domingo, 19 de julio de 2009

Las dimensiones de la realidad

¿A quién iré para saber de mi Amado?
Kabir dice: "Así como nunca puedes encontrar el bosque si ignoras el árbol,
así nunca podrás encontrarlo en abstracciones"

Kabir, poeta hindú del s.XV, en uno de sus Poemas


Como ya he citado en otras ocasiones pero nunca tan a propósito, Borges decía que la teología era una rama de la literatura fantástica. El objetivo de esta anotación es recorrer justo el camino inverso, desde la fantasía hasta la teología.

Toda la subsiguiente divagación viene a raíz de ver el otro día en la tv un capítulo de la serie Merlín en donde se producía una sequía en la ciudad de Camelot a razón de que su rey Arturo contrajo una maldición al matar un unicornio. Lo que aquí quiero aventurar es que si la realidad tuviera distintas dimensiones entonces sería posible que por un acto inmoral sucediera consecuentemente un determinado fenómeno natural, como el aquí mentado: matas un unicornio y se produce una sequía, pero precisamente porque ello no es así, porque no hay correspondencias fenoménicas a razón de la moralidad de nuestros actos, podemos decir que no hay una dimensión moral pareja a la física que vertebre la realidad.

En el mundo de Camelot, de la magia, porque sí hay una dimensión moral entonces no sólo los fenómenos físicos suceden por circunstancias materiales sino también morales.

Aventuro que un mundo así tendría una dimensión semántica.

Me explicaré. Empecemos primeramente aclarando qué es una gramática formal:

Una gramática formal es un objeto o modelo matemático que permite especificar un lenguaje o lengua, es decir, es el conjunto de reglas capaces de generar todas las posibilidades combinatorias de ese lenguaje, ya sea éste un lenguaje formal o un lenguaje natural.

Los compiladores, que son algoritmos de estructura isomorfa a una determinada gramática, pueden comprobar si una determinada cadena de caracteres forma parte del lenguaje que define dicha gramática. De este modo evalúan si todas las frases de un programa P escrito supuestamente en el lenguaje, pongamos, C, pertenece o no al susodicho lenguaje.

Precisamente lo que creía Hilbert era en el formalismo, que consisten en creer que la matemática es un juego carente de significado en el que uno juega con símbolos carentes de significado de acuerdo a unas reglas formales establecidas de antemano de forma que soñaba con poder descubrirse un compilador que determinase la validez gramatical de cualquier frase matemática mas precisamente lo que demostró Gödel es que ese conjunto de reglas formales, que podríamos entender como gramática y cuya existencia es condición sine qua non para todo compilador, no existe para las matemáticas. En palabras de Dyson:

[El] descubrimiento de Gödel sobresaltó a muchos matemáticos(...) porque destruyó, de repente y para siempre, la esperanza de que podrían resolver los problemas decidiendo, por un procedimiento sistemático [un compilador], la verdad o falsedad de cualquier enunciado matemático.

Es decir, no existe una gramática de las matemáticas que nos permita sentenciar utilizando un algoritmo si una frase/teorema es sintáctico/semánticamente correcta, perteneciente al lenguaje de las matemáticas, en definitiva, verdadera.

Aquí viene la primera tesis relevante para nuestra anotación: El lenguaje matemático es agramatical porque tiene una dimensión semántica.

Ahora, sin aparente relación con lo hasta aquí dicho, quisiera hacer notar que una de las cosas que más le irritaba a Einstein de la cuántica es que postulaba una realidad no local, por tanto plagada de, frase feliz, acciones fantasmales a distancia. Según él, con tales propiedades ontológicas la realidad no sería estudiable porque no se podría hacer comprobaciones empíricas.

Por realidad local, se entiende que cuando sucede un determinado fenómeno físico entonces las causas del mismo deben de estar cerca. Si cae una manzana por la fuerza de la gravedad que no es más que una deformación del espacio-tiempo, dicha deformación debiera estar localizada cerca sino al lado de la misma manzana y no a años-luz.

Debemos entender la metafísica de una realidad local que la ciencia modeliza con sus teorías algo análogo a una infinita cadena de textos en donde los caracteres/átomos configuran/causan a los instantáneamente siguientes de un modo tal que si, por ejemplo, tenemos "a" y "b" y si sabemos que la única palabra gramaticalmente correcta es "abc" entonces por fuerza podremos predecir "c" y a la inversa, como la realidad es local, si localizamos el fenómeno "c" y tenemos cerca el "b" entonces podremos prever que cerca debe estar "a".

Tales palabras son correctas o existen en virtud de que cumplan la gramática y tal gramática que va carácter a carácter es computable porque la validez de todas las palabras puede ser analizada exclusivamente en función de si poseen una sintaxis correcta.

Mas si tenemos "a" y luego "b" pero para saber cuál es el carácter siguiente necesitamos saber además qué puede significar la frase y por tanto necesitamos conocer más caracteres que los que están inmediatos entonces nos estaríamos chocando con una dimensión semántica que, haría imposible una realidad local viéndose así que, como vimos en el caso de las matemáticas, una realidad no local viene definida por una gramática/ontología no computable.

Volvamos a Camelot, lugar de magia: allí los fenómenos físicos no sólo suceden por mutaciones sintácticas (v.gr: la presión de la zona sube, la temperatura se incrementa, ..., finalmente la sequía aparece) sino también por cuestiones semánticas siendo en este caso que nos ocupa el comportamiento moralmente punible por parte de Arturo de matar un unicornio. Hay que fijarse que en un mundo así difícilmente se puede hacer ciencia porque sí, es cierto, se pueden localizar regularidades empíricas, v.gr: matar unicornio que encontramos correlacionado con sequías, pero difícilmente se puede hacer una teoría de cimientos matemáticos, en consecuencia una teoría de autoridad intersubjetiva, que explique el mecanismo del mundo productor de los fenómenos habidos en él y sin tal conocimiento no ha lugar el poder luego modificarlo, manipularlo tecnológicamente pues los caracteres/fenómenos físicos surgen desde dos inaprehensibles en conjunto distintas dimensiones: la sintáctica y la semántica.

Si en nuestro mundo hubiera consecuencias reales para nuestros actos a razón de su moralidad, por ejemplo, pegar a un niño implicase accidente de tráfico entonces sí que podríamos hablar de otra dimensión real, la moral, pero afortunadamente, sí, afortunadamente esto no es verdad y digo afortunadamente porque de lo contrario viviríamos en una civilización cuya capacidad para conocer, consecutivamente crear tecnología para manejar el entorno sería tan minúscula en su tamaño, tan gradual en su incremento que yaceríamos en un estado de semi-barbarie cuando no, manipulado por una casta de magos entendidos o eloi tal y como predicen algunos que nos pasará de seguir desentendiéndonos de un conocimiento del funcionamiento interno de la tecnología que tendrá como consecuencia la transmutación de la misma en magia.

Hay también un motivo más para la satisfacción con el nada mágico mundo en que vivimos y es que, como nos recordaba el tibetano, en cierto momento histórico los chinos llegaron asimilar de un modo tal el concepto de Karma, de dejar que la naturaleza haga de juez moral de todos nuestros actos, que cuando veían a un hombre ahogarse no lo rescataban pensando que tal percance era su karma.

He ahí otro posible drama porque sí, Hitler a razón de sus felonías provocó distintos fenómenos naturales: grandes bloques de acero cruzando el Atlántico, grandes bloques de hormigón derrumbándose, ruinas nacidas de la nada; pero podemos decir orgullosos que tales hechos surgieron del compromiso intencional, solidario, por tanto humanitario de unos americanos que no se dejaron consumir por una egoísta indolencia moral a razón de un Karma de funcionamiento automático.

El equilibrio del mundo necesita de nuestra participación.

No obstante, antes de que alguien crea que esta anotación sirve como arma arrojadiza contra las peligrosas hordas de la superstición quiero dejar anotado que el hecho de que la propia matemática tenga una dimensión no sintáctica, que nuestro universo NO sea computable, nos debiera hacer colegir que nuestra realidad tampoco es unidimensional, por extensión fisicalista y sin embargo, nos aproximamos bastante a ella con nuestra ciencia porque no nos encontramos regularidades empíricas (v.gr: matar unicornio-sequía en la zona) que resulten inteorizables lo cual me lleva a pensar que nuestra realidad tiene, como los fractales, una dimensión fraccionaria recursivamente aproximable por geometrías de dimensiones inferiores, una dimensión de un "1 con algo" siendo ese algo suficientemente despreciable como el efecto de rozamiento que sufre un objeto en caída permitiéndose realizar así una efectiva ciencia natural, pero también suficientemente presente para no descartar efectos reales en puntuales y no regularizables ocasiones, pero sobre todo es suficientemente constatable como para recordar la deficiencia de nuestros formalismos, para sentenciar que la realidad no es natural.

En cualquier caso, no es en la moral en donde radica la efectividad de una visión sobrenaturalista del mundo sino que lo que primeramente valoraría de ésta es el dar un imprimatum teleológico a nuestro existir que indudablemente resulta motivacional en un punto en absoluto alcanzable por narrativas donde lo real existe unidimensional, ciega y mecánicamente y por tanto sin el concurso del hombre.

4 comentarios:

El Perpetrador dijo...

Genial. Muy audaz la relación de la semántica con la moral y la no-localidad. No se me había ocurrido pero ahora me parece de cajón. Ya me he ocupado de linkar este artículo para aclarar lo que en el mío quedaba demasiado vaporoso, así que hemos generado un círculo recursivo...

Por cierto, ¿a qué tibetano citas? Valga que ese mismo fatalismo está todavía en buena parte de la sociedad musulmana. "Alá lo ha querido..."

Héctor Meda dijo...

Me alegro que te haya gusta la relación de la semántica con la moral y la no la localidad. Otro tema que subyacía a esta idea era el de, no sé si lo conoces, la sincronicidad que está silenciosamente mencionado, en concreto está linkado, en la anotación. Un tema interesante de manipular, tal vez luego desechar.

Por cierto, el tema del linkeo mutuo entre este post y el tuyo justo te lo iba a proponer por la frikada de crear una peligrosa recursividad indirecta.

arturo dijo...

Hector: me alegro de haberte conocido a través de Hugo. Soy neurólogo, heterodoxo, desarraigado y necesitado de compartir inquietudes neuronales con quien se avenga a ello... y voy comprobando que los filósofos, para mi ventura, estáis más interesados en la reflexión sobre la naturaleza humana que mis colegas, encantados (sometidos a encantamiento), por los cantos de sirena de la reducción de lo biológico a unas cuantas moléculas convenientemente comercializadas.

La sincronía, el teorema de Gödel, el principio de incertidumbre de Heisenberg y los efectos a distancia de la física cuántica se utilizan de forma escandalosa por los psuedocientíficos para amparar todo tipo de tropelías intelectuales.

En la orilla contraria al reduccionismo interesado y al resguardo de la reflexión de que los árboles no nos dejan ver el bosque, muchos se olvidan de la necesidad de tener en cuenta al árbol para poder intuir el bosque.

La semántica es ineludible y debe ser respetada y explicitada con un exquisito sentido de la honestidad.

Debemos desnudar nuestras semánticas a la vez que hacemos propuestas matemáticas, formales, sintácticas.

Creo que hemos devaluado los significados en aras de un pragmatismo de corto plazo en el que lo formalmente válido se convierte automáticamente en objeto de deseo y/o justificación.

Desde mi puesto de observación pequeño-burgués-profesional como neurólogo creo que son oportunas las reflexiones de tu artículo.

En el fondo de la sincronicidad existe una prosaica cuestión de períodos refractarios de membrana y su optimización evolutiva para ganar tiempo al depredador y no mecanismos transpersonales que justifican cualquier ocurrencia "metafísica" que suena bien como si de música se tratara.

A lo dicho, un placer compartir el espacio-tiempo con buena gente como vosotros...

Héctor Meda dijo...

Hola Arturo,

Me alegra que te hayan podido paracer oportunas las reflexiones perpetradas en este opúsculo de metafísica dura.

Desde luego en este blog y en sus comentaristas tienes a alguien interesado en la naturaleza humana desde una perspectiva lo más sistémica posible.

Además y especialmente, soy un lector voraz de teorías sobre la conciencia que en este libro de almohada se han reseñado con intenciones más propagandísticas que polemistas y que tal vez te interese conocer:

La de un prestigioso neurocientífico como Edelman:

http://hector1564.blogspot.com/2009/07/darwinismo-neuronal.html

La de unos biólogos, Maturana y Varela, empeñados en pensar al ser humano y a su pensar en términos biológicistas:

http://hector1564.blogspot.com/2009/04/el-arbol-del-conocimiento.html

Y, por último, la de un prestigioso físico, Schrödinger, que creyó encontrar en la conciencia una bisagra con la que interconectar el pensamiento religioso y el científico:

http://hector1564.blogspot.com/2009/07/mente-y-materia.html

Espero volver a verte por aquí ;-)

Saludos