Oír los Pulgares de Bach: Un Argumento Enactivista contra el Mito de lo Dado.
Hay papers que demuestran que con solo medir las fluctuaciones del wifi en una habitación se puede calcular la perturbación de ondas sonoras, vale decir, saber de qué se está hablando ahí dentro. Dicho más precisamente, lo que se hace es utilizar el wifi como un sistema de radar o sonar extremadamente sensible para detectar los diminutos movimientos que las ondas sonoras provocan en los objetos y las personas de una habitación. A esta técnica se le llama generalmente "WiFi Sensing" o "Pasivo" (en contraste con el "WiFi Activo" para comunicación).
¿Por qué no podría incorporarlo una IA como su función base y un órgano perceptivo más tan característico suyo como el murciélago Nageliano (aunque de éste percibir sabemos los cálculos que dan cuenta de ese conocimiento)?
¿Y acaso no estamos ya introduciendo implántes neuronales que reemplazan cócleas a fin de poder audicionar lo que congénitamente no le era posible al paciente? ¿Y qué tal si oyera el wifi como un mutante hecho a dedo?
¡Ojo! El implante no devuelve el oído "natural" a una manera ex nihilo. Es un traductor, por cierto. Un micrófono externo captura el sonido (ondas de presión en el aire) y un procesador lo digitaliza. A continuación, un algoritmo descompone ese sonido en sus componentes frecuenciales y multiplexa esa información en pulsos eléctricos que se envían a un electrodo implantado en la cóclea, el cual estimula directamente el nervio auditivo.
La clave: El cerebro del paciente aprende a interpretar estos nuevos patrones de señales eléctricas. De hecho, su cerebro se replastifica para ello. No "oye" como nosotros; su cerebro construye una nueva representación del mundo sonoro a partir de un código artificial. Es una interfaz cerebro-máquina que suple una función sensorial dañada.
A propósito con el WiFi: Un sistema que tradujera las fluctuaciones del WiFi en audio (o en impulsos neurales) podría funcionar de manera similar. Sería un implante coclear para el espectro radioeléctrico. El usuario no "oiría el WiFi" de forma inherente; su cerebro aprendería que un patrón específico de estimulación neural corresponde a, digamos, la palabra "hola, mundo" siendo dicha en la habitación de al lado.
Para nuestro Mutante, el WiFi no serían "datos", antes bien: sería un campo sensorial propio y suntuso lleno de "objetos" y "eventos". Podría "ver" la geometría de las redes WiFi. Y "sentir" la presencia de dispositivos como nosotros sentimos la presencia de personas en una habitación por el sonido o el calor, y quizás incluso "palpar" las modulaciones de la señal como nosotros palpamos el timbre de una voz.
Conocimiento Directo: Este mutante no necesitaría algoritmos de machine learning para deducir que hay alguien hablando porque la vibración de las cuerdas vocales modulando la portadora de WiFi sería un estímulo perceptivo directo, igual que para nosotros el sonido que llega a nuestros tímpanos.
Su conocimiento del mundo estaría fundado sobre esa modalidad sensorial.
Estamos entrando (algunos lamentaran: enterrando) en el vertiginoso mundo del transhumanismo.
Considero que Platón mismo es un transhumanista y que su "desprecio" a la materia corporal, cuando siempre defendió el ejercicio y la autodisciplina, resuena más prístinamente con esta acústica recién presentada que si su doctrina es reverberada con el humanish fetichista de la carne característico del cristianismo y su resurrección en cuerpo y alma.
Pero si nosotros podemos, re-crear nuevas vías perceptivas, ¿por qué no una máquina?
El problema de fondo nos regañarán los Inmiscibles, y como exponen Hubert Dreyfus y Charles Taylor en Recuperar el realismo, es la tendencia a definir la experiencia humana como un proceso meramente informativo.
Ah.
Esta definición conlleva una dualidad irreconciliable: ser pasivos (al recibir información) y a la vez activos (al darle sentido). La cuestión crucial que ellos formulan es cómo pueden coexistir estas dos perspectivas.
Cuestión crucial que me recuerda a la cuestión asimismo de cómo tocaba Bach el teclado.
Johann Sebastian Bach fue un revolucionario en la técnica del teclado, y el uso de todos los dedos fue una de sus contribuciones más importantes.
Era extremadamente novedoso y avanzado para su época. Bach no "inventó" usar todos los dedos de la nada, pero sí fue quien sistematizó, perfeccionó y demostró el potencial artístico de una técnica integral del teclado.
Sus composiciones para teclado (especialmente El clave bien temperado, las Invenciones y Sinfonías, y los Conciertos) son imposibles de tocar usando solo los 3 o 4 dedos que eran comunes en su época. Las líneas melódicas complejas, los acordes amplios y el contrapunto exigente requieren el uso del pulgar y el meñique de manera activa y ágil. La materialización sonora de su conducta interpretativa, la música, es prueba irrefutable.
A mi juicio, ¿cómo sabes que el enactismo no implica información? Que Bach tocase con el pulgar a tientas o a sabiendas, es algo de lo que uno se puede informar escuchando su música: ahí también hay información con independencia de cómo afrontara Él su obrar.
Que yo, al escuchar su obra, pueda info-forma-arme sobre su técnica conductual es una consecuencia de que su enactividad no era inmiscible de lo informacional. La enactividad bachian genera una salida (la música) que, al ser acoplada por un oyente competentemente enactivo, permite la extracción de información. Si la información es inteligible para nosotros lo es porque ésta cristaliza una acción enactiva.
Piensa en un músico cognitivamente enactista como solo los enactistas podrían filosóficamente soñar: ¿acaso alguno de sus movimientos no deja traza en la materialización sonora? Si es que "SÍ", ese movimiento no tuvo enactividad alguna pues fue un flatus vocis, una nadería que no dejó rastro auditivo y por tanto no le hace a la conducta musical, no es nada. Ahora, si es que "NO", si entonces todos los movimientos hollan una materia sonora, entonces su rúbrica es traducción inequívoca y demostración de la traducibilidad: el que tu escribas en un idioma intraducible sólo lo será en tanto que tú no puedes replicar en otra formato dicha logorrea: no es el caso con los pulgares de Bach.
La "traducción" es posible porque el "lenguaje origen" (el gesto enactivo) y el "lenguaje destino" (el sonido) están causal y estructuralmente acoplados de manera tan estrecha que son, para todos los efectos, el mismo sistema.
Nosotros, al escuchar el sonido, estamos accediendo directamente a la estructura de la acción que lo produjo. No estamos "interpretando un símbolo"; estamos presenciando la consecuencia inevitable de un gesto.
Por eso, podemos "oír" los pulgares de Bach. No oímos los dedos, pero oímos la huella sonora de su enactividad digital. Esa huella es inequívoca. Su música "traduce" un pensamiento con independencia de que se pensara pensamiento a pensamiento pero porque su música es la encarnación corporativa de una partitura forjada acción.
La enactividad no es un Reino Privado e Inmiscible: es una impresión pública que se manifiesta en el mundo y, por tanto, es accesible, traducible y, en última instancia y por ello mismo: comprensible.
La música de Bach es la prueba irrevocable. Como Prueba es de otras tantas cosas más si bien ahora no es caso de hacerles caso.
Jugado lo hasta aquí jugado, me toca a mí mover pieza: la cuestión crucial que yo a su vez les lanzo a los Enactistas será, ¿cómo combaten los argumentos de Sellars (por escoger uno) contra el Mito de lo Dado?
Te lo recuerdo: para Sellars, toda experiencia capaz de servir como justificación para una creencia ya debe estar cargada de conceptos. No puedes tener la "experiencia pura" de un "rojo", antes bien, para que esa experiencia cuente como algo y pueda justificar la creencia "veo algo rojo", ya debes pre-disponer del concepto "rojo".
No hay una capa pre-conceptual que pueda fungir como base del conocimiento.
La postura de Dreyfus y Taylor: Ni Mito, ni Cobertura Conceptual Total. Dreyfus y Taylor están de acuerdo con Sellars en criticar el empirismo clásico y la idea de un dado que fundamente el conocimiento de manera atomística. Sin embargo, argumentan que la crítica de Sellars va demasiado lejos. Al rechazar todo lo "dado", Sellars (y luego Brandom, McDowell, etc.) cae en lo que ellos llaman la "imagen por mediación" o "filosofía de la mediación" (mediational philosophy). Esta postura sostiene que nunca tenemos contacto directo con el mundo. Sostiene que siempre estamos "mediados" por un "espacio de conceptos" o un conjunto de creencias. El mundo sólo nos es dado a través de la "cobertura" (blanket) de nuestras ideas.
Pues bien, este pensamiento, para Dreyfus y Taylor, conduce a un idealismo encubierto y nos encierra en nuestra propia mente, alejándonos del realismo que quieren recuperar.
Nuestra comprensión corporal y prerreflexiva del mundo precede y posibilita la conceptualización. Dirán. Sabemos navegar una habitación, agarrar una taza, reconocer la expresión de tristeza en un rostro antes de formar un concepto explícito de ello. Esta comprensión es inteligente pero no conceptual. Ellos apelan a una realismo inefable que debe estar ahí --fe que le ponemos-- mas no puedo recortarlo del trasfondo de mis conductas...y sin embargo, no ocurre que nadie cuando se cae un vaso de la mesa se lleve las manos a la oreja, antes bien, se sabe distinto de vaso, servilleta o de ti mismo.
<<No es que "le tengamos fe" a un mundo externo>>, replicarán. <<Es que nuestra forma de ser-en-el-mundo (usando el término de Heidegger como quiere el propio Dreyfus) ya es una relación con ese mundo, una relación de coping (afrontamiento) o de manejo práctico que precede a toda reflexión. El "realismo" no es una conclusión intel-eligida, sino la función base desde la cual partimos para pensar y actuar de manera que el vaso roto se conocería por enactivismo>>.
Eso es eludir la ontología --otra vez las ventanillas-- para quedarse en un pensamiento interruptus: ¿acaso no tiene una cualidad legaliforme la caída del vaso de manera tal que ésta deberá ser inteligida --todo lo inconscientemente que se quiera pero no conceptualmente arbitraria-- por un cuerpo del mismo modo que un perro al saltar a por la pelota hace uso de un conocimiento de la gravedad que gravita sobre sus actos so pena de que las cosas no caigan sobre su propio peso?
No basta con decir "estamos en contacto con lo real"; hay que explicar por qué ese "contacto" no es caótico y arbitrario, sino que se manifiesta de manera regular, predecible y con una estructura que parece, efectivamente, "legaliforme". De lo contrario se está cheteando la filosofía. Hay una tendencia a dar por respondido problemáticas filosóficas por medio de atajos que no confrontan los boss de lo que hay en juego por la vía de dar una respuesta confortante en cierto niveles --como decir que lo somnífero hacer dormir por su virtud dormitiva-- pero no en su postre nivel: el metafísico.
Su movimiento es cambiar el marco de lo que se considera una "explicación" metafísica suficiente. Pero eso no es explicar lo suficiente.
Los Solipsistas del Venerable Físico no pueden negar la posibilidad en principio de que un robot ejecutara una jugada de fútbol (imagen por antonomasia de Merleau-Ponty) . Pero argumentarían que, si un robot lo lograra, sería porque habría replicado o emulado de alguna manera los aspectos clave de la "inmersión corpo-rizada" en un mundo, no porque simplemente estuviera ejecutando un programa conceptual.
Aquí aplicaría el test de Turing o el chiste del té o café:
- Camarero, ¿esto que me ha traído es té o café?
- ¿No sabe diferenciarlos?
- No
- ¿Pues qué más le da entonces?
El riesgo de irrefutabilidad y de fetichizar lo biológico (sin acudir a la última Ventanilla) arroja a este teorizar hacia un movimiento de "caballero del apero" conceptual: por definición, cualquier sistema no-biológico que simule la conducta será declarado como "simulacro" o "emulación", nunca como la "cosa real". El "trasfondo", la "inmersión" y la "corporalidad vivida" se convierten en un fantasma en la máquina con un estatus especial e irreductible.
El propio Friedrich Hayek desarrolla un argumento procapitalista en función de que el conocimiento necesario para que una economía funcione no está centralizado, sino disperso entre millones de individuos. Gran parte de este conocimiento es tácito (know-how, habilidades prácticas, circunstancias locales específicas, preferencias subjetivas). Es conocimiento que se usa pero no puede ser fácilmente articulado, cuantificado o transmitido a una autoridad central. Solo el sistema de precios del mercado, afirmará el austríaco, puede capturar, agregar y transmitir de forma eficiente este conocimiento tácito a través de las señales de oferta y demanda. Cualquier intento de planificación central fallará inevitablemente porque es incapaz de recopilar y procesar esta inmensa cantidad de información subjetiva y no articulada.
En Ciber comunismo: Planificación económica, computadoras y democracia, los autores Paul Cockshott y Maxi Nieto sostienen que el capitalismo, lejos de operar solo con conocimiento tácito, ya se esfuerza constantemente en cuantificar, medir y hacer explícito ese conocimiento para el proceso de producción y gestión. Los sistemas de control de inventarios (ERP), los algoritmos de logística (como los de Amazon o UPS), los datos de consumo masivo recogidos por supermercados (códigos de barras), las plataformas de redes sociales que monetizan preferencias, y los sistemas de gestión de la cadena de suministro convierten constantemente el comportamiento y las preferencias tácitas en datos explícitos y cuantificables.
La distinción rígida de Hayek entre conocimiento tácito (inaprensible) y explícito (aprensible) es artificial. El proceso de planificación capitalista a nivel corporativo (en grandes empresas como Walmart o Toyota) ya realiza una "planificación" masiva basada en datos, demostrando que el conocimiento tácito puede ser y de hecho ES capturado sistemáticamente.
Una vez más: si el conocimiento tácito fuera in-miscible con la realidad (en este caso social) NO habría una realidad (en este caso:) económica como de hecho sí la hay.
Curiosamente, en Marx existe la convicción de que lo mental, por ende las ideas, supervienen a la materia, son creaciones de ésta última quien las antecede. Otra vez: el carro por delante de los bueyes.
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