En un reciente viaje sin brújula por el ciberespacio me encontré la enésima diatriba contra el neoliberalismo en forma de denuncia de su dogmática. Y es que se criticaba la visión liberal del mercado como una suerte de cuasireligiosa visión apriorista que presumía a éste ente un funcionamiento perfecto cuando las evidencias empíricas certificaban justo lo contrario.
No linkeare al, ni por tanto comenzaré un estéril disputa con el autor de dicha opinión pues cada vez estoy más convencido del carácter cacofónico de la blogosfera, de la inutilidad, que yo entiendo tiene raíz en la propia naturaleza humana, de intentar entablar discursos dialógicos pero no obstante no me privaré de decir en voz alta mis pensamientos con la fatua esperanza de que alguien haga falsa esta última frase.
El hecho que me mueve a escribir esta anotación es decir que es justo lo contrario lo que implica una versión liberal del mercado porque cuando se le descarta a éste una supuesta perfección entonces implícitamente le estamos exigiendo una finalidad que apriori certificamos no conseguirá a razón de adjudicarle apriorísticamente unas determinadas cualidades que hacen imposible lograr tal fin.
Si buscamos una economía perfecta siempre habrá lugar para el apriorismo, si buscamos una perfectibilidad de nuestras interacciones económicas mediante aproximaciones empíricas entonces es curioso ver a quién nos encontramos como necesarios así como a quién no en nuestro sistema socioeconómico y aunque lo que a continuación voy a argumentar no negaré haberlo hecho con trazo grueso, no menos cierto es que es la justa réplica a mi anónimo, tal vez inventado, oponente porque si nos vemos obligados a generalizar con el objetivo de colocarnos provisionalmente en un bando político u otro entonces hay que dar cuenta de que lo que precisamente implica una perspectiva no apriorista es considerar al mercado como una silva variada de comportamientos realizados por diversos agentes económicos que van formando nodos, esto es, conectándose en función de sus particulares intereses siendo que la red resultante de sus conexiones no puede ser por su intrincada complejidad modelizada de forma previa u apriorista ni por tanto hilada de forma coercitiva pero sí que es posible que, para diferentes hilos que necesiten ser conectados en aras de evitar costosas circunvalaciones en la comunicación, puedan construirse ciertos nodos de forma contractual.
Esa actividad tiene un nombre: empresarialidad y curiosamente un enemigo: el apriorista, quiero decir, el político.
No linkeare al, ni por tanto comenzaré un estéril disputa con el autor de dicha opinión pues cada vez estoy más convencido del carácter cacofónico de la blogosfera, de la inutilidad, que yo entiendo tiene raíz en la propia naturaleza humana, de intentar entablar discursos dialógicos pero no obstante no me privaré de decir en voz alta mis pensamientos con la fatua esperanza de que alguien haga falsa esta última frase.
El hecho que me mueve a escribir esta anotación es decir que es justo lo contrario lo que implica una versión liberal del mercado porque cuando se le descarta a éste una supuesta perfección entonces implícitamente le estamos exigiendo una finalidad que apriori certificamos no conseguirá a razón de adjudicarle apriorísticamente unas determinadas cualidades que hacen imposible lograr tal fin.
Si buscamos una economía perfecta siempre habrá lugar para el apriorismo, si buscamos una perfectibilidad de nuestras interacciones económicas mediante aproximaciones empíricas entonces es curioso ver a quién nos encontramos como necesarios así como a quién no en nuestro sistema socioeconómico y aunque lo que a continuación voy a argumentar no negaré haberlo hecho con trazo grueso, no menos cierto es que es la justa réplica a mi anónimo, tal vez inventado, oponente porque si nos vemos obligados a generalizar con el objetivo de colocarnos provisionalmente en un bando político u otro entonces hay que dar cuenta de que lo que precisamente implica una perspectiva no apriorista es considerar al mercado como una silva variada de comportamientos realizados por diversos agentes económicos que van formando nodos, esto es, conectándose en función de sus particulares intereses siendo que la red resultante de sus conexiones no puede ser por su intrincada complejidad modelizada de forma previa u apriorista ni por tanto hilada de forma coercitiva pero sí que es posible que, para diferentes hilos que necesiten ser conectados en aras de evitar costosas circunvalaciones en la comunicación, puedan construirse ciertos nodos de forma contractual.
Esa actividad tiene un nombre: empresarialidad y curiosamente un enemigo: el apriorista, quiero decir, el político.
2 comentarios:
Buenas, no he comprendido por qué el contractualismo es aceptado por Hayek o por el neoliberalimo. ¿me lo explicas?? ¿el contractualismo no va a ser aprioristico por definición?
El contractualismo es una filosofía política (Kant, Rawls, etc) que ni todos los liberales aceptan (veánse los ancap) ni es lo que aquí se defiende pues de economía hablamos
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