger, sobre todo, es uno de los filósofos que peor se entiende fuera de contexto, créame.

Héctor Meda dijo...

Me recuerda esto al caso de Apple contra el mundo linuxero. Los ordenadores de Apple sólo funcionan con un sofwtare así como de un hardaware externo e interno, exclusivamente fabricado por Apple. Por el contrario, lo linuxero (en cierto modo, solo que pagando, otro tanto con la órbita PC) puede ser implementado por cualquiera luego andando el tiempo se ha producido una división del trabajo que acabó por hacer derrotar, no sólo comercialmente sino tecnológicamente incluso, a Apple: eran ellos contra el mundo.

De ese mismo autismo participa Heidegger a quien -y ya se ve en continuadores suyos como Derrida o en Lacan cuando introducen germanismos como Dasein en sus obras- uno no puede extenderle el vocabulario o traducírselo toda vez que el filósofo alemán partía de un esnobista fetichismo verbal: al tiempo sólo una serie de autores autosuficientes han acabado por interaccionar con Heidegger pero al precio de no influir en el desempeño de la ciencia (he llegado a leer libros de filósofos utilizando a Wittgenstein para corregir, y estos en el propio libro acatar concesivamente, ciertos sesgos filosóficos), no digamos ya, crear una serie de corrientes filosóficas en disputa, armonía, simbiósis, en suma, vivas como ejemplarmente pasa en el mundo anglosajón y no en el autista y narcisista ámbito de la filosofía continental.

Al final, como a la hora de comprar un Mac, no es una cuestión de que el ordenador sea bueno o no; no es una cuestión de que Heidegger sea profundísimo o no; es que aún siéndolo, su costosa interactividad (hay que aprenderse el nuevo vocabulario, hay que leerlo original, etc.) hacen imposible el desarrollo canónico de su obra por parte de otras empresas/autores y por tanto y a mi ver, sus ramificaciones acabarán pudriéndose, en breve: una obra que NO interactúa con la Tradición, queda menguado considerablemente su valor.

Ahora, la afirmación de que sólo se puede filosofar en alemán o en griego no requiere mucho contexto, es más, se puede citar enteramente de entrevista hecha a Der Spiegel:

SPIEGEL: ¿Atribuye Vd. a los alemanes una tarea especial?

HEIDEGGER: Sí, en el sentido del diálogo con Hölderlin.

SPIEGEL: ¿Cree Vd. que los alemanes tienen una cualificación específica para ese cambio?

HEIDEGGER: Pienso en el particular e íntimo parentesco de la lengua alemana con la lengua de los griegos y con su pensamiento. Esto me lo confirman hoy una y otra vez los franceses. Cuando empiezan a pensar, hablan alemán; aseguran que no se las arreglan con su lengua.


No se me ocurre mejor definición de provincianismo.

Dicho esto, recién me di cuenta que, bajo la coartada de la lectura procesual de las obras artísticas, no menos apodíctico y delimitante en mis juicios soy yo que aquellos a quienes tacho prepotentemente de provincianos (por el camino he tirado a la basura a Nietszche, Schoenberg, Heidegger 2º, etc.) y conjeturo, quiero pensar, que efectivamente estamos, por más que nos queramos adherir a un canon como una suerte de código moral no privado, sujetos a nuestras inestables preferencias personales: el reto de conseguir abarcar más sin caer en la escucha no masticada.